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Habitación de ROSA. Interior, día.
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(Penumbra. Emerge ROSA en el espejo, se maquilla, sentada en una pequeña banqueta. Alumbra el cuarto una lamparilla. Muy cerca de ella se ven las cartas de la baraja extendidas sobre una mesa.)
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ROSA.-
¡Sí, Marco, sí!
¡No sé
cómo estoy contigo! (Carcajada nerviosa, fuera de campo.) ¡Es la verdad!... Me lo pregunto, y me digo, no puede ser, no debe ser...
Me arriesgo, y lo peor, uf...
¿Qué
inventas?
¡Loco!
(La luz se cuela a raudales. MARCO descorre las cortinas.)
¡Ah, no!...
¡Cierra las cortinas! (Ella se levanta. Va hacia la ventana). |
MARCO.-
¡Y presumes que yo no pienso lo mismo!
(ROSA cierra la cortina y, por un falso movimiento, resbala en los brazos de MARCO. Enlazados, ruedan por la cama. Ella se ríe y le acaricia el mentón, el cuello, las orejas, y los hombros. MARCO momentáneamente se siente feliz.)
¡No jorobes, diabla!
(ROSA, jugueteando con los dedos, los desplaza por el pecho y el vientre. MARCO se cabrea, a causa de las cosquillas. Reacción grosera.)
¡Ah, no!
¡No!
¡Se acabó!
(ROSA prosigue en el juego.)
(Cambio brusco.) ¡Déjame!... |
ROSA.-
(Mimosa.)
¡No seas ingrato!...
¡Rencoroso! |
MARCO.-
(Fingiendo.) ¿De qué? |
ROSA.-
(Fingiendo.) No sé. |
MARCO.-
(En su cálculo de joven macho ducho en el arte de la seducción.)
¡Entonces, qué? |
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(Cariñosa, ROSA evita la mirada entre altanera e inquisitiva de MARCO, besándole la punta de la nariz.)
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ROSA.-
¡Marco!
¡Marco! (Lo besa.) He soñado mil veces que venías en un carro de oro a medianoche, como un dios salvaje...
¡Bésame! |
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(MARCO la besa y se monta sobre ella. ROSA hábilmente lo trastea en su juego sexual.)
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MARCO.-
¡Gandía!
(Sujetándole las muñecas y como si la forzara. Furibundo.)
¡Eso!
¡Gózala!
¡Es tuya, cosa linda!
¡Con la miel y con remilgos!
¡Ahí! (Ella se rebela. Forcejo entre los dos. Ella, con malas pulgas, le araña la espalda y lo muerde en los hombros y el cuello. Él se incorpora y salta de la cama.)
¿Por qué..., por qué
he caído tan bajo...?
¡Me sacas de quicio!
¡Tú
crees que yo...!
¡Soy un blandengue, un come catibia!
¡Debía partirte el alma! (Otro tono. Comienza a vestirse.) Siempre hablándome del dinero, que así, que asao, que él lo descubre, que es fácil, que la gente de copete, que la sospecha, y vuelta al dinero..., que
él, que tú..., que la Madrina...
Vengo, y me insultas, me ruegas, y me insultas...
¿Quién cojones te figuras tú? |
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(ROSA se desconcierta por la forma en que actúa MARCO. Pero, de inmediato, se repone con un ademán enigmático.)
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ROSA.-
¡Pues sí!
¡Eres capaz de un estropicio!... Te aprovechas de mí, lo niegas, pero en tu fuero interno, lo sabes...,
¿y mis riesgos, y mis desvelos por ti...?
¡A la mierda, no?... Me recriminas de que hable, y son asuntos que nos atañen..., a ti, a mí..., y tú
tan campante. Vienes cuando se te antoja. O no vienes.
¡Y él vigila!...
¡Esa es la realidad!...
¡Y tú
con una venda en los ojos!
¡Dulzura se entromete en todas partes!
¡Lo sé, Marco!... |
MARCO.-
Sí,
¿y qué?... (Chanceándose caricaturesco.)
¡Igualita que mamita! (Otro tono.) Este encalabernao botón...
¡Él, él, él! Lo veo hasta en la sopa... Que llega ahora, que llega después...
¡Métetelo en la sesera!
¡Ningún miedo le tengo!... |
ROSA.-
¡No es eso lo que te decía!
¡Te amo! |
MARCO.-
¡Sí, ya sé!
¡Me coges la baja, tirándome cordel! Ah, suéltame...
¡No me jodas!...
(Él la empuja violentamente contra los barrotes de la cama. Se dirige hacia la puerta y la abre. Ella lo retiene.)
Si tanto es tu amor por mí,
¿por qué no alquilas un cuarto a mi nombre y sanseacabó
el sigilo y la bobería? |
ROSA.-
¡Marco, amor mío!
(Otro tono. Lo abraza fuertemente,
él la rechaza.)
Marco..., el destino..., amor mío...
Tú
nunca sabrás... |
MARCO.-
¡Responde, papayona! |
ROSA.-
¡No te vayas! |
MARCO.-
¡Pamplinas! ¡Cuentos chinos!… ¡De lejos te veo venir! ¡A otro perro con ese collar! (Carcajeándose.) ¡El destino! ¡Tu destino! (Enfila el paquete de barajas extendido sobre una mesa.) ¡Mi respuesta! |
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(Tira las cartas al aire que se diseminan por el piso y se encamina hacia la puerta. Ella procura retenerlo, corriendo tras de
él.)
