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ArribaAbajoCarta XXXIX

En que consuela la Santa a una persona afligida con la muerte de su mujer


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra merced y le dé fuerzas espirituales, y corporales, para llevar tan gran golpe, como ha sido este trabajo; que a no ser dado de tan piadosa, y justa mano, no supiera con qué consolar a vuestra merced según a mí me ha lastimado. Mas como entiendo cuán verdaderamente nos ama este gran Dios, y sé que vuestra merced tiene ya bien entendido la miseria, y poca estabilidad desta miserable vida, espero en su majestad dará a vuestra merced más, y más   —194→   luz, para que entienda la merced que hace nuestro Señor a quien saca della, conociéndole; en especial pudiendo estar cierto, según nuestra fe, que esta alma santa esta a donde recibirá el premio, conforme a los muchos trabajos que en esta vida ha tenido, llevados con tanta paciencia.

2. Esto he yo suplicado a nuestro Señor muy de veras, y hecho que lo hagan estas hermanas, y que dé a vuestra merced consuelo, y salud, para que comience a pelear de nuevo en este miserable mundo. Bienaventurados los que están ya en seguridad. No me parece ahora tiempo para alargarme más, sino es con nuestro Señor, en suplicarle consuele a vuestra merced, que las criaturas valen poco para semejante pena; cuanto más tan ruines como yo. Su Majestad haga como poderoso, y sea en compañía de vuestra merced de aquí adelante, de manera que no eche menos la muy buena que ha perdido. Es hoy víspera de la Transfiguración.

Indigna sierva, y súbdita de vuestra merced.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta es bien discreta, para consolar a un hombre afligido, que perdió la buena compañía de su mujer. No se sabe para quién era; pero sea para quien se fuere, bien podían los más discretos secretarios de los señores elegirla por forma, y modelo de cómo habían de dar un pésame en semejante ocasión.






ArribaAbajoCarta XI

A doña Isabel Jimena. En Segovia


Jesús

1. El Espíritu Santo sea con vuestra merced siempre, y le dé gracia para entender lo mucho que vuestra merced debe al Señor; pues en peligros tan peligrosos (como son poca edad, hacienda, y libertad) la da luz para querer salir dellos; y lo que a otras almas suele espantar (que es penitencia, encerramiento, y pobreza) ha sido ocasión, para que vuestra merced entienda el valor de lo uno, y el engaño, y pérdida, que de seguir lo primero le podía venir. Sea el Señor por todo bendito, y alabado. Ocasión ha sido ésta, conque fácilmente me pudiera vuestra   —195→   merced persuadir a que es muy buena, y capaz para hija de nuestra Señora, entrando en esta sagrada Orden suya. Plegue a Dios que vaya vuestra merced tan adelante en sus santos deseos, y obras, que no tenga yo que quejarme del padre Juan de León (de cuya información estoy satisfecha, que no quiero otra) y tan consolada de pensar que ha de ser vuestra merced una gran santa, que con sola su persona quedara muy satisfecha.

2. Pague el Señor la limosna que tiene determinado a hacer a donde entrare, que es mucha, y puede vuestra merced tener mucho consuelo, pues hace lo que el Señor aconseja, de darse a sí, y a lo que tiene a los pobres por su amor (Marc. 10; v. 21; Lucæ. 18, v. 22). Y para lo que vuestra merced tiene recibido, no me parece cumplía con menos, que lo que hace; y pues hace todo lo que puede, no hace poco, ni será pagado con poco precio.

3. Pues vuestra merced ha visto nuestras constituciones, y regla, no tengo que decir, sino que si va adelante vuestra merced con esta determinación, se venga a donde mandare, y a donde quisiere de nuestras casas, que en esto quiero servir a mi padre Juan de León, en que vuestra merced escoja. Verdad es, que querría tomase el hábito a donde yo estuviese; porque cierto deseo conocer a vuestra merced. Todo lo guíe nuestro Señor, como más le ha de servir, y ha de ser para gloria suya. Amén.

Indigna sierva de vuestra merced.

Teresa de Jesús, Carmelita.


Notas

1. Esta señora, a quien escribe la Santa sobre su vocación, la logró muy dichosamente, y se entregó a sí, a sus cosas y a Dios, entrándose Carmelita descalza en el convento de Salamanca. Llamose en la religión Isabel de Jesús, y fue muy verdadera sierva de Dios; y siguió a la Santa a la fundación de Segovia su patria, y de allí la llevó por priora a la de Palencia.

2. En el número primero, y segundo no hay que advertir, sino el espíritu con que la allana el camino de su vocación; por una parte sin acongojarla, y por otra sin dejar de llamarla: Dulcis, et rectus Dominus. Primero dulce al llamar, como hemos dicho, luego recto al gobernar.

3. En el tercero le dice: Que gustaría tomase el hábito, donde ella estuviese, para ser la maestra de espíritu, la que era promovedora de su vocación; porque no se lograba con el comenzarla, sino con el asegurarla; ni con el principio, ni el medio, sino con el fin, y la perseverancia:   —196→   pues muchos son los que corren, pero uno sólo es quien lleva la corona: Omnes quidem currunt; sed unus accipit bravium. Y este uno es la perseverancia que se lleva la corona.

4. Después de eso la deja libre para que escoja el convento que sea más de su satisfacción, donde tome el hábito; pues no es mucho permitirle a un vivo, que escoja sepulcro, donde ha de estar para siempre, no sólo encerrado, sino enterrado; porque estos santos conventos son sepultura de cuerpos vivos, y de almas muertas al mundo, y sólo vivas a Dios; y no es mucho que le concedan a una pobre señora, y que haga elección de su misma sepultura.






ArribaAbajoCarta XLI

A unas señoras pretendientes del hábito de la reforma del Carmen


1. Jesús sea con vuestras mercedes. Su carta recibí. Siempre me da mucho contento saber de vuestras mercedes y ver como las tiene nuestro Señor en sus buenos propósitos; que no es pequeña merced, estando en esa Babilonia, a donde siempre oirán cosas, más para divertir el alma, que no para recogerla. Verdad es, que en buenos entendimientos, ver tantos, y tan diferentes sucesos, será parte para conocer la vanidad de todo, y lo poco que dura.

2. Los de nuestra Orden ha más de un año que andan de suerte, que a quien no entendiese las trazas de nuestro Señor, darían mucha pena. Mas viendo que todo es para purificarse más las almas, y que en fin ha de favorecer Dios a sus siervos, no hay de qué la tener, sino mucho deseo de que crezcan los trabajos, y alabar a Dios, que nos ha hecho tan gran merced, que padezcamos por la justicia. Y vuestras mercedes hagan lo mesmo, y confíen en él, que cuando no se caten, verán cumplidos sus deseos. Su Majestad las guarde con la santidad, que yo lo suplico. Amén.

Teresa de Jesús.


Notas

1. No se sabe para quién era esta carta; pero conócese que la escribió a tiempo, que estaba muy atribulada la reforma. Alábales su vocación. ¿Qué mucho si era de servir a Dios, y en la casa de su madre, que es esta santísima Descalcez?

2. Pondera, que en medio de Babilonia resplandecía la virtud; como es hermosa la rosa entre las espinas. Pero también dice: Que en buenos entendimientos, ver tan diferentes sucesos, es parte para conocer la vanidad. Y así las prisiones, y pasiones que en Babilonia perdieron a los malos, alumbraban a los buenos: y en el escarmiento ajeno, se fundaba el propio aprovechamiento.

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¿Quién ve sudar, y padecer a los malos en lo malo, que no escoja lo perfecto, santo, y bueno? ¿Quién ve cuán pesados son los gustos del mundo, que no busque luego los gustos de Dios? ¿Quién no ve en la corte una felicidad aparente, que en un instante como humo se desvanece, que no busque la eterna felicidad, que dura una eternidad? Este es el discurso de la Santa en esta carta.

3. Luego les dice: Que las persecuciones de sus religiosas, son dichas; pues todo es para purificar más las almas. Esto tienen de santo las tribulaciones, que a los que fatigan, mejoran; y a los que atormentan, coronan: y así ha de resultar de aquí (como dice la Santa) grandes alabanzas al Señor en el alma atribulada; y esta ha de ser su música en la noche de sus penas: pues como dice san Gregorio: Carmen in nocte, est lætitia in tribulatione (D. Greg. lib. 26, Moral. cap. 14). Música es de noche la alegría en las tribulaciones. Pues qué honra mayor que padecer persecuciones por Dios, y hacerse el alma bienaventurada con esto, y conseguir en fortuna de atribulada, y perseguida, gajes de reina, y de coronada, pues le viene al justo la bendición del Señor: Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam (Matth. 5, v. 10). Porque no dudo que es señal de reprobación muchas veces la prosperidad; y comúnmente de predestinación la tribulación, pues dice san Gregorio: Cuando veo a Job en el muladar penando, y a san Juan en la cárcel padeciendo, hasta morir en premio de un desacierto, me persuado, que las tribulaciones de esta vida son seguros de la eterna; y estoy pensando cómo castigará Dios a los réprobos en la eternidad, cuando tanto aflige a los que ama en el destierro: Quid est quod Job Dei testimonio præfertur; et tamen plagis usque ad sterquilinium sternitur? Quid est quod Joannes Dei voce laudatur, et tamen pro temulenti verbis in saltatricis præmium moritur, nisi hoc quod pietati fidelium patet: quonian idcirco sic eos præmit in infimis, quia videt quomodo remuneret in summis? Hic ergo unusquisque colligat, quid illic sint passuri, quos reprobat; si hic sic cruciat, quos amat (D. Greg. lib. 3, Moral. c. 5, et lib. 9, c. 12, et c. 35). Y así, las almas, no hay sino padecer, y más padecer en esta vida: pues que son las tribulaciones prendas seguras de gozar, y más gozar en la eterna.





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ArribaAbajoCarta XLII

A la madre Catalina de Cristo, priora de las Carmelitas descalzas de la santísima Trinidad de Soria


1. Jesús sea con vuestra reverencia, hija mía, y me la guarde. Sus cartas de vuestra reverencia he recibido, y con ellas mucho contento. En lo que toca a la cocina, y refitorio, bien me holgaría que se hiciese; mas allá lo vean mejor, hagan lo que quisieren della. La de Roque de Huerta me huelgo que sea bonita. Y en lo de la profesión desa hermana, bien me parece se detenga, hasta lo que vuestra reverencia dice, que niña es, y no importa. Ni se espante vuestra reverencia de que tenga algunos reveses, que de su edad no es mucho. Ella se hará, y suelen ser más mortificadas después, que otras. A la hermana Leonor de la Misericordia, que eso, y más deseo yo hacer en su servicio. Ojalá pudiera yo ir a su profesión, que lo hiciera de buena gana, y me diera más gusto, que otras cosas que tengo por acá.

2. En lo de la fundación, yo no me determinaré a que se haga, si no es con alguna renta; porque veo ya tan poca devoción, que habemos de andar ansí, y tan lejos de todas estotras casas no se sufre, si no hay buenas comodidades; que ya por acá unas con otras se remedian, cuando se ven en necesidad. Bien es que haya estos principios, y se trate, y se vaya descubriendo gente devota; que si ello es de Dios, él los moverá con más de lo que hay al presente.

3. Yo estaré poco en Ávila; porque no puedo dejar de ir a Salamanca, y allí me puede vuestra reverencia escribir; aunque si se hace lo de Madrid (que ando en esperanzas dello) más lo querría por estar más cerca de casa: encomiéndelo vuestra reverencia a Dios. En eso desa monja, que vuestra reverencia me escribe, si quisiese venir a Palencia, me holgaría; porque la han menester en aquella casa.

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4. A la madre Inés de Jesús lo escribo, para que vuestra reverencia y ella se concierten. Y en los desos padres, me he holgado haga vuestra reverencia lo que pudiere con ellos, que es menester, y el bien, y el mal, y la gracia que les mostraremos. A la señora doña Beatriz le diga vuestra reverencia todo lo que le pareciere de mi parte, que harto la quisiera escribir a su merced, mas estamos de camino, y con tantos negocios, que no sé de mí. Dios se sirva de todo. Amén.

5. Y no piense vuestra reverencia que le digo, que se guarde la profesión por mayoría, ni memoria de una, ni de otra, que esos son unos puntos de mundo, que a mí me ofenden mucho, y no querría que vuestra reverencia mirase en cosas semejantes; mas por ser niña me huelgo, y porque se mortifique más: y si otra cosa se entendiese sino ésta, luego le mandaría dar la profesión porque la humildad que en ella profesamos, es bien que se parezca en las obras. A vuestra reverencia lo digo. Lo primero, porque entiendo de la hermana Leonor de la Misericordia, que su humildad no mira en uno, ni en otro destos puntos de mundo. Y siendo ansí, bien me huelgo se detenga esa niña más tiempo en profesar.

6. No me puedo alargar más, porque estamos de camino para Medina. Yo ando como suelo. Mis compañeras se encomiendan a vuestra reverencia. No ha mucho escribió Ana lo que había por acá. A todas me encomiendo mucho. Dios las haga santas, y a vuestra reverencia con ellas. Valladolid, y 15 de setiembre.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.

7. Ya estamos en Medina, y tan ocupada, que no puedo decir más de que venimos bien. El detener la profesión a Isabel, sea con disimulación, que no entiendan es por mayoría; pues no es eso lo principal, porque se hace.


Notas

1. Todas las cartas, que hasta aquí se han notado, han sido para el rey nuestro señor Felipe II; para diversos prelados, y señores; para grandes maestros de espíritu, y graves religiosos; para el señor Lorenzo de Cepeda, hermano de la Santa; y para otros particulares devotos: pero desde ahora, hasta lo último de este libro, como en las bodas de Caná de Galilea, comienza el mejor vino, que son las cartas para las Carmelitas descalzas, hijas de la Santa; y por ser lo mejor de este espiritual banquete, que ofrece Dios a las almas en este Epistolario devoto, hemos guardado, como allí lo mejor, y lo mayor de la enseñanza en el fin.

