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1

Sobre estos problemas ha realizado una excelente síntesis Ignacio Zuleta en La polémica modernista: el modernismo de mar a mar (1898-1907), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1988.

 

2

Vale la pena ampliar la cita: «Lo cierto es que en algún momento de la primera mitad del siglo XX se produce una irreversible separación entre la modernidad como un momento de la historia de la civilización occidental -producto del progreso científico y tecnológico, de la revolución industrial, de la economía arrolladora y los cambios sociales del capitalismo- y la modernidad como un concepto estético. Desde entonces, la relación entre las dos modernidades ha sido irreductiblemente hostil, pero no sin permitir e incluso estimular una variedad de influencias mutuas en su cólera por la mutua destrucción» (Matei Calinescu, Cinco caras de la modernidad, Madrid, Tecnos, 1991, p. 50).

 

3

Aparte del conocido comentario de Darío sobre esta situación en Historia de mis libros, publicada inicialmente en La Nación en 1913, (Obras completas, 5 tomos, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950-1953, I, p. 206), podemos recordar las palabras con que en un artículo de 1909 recoge la forma en que «los inenarrables de siempre» exigían temas nativistas a los poetas hispanoamericanos («Los diplomáticos poetas. Amado Nervo», en Algunos juicios, O.C., p. 595).

Advertimos que a partir de aquí las citas de los textos de los libros en prosa de R. Darío procederán siempre de la edición mencionada.

 

4

Cfr. el análisis que sobre España contemporánea hace Mátyás Horány en «Notas sobre el concepto de modernidad en Rubén Darío» (Revista chilena de literatura, n.º 2-3, Santiago, primavera 1970).

 

5

Como un aspecto bien ilustrativo de esta dramática tensión, recordamos la polémica abierta en Cataluña entre Ignasi Bó y Singla y otros intelectuales, según ha recordado Joaquín Roy. «Pierde tu patria y entrarás en el arte» proponía Bó y Singla. Estas palabras, que pueden ser hoy comprendidas en una valoración casi técnica, suscitaron respuestas de patriotismo herido. (V. J. Roy, «Poesía y memorias de Josep Conangla», Revista Iberoamericana. Pittsburgh, núms. 146-147, junio 1959, p. 133).

 

6

R. Gutiérrez Girardot (Modernismo, Madrid, Montesinos, 1983) recuerda que Valera detectaba en esta atmosfera finisecular la presencia de «nuevas creencias y renovadas mitologías» (p. 27), y J. K. Huysmans, se refería a la irrupción de las «locuras de lo oculto» (p. 73).

 

7

Es interesante recordar su lamentable opinión sobre las sufragistas inglesas y francesas: «Como lo podréis adivinar, todas son feas; y la mayor parte más que jamonas (...)». Las palabras que siguen son prestadas pero asumidas por Darío: «Cuando estas damas pretenden todos los derechos y rehúsan todos los deberes, cuando quieren encargarnos de remendar los calcetines, ellas que no sabrían y no podrían dedicarse al trabajo del hombre, a su esfuerzo físico e intelectual (...)» («¡Estas mujeres!», ‘Films de París’, Todo al vuelo, II, pp. 549 y 542).