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ROSA.-
Perdóname, querido... Madrina me dice... Ah, te amo, te adoro, sí..., Marco... |
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(Las vecinas ven la escena de despedida. ROSA besa a MARCO en el umbral de la puerta. MARCO desciende las escaleras airoso. ROSA cierra la puerta y se recuesta en ella, suspira.)
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LOCUTOR EN OFF.-
Rosa sabe que debe abandonar a Marco. Lo sabe. Este deseo que la domina tratará
de borrarlo. Imposible continuar en esta situación de inestabilidad. Ella no puede. Ella no debe... ¡Destino, destino! |
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Calle y casa de MARCO. Barrio de obreros. Interior, día.
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(RITA, la madre de MARCO, cotorrea con VITICO, amigo de la casa y secreto enamorado de su hija LAURA.)
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RITA.-
¡Ya te lo he repetido en varias ocasiones, Vitico!... No te embarretines demasiado... El amor es una cosa en las novelas..., y otra, la marchita... ¡Consejos de viejos! |
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(MARCO besa a su madre muy cariñoso y luego saluda a VITICO.)
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MARCO.-
(A VITICO.)
¿Eh, Vitico, en la misma matraca? ¡El ambiente, que arde! Había un revuelo por La Universidad y cerraron desde la calle Infanta hasta Doce y 23... |
RITA.-
(A VITICO.) ¡No te enredes en esos jelengues! |
VITICO.-
¡No, señora, yo...! Por la tarde un grupito de mi clase..., nos paramos en la esquinita de San Rafael y Neptuno, y vimos un barullo..., y eran los policías, son unas bestias..., dando porra a toda caña a unos estudiantes, y nosotros, cagándonos de pánico, echamos un patín, y por poco nos pillan... |
RITA.-
¡Santo Dios!...
(MARCO se anima silbando mientras se despoja de la chaqueta -que guinda a un mueble de la sala- y encaminándose hacia la cocina se contempla en el espejo.)
(VITICO se despide de RITA. Ésta recoge las tazas de café y las deposita en la cocina. MARCO se seca las axilas con una toalla.)
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RITA.-
(A MARCO.) Hacía una semana que no se le veía el pelo. ¡Qué
criatura!... Se encierra y se quema las pestañas... ¡Y me atrevería a jurar que será un potentado!...
¿Te preparo algo? |
MARCO.-
(Crispado, ágil. Tira la toalla encima de una silla.)
¿Y la niña? ¡De fiesta, en el parrandeo, no? |
RITA.-
Ah, Marco,
¿por qué
te empecinas?... Le han propuesto un papel para una película de Ramón Peón..., y estudia el libreto..., y yo se lo repasé... |
MARCO.-
¿Tú
te tragas esa píldora? ¡Ja!... ¡No me hagas historias! |
RITA.-
Al menos, no es como tú... |
MARCO.-
¿Cómo yo? ¡Tú
qué
sabes!... El día menos pensado verás a tu hijo dándose vitrina..., ¡las cartas me lo han dicho! ¡Seré
alguien que dará que hablar, te lo juro!... El dinero no me va a faltar... Plata, viejuca, pasta, por todas partes... Nadando en ella... (Cariñoso, besuqueándola.) , y tú
estarás conmigo... |
LAURA.-
(Desafiante, fuera del campo de acción.) ¡Quien vive de ilusiones, muere de desengaños! |
MARCO.-
¿Quién te dio velas en este entierro? |
LAURA.-
¡Descarado! ¡Degenerado!... ¡A mí, en paz! ¡Yo sé
requetebién qué
hago! ¡Y no te metas! ¡Bastante he visto!... (Palmoteando.) ¡Eres tú
y no yo! (Búrlandose.) ¡Uyuyuy, el coco! |
MARCO.-
¡Cuidado!... Que se me afloja la mano... |
LAURA.-
¡Atrévete!... Pero, ven acá,
¿y quién sale pitando como un enloquecido por..., de esa...?
¿De dónde viene el dinero?... Saqueando la pensioncita de esta infeliz, ni la gallina de los huevos de oro..., y al mediodía mamá vio debajo de la colchoneta un paquete de... ¡Sí, mamá, díselo! ¡Esas marcas, puerco! |
RITA.-
¡No vociferes, niña!... Criarlos y verlos como perro y gato... ¡Ay, Virgen Santísima, Cristo de Limpias!... Soy una ignorante... (En su llantera.) Tu padre se desvivía... Un hombre honrado, un hombre negado a mosquearse con el prójimo... Sudando la gota gorda en el puerto de sol a sol... (Pausa.) Y me subrayaba: «A los hijos, Rita, enséñales lo mejor...».
¿Y yo, qué
he hecho?... Sola..., y en el lavado y el planchado, y la rutina de estar colgada a la penuria..., y la inseguridad en la calle... Desde que murió tu padre, en esta casa, la confusión... |
LAURA.-
¿Ves lo que logras? ¡Depravado! |
MARCO.-
Laura, no me achuches... |
LAURA.-
¿Me amenazas, nene?... (Retadora.) ¡Ah, el lobo!... ¡Mamá, el lobo, el lobo! El lobo, que me come... (Risotadas. Otro tono.) Al bobo de la yuca con ese cuento... |
MARCO.-
¡Eso digo yo! ¡Actriz de cine, quién te vea...! ¡Mírate en un espejo!... ¡Yo desconocía esa nueva faceta! ¡Sólo esta pobre mujer te cree!... No vengas después con lagrimitas, porque tú
te lo buscastes... |
LAURA.-
¿Que yo...?