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2. Es verdad, que porque no querría quedar malquisto con alguno de los conventos de Carmelitas descalzas en pago de mi trabajo, y más amándolas yo, como su espíritu, ejemplo, y discreción lo merece; advierto, que en la colocación de las cartas no guardamos orden a la antigüedad de las fundaciones, sino que primero se ponen las particularidades a diversos conventos, que son muy pocas; y luego todas las que escribió al de Sevilla, porque contienen una materia, y casi todas ellas se enderezan para una misma persona: y últimamente una, que escribió a las religiosas de Granada, por ser de mucha doctrina.

3. Pero por que lo digamos todo por ser mejor pedir perdón, que engañar, confieso, que comienzo por la carta de la madre Catalina de Cristo, primera priora del convento de la Trinidad de Soria, después de su santa madre, y que después de su muerte lo fue de Pamplona, y Barcelona; lo primero, por ser mis hijas las de este santo convento, y estar aquella ilustrísima ciudad en la diócesis, que yo indigno estoy sirviendo; y algún privilegio ha de haber para preferir sus hijas del notador en las notas. Lo segundo, porque hay más cartas para aquel convento, fuera del de Sevilla, que no para los demás. Lo tercero, porque esta ilustre, y grande religiosa fue tan santa, que merece nota muy particular, como se ve en los apuntamientos siguientes, sacados de informaciones que se han hecho; y los pondré aquí para consuelo de toda la Descalcez, principalmente para los conventos de Soria, de Pamplona, y Barcelona. Y porque es bien que se entienda antes la orden de la antigüedad de los conventos de Carmelitas descalzas, que fundó la Santa, y que yo quedé (en cuanto a la preferencia) libre de toda sospecha, y escrúpulo, los pondré aquí a la letra.

4. De la Encarnación de Ávila, donde nació esta fuente cristalina, y celestial del Carmelo reformado, salió la Santa a fundar san José de Ávila, que fue el primero de la santa Descalcez.

El segundo, fue san José de Medina del Campo.

El tercero, san José de Malagón.

El cuarto, la Concepción de Valladolid.

El quinto, san José de Toledo.

El sexto, Pastrana. Este se extinguió.

El sétimo, san José de Salamanca.

El octavo, la Anunciación de Alba.

El nono, san José de Segovia, que pasó de Pastrana.

El décimo, san José de Veas.

El undécimo, san José de Sevilla.

El duodécimo, san José de Caravaca.

El decimotercio, santa Ana de Villanueva de la Jara.

El decimocuarto, san José de Palencia.

El decimoquinto, la santísima Trinidad de Soria.

El decimosexto, san José de la ciudad de Burgos.

El decimosétimo, san José de Granada.

Después se han fundado en España, en Italia, en Francia, en Flandes, en Alemania, y en otras provincias innumerables conventos.

5. Los apuntamientos de la vida maravillosa de esta excelente religiosa la madre Catalina de Cristo, priora del convento de la santísima   —201→   Trinidad de Soria (que dieron materia a la elegante pluma del señor protonotario D. Miguel Bautista de la Nuza para el libro, que de esta venerable religiosa, escrito con tanto acierto, ha publicado su erudición) pueden enseñar, y admirar a los muy espirituales, por estar tan llenos de actos heroicos, que si los hubiéramos de ilustrar con notas, como las cartas de la Santa, eran materia bastante a la erudición, con adornarlos de ejemplos de otros grandísimos santos; y son, sucintantente propuestos, los que se siguen.

Epítome de la vida de la venerable madre Catalina de Cristo.

6. Fue la venerable madre Catalina de Cristo natural de Madrigal. Su padre Cristóbal de Balmaseda, pariente de santa Teresa; su madre doña Juana Bustamante y san Martín, gente noble.

7. Con la luz de la razón le nació la caridad. Siendo muy niña dio diversas veces sus vestidos de limosna, hasta las mismas camisas. ¡Qué bien que se dará Dios, a quien así se da a sus pobres!

8. Supo que una pobre vergonzante padecía, y secretamente le echó en su casa el socorro mucho tiempo, como otro obispo san Nicolás.

De diez años hizo voto de castidad, adelantando el amor el tiempo a la religión. Añadió al voto no adornar jamás el cuerpo, para tener limpia, y adornada el alma.

9. Poco después le hizo de obediencia al confesor. Reservó el hacer penitencia, temerosa no le fuesen a la mano. Temeridad conocida, si no tuviera otro interior director.

Hizo también voto de ayunar a pan, y agua los viernes, y dormir en tierra. Por estos pasos se van las almas al cielo.

10. Viendo a una moza bizarrísima en la edad, la gala, y la lozanía, con una interior inspiración se acercó a ella, y le dijo: Prevéngase hermana para morir. Así lo hizo; y dentro de ocho días murió la moza, y su bizarría.

Domaba su carne con asperísimos cardos, y silicios, y con la sal, y el vinagre curaba las llagas que le causaban; conque andaba el espíritu sin ellas.

11. Muertos sus padres, persuadió a una hermana suya, a que siguiese su camino. Así lo hicieron, y se entregaron entrambas a la santa caridad, sin limitación alguna. Así ha de entregarse el alma a la caridad.

Afligida de intolerables escrúpulos, se encerró a pedir misericordia en una cueva estrechísima en su casa, donde apenas cabía ella de rodillas. Allí estuvo nueve meses, y de allí salió con luz, la que entró con infinitas tinieblas.

12. Encendiose una peste fierísima en Madrigal. Huyeron todos. Persuadiéronle sus deudos a que huyese; pero ella, y su hermana, por no volver las espaldas a la caridad, dieron el pecho a la peste: gastaron su hacienda, aventuraron su vida, granjearon coronas para la eterna.

Habiendo entendido esta sierva del Señor, que habían echado del lugar a una mujer apestada, y se hallaba sin amparo, y que estaba en un huerto agonizando, la fue a buscar por encima de las tapias; llegó, la consoló, y animó: y manejando la herida, le dio la deseada salud. ¡Raro   —202→   milagro! Que se comunique antes la sanidad a la enferma, que no la peste a la sana.

13. Poco después murió su hermana llena de merecimientos; y ella sola con una criada, desde luego se entregó a su obediencia, para que la castigase: teniendo por mejor para el espíritu el servir, que no el mandar.

Para más desprecio suyo procuró tomar el hábito en un convento de Arrepentidas, por tener más reservada, y cubierta para Dios su pureza virginal, echando sobre ella el velo de la ajena relajación, y pureza. Admirable modo de agradar a Dios, ofrécele la virtud sin la opinión, porque sea más primorosa, y subida la virtud. Pero no le permitieron esto sus deudos, mirando por el honor propio, y dando a él el cuidado, que no quiso la sierva de Dios darlo a su honor.

14. Habiendo entendido que santa Teresa fundaba en Medina del Campo, fue a buscar la hija a su madre, sin haberla conocido. Despidiéronla al principio, porque tenía el convento número bastante de religiosas. Porfió en hablar la sierva de Dios a la Santa: oyola, conociola, viéronse las almas, sin embarazar los cuerpos, y luego la recibió.

Así como entró religiosa, hizo tres propósitos, y actos heroicos, y excelentes de perfecta religión. El primero, de no replicar a cosa que le mandasen. ¡Oh que perfecta obediencia! El segundo, de no pedir cosa por necesitada que estuviese. ¡Qué segura que tendría la providencia de Dios! El tercero, de no disculparse, aunque en todo la culpasen. ¡Qué bien hallada se hallaría su humildad, y su inocencia!

15. Sus ansias de padecer eran tales, que mandándole una vez la prelada que no se disciplinase, se puso entre las demás hermanas, cuando se disciplinaban, a distancia que le diesen con los golpes en la cara. Artificioso modo de juntar la obediencia, y penitencia; pues no se disciplinaba, cuando la disciplinaban.

Mandándole, que tomase una purga, estando con calentura, la tomó; atendiendo más a obedecer, que a vivir.

Llevándole un higadillo, estando enferma, por descuido estaba dentro la hiel: mordiola, gustola, y conservola en la boca, mirando más a que comiese el alma con la mortificación, que el cuerpo en el sustento.

16. Enviola a llamar santa Teresa, para que fuese a la fundación de Soria, y hacerla priora de aquella casa. Resistiolo el padre provincial, alegando, que no sabía escribir, ni tenía experiencia de gobierno. La Santa le respondió con espíritu del cielo: Calle, mi padre, que Catalina de Cristo sabe amar mucho a Dios: es muy gran santa, y no ha menester saber más, para gobernar muy bien (Joan. 21, v. 25).

¡Oh qué bien! El que ama a Dios no hay cosa que pueda errar. Por eso examinó el Señor a san Pedro, para gobernar, no en la ciencia, sino en el amor, y la caridad.

17. Entretanto que dudaban de su elección sus superiores, ella estaba en Medina prevenida a defender su amada humildad, y dar a entender, para eso, que había perdido el juicio, para que no la nombrasen por priora.

Esto sí que es tener juicio, perderlo por no mandar. ¡Ay de aquellos que lo pierden por mandar, y por no saber rendirse al obedecer!

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18. Santa Teresa, que estaba en Palencia, lo conoció por revelación divina, y le escribió, mandándole expresamente, que en aquel caso se negase a la mortificación, y se diese a la obediencia.

Rindiose: tomó la cruz en los hombros, y fuese a ejecutar el precepto de su santa fundadora.

19. De allí, después de muerta la Santa, pasó a fundar el convento, o santuario de Pamplona: después al de Barcelona, haciendo uno, y otro seminario de esclarecidas virtudes: y allí rindió el espíritu al Señor, y está incorrupto su cuerpo en su convento de Pamplona, a donde fue trasladado. ¡Oh cual estará en la eternidad llena de glorias su alma! A esta santísima mujer, siendo priora de Soria, escribió santa Teresa esta carta.

20. En el primero número le dice: Que detenga en buena hora la profesión de una novicia, hasta que tenga más edad. Pero con gran discreción le advierte, que no se espante, que como niña tenga ahora algunos reveses. Como si dijera: ¿Qué mucho que los tenga siendo niña? ¿Por ventura han de entrar ya con juicio de Descalzas? No entran descalzas a serlo, sino calzadas entran, para ser Descalzas. ¿Qué mucho que entren algo calzadas de afectos, y con algunos reveses? De eso se descalzan bien aprisa, con vivir con las Descalzas.

Es muy discreta razón para las vocaciones, e importante, no querer que sean en un instante perfectas las almas, sino dar lugar a Dios, y a la disciplina, pues de esta suerte obra Dios, enseñándonos, que pudiendo obrarlo todo sin tiempo, y en un instante, quiso criar todo el mundo en seis días, con ordenación de tiempo.

21. En el número segundo, en que habla de otra fundación, dice: Y no me determinaré a que se haga, si no es con alguna renta. Porque la experiencia, y luz de Dios (que entraba en santa Teresa, como ha entrado en la Iglesia universal, humano more, y con el tiempo, y descubriendo Dios muchos misterios, fuera de los necesarios para nuestra redención, porque esos todos los manifestó hasta su ascensión gloriosa) la enseñó a la Santa a que no era bien encerrar veinte siervas de Dios a una necesidad irreparable, y urgente; y más habiendo pausado la caridad de los fieles, que aunque es mucha, no basta a suplirlo todo.

Todavía le dice, que no despida la plática pendiente; porque puede Dios hacer, lo que no pueden los hombres.

22. En el número tercero, dice lo que deseaba hacer convento en Madrid. Tenía razón la Santa; porque debía de ver cuál sería el convento de Carmelitas descalzas de Madrid; uno de los más reformados, ejemplares, y santos de aquella corte, y que está continuamente lleno de virtudes celestiales en sus hijas.

23. En el número quinto muestra su espíritu en advertir: que el dilatar la profesión a una novicia, no sea por dar a otra la antigüedad: enseñando, que aunque es necesario, y justo, y conveniente en las comunidades, para toda buen orden, el que haya antigüedades, y precedencias; pero no prevenidas, ni afectadas al entrar: pues si entra a buscar la humildad la novicia por la obediencia, no es bien solicitar primero la antigüedad, olvidando la humildad.





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ArribaAbajoCarta XLIII

A la madre priora, y religiosas Carmelitas descalzas de la santísima Trinidad de Soria


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia y con todas vuestras caridades, hijas mías. Bien creerán quisiera yo escribir a cada una por sí; mas es tanta la barahúnda, que aún hago harto poderlas escribir juntas, y enviarles estos renglones: en especial, como andamos en vísperas de partirnos, aún hay menos lugar. Pidan a nuestro Señor se sirva de todo, en especial desta fundación de Burgos.

2. Mucho me consuelo con sus cartas, y más de entender por obras, y palabras la mucha voluntad, que me tienen. Bien creo, que aún quedan cortas en pagar lo que se debe a la mía: aunque en el socorro que ahora me han hecho, han estado muy largas. Como era grande la necesidad, helo tenido en muy mucho. Nuestro Señor les dará el premio, que bien parece le sirven, pues han tenido para poder hacer tan buena obra a estas monjas. Todas se lo agradecen mucho, y las encomendarán a nuestro Señor. Yo como lo hago tan contino, no tengo que ofrecer.

3. Heme holgado mucho, que los vaya tan bien en todo, en especial de que haya alguna ocasión, sin haberla dado, para que las murmuren, que es muy linda cosa; porque han tenido pocas en que merecer en esa fundación. De nuestro padre Vallejo no digo más, de que siempre nuestro Señor paga los servicios grandes, que hacen a su Majestad, con crecidos trabajos; y como es tan gran obra la que en esa casa hace, no me espanto quiera dar en que gane más, y más méritos.

4. Miren mis hijas, cuando entre esa santa, es razón la madre priora, y todas la sobrelleven con comedimiento, y amor; que donde hay tanta virtud, no es menester apretar en nada, que basta ver lo que ellas hacen, y tener tan buen padre, que yo creo podrán deprender. Plegue a Dios las guarde, y dé salud, y tan buenos años, como yo le suplico.

