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1.- Índice de capítulos

Prólogo de Manuel Martínez Galiano.

Pequeño prefacio y dedicatoria.

I.- El reinado naturalista de los fantasmas.

II.- Ángeles dormidos y fantasmas despiertos. (Romanticismo eterno frente a romanticismo histórico, en la poesía española).

III.- La deformación de la comedia del tiempo y de la muerte. (Los símbolos y las formas en el teatro romántico).

IV.- La masa de la sangre española frente a la masa de la novela. (Los sucedáneos románticos de la novela).

V.- La prisa del conceptismo en Mariano José de Larra. (El residuo romántico del quevedismo).

VI.- El temblor lírico en Gustavo Adolfo Bécquer.

VII.- La decadencia de la flauta.




2.- Estructura de la obra

Como ya se ha dicho la obra se divide en siete capítulos, sin subdivisiones, con cierto apelmazamiento de los mismos, sin notas aclaratorias a pie de página o bibliográficas, lo cual resulta complicado de comprender y poco didáctico al estilo de los libros de texto. En esencia es un libro muy próximo al discurso pronunciado, es decir, casi oral del sermón, casi sacado de un libro de Retórica en clave de poesía, porque la poesía despierta a los fantasmas del hombre, puesto que para Sijé el poema es también un fantasma en movimiento. El lenguaje escrito permite formular pensamientos abstractos imposibles de formular en la inmediatez de la comunicación oral, por ello el sermón debe ser estudiado previamente, para evitar el peligro de que todo acabe en una pompa de jabón. El presente análisis pretende ser un comentario de texto que muestre una visión más asequible de su contenido y su más fácil comprensión, por ello he insistido en las notas. Los capítulos primero y el último son doctrinales, el resto analíticos, parte de ellos habían sido publicados en distintos números de la revista El Gallo Crisis. El último capítulo se compone de los dos artículos ya publicados en El Gallo Crisis: «La voluntad de Cristo y la voluptuosidad de Satanás» (n.º 1) más el ya referido de «La decadencia de la flauta» (n.º doble 5-6) con algunas ampliaciones con comentarios sobre Unamuno y la novela de Stendhal.

Nos apunta Robert Marrast en su ya aludido artículo:

«En efecto, en las treinta primeras páginas, se acumulan, a veces sin relación evidente con la demostración harto abstrusa del autor, citas de Goethe, Ortega y Gasset, Edgar Quinet, Théophile Gautier, Hugo, Taine, Benda -lo que nos sorprenderá, conociendo su intelectualidad violentamente opuesta a toda pasión y a toda emoción-, Nietzsche, Manuel de Falla, Hegel, Menéndez Pelayo. Tampoco sorprenderá, Stendhal, Lope de Vega, Mme. de Staël, Proudhon, Rousseau, N. Pastor Díaz, Mesonero Romanos, Balmes -¡cómo no-, un crítico inglés sin nombrar, Goya, Donoso Cortés, y todo esto sin la menor referencia. Tal alarde de erudición movería a risa si no tuviera la pretensión de atalayar una argumentación sin hilo conductor aparente27».



Aunque se ha comentado que el Capítulo I es doctrinal, y el propio autor nos advierta que él no es un «crítico profesional» no es motivo para que tanto el ensayo como la tesis abandonen el lenguaje concreto, preciso, específico, consistente. Y como nos precisa Anthony Weston, en Las claves de la argumentación, Ariel, Barcelona, 1999, pg. 26:

«En general, evite el lenguaje cuya única función sea la de influir en las emociones de su lector u oyente, ya sea a favor o en contra de las opiniones que está discutiendo».



