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Ob. cit., p. 20 y sigs. Sobre Montenegro dice Amunátegui que según refería Bello, era «hombre de bastante mérito, que componía versos, no solo en la lengua de Garcilaso, sino también en la de Virjilio, que tenia nociones de literatura francesa, i que, en los años juveniles, había leído hasta libros prohibidos; pero que, con la edad, había vuelto a las añejas ideas, de las cuales era uno de los más tercos sostenedores» (ob. cit., p. 14). Algún día, que lo encontró leyendo un libro de Racine, díjole: «¡Es mucha lástima, amigo mío, que Usted haya aprendido el francés!» (ob. cit., p. 16). Pero el hombre debió ser eminente en su época, si se atiende al testimonio de Baralt, quien lo llamaba «el bueno, el afectuoso, el sabio Dr. Montenegro» (cita de Menéndez y Pelayo, ob. cit., p. 357), y especialmente el del Claustro de la Universidad, que declaró en 1825: que «con sumo placer ha visto que los preceptores siguen la marcha que en la materia comenzó con particularidad el señor doctor José Antonio Montenegro, catedrático que fue de Menores y Elocuencia (1788-1792), el cual adelantando más de un siglo de ilustración en el conocimiento de la juventud y de los medios de conducirla suave y decorosamente en la carrera de la institución, dejó a Venezuela la más preciosa memoria y más interesante presente en el plan que practicó conciliando el honor con la dureza alguna vez cuando sin ella se precipitaría el joven entregado al ardor de la edad» (Libro de Claustros 1799-1843, folio 164 vta., Archivo Universitario. Cita de Caracciolo Parra, Filosofía Universitaria Venezolana 1788-1821, p. 160).

Datos sobre Marrero y su discípulo Escalona pueden hallarse en la misma obra cit. del Dr. Caracciolo Parra-León, pp. 54-67.

 

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Me limitaré a los expresa y repetidamente mencionados, sin aludir a todos los nombrados en su Filosofía y en otros estudios, tales como Fichte, Jeremías Bentham, a quien llama «el corifeo de los utilitarios» (Obras, VII, p. 338) y a aquellos cuya presencia es implícita, pero sin mención nominal.

 

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C'est le sacré lien de la societé

Le diven fondement de la sainte equité

Le frein du scelerat, l'esperance du juste.

Si le ciel, depouillé de son empreinte auguste.

Jouvait cesser jamais de le manifester,

Si dieu n'existait pas, il faudrait l'inventer. (Obras, I, p. 145).

 

74

Obras, I, pp. 331-332.

 

75

Ibíd., p. 370.

 

76

Ibíd., p. 459.

 

77

Obras, I, 501, -149 y 177, -177 y 503, -500.

 

78

Ibíd., 152, 177, 361 en adelante. En un artículo de Derecho Internacional (Obras, 2ª ed. VI, 443), dijo: «los más ilustres filósofos de nuestra era, los Kant, los Dugald-Stewart, los Reid, los Cousin, etc.».

 

79

Obras, I, 164, 195, 253, 290, 341 y siguientes, 371, 507.

 

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Ibíd., 474, 476, 477, 478.