5. De que la madre supriora esté mejor, me he holgado mucho. Si hubiere menester siempre carne, poco importa que la coma, aunque sea Cuaresma; que no se va contra la regla, cuando hay necesidad, ni en eso se aprieten. Virtudes pido yo a nuestro Señor me las dé, en especial humildad, y amor unas con otras, que es lo que hace al caso. Plegue a su Majestad, que en esto las vea yo crecidas; y pidan lo mesmo para mí. Víspera del rey David. Es hoy el día que llegamos a la fundación de Palencia.

De vuestras caridades sierva.

Teresa de Jesús.

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A la hermana Teresa de Jesús, y a la madre supriora nos encomienden a Dios, que están en la cama, y bien mala la supriora.


Notas

1. Esta carta escribió la Santa en el convento de Ávila, estando para ir a fundar a Burgos; y escríbela a sus hijas, y mías las de la santísima Trinidad de Soria.

2. Agradécelas su carta, y el socorro que la enviaron para las religiosas de Ávila, que como dice la Santa en el número segundo, padecían mucha necesidad: y después querrán, que los que son sus padres, no las amen muchísimo. Muestren otras una carta, por donde conste, que hayan hecho otra fineza como esta sin pedírselo. Pero todas la harían; mas al fin ésta la vemos, y la leemos.

3. Insinúa la Santa en el número tercero, que decían sus hijas: Que ya las murmuraban; aludiendo a lo que dijo la Santa, cuando hizo esta fundación: Que temía aquel convento, porque lo había hecho con facilidad, y sin contradicción; y así ellas dirían, que ya había contradicciones, conque no había qué temer.

Pero aseguro, que aunque eran en Soria, no serían de los de Soria las contradicciones, o murmuraciones; porque yo conozco aquella ciudad, y a mis hijos, y no la hay en España más ilustre en la nobleza, ni más dócil para lo bueno, ni más enemiga de lo malo, ni más aficionada, ni inclinada a lo mejor.

4. Y así se vio, que luego como entró santa Teresa en aquella ciudad, como lo refiere en su fundación (Fund. lib. 5, c. 3), todo se lo halló hecho; porque entraba en ciudad de Dios, donde menos que en otras partes puede con los moradores della el enemigo común de las almas.

Y aunque sintió la Santa no hallar trabajos en ella al fundar, habló en sentido espiritual, por la ansia que tenía de padecer la esposa por el Esposo: pero no me negará la Santa, ni nadie, que no es malquisto, ni de peor condición el pesebre del Señor, porque allí le adoraron su Madre, y san José, los ángeles, y los reyes, y hasta las mismas fieras, que estaban en el Portal, que el Calvario, porque allí lo consagró con la cruz, con su sangre, y con sus penas. Y así no hemos de ser de peor condición los de Soria, porque lo hicimos mejor.

5. En el número cuarto debe de hablar la Santa de doña Beatriz de Beamonte, que habiendo fundado, y dado su casa para aquel santo convento, trató de darse a sí misma: lo cual después ejecutó en el convento de Pamplona, con grande ejemplo de todo aquel reino: y dícelas discretamente cómo se han de portar con ella, en el modo, en la cortesía, en el reconocimiento, y en todo las enseña la Santa admirablemente a ser agradecidas, respectivas, y santas.

6. En el número quinto, con la suavidad que en todo, ordena que la supriora coma carne, sí tuviere necesidad. Y dice, que la verdadera mortificación no es perder la salud, por buscar las virtudes, sino ejercitarlas en la salud, y en la enfermedad. Como si dijera: Lo que ha de   —206→   ser abstinencia en el sano, sea en el enfermo paciencia; porque la abstinencia necesita de peso, y medida. Porque tan dañosa es, como dice san Gregorio, si no doma al cuerpo lo que ha menester, cuando si lo doma más de lo que puede tolerar: Abstinentia nulla est, si tantum quisque corpus non edomat quantum valet, aut valde inordinata est, si atterit plusquam valet (D. Gre. lib. 20, Moral. cap. 31).

7. Luego les encomienda dos virtudes principalmente, que son humildad, y amor unas a otras: y si tienen lo primero, ellas tendrán lo segundo; porque dentro de la humildad, se cría, y está ardiendo la caridad. Y yo soy buen testigo de que tienen lo segundo, porque tienen con perfección lo primero.

Y encomendó muy místicamente la humildad, para conservar la caridad; porque aquella virtud promueve a esta conservada; y la restaura, perdida: conforme a la doctrina de san Bernardo, que dice: Fode in te fundamentum humilitatis, et pervenies ad fastigium charitatis: reparatio enim veræ charitatis nullæ est nisi humilitas.






ArribaAbajoCarta XLIV

A la hermana Leonor de la Misericordia, Carmelita descalza en el convento de la santísima Trinidad de Soria


Jesús

1. Sea con vuestra merced el Espíritu Santo, mi hija. ¡Oh cómo quisiera no tener más cartas que escribir sino ésta! Para responder a vuestra merced a la que vino por la Compañía, y a esta. Créame, mi hija, que cada vez que veo carta de vuestra merced me es particular consuelo: por eso no la ponga el demonio en tentaciones, para dejarme de escribir. En la que vuestra merced trae de parecerle anda desaprovechada, ha de sacar grandísimo aprovechamiento. El tiempo le doy por testigo, porque la lleva Dios, como a quien tiene ya en su palacio, que sabe no se ha ya de ir, y quiérela ir dando más, y más que merecer. Hasta ahora puede ser que tuviese más ternuritas, como la quería Dios ya desasir de todo, y era menester.

2. Heme acordado de una santa, que conocí en Ávila, que cierto se entiende que lo fue su vida de tal. Habíalo dado todo por Dios cuanto tenía, y habíale quedado una manta con que se cubría, y diola también: y luego dale Dios un tiempo de grandísimos trabajos interiores, y sequedades; y después quejábasele mucho, y decíale: Donoso sois, Señor, ¿después que me habéis dejado sin nada os me vais? Ansí que, hija, destos es su Majestad, que paga los grandes servicios con trabajos, y no puede ser mejor paga; porque la dellos es el amor de Dios.

  —207→  

3. Yo le alabo, que en las virtudes va vuestra merced aprovechada en lo interior. Deje a Dios en su alma, y esposa, que él dará cuenta della, y la llevará por donde más la conviene. Y también la novedad de la vida, y ejercicios parece hace huir esa paz; mas después viene por junto. Ninguna pena tenga. Préciese de ayudar a llevar a Dios la cruz, y no haga peso en los regalos: es de soldados civiles querer luego el jornal. Sirva de balde, como hacen los grandes al rey. El del cielo sea con ella. En lo de mi ida respondo a la señora doña Beatriz lo que hace al caso.

4. Esta su doña Josefa es buena alma cierto, y muy para nosotras; mas hace tanto provecho en aquella casa, que no sé si hace mal en procurar salir della: y ansí se lo defiendo cuanto puedo, y porque he miedo habemos de comenzar enemistades. Si el Señor lo quiere, ello se hará. A esos señores hermanos de vuestra merced que yo conozco, mis encomiendas. Dios la guarde, y haga lo que yo deseo.

De vuestra merced sierva.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta es muy discreta, y espiritual, para la hermana Leonor de la Misericordia en el convento de la Trinidad de Soria.

2. Fue esta santa religiosa ilustrísima mujer, hermana de D. Gerónimo de Ayanz, casa ilustre de Navarra. Tuvo pleito de divorcio con don Francisco de Beamonte, caballero de igual calidad en aquel reino, y estaba en Soria, cuando llegó la Santa, a la cual se aficionó sumamente. Y habiéndole dicho santa Teresa la vocación del Padre fray Nicolás Doria, y que en un año de oración, que la Santa tuvo por él, lo trajo a la religión, admirada esta nobilísima mujer de la fuerza de la oración de la Santa, la tocó Dios, y se entró en su religión, donde vivió con admirables virtudes, y murió en el convento de Pamplona, a donde la llevó la obediencia a comunicar a su patria la luz, que comenzó con claros rayos en Soria.

3. En el primero número le asegura la Santa en sus tribulaciones, sus trabajos, y tentaciones. La higuera del Evangelio no tuvo otro medio para resucitar, y reverdecer, sino echar estiércol en las raíces (Luc. 13, v. 8); y si esto puede el propio conocimiento en el árbol seco, ¿qué mucho que con ese saludable remedio crezcan, y den fruto las que están frescas, y verdes, como la alma de esta santa religiosa?

4. Infinitos son los bienes de la tribulación. Brevemente, y en pocos renglones los refiere san Agustín, diciendo: Flagellum interius, et exterius glorificat Creatorem: compellit nolentem: erudit ignorantem: custodit virtutem: protegit infirmantem: excitat torpentem: humiliat superbientem: purgat pænihtentem: coronat innocentem: initiat ad mortem   —208→   semper viventem (D. Aug. in Joan). El azote del Señor por la parte de afuera, y por la de adentro, con la tribulación (venga por donde viniere) glorifica al Criador, y compele a que sea justo al que no lo quiere ser: enseña al que no sabe: conserva al bueno: ampara al flaco: despierta al perezoso: humilla al soberbio: purifica al contrito: corona al santo, y lo arma para una muerte, que lo lleva a eterna vida. De suerte que para todos, y para todo, es buena la tribulación, tómese por donde, y como se quisiere.

5. En el número segundo refiere un caso espiritual, bien gracioso, y santo, y lo ajusta admirablemente a la tribulación de esta santa religiosa. Es muy notable, y era buena alma la de Ávila (que según he entendido, era la venerable María Díaz, la cual en aquella nobilísima ciudad dejó raros ejemplos de virtud) y bien se conoce en sólo este caso, que aquí la Santa refiere. De allí deduce una máxima, que han de tener presente las almas, que aman verdaderamente a Dios: Que siempre paga un servicio con una pena, y un acto heroico con una mortificación. Y ninguno será verdaderamente espiritual, que no toque esto a cada paso con las manos.

6. ¿Pero por qué el Señor paga con esta moneda? ¿Un gusto que lo hacen con una tribulación? Es muy fácil la respuesta. Paga de esta manera, y con esta moneda, porque quiere pagar con buena moneda. Pagar Dios un servicio con un gusto, es pagar con moneda de vellón: pero pagar con un disgusto, que causa mérito eterno, es pagar con moneda de oro, y plata. La moneda de vellón sólo pasa en esta vida: los méritos, que causan los trabajos, sólo es moneda de oro, que pasa en la vida eterna. Más quiero un adarme de oro, que de vellón un mundo entero. Venga, Señor, de lo eterno, y llevaos o temporal. Por eso dijo su divina Majestad, hablando con sus discípulos: Cuando convidareis alguno, no sea a quien pueda volver a convidaros; porque ya estáis pagados con el segundo convite del primero. Convidad a los que no os pueden convidar, para que mi Padre os convide: Retribuetur enim tibi in resurrectione justorum (Lucæ, 14, v. 13).

7. En el número tercero es todo admirable, para que el alma camine por la senda de la nada al monte de la perfección. Nada, nada, nada. Todo, todo, todo. Dios, Dios, Dios. Nada para mí; todo para Dios. Por Dios todo, sin Dios nada. Todo lo quiero para Dios; nada quiero para mí. Todo es nada para mí; si no es todo para Dios.

8. En el número cuarto habla de alguna señora que hacía provecho en alguna casa, y quería acogerse a la de la Santa, y posponiendo el bien de su casa, por el que hace en la ajena, no la quería admitir. En todo muestra su entendimiento, discreción, y espíritu: y no menos en procurar en este mundo se excusen los pleitos: pues si no pagan, por lo menos tal vez entibian la caridad.





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ArribaAbajoCarta XLV

A la hermana Teresa de Jesús, sobrina de la santa, Carmelita descalza en san José Ávila


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra caridad, hija mía. Mucho me holgué con su carta: y de que le den contento las mías lo es harto para mí, ya que no podemos estar juntas. En lo que toca a las sequedades, paréceme que la trata ya nuestro Señor, como a quien tiene por fuerte; pues la quiere probar, para entender el amor que le tiene, si es también en las sequedades, como en los gustos. Téngalo por merced de nuestro Señor muy grande. Ninguna pena le dé, que no está en eso la perfección, sino en las virtudes. Cuando no pensare, tornará la devoción.

2. En lo que dice desa hermana, procure no pensar en ello, sino desvariarlo de sí. Y no piense que en viniendo una cosa al pensamiento, luego es malo, aunque ella fuese cosa muy mala: que eso no es nada. Yo también la querría con la sequedad a la mesma, porque no sé si se entiende, y por su provecho podemos desear eso. Cuando algún pensamiento malo le viniere, santígüese, o rece un Pater noster, u dese un golpe en los pechos, y procure pensar en otra cosa; y antes será mérito, pues resiste.

3. A Isabel de san Pablo quisiera responder, y no hay lugar: dele mis encomiendas, que ya sabe ha de ser vuestra caridad la más querida. D. Francisco está como un ángel, y bueno. Ayer comulgó, y sus criados. Mañana vamos a Valladolid: desde allá le escribirá, que ahora no le he dicho deste mensajero. Dios os me guarde, mi hija, y haga tan santa como yo lo suplico. Amén. A todas me encomiendo. Es hoy día de san Alberto.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta santa religiosa era la hermana Teresa de Jesús, sobrina de la Santa, hija de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, que al presente era novicia de san José de Ávila, donde profesó a 9 de noviembre del año de 1582, y murió a 10 de setiembre del de 1610. Debía de padecer sequedades; y pareciéndole a ella que andaba ausente su Esposo, lloraba como tórtola, y padecería las desconfianzas de la ausencia del Esposo, diciendo: ¿Cómo se me fue mi Esposo? ¿Si le he ofendido? ¿Si no estoy en su gracia? ¿Si lo he enojado en algo? ¿Si he descaecido en   —210→   los santos propósitos, y ejercicios? ¿Si ando perdida? ¿Si voy engañada?

