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Novela del Zeloso estremeño

Miguel de Cervantes Saavedra

Rodolfo Schevill (ed. lit.)

Adolfo Bonilla y San Martín (ed. lit.)


[Nota preliminar: El original presenta enfrentadas dos versiones del texto: en las páginas pares aparece la edición de Schevill y Bonilla que reproduce la primera edición de la obra (Madrid, Juan de la Cuesta, 1613), y en las impares la transcripción del manuscrito de Porras de la Cámara, según la edición Bosarte (en Gabinete de lectura español, números IV y V, Madrid, 1788), anotada por Schevill y Bonilla. Para facilitar la lectura de la obra presentamos los textos en registros distintos. Reproducimos la edición de Schevill y Bonilla (paginación en color verde) enlazada al facsímil de la primera edición (foliación en color azul).]



  -fol. 137v-     —148→  

No ha muchos años que de vn lugar de Estremadura salio vn hidalgo nacido de padres nobles, el qual, como vn otro prodigo, por diuersas partes de España, Italia y Flandes anduuo gastando, assi los años, como la hazienda, y al fin de muchas peregrinaciones, muertos ya sus padres y gastado su patrimonio, vino a parar a la gran   -fol. 138r-   ciudad de Seuilla, donde halló ocasion muy bastante para acabar de consumir lo poco que le quedaua. Viendose, pues, tan falto de dineros y aun no con muchos amigos, se acogio al remedio a que otros muchos perdidos en aquella ciudad se acogen, que es el passarse a las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, yglesia de los alçados, saluoconduto de los homicidas, pala1 y cubierta de los jugadores, a quien llaman ciertos los peritos en el arte, añagaza general de mugeres libres, engaño comun de muchos y remedio particular de pocos.

En fin, llegado el tiempo en que vna flota se partia para Tierrafirme2, acomodandose con el almirante della, aderezó su matalotage y su mortaja de esparto, y embarcandose en Cadiz,   —150→   echando la bendicion a España, çarpó la flota, y con general alegria dieron las velas al viento, que blando y prospero soplaua, el qual en pocas horas les encubrio la tierra y les descubrio las anchas y espaciosas llanuras del gran padre de las aguas, el mar Occeano3.

Yua nuestro passagero pensatiuo, reboluiendo en su memoria los muchos y diuersos peligros que en los años de su peregrinacion auia passado, y el mal gouierno que en todo el discurso de su vida auia tenido, y sacaua de la cuenta que a si mismo se yua tomando, vna firme resolucion de mudar manera de vida y de tener otro estilo en guardar la hazienda que Dios fuesse seruido de darle, y de proceder con mas recato que hasta alli con las mugeres.

La flota estaua como en calma, quando passaua consigo esta tormenta Felipo4 de Carrizales, que este es el nombre del que ha dado materia a nuestra nouela. Tornó a soplar el viento, impeliendo con tanta fuerça los nauios, que no dexó a nadie en sus assientos, y assi le fue forçoso a Carrizales dexar sus imaginaciones y dexarse lleuar de solos   -fol. 138v-   los cuydados que el viage le ofrecia, el qual viage5 fue tan prospero, que, sin recebir algun reues ni contraste, llegaron al puerto de Cartagena6. Y por concluyr con todo lo que no haze a nuestro proposito, digo que la edad que tenia Filipo7 quando   —152→   passó a las Indias, seria de quarenta y ocho años, y en veynte que en ellas estuuo, ayudado de su industria y diligencia, alcançó a tener mas de ciento y cinquenta mil pesos ensayados.

Viendose, pues, rico y prospero, tocado del natural desseo que todos tienen de boluer a su patria, pospuestos grandes interesses que se le ofrecian, dexando el Piru, donde auia grangeado tanta hazienda, trayendola toda en barras lo de oro y plata, y registrada, por quitar inconuenientes8, se boluio a España, desembarcó en Sanlucar, llegó a Seuilla tan lleno de años como de riquezas, sacó sus partidas sin çoçobras, buscó sus amigos, hallolos todos muertos, quiso partirse a su tierra, aunque ya auia tenido nueuas que ningun pariente le auia dexado la muerte. Y si quando yua a Indias9 pobre y menesteroso, le yuan combatiendo muchos pensamientos, sin dexarle sossegar vn punto en mitad de las ondas del mar, no menos aora, en el sossiego de la tierra, le combatian, aunque por diferente causa, que si entonces no dormia por pobre, aora no podia sossegar de rico, que tan pesada carga es la riqueza al que no esta vsado a tenerla ni sabe vsar della, como lo es la pobreza al que continuo10 la tiene. Cuydados acarrea el oro y cuydados la falta del; pero los vnos se remedian con alcançar alguna mediana cantidad, y los otros se aumentan mientras mas parte se alcançan.

  —154→  

Contemplaua Carrizales en sus barras, no por miserable, porque, en algunos años que fue soldado, aprendio a ser liberal, sino en lo que auia de hazer dellas, a causa que tenerlas en ser, era cosa infrutuosa, y tenerlas en casa, cebo para los   -fol. 139r-   codiciosos y despertador para los ladrones. Auiase muerto en el la gana de boluer al inquieto trato de las mercancias, y pareciale que, conforme a los años que tenia, le sobrauan dineros para passar la vida, y quisiera passarla en su tierra y dar en ella su hazienda a tributo, passando en ella los años de su vejez en quietud y sossiego, dando a Dios lo que podia, pues auia dado al mundo mas de lo que deuia. Por otra parte, consideraua que la estrecheza de su patria era mucha, y la gente muy pobre, y que el yrse a viuir a ella era ponerse por blanco de todas las importunidades que los pobres suelen dar al rico que tienen por vezino, y mas quando no ay otro en el lugar a quien acudir con sus miserias. Quisiera tener a quien dexar sus bienes despues de sus dias, y con este desseo tomaua el pulso a su fortaleza, y pareciale que aun podia lleuar la carga del matrimonio, y en viniendole este pensamiento, le sobresaltaua vn tan gran miedo, que assi se le11 desbarataua y deshazia, como haze a la niebla el viento, porque de su natural condicion era el mas zeloso hombre del mundo, aun sin estar casado, pues con solo la imaginacion de serlo, le començauan a ofender los zelos, a fatigar las sospechas   —156→   y a sobresaltar las imaginaciones, y esto con tanta eficacia y vehemencia, que de todo en todo propuso de no casarse.

Y estando resuelto en esto, y no lo estando en lo que auia de hazer de su vida, quiso su suerte que, passando vn dia por vna calle, alçasse los ojos y viesse a vna ventana puesta vna donzella, al parecer de edad de treze a catorze años, de tan agradable rostro y tan hermosa12, que, sin ser poderoso para defenderse, el buen viejo Carrizales rindio la flaqueza de sus muchos años a los pocos de Leonora, que assi era el nombre de la hermosa donzella. Y luego, sin mas detenerse, començo a hazer vn gran monton de discursos, y, hablando consigo mismo,   -fol. 139v-   dezia:

«Esta muchacha es hermosa, y, a lo que muestra la presencia desta casa, no deue de ser rica; ella es niña, sus pocos años pueden assegurar mis sospechas; casarme he con ella, encerrarela, y harela a mis mañas, y con esto no tendra otra condicion que aquella que yo le enseñare. Y no soy tan viejo que pueda perder la esperança de tener hijos que me hereden. De que tenga dote o no, no ay para que hazer caso, pues el cielo me dio para todos, y los ricos no han de buscar en sus matrimonios hazienda, sino gusto, que el gusto alarga la vida, y los disgustos entre los casados la acortan. Alto pues; echada esta la suerte, y esta es la que el cielo quiere que yo tenga.»

  —158→  

Y assi hecho este soliloquio, no vna vez, sino ciento, al cabo de algunos dias habló con los padres de Leonora, y supo como, aunque pobres, eran nobles, y dandoles cuenta de su intencion y de la calidad de su persona y hazienda, les rogo le diessen por muger a su hija. Ellos le pidieron tiempo para informarse de lo que dezia, y que el tambien le tendria para enterarse ser verdad lo que de su nobleza le auian dicho. Despidieronse, informaronse las partes, y hallaron ser ansi13 lo que entrambos dixeron, y, finalmente, Leonora quedó por esposa de Carrizales, auiendola dotado primero en veynte mil ducados; tal estaua de abrasado el pecho14 del zeloso viejo. El qual, apenas dio el si de esposo, quando de golpe le embistio vn tropel de rabiosos zelos, y començo sin causa alguna a temblar y a tener mayores cuydados que jamas auia tenido. Y la primera muestra que dio de su condicion zelosa, fue no querer que sastre alguno tomasse la medida a su esposa de los muchos vestidos que pensaua hazerle, y assi anduuo mirando qual otra muger tendria poco mas a menos el talle y cuerpo de Leonora, y halló vna pobre, a cuya medida hizo hazer vna ropa, y prouandosela15 su esposa, halló que le venia bien,   -fol. 140r-   y por aquella medida hizo los de mas vestidos, que fueron tantos y tan ricos, que los padres de la desposada se tuuieron por mas   —160→   que dichosos en auer acertado16 con tan buen yerno, para remedio suyo y de su hija.

