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Áreas industriales y grandes superficies comerciales en el área periurbana de Las Palmas de Gran Canaria

Guillermo Morales Matos

Santiago Hernández Torres


(Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Departamento de Arte, Ciudad y Territorio)

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Resumen

En el tejido actual de las áreas periurbanas españolas, además de las grandes infraestructuras de comunicación, los elementos que actúan con mayor poder de transformación espacial son, sin duda, las áreas industriales y las grandes superficies comerciales. Ambos tienen también una enorme capacidad de «hacer ciudad», aunque con una significación muy distinta.




Abstract

In the configuration of the surrounding city area the elements that have more spatial transformative power, apart from the road network, are the industrial areas and the commercial areas. Both have ability of «making city», although with a totally different meaning.





Mientras las áreas industriales, con grandes servidumbres de suelo, tienden a configurar espacios estancos dentro de la malla urbana o periurbana, las grandes superficies comerciales se erigen en algo más que un mero recinto de intercambio comercial. Realmente tienen una tremenda capacidad para modelar el entorno urbanístico y social y, sobre todo, para generar nuevas centralidades urbanas. En ocasiones, el emplazamiento de una nueva gran superficie comercial alienta, casi siempre en su propio beneficio, procesos de especulación del suelo en su entorno más inmediato.

En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, si entendemos por área periurbana al espacio afectado, en mayor o menor medida, por su onda expansiva urbana, ésta puede extenderse a la casi totalidad de la isla de Gran Canaria (1.500 km2). A pesar de que este último espacio se significa por el gran desarrollo del sector turístico, pues recibe más de tres millones de turistas al año, las   —386→   grandes superficies comerciales e industriales no le resultan ajenas. Si bien es verdad que la isla carece de tradición industrial, no es menos cierto que en los últimos treinta años han aparecido hasta una veintena de nuevas áreas industriales en las que muchas veces son más numerosas determinadas actividades como la distribución y venta al por mayor, almacenamiento y servicios industriales (talleres, carpinterías, etc.), que las de producción industrial en sentido estricto.

Al analizar estos fenómenos, es necesario entrar en la consideración de ciudad-isla. Mientras Las Palmas de Gran Canaria constituyó el único y potente centro urbano de la isla, sobre todo en los años sesenta y setenta, su área de influencia apenas penetraba en los cinco municipios más próximos de los 21 que existen en Gran Canaria. A partir de los años ochenta se produjo un fuerte basculamiento de la actividad urbanístico-turística hacia el arco litoral del sur grancanario (Maspalomas, Playa del Inglés, Puerto Rico), que afectó a la macrocefalia capitalina, bipolarizando la escena urbana a lo largo de la fachada oriental isleña. Entre ambos polos, el tradicional y el emergente, y al socaire tanto de una potente infraestructura lineal que los une (autopista GC-1), como de la existencia del cuarto aeropuerto mayor de España (Gando), se ha ido extendiendo una franja periurbana, cuyos tentáculos se adentran para cierto tipo de servicios por todo el territorio insular. En relación con el mercado laboral, se ha dicho que toda la isla se comporta como una única unidad, dado que residentes en el extremo noroccidental de la isla (Gáldar, Guía) trabajan en el sur, o residentes de los núcleos dormitorios del sur (Vecindario, Carrizal) pueden hacerlo en Las Palmas.

Pero la potencia del hecho periurbano se deja sentir con todo su peso en esta franja oriental y, como es obvio, en torno al núcleo urbano capitalino, que todavía hoy alberga a unos 380.000 habitantes, más de la mitad de la población de la isla, y que sigue contando con otro potente factor de atracción de actividades, más persistente en un espacio insular, como es el Puerto de La Luz, cuya importancia dentro de las comunicaciones marítimas del Atlántico Medio se ha visto reducida en los últimos años. Pero no olvidemos que seguimos siendo un mercado interno nutrido en un altísimo porcentaje por productos importados y que, además, carecemos de recursos que no sean los que han sido la base del turismo (sol, buena temperatura anual, playas naturales y valiosos entornos paisajísticos).

