Recepción de narradoras hispano-americanas en Italia
Giuseppe Bellini
Università di Milano
Aunque el interés italiano hacia América empieza, de una manera desordenada, casi con el descubrimiento colombino1, hay que llegar a la producción escrita de los descubridores y cronistas, empezando por Cortés y Oviedo, para que, sobre todo en la Italia del norte, y específicamente en Venecia, donde existía una desarrolladísima imprenta, despierte una verdadera curiosidad hacia las cosas del Nuevo Mundo. Cuando Ramusio publica su conocida obra «Navigationi et viaggi»2, se ensancha el conocimiento de los medios cultos italianos del norte acerca del mundo americano3 y empieza también a aparecer la mujer, naturalmente la indígena, de la que se escriben cosas fabulosas. Ya había hablado de ellas Amerigo Vespucci en la relación de su viaje, verdadero o inventado, a lo largo de las riberas del Amazonas: mujeres prestantes y gigantescas, que iban desnudas o casi y hacia las cuales, de no aparecer membrudos y gigantescos varones indígenas4, se habría probablemente saciado el hambre sexual de los europeos. Detalles no habían faltado siquiera en el «Diario» de Colón, que debían de dar cuerpo a hechos cruentos y fantasías algo licenciosas centradas en las Antillas, como confirma la desdichada reina Anacaona, a la que Juan de Castellanos en sus «Elegías de Varones ilustres de Indias» no dudaba en definir «libidinosa», cuando la pobre es más probable que fuera una de las tantas víctimas de la razón política y la violencia de la conquista.
Se me dirá: ¿a qué viene todo esto? Viene a demostrar, por más que no se trate, como es natural, de mujeres letradas ni escritoras, que la consideración hacia la mujer americana por parte de los europeos desde el comienzo no fue positiva, lo que explica también el difícil camino de las mujeres escritoras para imponerse en un mundo que durante siglos permaneció rígidamente machista, y en gran parte todavía permanece. Tenemos que llegar a la fantomática Amarilis indiana para encontrar a una primera mujer en la historia de la cultura americana y ello se debe sobre todo a la fama de su idolatrado espejismo: Lope de Vega. Vendrá más tarde Sor Juana Inés de la Cruz, pero es suficiente acudir a su conocida «Respuesta a Sor Filotea» para darnos cuenta de las dificultades que encontró en el ejercicio de las letras. Más tarde todavía la hispanocubana Avellaneda será considerada un fenómeno curioso y se insistirá preferentemente sobre su vida erótica, mientras todavía al comienzo del siglo XX la venezolana Teresa de la Parra aparecía, con su «Ifigenia» y las «Memorias de Mamá Blanca», más un caso de romanticismo retrasado, una autora idónea para una «Biblioteca» destinada a señoritas de familia bien.
La presencia vigorosa de la mujer escritora se da en la literatura hispanoamericana, por lo que se refiere a la narrativa, en la segunda mitad del siglo XX, terminado el segundo conflicto mundial; sus obras se difunden al exterior sobre todo en las últimas décadas del siglo.
La situación italiana, a este propósito, es bastante sencilla en sus comienzos: poco o casi nada se conocía en los años 40 acerca de la literatura de América. La atención del fascismo en la época anterior a la segunda guerra mundial había ido casi exclusivamente a la presencia italiana en la Argentina y al influjo de nuestra cultura en esa república, poblada por familias enteras de origen italiano5. Algo se conocía de la poesía ríoplatense y hasta se había traducido al italiano, en Buenos Aires, el «Martín Fierro»6, pero escasos serían los lectores en la península, si acaso los hubo, un mundo que muy poco leía, por incultura generalizada, y también por escasez de medios económicos. No pensemos siempre en la Italia del Renacimiento, ni en el bienestar actual y en las élites cultas.
Por otra parte la
editoría italiana era orientada por las directivas del
régimen: es el caso, en cierta época, de la
difusión de los narradores húngaros, en un
redescubrimiento de las antiguas relaciones históricas con
el reino de Nápoles y en oposición a la narrativa
occidental de las potencias que la propaganda fascista dio en
llamar despectivamente «demo-pluto-judaico-masónicas»
.
La editoría italiana, por tradición vuelta hacia la
francesa, ensanchaba con dificultad sus horizontes, se abría
con precaución a los autores norteamericanos y en este
panorama, fuera de los clásicos, como Cervantes, Lope y
Calderón, entraban poco los autores contemporáneos
españoles, dominando entre ellos Unamuno, difundido por
Papini, y entre los narradores sobre todo Blasco
Ibáñez, cuya obra era totalmente disponible en
edición por entonces «económica», de 5 a
10 liras, más o menos, el tomo. El caso es que,
generalmente, faltaban hasta las 5 liras.
Eran sin embargo,
los tiempos del orgullo italiano, los del Imperio; nuestros
flamantes buques de guerra desfilaban por el Mediterráneo,
bajo la mirada hostil de los ingleses, y hasta alcanzaban puertos
del sur de América, insuflando italianismo en los emigrantes
y sus descendientes. Se les había descubierto a los
italianos que eran un pueblo de «artistas,
santos y navegantes»
, según aseguraba el Jefe, y
que se estaban forjando para ellos grandes destinos. De repente el
rey bajito se vio cargado de dos coronas más: la de Albania
y la imperial de Etiopía. En Italia se cantaba «faccetta nera
sarai romana»
, «bella abissina, /
aspetta e spera che già l'ora si
avvicina»
; nuestros campesinos, que en
buena parte luchaban todavía con los tenedores, iban a
traerles la «civilización» a los
etiópicos, siguiendo la huella de los romanos, de los que de
repente se habían descubierto descendientes, a pesar de los
numerosos aportes barbáricos.
¿Qué
espacio quedaba, entonces, en este mar de retórica, para la
creación literaria del resto del mundo, menos aún de
América? Para los italianos de la época el mundo de
la literatura hispanoamericana no existía; «hic sunt leones»
ponían
los mapas de los romanos allá donde empezaba el desierto
africano, y así era para las letras del mundo
hispánico americano: nadie sabía nada de ellas,
aunque hubo algunos pioneros, más bien «curiosos lectores»
, que habiendo
vivido en el ámbito ríoplatense, como Lucio Ambruzzi,
o visitado Buenos Aires o Montevideo en misiones
cultural-propagandistas, manifestaron cierta curiosidad hacia la
creación artística de esos territorios, como Arturo
Farinelli, multifacético filólogo y académico,
experto en Calderón y el romanticismo -famoso su estudio
sobre «La vida es sueño» y el dedicado
a «El Romanticismo en América Latina»-,
de repente entusiasmado por la poesía uruguaya,
después de un viaje a Montevideo donde conoció la
entonces joven poetisa Luisa Luisi7.
El resto del inmenso continente no existía.
Del sueño imperial nos sacó la guerra. Al finalizar el segundo conflicto mundial nos encontramos con la casa en el suelo y hubo que poner manos a la obra de reconstrucción, que, afortunadamente, fue también reconstrucción, o más bien construcción, cultural, un volver a comunicar con el resto del mundo.
El camino hacia la
difusión de la narrativa hispanoamericana en Italia fue
precedido por un improviso interés hacia la poesía
española. El asesinato de Lorca fue decisivo para que la
atención de la cultura italiana, por fin libre del fascismo,
descubriera la producción literaria de España.
Beneméritos en este ámbito fueron Carlo Bo, literato
y profesor universitario, Giovanni Maria Bertini, único
catedrático italiano de literatura española por
varias décadas, y más tarde Oreste Macrì y
Franco Meregalli, nuevos catedráticos, a los que hay que
añadir Cesco Vian, profesor universitario abierto a la
literatura hispanoamericana. Se añadieron entonces, por lo
que toca a la narrativa española, a escritores como
Galdós, Valera, Pereda, Palacio Valdés, autores
relativamente nuevos, como Baroja, o nuevos del todo, como Delibes,
Cela, Sánchez Ferlosio, Goytisolo, los nombres más
relevantes de la «nueva ola», y sucesivamente algunas
escritoras, empezando por Carmen Laforet y su célebre
«Nada». Documenta el interés en Italia
hacia la narrativa española escrita por mujeres una
publicación, que ya podemos considerar
«histórica», de Susanna Regazzoni,
«Cuatro novelistas españolas de hoy»,
aparecida en 19848.
