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Luis Pimentel
(Lugo, 1895-1958)
Luis Pimentel, médico en Lugo, voluntariamente reducido a su mundo provinciano, vivió su vida literaria muy al margen de lo que suele entenderse por vida literaria. Aunque buena parte de su obra poética se publicó en gallego, parece que la mayor parte de ella se escribió en castellano, para luego ser traducida a la lengua vernácula por el propio autor o por algún amigo.
En los poemas primeros de Luis Pimentel puede verse alguna leve huella de las vanguardias de los años veinte, que fueron sus años de estudiante en Madrid. Pero pronto volvió sus ojos hacia una tradición en la que Rosalía de Castro, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez eran los dioses mayores.
Es la suya una poesía que entremezcla realismo y simbolismo, que nace de su vida cotidiana, una poesía gustosa de una apariencia despojada y algo torpe, como producto del puro sentimiento, como obra de un poeta más vocacional que profesional.
La guerra civil -que en una pequeña capital de provincia es quizá más bárbara e incivil que en ningún otro lugar- dejó su huella en una parte de esta poesía, como no podía ser de otra manera en unos versos tan ligados a la biografía del autor.
La poesía de Luis Pimentel, en gallego o en castellano, se ha publicado casi toda ella póstumamente. Para Barco sin luces escribió Dámaso Alonso un prólogo hermoso y entusiasta, que acabó incluyendo en su libro Poetas españoles contemporáneos porque no quería resignarse a que quedara indefinidamente inédito, como los versos que prologaba. Casi todos los críticos que han hablado de Luis Pimentel han citado algunas líneas de esas palabras preliminares. Así definía Dámaso Alonso su poesía: «En las antípodas del énfasis: ni polifonía, ni orquesta. Es una voz sencilla, con mucho súbito fading, entrecortada por la emoción y el misterio, la que canta. Con esa prohibitiva complicación de
lo más sencillo, de lo más desnudo. No busquéis halagos: ni juegos de agua ni la ilusión de los coloreados focos; ni rima, ni exactas estrofas. Ya veis lo que hay: apenas un niño muerto en el depósito de cadáveres, un mendigo corroído de soles bajo el sol del quirófano, los misterios de una sala vacía, un comisionista con una maleta cansada, los miedos del caminante nocturno, silencio, luz velada, aire, sombras...»
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Triscos, Pontevedra, Benito Soto, 1950.
Sombra do aire na herba, Vigo, Galaxia, 1959.
Barco sin luces, Lugo, Celta, 1960; 2.ª ed., Ourense, Linteo, 2001.
Obra inédita o no recopilada, Lugo, Celta, 1981.
Poesía enteira, Vigo, Xerais, 1981.
Cunetas, Madrid, Cuadernos de la Ventura, 1981.
Antoloxía/Antología (estudio, selección y traducción de Miguel González Garcés), Madrid, Visor, 1989.
Poesía galega, Vigo, Xerais, 1989.
Poesías completas (ed. Luis Rei Núñez), Granada, Cromares (col. La Veleta), 1990.
ALONSO, Dámaso, «Prólogo para un libro de Luis Pimentel», en Poetas españoles contemporáneos, Madrid, Gredos, 1965 (3.ª ed. aumentada), págs. 363-367.
ALONSO MONTERO, Xesús, Luis Pimentel. Biografía da sua poesía, Pontevedra, Edicións do Cumio, 1990.
_____. «Introducción», en Barco sin luces, 2.ª ed., págs. 9-43.
FONTE, Ramiro, «Introducción», en Poesía galega, págs. 11-42.
GONZÁLEZ GARCÉS, M., «Prólogo», en Antoloxía/Antología, págs. 7-10.
LÓPEZ CASANOVA, Arcadio, Luis Pimentel e Sombra do aire na erba, Vigo, Galaxia, 1990.
MURADO, Miguel Anxo, Luis Pimentel. Unha fótobiografía, Vigo, Xerais, 1990.
PALLARÉS, Pilar, Rosas na Sombra. A poesía de Luis Pimentel, Vilaboa (Pontevedra), Edicións do Cumio, 1991.
REI NÚÑEZ, Luis, «La sonata del fuerte», en Poesías completas, págs. 9-24.