2. Con eso fuese a su madre, y su tía; y por carta comunicole su cuidado. Y la Santa, como la que tantas veces había pasado por esas tribulaciones, y tenía luz soberana, decíale que no le diese cuidado, que volvería el Esposo a buscar a la esposa, que más deseaba él que no ella su presencia: que quería ver si lo buscaba ausente, al que adoraba presente: que la quería probar, y reconocer si en la ausencia le guardaba la fidelidad que en la presencia, que no se prueba el alma en los gustos espirituales, sino en las tribulaciones: que allí se sabe, y reconoce a donde llegan todas sus finezas; pues como dice san Bernardo: La virtud se adquiere en la paz, y se prueba en la tentación, y se aprueba, y corona en la victoria de la tribulación: Virtus in pace adquiritur, in pressura probatur, approbatur in victoria (Ep. 126 quæ est ad Episcopos Aquitan. contra Gerardum Engolismensem Episcopum, in princip.).

3. Debía de padecer también alguna tentación de pensar de alguna religiosa lo que no convenía; y según se insinúa veníale al pensamiento, que andaba engañada aquella alma en el camino del espíritu. Y responde la Santa, que no piense en eso, que la deje; y que cuando (deseando, y procurando no pensar en eso) piense en ello, no entienda que peca; porque hay gran diferencia del pensamiento al consentimiento: aquél no lo puedo gobernar, este sí. Con lo cual haga sus diligencias, y padezca, que tanto cuanto padece merece.

4. Añade, que también ella deseaba ver atribulada aquella monja, para ver si aquella virtud era segura; porque no se conocen bien los quilates del oro, hasta que pasa por la actividad del fuego, como dice san Pedro: Aurum quod per ignem probatur (1, Petri. 1, v. 7).

5. Finalmente le dice en sustancia: Deja, hija, lo que no te toca, y mira a lo que te toca. Mira a ti, no mires a los demás. Por esto solía ser su adagio muy ordinario en la Santa: Viva el alma, como si sólo Dios, y ella estuviesen en el mundo. Y la mujer fuerte doña María Vela decía, cuando sucedían cosas en que ella no quería discurrir, sino estarse encerrada en la celda, y clausura interior de su alma contemplativa: No me toca: no me importa: no me aprovecha: no me daña: dejemos eso, y vamos a Dios. ¡Oh qué de pesadumbres, juicios, culpas, e inquietudes se excusaran siempre en todas partes, ejecutando este espiritual dictamen!

D. Francisco, de quien hace mención en lo último de la carta, fue hermano desta religiosa, y hijo del señor D. Lorenzo de Cepeda, que muerto su padre iba con la Santa en esta ocasión. Casó después este caballero en Madrid con doña Orofrisa de Mendoza y Castilla, de la casa del Infantado, y Mondéjar.






ArribaAbajoCarta XLVI

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A la madre María la Bautista, Carmelita descalza, priora de la Concepción de Valladolid


Jesús

1. Sea con vuestra reverencia el Espíritu Santo, mi hija. Por la carta del padre maestro fray Domingo verá lo que pasa, y cómo ha ordenado el Señor las cosas de manera, que no la pueda ver. Y yo le digo, que me pesa harto, harto: porque es una de las cosas que ahora me diera consuelo, y gusto. Mas también se pasará, como se pasan todas las cosas desta vida: y cuando desto me acuerdo, cualquier sinsabor se lleva bien.

2. A mi querida Casilda me encomiende mucho (por no la ver también me pesa) y a María de la Cruz. Otro día lo ordenará el Señor, que sea más despacio, que ahora pudiera ser. Procure por su salud (ya ve lo que va en ello, la pena que me da saber que no la tiene) y de ser muy Santa; que yo le digo, que lo ha menester, para llevar el trabajo que ahí tiene. Yo no tengo ya cuartanas. Cuando el Señor quiere que haga algo, luego me da más salud.

3. Ireme al fin deste mes, que ya estoy con miedo, que no las he de dejar en su casa; porque se concertó con el cabildo darles luego seiscientos ducados, y tenemos un censo de una hermana muy bueno de seiscientos y treinta: ni sobre ello, ni quien lo tome, ni prestado, no hallamos nada. Encomiéndelo a Dios, que me holgaría mucho dejarlas en su casa. Si la señora doña María hubiera dado los dineros, muy bien les estaba tomarle, que está muy seguro, y bueno. Avíseme si esto se pudiese hacer: o si sabe quien le tome, o quien nos preste sobre buenas prendas, que valen más de mil: y encomiéndeme a Dios, pues he de ir tan largo camino, y en invierno.

4. Al fin deste me iré a la Encarnación, a mucho tardar. Si de aquí allá quiere mandar algo, escríbamelo. Y no le dé pena no me ver. Quizá la diera más verme tan vieja, y cansada. A todas mis encomiendas. A Isabel de san Pablo la quisiera ver. A todas nos han mortificado estos canónigos. Dios los perdone.

5. Si tiene por allá quien me preste algunos reales, no los quiero dados, sino mientras me pagan de los que mi hermano me dio, que ya dicen están cobrados, porque no llevo blanca; y para ir a la Encarnación, no se sufre: y aquí no hay ahora disposición, como de se ha acomodar la casa; poco, o mucho me los procure.

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6. Gloria sea a Dios, que viene bueno mi padre fray Domingo. Si por dicha el padre maestro Medina acudiere por allá, haga darle esa carta mía, que piensa estoy enojada con él, según me dijo el padre provincial por una carta que me escribió: que es más para darle gracias, que para enojo. Poco ha que escribí a vuestra reverencia una carta, no sé si se la habrán dado. Mal lo hace en estar tanto sin escribirme, pues sabe lo que gusto con las suyas. Sea Dios con ella. Extrañamente me está dando pena no la haber de ver, que aún tenia esperanza. Es hoy 10 de setiembre.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta es para la madre María Bautista, priora del santo convento de Valladolid, sobrina de la Santa: aquella mujer fuerte, y virgen valerosa, que en la Encarnación de Ávila (como está dicho en su lugar) se ofreció antes de ser religiosa a emplear su caudal, dando mil ducados para comprar la margarita preciosa de esta reformación. Y Dios le premió el deseo, no sólo con que lograse el intento, sino con que fuese su alma, espíritu, y prudencia uno de los ilustres instrumentos, o de los más útiles materiales de esta soberana fábrica.

Escribiose a 10 de setiembre del año de 1574, estando la Santa en Segovia de partida para Ávila a dar fin al priorato de la Encarnación, en que tres años antes fue electa por el padre fray Pedro Fernández, visitador apostólico. Y conócese que era este convento de Valladolid, en que nombra a Casilda, que es aquella alma dichosa, de que se habló en las cartas pasadas, especialmente en la XII, que estaba en aquel convento, uno de los primeros en santidad, y espíritu de la sagrada reforma, y a quien amó con gran ternura la Santa.

2. Muestra sentimiento de no poder ir a verla: y la consuela, y se consuela con una razón discretísima, y muy práctica, y que todos habíamos de tener presente, para despreciar esto caduco, y perecedero; y es: Que si hubiera ido, y la hubiera visto, ya se hubiera pasado: y cuando desto me acuerdo (dice la Santa) cualquiera sinsabor se lleva bien.

3. Es discurso de san Pablo, cuando hablando con los que con ansia desean deleites (y vienen los deleites, y luego se les van los deleites, y se quedan en el alma las culpas de los deleites; porque venir, llegar, y pasarse los deleites, es todo uno) les dice: ¿Qué fruto habéis tenido de lo que ahora os estáis avergonzando? Quem fructum habuistis tunc in illis, in quibus nunc erubescitis? (Rom. 6, v. 21). Como si dijera: Deleites eternos, bueno; pero deleites temporales, que impiden gustos eternos, ¿quién es tan loco que los abraza? Gustos que nunca se acaban, bueno; pero gustos que apenas comienzan gustos, cuando se acaban disgustos, ¿quién los desea? Que en sustancia viene a decirle la Santa a su religiosa: Si la hubiera visto, hija, aunque gustara de verla, disgustara   —213→   de dejarla: cese, pues, un gusto, a quien se sigue un disgusto. Que es lo que dice el Espíritu Santo: Los talones de la risa está mordiendo el dolor: Extrema gaudii luctus occupat (Prov. 14, v. 13).

4. Dícele en el número segundo, que ha menester ser santa, para ser prelada. Claro está; porque ha de tener virtud para sí, y para las otras. Ha menester tener, para tener, y para comunicar: ha menester el espíritu doblado, uno para gobernarse, otro para gobernar: uno para ser, y otro para padecer: con aquel se salva la priora, con este edifica a las demás: con aquel sirve a Dios con su persona, con este sirve a Dios con su convento, y persona. Quien esto no considera, siendo prelado, o prelada, no sabe qué es ser prelado; y así es menester obrar, orar, y pedir con lágrimas santidad.

5. En el número tercero, y cuarto dice, que al fin del mes iría a la Encarnación de Ávila, donde nació aquella fuente clara, y cristalina, y pura desta sagrada reforma, que después se ha reducido a cuatro ríos caudalosos, como los del Paraíso, que riegan y fecundan las cuatro artes del mundo, con su espíritu, y ejemplo. A este convento de la Encarnación de Ávila (permítanme todos los demás decirlo) es a quien habían de tributar los conventos, que después fundó la Santa. Allí la llamó Dios para sí, allí la favoreció, allí la armó de espíritu, y de virtud, para obrar cosas tan grandes; y así allí tuvo siempre su corazón, en donde entró primero su Esposo en su corazón, y la llevó a sí por la vocación.

6. Al fin del número cuarto dice con harta gracia: A todas nos han mortificado estos canónigos: Dios los perdone. Habla de los de la santa iglesia de Segovia, gravísima, y doctísima; y en mi afecto de singular estimación, por los grandes sujetos en letras, y virtudes, que ha dado a la Iglesia. Era suya la casa que la Santa trataba de comprar: y si con esta ocasión tuvo algún disgusto por entonces, después acá se ha señalado tanto en la estimación de sus hijos, e hijas, que en esto ninguna pretende la ventaja. Bien lo mostró el año de 1614, en que a 18 de setiembre, jueves por la noche, en una centella, que prendió en la torre de la iglesia, quemó parte della, junto con la sala capitular: de suerte que obligó al cabildo a buscar otra para los divinos Oficios, mientras se acudía al reparo. Y teniendo aquella antiquísima ciudad tantas, tan graves, y suntuosas, lo llevó su afecto a la pobre de las Carmelitas descalzas, a donde se trasladó el Santísimo de la catedral. Verificándose la revelación que una religiosa de aquel convento tuvo el mismo día por la mañana: a quien, después de haber comulgado, se le apareció Cristo señor nuestro del modo que andaba en el mundo, y la dijo muy fatigado: Hija, aquí me vengo a descansar entre vosotras: porque me echan de mi casa. Aprobación no sólo de la religión deste santo convento, sino también de la santa iglesia de Segovia, a quien el Redentor de las almas llamó casa suya.

7. En el número quinto le pide algún dinero prestado. ¿Dinero, y santa? Sí, dinero, y santa. Porque no sólo la guerra deste mundo necesita de dinero, sino la guerra del espíritu, que hace Dios en el mundo al mismo mundo, necesita de dinero, y se vence muchas veces el dinero con dinero. ¿Con qué había de hacer la Santa sus fundaciones, sino con   —214→   el dinero que ministraba la caridad de los fieles? ¿Con qué habían de traerse los despachos, y obras en los tribunales, sino con dinero, que satisfaciese a los abogados, y los demás derechos de los mismos tribunales? ¿Con qué había de sustentar a sus hijas, sino con dinero, que le ministraba el necesario alimento de sus hijas? ¿De qué otra suerte puede hacerse este milagro?

8. Es gran persona el dinero. Apenas puede obrarse cosa grande, ni santa, sin el dinero. Venga en figura de sustento, venga en figura de vestido, venga en figura de socorro, venga en figura de limosna, toda se funda la ejecución de lo grande en el dinero. Y de la manera que no puede servir el alma a Dios sin el cuerpo en esta vida, y en todo cuanto obra (y más en esto exterior) se ha de valer necesariamente del cuerpo; así han de menester las cosas grandes, y santas, muchas veces el dinero.

9. Esa es la razón, por que el Señor no excluyó de su Colegio apostólico el dinero; porque con ser la omnipotencia misma, y que podía criar el dinero, sin pedirlo, ni buscarlo, con todo eso quiso tomar sobre sí, con la humanidad, la necesidad de valerse del dinero: y así daba limosnas, y tal vez puede ser las recibiese, y tenía dispensero, que fue el traidorísimo Judas.

10. Es verdad (por que lo digamos todo) que también advirtió su divina Majestad con el remedio el peligro, pues de todos los Apóstoles, sólo se perdió el que tenía el dinero; y no se perdió porque lo daba, sino porque lo tenía. Escarmiento grande a los dispenseros de Dios, para que demos lo que nos dio para darlo, pero no para tenerlo.






ArribaAbajoCarta XLVII

A la mesma madre María Bautista, priora de Valladolid, y sobrina de la Santa


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con ella, hija mía. Mañana se va el correo, y no la pensaba escribir, porque no había cosa buena que le decir, que ya el que estaba en la casa tiene por bien que nos vamos pasado mañana, que es día de san Felipe, y Santiago; por donde entiendo, que va ya el Señor queriendo aplacar en los trabajos.

2. Esta envíe a la madre priora de Medina luego en pudiendo, que estará con cuidado de una que le escribí, y estuve bien corta en encarecer trabajos. Sepa que después de la fundación de san José, ha sido todo nada en comparación de los que aquí he pasado. De que lo sepan, verán que tengo razón, que es misericordia de Dios si salimos con bien dellos: y ya se puede decir que sí. Bendito sea el Señor, que de todo saca bien: y yo de ver tanto junto he estado con un contento extraño. Y a no estar aquí mi hermano, cosa de la vida se pudiera hacer.