En su estudio introductivo la autora atestigua un conocimiento
profundizado de las cuatro novelistas españolas
entrevistadas, las más relevantes del momento, o preferidas
por la entrevistadora: Montserrat Roig, Esther Tusquets, Rosa
Montero y Nuria Amat. Regazzoni tiene, estimo, un mérito
notable, el de haberse dedicado con pasión y competencia a
la afirmación del valor de la narrativa escrita por mujeres.
Poniéndose el problema de si existe una «novela
femenina», después de haber pasado reseña los
textos canónicos de críticos como Kristeva,
Araújo, Traba, Ledere, etcétera, y las opiniones
expresadas por las narradoras, entrevistadas y no, concluye que
«en las escritoras del postfranquismo
existe la conciencia de una rebelión contra el lenguaje
patriarcal, pero poco clara y a un nivel más bien
teórico, en cuanto su lenguaje no se aleja mucho del
standard
común»9
;
que existen sin embargo temas «femeninos»
, «en cuanto se escriben novelas de
observación de realidad, que nos dan la nueva
dimensión de la mujer española, ocupándose del
sector llamado "privado", en contraposición al
político-social, muy presente en la novela
postbélica»
, y por los argumentos propuestos se
distingue de los típicos de los narradores varones «en cuanto la mujer se interroga en torno a
sí misma, a su propia individualidad»10
.
Ya la
cuestión está centrada y se puede resumir en lo
siguiente: la narrativa de la mujer presenta al lector un mundo
distinto del que está acostumbrado, le permite adquirir
conciencia de una diversidad que se impone vigorosa, sin
tabúes, y a través de un lenguaje que persigue una
originalidad lejana del artificio, con miras a la perfección
artística. En otras palabras, marca un «momento de ruptura»
, desde el punto de
vista temático y estilístico, con la
generación anterior, afirma una inconformidad con la
sociedad dominada por el franquismo11,
y lo hace rebelándose al «perbenismo», tratando
situaciones y relaciones intrigantes de orden sexual, como lo hace
Esther Tusquets, de la que despierta inmediato interés en
Italia la primera novela que se traduce, «El mismo mar de
todos los veranos»12,
a la que sigue años después la traducción de
«Varada tras el último
naufragio»13,
ambas al año siguiente de su publicación en el
original; rebelión que atañe también al medio
lingüístico tradicional, como es el caso de Montserrat
Roig, que escribe en catalán.
A distancia de
años de sus anteriores afirmaciones, Susanna Regazzoni
percibe agudamente en la narrativa obra de mujeres que con el
tiempo ha habido cambios, que ha terminado la época
testimonial, que han sido superadas la fase femenina y la rebelde
feminista y las escritoras españolas han perseguido «una identidad que pone el acento más
sobre el valor de la escritura que sobre la exigencia de manifestar
su propia identidad de mujeres»14
.
Novedad y logro artístico explican el interés que las obras narrativas de las escritoras españolas han despertado y siguen despertando en los lectores, más allá de las modas o de las habilidades captatorias de los editores, que denuncia Emilia Perassi a propósito de las ediciones italianas de narradoras hispanoamericanas15.
Varias escritoras han tenido favorable acogida en Italia por la critica más seria -dejo a un lado las reseñas que poco o nada dicen, superficiales o a veces puro resumen de lo que está escrito en la solapa de los libros-, entre ellas, con Esther Tusquets16, Nuria Amat17, Cristina Fernández Cubas18, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Ana María Moix19, Montserrat Roig20, Rosa Montero. Su categoría no la representa siempre adecuadamente el número de obras traducidas al italiano -es el caso de Carmen Laforet-, lo que depende de muchos factores: el éxito de venta, el cambio de modas literarias, el boom latinoamericano, por ejemplo, determinado por García Márquez, y el sucesivo ingreso de las escritoras hispanoamericanas. De cualquier manera, la crítica sobre todo universitaria, ha subrayado acertadamente los méritos artísticos de las narradoras españolas, deteniéndose especialmente en algunas, como Rosa Montero y Carmen Martín Gaite.
De la narrativa de
Rosa Montero, Rosa María Grillo, pone de relieve el pasaje
del «feminismo» a obras que define
«neutras o aparentemente
masculinas»21,
subrayando el autobiografismo en «Crónica del
desamor» y en «La función
Delta», con intención generalizadora22,
el valor de la inventio en «Te trataré como a una
reina»23,
el éxito en esta novela de «un
pot-pourri, un
pastiche
agradabilísimo en el que se mezclan novela rosa,
policíaca y erótica, tragedia y comedia, y donde la
escritura periodística -elemento de disturbio en las otras
obras- entra apenas, agotándose en pocas y explícitas
páginas»24
,
para concluir que se trata de «una obra
de agradabilísima lectura, que evidencia el placer de la
escritura, con respecto a los textos anteriores en los que
emergía el "deber" de la escritura»25
,
pero denunciando también el regreso a una temática
comprometida y feminista en «Amado Amo» y
sobre todo en «Temblor», donde negativamente,
según la estudiosa, un «dirigismo», que pesa
notablemente sobre la narración se impone sobre
fábula, la cual ya lo decía
todo26.
Positivo el juicio
de Susanna Regazzoni en su exhaustivo examen pormenorizado de la
obra de Rosa Montero. Ella aprecia, por ejemplo, también
«Amado Amo» y «Temblor» y
celebra del primero la narración construida sobre el flujo
del pensamiento y del segundo la escritura «esencial, límpida, exacta»
, lo
fantástico de un mundo «amenazado
por una nube que todo lo borra y por la muerte que avanza,
gobernado por una teocracia femenina, en un régimen de
terror»
, su carácter de «novela de iniciación»27
;
carácter que también encuentra en «La hija del caníbal»
-única novela de Rosa Montero traducida al italiano, en
199928-,
de la que subraya la problemática de la identidad y pone de
relieve las características de estilo29,
la originalidad de la ruptura de los papeles convencionales entre
autor, narrador y personaje, técnicas que interpreta como
«típicamente
postmodernas»
, confirmadas por la construcción de
la novela acudiendo a varios géneros, al histórico y
el policíaco30.
A Carmen
Martín Gaite dedican su atención María
Vittoria Calvi31,
que con particular empeño se ha consagrado a la
difusión de su obra en numerosas traducciones32,
Luigi Contadini33
y Elide Pittarello34,
la cual última expresa un juicio de conjunto particularmente
positivo sobre la escritora, afirmando que su obra es toda «una larga variación acerca de la
fenomenología de la comunicación oral, especialmente
privilegiada en los sitios de su acaecer»
. En general
sitios privados, expresados por algunas alusiones a las formas del
vivir en títulos como «Entre visillos»
y «Fragmentos de interior», o bien insinuados
por vagos rituales del tedio como «Ritmo
lento» y «Retahílas»,
mientras percibe una «radical inversión de
tendencias» en «Nubosidad variable»,
«que comoquiera no deja de evocar por
antítesis el término negado»35
.
Pittarello subraya en particular, en la narrativa de Martín
Gaite, el significado y el valor artístico del
diálogo, la centralidad del acto lingüístico, la
libertad que la distingue de las convenciones
textuales36,
concluyendo con una afirmación, motivada por el examen de
«El cuarto de atrás»: «La identidad, que no hace cuestión de
géneros, supera según ella toda palabra escrita, y
especialmente la endurecida por la casualidad y la
cronología, que no puede salvar ni explicar lo complejo de
la existencia. Irreductible al orden de la razón, que ha
encontrado en los libros la garantía de su permanencia y su
expansión, el desorden de la vida puede modelarse a lo
más en un oscuro jeroglífico (una
metáfora desparramada por la autora en éste y en
otros muchos de sus textos) que, acaso porque es escritura y al
mismo tiempo pintura, muestra las huellas materiales de su inefable
verdad»37
.
Contadini examina,
por su parte, tres textos de la escritora española:
«La reina de las nieves», «Lo raro
es vivir», «Irse de casa». El
crítico insiste sobre la oralidad de la obra de Carmen
Martín Gaite, el desasosiego de sus personajes, la falta en
ellos de memoria, de manera que no se pueden reconocer en sus
propias acciones, determinando un tipo de narración «más decididamente y conscientemente
desligada y desconectada, que pone en crisis la figura autoral como
demiurgo de las historias narradas»38
,
para concluir que la narración de esta escritora nace de la
imposibilidad de percibir el sentido de todo irrepetible
acontecimiento y es la «continua
representación de dicha imposibilidad»39
.
