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Llegó a México en 1958 y poco después se naturalizó mexicano. Ha sido director de noticieros de los canales de televisión 4, 5 y 8; director de estrategia, programación y noticias del canal 13 de televisión (1981) y director de El Universal en la Cultura, suplemento del diario El Universal (Humberto Musacchio, Diccionario Enciclopédico de México. México. Andrés León editor, 1990, tomo cuarto, p. 1965).

 

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«Yo me llamo Paco Ignacio Taibo Lavilla González Nava Suárez Vich Manjón Boluna» (Paco Ignacio Taibo I, «Álbum familiar. (Dos)», de Para parar las aguas del olvido. Madrid, Ediciones Júcar, colección La Vela Latina-49, 1982, p. 179, con prólogo de Ángel González, epílogo de Manuel Lombardero y dibujos de Antonio Suárez, edición por la que cito; edición mexicana: México, Editorial Patria-Alianza Editorial Mexicana, 1990).

 

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Aunque De algún tiempo a esta parte es el título de un monólogo escrito por Max Aub en 1939, el autor afirma que el título de la trilogía «ha sido expropiado al poeta José Emilio Pacheco» (Paco Ignacio Taibo I, Debiste haber contado otras historias, México, Editorial Patria-Alianza Editorial Mexicana, 1990, p. 7). El tercer tomo de esta trilogía, titulado en variante cernudiana Donde habite el recuerdo y que tratará sobre sus años mexicanos de exilio, creo que no ha sido publicado hasta la fecha.

 

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«La casa de la calle Asturias la habían alquilado papá y tío, porque ambos trabajaban en el periódico Avance y éste quedaba en la misma acera, a cien metros. Pero ahora el periódico Avance se llamaba La Nueva España y cuanto más lejos estuviera, mejor» («Usted morirá en la cama», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 77). Este título procede de Cervantes, a quien se cita: «Celebrándote irá, y aquel sonido hará parar las aguas del olvido» (ob. cit., p. 15).

 

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«Yo vi entrar a los mineros en Oviedo, por la calle Cervantes, un día del mes de octubre del año mil novecientos treinta y cuatro» («Para parar las aguas del olvido», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 285). Sobre el tema puede consultarse mi artículo «La revolución asturiana de octubre de 1934 y la literatura española». Los Cuadernos del Norte, 26 (julio-agosto de 1984), pp. 86-104.

 

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«En 1934 estaban exilados en Bruselas mi padre y mi tío, junto con otro grupo de socialistas; un día decidieron mandar por sus hijos y allá nos fuimos. Éramos los exiliados más jóvenes de España. Los hijos de Benito Taibo, los hijos de Belarmino Tomás, los hijos de Amador Fernández, el hijo de Arregui, los hijos de otros muchos llegaron a Bruselas en el asombro más absoluto; veníamos de Oviedo, de Sama, de Mieres, de pueblos más chicos aún, y allí estábamos, en la Grand Place, mirándolo todo estupefactos» («Historias vivas de historia», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 58).

 

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«Los fiscales nunca llegaron a saber que mi padre había sido comisario político en los últimos meses de la guerra. Salvó. Marcela asustó mucho a mi madre, porque todos habíamos dicho que Benito Taibo estaba en Francia, exiliado. Marcela, por lo visto, tenía más olfato que Teresa, que jamás, la buena mujer, sospechó que en su casa había dos hombres» («Usted morirá en la cama», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 78).

 

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«En casa, papá y tío seguían escondidos detrás de la muralla de abrigos, de pantalones, de chaquetas de invierno» («Cervantes es una librería», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 36).

 

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«Al día siguiente llamaron a mi madre a la comisaría, y se enteró de que a quien buscaban era a Ignacio Lavilla, y no a Benito Taibo. Habían encontrado otra pieza diferente y estaban felices. Pero ya sabemos que Lavilla sigue en Oviedo. Efectivamente, alguien lo había denunciado. Ese mismo día, tío se presentó a la policía. Era inútil seguir huyendo. Había estado escondido desde abril de 1936; cuarenta y tres meses en total. Escondido en una cisterna de agua vacía, en un armario, en un sótano, debajo de una cama, detrás de un tenderete de ropa. Ignacio Lavilla fue internado en un campo de concentración, en Avilés: La Vidriera» («La detención», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 96).

 

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«Quiero contar una cosa que oí contar a mi padre. Es sencilla y no tiene problemas literarios de construcción. Es así: A las dos de la madrugada los presos de la Cárcel Modelo oían llegar el tren de mercancías... (...) A esa hora sacan a los presos que van a fusilar. A esa hora toda la cárcel despierta. Sólo una vez se oyó un grito: ¡Viva la República! ¡Asesinos! Al día siguiente los presos supieron que quien había gritado era un maestro de escuela» («El tren», de Para parar las aguas del olvido, ob. cit., p. 183).