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3. Él ha padecido harto, y con ánimo en gastar, y llevarlo todo, que nos hace alabar a Dios. Bien con razón lo quieren estas hermanas, que ninguna ayuda han tenido, sino darnos más trabajo. Ahora está retraído por nosotras: y fue gran ventura no le llevar a la cárcel, que es aquí como un infierno, y todo sin ninguna justicia, que nos piden lo que no debemos, y a él por fiador. Acabarse ha esto en yendo a la corte, que es una cosa sin camino, y él ha gustado de pasar algo por Dios. En el Carmen está con nuestro padre; que lo que llueve sobre él de trabajos, es como granizo. En fin que harto tengo yo que deshacerle los nuestros, que estos son los que más le han atormentado, y con razón.

4. Por que entiendan algo. Ya saben las cosas, que las escribí nos había levantado aquella que se fue: pues no son nada, para lo que nos fue a avisar. Ya lo entenderán. De mí le digo, que me hizo Dios una merced, que estaba como en un deleite. Con representárseme el gran daño, que a todas estas casas podía venir, no bastaba, que excedía el contento. Gran cosa es la seguridad de la conciencia, y estar libre.

5. La otra se entró en otro monasterio. Ayer me certificaron, que está fuera de juicio, y no de otra cosa, sino que se fue de acá. Mire qué grandes son los de Dios, que responde por la verdad; y ahora se entenderá ser todo desatino. Y tales eran lo que decía por ahí: que atábamos las monjas de pies, y manos, y las azotábamos; y pluguiera a Dios fuera todo como esto. Sobre este negocio tan grave, otras mil cosas, que ya veía yo claro que quería el Señor apretarnos, para acabarlo todo bien, y ansí lo quiso. Por eso no tengan pena ninguna; antes espero en el Señor nos podremos ir presto pasadas a la casa: porque los Franciscos no han venido más, y que vengan tomada la posesión, es todo nada.

6. Grandes almas son las que aquí están: y esta priora tiene un ánimo, que me ha espantado, harto más que yo. Paréceme que como me tienen aquí, ha sido ayuda, que a mí vierten los golpes. Tiene harto buen entendimiento. Yo le digo, que es extremada para el Andalucía, a mi parecer. ¿Y cómo si ha sido menester traerlas escogidas? Buena estoy, aunque no lo he estado mucho: este jarabe me da la vida. Nuestro padre anda achacoso; mas no con calentura. No sabe desta. Encomiéndelo a Dios, y que nos saque bien de todos estos negocios. Sí creo hará. ¡Oh qué año he pasado aquí!

7. Vengamos a sus consejos. Cuanto a lo primero de dones, todos los que tienen vasallos de Indias se lo llaman allá. Mas en viniendo, rogué yo a su padre no se lo llamasen, y le di razones. Ansí se hizo, que ya estaban quietos, y llanos. Cuando vino Juan de Ovalle, y mi hermana, no me bastó razón (no sé si era por soldar el de su hijo), y como mi hermano   —216→   no estaba aquí, ni estuvo tantos días, ni yo con ellos, cuando vino dijéronle tanto, que no aprovechó nada. Y es verdad, que ya en Ávila no hay otra cosa, que es vergüenza. Y cierto a mí me dan en los ojos, por lo que a él le toca; que de mí nunca creo se me acordó, ni deso se le dé nada: que para otras cosas que dicen de mí, no lo es. Yo lo tornaré a decir a su padre, por amor della; mas creo no ha de haber remedio con sus tíos, y como ya están tan hechos a ello. Harto me mortifico cada vez que se lo oigo.

8. A lo de escribir Teresa a Padilla, no creo si no es a la priora de Medina, y a ella, por darlas contento, que ha escrito a nadie. A él creo una vez dos, o tres palabras. Hale dado que estoy lisiada por ella, y por mi hermano, y no hay sacárselo de la cabeza: y si había de estar, si fuera otra, según son. Mas mire que tanto, que con cuanto le debo, me he holgado de que esté retirado, por que no venga acá mucho. Y es verdad que embaraza él algo. Que aunque esté, en viniendo nuestro padre, o alguien, le digo que se vaya, y es como un ángel. No porque le dejo de querer mucho, que sí quiero; mas querríame ver sola de todo esto. Es ansí, piensen lo que pensaren, que poco va en ella.

9. Lo que dijo Padilla que era visitador, debía ser burlando. Ya le tengo conocido. Con todo eso ayuda mucho, y le debemos mucho. No hay nadie sin falta. ¿Qué quiere? Holgádome he, que esté contenta la señora doña María con esa licencia, mucho. Dígala gran cosa de mi parte, que por ser muy tarde no la escribo. Y que aunque me pesa que esté sin la señora duquesa, veo que quiere el Señor, que con sólo él tenga compañía, y se consuele.

10. De Ávila no sé más de lo que ella me escribe. Dios sea con ella. A Casilda, y a todas me encomiendo, y a mi padre fray Domingo muy mucho. Harto quisiera dejara la ida de Ávila, para cuando yo estuviera ahí; mas pues él quiere que sea todo cruz, sea. No me deje de escribir. Esa monja, que dice tan buena, no la despida. ¡Oh si quisiera venir acá! Que querría traer algunas de allá, si pudiese. Miren, que a mi parecer no hay de qué tener pena ahora, que creo ha de hacerse todo bien.

11. No olvide de enviar esta carta a la madre priora de Medina, y que ella la envíe a la de Salamanca, y sea para todas tres. Dios me la haga santa. Yo confieso, que esta gente desta tierra no es para mí, y que me deseo ya ver en la de Promisión, si Dios es servido. Aunque si entendiese lo era más aquí, sé que me estaría de gana. El Señor lo remedie. Es hoy Domínica in albis.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

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A mi María de la Cruz, y a la supriora me encomiende. A mi María de la Cruz lea vuestra reverencia esta, todas nos encomienden a Dios.


Notas

1. Esta carta es para la misma madre María Bautista, priora de Valladolid. En ella le da cuenta de la tribulación de Sevilla, que fue la primera de las que padeció aquella casa: y nació de la flaqueza de espíritu de una novicia, la cual débil de espíritu, vino a serlo de juicio, y levantó a las religiosas de aquel santo convento muchísimos desatinos.

2. Dice en el número primero: Que no le pensaba escribir, porque no había cosa buena que decirle. Como quien dice: ¿Malas nuevas quién las da, si no lo pide la necesidad, y más a quien bien se quiere? Condena con eso la necedad de aquellos, que suelen escribir una carta muy larga, de muy mala letra, para dar una no necesaria pesadumbre.

3. Desde el número segundo hace relación de los trabajos de esta fundación de Sevilla: los cuales, como en diversas partes hemos advertido, fueron muy sensibles, porque tiró el demonio, y flechó, y asestó toda su batería al crédito de la religión, y honor de la virtud. Pero Dios ahondaba los cimientos a su exaltación, con lo mismo con que la pretendía el enemigo echar por el suelo. Sólo su divina Majestad sabe hacer honra de la afrenta, y estimación del descrédito. Yo les digo a estas monjas de Sevilla, que si no son más santas que las otras, tienen muy poca razón, habiéndose fundado su casa con más penas, y trabajos, que las otras.

4. Refiere luego los de su buen hermano el señor Lorenzo de Cepeda, recién venido de la Nueva-España. Y sin duda alguna bueno; pues el caudal que trajo de las Indias, y el de su capacidad, lo empleaba todo en edificar alcázares para Dios, que son las casas de sus esposas.

5. Advierte, que estaba retraído por esta causa. ¡Oh lo que cuestan las empresas del espíritu, y de la reformación en este mundo tirano! Al mismo tiempo que estaba retraído un devoto, se estarían paseando por Sevilla dos mil facinerosos. El escandaloso en el triunfo, y en la cadena el justo. Aun el filósofo moral gentil decía: Parva scelera puniuntur: magna in triumphis feruntur (Séneca).

El filósofo cristiano tocará cada día con las manos, que no sólo la imperfección del bueno, sino su más alta perfección, es azotada; al tiempo que la iniquidad del malo en el mundo es exaltada, y coronada. Porque no de balde previno el Señor a los justos, cuando dijo: Erce ego mitto vos, sicut oves in medio luporum (Matth. 19, v. 16). ¿Miren qué ha hecho la pobre oveja para que se la coma el lobo? Nada. Sólo la voracidad del lobo es delito de la oveja.

6. Prosigue la Santa en el número cuarto, y dice el gusto que tuvo en la tribulación, y que excedía aquel a esta. ¡Rara cosa, que en tiempo atribulado puede más el gusto interior, que no el exterior tormento! Rara cosa; pero fácil, muy justa, y en su modo necesaria.

¿Qué importa que por afuera atormenten los disgustos, si allá dentro en el alma reinan grandísimos gustos? ¿Qué importa que arda el cuerpo   —218→   de Lorenzo en vivas llamas de fuego, si está ardiendo allá dentro el alma en llamas de caridad? ¿Puede por ventura este mundo vencer en lo exterior a Dios, que está en lo interior? ¿Miren cómo no había de estar la Santa contenta con sus trabajos, si deseaba trabajos por el Señor? ¿Miren cómo no había de alegrarse de verse afrentada, y perseguida, si iba siguiendo con su cruz sobre los hombros a su Amado, afrentado, y perseguido?

7. No hallaron la alegría los Apóstoles tan patente en la resurrección del Señor, como en el ministerio de su Pasión dolorosa. Vese esto, pues al verte resucitado no dicen los Evangelistas su alegría; pero luego que los azotaron porque predicaban al Señor: Ibant Apostoli gaudentes, quoniam digni habiti sunt pro nomine Jesu contumeliam pati (Actor. 5, v. 41). Y yo creo que es, porque cuando lo veían resucitado lo tenían presente, pero no dentro de sí; mas cuando los azotaban lo tenían dentro de sí, no solamente presente: y dentro de sí el Señor alegra, y consuela más que presente, cuando lo tiene el alma fuera de sí. A esto mira el decir su divina Majestad: Cum ipso sum in tribulatione (Sal. 90, v. 15): con él estoy en la tribulación; con él, en él, dentro de él.

8. Luego dice: Que perdió el juicio la novicia. Mas me admira que tuviese que perder, la que sin juicio obró tantos desatinos. Sólo tuvo buen gusto de perderlo, porque lo perdió: No de otra cosa (dice la Santa) sino de que se salió del convento de descalzas de Sevilla. ¿Quién puede dejar de perder el juicio, de salir del puerto a la tempestad; del sosiego, a la inquietud; de la seguridad, a los peligros; de los remedios, al daño; y de salir a este mundo miserable, de un convento, paraíso de virtudes admirables, como es cada convento de Carmelitas descalzas?

9. En el número sexto pondera la Santa, qué buenas almas eran las que tenían consigo: y la priora a quien alaba, es la madre María de san José, de la cual hablaremos mucho: y es de buena medida la alabanza, pues dice, que le parece que tenía más ánimo que la Santa. ¡Rara cosa, que no alabe de perfecta, de penitente, de humilde, ni de otras virtudes, sino de animosa! Nació para capitán general santa Teresa, y fuelo en el ejército de Dios, conquistándole reinos eternos, que son almas, donde eternamente reina. ¡Qué presente tenía santa Teresa las palabras del Señor!: Regnum Cælorum vim patitur, et violenti rapiunt illud! (Matth. 11, v. 11). Verdaderamente es guerra la vida espiritual, como dice Job: Militia est vita hominis super terram (Job 7, v. 1); y así justamente pide la Santa ánimo, para vencer.

10. Añade con discreción: Yo le digo, que es extrema a aquella monja para la Andalucía. Menester es, que los desta nobilísima nación averigüen con cuidado la razón de este discurso de la Santa: porque en mi sentimiento da a entender, que es necesario más ánimo para salvarse en el Andalucía, que en Castilla la Vieja. Y sin duda nace eso de la abundancia de aquella fertilísima provincia; y para subir al cielo, desde la felicidad humana, y romper estas ligaduras, y cadenas, es menester más esfuerzo, valor, y ánimo, que para llegar, despedido del mundo, por la pobreza, trabajos, y desdichas. Y así vemos (como advierte san Agustín discretamente) que cayó Adán en las delicias del Paraíso; y se tuvo firme Job, desnudo, y herido, sobre un poco de estiércol: In stercore sedebat Job cum flueret vermibus, atque putresceret: sed melior Job vulneribus plenus in stercore,   —219→   quam Adan integer in Paradiso (D. Aug. Ser. 222, de temp. in med.).

11. En el número sétimo responde a su sobrina algunos puntos domésticos, que le escribió, y la humildad, o la buena gracia de la Santa llama consejos. Y uno de ellos es, según parece, que a su hijo del señor Lorenzo de Cepeda le llamaban don Francisco, y como entonces no andaban tan baratos los dones, como lo han andado después, sentíalo la madre María Bautista, y la Santa: porque aunque la familia era de conocida nobleza; pero querían conservar el honor antiguo, con el antiguo estilo: reconociendo con gran discreción, que no da más honor la vanidad, que la verdad: y que la mayor estimación no depende de que se tomen los títulos, sino de que se merezcan.

La Santa con grandísima gracia, confesando que lo siente dice: Que no tiene remedio, porque en el ejemplar de otro primo hallaron esta dificultad; y que ya en Ávila no había otra cosa; que en las Indias llamaban así a los que tenían vasallos. Llamaban en aquel tiempo vasallos a los indios encomendados, aunque realmente no tenían en ellos jurisdicción, sino que sólo les pagaban tributo: y el señor Lorenzo de Cepeda, por sus señalados servicios, y los de sus hermanos, era encomendero del Perú. Y con todo eso, sobre una calidad conocidamente noble, y tantos méritos, y puesto tan relevante, que lo es en aquellas provincias, embarazaba a la humildad de la Santa el mudar estilo, por no ser de aquellos tiempos. ¡Cuán delgadamente discurren los santos a la perfección, y a la modestia!