Notable
éxito tuvo en Italia la traducción, en 1994, de
«Caperucita en Manhattan». Yo lo juzgué
como uno de los mejores textos del «realismo mágico»
, pues
construía en el Bronx y Central Park un lugar de misteriosos
encuentros, que remitía el lector directamente al mundo de
«Alicia en el país de las
maravillas»40.
En un extenso y documentado ensayo sobre el libro, Domenico Antonio
Cusato desarrolló luego el tema de las fuentes, subrayando
modificaciones y diferencias, y la indiscutible originalidad de la
autora. De particular interés son las referencias a
«Li cavaliere
inesistente» de Calvino y a los pasajes del Evangelio,
que implícitamente Martín Gaite evoca en su
narración, para enaltecer la dimensión del personaje
de Miss Lunatic, a la que compara, conscientemente o menos, con
Jesús41.
Al examen de
«La reina de las nieves» ha dedicado su
atención la ya citada Maria Vittoria Calvi, confrontando
estructuras y temas con la obra del mismo título de
Andersen, destacando la «simbiosis
definitiva entre la veta legendaria y la realista, desde siempre
presentes en la autora»42
,
y la interacción entre autor y lector, demostración
de que «el diálogo con la palabra
ajena es un bien precioso, y una fuente inagotable de
inspiración literaria»43
.
El ya citado
crítico Luigi Contadini ha vuelto recientemente a examinar
la obra última de la escritora española, dedicando su
atención a la colección de ensayos «La
búsqueda de interlocutor», libro editado en el
200044,
y a su inconclusa novela, «Los parentescos»,
publicada póstumamente por su amiga Belén Gopegui, en
el 200145.
A propósito de este libro Contadini subraya el criterio que
Carmen Martín Gaite mantenía a propósito de la
sustancial precariedad de las tramas y la inagotabilidad de la
narración: «Si es verdad
-escribe-, como ella sostenía, que la
narración no acaba nunca, porque no podrá nunca
establecer el sentido último de todo acontecimiento
irrepetible, es emblemático que Carmen haya desaparecido
escribiendo o pensando en cómo continuar con su novela. La
autora afirmaba que es inútil el intento de contar las
historias de manera exhaustiva, nunca lo son, ni siquiera para
quienes las han vivido, y mucho menos si concluyen con la muerte.
Por eso la narración es una práctica desde siempre
inacabada, todo final presumido no es más que un nuevo
comienzo, una abertura, una ulterior posibilidad de
sentido»46
.
En otra dimensión literaria, empieza en 1990 el éxito italiano de la escritora Almudena Grandes. Se traduce en ese año «Las edades de Lulú», novela que había ganado el premio «La sonrisa vertical». Desde entonces sus obras se han seguido traduciendo todas y han constituido la fortuna de una editorial que en su haber tiene también toda la obra de Luis Sepúlveda, otro éxito constante. Actualmente se acaba de presentar la traducción de la cuarta novela de Grandes, «Atlante di geografia umana» y una colección de cuentos bajo el título «Modelli di donna». La línea erótica y el lenguaje libre adoptados por la escritora explican cómo sus libros se trasforman en best-sellers. De este tipo de narrativa es difícil encontrar comentarios de envergadura, aunque parece que en «Atlante di geografia umana», según declara la autora47, hay una estructura más rigurosa, y una problemática más seria, la que nace, superados los cuarenta, de la percepción, de parte de quien escribe y de sus cuatro mujeres protagonistas, del paso del tiempo. Entraríamos así en una dimensión mucho más convincente.
Ya dije que la narrativa hispanoamericana obra de mujeres entra en Italia más tarde que la de las escritoras españolas. Es significativo que durante todo el período que va de 1940 a 1980, mientras se ensanchaba cada día el conocimiento de la poesía, la narrativa y el ensayo y se celebraban Neruda, Vallejo, Carrera Andrade, Nicolás Guillén, Octavio Paz, las narradoras hispanoamericanas quedarán prácticamente desconocidas. Hubo traducciones de poetisas como Gabriela Mistral, Dulce María Loynaz, Violeta de la Parra, Alfonsina Storni, y se estudiaron las obras de Delmira Agustini, Luisa Luisi y Juana de Ibarbourou, pero en cuanto a la narrativa fue prácticamente el desierto. Sólo en 1964 aparecieron traducidos algunos cuentos de Silvina Ocampo48, y esto, creo, más por su relación con escritores como Bioy Casares y Borges, el cual último llegaría a ser lectura apasionada de la «inteligencia» de izquierda49.
La narrativa de la
Ocampo gozó, o sufrió si queremos, en su
evaluación, la influencia de los dos narradores mencionados
y sobre todo se la conoció como escritora de cuentos tensos
sobre argumentos de drama y misterio. Años después,
prologando «Porfiria», una serie de cuentos
sacados de «Autobiografía de Irene»,
«La Furia» y «Las
invitadas», Italo Calvino centraba el ámbito
inspirativo de la escritora argentina en la «dimensión del vacío»
, en
la duda en torno a la verdad y la existencia de objetos, personas y
relaciones50,
veía en su escritura el reflejo del mundo en imágenes
dobles y ambiguas, un mundo de «tinieblas
sin confín»51
,
donde se desarrolla la envidia y la inocencia esconde la
ferocidad52,
donde los niños vislumbran el futuro y las mujeres son seres
laberínticos dominados por la pasión, estudiados por
la autora sin ninguna piedad53.
Acaso por este último motivo la Ocampo quedara un caso
aislado de narradora, puesto que no revolucionaba el panorama
tradicional de la narrativa masculina.
De cualquier
manera, la narrativa femenina hispanoamericana debió
esperar, para que en Italia se dieran cuenta de su existencia, que
se verificara el famoso boom latinoamericano y que García
Márquez llegara a ser lectura de la mayoría de los
italianos y «Cien años de soledad» se
encontrara «hasta en las
caballerizas»
, como diría alguien. No cabe duda,
los acontecimientos políticos -la revolución
castrista, el Che, la dictadura en la Argentina y en Chile, el
sandinismo, la situación en el Chiapas-, el turismo -ya
imposible ir a cualquier sitio de América, desde
México hasta la Tierra del Fuego, sin encontrar a turistas
italianos-, el feminismo y el folclore ayudaron a la
difusión de las escritoras americanas. También hubo
el éxito extraordinario de Isabel Allende, que abrió
más tarde el camino a la difusión de otras
narradoras.
Pero, a pesar de
sus pocas traducciones54,
la primera escritora hispanoamericana hacia la cual se
dirigió la atención de la crítica italiana fue
la uruguaya Cristina Peri Rossi. De ella se ocuparon con
competencia y entusiasmo las ya citadas Susanna Regazzoni y Elide
Pittarello. La primera, en el preámbulo a una entrevista con
la escritora, aprecia en la amplia lista de sus títulos,
poesía y prosa, una extraordinaria riqueza y subraya que su
producción se nutre «esencialmente
de dos aspectos de la condición humana: el amoroso y el
político»
y ambas vertientes expresan el desgaste
de la cultura occidental, el fracaso sentimental y político
de los seres55.
También destaca el motivo erótico, o existencial, de
sus textos, que se articula a través de una «escritura plural que intenta fundir lenguajes
distintos: efusivo, lírico, comprimido y
disgresivo»56
.
Por su parte Elide
Pittarello, en un agudo examen dedicado a un cuento de
«Los museos abandonados», «Los
extraños objetos voladores», investiga la
técnica con que la narradora llega a expresar su
concepción negativa, la imposibilidad para el individuo de
llegar al conocimiento del mundo, valiéndose de una
escritura que «renuncia a hablar
más allá de los Sujetos del conocimiento, con una
ductilidad representativa inversamente proporcional a su propia
capacidad definitoria»57
.
De la escritora uruguaya ambas estudiosas destacan la originalidad
lingüística.