¿Que yo... qué? Hazme el favor... Somos humildes, pero con dignidad... ¡Al menos yo la tengo, que conste! |
MARCO.-
¡No le tires piedras a la casa de tu vecino si tienes el tejado de vidrio!... Vitico se desbabilla como un bobera por ti..., y tú..., en qué
tropelaje... ¡Sí, mamá..., sí! |
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Auto en la calle. Exterior, noche.
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(El auto frena por unos segundos en una calle congestionada por el tráfico. Gente apurada cruza la calle entre los autos. Ruidos de cláxones. Pregones, silbidos. ROSA y DULZURA van sentados en la parte trasera del auto. El chofer CIRILO tararea compases de una canción. Se ríe.)
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CIRILO.-
(Con acento extranjero.)
¿Ha visto usted, jefe, el prejenio de los polacos? (Ríe.) Yo no excluyo a nadie. Pero, hombre, es para asustarse del despelote...
Mi mujer en la bodega tuvo una bronca garrafal con una...
Desembarcan y se cuelan quince o veinte en una pocilga, y se turnan para dormir... ¡Y uno a mamarse cada zoquete! ¡Para mí, negros, polacos y chinos son el mismo intríngulis! ¡Hay que sacarlos a puntapié como a los isleños! |
DULZURA.-
¡Mala época, Cirilo, mala, y cuándo termina! (Otro tono, seguro, enfatuado.) Los polacos se las arreglan, vendiendo corbatas de puerta en puerta, y le cogen el gustico a la buena vida... (Otro tono.) ¡Rápido, hombre! ¡Qué
sangre de horchata! |
CIRILO.-
Hago lo que puedo, jefe. |
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(El auto arranca.)
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DULZURA.-
Pues, como ya te especifiqué... (A ROSA, enlazando un parlamento ya empezado.) ¡En guardia!... ¡No es por nada!... ¡Sino por precaver! Esto se vuelve segundo por segundo más tirante. Ayer por la madrugada me lo resaltaba Polo, y yo me hice el desentendido... Pero la policía no pierde pies ni pisada..., y con tanto revolú..., quién te dice que lo de Suárez Ortiz y su mujer no haya llegado más lejos... ¡Ella es una cabrona ladilla! |
ROSA.-
¡Déjamelos a mí! |
DULZURA.-
¡Adelantémonos al Capitán del barco y démosle carnada a la poli! |
ROSA.-
¡Lo de los conspiradores es un golpe maestro! |
DULZURA.-
(Interrumpiendo.) ¡Exacto! ¡Pero no me refiero sólo a eso! El tema es otro... Inspecciona a las mujeres... La semana anterior, Adelaida, te lo dije y no quisiste creerme, armó un escándalo de padre y señor mío..., con uno de los músicos. Tú
saliste a no sé qué
gestión..., y... ¡Yo no me inmiscuyo ahí! (Saca un pañuelo y se seca el sudor de la frente y el cuello.) ¡Ese es tu territorio!... Supongo que había mariguana por el medio. ¡Controla, controla! ¡Bah, te enfurruñas! En Veracruz y en Panamá, a mujer que cayera en tales traquimañas, se le ponía de patitas en la calle... Cuida el repertorio, anoche estabas distraída... ausente en qué
nebulosa... |
ROSA.-
(Impetuosa, enojada.) ¡Tus enredijos de Mari Castaña!... ¡Sueños de juventud, querido! Que en Veracruz, que en Panamá, que en Caracas... ¡Vaya, el paraíso! (Riéndose y tamborileándole una mano.) ¡Viejito, viejito, que no todo fue color de rosa! ¡Por algo no estás allá!... |
DULZURA.-
¡Boba de capirote!
(DULZURA se impacienta, mueve el bastón, lo empina y con él toca el hombro del CHOFER.)
¡Cirilo, despierta!... ¡Dale! ¡Dale! |
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(ROSA lo esquiva indiferente; va candileteando a la gente que transita. Repentinamente se esboza una leve, imperceptible arruga en el entrecejo.)
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Pórtico de la Academia de Baile «La Trompeta». Exterior, noche.
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(MARCO saluda al PORTERO -echándole un brazo por los hombros- y a una VENDEDORA de flores le estampa un beso en sus mejillas.)
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MARCO.-
¡Una balacera de aupa por la Universidad! Los estudiantes encabritados y los tabaqueros y los obreros de la compañía de electricidad... |
PORTERO.-
¡Esto cualquier día lo cierran!... (Atisbando a los lados con sigilo. Apartándose de la VENDEDORA de flores.)
¿Te interesan unas sandalias doraditas? ¡De paquete!... Y unos espejuelos y unas manillas de oro macizo... |
MARCO.-
(Con tono bonachón.) ¡Mezclarse en ese traqueteo, viejo, es embarratinarse! ¡Hay que evitar los problemas!... |
PORTERO.-
(En su astucia.) ¡Razón que vale!... En cada cuadra, una porra... ¡Este barco se hunde! |
MARCO.-
¡Perro que ladra no muerde! ¡No seas pesimista, hombre!