12. En el número octavo vuelve a alabar la Santa a su hermano, de quien debía estar más enamorada por bueno, que por hermano, porque el parentesco de la gracia, es más estrecho que el de la naturaleza.

13. Luego en el número nono la desengaña de lo que le había dicho Padilla, de que era visitador (habla del licenciado Juan de Padilla, sacerdote de conocida virtud, y tan celoso de la reforma de las religiones, que se la encomendó el señor rey Felipe II, poco antes que saliese a luz la del Carmen) y le pide que temple el disgusto de la burla, por la fineza, con que les asiste. Como quien dice: El amor, y los servicios son de veras; la condición de burlas: perdonar se debe la condición, por el amor.

14. Es trabajo ordinario de la injusta correspondencia beneficios por un disgusto, cuando sólo habían de perderse, o recompensarse con diez injurias. Pero somos hombres más fáciles a la ira, que al reconocimiento.

15. Acaba luego este número con una razón consolatoria substancialísima, diciendo: Con todo eso ayuda mucho, y te debemos mucho. No hay nadie sin falta, ¿qué quiere? Como quien dice: Si no hemos de pagar los beneficios por las faltas, no habiendo nadie sin faltas, nunca llegaría el caso de ser agradecidas a los beneficios. Andaríamos siempre ingratas, e inquietas: ingratas, con el olvido de los beneficios; e inquietas, con el disgusto de las faltas. Con esto les enseña dos excelentes virtudes prácticas. La una, el amor a lo bueno: la otra, la paciencia en lo defectuoso: porque si hemos de vivir con quien no tiene faltas, es   —220→   menester salirse del mundo. Finalmente es como si dijera: Nemo sine crimine vivit. Es menester sufrirnos unos a otros, para que arda, y no se apague la caridad en los unos, ni en los otros.

16. La señora que nombra aquí doña María, es doña María de Mendoza, patrona del convento de Valladolid. Casilda, es la madre Casilda de san Ángelo, religiosa de gran virtud, del convento de Valladolid. El padre fray Domingo, es fray Domingo Báñez, confesor de la Santa, que por este tiempo era rector en el colegio de san Gregorio de Valladolid, como consta de la carta XIX.

Luego dice: Que pues todo quiere Dios que sea cruz, sea: como quien tan bien sabía, que el camino real del cielo, y el seguro es el de la cruz.






ArribaAbajoCarta XLVIII

A la madre priora, y religiosas de la Concepción de Valladolid


Jesús, María, José

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, madre mía, y con todas esas mis queridas hermanas. Quiéroles traer a la memoria, que desde que se hizo esa casa, nunca las he pedido, que reciban monja de balde, que me acuerde, ni cosa que sea de mucho tomo. Lo que no ha sido en otras: porque en algunas se han tomado; y con ser de balde, no por eso están peor, sino las mejor libradas. Ahora las quiero pedir una cosa, que están obligadas a hacer por el bien de la Orden, y otras algunas causas: y con ser para su provecho, lo quiero yo tomar a mi cuenta, y ellas la hagan de que me lo dan a mí: porque estoy con mucho cuidado de que no se pierda por falta de dineros, lo que para el servicio de Dios tanto importa, y para nuestro descanso.

2. Por esas cartas de Roma, que son de un padre Descalzo, que ha llegado allá, prior del Calvario, verán la priesa que da por doscientos ducados. Entre los Descalzos, como no hay una cabeza, no pueden hacer nada. Para fray Juan de Jesús, y el prior de Pastrana, que también son idos allá, aunque no sé si han llegado, pudieron tan poco, que sin lo que yo les di, llevaron de Veas ciento y cincuenta ducados. Harto merced es de nuestro Señor, que en algunas de nuestras casas se pueda remediar esta necesidad: pues en fin es una vez en la vida. De Madrid me escribe el padre Nicolao, que ha hallado una persona, que por hacerle gran honra, tomará estos doscientos ducados de los del dote de la hermana María de San José, conque desa casa se envíe carta de pago; y que aunque tarde en cobrarlos, se contenta con esto. Yo lo he tenido a gran dicha, y ansí   —221→   les pido por caridad, que en llegando esta, llamen a un escribano, y dé fe de cómo ésta profesa, de manera que sea muy válida: porque sin esto no se puede hacer nada, y me la envíen luego con la carta de pago. No ha de venir junto, sino cada cosa de por sí. Ya ven lo que importa la brevedad.

3. Si les parece que es mucho; y que ¿por qué no dan todas las casas? Les digo, que cada una hace como la posibilidad tiene. La que no puede dar nada, como esta, no da nada. Por eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unas a otras; pues lo que es de uno, es de todos: y harto da, el que da todo cuanto puede. Cuanto más que son tantos los gastos, que se quedarían espantadas. La hermana Catalina de Jesús lo puede decir: y si no lo proveen las casas, yo no lo puedo ganar, que estoy manca; y harto más siento andarlo a allegar, y a pedir: cierto que me es un tormento, que sólo por Dios se puede sufrir.

4. Sin esto he de allegar doscientos ducados, que tengo prometidos a Montoya el canónigo, que nos ha dado la vida. Y plegue a Dios que baste, y que se acabe con esto; que harta misericordia es, que sean los dineros parte, para tanta quietud. Esto que he dicho es cosa forzosa. Lo que ahora diré, es a su voluntad, y lo que me parece es razón, y será agradable a Dios, y al mundo.

5. Ya sabe, que la hermana María de san José recibieron ahí, por su hermano nuestro padre Gracián, de balde. Su madre, como tiene harta necesidad, detuvo su entrada ahí, hasta negociar esos cuatrocientos ducados, según he sabido; que pensó, que la caridad que habían hecho al padre Gracián, fuera adelante, y remediarse ella con eso, que como digo, tiene bien en que lo emplear. Ahora no me espanto haya sentido la falta: y es tan buena, que con todo no acaba de agradecer la caridad, que se le ha hecho. Los cien ducados, ya sabe vuestra reverencia por la carta que le envié del padre maestro Gracián, que dice se descuente de lo que gastó su madre con ella: por donde la carta de pago ha de venir de trescientos ducados. De la legítima hagan poco caso: porque todo lo que tienen son partidos del rey, y no renta: y en muriendo el secretario, quedan sin nada. Y cuando algo quedase, son tantos los hermanos, que no hay que hacer caso dello, y ansí me lo escribió ella después: no sé si guardé la carta; si la hallare, enviarela. En fin la carta de pago por lo menos ha de ir de los trescientos ducados.

6. Lo que digo yo se hiciera bien, si fuese de todos cuatrocientos, que no por eso dejará de enviar los otros ciento, cuando se cobren. Y si no los enviare, bien merecidos los tiene en los tragos que ha pasado por su hijo, estos, y otros, que han sido terribles, desde que anda en estas visitas (dejado lo que se debe a nuestro padre Gracián) que de cuantas se   —222→   han tomado en esta Orden de balde, mucha más razón es, que se haga algo por él.

7. Con la que está en Toledo, ni cama, ni ajuar, ni hábito, ni otra cosa ninguna pidieron las monjas, ni se lo dio. Y harto de buena gana tomaran la otra hermana (si quisiera entrar) desta suerte: porque les ha dado Dios tales condiciones, y talentos, que la querrían más que a otra con dote. En estos cien ducados ya digo que hagan lo que les pareciere; en lo demás no se puede hacer otra cosa: porque la necesidad es mucha.

8. Lo que se ha de hacer, acabados los negocios es, que se mirará lo que cabe a cada casa, y se tornará a las que hubieren dado más, su dinero: y ansí hará a esa. Socorrámonos ahora como pudiéremos.

A la madre priora pido que no se pierda por ella lo que esas hermanas quisieren hacer: que estoy muy confiada, que no son ellas menos hijas de la Orden, que las demás, que hacen lo que pueden. Dios las haga tan santas, como yo se lo suplico. Amén.

9. En todo caso lea esta la hermana Catalina de Jesús a todas, porque me pesara mucho si se come nada della: y esotras cartas de Roma, que van aquí.

Su sierva.

Teresa de Jesús.


Notas

1. El sobrescrito de esta carta dice así: A la madre priora, hermanas, y hijas mías del monte Carmelo en el monasterio de Valladolid. La priora era la madre María Bautista, sobrina de la Santa: y los doscientos ducados, que pide a las religiosas del dote de la hermana María de san José (que fue hermana del padre fray Gerónimo Gracián) fueron para los negocios de la reforma; en especial del Breve de la separación, que estaba solicitando en Roma el padre fray Pedro de los Ángeles, prior del Calvario, como la Santa dice en el número segundo.

2. En el cuarto dice una razón muy discreta: Que harta misericordia es, que sean los dineros parte para tanta quietud. Como si dijera: ¡Que con doscientos ducados redima yo mi inquietud! ¿Por ventura no es barato dar el dinero, que no importa, por lo que tanto me importa? ¿No es barato ponerme en estado con dinero (que sólo es bueno empleado) que yo me emplee en el servicio de Dios? Darme a Dios, con dar al mundo el dinero, ¿no es barato?

3. En esta carta se ve, que la Santa, no sólo con su doctrina, con su espíritu, con su ejemplo, con sus consejos, y discreciones; sino con el dinero de sus descalzas, y conventos, hizo la reforma santa de los Descalzos: y que si ellos son sus padres, pero también son sus hijos; y que el cuidado que ponen en guiarlas, y gobernarlas tan santamente, no es dado, sino debido; y que por un camino admirable, y un milagro grandísimo de la Santa, se ve en el mundo un prodigio nunca oído, que   —223→   sean los hijos padres de sus mismas madres; pues ellas con la Santa primero los engendraron en Cristo, y ahora ellos tan santamente, como a hijas espirituales, las guían, las enseñan, y gobiernan, para llevarlas a Cristo.

4. También es notable el modo de la elocuencia con que persuade la Santa en su carta este intento del socorro por el bien universal, por el particular, por la honra, por la quietud, por el ejemplo, por la deuda, por la obligación, por la paga. No podía mejor ni Demóstenes, ni Tulio perorar en la materia. ¡Rara fue en todo la Santa!

5. En el número quinto aboga la Santa por una hermana del padre Gracián, para que se le minorase el dote; y todo ello con grandísima gracia, y afecto.

Pondera primero la necesidad de doña Juana de Antisco, noble, y virtuosa señora. ¿Cuándo no ha sido grande la necesidad en la nobleza, y la virtud? Porque no quiere Dios darlo todo a una mano; los nobles se consuelen con su estimación, con su dinero los ricos.

Añade: Que tenía muchos hijos. Como quien dice: A quien tiene muchos hijos nunca le basta el caudal.

6. Dice: Que hagan poco caso de la legítima de la novicia, porque todo depende de partidos del rey. Como quien dice: En acabando el ministerio, se acaba el partido, y la renta; y comienza, y queda en pie la necesidad.

Esto sucede más fácilmente cuando los reyes son justicieros, y los ministros rectos, como lo fue este gran secretario del señor rey Felipe II, a quien dice que su majestad llamaba su ángel. Y sería no sólo por la virtud, e ingenio, que lo tuvo grande, sino porque tendría poca carne, y sangre en el ministerio. Murió intempestivamente cortando todas las esperanzas de su casa.

7. Pondera también la Santa, para minorar el dote, los tragos que aquella virtuosa señora, madre del padre Gracián pasó por su hijo: Que han sido (añade) terribles. Como quien dice: El hijo padecía por la religión; la madre en lo que el hijo penaba: ¿no es buen dote tantas penas padecidas por la religión?

8. Pasa a ponderar, que aunque no halló tan buen expediente en Valladolid esta señora, como en Toledo; con todo eso era tan buena, que no acababa de encarecer la caridad, que le habían hecho en Valladolid. Cómo se conoce que era noble, virtuosa, discreta, pues ofrecía el reconocimiento, por lo que otra diera sentidísimas las quejas.

9. Finalmente en todo este número se conoce el agradecimiento de la Santa a los méritos grandes del padre Gracián, y cuán acertado fue el juicio, que hizo de ella la congregación de señores cardenales en su canonización, asentando todos, por el discurso de su vida, que entre todas sus virtudes resplandeció en santa Teresa el agradecimiento sumo a sus bienhechores. Y así no hay sino embarcarse en la devoción de esta agradecida santa, y servirla, y amarla en sus hijos, y en sus hijas, y lo que es mejor que todo, imitarla en sus virtudes.





  —224→  

ArribaAbajoCarta XLIX

A la madre priora de las Carmelitas descalzas de Malagón


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia, hija mía. Bendito sea Dios, que han llegado acá cartas suyas, que no las deseaba poco: y en esto veo, que la quiero más que a otras muy parientas, y siempre me parece me escribe corto. Heme consolado mucho que tenga salud: désela el Señor, como yo le suplico. Harta pena me da tener ese tormento siempre, para ayuda a los que trae el oficio consigo, porque me parece es tan ordinaria ahora esa enfermedad, que ha menester mucho remedio. El Señor dé el que conviene.

2. ¡Oh madre mía, cómo la he deseado conmigo estos días! Sepa, que a mi parecer, han sido los mejores de mi vida, sin encarecimiento. Ha estado aquí más de veinte días el padre maestro Gracián. Yo le digo, que con cuanto le trato, no he entendido el valor deste hombre. Él es cabal en mis ojos, y para nosotras, mejor que lo supiéramos pedir a Dios. Lo que ahora ha de hacer vuestra reverencia y todas, es, pedir a su Majestad que nos le dé por perlado. Con esto puedo descansar del gobierno destas casas; que perfección con tanta suavidad, yo no la he visto. Dios le tenga de su mano, y le guarde, que por ninguna cosa quisiera dejar de haberle visto, y tratado tanto. Ha estado esperando a Mariano, que nos holgábamos harto tardase. Julián de Ávila está perdido por él, y todos. Predica admirablemente. Yo bien creo está muy mejorado de cuando ella le vio; que los grandes trabajos le habrán aprovechado mucho. Ha rodeado el Señor las cosas de suerte, que yo me parto el lunes que viene con el favor de Dios a Sevilla. Al padre fray Diego escribo más particularmente el cómo.