Ya he aludido al
éxito de la chilena Isabel Allende. En Italia llamó
la atención inicialmente por su apellido: era el momento en
que todavía dominaba la indignación por el asesinato
del presidente Salvador Allende y el golpe militar. En realidad no
se sabía a punto fijo quién era esta escritora, si la
hija del difunto presidente, o quién, y los editores
mantuvieron un astuto silencio. También fue provechoso para
la difusión de su obra que la primera novela traducida en
Italia, «La casa de los espíritus»,
evocara la línea fantástica y de saga familiar propia
de «Cien años de soledad», que todo el
mundo había leído. La orientación feminista de
las jóvenes lectoras ayudó igualmente mucho: en
Milán las vi delirar frente a la presencia de la escritora,
en el «Espacio Krizia», y aplaudir
frenéticamente cualquier obviedad que dijera y hasta ahora
hay quien se expresa acerca de sus novelas de esta manera: «Comparadas con la prosa descarnada de las
europeas, las novelas de Isabel Allende son otro universo. Repletas
de sensaciones visuales, olfativas, táctiles, las
páginas de Allende se pueden casi morder, como si fueran un
fruto jugoso o una comida suculenta»58
.
La publicación progresiva de sus novelas y cuentos despertó el interés de la crítica, y como la orientación de la Allende era abiertamente feminista, gozó de especial atención por parte de las universitarias especialistas en literaturas ibéricas, mientras entre los lectores al boom de García Márquez se sustituyó pronto el de Isabel Allende.
De entre los
comentaristas de la obra de la escritora chilena destacan Beatriz
Hernán Gómez y Silvana Serafin. La primera ha tratado
de la violencia en «La casa de los
espíritus», la variedad de voces narrantes y
puntos de vista59,
señalando la proximidad a García Márquez en la
concepción de la novela como sueño60,
la ubicación binaria del ambiente, el tiempo de la
historia61;
ha examinado los personajes y la acción62,
subrayando el fundamental esquema circular de la
narración63
y el carácter de la novela como testimonio del momento
histórico, presentado «casi con un
enfoque periodístico»
, aunque la narradora quiera
se considere la historia representativa de todos los países
hispanoamericanos que han experimentado una situación
parecida64.
En otro trabajo la Hernán Gómez ha tratado
«De amor y de sombra», como un «juego de oposiciones»65
,
y ha vuelto más tarde a considerar toda la obra de Isabel
Allende, hasta «El plan infinito»,
manifestando sorpresa por el hecho de que una escritora que goza de
tanto éxito desde el punto de vista editorial «no haya encontrado en la crítica (por lo
menos la crítica académica) un interés
equivalente»
, si se exceptúa su primera
novela66.
Personalmente acuso el golpe, aunque me he ocupado de la narradora
chilena, además de en la última edición de mi
«Historia de la literatura hispanoamericana»,
ediciones española67,
e italiana68,
en breves reseñas, destacando su filiación
garciamarquesiana y celebrando sobre todo la novela «El
plan infinito», donde me parece que la Allende ha
madurado mucho69,
y menos «Paula» por un motivo acaso
discutible, el de haber explotado una tragedia personal para
argumento de novela, con demasiadas intervenciones descriptivas de
los atractivos de la protagonista para capturar al
lector70.
Por otra parte la patente orientación feminista de la
Allende da razón del por qué sus exegetas sean sobre
todo mujeres, que naturalmente sienten profundamente la
cuestión. Así se explica también como la misma
Hernán Gómez destaque en un ensayo la
frustración de los personajes masculinos presentes en la
obra de la escritora chilena y ponga de relieve como ella considere
sus textos «una aportación a la
literatura de denuncia sin más»
, y encuentre en
las mujeres «muchos»
de los
«mejores ejemplos»71
,
atenta a un programa de reivindicación de sus derechos y de
invitación a la tolerancia y la solidaridad, defensa contra
el autoritarismo masculino.
En cuanto a
Silvana Serafin, la estudiosa ha seguido puntualmente la
trayectoria creativa de Isabel Allende, desde «La casa de
los espíritus» hasta «Hija de la
fortuna»72.
En la primera de sus novelas señalaba la síntesis
feliz entre lo «real
maravilloso»
y lo «real
espantoso»
, elementos que daban vida a una «única realidad fascinante»
,
aprovechando las enseñanzas de Gabriel García
Márquez y su propia capacidad de periodista para descifrar
los acontecimientos de la época73,
destacando además la potencialidad de la palabra en sus
heroínas, el valor de la imaginación y la escritura
como salvación para la mujer, siempre marginada74.
En el examen de
«De amor y de sombra» Serafin miraba
más a poner de relieve la estrategia compositiva del texto y
sus varias lecturas posibles75.
Llamaba también la atención acerca de la
inversión de términos: cuando la autora escribe que
se trata de la historia de «una mujer y
un hombre»
, la inversión de la forma convencional
de la narración «adquiere
significado mano a mano que el lector advierte la importancia de
las mujeres descritas en la economía del
texto»76
.
Para la estudiosa la escritura es «un
hecho vital desmitificador en el que se mezclan sensaciones,
sentimientos y placer»
, así que la novela
justifica su nota fuertemente erótica, sea a nivel
fónico, sea a nivel léxico, porque para Isabel
Allende «escribir es contarse, mostrarse
sea en la condición de creador, sea en su esencia
femenina»77
,
o como escribe Serafin en otro ensayo78,
«la escritora, metaforizando los modelos
impuestos a la mujer por la cultura oficial, deviene lenguaje del
cuerpo en el que la pasión amorosa constituye el punto de
partida para un cambio social»
, mensaje que se encuentra
también en la vida de «Eva Luna», donde
imaginación y palabra «dan una
dimensión mágica a la realidad»79
.
A propósito de «Hija de la fortuna» Silvana Serafin pone de relieve el espacio que la autora deja a la fantasía del lector, con quien la escritora parece divertirse y jugar; también destaca la aparición desacostumbrada del paisaje, fuera del espacio mítico de costumbre, aunque lamenta que la tensión de la novela se atenúa hacia el final80.
La acogida de
Isabel Allende, como se ve, ha sido notable en Italia. La milanesa
editorial Feltrinelli ha distribuido hasta gratis un libro
consistente de entrevistas con ella81.
Sin embargo, hay también al menos una voz disonante, la de
otro crítico universitario, Emilia Perassi, que denuncia en
la consagración de Isabel Allende en aras de la militancia
feminista la alimentación de la «confusión entre el gusto del lector y el
valor del narrador»82
.
Su desconfianza hacia el best-seller sudamericano y lo
«femenino» es total, porque los editores, acusa, se
preocupan de seguir superficialmente el gusto de los lectores,
valiéndose de «aspectos de la
modernidad de lo femenino [...], creando ilusiones antes que
ficciones, en una arquitectura de trompe-l'oeil que achata el origen
dialéctico entre forma y contenido ínsito en los
discursos literarios, en una ostentación de signos a
efecto»83
.
La fortuna de la
narrativa de Isabel Allende se podría pensar que hubiese
favorecido al menos la difusión de otras narradoras del cono
sur de América. Recuerdo siempre a Miguel Ángel
Asturias propagandando doquiera, antes y después del Nobel,
la narrativa hispanoamericana. Pero, en este caso no ha sido
así, a pesar de lo cual, en épocas varias, sin
depender del éxito de la escritora chilena, han aparecido
algunas, contadas, traducciones de novelas de la región y
escasos ensayos dedicados a ellas. De Syria Poletti,
ítalo-argentina, hay que esperar, por ejemplo, hasta 1988
para que se traduzca una novela, y probablemente por ser su familia
originaria de Friuli84.
Patrizia Spinato elogia a Claudia Razza que se ha
«prodigado» para encontrar un editor «sensible y de valor»
, que
después de treinta y seis años «restituye a los lectores italianos la primera
novela de Syria Poletti y con ella una tejuela fundamental de la
historia de nuestro siglo»85
.
Suerte mejor, en
cuanto a traducciones, no han tenido las argentinas Beatriz Guido y
Martha Lynch, de las que sin embargo se ha ocupado en un tenso
ensayo Silvana Serafin, concluyendo por valorizar en las dos
escritoras las imágenes femeninas creadas, «que reflejan la situación cambiante de la
mujer contemporánea»
, y la crítica a los
tópoi «establecidos por
la literatura argentina, donde el personaje femenino
difícilmente constituye un carácter»
y lo
que lo distingue es «la falta de
personalidad, debido a su absoluta subordinación al
personaje masculino»86
.
Otro ensayo ha
dedicado Antonio Melis a la también argentina Luisa
Valenzuela, de la que valoriza la postura frente al poder, haciendo
hincapié sobre todo en «Novela negra con
argentinos», donde «El poder
sexual, el poder político y el poder de la escritura se
entretejen en un juego geométrico, que en su interior lleva
una carga destructora inquietante»87
.