Ha sido precisamente la actividad turística, la que con su desordenada ocupación del espacio grancanario en los últimos años, ha provocado una transformación territorial que ha afectado a áreas cada vez más extensas y más alejadas de los focos turísticos iniciales. En especial el consumo de espacio litoral   —387→   ha sido extraordinariamente intenso, pues casi tres cuartas partes del perímetro costero isleño se ha ocupado por un continuum urbano o periurbano, en el que ha primado la voracidad especuladora en lugar de la planificación racional de los escasos y frágiles recursos isleños, empezando por el recurso tierra.

Dentro de este espacio periurbano grancanario existen dos tipos de «paquetes urbanos» que nos llaman poderosamente la atención y que, por tanto vamos a analizar por separado. Atendiendo a razones de antigüedad del proceso de consolidación de cada uno empezaremos por la red de polígonos industriales y, luego, insistiremos en las grandes superficies comerciales.


La reestructuración espacial de la industria

La mayor parte de las veces, la actividad industrial en la ciudad se ha caracterizado por una marcada tendencia a buscar entornos periurbanos para su localización. De hecho, así ha ocurrido en los diferentes estadios temporales del proceso de industrialización del espacio en la isla. En muchos casos, el propio crecimiento urbano ha absorbido estas áreas y hoy dan apariencia de ser actividades intraurbanas en su origen, cosa que no ocurre, aunque sí en su funcionamiento actual. La central eléctrica de la CICER -Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos-, instalada en 1929, las fábricas conserveras de Guanarteme-barrio noroccidental de la ciudad, con localización periurbana hasta su densificación a partir de los cincuenta, los almacenes de mercancías agrícolas en el frente urbano del litoral oriental de Santa Catalina-Arenales, etc., son ejemplos de esos procesos. La manifiesta necesidad de grandes espacios para la habilitación de áreas con la intención de concentrar las actividades fabriles y otras relacionadas con edificaciones de gran tamaño (naves, etc.) no iban a comportarse de igual manera por los condicionantes anteriormente reseñados.

En los años sesenta se aprobaron un buen número de planes parciales de polígonos que poco tiempo después iniciaron su funcionamiento, ubicándose en el, por entonces, entorno inmediato de Las Palmas de Gran Canaria. Las áreas industriales denominadas Díaz Casanova (1963), Miller Bajo (1965), Los Tarahales (1965), Las Torres (1966), Escaleritas (1966), Barranco Seco (1966), son buena muestra de los efectos de las economías de aglomeración que empezaban a generarse en este cinturón metropolitano, continuando en los años setenta con El Sebadal (1973) y la II Fase de Las Torres (1971). Como es lógico, esta efervescencia de espacios atractivos para las grandes empresas, generadoras de mano de obra y producción marcadamente capitalista, al margen de los propios de la presencia cercana de un gran mercado de consumo, posibilitó la concentración de éstas en el municipio capitalino, frente a los escasos porcentajes del resto de la isla.

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La excepción al proceso inicial surgió con la aparición de un polígono de grandes proporciones (el de Arinaga en 1976), emplazado a unos 25 kilómetros de Las Palmas y a otros tantos del sur turístico. Lo mismo ocurrió con el surgimiento «espontáneo», en el municipio de Telde, de los de Cruz de La Gallina, en 1963, y El Goro, en 1972, nacidos al calor de la antigua Carretera General del Sur (C-812), que servía de punto de encuentro entre los flujos urbanos expansivos de la capital y del municipio de Telde. La misma inercia del crecimiento turístico propició la explosión del sector de la construcción. Por esos años, la orla costera del sur grancanario empezó a transformar su carácter de espacio marginal hacia la proliferación de edificaciones hoteleras y extrahoteleras, que fomentó la aparición de áreas extractivas y actividades relacionadas con su explotación industrial (Puerto y Fábrica de Cementos Especiales de Arguineguín, Mogán).

No obstante, el mismo comportamiento irregular y desplanificado en origen, propició la generación de una serie de condiciones de inestabilidad en Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad receptora de la primera expansión turística de la isla. La macrocefalización demográfica de la ciudad respecto a la isla continuaría, si no de manera acelerada sí en ascenso continuo, hasta mediados de los ochenta, cuando parece haberse detenido el proceso. Pronto aparecerían elementos distorsionadores del funcionamiento centrípeto de la industria (poco suelo, elevados costos de adquisición y urbanización, competencia con usos residenciales, insalubridad, dificultades legales o de planeamiento, cambios socioeconómicos, etc.) que pese a no frenar su crecimiento en este período, sí favorecería la aparición de actitudes y condiciones territoriales, las cuales más adelante serían el estímulo de las pautas de localización, al margen de los efectos de la construcción de la Autopista del Sur, en los años setenta.