3. El fin es, que está esta casa en Andalucía: y como el padre maestro Gracián es provincial della, heme hallado su súbdita sin entenderlo, y como a tal me ha podido mandar. Ayudó, que ya estábamos para ir a Caravaca, que había dado el Consejo de Órdenes licencia, y viene de suerte, que no valió nada, y ansí se ha determinado se haga luego lo de Sevilla. Harto me consolara llevarla conmigo; mas veo es perderse esa casa dejarla ahora, con otros inconvenientes.

4. Pienso que antes que torne por acá el padre maestro, la verá; que lo ha enviado a llamar el Nuncio, y cuando ésta llegue estará en Madrid. Yo estoy con harta más salud que suelo, y lo he estado por acá.

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¡Cuán mejor verano tuviera con vuestra reverencia que en el fuego de Sevilla! Encomiéndenos al Señor, y dígalo a todas las hermanas, y deles mis encomiendas.

5. Desde Sevilla habrá más mensajeros, y nos escribiremos más a menudo; y ansí no más de que al padre rector, y al licenciado dé mis encomiendas mucho, y les diga lo que pasa, y que me encomienden a Dios. A todas las hermanas me encomiendo. Él le haga santa. Es hoy día de la Ascensión. San Gerónimo se le encomienda. Va a Sevilla, con otras cinco de harto buenos talentos, y la que va para priora harto para ello.

De vuestra reverencia sierva.

Teresa de Jesús.

6. No sé para qué se da tanta priesa para que haga profesión Juana Bautista. Déjela un poco más, que harto moza es. Y si le parece otra cosa, y está contenta della, hágalo; mas no me parecería mal que la probase más, que me pareció enferma.


Notas

1. Esta carta la escribió la Santa en el convento de Veas, donde vio la primera vez al padre fray Gerónimo Gracián, como ella misma refiere en el libro de sus fundaciones. En ella sólo hay que notar: en el número primero, el amor grande con que trata a sus hijas, que es la levadura de todo el gobierno, y el unto con que corre, sin gemir, el carro de la vida regular.

2. En el número segundo, las aprobaciones del padre maestro fray Gerónimo Gracián, sin otras muchas como ellas, que dijo la Santa dél.

3. En el tercero trata de la fundación de Sevilla, seminario de tribulaciones; y por consiguiente, de merecimientos, y coronas.

4. En el sexto, puestos los inconvenientes de que profesa una santa religiosa tan apriesa, deja a su discreción de la priora la profesión, con gran prudencia; porque siempre se ha de fiar, de quien tiene la materia presente, que escogerá lo mejor.






ArribaAbajoCarta L

A la madre priora, y religiosas del convento de san José del Salvador de Veas


Jesús, María, José

1. Abrasen las almas de mis amadas hijas del convento de Veas. Después que salí, no he tenido un punto de descanso. Sea mi Dios alabado.   —226→   Por cumplir con lo que vuestra reverencia, mi madre priora, me mandó, y por consuelo de esas mis hijas, digo: que algo después que llegué a casa de la señora doña María Fajardo, me dio tan gran dolor por todo el cuerpo, que parecía que se me arrancaba el alma. Mas con todo esto me consolé mucho con ver a mi lado al glorioso san José, que lile consoló, y me dio ánimo para ir a cumplir la obediencia.

2. Hijas, mañana me partiré sin falta ninguna, aunque sé que el demonio lo siente mucho que vaya a donde voy; porque le quitaré la presa de dos almas, que las tiene asidas, y han de ser de servicio de la Iglesia.

3. Por tanto, mis hijas, acudan a Dios con sus oraciones, que me ayuden en esta ocasión; y procure mi madre priora, que dé el hábito para el jueves que viene a la hija del doctor; que lo que falta de dote, lo suple su virtud. Y le encomiendo esas enfermas. Regálelas mucho; y crea, mi madre, que el día que le faltaren enfermas, le faltará todo. A las hermanas, que comulguen por mí todo este mes, que soy mala: y mire que las engaño, no me crean. Mi compañera va enferma de los ojos, que lo siento mucho. Ahí las envío ese regalo de frutas, para que se alegren el jueves con la nueva hermana. Llámese María de san José. Dios las haga tan santas como deseo. De casa de doña María Fajardo. Hoy lunes, 6 de agosto.

Teresa de Jesús.


Notas

l. Bien particular es esta carta, señaladamente en lo que dice el número primero: Que san José le asistía al ir a donde iba (que era a Toledo, como se dirá en otra parte). Y luego: Que lo sentía el demonio, porque había de quitarle dos almas, que tenía por suyas. Todavía creo yo que no lo sentía sólo por estas dos almas, porque son innumerables las que en cada ciudad, y pueblo le ha quitado la Santa con el ejemplo, edificación, y espíritu de las casas de Carmelitas descalzos, y descalzas.

2. Pide oraciones; porque para ninguna cosa importa tanto, como para la conversión de las almas. Todo puede estar sujeto a nuestro cuidado; pero el mudar los corazones, y el hacerlos suyos, sólo depende de Dios: y así es menester orar para alcanzar, y pedir para poder conseguir.

3. Encárgales las enfermas, como quien había estado enferma, y como quien estaba enferma en cada una de sus enfermas. Como lo decía de sí mismo el Apóstol de las gentes: Quis infirmatur, et ego non infirmor? (2, Cor. 11, v. 29). Y dice una máxima notable: Créame, madre, que el día que le falten enfermas, le falta todo.

4. No es esto de lo fácil de entender: y es muy bueno, y muy bien dicho, pues que lo dijo la Santa. Si lo decía, porque es tan común, y natural el vivir enfermos los cuerpos humanos, que decirles: Falta todo   —227→   donde no hay enfermos, es decir: Faltan hombres, si no hay hombres enfermos en los conventos de religiosos; faltan mujeres, si no hay mujeres enfermas en los conventos de monjas. No creo que fue este el intento de la Santa, aunque en nuestra debilidad, y miseria, y lo sujetos que estamos a diversas enfermedades, bien se podía entender de esta manera; pero es violentar su inteligencia.

5. Fue acaso, porque conocía los riesgos de la salud, y quería achacosas a sus hijas en el cuerpo, para curarlas, y asegurarlas de las dolencias del alma. Posible es eso, porque de San Bernardo, prodigio de santidad, y prudencia, se asegura, que fundaba sus conventos en partes húmedas; porque a la penitencia voluntaria se añadiese con las enfermedades esta penitencia necesaria: y como quien ata al león con la cuartana, viviese atado de la enfermedad el cuerpo, y estuviese más atento a dejar lo que se acaba, y a adorar lo que se busca.

San Pablo en lo literal parece que se gloriaba en sus enfermedades: Libenter gloriabor in infirmitatibus meis (2, Cor. 12, v. 9); porque veía que suele el Señor andar bien hallado, y bien servido con los enfermos, mucho más que con los sanos.

6. Todavía yo creería, que no desea la Santa enfermas a sus hijas, sino sanas: y por lo que decía esto a la madre priora de Veas sería, porque tendría muchas enfermas en casa, y quejábase la pobre de verse sin regalo, y con enfermas, y con ellas habría de hacer mil faltas. Y dice la Santa: En faltando enfermas, falta en qué ejercitar la caridad, y falta todo en faltando el santo ejercicio de la caridad: falta en qué ejercitar la paciencia; y falta todo, si no crece, y se ejercita la paciencia. Como si dijera: Tenga, hija, caridad con las enfermas, y agradezca que hay enfermas, para escitar, y tener la caridad. Tenga, hija, paciencia con las enfermas, y agradezca que hay enfermas, para ejercitarse en la paciencia.

Diría la pobre priora: Madre, ya tengo la caridad, pero me falta el socorro. Entonces la Santa le diría: Pues tenga paciencia con caridad, que para tener caridad no es menester el regalo, basta tener la paciencia, y con ella arderá en la caridad.

7. Luego les envía fruta de su caridad, y pone a la religiosa el nombre de María, y de José. Presto pagó al santo la asistencia que le hizo (y se refiere en la carta) y a la Virgen, dándole buenas hijas en aquel santo convento.






ArribaAbajoCarta LI

A las religiosas Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestras caridades, hermanas, y hijas mías. Sepan que nunca tanto las amé, como ahora: ni ellas jamás han tenido tanto en qué servir a nuestro Señor, como ahora, que   —228→   hace tan gran merced, que puedan gustar algo de su cruz, con algún desamparo del mucho que su Majestad tuvo en ella (Matth. 27, v. 46, Marc. 15, v. 34). Dichoso el día en que entraron en ese lugar, pues les estaba aparejado tan venturoso tiempo. Harta envidia las tengo. Y es verdad, que cuando supe todas esas mudanzas (que bien encarecidamente se me significó todo, y que les querían echar desa casa, con otras algunas particularidades) que en lugar de darme pena, me dio un gozo interior grandísimo, de ver, que sin haber pasado la mar, ha querido nuestro Señor descubrirles unas minas de tesoros eternos, con que espero en su Majestad, han de quedar muy ricas, y repartir con los que por acá estamos; porque estoy muy confiada en su misericordia, que las ha de favorecer a que todo lo lleven sin ofenderle en nada: que de sentirlo mucho, no se aflijan, que querrá el Señor darles a entender, que no son para tanto como pensaban, cuando estaban tan deseosas de padecer.

2. Ánimo, ánimo, hijas mías. Acuérdense, que no da Dios a ninguno más trabajos de los que puede sufrir: Fidelis autem est Deus, qui non patietur vos tentari supra id quod potestis (1, Cor. 10, v. 13); y que está su Majestad con los atribulados: Cum ipso sum in tribulatione (Sal. 90, v. 15). Pues esto es cierto, no hay que temer, sino esperar en su misericordia, que ha de descubrir la verdad de todo: y que se han de entender algunas marañas, que el demonio ha tenido encubiertas, para revolver: de qué yo he tenido más pena, que tengo ahora de lo que pasan.

3. Oración, oración, hermanas mías: y resplandezca ahora la humildad, y obediencia, en que no habrá ninguna que más la tenga a la vicaria que han puesto, que vuestras caridades, en especial la madre priora pasada. ¡Oh qué buen tiempo, para que se coja fruto de las determinaciones que han tenido de servir a nuestro Señor! Miren que muchas veces quiere probar, si conforman las obras con ellas, y con las palabras (Matth. 8, v. 26; Marc. 4, v. 39; Luc. 8, v. 24). Saquen con honra a los hijos de la Virgen, y hermanos suyos en esta gran persecución, que si se ayudan, el buen Jesús las ayudará: que aunque duerme en la mar, cuando crece la tormenta, hace parar los vientos. Quiere que pidamos: y quiérenos tanto, que siempre busca en qué nos aprovechar. Bendito sea su nombre para siempre. Amén. Amén. Amén.

4. En todas estas casas las encomiendan mucho a Dios: y ansí espero en su bondad, que lo ha de remediar presto todo. Por eso procuren estar alegres, y considerar, que bien mirado, todo es poco lo que se padece por tan buen Dios, y por quien tanto pasó por nosotras, que aún   —229→   no han llegado a verter sangre por él. Entre sus hermanas están, y no en Argel. Dejen hacer a su Esposo, y verán como antes de mucho se traga el mar a los que nos hacen la guerra, como hizo al rey Faraón (Exod. 14, v. 28), y dejará libre su pueblo, y a todos con deseo de volver a padecer, según se hallarán con ganancia de lo pasado.

5. Su carta recibí, y quisiera no hubieran quemado lo que tenían escrito; porque hubiera hecho al caso. Las mías que se dieron, se pudiera excusar, según dicen los letrados de por acá; mas poco va en ello. Pluguiera a la divina Majestad, que todas las culpas cargaran sobre mí, aunque las penas de los que han padecido sin culpa, harto han cargado.

6. Lo que me ha dado mucha, fue venir en el proceso de la información, que ahí hizo el padre provincial algunas cosas, que sé yo que son grande falsedad, porque estaba yo entonces ahí. Por amor de nuestro Señor se miren mucho, si por miedo, o turbación alguna lo dijo; porque cuando no hay ofensa de Dios, todo es nada; más mentiras, y en perjuicio, mucho me ha lastimado. Aunque no acabo de creerlo, porque saben todos la limpieza, y virtud, con que el padre maestro Gracián trata con nosotras, y lo mucho que nos ha aprovechado, y ayudado a ir adelante en el servicio de nuestro Señor. Y pues esto es, aunque las cosas sean de poco tomo, es culpa levantarlas. Adviértanselo por caridad a esas hermanas: y quédense con la santísima Trinidad, que sea en su guarda. Amén.

7. Todas estas hermanas se les encomiendan mucho. Están esperando cómo cuando se acaben estos nublados lo ha de saber relatar todo la hermana san Francisco. A la buena Gabriela me encomiendo, y pido esté muy contenta, y que traigo muy presente la aflicción que habrá tenido en ver tratar ansí a la madre san José. A la hermana san Gerónimo he lástima, si sus deseos son verdaderos; y si no, habríasela más que a todas. Es mañana víspera de nuestra Señora de la Candelaria.

8. El señor García Álvarez quisiera harto más hablar, que escribir; y porque no puedo decir lo que querría por letra, no escribo a su merced. A las demás hermanas, que osaren decir desta, mis encomiendas.

Indigna sierva de vuestras caridades.

Teresa de Jesús.


Notas

1. Esta carta es de las más santas, y fervorosas, elocuentes, y espirituales que hay en este Epistolario; y tal, que es lástima deslucirla con las notas: y así no la notaré, porque toda ella es notable, conque le sobran las notas.