La niña estaua assombrada de ver tantas galas, a causa que, las que ella en su vida se auia puesto, no passauan de vna saya de raja, y vna ropilla de tafetan. La segunda señal que dio Filipo17 fue no querer juntarse con su esposa, hasta tenerla puesta casa aparte, la qual adereçó en esta forma: compró vna en doze mil ducados en vn barrio principal de la ciudad, que tenia agua de pie y jardin con muchos naranjos; cerro todas las ventanas que mirauan a la calle, y dioles vista al cielo, y lo mismo hizo de todas las otras de casa. En el portal de la calle, que en Seuilla llaman casapuerta, hizo vna caualleriza para vna mula, y enzima della vn pajar y apartamiento, donde estuuiesse el que auia de curar della, que fue vn negro viejo y eunuco; leuantó las paredes de las açuteas, de tal manera, que, el que entraua en la casa, auia de mirar al cielo por linea recta, sin que pudiessen18 ver otra cosa. Hizo torno, que de la casapuerta respondia al patio. Compró vn rico menaje para adornar la casa, de modo que, por tapizerias, estrados y doseles ricos, mostraua ser de vn gran señor. Compró assimismo quatro esclauas blancas y herrolas en el rostro, y otras dos negras bozales. Concertose con vn despensero, que le truxesse y comprasse de comer, con condicion que no durmiesse en casa, ni entrasse   —162→   en ella, sino hasta el torno, por el qual auia de dar lo que truxesse. Hecho esto, dio parte de su hazienda a censo, situada en diuersas y buenas partes; otra puso en el vanco, y quedose con alguna, para lo que se le ofreciesse. Hizo assimismo llaue maestra para toda la casa, y encerro en ella todo lo que suele comprarse en junto y en sus sazones, para la prouision de todo el año; y teniendolo todo   -fol. 140v-   assi aderezado y compuesto, se fue a casa de sus suegros y pidio a su muger, que se la entregaron, no con pocas lagrimas, porque les parecio que la lleuauan a la sepultura.

La tierna Leonora aun no sabia lo que la auia acontecido, y assi, llorando con sus padres, les pidio su bendicion, y, despidiendose dellos, rodeada de sus esclauas y criadas, assida de la mano de su marido, se vino a su casa, y, en entrando en ella, les hizo Carrizales vn sermon a todas, encargandoles la guarda de Leonora, y que por ninguna via, ni en ningun modo, dexassen entrar a nadie de la segunda puerta adentro, aunque fuesse al19 negro eunuco. Y a quien mas encargó la guarda y regalo de Leonora, fue a vna dueña de mucha prudencia y grauedad que recibio, como para aya de Leonora y para que fuesse superintendente de todo lo que en la casa se hiziesse, y para que mandasse a las esclauas, y a otras dos donzellas de la misma edad de Leonora, que para que se entretuuiesse con las de sus mismos años assimismo   —164→   auia recebido. Prometioles que las trataria y regalaria a todas de manera que no sintiessen su encerramiento, y que los dias de fiesta todos, sin faltar ninguno, yrian a oyr missa, pero tan de mañana, que apenas tuuiesse la luz lugar de verlas.

Prometieronle las criadas y esclauas de hazer todo aquello que les mandaua, sin pesadumbre, con prompta voluntad y buen animo. Y la nueua esposa, encogiendo los ombros, baxó la cabeça, y dixo que ella no tenia otra voluntad que la de su esposo y señor, a quien estaua siempre obediente. Hecha esta preuencion, y recogido el buen estremeño en su casa, començo a gozar como pudo los frutos del matrimonio, los quales a Leonora, como no tenia experiencia de otros, ni eran gustosos, ni desabridos; y assi passaua el tiempo con su dueña, donzellas y esclauas, y ellas, por passarle mejor, dieron en ser golosas, y pocos dias se passauan   -fol. 141r-   sin hazer mil cosas, a quien la20 miel y el açucar hazen sabrosas. Sobrauales para esto en grande abundancia lo que auian menester, y no menos sobraua en su amo la voluntad de darselo, pareciendole que con ello las tenia entretenidas y ocupadas, sin tener lugar donde ponerse a pensar en su encerramiento. Leonora andaua a lo ygual con sus criadas, y se entretenia en lo mismo que ellas, y aun dio con su simplizidad en hazer muñecas y en otras niñerias, que mostrauan la llaneza de su condicion y la terneza de sus años, todo lo qual era de grandissima   —166→   satisfacion para el zeloso marido, pareciendole que auia acertado a escoger la vida mejor que se la supo imaginar, y que por ninguna via la industria ni la malicia humana podia perturbar su sossiego; y assi solo se desuelaua en traer regalos a su esposa y en acordarle le pidiesse todos quantos le viniessen al pensamiento, que de todos seria seruida.

Los dias que yua a missa, que, como esta dicho, era entre dos luzes, venian sus padres, y en la yglesia hablauan a su hija delante de su marido, el qual les daua tantas dadiuas, que aunque tenian lastima a21 su hija, por la estrecheza en que viuia, la templauan con las muchas dadiuas que Carrizales, su liberal yerno, les daua. Levantauase de mañana, y aguardaua a que el despensero viniesse, a quien de la noche antes, por vna cedula que ponian en el torno, le auisauan lo que auia de traer otro dia; y en viniendo el despensero, salia de casa Carrizales, las mas vezes a pie, dexando cerradas las dos puertas, la de la calle y la de en medio, y entre las dos quedaua el negro. Yuase a sus negocios, que eran pocos, y con breuedad daua la buelta, y encerrandose, se entretenia en regalar a su esposa y acariciar a sus criadas, que todas le querian bien, por ser de condicion llana y agradable y, sobre todo, por mostrarse tan liberal con todas. Desta manera passaron vn año de nouiciado,   -fol. 141v-   y hizieron profession en aquella vida, determinandose de lleuarla   —168→   hasta el fin de la[s]22 suyas, y assi fuera, si el sagaz perturbador del genero humano no lo estoruara, como aora oyreys.

Digame aora el que se tuuiere por mas discreto y recatado, que mas preuenciones para su seguridad podia auer hecho el anciano Felipo, pues aun no consintio que dentro de su casa huuiesse algun animal que fuesse varon. A los ratones della, jamas los persiguio gato, ni en ella se oyo ladrido de perro; todos eran del genero femenino23. De dia pensaua, de noche no dormia; el era la ronda y centinela de su casa, y el Argos de lo que bien queria; jamas entró hombre de la puerta adentro del patio. Con sus amigos negociaua en la calle. Las figuras de los paños, que sus salas y quadras adornauan, todas eran hembras, flores y boscages. Toda su casa olia a honestidad, recogimiento y recato; aun hasta en las consejas que en las largas noches del inuierno en la chimenea24 sus criadas contauan, por estar el presente, en ninguna ningun genero de lasciuia se descubria. La plata de las canas del viejo, a los ojos de Leonora25, parecian cabellos de oro puro, porque el amor primero que las donzellas tienen, se les imprime en el alma, como el sello en la cera. Su demasiada guarda, le parecia aduertido recato. Pensaua y creia que, lo que ella passaua, passauan todas las recien casadas. No se desmandauan   —170→   sus pensamientos a salir de las paredes de su casa, ni su voluntad desseaua otra cosa mas de aquella que la de su marido queria; solo los dias que yua a missa, veia las calles, y esto era tan de mañana, que si no era al boluer de la yglesia, no auia luz para mirallas. No se vio monasterio tan cerrado, ni monjas mas recogidas, ni mançanas de oro tan guardadas; y con todo esto no pudo en ninguna manera preuenir ni escusar de   -fol. 142r-   caer en lo que rezelaua: a lo menos en pensar que auia caydo.

Ay en Seuilla vn genero de gente ociosa y holgazana, a quien comunmente suelen llamar gente de barrio; estos son los hijos de vezino de cada colacion26  27, y de los mas ricos della, gente valdia, atildada y meliflua, de la qual y de su trage y manera de viuir, de su condicion y de las leyes que guardan entre si, auia mucho que dezir, pero por buenos respectos28 se dexa.

  —172→  

Vno destos galanes, pues, que entre ellos es llamado virote -moço soltero, que a los recien casados llaman mantones- assestó a mirar la casa del recatado Carrizales, y, viendola siempre cerrada, le tomó gana de saber quien viuia dentro, y con tanto ahinco y curiosidad hizo la   —174→   diligencia, que de todo en todo vino a saber lo que desseaua. Supo la condicion del viejo, la hermosura de su esposa, y el modo que tenia en guardarla. Todo lo qual le encendio el desseo de ver si seria possible expunar por fuerça o por industria fortaleza tan guardada. Y comunicandolo con dos29 virotes y vn manton, sus amigos30, acordaron que se pusiesse por obra, que nunca para tales obras faltan consejeros y ayudadores.

Dificultauan el modo que se tendria para intentar tan dificultosa hazaña, y auiendo entrado en bureo muchas vezes, conuinieron en esto: que fingiendo Loaysa, que assi se llamaua el virote, que yua fuera de la ciudad por algunos dias, se quitasse de los ojos de sus amigos, como lo hizo, y hecho esto, se puso vnos calçones de lienço limpio y camisa limpia, pero enzima se puso vnos vestidos tan rotos y remendados, que ningun pobre en toda la ciudad los traia tan astrosos. Quitose vn poco de barba que tenia, cubriose vn ojo con vn parche, vendose vna pierna estrechamente y, arrimandose a dos muletas, se conuirtio en vn pobre tullido, tal, que el mas verdadero estropeado no se le ygualaua.

  -fol. 142v-  

Con este talle, se ponia cada noche a la oracion a la puerta de la casa de Carrizales, que ya estaua cerrada, quedando el negro, que Luys se llamaua, cerrado entre las dos puertas. Puesto   —176→   alli Loaysa, sacaua vna guitarrilla algo grasienta y falta de algunas cuerdas, y como el era algo musico, començaua a tañer algunos sones alegres y regozijados, mudando la voz por no ser conocido. Con esto se daua priessa a cantar romances de moros y moras a la loquesca31, con tanta gracia, que quantos passauan por la calle se ponian a escucharle, y siempre, en tanto que cantaua, estaua rodeado de muchachos, y Luys el negro, poniendo los oydos por entre las puertas, estaua colgado de la musica del virote, y diera vn braço por poder abrir la puerta y escucharle mas a su plazer; tal es la inclinacion que los negros tienen a ser musicos. Y quando Loaysa queria que los que le escuchauan le dexassen, dexaua de cantar y recogia su guitarra, y acogiendose a sus muletas, se yua.

Quatro o cinco vezes auia dado musica al negro, que por solo el la daua, pareciendole que por donde se auia de començar a desmoronar aquel edificio, auia y deuia ser por el negro, y no le salio vano32 su pensamiento, porque llegandose vna noche, como solia, a la puerta, començo a templar su guitarra, y sintio que el negro estaua ya atento, y llegandose al quicio de la puerta, con voz baxa dixo33:

«¿Sera possible, Luys, darme vn poco de agua, que perezco de sed y no puedo cantar?»