El lenguaje de argumentación ha de basarse en la objetividad crítica de una exposición, en el uso correcto de las reglas de la argumentación válida o modus ponens como son los ejemplos, la analogía, argumentos de autoridad o acerca de la causa, la deductiva o la refutación28. Hay que saber exponer qué está mal y qué está bien, qué sobra y qué falta, porque no todo vale como en la novela. Confundir, parece, a priori, que es la norma de aquellos que no tienen las ideas claras o quieren exponer más asuntos de los estridentes necesarios. A veces, incluso teniendo las ideas claras no somos capaces de exponerlas, ni argumentarlas debidamente bajo los patrones requeridos de eficacia demostrativa. Para apoyar una conclusión es necesario aportar pruebas que la apoyen, no basta la deducción afirmativa, sino que también es necesaria la refutación. Este es uno de los males de este trabajo de Sijé, que se deja llevar por la emotividad y el sentimiento de demostrar todo lo que sabe, por las primeras ideas cogidas con imperdibles, o falacia: extraer conclusiones de una muestra demasiado pequeña, intenta sacar y encima trata de poetizar con epanadiplosis y antítesis que provocan confusión. Si conviertes tu trabajo en un caos luego no puedes hablar en nombre de la unidad y el orden o de la «cristalización».

Ve en el Barroco la última consecuencia de la razón escolástica de la continuación no católica. Por ello arremete contra los escritores que no son cristalinos y no tienen «temblor».

En todo ensayo se recomienda un lenguaje concreto, específico, definitivo, con exposición de los argumentos uno a uno, empezando por el argumento principal y que mejor se sostenga. Sin embargo, Sijé no hace caso a estas premisas y se adentra en caminos de la creación literaria.




3.- Selección y definiciones de algunos símbolos

Los símbolos son la categoría suprema dentro de la estética, por ello, Sijé que lo sabe los usa, y gracias al ya referido prólogo del oriolano Manuel Martínez Galiano podemos tener acceso a los símbolos, colores y teorías de las que se vale Sijé en este libro que analizaremos detalladamente. Trabajo que ha supuesto una gran aportación al entendimiento del texto sijeniano. Entiendo que el método de demostración del romanticismo histórico expuesto por Sijé, por sí complejo, hubiese sido más adecuado, me refiero al método expositivo, para ensayo o una primer cata, y no libro para un concurso como era el Premio Nacional de Literatura convocado, como ya se ha dicho, para conmemorar el I Centenario del Romanticismo (1835-1935). Este premio lo ganó Guillermo Díaz-Plaja con Introducción al estudio del romanticismo español, que como se puede ver, se vale de un sistema o método didáctico claro, preciso y concreto, con notas y bibliografía, más parecido a un libro de texto que a un ensayo.

La semiología surge cuando no hay libertad. De ahí la necesidad de crear símbolos. Cuando se proclama la República de los trabajadores que así la denominó el gobierno provisional de Niceto Alcalá Zamora, el 15 de abril de 1931 en la Gaceta de Madrid, el primer Decreto declaró seis puntos, decía que se respetaría la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el Estado pueda decir revelación de su conciencia religiosa. No se cumplió este punto y se quemaron iglesias y conventos, y, en las escuelas se enseñaban las ideas marxistas: «la Religión era el opio del pueblo»29. Era su autor Carlos Marx, un judío de origen alemán, a quien se le empezó a dedicar calles en los pueblos de España. En cambio este mismo filósofo «escribía cartas a su amigo Federico Engels30 diciéndole que los obreros eran una plebe y una canalla, de la que no había que ocuparse sino en cuanto sirviera para la comprobación de sus doctrinas»31.

De esta situación anticlerical, republicana por excelencia en la idea de separación de poderes, nacen los símbolos encubiertos de la cruz como veremos en la revista Cruz y Raya (En la portada de la revista se ve una cruz con el símbolo más), en El Gallo Crisis, el gallo es el vigilante y como símbolo representa a Cristo. Si leemos Una hora de España de Azorín encontraremos coincidencias de ideas, aunque no estilo lingüístico.

El título La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, son símbolos basados en la decadencia de España por la pérdida del rito religioso y la fe en Cristo, es la decadencia el hombre con cierta similitud al título La decadencia de Occidente de Spengler ...y el reinado de los fantasmas podría enmarcarse dentro de la obra El cristianismo o Europa de Novalis como analizaremos más minuciosamente.