Tampoco ha sido
provechoso el éxito de Isabel Allende para un mayor
conocimiento de las novelistas de su país, aunque sí
se ha traducido al italiano «La amortajada»,
de María Luisa Bombai, novela a la que Emilia Pefassi dedica
en 1993 un agudo ensayo, donde pone de relieve que en ella la
cuestión central es la «distinción entre los argumentos de la
irracionalidad y los de la esencia, humana en general, femenina en
particular»
, y que su discurso se mueve, «más que a lo largo de la vertiente de la
identificación del sujeto, a lo largo de la de su
deconstrucción»88
;
la palabra de la protagonista, liberada por la muerte, se opone al
silencio al que ha sido obligada en vida, denunciando así el
estado de opresión primordial de la mujer, rescatada
aquí a través de la escritura. A pesar de todo esto,
sin embargo, la actitud real de María Luisa Bombai era
tradicionalista y conservadora, si consideramos sus declaraciones
en entrevistas, apegada a «lo eterno
femenino»89
.
Acaso se haya beneficiado más tarde de la moda «allendista» la igualmente chilena Marcela Serrano, de la que se han traducido entre 1996 y 2000 varias novelas, partiendo de «Nosotros que te queremos tanto», hasta todavía reciente «Antigua, vida mía»90. O bien haya influido en su difusión el improviso auge de la narrativa centroamericana, caribeña y mexicana, ámbitos geográficos hacia los cuales la escritora traslada pronto a sus personajes.
Ya hice
alusión a los acontecimientos políticos que
despertaron el interés de los lectores italianos acerca de
las regiones americanas mencionadas. Comoquiera que sea, en la
actualidad la narrativa de la Serrano goza de gran favor en Italia
-200.000 ejemplares vendidos91-,
mientras en cierta medida va atenuándose el interés
por la Allende. Según los comentarios editoriales parece que
ya la representación del feminismo en la literatura la tiene
Marcela Serrano, en cuyos textos se encuentra también la
presencia de fuertes contenidos políticos y sociales. Las
entrevistas dan razón de la orientación de esta
escritora; ella misma funda sobre ser voz de mujer su éxito
y declara: «Creo que las mujeres
están un poco cansadas de ser siempre contadas "por los
hombres" y si encuentran una novela, libros que sienten que son
contados por ellas mismas los eligen con gusto»92
.
La crítica
ha hecho en general hincapié en el motivo feminista de la
narrativa de la Serrano, en su narración de estados de
ánimo sobre todo femeninos, utilizando un metro expresivo
«que podría pertenecer
sólo a una mujer»
, aunque a propósito de la
historia narrada en «Antigua, vida mía» hay quien
se pregunta «en voz baja»
si
un hombre no podría ser, como la mujer, la «historia de su sangre»
, y el
anónimo crítico, sin duda un caballero,
continúa: «mientras nos
preguntamos eso, continuamos con la lectura de la historia de
Violeta, que se desarrolla por medio del artificio narrativo del
"diario", leído y vuelto a leer por su amadísima
amiga Josefa, yo narrante de la novela que no podrá
más que apasionar a los amantes de la literatura "a lo
femenino", aburriendo un poquito a todos los
demás»93
.
Mayor entusiasmo
han despertado algunas novelas de Marcela Serrano en otros
críticos, más sensibles evidentemente, como mujeres,
a los problemas presentados por la narradora chilena. Así
Clara Camplani, reseñando la novela «El tiempo de
Blanca», considera que la mirada de la autora sobre
Chile es original con respecto a la de sus colegas que han sufrido
el exilio, «precisamente porque capta la
realidad desde el interior, sin la condición de
distanciamiento y nostalgia debidas al
alejamiento»94
.
En particular a la estudiosa le parece interesante, en la novela
que reseña, el hecho de que una escritora «que procede de una formación no
tradicionalmente literaria, ponga el acento sobre el valor
insustituible de la palabra, escrita u oral, para permitir la
comunicación superior entre seres
humanos»95
.
Camplani destaca también en «El tiempo de
Blanca» el hecho de que las mujeres no son en la novela
«seres maravillosos fuera de la
normalidad»
, sino que se presentan «con luces y sombras, grandezas y mezquindades,
representadas en su cotidianidad»
, y sin embargo, porque
«humanamente normales»
, con
una «grandeza épica»
suya propia96.
Aprecio
generalizado expresa Silvana Serafin en su comentario acerca de
«Nuestra Señora de la Soledad»; en esta
novela celebra que su autora «se aleje
de los cánones narrativos acostumbrados»
, en
cuanto le permite a la mujer personaje central salir de sí
misma para ir al encuentro de la vida cotidiana, «más allá del umbral de su casa,
sacudiéndose de encima el peso de la
soledad»97
.
Y a propósito de la ambientación en México,
celebra que la novelista haya escogido este país en cuanto,
según la propia Serrano, representa la esencia de la
historia del entero continente americano y permite encontrar
«la resonancia del silencio y la paz
interior que ya no se logra en las sociedades occidentalizadas y
globalizadas»98
.
Marcela Serrano se aleja, en efecto, en sus últimas novelas, de su país, en cuanto a escenario y traslada la acción a tierras que para el lector italiano tienen seguramente mayor atractivo por conocidas: su novela «Antigua, vida mía» se desarrolla en la sugestiva Antigua Guatemala, que todos los turistas han visitado. Probablemente esto explique, en parte, también el éxito creciente de esta escritora en mi país.
Ya hice
alusión a los motivos que han despertado el interés
del lector italiano hacia determinados países americanos, lo
que tiene su inevitable influencia en la editoría nacional.
Si por un lado no cabe duda de que la revolución castrista,
por ejemplo, llamó la atención sobre Cuba, dando
lugar a una abundante literatura política y también a
la difusión, por un motivo o por otro, de su narrativa
«masculina» -es el caso de Carpentier, Cabrera Infante,
Padilla, Arenas, etc.-, la
narrativa de la mujer cubana quedó totalmente desconocida.
Hay que reconocer, por otra parte, que en Cuba casi no hubo
narrativa femenina, por las razones «impeditivas»
que sutilmente explica
Mirta Yáñez prologando «Rumba senza palme né
carezze»99.
Salvo unos contados nombres -Avellaneda, Lydia Cabrera, Dulce
María Loynaz-, no hubo narradoras y sólo se
cultivó el cuento en época bastante reciente, entre
mil dificultades materiales y políticas100.
Maurizio Chierici ha denunciado abiertamente el ostracismo machista del régimen hacia la mujer escritora101. Sin embargo, dos novelistas cubanas residentes en el exterior se han afirmado: Mayra Montero, ya entrada a formar parte de la narrativa puertorriqueña, y Zoé Valdés, que estableció su residencia en Francia: dos expresiones bien diferentes de la narrativa hispanoamericana, ambas traducidas casi en la totalidad de su obra en Italia.
Los comentarios
italianos acerca de Mayra Montero han sido especialmente
favorables, sobre todo con relación a la novela que nos la
descubrió, «Del rojo de su sombra»,
traducida con el título «Da Haiti venne il sangue»,
visión inédita del Caribe, tierra de pobreza y
dictaduras, de ritos misteriosos y fascinantes para el europeo.
Maurizio Chierici, comentando la edición italiana de la
novela, afirma que su autora «respira el
sincretismo con la pasión de un narrador talmente sensual
que no dispersa en las palabras la emoción del
abandono»
, que la historia «es
el resultado de un amor que quema toda razón»
y
«una suerte de viaje en los
subterráneos de la cultura afroamericana»102
.