«No», dixo el negro, «porque no tengo la llaue desta puerta, ni ay agujero por donde pueda darosla.»

  —178→  

«¿Pues quien tiene la llaue?», preguntó Loaysa.

«Mi amo», respondio el negro, «que es el mas zeloso hombre del mundo. Y si el supiesse que yo estoy aora aqui hablando con nadie, no seria mas mi vida; pero ¿quien soys vos que me pedis el agua?»

«Yo», respondio Loaysa, «soy vn pobre estropeado de vna pierna, que gano mi vida   -fol. 143r-   pidiendo por Dios a la buena gente, y juntamente con esto, enseño a tañer a34 algunos morenos y a otra gente pobre, y ya tengo tres negros esclauos de tres veyntiquatros, a quien he enseñado de modo que pueden cantar y tañer en qualquier bayle y en qualquier taberna, y me lo han pagado muy rebien.»

«Harto mejor os lo pagara yo», dixo Luys, «a tener lugar de tomar licion; pero no es possible, a causa que mi amo, en saliendo por la mañana, cierra la puerta de la calle, y quando buelue haze lo mismo, dexandome emparedado entre dos puertas.»

«Por Dios, Luys», replicó Loaysa, que ya sabia el nombre del negro, «que si vos diessedes traza a que yo entrasse algunas noches a daros licion, en menos de quinze dias os sacaria tan diestro en la guitarra, que pudiessedes tañer sin verguença alguna en qualquiera esquina; porque os hago saber que tengo grandissima gracia en el enseñar, y mas, que he oydo dezir que vos teneys muy buena habilidad, y a lo   —180→   que siento y puedo juzgar por el organo de la voz, que es atiplada, deueys de cantar muy bien.»

«No canto mal», respondio el negro, «pero ¿que aprouecha, pues no se tonada alguna, si no es la de La Estrella de Venus y la de Por vn verde prado, y aquella que aora se vsa, que dize: A los hierros de vna reja - la turbada mano assida35.

«Todas essas son ayre», dixo Loaysa, «para las que yo os podria enseñar, porque se todas las del moro Abindarraez con las de su dama Xarifa, y todas las que se cantan de la historia del gran Sofi Tomunibeyo, con las de la Zarabanda a lo diuino36, que son tales, que hazen pasmar a los mismos portuguesses, y esto enseño con tales modos y con tanta facilidad, que aunque no os deys priessa a aprender, apenas aureys comido tres o quatro moyos de sal, quando ya os veays musico corriente y moliente en todo genero de guitarra.»

A esto suspiró el negro, y dixo:

«¿Que aprouecha todo esso, si no se como   -fol. 143v-   meteros en casa?»

«Buen remedio», dixo Loaysa; «procurad vos tomar las llaues a vuestro amo, y yo os dare vn pedaço de cera, donde las imprimireys37 de manera que queden señaladas las guardas en la cera, que, por la aficion que os he tomado, yo hare que vn cerragero amigo mio haga las llaues, y assi podre entrar dentro de noche y   —182→   enseñaros mejor que al preste Iuan de las Indias, porque veo ser gran lastima que se pierda vna tal voz como la vuestra, faltandole el arrimo de la guitarra, que quiero que sepays, hermano Luys, que la mejor voz del mundo pierde de sus quilates quando no se acompaña con el instrumento, ora sea de guitarra o clauizimbano38, de organos o de harpa; pero el que mas a vuestra voz le conuiene, es el instrumento de la guitarra, por ser el mas mañero39 y menos costoso de los instrumentos.»

«Bien me parece esso», replicó el negro, «pero no puede ser, pues jamas entran las llaues en mi poder, ni mi amo las suelta de la mano de dia, y de noche duermen debaxo de su almohada.»

«Pues hazed otra cosa, Luys», dixo Loaysa, «si es que teneys gana de ser musico consumado, que si no la teneys, no ay para que cansarme en aconsejaros.»

«¿Y como si tengo gana?», replicó Luys, «y tanta, que ninguna cosa dexaré de hazer, como sea possible salir con ella, a trueco de salir con ser musico.»

«Pues ansi40 es», dixo el virote, «yo os dare por entre estas puertas, haziendo vos lugar, quitando alguna tierra del quicio, digo que41 os dare vnas tenazas y vn martillo con que podays de noche quitar los clauos de la cerradura   —184→   de loba42 con mucha facilidad, y con la misma bolueremos a poner la chapa, de modo que no se eche de ver que ha sido desclauada; y estando yo dentro encerrado con vos en vuestro pajar o adonde dormis, me dare tal priessa a lo que tengo de hazer, que vos veays aun mas de lo que os he dicho, con aprouechamiento de mi persona y aumento de vuestra suficiencia;   -fol. 144r-   y de lo que huuieremos de comer no tengays cuydado, que yo lleuaré matalotage para entrambos y para mas de ocho dias, que discipulos tengo yo y amigos que no me dexarán malpassar.»

«De la comida», replicó el negro, «no aura de que temer, que, con la racion que me da mi amo, y con los relieues que me dan las esclauas, sobrará comida para otros dos. Venga esse martillo y tenazas que dezis, que yo hare por junto a este quicio lugar por donde quepa, y le boluere a cubrir y tapar con barro, que puesto que de algunos golpes en quitar la chapa, mi amo duerme tan lexos desta puerta, que sera milagro o gran desgracia nuestra si los oye.»

«Pues a la mano de Dios», dixo Loaysa, «que de aqui a dos dias tendreys, Luys, todo lo necessario para poner en execucion nuestro virtuoso proposito, y advertid en no comer cosas flemosas, porque no hazen ningun prouecho, sino mucho daño a la voz.»

«Ninguna cosa me enronqueze tanto», respondio el negro, «como el vino; pero no me lo quitaré yo por todas quantas vozes tiene el suelo.»

  —186→  

«No digo tal», dixo Loaysa, «ni Dios tal permita; beued, hijo Luys, beued y buen prouecho os haga, que el vino que se beue con medida, jamas fue causa de daño alguno.»

«Con medida lo beuo», replicó el negro; «aqui tengo vn jarro que cabe vna açumbre justa y cabal; este me llenan las esclauas sin que mi amo lo sepa, y el despensero a solapo me trae vna botilla, que tambien cabe justas dos açumbres, con que se suplen las faltas del jarro.»

«Digo», dixo Loaysa, «que tal sea mi vida como esso me parece, porque la seca garganta, ni gruñe, ni canta.»

«Andad con Dios», dixo el negro, «pero mirad que no dexeys de venir a cantar aqui las noches que tardaredes en traer lo que aueys de hazer para entrar aca dentro, que ya me comen los dedos por verlos puestos en la guitarra.»

«Y ¡como si vendre!», replicó Loaysa, «y aun con tonadicas nueuas.»

«Esso pido»,   -fol. 144v-   dixo Luys, «y aora no me dexeys de cantar algo, porque me vaya a43 acostar con gusto, y en lo de la paga, entienda el señor pobre que le he de pagar mejor que vn rico.»

«No reparo en esso», dixo Loaysa, «que segun yo os enseñare, assi me pagareys, y por   —188→   aora escuchad esta tonadilla, que, quando este dentro, vereys milagros.»

«Sea en buenora», respondio el negro, y, acabado este largo44 coloquio, cantó Loaysa vn romanzito agudo, con que dexó al negro tan contento y satisfecho, que ya no veia la hora de abrir la puerta.

Apenas se quitó Loaysa de la puerta, quando, con mas ligereza que el traer de sus muletas prometia, se fue a dar cuenta a sus consejeros de su buen comienço, adiuino del buen fin que por el esperaua; hallolos, y conto lo que con el negro dexaua concertado, y otro dia hallaron los instrumentos, tales que rompian qualquier clauo como si fuera de palo. No se descuydó el virote de boluer a dar musica al negro, ni menos tuvo descuydo el negro en hazer el agujero por donde cupiesse lo que su maestro le diesse, cubriendolo de manera que, a no ser mirado con malicia y sospechosamente, no se podia caer en el agujero.

La segunda noche, le dio los instrumentos Loaysa, y Luys prouo sus fuerças, y casi sin poner alguna se halló rompidos los clauos, y, con la chapa de la cerradura en las manos, abrio la puerta y recogio dentro a su Orfeo y maestro, y quando le vio con sus dos muletas y tan   —190→   handrajoso, y tan fajada45  46 su pierna, quedó admirado. No lleuaua Loaysa el parche en el ojo, por no ser necessario, y, assi como entró, abraçó a su buen discipulo y le besó en el rostro, y luego le puso vna gran bota de vino en las manos, y vna caxa de conserua, y otras cosas dulces de que lleuaua vnas alforjas bien proueydas. Y dexando las muletas, como si no tuuiera mal alguno, començo a hazer cabriolas, de lo qual se admiro mas el negro, a quien Loaysa dixo:

«Sabed,   -fol. 145r-   hermano Luys, que mi cojera y estropeamiento no nace de enfermedad, sino de industria, con la qual gano de comer, pidiendo por amor de Dios, y ayudandome della y de mi musica, passo la mejor vida del mundo, en el47 qual todos aquellos que no fueren industriosos y trazistas, moriran de hambre, y esto lo vereys en el discurso de nuestra amistad.»

«Ello dira48», respondio el negro, «pero demos orden de boluer esta chapa a su lugar, de modo que no se eche de ver su mudança.»

«En buen ora», dixo Loaysa, y, sacando clauos de sus alforjas, assentaron la cerradura de suerte que estaua tambien como de antes, de lo qual quedó contentissimo el negro, y subiendose Loaysa al aposento que en el pajar tenia el negro, se acomodó lo mejor que pudo. Encendio luego Luys vn torçal de cera, y, sin mas   —192→   aguardar, sacó su guitarra Loaysa, y tocandola baxa y suauemente, suspendio al pobre negro de manera, que estaua fuera de si escuchandole; auiendo tocado vn poco, sacó de nueuo colacion y diola a su discipulo, y, aunque con dulce, beuio con tan buen talante de la bota, que le dexó mas fuera de sentido que la musica. Passado esto, ordenó que luego tomasse licion Luys, y como el pobre negro tenia quatro dedos de vino sobre los sesos, no acertaua traste, y con todo esso le hizo creer Loaysa que ya sabia por lo menos dos tonadas, y era lo bueno que el negro se lo creia, y en toda la noche no hizo otra cosa que tañer con la guitarra destemplada y sin las cuerdas necessarias.