El romanticismo histórico era el espectáculo del siglo, se refiere a los tiempos de 1830 hasta la muerte de Bécquer (1870), el romanticismo eterno es la idea liberal permanente del hombre, a que se refiere Sijé es cercano en el tiempo del desastre del 98, 1914, 1921 o 1931 (La llamada Edad de Plata de la cultura española, que incluye la Generación del 27):

«Un siglo a llaga, un siglo a pudridero. El siglo -el siglo romántico- es el tiempo de duración, en los espacios históricos, de un movimiento elástico de pensamiento: el desarrollo temporal de las consecuencias lógicas de una idea. El romanticismo vive hoy: el romanticismo embotellado, pero, marchando inexorablemente hacia la ilógica»32.



Ninguna de las definiciones se pueden tomar por definitiva, sino aproximativas o conceptuales. Suele ser un obstáculo para la lectura desconocer los símbolos de este libro, aunque según avanza la lectura uno se va acomodando a los significados, que deduciremos según el contexto.

Ángeles dormidos, a las personas, por su facultad intelectual. Figura poético-espiritual de la persona.

Color, aunque no queda muy bien definido se refiere al folklore, al color ambiente, al aire, al estilo.

Cristales, a palabras y versos puros de belleza objetiva y absoluta. Objeto puro, transparente, cúbico. Perfección del espejo. Poema cristalino es poema duro como el cristal «cristalado», objetivo, transparente, bello como el cristal.

Cubo, a la perfección formal, como elemento geométrico perfecto. Chiste, es la presencia del absurdo en el alma. El chiste es un objeto que pesa y que, por lo tanto rueda. (p. 223).

Estatua, es la cristalización creadora del espíritu del hombre, la razón poética sometida a la razón y ésta al límite del estilo. Dios creó al hombre de barro o arcilla a su imagen y semejanza, la arcilla pasa de estatua-materia a hombre-espiritual. Es también un valor abstracto, y el acto de derribarla, una pasión concreta (p. 43).

Fantasmas, al hombre que carece de libertad espiritual, al hombre irracional sometido al impulso de las pasiones. Oscuridad. El romanticismo histórico convierte a los símbolos en fantasmas y mitos. Hemos de entenderlo, según Sijé, como los hombres que gobierna en la II República, concepto que nos conduce a desvelar el título del libro: el reinado de la República. Hombre carece de libertad espiritual o de libertad religiosa. Por ello, el hombre-flauta está en decadencia, en peligro de valores espirituales católicos. El «entendimiento agentes», del que ya hablara Santo Tomás, se imprime a base de fantasmas a través de la imaginación.

Fantasmas despiertos, poetas sin espiritualidad.

Decadencia de la flauta, es el romanticismo histórico, la flauta es el hombre, un hombre libertado al crear la flauta como imitación del pájaro (pájaro de su propia rapiña). La flauta se atribuye a los griegos, al dios Pan, que pretendía entretener a los dioses, las ninfas, los animales, etc. Considerado un medio de recuperar la armonía del universo.

Hombre, el hombre es un fantasma; y el poema es un movimiento de fantasmas. El hombre es flauta.

Intimidad, sijeniana es aquella que adopta el romanticismo para hablar de sí mismo y no de otros valores eternos o clásicos. La misteriosidad, es un sucedáneo de la cristalinidad poética.

Muerte, a la unidad de vida eterna.

Negro, lo negro es una razón de las cosas. Lo negro romántico color (decoración negra y color negro).

Oscuridad poética, es la psicología, vida íntima, oscuridad y negror. Ni cristal, ni objeto es la poesía romántica, teatro de psicología individual.

Política clásica, es política que tiene ángel, viene a ser como una democracia de ángeles, gobierno del pueblo por los ángeles. (p. 271).

Pausa de la novela, es la condición fundamental que exige la figura estilística de la novela para su existencia escrita. (p. 185).

Ruido, es ritmo, sonoridad, metales nuevos.

Romanticismo eterno, al conceptismo, clasicismo y barroco.

Romanticismo histórico, al propiamente del principio del siglo XIX, por ser el de los fantasmas o el de oscuro. Es la decadencia de la flauta.