¿Y qué, cómo se porta el pueblo? |
VENDEDORA.-
¡Yo, en mi yerey!... ¡Bendito quién te ve, mi niño! |
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(MARCO toma una rosa de la canasta.)
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PORTERO.-
¡El muñeco fanfarronea! |
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(MARCO olfatea la rosa y se la incrusta en un ojal de la solapa de la chaqueta.)
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VENDEDORA.-
(Al PORTERO, riéndose.) ¡Pos tiene por qué! |
PORTERO.-
(Maliciosamente a la VENDEDORA.) ¡Yo, vacilando, y sin poder coger! |
VENDEDORA.-
(Al PORTERO, riéndose.) ¡Quién te oiga! ¡Si ya tú..., ni con tu alma!... ¡Puro cascajo! Igual que el jefe del tupé... |
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(MARCO, radiante, le gratifica a la VENDEDORA que, persignándose, se embolsa el dinero en el pecho.)
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VENDEDORA.-
(A MARCO.) ¡Gracias, querubincito! |
MARCO.-
(Al PORTERO. Abriendo la puerta.) ¡Con su permiso! |
PORTERO.-
¡Las puertas abiertas, caballero! |
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(Se oye música de danzón. MARCO monta rítmicamente las escaleras.)
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Salón de la Academia de Baile. Interior, noche.
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(El salón iluminado a medias. Los camareros de la pista cargan y aparejan las cajas de vino y de pastís al mostrador de la cantina y un grupo, en el interior, los acomodan en los lugares previstos. Al fondo los músicos que integran la orquesta improvisan un danzón. ALFREDITO DUARTE, el director-cantante, acopla un fragmento musical con la orquesta. A un costado, ROSA sentada delante de una mesita anota en una libreta y les abona a las muchachitas, un grupo permanente de siete mujeres -DANIA, SILVIA, GABY, ADELAIDA, BERTA, MIRELLA y CLARA- que operan en la Academia de Baile. ROSA ve a MARCO a lo lejos.)
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LOCUTOR EN OFF.-
Será fuerte. Ocultará la pena que le corroe el corazón, las potencias siniestras desatadas. Él. Él. Y se siente como una niña indefensa. Pero,
¿qué
trajina, Dios mío? |
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(ROSA se acoda sobre la mesita llena de papeles y palpa una caja de metal que contiene la paga semanal.)
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ROSA.-
¡Esto no es un convento de monjas ni se reza el rosario!
(Risa general de las muchachitas y alguna censura soez.)
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(Rotunda.) ¡Con certeza! (Otro tono.) Sin embargo, tampoco creo que deban salirse del plato. Por ejemplo, tú, Gaby... (Murumaca de GABY, atónita.) Sí, tú, no te regodees tanto con los consumidores..., que tú
estás en el ajo, y si te corren máquina, actúa...
En este tinglado hay que trincarse una cervecita cuando menos...
Te he descontado cuatro cuotas... |
GABY.-
Pero, Señora, yo... |
ROSA.-
(Diligente, enérgica.) ¡Los negocios son los negocios! |
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(Revuelo de cuchicheos de las mujeres indignadas. GABY intenta, con visajes e incoherencias, disculparse. MARCO avanza. Las mujeres dirigen sus miradas hacia él. Codazos entre ellas, risitas contenidas, algún secreteo admirativo. ROSA, entre el laberinto de sillas puestas sobre las mesas e instaladas bocabajo, lo ve. Unos billetes se le escapan y caen al suelo. Risas de las mujeres. ALFREDITO polemiza con los músicos un fragmento musical. MARCO se acerca al grupo y recoge el dinero del suelo, entregándoselo a ROSA. Esta encubre despectiva su emotividad. MARCO se aproxima a DANIA, una de las muchachitas, la piropea con desenfado y la besa en los labios. Las otras, entre burlas y veras, reclaman idéntico tratamiento.)
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MARCO.-
Con una es suficiente,
¿no? |
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(Las mujeres bromean desilusionadas. MARCO se despide, va hacia la orquesta, y ojea a ROSA desde un ángulo arbitrario.)
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ROSA.-
¡Silencio, por favor!... Como les comentaba, la gente que viene a «La Trompeta» es a soltar la plata..., y como todo vuela por las nubes, si nos ablandamos, perdemos el control y nos comemos un cable... ¡El negocio a la bolina! ¡Como suena!... Y tú, Adelaida... (Mímica de ADELAIDA.) Sí, contigo, querida... En el entre acto vi que le regalabas un trago a Manda el Narizón por un pomo de perfume..., ¡ponte al tiro!... ¡Ese fulano se escabulle y piratea en el rebumbio de los de la Universidad! ¡Atención!... ¡De gratis ni el aire!...
(Un camarero se acerca y respetuosamente espera que ROSA concluya con su sermoneo.)
(A ADELAIDA.) Quéjate de que no recaudas para el alquiler a fin de mes... ¡Y negados los préstamos de Polo y las facturas en la barra, y el refocilarte que el vestido de tafetán, que dos latas de leche para la abuelita...! ¡Entérate...! Revisaremos las notas en el bar... Si, queridita...
¿De acuerdo? |
CAMARERO.-
Alguien confía que usted...