A partir de 1975 y hasta la actualidad, en Telde -segundo municipio en importancia de la isla-, necesidades propias de los efectos de la aglomeración expansiva de este asentamiento sobre la comarca oriental de Gran Canaria, su crecimiento demográfico, la existencia de suelos con ventajas desde el punto de vista jurídico, su menor coste, las nuevas rentas de situación, etc., propiciaron el inicio de una leve difusión de las actividades industriales hacia la banda oriental, mediante flujos anexos a los del trasvase centralizador hacia el noreste.

La red de carreteras insular, que ya se había consolidado con anterioridad, ve completada su función como vertebrador espacial, con las mejoras en los grandes núcleos de población, especialmente en el sur turístico. Pero, la infraestructura más importante no es otra que la Autopista del Sur. La consolidación de su operatividad, y las posteriores mejoras locales (nudos, alargamiento a Pasito Blanco, etc.), marcaron la dirección del desarrollo urbanístico del territorio costero oriental. Las estructuras turísticas se vieron ante una vía de contacto   —389→   directo, rápido y fácil con la ciudad capitalina y el Puerto de La Luz, con Telde y con el Aeropuerto de Gran Canaria.

Mapa de Gran Canaria

Figura 1. Superficies comerciales y principales áreas industriales.

Un indicativo válido de este proceso lo conforman los polígonos industriales. Mientras en Las Palmas de Gran Canaria surgen dos de nueva creación (La Cazuela y Almatriche, 1986), una ampliación de otro ya existente (Miller Alto, 1980) y sólo se tienen previstas tres ampliaciones (Díaz Casanova, Barranco   —390→   Seco y Las Torres), en el municipio de Telde aparecen los de La Francia (1981), Las Rubiesas (1982), Maipez (1984), el definitivo desarrollo del de Salinetas y la ampliación del Goro (1981). Junto a ellos, se inicia la construcción del polígono de Arinaga (1976), en Agüimes, y se prevé la aparición de un sector en Ingenio (Las Majoreras), dos en Santa Lucía de Tirajana (Vecindario, El Doctoral I y El Doctoral II) y dos en San Bartolomé de Tirajana (El Tablero y Piedra Grande). Es decir, geográficamente estamos ante la formación de un importante corredor industrial, a lo largo de la GC-1, que vendría a complementarse con el intenso crecimiento urbano existente a ambos márgenes de esa vía.

Todos los Ayuntamientos del Este insular apreciaron la doble ventaja de la existencia en sus respectivos territorios de áreas de suelo industrial, al abrigo de la existencia de los dos grandes polos de la isla. Por un lado, se encontraron con las mejores condiciones infraestructurales y espaciales para la localización de importantes empresas, que generarían inversiones dotacionales y ocuparían a la mano de obra local, al margen de los ingresos fiscales propios de estas zonas. El crecimiento urbanístico de las zonas inmediatas -El Doctoral y Vecindario, (Santa Lucía), El Cruce de Arinaga (Agüimes), Carrizal (Ingenio), Juan Grande (San Bartolomé de Tirajana)-, verían complementado su dinamismo y, en algunos casos, se justificó su razón de ser de núcleo urbano al albergar una serie de actividades que «oficialmente» se consideraban necesarias para el desarrollo económico y dieran abasto a la acelerada demanda que se había generado en estas zonas. En ningún caso se dudó en clasificar suelo urbanizable para estos fines, afectando a un suelo rústico ya bastante deteriorado por la explosión demográfica y urbanística local, sirviendo de puntos intermedios entre el área metropolitana del Noreste y la orla turística del Sur, la cual fue poco proclive a permitir la localización de estos polígonos en sus cercanías.