Temblor, o vibraciones, es el titubeo ante la solución poética, ante la unidad real del poema, y el sentimiento que transmiten por la intimidad vital. Para Sijé es importante que un poeta tenga temblor en su concepción del poema. Humildad de la existencia. El temblor no está en las palabras..., el temblor radica en la colocación repetida de cuatro palabras..., y en la sustitución mágica de una palabra está la causa del temblor. También puede ser un temblor de color. Ortega nos habló del temblor de las abejas.

Temblor castellano, es la vieja poesía hija de la gracia divina, de la poesía mística y de la gracia material y popular.




4.- Lenguaje y estilo

Cuando un autor trata de imponer su propio lenguaje a los lectores corre el riesgo de ser rechazado; es el caso de Ramón Sijé, no logró imponer su lenguaje barroco a los lectores de la época. Caso evidente fue la polémica que sostuvo con el grupo Nueva Poesía de Sevilla, por expresar en términos sijenianos su idea sobre la «destilación platónica» de Bécquer, y todo ello para decir que la posición espiritual de la poesía amorosa nacía en Bécquer. Si algo tuviéramos que destacar en este libro sería sin duda alguna su lenguaje que podríamos llamar «barroco sijeniano», sobrecargado de sobremaneras de decir las mismas ideas, exceso de densidad y repeticiones de lo mismo de al revés y al derecho, poco didáctico porque no es un libro de texto donde encontramos acumulación, alegorías, aliteraciones, anacolutos, antonomasia..., podríamos seguir para agotar todos los términos estilísticos, que no es más ni menos que una demostración amplia de su capacidad de asociación de ideas, visiones abstractas y espaciales, si cabe, de su inteligencia, de su capacidad de análisis, y expresión de un sentir subliminal, casi del subconsciente, de una mentalidad: humana, poética, clásica, donde juega con el lector a su antojo, con una artillería de alambicados andamiajes verbales, bien de conceptos, ideas, retruécanos, antítesis, expresiones novedosas, tanto que muchas son ininteligibles por ahora, pero no por ello son un conjunto vacío, sino que entran más que nada dentro de la psicología del pensamiento espiritual, de alguien que domina muy bien la lengua porque ha tenido buenos maestros donde aprender, pero sin embargo, nos agobia y nos adelanta, porque él va más allá de nosotros que no le podemos seguir, porque sus conceptos aparecen expuestos como inspiración de ideas y no como resúmenes de ideas. «Nos hallamos ante un hombre de excepcional talento, clarísima y rápida intuición, fabulosa asimilación y asombrosa capacidad intelectual» (Vicente Ramos, 1973, 43). Su estilo se construye de frases cortas y rotundas. Usa y abusa de silogismos. Emplea el sistema de las comparaciones y la competición entre obras similares de distintos autores y épocas, sistema, por otra parte, bastante complejo de culminar con éxito, porque, sin duda es una de las formas de las argumentaciones más complejas de lograr. La competición entre alumnos, el premio y el castigo eran técnicas de estudios de los jesuitas. A veces, porque nada puede ser definitivo, Sijé emplea un lenguaje filosófico orteguiano, otras veces dorsiano y poético. Tiene la prepotencia del primer Azorín en La voluntad, libro que sin duda ha leído, tanto es así que la revista que fundó en Orihuela con Jesús Poveda y dirigida por Martínez Fabregat, se llamó Voluntad (1930). Poveda escribió que un día llevaba él en las manos un libro de La voluntad, cuando a Sijé se le ocurrió la idea de llamar a la revista con el nombre de la novela azoriniana.