La señora Suárez Ortiz... |
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(Al fondo una mujer. ROSA se encamina hacia ella. ADELAIDA prorrumpe en sollozos. DANIA se acerca a ella con el fin de consolarla. También SILVIA y GABY.)
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DANIA.-
¡No le hagas caso! ¡Genio y figura hasta la sepultura! |
ADELAIDA.-
¡Esa tirana! ¡Me encarnizaré! ¡Tan p...! |
MIRELLA.-
¡Recógete, mujer!... En las cartas de la baraja, hija, pintiparada... ¡Esa maldición no se la quita de encima! |
GABY.-
Guerra avisada no mata soldado... |
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(Las mujeres la rodean, parloteando.)
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Oficina de dulzura. Academia de Baile «La Trompeta». Interior, noche.
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DULZURA.-
La venta de la yerba y del polvito, como te detallé, anulada. (A MAURICIO, alias «Polo».) Si te mosquea algún movimiento raro... (Acaricia el bastón.) y en particular, con los últimos muchachones..., los que tenemos a prueba..., los que se ocupan de la pista..., y menos en el pujilateo del contrabandeo... ¡Léeles la cartilla! |
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(Oficina de DULZURA en la que se destacan la fotografía de Rosa centrada en un hermoso portarretrato y un pisapapeles de bronce en cuya base de forma octogonal se encuentra el nombre de Dulzura: Santiago Ordóñez.
Ha concluido la reunión con los guardaespaldas, LEO, MIGUE, MARCELO y PANCHO. LEO se lava las manos y la cara en el agua que mana de una cañería. MARCELO se frota el cuello con unos papeles sanitarios y se encasqueta la chaqueta. MIGUE se limpia las uñas y PANCHO se peina escrupulosamente delante de un espejo. Entre ellos badajean, y se complacen con estos rituales de cambalachearse el peine o el jabón, etc., como los pupilos en un colegio. DULZURA se concentra en los titulares de un periódico.)
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POLO.-
(Conciliador.) ¡Despreocúpese, jefe! ¡Al hilo! |
DULZURA.-
¡Medidas preventivas! (A los cuatro guardaespaldas.) ¡Acabáramos! ¡A eso le llaman bañarse como los gatos! Y ustedes, igualitos que zarpas...
(A una señal del bastón de DULZURA los guardaespaldas se eclipsan.)
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(A POLO, confidencial. Rechaza el periódico que leía.) La prensa jode y jode, que la mariguana, que la corrupción..., ¡pendejadas!, y no les bastan las redadas..., que sí, que no, que hay que liquidar las casas públicas... ¡el copón divino!... Si eso existe es por algo,
¿no? ¡Qué
de gratuito, Dios! Y la situación se empobrece por ese mar de fondo, por ese estira y encoge, que la tiranía, que la violación de las libertades públicas, que el traficoteo, porque la plebe se las inventa, que no se aguanta más..., y aquí nadie se chupa el dedo..., y los disturbios callejeros de los estudiantes, aliados a todo tipo de conspirador... ¡Clarísimo veo que nos precipitamos de mal en peor! (POLO no responde. DULZURA se levanta, el bastón sobre la mesa, y manipula la caja fuerte.) Con esto bajemos el telón lo más rápido posible... (Extrae cuatro paquetes de mariguana y coca, respectivamente, de la caja fuerte y los sitúa en la mesa.) La policía hará algo..., o lo hará ver..., y como se enmarañan con los agitadores, a atojarnos, y los cabrones de los periodistas a sus anchas... A río revuelto, ganancia de pescadores... Hablando con un Senador, sí, como lo oyes, que no tengo pelos en la lengua... ¡No pagaremos los platos rotos que ustedes por sus chanchullos...! (Despliega el periódico y con ademán brusco lo cierra.) |
POLO.-
Ayer anduvo un pez gordo que se identificó como de «El Diario de la Marina»..., y otro compareció bien sonada las tres de la madrugada bravuconeando que colaboraba para «El Mundo» o «Información». |
DULZURA.-
(Con premura, retoma el periódico.) Por lo de Suárez Ortiz, me lo huelo... ¡El cogote debajo de la cuchilla, coño! Detrás de la carroña el aurero. ¡Conmigo no se atreven! ¡El propósito es pillarme con el anzuelo y el pescao en la mano!... Y a Dios gracia que Rosa es un lince y maniobra a las mil maravillas. ¡A esos si le sueltas una migajas, devoran como pirañas! |
POLO.-
¡Si los he visto! Cientos se asoman, culebrean... |
DULZURA.-
(Mecánico, el rostro contraído ante el periódico.) ¡No les des alas! |
POLO.-
(Con una expresión indescifrable.) Usted no me conoce. ¡Soy bueno como el pan..., pero también, una urraca!... ¡Ya lo verá! |
DULZURA.-
(Riéndose.) ¡Despabílate, esta es la espina! ¡Cerciórate! (Le muestra el periódico con los titulares interiores de «El dueño de "La Trompeta" reina en el hampa».) Bembeteos. Que si yo en Veracruz, que si la droga, que si la trata de blancas y Madame Flora, que si me sacaron a batacazos de Panamá, (Riéndose, se seca el sudor del cuello.) que si me enchironaron en Quito, que si el bar La Marimba en Santo Domingo era la Cueva de Alí Baba y los Cuarenta Ladrones... Mentiras. ¡La tienen cogida conmigo!... ¡Hijos de...! Como si uno se enriqueciera con esta porquería. |
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(Aparece, de improviso, MARCO.)
