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Simancas

Francisco de Paula Mellado





La villa de Simancas es célebre por más de un concepto pero, principalmente, por conservarse en ella el archivo general del reino. Acerca de su nombre se refiere una anécdota bastante curiosa. Durante el oprobioso reinado de Mauregato de León1, siete doncellas de las ciento que este menguado monarca daba a los moros en tributo, encerradas en el castillo de la villa, concibieron la heroica resolución de mutilarse para defender por este medio su honestidad, y lo verificaron cortándose la mano izquierda, logrando así libertarse de los desmanes de los bárbaros. Desde entonces comenzó llamarse Siete-Mancas, y hoy corrompido el vocablo se dice Simancas, y en latín Septimanca.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que las armas de la villa confirman en algún modo este suceso, porque se componen de un castillo de plata en campo azul,  con su torre en medio, fundado sobre un peñasco cercado de agua, teniendo el escudo por orla siete manos en campo de sangre, y una estrella dorada sobre la cima de la torre o castillo. Nebrija asegura que Simancas es la antigua Senteica de los celtíberos, llamada después por los romanos Itercacia; corrobora esta opinión la circunstancia de hallarse entre muros, fortalezas y ruinas de edificios árabes y de los reyes de Castilla, cimientos y trozos de arquitectura romana, y la de constar que fue la octava mansión del camino militar que iba de Zaragoza a Mérida por Cebrones. Al S. de la villa se ven todavía algunos vestigios del palacio en que se crio don Fernando, hermano de Carlos V, en quien más adelante renunció el imperio  de Alemania, y al N. los de la primera casa de noviciado de la compañía de Jesús, que después se trasladó a Villagarcía de Campos.





FUENTE

Mellado, Francisco de Paula, «El caballero de Olmedo», Recuerdos de un viaje por España, 1849 (Madrid, establecimiento de F. Mellado), vol. I, pp. 70-71.



Edición: Pilar Vega Rodríguez.



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