Como bien apuntó José Muñoz Garrigós, Ramón Sijé, al modo de Góngora inventa o crea un vocabulario propio, como una acumulación de palabras perfectas que deben cristalizar en una idea de conjunto. Esto es cierto, como ejemplo vemos las veintisiete palabras que el prologuista Martínez Galiano seleccionó (ver prólogo pág. 13), que llegó a descubrir cuatro variantes o derivados de cristal: Cristalización, cristalizar, cristal, cristales. Que Sijé tomó como símil de unidad o compactación, elementos de una idea como referente a un cuerpo sólido, que nada tiene que ver con la física de las estructuras de los cristales ni de la cristalización que es la obtención de cristales a través de una disolución. Si repasamos las diferentes formas de los cristales nos hallamos con un mundo geométrico compuesto por caras diferentes según la estructura interna de los mismos. El físico Isaac Newton descubrió en el siglo XVII que al atravesar un conjunto de rayos un prisma de cristal, la luz blanca se descompone en los siete colores del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. El cristal es alegoría de pureza, claridad y conocimiento (deja pasar la luz, por tanto, la sabiduría). Las piedras preciosas no son más que cristales, que aún hoy en día se usan como amuletos o talismanes. Además de vocablos, nos encontramos con abundancia de locuciones como: páginas que gotean; palabras como castillos; destilación platónica; paisajes cristalinos; coexistencia estilística; la espera de la vida pura; entonación humilde; paisajes plástico-humanos. Inventa palabras como «hoffmanniano» (p. 250), adjetivación sobre el escritor de cuentos Amadeo Hoffmann, para designar a una persona tendente a la fantasía de los niños, palabra no admitida por el Diccionario de la RAE, a pesar de que hay escritores que la usan. También «cristalado» (p. 256), como duro objeto de cristal, que muestra un ligero matiz diferente con acristalado o vidriado.

Abusa Sijé desproporcionadamente del punto y seguido, en contra de la claridad del punto y aparte para separar párrafos que el lector atento ha de ir separando mentalmente. Cuando toma una idea ahonda en ella, la doblega y exprime, la muestra desde varios puntos de vista hasta el extremo de sacarle, si no toda, casi toda la sustancia expresiva. Son tantos los diversos aspectos como quiere mostrar a un mismo autor, tanto lo que quiere decirnos de ellos, contrapolarlos, subrayar, incidir en la visión prismática y caleidoscópica que parece que incluso él mismo se contradice en algunas opiniones. Entiendo que si este libro se hubiera llamado Psicología del Romanticismo, hubiera brotado con mucho más éxito.




5.- Apuntes al prólogo de Manuel Martínez Galiano

Los prólogos se dividen en banales, prescindibles e imprescindibles, sin embargo, este de Manuel Martínez Galiano para La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, a la primera edición del Instituto de Estudios Alicantinos (1973), es de los imprescindiblemente necesarios para poder entrar en la obra sijeniana, para poder tener una llave de acceso a este ensayo, que como he comentado antes es complejo, sobre todo por el uso de símbolos y claves crípticas. Más acertado hubiera sido decir introducción que prólogo, puesto que contiene doce páginas, es una muy completa exégesis o estudio muy meditado, preciso, del pensamiento de Sijé, un alarde de síntesis, modelo de lo que verdaderamente es un prólogo, sacado de un libro hermético. Un prólogo como síntesis para conocer el texto al que antecede. Y no preámbulos como se suelen leer. Se lo encargó José Guillén García33, Catedrático de Lengua española y Literatura en el Instituto Gabriel Miró de Orihuela y a la vez vocal del Instituto de Estudios Alicantinos para la edición que haría este Instituto por el interés demostrado por el entonces director de publicaciones Gaspar Peral Baeza, un hernandiano perseverante. Hablé con don Manuel Martínez a finales de febrero del 2005, le pedí su biografía y datos sobre este exhaustivo prólogo, tuvo la amabilidad de contármelo en una carta datada en Orihuela, 26-02-2005 donde me dice que fue durante 15 años Concejal y Primer Teniente de Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Orihuela, de cuya carta entresaco algunos datos muy ilustrativos:

«[...] dedicó especial atención al aspecto cultural de su ciudad y, especialmente, a promocionar las figuras de Miguel Hernández y Ramón Sijé, a los que no conoció pero admiró siempre. Intervino en semanas-homenajes, en los jurados de los premios «Miguel Hernández» y «Ramón Sijé» y, como encargado del Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, entre otras, en la doble edición facsímil de EL GALLO CRISIS 1973 y 1975. Interesado en estudiar la figura de Ramón Sijé, dedicó especial atención a su principal obra LA DECADENCIA DE LA FLAUTA Y EL REINADO DE LOS FANTASMAS, consiguiendo de José Torres, casado con la hermana de Ramón Sijé, el original. Pasé todo un verano para transcribirla y estudiarla, lo que me proporcionó la ocasión de conocerla bien y poder escribir el prólogo [...]».