Durmieron lo poco que de la noche les quedava, y a obra de las seys de la mañana baxó Carrizales y abrio la puerta de en medio, y tambien la de la calle, y estuuo esperando al despensero, el qual vino de alli a vn poco, y dando por el torno la comida, se boluio a yr, y llamó al negro que baxasse a tomar cebada para la mula, y su racion, y, en tomandola, se fue el viejo   -fol. 145v-   Carrizales, dexando cerradas ambas puertas, sin echar de ver lo que en la de la calle se auia hecho, de que no poco se alegraron maestro y discipulo.

Apenas salio el amo de casa, quando el negro arrebató la guitarra, y començo a tocar de tal manera, que todas las criadas le oyeron, y por el torno le preguntaron:

  —194→  

«¿Que es esto, Luys, de quando aca tienes tu guitarra, o quien te la ha dado?»

«¿Quien me la ha dado?», respondio Luys; «el mejor musico que ay en el mundo, y el que me ha de enseñar en menos de seys dias mas de seys mil sones.»

«Y ¿donde esta esse musico?», preguntó la dueña.

«No esta muy lexos de aqui», respondio el negro, «y si no fuera por verguença, y por el temor que tengo a mi señor, quiza os le enseñara luego, y a fe que os holgassedes de verle.»

«Y ¿adonde puede el estar, que nosotras le49 podamos ver», replicó la dueña, «si en esta casa jamas entró otro hombre que nuestro dueño?»

«Aora bien», dixo el negro, «no os quiero dezir nada, hasta que veays lo que yo se y el me ha enseñado en el breue tiempo que he dicho.»

«Por cierto», dixo la dueña, «que si no es algun demonio el que te ha de enseñar, que yo no se quien te pueda sacar musico con tanta breuedad.»

«Andad», dixo el negro, «que lo oyreys y lo vereys algun dia.»

«No puede ser esso», dixo otra donzella, «porque no tenemos ventanas a la calle para poder ver ni oyr a nadie.»

«Bien esta», dixo el negro, «que para todo ay remedio, si no es para escusar la muerte; y mas si vosotras sabeys o quereys callar.»

  —196→  

«Y ¡como que callaremos, hermano Luys!», dixo vna de las esclauas, «callaremos mas que si fuessemos mudas, porque te prometo, amigo, que me muero por oyr vna buena voz; que despues que aqui nos emparedaron, ni aun el canto de los paxaros auemos oydo.»

Todas estas platicas estaua escuchando Loaysa con grandissimo contento, pareciendole   -fol. 146r-   que todas se encaminauan a la consecucion de su gusto, y que la buena suerte auia tomado la mano en guiarlas a la medida de su voluntad.

Despidieronse las criadas con prometerles el negro que, quando menos se pensassen, las llamaria a oyr vna muy buena voz; y, con temor que su amo boluiesse y le hallasse hablando con ellas, las dexó y se recogio a su estancia y clausura. Quisiera tomar licion, pero no se atreuio a tocar de dia por que su amo no le oyesse, el qual vino de alli a poco espacio, y, cerrando las puertas, segun su costumbre, se encerro en casa. Y al dar aquel dia de comer por el torno al negro, dixo Luys a vna negra, que se lo daua, que aquella noche, despues de dormido su amo, baxassen todas al torno, a oyr la voz que les auia prometido, sin falta alguna. Verdad es que, antes que dixesse esto, auia pedido con muchos ruegos a su maestro fuesse contento de cantar y tañer aquella noche al torno, porque el pudiesse cumplir la palabra que auia dado de hazer oyr a las criadas vna voz estremada, assegurandole, que seria en estremo regalado de todas ellas. Algo se hizo de rogar el   —198→   maestro de hazer lo que el mas desseaua; pero, al fin, dixo que haria lo que su buen discipulo pedia, solo por darle gusto, sin otro interes alguno. Abraçole el negro, y diole vn beso en el carrillo, en señal del contento que le auia causado la merced prometida, y aquel dia dio de comer a Loaysa tambien como si comiera en su casa, y aun quiza mejor, pues pudiera ser que en su casa le faltara.

Llegose la noche, y, en la mitad della, o poco menos, començaron a cecear en el torno, y luego entendio Luys que era la cafila que auia llegado; y llamando a su maestro, baxaron del pajar con la guitarra bien encordada y mejor templada. Preguntó Luys quien y quantas eran las que escuchauan. Respondieronle que todas, sino su señora, que quedaua durmiendo con su marido, de que le pesó   -fol. 146v-   a Loaysa; pero con todo esso quiso dar principio a su disignio, y contentar a su discipulo; y, tocando mansamente la guitarra, tales sones hizo, que dexó admirado al negro y suspenso el rebaño de las mugeres que le escuchaua. Pues ¿que dire de lo que ellas sintieron quando le oyeron tocar el Pesame dello, y acabar con el endemoniado son de la çarabanda, nueuo entonces en España?50. No quedó vieja por baylar, ni moça que no se hiziesse pedaços, todo a la sorda y con silencio estraño, poniendo centinelas y espias que auisassen, si el viejo despertaua. Cantó assimismo Loaysa coplillas de la seguida51, con que acabó de echar el sello al gusto de las escuchantes,   —200→   que ahincadamente pidieron al negro les dixesse quien era tan milagroso musico. El negro les dixo que era vn pobre mendigante, el mas galan y gentilhombre que auia en toda la pobreria de Seuilla. Rogaronle que hiziesse de fuerte que ellas le viessen, y que no le dexasse yr en quinze dias de casa, que ellas le regalarian muy bien y darian quanto huuiesse menester. Preguntaronle que modo auia tenido52 para meterle en casa. A esto no les53 respondio palabra; a lo demas dixo que, para poderle ver, hiziessen vn agujero pequeño en el torno, que despues lo taparian con cera; y que a lo de tenerle en casa, que el lo procuraria.

Hablolas tambien Loaysa, ofreciendoseles a su seruicio con tan buenas razones, que ellas echaron de ver que no salian de ingenio de pobre mendigante. Rogaronle que otra noche viniesse al mismo puesto, que ellas harian con su señora que baxasse a escucharle, a pesar del ligero sueño de su señor, cuya ligereza no nacia de sus muchos años, sino de sus muchos zelos. A lo qual dixo Loaysa que, si ellas gustauan de oyrle sin sobresalto del viejo, que el les daria vnos poluos que le echassen en el vino,   -fol. 147r-   que le harian dormir con pesado sueño mas54 tiempo del ordinario.

«Iesus valme!», dixo vna de las donzellas, «y si esso fuesse verdad, ¡que buena ventura se nos auria entrado por las puertas, sin sentillo   —202→   y sin merecerllo!55. No serian ellos poluos de sueño para el, sino poluos de vida para todas nosotras y56 para la pobre de mi señora Leonora, su muger, que no la dexa a sol ni a sombra, ni la pierde de vista vn solo57 momento. ¡Ay, señor mio de mi alma, trayga essos poluos, assi Dios le de todo el bien que dessea!; vaya, y no tarde; traygalos, señor mio, que yo me ofrezco a mezclarlos58 en el vino y a ser la escanciadora; y pluguiesse a Dios que durmiesse el viejo tres dias con sus noches, que otros tantos tendriamos nosotras de gloria.»

«Pues yo los trayre», dixo Loaysa; «y son tales, que no hazen otro mal ni daño a quien los toma, si no es prouocarle a sueño pesadissimo.»

Todas le rogaron que los truxesse con breuedad, y quedando de hazer otra noche con vna barrena el agujero en el torno, y de traer a su señora para que le viesse y oyesse, se despidieron, y el negro, aunque era casi el alua, quiso tomar licion, la qual le dio Loaysa, y le hizo entender que no auia mejor oydo que el suyo en quantos discipulos tenia, y no sabia el pobre negro, ni lo supo jamas, hazer vn cruzado.

Tenian los amigos de Loaysa cuydado de venir de noche a escuchar por entre las puertas de la calle, y ver si su amigo les dezia algo o   —204→   si auia menester alguna cosa, y, haziendo vna señal, que dexaron concertada, conocio Loaysa que estauan a la puerta, y por el agujero del quicio les dio breue cuenta del buen termino en que estaua su negocio, pidiendoles encarecidamente buscassen alguna cosa que prouocasse a sueño, para darselo a Carrizales, que el auia oydo dezir que auia vnos poluos para este efeto; dixeronle que tenian vn medico amigo lo que les daria el mejor remedio que supiesse,   -fol. 147v-   si es que le auia, y animandole a proseguir la empressa y prometiendole de boluer la noche siguiente con todo recaudo, apriessa se despidieron.

Vino la noche, y la vanda de las palomas acudio al reclamo de la guitarra; con ellas vino la simple Leonora, temerosa y temblando de que no despertasse su marido; que, aunque ella, vencida deste temor, no auia querido venir, tantas cosas le dixeron sus criadas, especialmente la dueña, de la suauidad de la musica y de la gallarda disposicion del musico pobre, que, sin auerle visto, le alabaua y le subia sobre Absalon y sobre Orfeo, que la pobre señora, conuencida y persuadida dellas, huuo de hazer lo que no tenia ni tuuiera jamas en voluntad.