Por mi parte he subrayado la lograda interpretación animista de Haiti y el carácter de gran tragedia colectiva en la lucha entre «sociedades» religiosas, con sus ritos para nosotros misteriosos, la presencia de arijas y loas, de dioses del maleficio y divinidades protectoras, en un panorama de vida miserable, donde el hombre es al mismo tiempo víctima del mundo infraterrestre y celeste y sostenido por estas presencias en lo cotidiano de la lucha para sobrevivir103. Tratando luego de otra obra, también traducida, «Tú, la oscuridad», cumplí un recorrido en toda la narrativa anterior de Mayra Montero, desde «La trenza de la hermosa luna», de 1987, donde la narración sicológica se funde con la crónica de la actualidad, dando lugar a una novela de gran vigor artístico, que se aleja de la retórica en la que cae con frecuencia la narrativa de denuncia, hasta «La última noche que pasé contigo», finalista en el Premio «La sonrisa vertical», que pasé por alto, a decir la verdad, para detenerme en «Del rojo de su sombra», novela de la que ya dije, destacando su carácter de tragedia colectiva, pasando luego a examinar la por entonces última novela, traducida al italiano en 1997, «Tú, la oscuridad»: destacaba en ella la manifestación de una antigua sabiduría, en la que se condensa la experiencia de siglos, una filosofía que brota de una realidad martirizada de violencia, denuncia del atropello constante, clara alusión a la tremenda experiencia de la dictadura, en la que los tontón macoutes son los símbolos demoníacos. Una extraordinaria denuncia de la miseria de la vida, de la dimensión desamparada del ser humano en la tierra, eternamente vejado y sin embargo insuprimiblemente rico íntimamente, sólidamente anclado en certezas invisibles, que proceden de una espiritualidad cuyos cimientos están en un África remota, hecha de presencias impalpables, que Mayra Montero interpreta con equilibrio y finura104.
De Mayra Montero se ha traducido al italiano también la penúltima novela, dedicada a la figura de Caruso, sobre la que faltan hasta el momento comentarios de interés.
Posiblemente la
fortuna italiana de Mayra Montero haya influido en la
difusión de otras escritoras puertorriqueñas, como
Rosario Ferré, a la que la ya varias veces citada Susanna
Regazzoni dedicó un excelente ensayo en 1997, cuando ya
había aparecido la traducción de dos de sus novelas,
«Maldito amor», en 1995105,
a la que seguiría «La casa de la
laguna», en 1999, destacando el papel crítico de
la autora acerca de la isla, a través del punto de vista de
la mujer106.
En la saga de «La casa de la laguna» la
estudiosa ve una vuelta a la tradición de la novela popular
latinoamericana, la superación de una falsa escritura al
femenino y de cierta literatura de mujeres ya obsoleta y denunciada
en su falsedad, «tomando posición
contra las brillantes y extraordinarias "primedonne" de las sagas al
femenino a la moda»
y revelando la profundidad de la
historia de una mujer «antihéroe», que conquista
la libertad entre mil contradicciones y sufrimientos107.
Comentando la misma novela yo ponía el acento sobre varios motivos: la proximidad a «Cien años de soledad», y por la estructura narrativa a Pío Baroja, en una prosa densa y a veces poética; la valorización del paisaje puertorriqueño y la inmersión en el mito de la laguna y la realidad múltiple de la isla, donde tienen relevancia el «vodú» y las prácticas espiritualistas negras; la participación de parte de la autora al problema político de su país; los conflictos raciales y la búsqueda de la identidad nacional108.
En su penetrante
reseña de «Maldito amor», Patrizia
Spinato pone el acento sobre el parecido estructural de la novela
con «Crónica de una muerte anunciada»,
de Gabriel García Márquez, definiendo la del libro de
Rosario Ferré una «estructura genial», puesto
que vuelve al mismo evento para enriquecerlo en detalles y llegar a
modificar sus premisas, o al menos las que le parecían tales
al lector. Spinato celebra la multiplicidad de los puntos de vista
propuestos de vez en vez como definitivos y verdaderos109,
pero señala también110
una serie de contradicciones internas, los tonos «lagrimablemente feministas que Rosario no logra
retener en su pluma»
, de modo que «parece que el gentil sexo no sabe escribir sin
caer en la tentación de autocomplacerse y
autoconmiserarse»
. Atención justificada presta la
estudiosa a la nota que aparece como apéndice en la novela,
donde Rosario Ferré aclara la función paródica
de su texto, con relación a todas las novelas que han
anclado la idea de identidad nacional y continental en la
proyectada por la literatura.
Observa Patrizia
Spinato que «la búsqueda
expresiva de su propia colocación cultural domina la
literatura latinoamericana de todo este siglo»
, a veces
con el carácter obsesivo que la novelista
puertorriqueña revela «en su
dramática y a veces anacrónica
improcedencia»111
.
También señala Spinato como, siguiendo la huella de
los escritores del '98, Rosario Ferré continúa
presentando la esquizofrénica pregunta: «¿Somos
latinoamericanos o norteamericanos?», y la respuesta de
Laura, una de sus protagonistas, que ve en lo norteamericano la
fuente de la «plena y perfecta
felicidad»
, es un reto evidente112.
Para volver con
más propiedad a Cuba, y a la escritora Zoé
Valdés, la crítica italiana ha acogido con cierta
difidencia sus novelas. Danilo Manera, reseñando «Il nulla
quotidiano»113,
señala la ruptura de la autora con el régimen y como
desde Francia ella «arregla las cuentas,
y descarga su bilis»
, aunque «sin exagerar»
, denuncia la
descripción absolutamente negativa que hace de Cuba, frente
a la «inmortalidad»
del
partido, «un país falsamente
alegre para atraer turistas y con la obsesión de sacar
riquezas de la miseria»
. Todo ello a través de un
exilio que es tanto «visceral»
como «repetitivo»
, con algunas
referencias apresuradas y superficiales, y que se «exalta solamente por éxtasis sexuales o
invocaciones a los ausentes»
; en resumida cuenta «un testimonio privado y parcial, pero de fuerza
brusca y humoral, que hará reflexionar tristemente, fuera
del mito, a quien ama Cuba»114
.
Más tarde, en 2000, aparece la traducción italiana de «Café nostalgia»115. En una reseña mía acerca de esta novela expreso, lamentando la situación cubana actual, mi perplejidad acerca de la postura de la autora, antes en el servicio diplomático de Cuba en París, pero también pongo de relieve en su obra el tormento del desarraigo. Sea «Te di la vida entera», sea «La nada cotidiana» y «Sangre azul», una literatura rencorosa y de dudosa categoría más que con reales valores artísticos. «Café nostalgia» es ciertamente otra cosa, a pesar de su crudeza: muestra las calidades de una escritora original en su manera de contar, su incasable capacidad de sorprender y mantener despierto a quien lee, con un discurso inarrestable, penetración sicológica, recurso convincente a una pluralidad de escenarios y de registros narrativos, modernidad a menudo chocante de lenguaje y un fondo cultural inteligente y refinado que le permite espaciar, con páginas interpretativas eficaces, entre las obras maestras de la literatura y el arte latinoamericanos, sobre todo cubanos, pero también franceses de la Edad Media y contemporáneos116. Añadía que, en la sustancia, se trata de la búsqueda de su propia identidad de parte de la escritora, y en sentido más amplio de la identidad cubana en un período particular de su historia, representado como pudridero117.
Como sabemos, Rosario Ferré, por pertenecer a un mundo bilingüe, publica sus novelas frecuentemente en inglés y luego las traduce al castellano. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con «Maldito amor», y la traducción italiana se ha realizado sobre el texto en inglés, comparándolo, informan, con la versión castellana hecha por la misma autora. Posiblemente se explique así el improviso interés de la editoría italiana por las escritoras caribeñas emigradas a Estados Unidos, o de familias del Caribe, que escriben en el idioma de su nuevo país de residencia.
En Italia se han difundido varias novelas de estas autoras, sobre todo de origen puertorriqueño, como Esmeralda Santiago, y dominicano, centradas, en este caso, sobre la dictadura de Trujillo, tema actualmente a la moda, debido a «La fiesta del Chivo» de Vargas Llosa, pero que, en mi opinión, tiene sus orígenes remotos en la novela «Galíndez» de Vázquez Montalbán, una de las mejores de su vasto repertorio. Es el caso de Cristina García y su novela «Le sorelle Aguero»118, revelación de una escritora notable capaz de páginas de gran dramatismo y de entretener al lector con revelaciones sabiamente administradas acerca de los acontecimientos que narra119.
A «Il sogno di
America», de Esmeralda Santiago, ha dedicado su
atención Clara Camplani, subrayando en la novela el tema de
las relaciones entre la cultura hispánica y la
angloamericana y el enfoque específicamente femenino desde
el cual se examinan los problemas de las relaciones entre
generaciones, etnias y sexos, «especialmente cuando las mujeres se encuentran
en vilo entre dos culturas que implican valores familiares no
coincidentes»120
.
La estudiosa pone un serio reparo cuando afirma que «es difícil establecer donde el
género testimonial deja lugar al ensayo y cuanto de la
novela "América's Dream" no sea fruto de
investigación y planteamiento de tesis»121
.