Las grandes superficies comerciales

Pese a que en España ya desde principios de los ochenta hicieron su aparición las primeras grandes superficies comerciales -Nuevo Centro en Valencia, Baricentro Salesas en Oviedo, La Vaguada en Madrid-, en Canarias no llegaron hasta hace un lustro. Aunque tan malo es no llegar como pasarse, a tenor de la guerra planteada por buscarse un sitio por parte de algunas multinacionales del sector en el mercado grancanario. La isla de Gran Canaria, y especialmente el «área metropolitana» capitalina -más de medio millón de habitantes- no podía quedar aislada de un elemento de la modernidad comercial tan característico como los llamados «híper» o grandes superficies comerciales. Entre otras razones porque en una sociedad regida en lo económico por los principios del libre mercado es imposible poner puertas al viento. El establecimiento de las grandes   —391→   superficies fue bienvenido por los usuarios y consumidores porque se rompía cualquier tentación monopolística, acariciada ya por las dos grandes «familias» de supermercados existentes en la capital (Cruz Mayor y Hermanos Domínguez). De hecho iba a significar la irrupción de un capital exterior que no estaba juramentado en unas prácticas proteccionistas domésticas, que entraban en el terreno de las acciones prohibidas por las leyes antimonopolio. Si Canarias tuvo siempre precios más económicos que la Península, el control cuasi monopolístico de estas familias, no sólo nos equiparó al alza con aquélla, sino que han sido superados con creces.

Previamente, el conjunto urbano capitalino acogía una disposición comercial caracterizada por las pequeñas superficies o «supermercados», mayoritariamente en bajos edificatorios, muy dispersas y de ámbito de influencia muy local, a lo sumo de todo un barrio. Las únicas excepciones venían dadas por varias áreas urbanas con una funcionalidad comercial, sobrevenida por elementos de tipo histórico, grupos sociales y de localización.

Es el caso de la calle de Triana y su entorno, que se ha comportado a lo largo de todo el siglo como foco comercial de microempresas -a excepción de los Almacenes Cuadrado, Cardona, o Galerías Preciados-, sirviendo de área de esparcimiento de un importante contingente de población, sobre todo durante las fiestas navideñas. Su peatonalización, la instalación en ella de centrales de entidades bancarias y recientemente la aparición de Hiperdino Triana, sustituyendo a Simago, han reforzado esta función, evitando los procesos de estancamiento y obsolescencia que la amenazaban.

La Avenida de Mesa y López, eje situado entre la isla grande del istmo-isleta, se vio revolucionada a finales de los setenta y principios de los ochenta cuando se instalaron Galerías Preciados y El Corte Inglés a ambos lados, mediante imponentes edificaciones capaces de concentrar en su interior cientos de personas, ávidas de comprar la mayor cantidad de productos posible al menor coste e incomodidad. Desde entonces se convirtió en un espacio estratégico dentro del funcionamiento urbano, como área comercial competidora de la calle de Triana. Al igual de lo ocurrido en otras ciudades españolas, la absorción de Galerías Preciados, en Las Palmas se traduce en un claro intento de recuperar el primer plano que hubo perdido tras la consolidación de las dos principales familias comerciales de la ciudad y sus respectivos centros.

Las calles portuarias de Juan Rejón y Albareda, sus inmediatas, y el primer resort turístico de la isla (Parque de Santa Catalina-Playa de Las Canteras), supone otro foco importante que concentró buena parte de los flujos de compra-venta de la población, aunque con la característica propia de que han sido estimuladas por un sector social de origen mayoritariamente hindú, en los primeros   —392→   casos, y la actividad turística en los otros. Al igual que en Triana, consisten en pequeñas empresas de ámbito local que viven del funcionamiento del conjunto más que de las atracciones individuales.

La calle de Pedro Infinito, en la populosa parte alta de la ciudad, es otro caso muy parecido al de Triana, aunque sin la componente histórica y de esparcimiento que adquiere ésta como calle peatonal. Los mercados del Puerto, de Vegueta y Las Palmas son otros focos que atraían un número notable de personas.

El resto de los casos destacables son establecimientos de ámbito muy local, distribuidos estratégicamente por toda la ciudad, para subvenir a las necesidades de sus distintos barrios. El precedente de las grandes superficies comerciales, es decir, los «supermercados» Cruz Mayor, Udaco, Más y Más, Fontanales, Juan Sánchez, Naimport, etc. se dispersaron a lo largo y ancho del entramado urbano, buscando los mercados de consumo locales, manteniendo una competencia espacial muy laxa, en tanto que pocas veces coincidían en la misma cuota de mercado.

