Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice

Napoleón en Miraflores

Juan Arias de Miranda y Flores Estrada

Pilar Vega Rodríguez (ed. lit.)

Napoleón, ese hombre extraordinario que tanto da que admirar al mundo por sus hechos, y por sus conocimientos universales, a pesar de haber visto las mejores bellezas de Italia y de la mayor parte de Europa, no se desdeñó de ir a visitar los sepulcros, a muy luego de haber llegado a Burgo el 10 de diciembre de 1808.

Al apearse delante de las puertas de aquel respetable monasterio, abandonado de sus penitentes moradores, por no exponerse a la fiereza de las tropas invasoras, mandó que atasen su caballo al tronco del árbol donde se ataba en tiempos remotos el del rey D. Juan II.

Era un añoso moral que existía entonces junto a los arcos de la hospedería del convento, el cual desapareció durante la guerra de la independencia mientras los monjes andaban huidos. —96—

El caballo se ató como lo había dispuesto; pero los informes que con respecto a esto dieron al Emperador no eran exactos; porque se sabe que los caballos del rey D. Juan se ataban, según las antiguas noticias tradicionales del convento, a dos anillos de hierro fijados en la pared que forma la cabecera de las trojes1, los cuales se han arrancado sin duda, porque no hemos podido hallarlos por más que los buscamos ansiosamente.

Dícese que el Emperador quedó muy complacido de la hermosura de los sepulcros, y que pretendiendo llevar el de los reyes a Francia, desistió del intento al ver las dificultades que ofrecía la descomposición, transporte y colocación puntual de un monumento de tantas piezas. No era extraño que quisiese engrandecer la gran capital con las mejores obras de las bellas artes de España, como lo había hecho con las de Italia.

FUENTE

Arias de Miranda, Juan, Apuntes históricos sobre la Cartuja de Miraflores, de Burgos, Burgos, Burgos: Imprenta de Pascual Polo, 1843, pp. 95 y 96.

Edición: Pilar Vega Rodríguez.

Indice