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DULZURA.-
(Pasmado. Apelotona el periódico y lo arroja en un cesto.) Eh, tú... ¡Entra!... |
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(MARCO no responde, sólo da unos pasos. Permanece de pie, delante de la ventana, oteando hacia abajo. Los guardaespaldas mariposean con las «muchachitas». La orquesta ensaya un número musical. ROSA al fondo conversa con la visitante advenediza.)
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VOZ EN OFF DE POLO.-
En caso de que cuadre la caja..., me avisa. |
VOZ EN OFF DE DULZURA.-
¡Eso lo remato de un plumazo, Mauricio! (Otro tono.) En la nocturnancia, pacíficos, eh... Suave. Suavecito, y no permitas que entren los negros..., esa gente no me gusta... |
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(MARCO ve que ROSA se despide de la visitante y regresa el salón.
DULZURA repara en MARCO. POLO se yergue, de refilón observa a MARCO, y en su cara se dibuja la mueca de una sonrisa.)
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POLO.-
¿Algo más, jefe? |
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(DULZURA acaricia el centauro del pisapapeles y se fija en la fotografía de ROSA. Mira a POLO como si mirara en el vacío.)
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DULZURA.-
No, nada.
(POLO, con un guiño, se despide y se esfuma de la oficina. Vemos desde un ángulo superior de la oficina cómo desmonta las escaleras.)
¡Eh, tú!... |
MARCO.-
Esta última semana me enfermé... |
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(DULZURA extrae de una gaveta de la mesa una caja de tabaco, la pone en la mesa, la destapa, ase un tabaco, lo huele y lo enciende. Cuenta unos billetes y rectifica unos cheques de banco, con mórbida avaricia.)
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DULZURA.-
¿En qué
hotel?
¿En el Nacional...?
¿Con quién...? Con una vieja millonaria americana... ¡O en el cambalache! |
MARCO.-
¡Menudo infundio el suyo...! (Otro tono.) Tuve una distensión de un músculo y en la rabadilla y en el tobillo, estibando en el puerto... |
DULZURA.-
¡Como tu padre!... ¡Bah, musarañas, visiones!... ¡Fábulas, Marco! Veremos si con eso podrás comer... |
MARCO.-
Pero es que con este trabajo... ¡Una miseria, Dulzura! |
DULZURA.-
¡A Sunsún Corda con tus parlanchinerías! |
MARCO.-
Le aseguro que podría, si me da una oportunidad... Podría, por ejemplo, ayudarle en el bar..., en la pista... |
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(ROSA fisgonea por la puerta entreabierta.)
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MARCO.-
¡Lo transformaría de cabo a rabo! |
DULZURA.-
¿Transformar, qué? ¡Chiflado como una chiva! |
MARCO.-
(Sentándose en el borde de la mesa.) ¡Palabra! ¡Por mi vieja! ¡Un chance!... Si usted me lo autoriza..., Dulzura... |
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(ROSA se cuela en la oficina. Segura, se acerca a los dos hombres.)
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DULZURA.-
¡Increíble! ¡Fantástico! ¡Delirios de grandeza! (Otro tono.) ¡Bájate de la estratosfera!
(Otro tono.)
¿No te conviene? |
ROSA.-
(Fría, brutal.) ¡Al fin apareció el desaparecido! |
DULZURA.-
¡Con un novelón! |
ROSA.-
Pensamos que algo te había sucedido. |
DULZURA.-
Pretende virar al revés la Academia... |
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(ROSA numera los paquetes de la droga.)
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DULZURA.-
(Solazándose, cotejando los cheques.) ¡Pájaros en la chola! Por eso jamás saldrás adelante. |
ROSA.-
(Despótica, le entrega los paquetes numerados a MARCO.) Para Esteban, esta mercancía. |
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(ROSA atrapa unos billetes de la mesa y se los entrega a MARCO con autoridad.)
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DULZURA.-
Sigue por ese camino, muchacho. |
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(MARCO se va desconcertado hacia la puerta de la oficina. ROSA le pisa los talones.)
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ROSA.-
(En el umbral. Confidencial, malvada.) ¡La última vez! (Otro tono.) ¡Recuérdalo!
(Cierra la puerta.) (ROSA se para delante del espejo enigmática.) |
VOZ EN OFF DE DULZURA.-
¿Por qué le das ese dinero? |
ROSA.-
(Se escudriña en el espejo, comprobando la línea de su cuerpo.) ¡Cómo si eso te afectara en algo! ¡Cuánto más viejo, más avaricioso...! ¡Yo sé lo que hago!... (Tira el dinero sobre la mesa.) ¡No te quejes!... El barco de Yucatán partirá a medianoche... Los Suárez Ortiz vinieron a agradecerme de todo corazón la gestión que has hecho o que hemos hecho... (Se maquilla.) Fue ella la que vino... Es una lástima que a pesar de las dificultades que han tenido no puedan allegarse al barco... ¡Es hora de que te emperejiles!... ¡Nos esperan en el teatro Martí, y la temporada parece que este año es de primera! El Jefe de la Policía estará impaciente...