A finales de los ochenta, esta disposición empieza a romperse con la construcción del primer Hiperdino, en el polígono industrial de Miller Bajo, promovido por los Hermanos Domínguez, y los de Melenara en Telde y Hoya de La Plata en la capital, promovidos por Cruz Mayor. Desde el principio plantearon una primera diferencia importante respecto al microempresarialismo del comercio urbano, su gran superficie. Supusieron una importante competencia al funcionamiento que El Corte Inglés y Galerías Preciados habían adquirido como propios, en tanto que el ámbito de influencia dejaba de ser local, transformándose en urbano; dejaban de englobar unas pocas decenas de personas para acoger cientos de ellas. La mayor oferta de productos y el menor coste se convirtieron en atractivos irresistibles en un mercado de consumo ya consolidado con el aumento del progresivo nivel de vida de la población.

Su localización fue objeto de profundos estudios de mercado que plantearon los viales principales y los barrios más poblados como los de mayor aptitud. El Hiperdino, junto a la Carretera del Norte, pasó a controlar los barrios de Lomo Apolinario, Las Rehoyas, Cruz de Piedra y Schamann. El de Hoya de La Plata, emplazado en la salida hacia el sur, debía captar los barrios de Casablanca, Zárate, San Cristóbal y otros menores. Sin embargo, en este último, la cercanía del grupo de chabolas de Martín Freire, importante foco de pobreza y delincuencia, y la complicada disposición viaria del punto, situado en una zona de salida y entrada a la ciudad, que dificulta la parada y compra, se han manifestado como elementos desequilibrantes de su funcionamiento y causantes del relativo fracaso de la empresa en su función, o al menos del mucho menor éxito que el de Hiperdino.

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El surgimiento y posterior consolidación de los hipermercados por parte de estas dos familias, generaron una guerra por el dominio del mercado que transgredía los límites de la capital y alcanzaba al resto de la isla, e incluso a otras del archipiélago, como ocurría con El Corte Inglés. El relativo respeto al «territorio ajeno» que reinó antes de las grandes superficies desapareció ante el poder de atracción de éstas, generando una actitud competitiva, que si se había dejado entrever con los hipermercados, ahora se revelaba en toda su extensión con los grandes centros comerciales.

Cruz Mayor, ante el visible escaso éxito del Híper Hoya de La Plata y la situación de obsolescencia y escasa capacidad dinámica del de Melenara, en Telde, se vio en la necesidad de contrarrestar el poder adquirido por los Hermanos Domínguez con Hiperdino en Miller Bajo, no encontrando una alternativa más «curiosa» que ubicarlo a escasos metros de éste, en un terreno antes caracterizado por ser un barranco y un suelo improductivo y marginal para la población urbana. Así sería como a principios de los noventa surge el Centro Comercial La Ballena. Ocupando una gran parcela, su desarrollo en tres plantas con capacidad para un número importante de microempresas de los más variados sectores productivos, la disponibilidad de plazas de aparcamiento para un numeroso contingente de consumidores, la habilitación de una terraza en la que se observa gran parte de la ciudad alta, su diseño arquitectónico novedoso, las mejoras de un sistema viario previamente colapsado y, en definitiva, la comodidad de hacer muchísimas cosas en un corto espacio, supusieron un «boom» comercial que hizo temblar los cimientos del mercado de consumo de la capital, hasta el punto de que durante sus primeros meses despobló el resto de los establecimientos comerciales «tradicionales». Por supuesto, el primero en resentirse de ello sería el Hiperdino. No obstante, si bien ha perdido gran parte de su funcionalidad, las mejoras de su parcela hasta maximizar al completo sus posibilidades les ha permitido conservar una numerosa clientela que más bien huye del bullicio exagerado y de la congestión humana del nuevo centro comercial y «urbano» de La Ballena.

Los Hermanos Domínguez no tardaron en reaccionar ante este golpe de efecto. No procuraron destruir el territorio de consumo inmediato de su competidor, por cuanto éste ni tenía la importancia de Hiperdino ni urbanísticamente el entorno les era propicio a sus ambiciones. Entonces, buscaron una extensa superficie libre localizada en un lugar estratégico. No podía ser otro que la puerta de entrada y salida a la capital por el norte, anexo al área industrial degradada de Guanarteme, a la que acabaría sepultando. Así surgió el Centro Comercial Las Arenas. Siendo un espacio baldío, donde irregularmente se distribuían una actividad agrícola marginal y unos usos industriales fuera de su lugar natural y en franco retroceso y abandono, esta familia introdujo la novedad de permitir la   —394→   entrada de una multinacional francesa -Continente- y entre ambas construyeron el mismo marco con los mismos elementos que se habían dado en La Ballena: decenas de microempresas junto a una grande y dominadora, adecuación paisajística y novedad arquitectónica, mejora del sistema viario, tras beneficiarse de la reciente construcción de las grandes infraestructuras de comunicación, afrontadas con dinero público. Inmediatamente, se crearía otro polo comercial en la periferia urbana que permitiría a la población urbana e insular elegir la alternativa más cercana y la que más le conviniera.

