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ArribaAbajo Antonio Domínguez Leiva: El laberinto imaginario de Jan Potocki. Manuscrito encontrado en Zaragoza (Estudio crítico)

Jesús García Gabaldón


(Madrid: UNED, 2000, 468 págs.)

Hay asuntos literarios (temas, autores, obras, géneros) que exigen, de modo natural, una mirada comparatista, pues se sitúan en una encrucijada de lenguas y culturas. Si se les observa desde el estrecho feudo disciplinario y desde la trinchera nacionalista que imperó en la filología positivista del XIX y en los formalismos del XX, su imagen crítica se desdibuja y su contorno literario empequeñece hasta casi borrarse. Sencillamente, pasan desapercibidos. Considerado desde esa perspectiva, el caso de Jan Potocki (1761-1815), excepcional figura de las letras polaca, eslavas, francesa y, en definitiva, europeas de finales del XVIII y comienzos del XIX, es ejemplar.

Potocki es un escritor polaco que escribe en francés; un erudito enciclopedista, autor de relevantes obras sobre la cronología universal, la historia, etnología y arqueología de los pueblos eslavos -las cuales, todo sea dicho,   —308→   esperan ser convenientemente estudiadas y reeditadas-; uno de los grandes viajeros europeos del XVIII, cuyos diarios, cartas, relatos y libros de viajes por Turquía, Egipto, Marruecos, el Cáucaso y el vasto imperio decimonónico ruso le convierten en uno de los fundadores del orientalismo europeo; un filósofo, diplomático y político de primer orden (como puede comprobarse en sus Aforismos sobre la libertad o sus Escritos políticos); un destacado narrador y novelista moderno que escribió la obra maestra conocida como Manuscrit trouvé à Saragosse. Sin embargo, sólo en los últimos años, la figura intelectual y literaria del conde Potocki empieza a ser reconocida, esto es, editada, estudiada y valorada, como a nuestro entender merece: uno de los grandes autores de la literatura de todos los tiempos, un clásico moderno imprescindible. Lo que ha sucedido y, en parte, todavía sucede, es que, a falta de la adecuada perspectiva comparatista que la iluminase en su integridad, la obra de Potocki cayó en el limbo o materia oscura de la crítica moderna, a consecuencia de la mutación reduccionista del concepto de literatura llevada a cabo en la época romántica. De la idea neoclásica que equiparaba literatura con cultura escrita -sin duda, el concepto más amplio de literatura que ha existido en la historia- se pasó a la concepción romántica, basada en la imagen ideal de la poesía, de literatura como creación artística. Los géneros ensayísticos que con pasión erudita cultivó Potocki, en sus cartas, memorias y tratados, y que integró en diversos pasajes, jornadas y relatos del Manuscrito, han pasado casi desapercibidos. Potocki ha sido, además, víctima de la concepción romántica nacionalista, que identificaba una lengua, un pueblo y una literatura. Así, en la crítica literaria polaca apenas se le prestó la atención crítica que merecía una obra de tanta envergadura como la suya, pues estaba escrita en francés. Al no ser un autor francés, pasó igualmente inadvertido en la literatura francesa hasta 1958, año en que Roger Caillois presentó una versión parcial del Manuscrit, considerándolo como una de las obras principales de la literatura fantástica. La principal obra ensayística de Potocki, Histoire primitive des Peuples de la Russie, primera y extraordinaria descripción histórica, etnológica y cultural del Imperio ruso, publicada en francés en 1802, en San Petersburgo, apenas ha sido estudiada, pues era obra de un intelectual polaco. Sin embargo, en esa época Polonia pertenecía al Imperio ruso y Potocki, entre otros cargos y misiones políticas, trabajó al servicio de la diplomacia rusa e incluso llegó a ser destacado miembro de su Academia de Ciencias y consejero privado del zar Alejandro I.

En suma, el caso de Potocki es ejemplar pues demuestra claramente la necesidad de adoptar dos principios comparatistas fundamentales: 1) el comparatismo no es una opción metodológica, sino que pertenece a la epistemología previa. En este sentido, el comparatismo literario es previa   —309→   e inabdicable condición técnica de los estudios sobre literatura; y 2) el principio de determinación de los productos literarios ha de ser el de unidad literaria, nunca el de unidad lingüística por sí, puesto que la unidad cultural literaria no es meramente la unidad de lengua sino de civilización.

El Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki es una obra fascinante, a la par que enigmática y compleja, tanto desde el punto de vista textual como de su contenido. El hecho es que, tanto si se trata una absurda ironía del destino como de una broma consciente del autor, ideada a modo de prueba iniciática o portal esotérico para la lectura en clave masónica de la obra, no existe un único manuscrito del Manuscrito. Si existió, se halla perdido. Existen, eso sí, diversos manuscritos y pruebas de imprenta de partes de la obra. Incluso el título es inseguro. No nos extraña, que ante tales avatares, Joan Perucho, en el prólogo a la edición catalana, haya convertido la obra y la vida de Potocki en un nuevo relato fantástico. Al parecer, el Manuscrit fue escrito por Potocki entre 1797 y 1814, y concebido por él como «Nuevo Decamerón» (así, por ejemplo, se editó hace unas décadas en inglés y en una edición argentina). En vida de Potocki, no se publicó en su totalidad, y sólo vieron la luz cien copias de unas pruebas de imprenta del «primer decamerón», realizadas en San Petersburgo en 1804 y 1805. En la copia existente de ellas en la Biblioteca Nacional de París figura una página manuscrita con la inscripción autógrafa: [Histoire] [d’] Alphonse van Worden [ou] [tirée d’un] manuscrit trouvé à Saragosse. La segunda parte de la obra fue impresa en París en 1813 bajo el título de Avadore. Histoire espagnole. En 1814 se reimprimió «el primer decamerón» en París bajo el título de Dix journées de la vie d’Alphonse van Worden. En 1847, Edmund Chojecki tradujo al polaco la obra completa desde un manuscrito autógrafo que se ha perdido, y lo hizo con el título de Rekopis Znaleziony w Saragossie (Manuscrito encontrado en Zaragoza); dicha traducción fue reeditada en 1857,1863, 1917 y 1950. En 1956 apareció en Varsovia una edición crítica de Leszek Kukulski. En 1958 Roger Caillois publicó en Francia una reconstrucción del «primer decamerón», a la que puso el título de Manuscrit trouvé à Saragosse (la cual fue vertida al español y publicada en 1970 por José Luis Cano). Finalmente, ha resultado decisiva la reconstrucción textual realizada por René Radrizzani en 1989 a partir del cotejo de cinco fuentes, de los manuscritos e impresos, de la traducción polaca de Chojecki y de la edición de Kukulski. De hecho, Radrizzani retradujo al francés las partes que no encontró en los diferentes manuscritos e impresos. Esta edición de Radrizzani fue traducida al español en 1990 por Amalia Álvarez y Francisco Javier Muñoz y en 1997 por Mauro Armiño.

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En lo respecta al contenido y a la adscripción genérica del Manuscrito encontrado en Zaragoza, la cuestión tampoco está clara: ¿es una novela gótica, filosófica, oriental, cabalística, masónica, picaresca, erótica o de a venturas? ¿o es todo ello a la vez?

Antonio Domínguez Leiva, en El laberinto imaginario de Jan Potocki, documentado y completo estudio crítico monográfico de la obra, llega a la conclusión de que se trata más bien de una «summa» narrativa, y demuestra que una obra tan hermética y laberíntica se inscribe en una cultura históricamente determinada, desde su lenguaje hasta las ideas, como es la crisis europea de las Luces que dio lugar a la génesis de la modernidad. Basándose en la hipótesis de que una obra refleja la mentalidad de su época, reelaborada por la imagología de Daniel-Henri Pageaux -sin duda, la figura más brillante de la escuela comparatista francesa- Domínguez Leiva procede a alternar diversos métodos narratológicos con un enfoque culturalista, analizando -como manifiestamente declara en la Introducción- «las relaciones entre literatura, el mundo imaginario, las mentalidades y prácticas culturales; las múltiples vías que unen una obra concreta con su tiempo, desde el uso de una lengua que refleja y, a la vez, es determinada por la Historia o las propias formas literarias que remiten al juego subterráneo de la intertextualidad histórica, hasta el imaginario marcado por temas, figuras y mitos que dependen íntimamente de los códigos culturales de una época». Tras una contextualización en el capítulo inicial de la vida y la obra de Potocki, del argumento de esta y de su recepción crítica, Leiva divide el trabajo en dos grandes etapas. En la primera, se centra en el análisis de los principales componentes del universo de ficción potockiano: el estilo, la estructura narrativa, las categorías espacio-temporales y los personajes (capítulos 2 a 6). En la segunda, se detiene en el análisis de tres temas fundamentales de la obra y de la cultura de la crisis de las Luces, como son el crimen (cap. 7), la sexualidad (cap. 8) y lo sobrenatural (cap. 9), para abordar, en el décimo y último capítulo, el debate ideológico que anima la «polifonía narrativa» del Manuscrit: el sentido de la iniciación de Alfonso, las distintas críticas de la religión revelada y la historia natural de los sistemas filosóficos, desde el racionalismo hasta el materialismo, sin excluir el talmudismo latente de la novela. El estudio se cierra con cuatro útiles anexos: uno sobre la cronología histórica y literaria de la obra y los tres restantes sobre los personajes históricos, principales y secundarios.

La originalidad del enfoque adoptado por Antonio Domínguez Leiva consiste en tender un puente entre los diferentes aspectos de la obra para, sin desdeñar ninguno de ellos, ensayar una interpretación integral, holística. La obra se encuadra inicialmente en el marco narrativo de la novela gótica (analizado, sobre todo, desde la perspectiva de la escuela narratológica francesa:   —311→   Barthes, Greimas, Genette) y se inserta en el contexto ideológico en calidad de «novela filosófica». Desde el uso sucesivo de diversas metodologías postestructuralistas, se accede así a una nueva lectura hermenéutica postmoderna, cuyo interés principal estriba en hacer resaltar la inquietante actualidad de esta obra extraña, compleja, desengañada e irónica. En su conjunto, estamos ante una visión totalizadora del Manuscrito encontrado en Zaragoza que ilustra coherentemente y con rigor sus relaciones con el contexto cultural de la crisis europea de las Luces y con el nuevo enciclopedismo de nuestra época. Como bellamente concluye Antonio Domínguez Leiva, la obra se está convirtiendo en un auténtico clásico postmoderno: «funcionando como un Talmud secularizado y desilusionado, el Manuscrit conecta con todas las obsesiones formales y temáticas de nuestra época, solicitando incesantemente nuevas interpretaciones en un movimiento infinito, suscitando en cada lector nuevas preguntas que, sin él, no se plantearían. Al ser también una máquina que genera desengaños, su pesimismo irónico tiñe esos interrogantes e interpretaciones con tono paradójico y amargo, propio de tránsitos crepusculares entre civilizaciones».