¿Me prestas el collar?... |
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Bar del puerto. Interior, noche.
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MARCO.-
(A ESTEBAN.) Ella me recalcó... (Remeda a ROSA.) ¡La última vez! ¡Recuérdalo!... (Otro tono.)
¿Qué
significa eso? (ESTEBAN se encoge de hombros.) Yo diría... |
ESTEBAN.-
¡Cabronerías!... Ellos nos explotan... Él, en su papelito amañándoselas, y ella difícilmente lo deja... El poder y el miedo se enganchan juntos...
¿Qué
pintas tú
ahí?... Ah, chico, no te creas un fantasma. Ella, hueso duro de roer... ¡Déjala!... ¡No te cuadra!... Si fuera por mí..., ¡sácatela del seso!...,
¿por qué
no te reúnes con tus viejos amigos..., en el billar de Monguillo, o conmigo...? Anteayer pasó en un fotingo de primera, Fredy, tu amigo, ese fenómeno..., y la banda... Si ves al Secretario del Sindicato del Puerto..., era amigo de tu padre..., quizás te dé una manito... |
MARCO.-
¡Ni por mientes! ¡Lo que me da, chapuza! ¡Vainás!... ¡Y a Fredy y compañía, tú
los ves, en la bobada, soplando cartuchos a tutiplén... mariconeando, conspirando! No, Esteban, si me enredo con ellos, la pura no dura ni una semana. ¡Que no, que me parquean una tiñosa!... (Otro tono.) ¡Yo, solivio como el sol! |
ESTEBAN.-
¡Esa mujer!... Quién no oye consejos... Más sabe el diablo por viejo, que por diablo... (MARCO se pavonea. ESTEBAN, significativo, con la mano.) A tu edad..., una cama caliente..., aunque no se diga... |
MARCO.-
(Riéndose en su travesura. Jaranero.) ¡Detente! ¡Mi privacidad, nague! (Pausa breve.) |
ESTEBAN.-
No sé por qué
diantre me mandan este muerto. ¡Qué
par de cabrones! (ESTEBAN olisquea los paquetes de droga y los camufla entre unas botellas de bebida). El jueves pasado me hacía falta..., desembarcaron unos vikingos y daban hasta la camiseta, los pantalones y el culo... ¡Acuérdate!... Pusieron el grito en el cielo... Entre blancos se las arreglan, y uno de calcomanía, y ¡allá va eso!
(MARCO, en el mostrador del bar, inquieto, silba y repiquetea, con la punta de los dedos, la pulida madera.)
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Gracioso,
¿no?... (Otro tono. Avizorando con sigilo a su alrededor, temeroso.) Hoy aterrizó un cargamento de mercancía... Un negociazo. Pendientes, anillos, telas para vestidos de mujer..., manteles, colchonetas, medias de Miami y Nueva York, último modelo..., y unos espejuelos, de los que no se ven... |
MARCO.-
(Con odio.) ¡Eso y cagarruta, es parejo! ¡Vivir en grande! |
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(ESTEBAN lava un vaso, lo escurre y se vierte una línea de ron, bebiéndosela de un trago.)
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ESTEBAN.-
¡No tienes idea!... ¡El jauja, mi cobio!... ¡Te lo enseñaré!... |
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(MARCO afirma con la cabeza. ESTEBAN le sirve el trago. Cerca de la puerta de acceso, en el extremo derecho del mostrador, a unos pasos de MARCO, dos marineros cubiertos de tatuajes los hombros, espaldas y parte del tórax, juegan a los dados y se pimplan de cerveza. Porfían acaloradamente, pero terminan en un juego de risas y chistes de doble sentido. En el otro extremo del mostrador, una mujer de aspecto huraño a primera vista, de ojos hermosos y vivaces, fuma un cigarrillo y paladea un trago, escuchando una canción en la radio. MARCO la ojea y bebe despacio jugando inconscientemente con el vaso. Mueca de ESTEBAN a MARCO, ridiculizando a la mujer. Esta bate el mostrador.)
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VOZ EN OFF DE INÉS.-
¡Sírveme agua e ras! |
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(ESTEBAN de mal humor le escancia un trago. El ambiente del bar refleja la indigencia. ESTEBAN registra y saca un paquete de los traídos por MARCO y sigiloso se lo propone a los dos marineros tatuados que lo aceptan. En una mesa separada dos borrachos, JULIÁN y BENITO, litigan.)
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JULIÁN.-
Nítido como el agua..., desde que trepan al empíreo, las promesas se desvanecen, y este cabronazo, nos oprime el caletre y hambre por los cuatro costados... ¡Quién lo iba a decir!, él, que hizo la revolución, empujarnos en una ratonera..., gentío inseguro, desempleo... ¡Sí, sí, ya sé! ¡Y yo en mis trece! Unos viven a costa del pueblo..., en la cogioca..., asere...,
¿te acuerdas de aquellos que salieron corriendo de la hambruna de España...?... Oye,
caquetico..., (Risotadas.) ¡p'al asilo!.. Pues, de mi discurseo, que ya ni memoria... ah, sí..., la mayoría, en la fuacatá..., encueros, una mano alante y otra atrás..., y en la rebatiña... |
BENITO.-
(En forma de ritornello.) ¡No es tan fiero el león! (Pausa.) Chapea bajito que hay moros en la costa. |
JULIÁN.-
(A botellazos contra la mesa.) ¡Qué
le zumba el merequetén!... ¡Y peor será la involución! |
BENITO.-
(Tambaleándose, brama irritado.) ¡Mentira!... ¡Ñinga pa ti!... Con este librito...,
¿te ríes?, la libertad de los que producen... ¡Analízalo! (Le enseña el muñón de un brazo.) Un día cantaremos, lo juro, cantaremos... |
JULIÁN.-
¡Ajila, bemba e perro! |
BENITO.-
(En un frenesí, próximo a desmoronarse.) ¡Los sastres, los zapateros, los barrenderos...! Y será..., será... (Tambaleándose.) ¡La explosión universal! (Se tumba en la silla, golpeando la frente contra la mesa.)