Lo primero que hizieron, fue barrenar el torno, para ver al musico, el qual no estaua ya en habitos de pobre, sino con vnos calçones grandes, de tafetan leonado, anchos a la marineresca, vn jubon de lo mismo con trenzillas de oro, y vna montera de raso de la misma color, con   —206→   cuello almidonado, con grandes puntas y encaje, que de todo vino proueydo en las alforjas, imaginando que se auia de ver en ocasión que le conuiniesse mudar de trage. Era moço y de gentil disposicion y buen parecer; y como auia tanto tiempo que todas tenian hecha la vista a mirar al59 viejo de su amo, parecioles que mirauan a vn angel. Poniase vna al agugero para verle, y luego otra; y por que le pudiessen ver mejor, andaua el negro passeandole el cuerpo de arriba a baxo con el torçal de cera encendido. Y despues que todas le huuieron visto, hasta las negras boçales, tomó Loaysa la guitarra y cantó aquella noche tan estremadamente, que las acabó de dexar suspensas y atonitas a todas, assi a la vieja como a las moças, y todas rogaron a Luys diesse orden y traza como el señor su maestro entrasse alla dentro, para oyrle y verle de mas cerca y no tan por bruxula como por el agujero, y sin el sobresalto   -fol. 148r-   de estar tan apartadas de su señor, que podia cogerlas de sobresalto, y con el hurto en las manos, lo qual no sucederla ansi60 si le tuuiessen escondido dentro. A esto contradixo su señora con muchas veras, diziendo que no se hiziesse la tal cosa ni la tal entrada, porque le pesaria en el alma, pues desde alli le podian ver y oyr a su saluo y sin peligro de su honra.

«¿Que honra?», dixo la dueña; «el rey tiene harta; estese vuessa merced encerrada con su   —208→   Matusalen, y dexenos a nosotras holgar como pudieremos. Quanto mas, que este señor parece tan honrado, que no querra otra cosa de nosotras mas de lo que nosotras quisieremos.»

«Yo, señoras mias», dixo a esto Loaysa, «no vine aqui sino con intencion de seruir a todas vuessas mercedes con el alma y con la vida, condolido de su no vista clausura y de los ratos que en este estrecho genero de vida se pierden. Hombre soy yo, por vida de mi padre, tan senzillo, tan manso y de tan buena condicion, y tan obediente, que no hare mas de aquello que se me mandare; y si qualquiera de vuessas mercedes dixere: “Maestro, sientese aqui; maestro, passese alli, echaos aca, passaos aculla”, assi lo hare, como el mas domestico y enseñado perro que salta por el rey de Francia»61.

«Si esso ha de ser assi», dixo la ignorante Leonora, «¿que medio se dara para que entre62 aca dentro el señor maesso?»

«Bueno», dixo Loaysa, «vuessas mercedes pugnen por sacar en cera la llaue desta puerta de en medio, que yo hare que mañana en la noche venga hecha otra tal, que nos pueda seruir.»

«En sacar essa llaue», dixo vna donzella, «se sacan63 las de toda la casa, porque es llaue maestra.»

«No por esso sera peor», replicó Loaysa.

«Assi es verdad», dixo Leonora, «pero ha de jurar este señor primero que no ha de hazer   —210→   otra cosa, quando este aca dentro, sino cantar y tañer, quando se lo mandaren, y que ha de estar encerrado y quedito donde le pusieremos.»

«Si juro», dixo Loaysa.

  -fol. 148v-  

«No vale nada esse juramento», respondio Leonora, «que ha de jurar por vida de su padre, y ha de jurar la cruz y besalla64, que lo veamos todas.»

«Por vida de mi padre juro», dixo Loaysa, «y por esta señal de cruz, que la beso con mi boca suzia», y haziendo la cruz con dos dedos, la besó tres vezes.

Esto hecho, dixo otra de las donzellas: «Mire, señor, que no se le oluide aquello de los poluos, que es el tuauten de todo.»

Con esto cessó la platica de aquella noche, quedando todos muy contentos del concierto. Y la suerte, que de bien en mejor encaminaua los negocios de Loaysa, truxo a aquellas horas, que eran dos después de la media noche, por la calle a sus amigos, los quales, haziendo la señal acostumbrada, que era tocar vna trompa de Paris65, Loaysa los habló y les dio cuenta del termino en que estaua su pretension, y les pidio si traian los poluos o otra cosa, como se la auia pedido, para que Carrizales durmiesse; dixoles assimismo lo de la llaue maestra. Ellos le dixeron que los poluos, o vn vnguento, vendria la siguiente noche, de tal virtud, que vntados los pulsos y las sienes con el, causaua vn sueño   —212→   profundo, sin que del se pudiesse despertar en dos dias, si no era lauandose con vinagre todas las partes que se auian vntado, y que se les diesse la llaue en cera, que assimismo la harian hazer con facilidad.

Con esto se despidieron, y Loaysa y su discipulo durmieron lo poco que de la noche les quedaua, esperando Loaysa con gran desseo la venidera, por ver si se le cumplia la palabra prometida de la llaue. Y puesto que el tiempo parece tardio y pereçoso a los que en el esperan, en fin corre a las parejas con el mismo pensamiento, y llega el termino que quiere, porque nunca para ni sossiega.

Vino, pues, la noche, y la hora acostumbrada de acudir al torno, donde vinieron todas la criadas de casa, grandes y chicas, negras y blancas, porque todas estauan desseosas de ver dentro de su serrallo al señor musico; pero no vino Leonora; y preguntando Loaysa por ella, le respondieron   -fol. 149r-   que estaua acostada con su velado, el qual tenia cerrada la puerta del aposento donde dormia con llaue66, y, despues de auer cerrado, se la ponia debaxo de la almohada, y que su señora les auia dicho que, en durmiendose el viejo, haria por tomarle la llaue   —214→   maestra y sacarla en cera, que ya lleuaua preparada y blanda, y que de alli a vn poco auian de yr a requerirla por vna gatera.

Marauillado quedó Loaysa del recato del viejo, pero no por esto67 se le desmayó el desseo. Y estando en esto, oyo la trompa de Paris, acudio al puesto, halló a sus amigos, que le dieron vn botezico de vnguento, de la propiedad que le auian significado68; tomolo Loaysa, y dixoles que esperassen vn poco, que les daria la muestra de la llaue; boluiose al torno, y dixo a la dueña, que era la que con mas ahinco mostraua dessear su entrada, que se lo lleuasse a la señora Leonora, diziendole la propiedad que tenia, y que procurasse vntar a su marido con tal tiento que no lo sintiesse, y que veria marauillas. Hizolo assi la dueña, y llegandose a la gatera, halló que estaua Leonora esperando, tendida en el suelo de largo a largo, puesto el rostro en la gatera. Llegó la dueña, y tendiendose de la misma manera, puso la boca en el oydo de su señora, y con voz baxa le dixo que traia el (vn) vnguento, y de la manera que auia de prouar su virtud. Ella tomó el vnguento, y respondio a la dueña como en ninguna manera podia tomar la llaue a su marido, porque no la tenia debaxo de la almohada, como solia, sino entre los dos colchones, y casi debaxo de la mitad de su cuerpo69; pero que   —216→   dixesse al maesso, que, si el vnguento obraua como el dezia70, con facilidad sacarian la llaue todas las vezes que quisiessen, y ansi71 no seria necessario sacarla en cera; dixo que fuesse a dezirlo luego, y boluiesse a ver lo que el vnguento obraua, porque luego luego le pensaua vntar a su velado. Baxó la dueña a dezirlo al maesso Loaysa, y el despidio a sus amigos, que esperando   -fol. 149v-   la llaue estauan.

Temblando y pasito, y casi sin osar despedir el aliento de la boca, llegó Leonora a vntar los pulsos del zeloso marido, y assimismo le vntó las ventanas de las narizes; y quando a ellas le llegó, le parecia que se estremecia, y ella quedó mortal, pareciendole que la auia cogido en el hurto. En efeto, como mejor pudo, le acabó de vntar todos los lugares que le dixeron ser necessarios, que fue lo mismo que auerle embalsamado para la sepultura. Poco espacio tardó el alopiado vnguento en dar manifiestas señales de su virtud, porque luego començo a dar el viejo tan grandes ronquidos, que se pudieran oyr en la calle, musica, a los oydos de su esposa, mas acordada que la del maesso de su negro. Y aun mal segura de lo que veia, se llegó a el, y le estremecio vn poco, y luego mas, y luego otro poquito mas, por ver si despertaua; y a tanto se atreuio, que le boluio de vna parte a otra, sin que despertasse. Como vio esto, se fue a la gatera de la puerta, y, con voz no tan   —218→   baxa como la primera, llamó a la dueña, que alli la estaua esperando, y le dixo:

«Dame albricias, hermana, que Carrizales duerme mas que vn muerto.»

«Pues ¿a que aguardas a tomar la llaue, señora?», dixo la dueña, «mira que esta el musico aguardandola mas ha de vna hora.»

«Espera, hermana, que ya voy por ella», respondio Leonora, y boluiendo a la cama, metio la mano por entre los colchones, y sacó la llaue de en medio dellos, sin que el viejo lo sintiesse; y tomandola en sus manos, començo a dar brincos de contento, y sin mas esperar abrio la puerta y la presentó a la dueña, que la recibio con la mayor alegria del mundo. Mandó Leonora que fuesse a abrir al musico, y que le truxesse a los corredores, porque ella no osaua quitarse de alli, por lo que podia suceder; pero que ante todas cosas hiziesse que de nueuo ratificasse el juramento que auia hecho de no hazer mas de lo que ellas le ordenassen, y   -fol. 150r-   que si no le quisiesse confirmar y hazer de nueuo, en ninguna manera le abriessen72.

«Assi sera», dixo la dueña, «y a fe que no ha de entrar, si primero no jura y rejura y besa la cruz seys vezes.»

«No le pongas73 tassa», dixo Leonora, «besela el, y sean las vezes que quisiere; pero mira que jure la vida de sus padres y por todo aquello que bien quiere, porque con esto estaremos   —220→   seguras y nos hartaremos de oyrle cantar y tañer, que en mi anima que lo haze delica[da]mente, y anda, no te detengas mas, por que no se nos passe la noche en platicas.»

Alçose las faldas la buena dueña74 y con no vista ligereza se puso en el torno, donde estaua toda la gente de casa esperandola; y auiendoles mostrado la llaue que traia, fue tanto el contento de todas, que la alçaron en peso como a lo catredatico, diziendo: «¡Viua, viua!», y mas quando les dixo que no auia necessidad de contrahazer la llaue, porque, segun el vntado viejo dormia, bien se podian aprouechar de la de casa todas las vezes que la quisiessen.