La revolución sandinista en Nicaragua, tuvo el mérito, en cuanto se refiere a la literatura, de llamar la atención en Italia no solamente sobre poetas como Cuadra, Coronel Urtecho y Cardenal, y narradores como Sergio Ramírez, sino sobre todo sobre una mujer, poeta y novelista, Gioconda Belli, militante revolucionaria y artista de valor. Su obra narrativa ha sido toda traducida, desde «La mujer habitada» hasta «Waslala», y últimamente su autobiografía, aparecida con el título de «Il paese sotto la pelle».
He leído
que el éxito de «Waslala» en
España ha sido extraordinario: 400.000 ejemplares
vendidos122.
En Italia no sabría decir, pero ciertamente ha tenido
éxito, como las demás novelas, y reseñas
positivas. Silvana Serafin tratando de
«Waslala», ve confirmadas en la novela todas
las promesas artísticas de la primera y en Gioconda Belli
una escritora «madura, en
condición de emplear el lenguaje con sabiduría,
fantasía y poesía»
. A su vez Geraldina
Colotti subraya el realismo mágico que domina en
«Waslala», texto que define «novela de pasiones arcanas y
terrenas»
, que se «inserta en
una tradición plurisecular, de la época
precolombina»
, alcanzando con su escritura especial
levedad sobre un motivo más de contenido: «la reflexión acerca del "destino" de la
mujer en el mundo»123
.
Otro comentarista,
anónimo, de la edición italiana de
«Sofía de los presagios», tratando del
papel de las mujeres en el libro, nota que a ellas les toca la
«visión superior, ultraterrena de
las cosas»
, mientras que los hombres representan el
«papel instrumental de "fecundadores", a
no ser, con la humildad de la vejez, de adoradores silentes de la
potencia de la Madre Tierra»124
;
«Waslala» representa «la eterna lucha entre el bien y el mal [...].
La guerra apenas disimulada entre un Sur del mundo envilecido y
colonizado y un Norte despilfarrador y voraz en busca de
absolución»125
.
Notable
difusión han tenido en Italia las narradoras mexicanas.
Posiblemente ello se deba al éxito que tuvo la novela de
Laura Esquivel, «Como agua para chocolate»,
traducida en 1991 con el título ambiguo de «Dolce come il
cioccolato» y presentada como «Novela picante en 12 entregas, con recetas,
amores y remedios caseros»126
.
Añádase su realización en filme y se
explicará la fuerza ejercitada sobre los editores para que
tomaran en cuenta la narrativa femenina de México. Se
aventajaron, afortunadamente, grandes escritoras, como
Ángeles Mastretta, Rosario Castellanos, Elena Poniatowska,
que habían entrado a veces antes que la Esquivel en la
editoría italiana, o bien que recién se
descubrían, como Martha Cerda127,
o que recibieron nueva atención, como de repente
resucitadas.
Es el caso de
Carmen Boullosa, de la que acaba de volverse a publicar la
traducción de «Milagrosa»128,
ya editada en Italia en 1996129,
breve novela que pasó entonces casi inadvertida y que una
nueva editorial presenta ahora, con intento de propaganda, como
«una mezcla realmente
mágica»
, que «une
elementos de la novela policíaca, la literatura
fantástica y social con un eclectismo estilístico
sorprendente»
, dentro de la «mejor tradición de la literatura
suramericana al femenino»130
.
Hace poco se ha traducido también otra novela de Boullosa, «Duerme»131, que ha motivado intervenciones críticas de Martha Canfield132 -la cual también se ha ocupado de su poesía133-, y de esa incasable difusora de la literatura de la mujer que es Susanna Regazzi, la cual, a propósito de la narrativa de esta escritora pone de relieve la riqueza de sus resortes, el empleo de un conjunto de voces narrantes y de niveles narrativos, la ruptura de la convención autor-lector, y en «Duerme» el desarrollo de una problemática conectada con la libertad de la mujer, individuo débil, remontándose hasta la Malinche134.
En cuanto a Elena
Poniatowska en Italia se han traducido algunas de sus novelas; ha
interesado en particular, además de «Querido Diego
te abraza Quiela»135,
la novela «Hasta no verte Jesús
mío», y en particular, por razones evidentes,
políticas y de nacionalidad -había nacido en Udine-,
la espléndida biografía novelada de Tina Modotti,
«Tinissima»136,
mientras en la actualidad se está traduciendo su
última novela, «La piel del cielo», que
comenta positivamente Silvana Serafin137.
Hay que compartir la queja de Antonio Muñoz Molina en la
conferencia de prensa sucesiva a la concesión del Premio
Alfaguara 2001 a la mencionada novela: la obra de esta escritora no
ha tenido «la circulación tan
rica que debiera»138
.
Sin embargo,
«Hasta no verte Jesús mío», que
en Italia ha aparecido con el título «Fino al giorno del
giudizio»139,
ha tenido interesantes comentarios, de María Elena de
Valdés140,
por ejemplo, que, lamentada la condición impedida de la
mujer narradora frente al dominio de los autores
varones141,
destaca como la persona que narra, en la novela, «no es ni narradora autobiográfica ni
narradora ficticia»
, porque «articula su punto de vista en su lenguaje
propio»142
,
dando vida a la figura opuesta de la mexicana que se siente
pertenecer a la nación, «otra» mujer, que se
siente una extranjera en su propio país, mientras es
«nuestra otra con quien podemos
conversar, pero también es la otra que no se toma en cuenta,
la que no tiene peso ni significado en nuestras deliberaciones
importantes»
, hasta que, en el personaje de Jesusa, Elena
Poniatowska ha dado entrada «a nuestra
configuración de identidad, rompiendo con los modelos de
mala fe»143
.
En cuanto a «Tinissima» -ha sido traducido curiosamente a nuestra lengua desde el inglés144- ha interesado al lector italiano no solamente por la relación de la protagonista con sus amantes y con el italiano Vittorio Vidali durante la guerra de España, sino por su belleza y anticonformismo, en una biografía que se ha transformado en una gran novela, a pesar del propósito documentario de partida. Con razón Cristina Piccino señala, positivamente, que el libro tiene muy poco de biografía y que en él vive el mito de la bella revolucionaria y es difícil decir donde está la protagonista y donde la escritora145. Por otra parte, con razón Federica Niola pone de relieve otro atractivo, la lograda recreación de parte de la escritora del período mexicano de finales de los años veinte, extraordinario culturalmente, como época del vanguardismo estridentista, del muralismo y de la formación de una identidad mexicana146.
De renombre ha gozado en Italia por sus novelas apasionadas Ángeles Mastretta, de la que se publicó en 1988 «Strappami la vita», seguido más tarde, con ritmo acelerado, por «Donne dagli occhi grandi», 1992, «Puerto libre», 1995, y «Male d'amore», 1996147, lo que documenta un éxito notable. En particular dos novelas han despertado interés: «Donne dagli occhi grandi» y «Male d'amore»: el primero por el extraordinario mundo familiar de tías, presentadas en momentos decisivos de su vida, libro de una mujer que interpreta con gran sensibilidad y maestría todo un universo en el que el lector italiano encuentra parecidos con sus antiguas raíces y modo de vida; el segundo, entre las muchas cualidades afirmadas de la mujer mexicana, por el amor, en figuras femeninas de extraordinario relieve, con al fondo la dictatura de Porfirio Díaz, la debilidad de Huerta, el arribismo de Obregón y una desolada constatación: que, por encima de las palabras, las cosas están destinadas a perpetuar los desequilibrios y la falta de democracia. Una desilusión en el hombre y en el amor.
La protagonista, Emilia, se impone por su carácter fuerte, ya moderno por sensibilidad e independencia de ideas y de acción, y es uno de los elementos que atrae al lector, en una fascinante historia de turbulenta pasión, inmersión en las contradicciones de un mundo más interesante y dramático del que los italianos conocían o creían conocer, a través de la leyenda revolucionaria, representada por la fantasmática figura de Pancho Villa. Esto yo escribía al propósito, sustancialmente, en un ensayo ya perdido.