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(En el mostrador, INÉS mira su trago desdeñosa. ESTEBAN se endilga una doble línea de ron.)
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ESTEBAN.-
¡Es el único modo de sobrevivir!... ¡Y si no, el contrabando!... ¡Dios dispone, y uno se las compone! |
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(INÉS trata de fijar su mirada en MARCO, entre los hipos y resoplos de la embriaguez.)
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INÉS.-
¡Oye, pollo, todavía te bajea esa pelandruja de «La Trompeta»!... ¡Qué
gandinga!
(MARCO no responde. Al fondo del bar tres estibadores de los muelles prueban su pericia y puntería disparando saetillas a un círculo rojo pintado sobre un fragmento de madera. Chistes, buches de cerveza y expresiones groseras.)
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Yo, pies en polvorosa, hijo, porque por la turbonada que se avecina, mejor morir de hambre en mi pueblo..., que dormir en los puentes, no, mi corazoncito..., y acorralando y acojonando de a porque sí
a las putas de Zanja..., y con el corre corre diario de las huelgas y los estudiantes en la calle protestando... |
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(Unos viejos parroquianos cuestionan la política extranjera, algún escándalo de la región y un crimen pasional reciente. Se oyen los dispares acentos de los inmigrantes que habitan en esta parte del puerto, destacándose dos viejos amantes.
JULIÁN y BENITO reanudan la discusión.)
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JULIÁN.-
¡No jodas con tu cantaleta! Hablas y hablas, al fonino... Bastante hemos tenido con la guerra del 95 y la de los negros, y en Nicaragua y en México, y tú
soñando con revoluciones... Los que cojan el poder, de los que tú
mientas, seguirán en el cachumbambé... ¡Cada vez peor! ¡Robando! ¡Esquilmando al pobre! |
BENITO.-
(A tumbos, en pie, blandiendo la botella olímpicamente.) Por los juevos de Maceo..., por mi madre... |
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(Cantos de unos «marines» en la puerta. Hesitan si entran o no el bar. Revisan sus billeteras y discuten.)
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JULIÁN.-
(Belicoso.) Seguro seguro que al cantío del gallo te pondrás a conspirar... ¡Orinal de pinga! |
MARCO.-
(A ESTEBAN, con desprecio.) ¡Da grima! |
ESTEBAN.-
¡De alguna manera..., consolarse! (De golpe, ingiere un trago.) ¡Estamos solos, mi tierra! |
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(Irrumpe en el garito el grupo de los cinco «MARINES». Altos, atléticos y de facciones aniñadas. Sus edades oscilan entre los veinte o los veinticinco años. Enlazados por los hombros, acentúan los pasos al unísono, cantando una canción mejicana, desafinados y arbitrarios.)
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MARINES.- | | |
Cuando salí | | | | de La Habana, | | | |
válgame Dios, | | | |
válgame Dios, | | | |
una chinita..., | | | |
una chinita, | | | |
válgame Dios... | | |
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(El semblante de MARCO se modifica en una sonrisa sarcástica. Los MARINES totalmente borrachos a duras penas se mantienen en pie e invaden el bar; uno le sonríe a MARCO, y alborotando y meneándose, se acerca al mostrador. El resto lo imita. MARCO le gesticula a ESTEBAN.)
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ESTEBAN.-
(Servicial.)
¿Una cerveza? |
MARINE 1.º.-
Yeah! |
ESTEBAN.-
¿Hasta los topes? |
MARINE 1.º.-
Yeah, yeah...! (A sus compañeros.)
Beer for yours?... Listen! Beer... |
CORO DE MARINES.-
What!... Beer!
Yes! Okey!... ¡Cerveza! Gracias. |
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(ESTEBAN extrae las botellas de cervezas de la nevera y las destapa. MARCO caricaturiza y silba los tonos atiplados de una canción o tonadilla de Raquel Meller o Conchita Piquer, contorsionándose a la manera de La Argentinita y de la rumbera Candita y de Julio Richard. Los MARINES, exaltados, palmean y chiflan. MARCO, marcando el ritmo frenético de los chiflidos, canturreos y palmadas, mima un striptease. INÉS considera su intervención necesaria y se pintorretea. Cambio de ritmo. Los MARINES 1.º, 2.º y 3.º en la pista de baile diseñan las piruetas de una danza flamenca. El MARINE 4.º se incorpora al grupo que canta y bailotea, al mismo tiempo que INÉS se acerca al MARINE 5.º. Los jugadores de dados persisten en su actividad inalterables.)
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MARINE 4.º.-
Where are the bitches? I want a bitch! |
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