«Ea, pues, amiga», dixo vna de las donzellas, «abrase essa puerta y entre este señor, que ha mucho que aguarda, y demonos vn verde de musica que no aya mas que ver.»

«Mas ha de auer que ver», replicó la dueña, «que le hemos de tomar juramento como la otra noche.»

«El es tan bueno», dixo vna de las esclauas, «que no reparará en juramentos.»

Abrio en esto la dueña la puerta, y, teniendola entreabierta, llamó a Loaysa, que todo lo auia estado escuchando por el agujero del torno; el qual, llegandose a la puerta, quiso entrarse de golpe, mas poniendole la dueña la mano en el pecho, le dixo:

«Sabra vuessa merced, señor mio, que, en Dios y en mi conciencia, todas las que estamos dentro de las puertas desta casa somos donzellas   —222→   como las madres que nos parieron, excepto mi señora; y aunque yo deuo de parecer de quarenta años, no teniendo treynta cumplidos, porque les faltan dos meses y medio, tambien   -fol. 150v-   lo soy, mal pecado; y si acaso parezco vieja, corrimientos, trabajos y desabrimientos echan vn cero a los años, y a vezes dos, segun se les antoja. Y siendo esto ansi75, como lo es, no seria razon que, a trueco de oyr dos o tres o quatro cantares, nos pusiessemos a perder tanta virginidad como aqui se encierra, porque hasta esta negra, que se llama Guiomar, es donzella. Assi que, señor de mi coraçon, vuessa merced nos ha de hazer, primero que entre en nuestro reyno, vn muy solene juramento de que no ha de hazer mas de lo que nosotras le ordenaremos; y si le parece que es mucho lo que se le pide, considere que es mucho mas lo que se auentura. Y si es que vuessa merced viene con buena intencion, poco le ha de doler el jurar, que al buen pagador no le duelen prendas.»

«Bien y rebien ha dicho la señora Marialonso», dixo vna de las donzellas; «en fin, como persona discreta y que esta en las cosas como se deue; y si es que el señor no quiere jurar, no entre aca dentro.»

A esto dixo Guiomar, la negra, que no era muy ladina:

«Por mi, mas que nunca jura, entre con todo diablo, que aunque mas jura, si aca estas, todo oluida.»

  —224→  

Oyo con gran sossiego Loaysa la arenga de la señora Marialonso, y con graue reposo y autoridad respondio:

«Por cierto, señoras hermanas y compañeras mias, que nunca mi intento fue, es, ni sera otro, que daros gusto y contento en quanto mis fuerças alcançaren; y assi no se me hara cuesta arriba este juramento que me piden; pero quisiera yo que se fiara algo de mi palabra, porque dada de tal persona como yo soy, era lo mismo que hazer vna obligacion guarentigia, y quiero hazer saber a vuessa merced que debaxo del sayal ay al, y que debaxo de mala capa suele estar vn buen beuedor. Mas para que todas esten seguras de mi buen desseo, determino de jurar como catholico y buen varon, y assi juro por la intemerata eficacia, donde mas santa y largamente   -fol. 151r-   se contiene, y por las entradas y salidas del santo Libano monte, y por todo aquello que en su prohemio encierra la verdadera historia de Carlomagno, con la muerte del gigante Fierabras76, de no salir ni passar del juramento hecho y del mandamiento de la mas minima y desechada destas señoras, so pena que si otra cosa hiziere o quisiere hazer, desde aora77 para entonces y desde entonces para aora, lo doy por nulo y no hecho ni valedero.»

Aqui llegaua con su juramento el buen Loaysa, quando vna de las dos donzellas, que con atencion le auia estado escuchando, dio vna gran voz, diziendo:

  —226→  

«Este si que es juramento para enternezer las piedras; mal aya yo si mas quiero que jures, pues con solo lo jurado podias entrar en la misma sima de Cabra78», y assiendole de los greguescos, le metio dentro, y luego todas las demas se le pusieron a la redonda; luego fue vna a dar las nueuas a su señora, la qual estaua haziendo centinela al sueño de su esposo; y quando la mensagera le dixo que ya subia el musico, se alegró y se turbó en vn punto, y preguntó si auia jurado; respondiole que si, y con la mas nueua forma de juramento que en su vida auia visto.

«Pues si ha jurado», dixo Leonora, «assido le tenemos; ¡o, que auisada que anduue en hazelle que jurasse!»

En esto llegó toda la caterba junta, y el musico en medio, alumbrandolos el negro y Guiomar la negra. Y viendo Loaysa a Leonora, hizo muestras de arrojarsele a los pies para besarle las manos. Ella, callando y por señas, le hizo leuantar, y todas estauan como mudas, sin osar hablar, temerosas que su señor las oyesse, lo qual, considerado por Loaysa, les dixo que bien podian hablar alto, porque el vnguento con que estaua vntado su señor tenia tal virtud, que, fuera de quitar la vida, ponia a vn hombre como muerto.

«Assi lo creo yo», dixo Leonora, «que, si assi no fuera, ya el huuiera despertado veynte vezes,   -fol. 151v-   segun le hazen de sueño ligero sus muchas indisposiciones; pero despues que le vnté, ronca como vn animal.»

  —228→  

«Pues esso es assi», dixo la dueña, «vamonos a aquella sala frontera, donde podremos oyr cantar aqui al señor y regozijarnos vn poco.»

«Vamos», dixo Leonora; «pero quedese aqui Guiomar por guarda, que nos auise si Carrizales despierta.»

A lo qual respondio Guiomar:

«Yo, negra, quedo; blancas, van; Dios perdone a todas.»

Quedose la negra; fueronse a la sala, donde auia vn rico estrado y, cogiendo al señor en medio, se sentaron todas. Y tomando la buena Marialonso vna vela, començo a mirar de arriba a baxo al bueno del musico, y vna dezia:

«¡Ay que copete que tiene, tan lindo y tan rizado!»

Otra:

«¡Ay que blancura de dientes; mal año para piñones mondados que mas blancos ni mas lindos sean!»

Otra:

«¡Ay que ojos tan grandes y tan rasgados; y79 por el siglo de mi madre que son verdes, que no parecen sino que son de esmeraldas!»

Esta alabaua la boca, aquella los pies, y todas juntas hizieron del vna menuda anotomia y pepitoria80; sola Leonora callaua y le miraua, y le yua pareciendo de mejor talle que su velado.

En esto la dueña tomó la guitarra que tenia el negro y se la puso en las manos de Loaysa,   —230→   rogandole que la tocasse y que cantasse vnas coplillas que entonces andauan muy validas en Seuilla, que dezian: Madre, la mi madre, guardas me poneys81. Cumpliole Loaysa su desseo. Leuantaronse todas, y se començaron a hazer pedaços baylando. Sabia la dueña las coplas, y cantolas con mas gusto que buena voz, y fueron estas:



    Madre, la mi madre,
guardas me poneys;
que, si yo no me guardo,
no me guardareys.
-fol. 150r [152r]-

   Dizen que esta escrito,  5
y con gran razon,
ser la priuacion
causa de apetito;
crece en infinito
encerrado amor;  10
por esso es mejor
que no me encerreys:
Que si yo, &c.

    Si la voluntad
por si no se guarda,  15
no la haran guarda
miedo o calidad;
rompera, en verdad,
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte  20
que vos no entendeys:
Que si yo, &c.
—232→

   Quien tiene costumbre
de ser amorosa,
como mariposa  25
se yra tras su lumbre,
aunque muchedumbre
de guardas le pongan,
y aunque mas propongan
de hazer lo que hazeys:  30
Que si yo, &c.

    Es de tal manera
la fuerça amorosa,
que a la mas hermosa
la buelue en quimera;  35
el pecho de cera,
de fuego la gana,
-fol. 150v [152v]-
las manos de lana,
de fieltro los pies:
Que si yo no me guardo,  40
mal me guardareys.

Al fin llegauan de su canto y bayle el corro de las moças, guiado por la buena dueña, quando llegó Guiomar la centinela toda turbada, hiriendo de pie y de mano como si tuuiera alferezia, y con voz entre ronca y baxa dixo:

«Despierto señor, señora; y señora, despierto señor, y leuantas y viene.»

Quien ha visto vanda de palomas estar comiendo en el campo, sin miedo, lo que agenas manos sembraron, que al furioso estrepito de disparada escopeta se azora y leuanta y, oluidada del pasto, confusa y atonita, cruza por los ayres, tal se imagine que quedó la vanda y corro de las bayladoras, pasmadas y temerosas,   —234→   oyendo la no esperada nueua que Guiomar auia traydo; y, procurando cada vna su disculpa y todas juntas su remedio, qual por vna y qual por otra parte, se fueron a esconder por los desuanes y rincones de la casa, dexando solo al musico, el qual, dexando la guitarra y el canto, lleno de turbacion, no sabia que hazerse. Torcia Leonora sus hermosas manos; abofeteauase el rostro, aunque blandamente, la señora82 Marialonso. En fin, todo era confussion, sobresalto y miedo. Pero la dueña, como mas astuta y reportada, dio orden que Loaysa se entrasse en vn aposento suyo, y que ella y su señora se quedarian en la sala, que no faltaria escusa que dar a su señor, si alli las hallasse.

Escondiose luego Loaysa, y la dueña se puso atenta a escuchar si su amo venia, y, no sintiendo rumor alguno, cobró animo, y poco a poco, paso ante paso, se fue llegando al aposento donde su señor dormia, y oyo que roncaua como primero; y, assegurada de que dormia, alçó las faldas y boluio corriendo   -fol. 153r-   a pedir albricias a su señora del sueño de su amo, la qual se las mandó de muy entera voluntad. No quiso la buena dueña perder la coyuntura que la suerte le ofrecia de gozar primero que todas las gracias que esta83 se imaginaua que deuia tener84 el musico; y assi, diziendole85 a Leonora que esperasse en la sala, en tanto que yua   —236→   a llamarlo, la dexó y se entró donde el estaua, no menos confuso que pensatiuo, esperando las nueuas de lo que hazia el viejo vntado. Maldezia la falsedad del vnguento, y quexauase de la credulidad86 de sus amigos y del poco aduertimiento que auia tenido en no hazer primero la experiencia en otro, antes de hazerla en Carrizales87.