  —230→  

2. Sólo en el hecho advierto, que la escribió cuando acabó de quitar a la madre priora María de san José el provincial de los Calzados, y puso vicaria a su propósito, y hizo las informaciones contra el padre Gracián, y la Santa, y otras religiosas, de que se habla en la carta primera, núm. 1, y en sus notas, núm. 1. Y en la carta tercera, núm. 5, 6 y 7, y en sus notas, núm. 5. Y en la carta decimoséptima, núm. 4, y en sus notas, núm. 3. Y después todo se halló ser apasionado, y venció (como aquí lo profetiza la Santa) la verdad a la calumnia.

3. Entre otras razones admirables para consolarlas, es excelente la que dice: Aún no han llegado a verter sangre por su Esposo. Con esta medida en la mano hemos de cotejar nuestros trabajos.

4. ¿De qué te quejas, alma? ¿Te han dado de bofetadas por Cristo? ¿Te han dado, atado a una columna, cinco mil, y más azotes? ¿Te han coronado de espinas? ¿Te han clavado en una cruz? Pues todo esto era nada si lo hicieras, y padecieras por quien todo esto hizo por ti. Porque tú hacías lo que debías, y Dios hizo por ti lo que no debía, y que tú solo debías. Tú eras deudor destas penas, y Dios pagó ajenas deudas, y culpas con sus penas. Dios hizo por ti enamorado, lo que tú debes por tus pecados, contrito, humillado, y obligado.

Finalmente esta carta, o se ha de comentar, o no la hemos de tocar; y pues no puede ser en las notas lo primero, es menester que escojamos lo segundo.






ArribaAbajoCarta LII

A las mismas religiosas Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestras caridades, hermanas, y hijas mías. Con sus renglones me consolé mucho, y quisiera harto responder a cada una por sí largo; mas el tiempo me falta, porque las ocupaciones me embarazan, y ansí perdonarán, y recibirán mi voluntad. Harto me consolara de conocer a las que han profesado, y entrado ahora. Sea mucho en horabuena el estar desposadas con tan gran Rey. Plegue a su Majestad las haga tales como yo deseo, y le suplico, para que en aquella eternidad, que no tiene fin, se gocen con él.

2. A la hermana Gerónima, que se firmó del Muladar, digo, que plegue Dios no sea en sólo la palabra esa humildad. Y a la hermana Gabriela, que recibí el san Pablo, que era muy lindo; y como se parecía a ella en lo chiquito, me cayó en gusto. Espero en Dios la ha de hacer grande en su acatamiento. A la verdad a todas parece quiere su Majestad mejorarlas de las de por acá, pues las ha dado tan grandes trabajos, si no lo pierden por su culpa. Sea por todo lo alabado, que tan bien han acertado en su elección. Harto consuelo ha sido para mí.

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3. Hallamos por acá por experiencia, que la primera, que pone el Señor en una fundación por mayor, parece la ayuda, y da más amor con el provecho de la casa, y con las hijas, que a las que vienen después: y ansí aciertan a aprovechar las almas. De mi parecer, mientras no hubiere cosa muy notable en la perlada que comienza, de mala, no la habían de mudar en estas cosas; porque hay más inconvenientes de lo que ellas podrán entender. El Señor les dé luz, para que en todo acierten a hacer su voluntad. Amén.

4. A la hermana Beatriz de la Madre de Dios, y a la hermana Margarita pido yo lo que antes de ahora he rogado a todas, que no traten más de cosas pasadas, si no fuere con nuestro Señor, o con el confesor, para que si en algo anduvieron engañadas, informando no con la llaneza, y caridad, que Dios nos obliga; que se miren mucho para tornar a tratar con claridad, y verdad. Lo que fuere menester satisfacción, que se haga, porque si no andarán desasosegadas, y nunca dejará el demonio de tentar. Como tengan contento al Señor, no hay que hacer ya caso de todo: que el demonio ha andado tal, rabiando, y procurando, que estos santos principios no fuesen adelante, que no hay que espantar, sino del mucho daño, que no ha hecho en todas partes.

5. Hartas veces permite el Señor una caída, para que el alma quede más humilde. Y cuando con rectitud, y conocimiento torna, va después aprovechando más en el servicio de nuestro Señor, como vemos en muchos santos. Ansí, que mis hijas, todas lo son de la Virgen, y hermanas, procuren amarse mucho unas con otras, y hagan cuenta que nunca pasó. Con todas hablo.

6. Yo he tenido más particular cuidado de encomendar a Dios a las que piensan me tiene enojada, y mas he estado lastimada, y lo estaré, si no hacen esto, que por amor del Señor se lo pido. A mi querida hermana Juana de la Cruz he traído muy delante de los ojos, que la figuro ha andado siempre mereciendo. Y que si tomó el nombre de Cruz, le ha caído buena parte; que me encomiende a nuestro Señor: y crea por sus pecados, ni los míos (que son harto mayores) no diera a todas la penitencia. A todas vuestras caridades pido lo mesmo, y que no me olviden en sus oraciones, que me lo deben mucho más que las de por acá. Hágalas nuestro Señor tan santas, como yo deseo. Amén. Año de 1580.

De vuestras caridades sierva,

Teresa de Jesús, Carmelita.

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Notas

1. Esta carta la escribió la Santa dos años antes de su muerte, después de la última tempestad de Sevilla. Conócese en que la firmó año de 1580 y murió el de 1582.

2. Dales la enhorabuena de la prelada que han elegido, que fue la madre María de san José, restituida a su oficio, después de las batallas, y tribulaciones pasadas.

3. En el número primero insinúa, que la escribieron todas juntas, y a cada una ponía su renglón. Y porque la hermana Gerónima se firmó: Gerónima del Muladar, por humildad, por que no se desvanezca de este acto heroico, dice la Santa en el número segundo: Que ruega a Dios, que no sea sólo en el nombre la humildad.

4. ¿Pues desvanecimiento puede haber en humillarse? ¿Puede haberlo, y bajarse el religioso, y la monja, y el obispo humilde a besar, y abrazar el muladar, y levantarse soberbio muladar? ¡Santo Dios! ¿Qué también en el remedio se puede criar el daño? Sí. Tan grande es nuestra miseria, que si Dios no nos tiene de su mano al ejercitar la humildad, podremos criar en la humildad la soberbia, y ser humildes soberbios, por parecerme que soy humilde más que los otros. ¿Soy más humilde? Luego más santo que los demás. ¿Más santo? Luego los demás andan del todo perdidos. Veis aquí que entró en la humildad publicano, y acabó con soberbia fariseo. Veis aquí, que se bajó humilde hasta el muladar, y se levantó del muladar, muladar. Veis aquí hecha esta humildad muladar.

Por eso la Santa con alto espíritu a aquella humilde hija suya la levantó humilde del muladar en las obras, por que no se quedase sin obras, soberbia en el mismo muladar.

5. A la hermana Gabriela, que le envió una figura de san Pablo muy pequeña, y ella lo debía de ser también, la nota de esto con donaire; y luego pide a Dios, que la haga grande en la virtud, pasando la gracia del donaire a la gracia de las almas. Y no es mal camino en este mundo ser pequeña, para ser en la eternidad muy grande.

6. A la madre priora, con gran discreción (con el ejemplo de lo que les sucede a las demás, que es darles grande amor a sus hijas en siendo prioras) la exhorta, que tenga con sus hijas el amor que se halla en las demás.

7. Para hacer la priora perfecta, basta que la priora ame a sus hijas. Por eso el Señor no examinó en la fe a san Pedro al ponerle la tiara en la cabeza, ni en la esperanza, ni en la paciencia, ni otra virtud alguna, sino en la caridad, diciendo, y preguntando: Amas me plus his? (Joan. 21, v. 15): ¿Amasme más que estos? Porque si él tenía caridad, y amaba, él tendría fe, y esperanza, y paciencia, y todas las virtudes, que van con la caridad.

8. De allí parece que pasa la Santa a que se amen unas a otras, y se olvide lo pasado: y si han tenido algún disgusto, se perdonen. Y añade: A todas digo: Omnibus dico. A todas, porque todas son sus hijas: a todas, porque a todas amó, como a hijas: a todas, porque aunque no todas   —233→   obrarán igualmente, a todas en su proporción amó igual, y ardientemente.

9. Añade: Que se olvide lo pasado, y que sólo con Dios, y su confesor lo traten. Esto es: beban las aguas del Leteo, que se bebían antiguamente, cuando se acababan las discordias, y se establecía la paz. Y si esto hacían los gentiles, ¿cuánto mejor los cristianos? Y si los cristianos, ¿cuánto mejor las esposas de un Dios tan perdonador?






ArribaAbajoCarta LIII

A la madre María de san José, priora de las Carmelitas descalzas del convento de san José de Sevilla


Jesús

1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra reverencia. ¡Oh cómo quisiera escribir muy largo! Sino que como escribo otras cartas, no tengo lugar. Al padre fray Gregorio he dicho escriba largo de todo el camino. El caso es, que hay poco que contar, porque venimos muy bien, y no con mucha calor; y llegamos buenos, gloria a Dios, el segundo día de Pascua. Hallé a la madre priora mejor, aunque no está del todo buena. Tenga mucho cuidado de que le encomienden a Dios. Holgádome he mucho con ella. Por caridad la pido, que me escriba por todas las vías que pudiere, para que yo sepa siempre cómo están. Encomiéndeme mucho a García Álvarez, y díganos del pleito, y de todo, y más de nuestro padre, si ha ya llegado.

2. Yo le escribo muy encargado, que no consienta coma ahí ninguna persona. Mire que no haga principio, si no fuere para él, que tiene tanta necesidad, y se podrá hacer sin que se entienda. Y ya que se entienda, hay diferencia de un perlado a súbdito; y vanos tanto en su salud, que todo es poco lo que podemos hacer. La madre priora enviará algún dinero con el padre fray Gregorio para esto, y lo que se ofreciere haber menester, que de veras le quiere mucho, y ansí lo hace de gana. Y es bien que él entienda esto: porque yo le digo, que ternán poca limosna, y que ansí podrá ser que se queden sin comer, si lo dan a otros. Yo deseo mucho, que ellas no tengan inquietud en nada, sino que sirvan mucho a nuestro Señor. Plegue a su Majestad que sea ansí como yo se lo suplico. A la hermana san Francisco, que sea buena historiadora, para lo que pasare.

3. Como venía desa casa, háseme hecho esta peor. Trabajo harto tienen aquí estas hermanas. Teresa ha venido, especial el primer día,   —234→   bien tristecilla: decía, que de dejar a las hermanas. En viéndose acá, como si toda su vida hubiera estado con ellas, de contento casi no cenó aquella noche que venimos. Heme holgado, porque creo es muy de raíz el ser aficionada a ellas. Con el padre fray Gerónimo tornaré a escribir. Ahora no más de que el Señor la guarde, y haga santa, para que todas lo sean. Amén. Es hoy viernes después de Pascua. Esta carta dé a nuestro padre a recaudo; y si no estuviere ahí, no se la envíe, sino con persona muy cierta, que importa. Año de 1576.

De vuestra reverencia.

Teresa de Jesús.

Teresa no la escribe, porque está ocupada. Dice ella que es priora, y se le encomienda mucho.


Notas

1. Esta carta escribió la Santa desde Malagón, y de camino para Toledo año de 1576, cuando volvió de Sevilla con orden del Capítulo general de la Observancia, para que se retirase a un convento, y no fundase más, y escogió la Santa el de Toledo. Y con discreción; porque estaba más cerca de todas las fundaciones.

2. Nombra a algunas personas, que es bien declarar quién fueron. El padre fray Gregorio se llamó Nacianceno por sobrenombre, que acompañó a la Santa en esta ocasión, y era Carmelita descalzo. García Álvarez fue clérigo de Sevilla, que le ayudó mucho en aquella fundación, y era gran devoto del convento, y de la Santa. Teresa era sobrina suya, hija de su hermano el señor Lorenzo de Cepeda, y de doña Juana de Fuentes y Guzmán, su mujer: y la Santa, cuando vino su hermano de las Indias, cogiola en Sevilla, y trájosela consigo, porque ya había muerto su madre, y después fue Carmelita descalza en Ávila, como queda dicho en las notas a la carta XLV, número primero.

3. Advierte en el número segundo a la madre María de san José, con gran discreción, y prevención, y le encarga: No consienta coma ninguna persona en el convento (debía de ser en el locutorio). Y luego añade: Que sería principio para poderse relajar; porque los principios, que pueden ser tolerables, a los fines suelen venir a ser intolerables, y terribles. Y así como gran maestra de espíritu, cierra con cien llaves los principios, por que no sean después lamentables los fines.

4. Pero también dice, y añade; Si no fuera para él, que tiene tanta necesidad; y no se podrá hacer sin que se entienda. Como si dijera: Si nuestro padre Gracián, o otra persona de su puesto tuviere tanta necesidad, que pida la caridad, que se modere el precepto, aun en este caso se podrá hacer, sin que se entienda. ¿Pues no es mejor que se sepa, si es caritativo, bueno, y santo lo que se hace? No es mejor que se sepa, porque puede ser, que no sean tan buenos, ni caritativos los que los censurasen; y es menester evitar el escándalo, no sólo activo, sino pasivo   —235→   , compadeciéndonos de la flaqueza de nuestros hermanos, y no dándoles motivos de discursos no necesarios, o dañosos.

Aprendan de aquí las almas, que deben ejemplo a las demás, no sólo a esconderse de lo malo, que hacen, sino de lo bueno, que puede parecer malo: porque son deudores de la buena opinión, y hacen mucho daño con la mala; pues que no de balde dijo el Espíritu Santo al bueno: Cuida bien de tu opinión: Curam habe de bono nomine (Eccl. 41. v. 15); porque es la opinión consuelo de los buenos, y freno de los perdidos, y malos.