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O calla, qué dices que me amas niña

Mihai Eminescu

Traducción de Ricardo Alcantarilla

O calla, ¿qué dices que me amas, por qué lo dices? Por qué raptas la agradable necedad de adivinar fila a fila el libro de tu amor. Las dudas dulces y celosas que nacen de la riqueza de tus ojos son enigmas, es verdad -profundos, pero ellos son una fortuna, como las canciones misteriosas son la fortuna de las divinidades-. ¡Qué tesoro -o déjame mi tesoro! Deja que haga que no sé qué me amas. Deja ver el amor entero en los ojos -que los vea húmedos como a una flor en la noche- que no oiga esta sombra pobre, este nombre fugitivo, ¡la palabra de amor! Todas las lenguas de la tierra no pueden decir lo que quieres decirme... mientras en tus ojos tus pensamientos se asoman desnudos, finos, jóvenes, y el vestido feo de las palabras no esconde nada de su hermosura. Yo no quiero la sombra del mar de oro, sino el mar, no palabras de amor, sino el amor. No, bastante que tu vestido esconde la nieve dulce de tus pechos, no, bastante que tu regazo esconde tus pies pequeños y dulces... Ah, mucho escondido y poco revelado... Cómo quisiera verte, como veo tu amor en los ojos... ¡desnuda!

-¡Cesar!...

Oh, no hables... por qué malgastas con facilidad las piedras preciosas en el caos... Guárdalas... al fuego de las noches de invierno, cuando ya no nos amemos tanto, como cuentos páginas de amor, iluminarán nuestra vida cuando se oscurezca... Pero ahora... que me respondan los ojos... yo golpeo con el dedo en el muro marmóreo de tus pensamientos, en tu frente... tu pelo me corre por los dedos... no cojas mis manos... sé que soy insolente... coge cerrada el candado de corales... no llenes con palabras el tiempo de un beso... No estamos solos, ¿no nos amamos? Pregunta a tu frente y respóndeme con los ojos... un rayo suyo dice mucho más que los pueblos juntamente y en el momento que surge lo chupo entero con la boca en mi alma. No quisiera perder una palabra, pero no quisiera perder un beso... ¡Ángel! Estamos en medio del universo como el espíritu divino antes de la creación... este espíritu divino éramos nosotros -¡era el amor! Lejos no solo de los hombres, lejos de la tierra incluso. El misterio divino de la vida somos nosotros -en este momento vamos a llevar todo el mundo en el alma... Lo llevaremos- ¿no es así? Tú tienes compasión..., tú la dejarás como la sombra de un día para que se eternice por ti... Murmuras... o murmullo incomprensible, dulce como la embriaguez mística de nuestro amor... oigo temblando en mi oído la voz del primer amor... Oh, Eva... Eva tú eres, tú me has dado la manzana del árbol del conocimiento... y no hablas, murmuras... Como si se perdiera hasta las estrellas la flauta del céfiro. Ardemos, pobre niña, ardemos como arde lentamente el universo entero... ¡un sacrificio infinito del gran espíritu!

Y arden en el azul infinito del templo las candelas de oro de las estrellas... arriba en el cielo estrellado y abajo un cielo estrellado... a él le exprime la sangre del corazón, la luz de los ojos, el alma del pecho y ella estaba mojada de lágrimas... Oh, dolor infinito, de dulce, Oh, voluptuosidad infinita de dolorosa... y él recayó con la cara pálida y delgada en almohadas blancas y la luna le daba la apariencia de un muerto... Ella cerró sus ojos y una sonrisa apenas le abrió su boca roja, se veían los dientes... su cara parecía más llena y su pecho más inflado, le rodeó con el brazo y puso su mano redonda y llena sobre el corazón de él... y sentía cómo latía cada vez más lento, más tranquilo... Cesar había adormecido... adormecido...

Ella se puso en rodillas... sus ojos grandes se redondearon. Iba a llorar, se mordió los labios...

-¡Oh! Murmuró ella... ¡y tú, y tú! ¡Qué hermoso eres! Los dos hemos subido de la tierra, sola volveré..., tengo, tengo... Ella se puso sobre él... Le mordió con sus besos... le calentó las manos en el pecho... Mi niño... ¡mi dulce niño! Cuánto te amo... qué profundamente te odio... le levantó en brazos y le tiró arriba, después recayó desmayada en la nave del aire.

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