En esto llegó la dueña y se88 asseguró que el viejo dormia a mas y mejor; sosego el pecho, y estuuo atento a muchas palabras amorosas que Marialonso le dixo, de las quales coligio la mala intencion suya, y propuso en si de ponerla por ançuelo para pescar a su señora.

Y estando los dos en sus platicas, las demas criadas, que estauan escondidas por diuersas partes de la casa, vna de aqui y otra de alli, boluieron a ver si era verdad que su amo auia despertado; y viendo que todo estaua sepultado en silencio, llegaron a la sala donde auian dexado a su señora, de la qual supieron el sueño de su amo; y preguntandole por el musico y por la dueña, les dixo donde estauan, y todas, con el mismo silencio que auian traydo, se llegaron a escuchar por entre las puertas lo que entrambos tratauan; no faltó de la junta Guiomar la negra; el negro si, porque assi como oyo que su amo auia despertado, se abraçó con su guitarra y se fue a esconder en su pajar, y cubierto con la manta de su pobre cama, sudaua   —238→   y trasudaua de miedo; y con todo esso no dexaua de tentar las cuerdas de la guitarra, ¡tanta era (encomendado el sea a Sathanas) la aficion que tenia a la musica!

Entreoyeron las moças los requiebros de la vieja, y cada vna le dixo el nombre de las Pascuas89:   -fol. 153v-   ninguna la90 llamó vieja, que no fuesse con su epitecto y adjetiuo91 de hechizera y de barbuda, de antojadiza y de otros, que por buen respecto92 se callan; pero lo que mas risa causara a quien entonces las oyera, eran las razones de Guiomar la negra, que por ser portuguessa, y no muy ladina, era estraña la gracia con que la vituperaua. En efeto, la conclusion de la platica de los dos fue que el condecenderia con la voluntad della, quando ella primero le entregasse a toda su voluntad a su señora. Cuesta arriba se le hizo a la dueña ofrezer lo que el musico pedia, pero a trueco de cumplir el desseo, que ya se le auia apoderado del alma y de los huessos y medulas del cuerpo, le prometiera los impossibles que pudieran imaginarse.

Dexole, y salio a hablar a su señora; y como   —240→   vio su puerta rodeada de todas las criadas, les dixo que se recogiessen a sus aposentos, que otra noche auria lugar para gozar con menos o con ningun sobresalto del musico, que ya aquella noche el alboroto les auia aguado el gusto. Bien entendieron todas que la vieja se queria quedar sola; pero no pudieron dexar de obedecerla, porque las mandaua a todas. Fueronse las criadas, y ella acudio a la sala a persuadir a Leonora acudiesse a la voluntad de Loaysa, con vna larga y tan concertada arenga, que parecio que de muchos dias la tenia93 estudiada. Encareciole su gentileza, su valor, su donayre y sus muchas gracias94. Pintole de quanto mas gusto le serian los abraços del amante moço que los del marido viejo, assegurandole el secreto y la duracion del deleyte, con otras cosas semejantes a estas, que el demonio le puso en la lengua, llenas de colores retoricos, tan demonstratiuos y eficazes, que mouieran95 no solo el coraçon tierno y poco aduertido de la simple e incauta Leonora, sino el de vn endurecido marmol. ¡O dueñas, nacidas y vsadas en el mundo para perdicion96 de mil recatadas y buenas intenciones!   -fol. 154r-   ¡O luengas y repulgadas tocas, escogidas para autorizar las salas y los estrados de señoras principales, y quan al reues de lo que deuiades vsays de vuestro casi ya forçoso oficio!

  —242→  

En fin, tanto dixo la dueña, tanto persuadio la dueña, que Leonora se rindio, Leonora se engañó y Leonora se perdio, dando en tierra con todas las preuenciones del discreto Carrizales, que dormia el sueño de la muerte de su honra. Tomó Marialonso por la mano a su señora y, casi por fuerça, preñados de lagrimas los ojos, la lleuó donde Loaysa estaua y97, echandoles la bendicion con vna risa falsa de demonio, cerrando tras si la puerta, los dexó encerrados, y ella se puso a dormir en el estrado, o, por mejor dezir, a esperar su contento de recudida. Pero como el desuelo de las passadas noches la venciesse, se quedó dormida en el estrado.

Bueno fuera en esta sazon preguntar a Carrizales, a no saber que dormia, que adonde estauan sus aduertidos recatos, sus rezelos98, sus aduertimientos, sus persuasiones, los altos muros de su casa, el no auer entrado en ella, ni aun en sombra, alguien que tuuiesse nombre de varon; el torno estrecho, las gruesas paredes, las ventanas sin luz, el encerramiento notable, la gran dote en que a Leonora auia dotado, los regalos continuos que la hazia, el buen tratamiento de sus criadas y esclauas, el no faltar vn punto a todo aquello que el99 imaginaua que auian menester, que podian dessear. Pero ya queda dicho que no auia para que preguntarselo,   —244→   porque dormia mas de aquello que fuera menester. Y si el lo oyera y acaso respondiera, no podia dar mejor respuesta que encoger los ombros y enarcar las cejas, y dezir: «Todo aquesso derribó por los fundamentos la astucia, a lo que yo creo, de vn moço holgazan y vicioso, y la malicia de vna falsa dueña, con la inaduertencia de vna muchacha rogada y persuadida.»

Libre Dios a cada vno   -fol. 154v-   de tales enemigos, contra los quales no ay escudo de prudencia que defienda, ni espada de recato que corte; pero con todo esto, el valor de Leonora fue tal, que en el tiempo que mas le conuenia, le mostro contra las fuerças villanas de su astuto engañador; pues no fueron bastantes a vencerla, y el se cansó embalde y ella quedó vencedora y entrambos dormidos.

Y en esto ordenó el cielo que, a pesar del vnguento, Carrizales despertasse y, como tenia de costumbre, tento la cama por todas partes, y no hallando en ella a su querida esposa, saltó de la cama despauorido y atonito, con mas ligereza y denuedo que sus muchos años prometian; y quando en el aposento no halló a su esposa, y le vio abierto y que le faltaua la llaue de entre los colchones, penso perder el juyzio. Pero reportandose100 vn poco, salio al corredor, y de alli, andando pie ante pie por no ser sentido, llegó a la sala donde la dueña dormia y, viendola sola sin Leonora, fue al aposento de la dueña, y abriendo la puerta muy quedo, vio   —246→   lo que nunca quisiera auer visto; vio lo que diera por bien empleado no tener ojos para verlo: vio a Leonora en braços de Loaysa, durmiendo tan a sueño suelto, como si en ellos obrara la virtud del vnguento, y no en el zeloso anciano.

Sin pulsos quedó Carrizales con la amarga vista de lo que miraua, la voz se le pegó a la garganta, los braços se le cayeron de desmayo, y quedó hecho vna estatua de marmol frio; y aunque la colera hizo su natural oficio, auiuandole los casi muertos espiritus, pudo tanto el dolor, que no le dexó tomar aliento; y con todo esso tomara la vengança que aquella grande maldad requeria, si se hallara con armas para poder tomarla; y assi determinó boluerse a su aposento a tomar vna daga, y boluer a sacar las manchas de su honra con sangre de sus dos101 enemigos,   -fol. 155r-   y aun con toda aquella de toda la gente de su casa. Con esta determinacion honrosa y necessaria, boluio con el mismo silencio y recato que auia venido a su estancia, donde le apreto el coraçon tanto el dolor y la angustia, que, sin ser poderoso a otra cosa, se dexó caer desmayado sobre el lecho.

Llegose en esto el dia, y cogio a los nueuos adulteros enlazados en la red de sus braços; desperto Marialonso, y quiso acudir por lo que a su parecer le tocaua; pero viendo que era tarde, quiso dexarlo para la venidera noche. Alborotose Leonora viendo tan entrado el dia, y maldixo su descuydo y el de la maldita dueña, y   —248→   las dos, con sobresaltados pasos, fueron donde estaua su esposo, rogando entre dientes al cielo que le hallassen todavia roncando, y quando le vieron encima de102 la cama callando, creyeron que todavia obraua la vntura, pues dormia, y con gran regozijo se abraçaron la vna a la otra. Llegose Leonora a su marido, y assiendole de vn braço, le boluio de vn lado a otro, por ver si despertaua, sin ponerles en necessidad de lauarle con vinagre, como dezian era menester, para que en si boluiesse. Pero, con el mouimiento, boluio Carrizales de su desmayo, y dando vn profundo suspiro, con vna voz lamentable y desmayada dixo:

«¡Desdichado de mi, y a que tristes terminos me ha traydo mi fortuna!»

No entendio bien Leonora lo que dixo su esposo, mas como le vio despierto y que hablaua, admirada de ver que la virtud del vnguento no duraua tanto como auian significado, se llegó a el, y poniendo su rostro con el suyo, teniendole estrechamente abraçado, le dixo:

«¿Que teneys, señor mio, que me parece que os estays quexando?»

Oyo la voz de la dulce enemiga suya el desdichado viejo, y, abriendo los ojos desencasadamente103 como atonito y embelesado, los puso en ella, y con grande ahinco, sin mouer pestaña, la estuuo mirando vna gran pieça, al cabo de la qual le104 dixo:

  —250→  

«Hazedme plazer, señora, que luego luego embieys a llamar a vuestros padres de   -fol. 155v-   mi parte, porque siento no se que en el coraçon, que me da grandissima fatiga, y temo que breuemente me ha de quitar la vida, y querrialos ver antes que me muriesse.»