En ambos casos, se introdujo una componente verdaderamente primordial de atracción, el espacio de ocio y esparcimiento. En La Ballena, se ubicaron los multicines Royal y en Las Arenas, los multicines Las Palmas. Tanto uno como otro están diseñados para el esparcimiento y el paseo de la población con atractivos paisajísticos anexos -en el segundo caso, es todo el litoral urbano y del norte de la isla, al mismo tiempo que van a comprar, aunque sin los atractivos de otras grandes superficies españolas (piscinas, acuarios, discotecas,...). La población pasó, de ocupar unas horas para aprovechar las ofertas de turno a encontrar una excusa válida para quedarse todo un día, salir cargados de carros de compra y con la satisfacción de haber pasado unos momentos muy agradables.

El gran perjudicado en esta situación sería El Corte Inglés, orientado exclusivamente a cuestiones de compra-venta, en un centro urbano tradicional que había contribuido a fortalecer en los años ochenta. Además, la consolidación y carestía del suelo de su entorno no le permite reaccionar hacia los mismos parámetros, viéndose en inferioridad de condiciones y rota su hegemonía como gran superficie comercial que tuvo hasta los noventa.

El último episodio en la lucha por la hegemonía de las grandes superficies se está librando en el municipio de Telde, donde está a punto de levantarse otra gran superficie comercial, que de llevarse a cabo supondría otra revolución en el tejido comercial de la isla, en tanto que la autopista y la disposición viaria de Telde le permite disponer de un gigantesco mercado de consumo que va desde el este y sur turístico hasta los núcleos rurales del interior. Sin embargo, circunstancias de orden político (una «inoportuna» Ley de Comercio que limita a cinco el número de estos centros) han impedido su ejecución.

Concluyendo, el interés de las grandes compañías especializadas en superficies comerciales se centró inicialmente en la periferia más inmediata de la capital. Su Ayuntamiento encargó un informe técnico a Mercasa en el que se definieron las líneas maestras en cuanto al número de centros que podía absorber la ciudad, tanto desde el punto de vista comercial como urbanístico y de incidencia territorial. Posteriormente, tras determinar que eran cuatro los centros que podía asumir el término municipal, las presiones derivadas de la política   —395→   e intereses locales condujeron a repartir todo el territorio capitalino entre los dos grupos locales más fuertes. Alcampo quedó fuera mientras que otras grandes empresas del sector como Hipercor, Continente o Pryca optaron por no presentarse. Mientras Continente permaneció detrás de Hermanos Domínguez (a través de la Sociedad Yudaya), Alcampo no cejó en su intento de levantar una gran superficie en la esfera del área metropolitana y tocó a las puertas de Telde, integrante del área metropolitana, con el que comparte el tramo norte de la gran arteria de comunicación, la autopista GC-1. Por otro lado, Hipercor, la gran superficie comercial de nuevo cuño de El Corte Inglés, fue más eficaz en su empeño por no perder comba en las «nuevas centralidades urbanas», al conseguir que se aprobara el Plan Parcial de San Lázaro-La Palma, que incluye otra superficie comercial, además del polígono residencial, en un área periférica de creciente dinamismo constructivo y de movimiento poblacional.

Así pues, al remozado y ampliado El Corte Inglés, situado en el centro urbano surgido hace veinte años, y a las cuatro nuevas grandes superficies comerciales (Hiperdino, Hoya de la Plata, La Ballena y Las Arenas), desarrolladas en los últimos dos años en la periferia urbana, esperan añadirse en breve Hipercor, en la zona periférica capitalina de nuevo desarrollo, Alcampo, ya en Telde, pero dentro del área metropolitana y, por último, otro innominado pero ya anunciado por las autoridades municipales de Santa Lucía de Tirajana, al socaire de la ciudad turística del sur grancanario.







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