A examinar y
valorar la novela «Arráncame la vida»
ha dedicado un enjundioso estudio Jaime Martínez,
señalando la orientación realista de la narrativa
femenina mexicana, ante el «predominante
carácter mítico que caracteriza a muchas de las
principales novelas del boom»
, como
«Cambio de piel y Pedro
Páramo»148;
«frente al personaje
simbólico
-escribe el crítico- se prefiere reflejar las vivencias y las
circunstancias particulares de individuos concretos; frente al
espacio mítico, la geografía concreta, bien rural,
bien urbana; frente al lenguaje literario, las variedades
dialectales, geográficas y sociales del español
mexicano»149
.
Observaciones
atinadas, que llevan a destacar en la novela mexicana de la mujer
los esfuerzos para representar «una
realidad (social o individual)
[...] que
no olvida en ningún momento su carácter de producto
literario, de obra de ficción»150
.
En «Arráncame la vida», Ángeles
Mastretta logra crear, según Martínez, un ejemplo
perfecto de esta nueva narrativa, aparentemente
antihistórica, de lo cotidiano, ya que se desarrolla en lo
privado, pero que a pesar de ello mantiene una relación
importante con la historia, «hasta el
punto de que admite una lectura en clave
simbólico-política»151
.
Se trata de «un buen ejemplo de
literatura femenina centrada en el mundo de la mujer y, en este
sentido, de investigación de nuevas facetas de la
realidad»152
.
La misma Perassi, crítico riguroso, aprecia particularmente
la primera novela de Ángeles Mastretta y en ella ve afirmada
la «urgencia de dar voz a un silencio,
histórico, cultural, sicológico»
, que tiene
sus raíces en la falta de conocimiento de sí
misma153.
En la protagonista, Catalina, no ve a la mujer pasiva, sino al
personaje que alimenta la resistencia propia de una literatura,
femenina y no, «metafóricamente
no engañadora»154
.
Una escritora como Rosario Castellanos también ha tenido justificada difusión en Italia. Se han traducido sus dos novelas, «Balún Canáni» y «Oficio de tinieblas», además de un cuento, «Lección de cocina»155. Los títulos italianos de las novelas resultan más llamativos, invento de los editores para atraer a los lectores: para la primera «Il paese dei nove guardiani»156 y para la segunda «Il libro delle lamentazioni»157, que más parece anunciar una obra de piadosa meditación.
Ambos textos han
originado significativos comentarios, como los numerosos de Clara
Camplani, ahora reunidos, con otros recientes, en un volumen
orgánico158,
o el de Giuliana Fantoni acerca de «Balún
Canán» tratando del sentido de la Historia en la
novela159,
con una conclusión negativa, en cuanto la disolución
de la antigua estructura, según la estudiosa, da lugar
sólo al caos; cada uno lleva solamente el peso de su propia
existencia y la Historia, como «elemento
aglutinante colectivo se encuentra impotente para proporcionar
respuestas»
, de modo que «quedan poblando un mundo más conciente y
más infeliz las pequeñas historias
individuales»160
.
La gran exegeta
italiana de Rosario Castellanos es, como he indicado, Clara
Camplani. Su libro dedicado a la escritora mexicana y al papel de
la mujer es fundamental. Ella contempla los momentos relevantes de
la actuación, vital y artística, de la escritora,
profundiza su pensamiento, sigue sus orientaciones, sus
sueños y sus fracasos, sus tormentos interiores. Con
dialéctica convincente Camplani interpreta el epistolario de
la escritora como documento de formación, estudia su cultura
y el tema de la maternidad en sus ensayos, protesta en nombre de la
grandeza de esta mujer por haberla colocado en el panteón de
los «Hombres» ilustres, cuando fue esencialmente una
«Mujer» ilustre, examina las «inquietudes
barrocas» en su narrativa, destacada en Castellanos una nueva
sensibilidad de la mujer, cuya condición hace una con la del
indio, y en «Oficio de tinieblas», reencuentro
con la Historia, indica su libro fundamental, en cuanto
visión global y reconstrucción crítica de la
sociedad del Chiapas, región donde la escritora ha nacido,
central en su sensibilidad y programa, y dentro de la cual ha
brotado el núcleo temático de la mujer, y sobre ella
«la reflexión de la escritora
continúa por el resto de su vida»161
.
Como se ha visto,
la difusión de la narrativa hispánica escrita por
mujeres no ha sido, al fin y al cabo, indiferente en Italia. Ha
sido ciertamente desordenada, siguiendo impulsos varios,
determinados por acontecimientos políticos y el folclore,
por el desarrollo del feminismo y factores varios, más que
por un conocimiento del valor artístico real de las obras.
Varias escritoras han tenido éxito más allá de
sus méritos y otras menos de lo que sus obras
merecían. Ha habido países hispanoamericanos de cuya
producción narrativa se ha conocido sólo la debida, a
escritores varones pronto consagrados, como Perú, Ecuador y
Colombia, de la cual última una escritora como Marvel Moreno
ha merecido una atención mínima, a pesar de los
esfuerzos de su introductor en Italia, y haber ganado el Premio
«Grinzane-Cavour»
con la traducción de su novela «En diciembre
llegaban las brisas»162,
mientras, en Francia, por ejemplo, ha gozado de muy distinta
consideración y se le ha dedicado hasta un congreso en
Toulouse. Verdad es que Emilia Perassi acusa a Marvel Moreno de
«desaliño escritural»
e, implicando a la misma Allende, denuncia el «poco interés de su escritura por superar
con seguridad los niveles de la
descripción»163
.
Sin embargo, entre
los países cuya producción narrativa femenina ha
quedado, y queda, prácticamente desconocida, Colombia ha
tenido cierta suerte, si consideramos que algunas autoras
más han sido traducidas, como Laura Restrepo, de cuya
novela, «Dulce
compañía»164,
parece haber dicho mirabilia Gabriel García
Márquez165,
generoso en la propaganda de sus amigos, y Fanny
Buitrago166.
A Consuelo Triviño y a su primera novela,
«Prohibido salir a la calle», centrada en la
infancia y la primera adolescencia de una niña de
Bogotá, ha dedicado una breve reseña Susanna
Regazzoni, señalando que su autora, describiendo una familia
de la mediana burguesía urbana de Colombia, la representa
«con afectuosa crueldad desde el candor
del yo narrante»167
.
De Ecuador se ha traducido al italiano, de Alicia
Yáñez Cossío, «Bruna, soroche y los
tíos»168.
Algunos
conocimientos más han ofrecido interesantes
antologías, como «Rose ispanoamericane»169,
-donde aparecen narraciones de las chilenas María Luisa
Bombal y Ana Vázquez, de las mexicanas Elena Poniatowska y
Bárbara Jacobs, de la argentina Luisa Valenzuela, la cubana
Lydia Cabrera, la costarricense Yolanda Oreamuno, la venezolana
Antonia Palacios, la puertorriqueña Rosario Ferré-, y
«Donne allo
specchio»170,
una serie de cuentos hispanoamericanos, ecuamente distribuidos
entre autores masculinos y femeninos, de los siglos XIX y XX,
reunidos por Martha Canfield. Abundan en este último libro
las narradoras del Novecientos, siete, contra una ausencia total de
escritoras para el siglo anterior; se aprecian así, entre
otras, narradoras como Elena Garro, Marta Traba, Rosario
Castellanos y Marvel Moreno. La Canfield antepone a la
antología un interesante estudio en el que aclara las
líneas de su selección, «mujeres contadas y mujeres que se
cuentan»
, criterio que permite apreciar los papeles
distintos que asume la mujer hispanoamericana en la narrativa y en
la vida, como personaje pasivo en la representación de los
escritores masculinos, activo, que afirma su propia personalidad y
el derecho a existir autónomamente, en las narraciones de
las mujeres171.
Dos palabras
más para señalar dos repechages de la narrativa del pasado:
Antonella Rotti se ha ocupado de «Aves sin
nido», de la peruana Clorinda Matto de Turner, y de su
«difícil camino hacia el
realismo»172
,
y Aldo Albònico de «Ifigenia», de la
venezolana Teresa de la Parra, impensadamente traducida al
italiano173,
definiéndola «deliciosa
reivindicación femenina»174
,
para concluir, después de varios elogios y reservas, con que
«raramente la lucha femenina para la
propia sobrevivencia material, intelectual y afectiva ha sido
expresada con gracia igual a la difundida por Teresa de la
Parra»175
.
Aquí termina este largo recorrido en torno a la recepción de la narrativa femenina del mundo hispánico en Italia, recorrido abierto a toda integración ulterior.