Sin duda creyo Leonora ser verdad lo que su marido le dezia, pensando antes que la fortaleza del vnguento, y no lo que auia visto, le tenia105 en aquel trance, y respondiendole que haria lo que la mandaua, mandó al negro que luego al punto fuesse a llamar a sus padres; y, abraçandose con su esposo, le hazia las mayores caricias que jamas le auia hecho, preguntandole que era lo que sentia, con tan tiernas y amorosas palabras, como si fuera la cosa del mundo que mas amaua. El la miraua con el embelesamiento que se ha dicho, siendole cada palabra o caricia que le hazia, vna lançada que le atrauesaua el alma.

Ya la dueña auia dicho a la gente de casa y a Loaysa la enfermedad de su amo, encareciendoles que deuia106 de ser de momento, pues se le auia oluidado de mandar cerrar las puertas de la calle quando el negro salio a llamar a los padres de su señora; de la qual embaxada assimismo se admiraron, por no auer entrado ninguno dellos en aquella casa despues que casaron a su hija. En fin, todos andauan callados y suspensos, no dando en la verdad de la   —252→   causa de la indisposicion de su amo, el qual, de rato en rato, tan profunda y dolorosamente suspiraua, que con cada suspiro parecia arrancarsele el alma. Lloraua Leonora por verle de aquella suerte, y reiase el con vna risa de persona que estaua fuera de si, considerando la falsedad de sus lagrimas.

En esto llegaron los padres de Leonora, y como hallaron la puerta de la calle y la del patio abiertas, y la casa sepultada en silencio y sola, quedaron admirados y con no pequeño sobresalto. Fueron al aposento de su yerno, y hallaronle como se ha dicho, siempre clauados los ojos en su esposa, a la qual tenia assida de las manos, derramando   -fol. 156r-   los dos muchas lagrimas, ella con no mas ocasion de verlas derramar a su esposo, el por ver quan fingidamente ella las derramaua. Assi como sus padres entraron, habló Carrizales y dixo:

«Sientense aqui vuessas mercedes, y todos los demas dexen desocupado este aposento, y solo quede la señora Marialonso.»

Hizieronlo assi, y quedando solos los cinco, sin esperar que otro hablasse, con sossegada voz, limpiandose los ojos, desta manera dixo Carrizales:

«Bien seguro estoy, padres y señores mios, que no sera menester traeros testigos para que me creays vna verdad que quiero deziros. Bien se os deue acordar -que no es possible se os aya caydo de la memoria- con quanto amor, con quan buenas entrañas haze oy vn año, vn   —254→   mes, cinco dias y nueue horas, que me entregastes a vuestra querida hija por legitima muger mia. Tambien sabeys con quanta liberalidad la doté, pues fue tal la dote, que mas de tres de su misma calidad se pudieran casar con opinion de ricas. Assimismo se os deue acordar la diligencia que puse en vestirla y adornarla de todo aquello que ella se acerto a dessear y yo alcancé a saber que le conuenia. Ni mas ni lo menos aueys visto, señores, como, lleuado de mi natural condicion y temeroso del mal de que sin duda he de morir, y experimentado por mi mucha edad en los estraños y varios acaescimientos del mundo, quise guardar esta joya que yo escogi y vosotros me distes107 con el mayor recato que me fue possible: alcé las murallas desta casa, quité la vista a las ventanas de la calle, doblé las cerraduras de las puertas, pusele torno como a monasterio, desterre perpetuamente della todo aquello que sombra o nombre de varon tuuiesse; dile criadas y esclauas que la siruiessen, ni les negue a ellas ni a ella quanto quisieron pedirme; hizela mi ygual, comuniquele mis mas secretos pensamientos, entreguela toda mi hazienda. Todas   -fol. 156v-   estas eran obras para que, si bien lo considerara, yo viuiera seguro de gozar sin sobresalto lo que tanto me auia costado, y ella procurara no darme ocasion a que ningun genero de temor zeloso entrara en mi pensamiento. Mas como no se puede preuenir con diligencia humana el castigo   —256→   que la voluntad diuina quiere dar a los que en ella no ponen del todo en todo sus desseos y esperanças, no es mucho que yo quede defraudado en las mias, y que yo mismo aya sido el fabricador del veneno que me va quitando la vida. Pero porque veo la suspension en que todos estays, colgados de las palabras de mi boca, quiero concluyr los108 largos preambulos desta platica, con deziros en vna palabra lo que no es possible dezirse en millares dellas. Digo, pues, señores, que todo lo que he dicho y hecho ha parado en que esta madrugada hallé a esta, nacida en el mundo para perdicion de mi sossiego y fin de mi vida -y esto señalando a su esposa- en los braços de vn gallardo mancebo, que en la estancia desta pestifera dueña aora esta encerrado.»

Apenas acabó estas vltimas palabras Carrizales, quando a Leonora se le cubrio el coraçon, y en las mismas rodillas de su marido se cayo desmayada. Perdio la color Marialonso, y a las gargantas de los padres de Leonora se les atraueso vn nudo que no les dexaua hablar palabra. Pero prosiguiendo adelante Carrizales, dixo:

«La vengança que pienso tomar desta afrenta, no es ni ha de ser de las que ordinariamente suelen tomarse. Pues quiero que, assi como yo fuy estremado en lo que hize, assi sea la vengança que tomaré, tomandola de mi mismo, como del mas culpado en este delito, que deuiera   —258→   considerar que mal podian estar ni109 compadecerse en vno los quinze años desta muchacha con los casi110 ochenta mios. Yo fuy el que, como el111 gusano de seda, me fabriqué la casa donde muriesse, y a ti no te culpo, ¡o niña mal   -fol. 157r-   aconsejada! -y diziendo esto se inclinó, y besó el rostro de la desmayada Leonora-, no te culpo, digo, porque persuasiones de viejas taymadas, y requiebros de moços enamorados, facilmente vencen y triunfan del poco ingenio que los pocos años encierran. Mas porque todo el mundo vea el valor de los quilates de la voluntad y fe con que te quise, en este vltimo tranze de mi vida quiero mostrarlo de modo que quede en el mundo por exemplo, si no de bondad, al menos de simplicidad jamas oyda ni vista; y assi quiero que se trayga luego aqui vn escriuano, para hazer de nueuo mi testamento, en el qual mandaré doblar la dote a Leonora, y le rogaré que, despues de mis dias, que seran bien breues, disponga su voluntad, pues lo podra hazer sin fuerça, a casarse con aquel moço a quien nunca ofendieron las canas deste lastimado viejo; y assi vera que, si viuiendo, jamas sali vn punto de lo que pude pensar ser su gusto, en la muerte hago lo mismo, y quiero que le tenga con el que ella deue de querer tanto. La demas hazienda mandaré a otras obras pias; y a vosotros, señores mios,   —260→   dexaré con que podays viuir honradamente lo que de la vida os queda. La venida del escriuano sea luego, porque la passion que tengo me aprieta de manera, que, a mas andar, me va acortando los pasos de la vida.»

Esto dicho, le sobreuino vn terrible desmayo, y se dexó caer tan junto de Leonora, que se juntaron los rostros: estraño y triste espectaculo para los padres, que a su querida hija y a su amado yerno mirauan. No quiso la mala dueña esperar a las reprehensiones que penso le darian los padres de su señora; y assi se salio del aposento y112 fue a dezir a Loaysa todo lo que passaua, aconsejandole que luego al punto se fuesse de aquella casa, que ella tendria cuydado de auisarle con el negro lo que sucediesse, pues ya no auia puertas ni llaues   -fol. 157v-   que lo impidiessen. Admirose Loaysa con tales nueuas, y, tomando el consejo, boluio a vestirse como pobre y fuesse a dar cuenta a sus amigos del estraño y nunca visto sucesso de sus amores.

En tanto, pues, que los dos estauan transportados113, el padre de Leonora embio a llamar a vn escriuano amigo suyo, el qual vino a tiempo que ya auian buelto hija y yerno en su acuerdo. Hizo Carrizales su testamento en la manera que auia dicho, sin declarar el yerro de Leonora, mas de que por buenos respectos le pedia y rogaua se casasse, si acaso el muriesse, con   —262→   aquel mancebo que el la114 auia dicho en secreto. Quando esto oyo Leonora, se arrojó a los pies de su marido y, saltandole el coraçon en el pecho, le dixo:

«Viuid vos muchos años, mi señor y mi bien todo; que puesto caso que no estays obligado a creerme ninguna cosa de las que os dixere, sabed que no os he ofendido sino con el pensamiento», y començando a disculparse y a contar por estenso la verdad del caso, no pudo mouer la lengua y boluio a desmayarse.

Abraçola assi, desmayada, el lastimado viejo; abraçaronla sus padres; lloraron todos tan amargamente, que obligaron y aun forçaron a que en ellas les acompañasse el escriuano que hazia el testamento, en el qual dexó de comer a todas las criadas de casa, horras las esclauas y el negro, y a la falsa de Marialonso no le mandó otra cosa que la paga de su salario; mas sea lo que fuere, el dolor le apreto de manera, que al seteno dia le lleuaron a la sepultura.

Quedó Leonora viuda, llorosa y rica; y quando Loaysa esperaua que cumpliesse lo que ya el sabia que su marido en su testamento dexaua mandado, vio que dentro de vna semana se entró monja en vno de los mas recogidos monasterios de la ciudad; el, despechado115 y casi corrido, se passo a las Indias. Quedaron los padres   —264→   de Leonora tristissimos,   -fol. 158r-   aunque se consolaron con lo que su yerno les auia dexado y mandado por su testamento. Las criadas se consolaron con lo mismo, y las esclauas y esclauo con la libertad, y la maluada de la dueña, pobre y defraudada de todos sus malos pensamientos; y yo quedé con el desseo de llegar al fin deste sucesso, exemplo y espejo de lo poco que ay que fiar de llaues, tornos y paredes quando queda la voluntad libre, y de lo menos que ay que confiar de verdes y pocos años, si les andan al oydo exortaciones destas dueñas de mongil negro y tendido y tocas blancas y luengas. Solo no se que fue la causa que Leonora no puso mas ahinco en desculparse y dar a entender a su zeloso marido quan limpia y sin ofensa auia quedado en aquel sucesso; pero la turbacion le ató la lengua, y la priessa que se dio a morir su marido, no dio lugar a su disculpa.





 
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