VV. AA., Homenaxe a Luis Pimentel, Santiago de Compostela, Universidade, 1890.
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[Sombra do aire na herba]
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[Barco sin luces]
—195→Yo creí que en este pueblo pequeño | ||||
no había asesinos. | ||||
Llegué a él | ||||
cuando el mar y la tarde | ||||
guardan silencio. | ||||
Cuando esa sombra | ||||
que acompaña a las barcas | ||||
no da miedo. | ||||
Cuando en la lejanía | ||||
los grises maravillosos, los tenues verdes, | ||||
esas dulces joyas y tersas sedas | ||||
sostienen un milagroso momento. | ||||
Cuando en esa lejanía | ||||
Dios está mirándonos hermoso y quieto. | ||||
Cuando el monte | ||||
que mira al mar | ||||
se viste de los terciopelos más tiernos. | ||||
Cuando el viento se ha ido | ||||
a sus urnas remotas. | ||||
Cuando las manos grandes de Dios | ||||
se posan abiertas sobre el mar | ||||
y lo hacen silencio (luminoso nácar). | ||||
Cuando a esa niña paralítica | ||||
que en todo pueblo existe | ||||
le peinan sus bucles de oro, | ||||
y en coche la llevan | ||||
por el puente alegre. | ||||
Cuando el sonido de las campanas | ||||
resbala, como lluvia ligera, | ||||
por el granito tibio de la tarde. | ||||
—196→ | ||||
Cuando en las ventanas | ||||
hay visillos blancos como albas. | ||||
Yo creí que en este pueblo pequeño | ||||
no había asesinos. |
[Cunetas]
—197→Dejadme que yo escoja para morir | ||||
un día como éste. | ||||
Este día que nació | ||||
acaso en cualquier tugurio, | ||||
o en humildes vertederos. | ||||
Este día que nació | ||||
en una larga tarde triste | ||||
que, como una mendiga | ||||
que llegó de fuera | ||||
y al pueblo no conoce, | ||||
está sentada en una alameda solitaria. | ||||
Dejadme que este día escoja. | ||||
Cuando los rostros de los amigos, | ||||
se van perdiendo, sumiendo | ||||
en nuestros espejos íntimos. | ||||
Cuando no reconocemos | ||||
a nuestras manos. | ||||
Cuando no percibimos | ||||
nuestro propio olor | ||||
o ese sordo rumor | ||||
de nuestra propia sangre | ||||
(eso que no sé si es divino), | ||||
algo que existe dentro o fuera | ||||
o en torno a nosotros, | ||||
que solamente es nuestro. | ||||
Ese aire o sorda canción | ||||
que cada uno posee | ||||
y es distinta en cada uno. | ||||
Dejadme que escoja este día | ||||
para morir sin angustia, | ||||
—198→ | ||||
ya que no me reconozco, | ||||
no huelo a mí mismo, | ||||
no canta dentro de mí | ||||
esa canción que he llevado siempre. |
Tú sabes solamente que volveré | ||||
en los ojos de los caballos negros, | ||||
allí encerrado como en un nicho. | ||||
Después del último y pequeño paseo | ||||
tú estarás entre los cristales ciegos de mi casa | ||||
para esperar mi última vuelta. | ||||
Volveré otra vez por la calle alegre | ||||
donde el sol juega en las cornisas. | ||||
Pensarás en mis últimos zapatos, | ||||
en mi último cigarrillo, | ||||
en el reloj que aún le queda sangre | ||||
y la lámpara que aún no tiene corazón. | ||||
Tú sabes solamente que volveré | ||||
en los ojos de los caballos negros. |
—199→
Mañana, mañana pequeña, | ||||
la lluvia como una blanca azucena. | ||||
Scherzo de la zueca en la acera, | ||||
por la ciudad entra alegre la aldea. | ||||
Por la calzada sube una canción ligera, | ||||
las mozas del Miño la traen en la cadera. | ||||
Las viejas murallas aún están soñando, | ||||
tantos siglos llevan a la ciudad guardando. | ||||
Las estrellas se han ido. La noche está muerta. | ||||
La Virgen de los Ojos Grandes está ya despierta. | ||||
¡Ujieres de la ciudad, abrid las puertas! | ||||
La noche se ha ido, las estrellas están muertas. |
—200→
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—201→
Solo, estoy en mi casa, | ||||
y siento en torno a ella | ||||
ese silencio de las sombras en reposo. | ||||
Que nadie, ¡Dios mío!, | ||||
a la puerta llame. | ||||
Estoy sentado, quieto, casi feliz, | ||||
mirando ese largo pasillo | ||||
donde la luz y las sombras | ||||
no luchan. | ||||
Ni un leve temblor | ||||
rompe este aire encerrado y quieto. | ||||
Sobre una consola, un jarro blanco | ||||
es perfecto dentro del reposo | ||||
que te envuelve. | ||||
Pero el poeta sabe | ||||
que si el jarro se rompiese | ||||
otro igual quedaría sobre la mesa, | ||||
ese que vive dentro, esperando, | ||||
hecho de un aire | ||||
que cristalizó un largo sueño. |
[Poesías completas]