A preguntas sobre las razones de escribir el prólogo, en una entrevista que le hicieron Rebeca Serrano y Asun López, a Martínez Galiano, publicada en El Eco Hernandiano, versión digital, núm. 12, mayo 2005, respondió que la culpa de escribir el prólogo de La decadencia de la flauta..., «La tuvo Pepe Guillén, que se lo propuso, y yo no supe decir que no. Como era gran admirador de Ramón Sijé no podía negarme. A Ramón Sijé me gusta conocerlo, leerlo pero escribir sobre él fue una circunstancia que surgió».

Para un estudio más detenido del prólogo lo voy a subdividir en cinco apartados:

a) Comienza el prólogo con una aproximación a la biografía de Ramón Sijé, primeros estudios, colaboraciones en la revista Cruz y Raya de José Bergamín, «El golpe de pecho o de cómo es lícito denunciar al tirano» y «San Juan de la Cruz». Promotor del resurgir literario oriolano por admiración e imitación de la prosa de Gabriel Miró, que da paso a la «Generación Oriolana de 1930», no es muy acertado hablar de una generación, más bien sería un grupo oriolano de los 30, o lo que pudo ser «Tertulia de la tahona», que tiene muchas controversias y que el número 2 de El Eco Hernandiano, invierno 2004, en el artículo de Verónica G. Ortiz/M.ª Carmen Tabasco Hernández, dan por hecho y que escribe: «Bien por su mayor formación y conocimientos sobre literatura, o por su forma de ser, Ramón Sijé era quien dirigía aquella tertulia». Debió ser a finales de 1932 cuando pretendía a Josefina Fenoll.

La tertulia de la tahona que no reconoció Ramón Pérez Álvarez en su libro (pág. 43, Hacia Miguel). Y por los datos aportados del propio Muñoz Garrigós en páginas 68 y 69 de su libro Vida y Obra de Ramón Sijé, tampoco parece posible, ya que Ramón Sijé conoció a Josefina Fenoll (la panadera, hermana de los hermanos Fenoll) en el primer trimestre de 1932, es obvio que Ramón Sijé no fue a la tahona de la calle Arriba 5, fecha anterior a 1932. Jesús Poveda dio el testimonio: «[...] debo decir que Sijé nunca fue guía de nuestras tertulias literarias de la calle Arriba. Jamás tomó parte en ellas». Poveda estuvo haciendo el servicio militar en Barcelona entre 1932 hasta 1934, parece ser que fueron Efrén Fenoll y Manuel Molina los que elucubraron sobre esta tertulia «a su mayor gloria». Ramón Pérez escribe: «Posteriormente José A. Sáez [Fernández], de la revista Batarro, de Huercal-Overa/Albox, tanto Josefina Fenoll como Jesús Poveda negaron tajantemente, la existencia de dicha tertulia». Pero muy ilustrador es el trabajo de José Antonio Sáez en Texto de Ramón Sijé. Que podemos leer en Internet. Josefina Fenoll se casó posteriormente con Jesús Poveda.

Vicente Ramos, doctor en Filosofía y Letras y reconocido hernandiano y sijeniano, en la página 253-255 de su libro Literatura Alicantina, Alfaguara, 1966, Premio Azorín de Literatura 1965.

«De la palabra mironiana, de su evangelio estético brotó como de fuente natural la fúlgida Generación olecense de 1930, [...] después de engendrar nuevos tallos de vida, "soñando cielos de Oleza debió morir", como amorosamente escribió Ramón Sijé».


(Tributo de Oleza a Gabriel Miró, el Día, Alicante 4 de junio 1932, nota de V. Ramos)34.                


«A través de Ramón Sijé y Miguel Hernández, la palabra-luz mironiana sembrará nuevos cielos en Carlos Fenoll, Justino Marín Gutiérrez (Gabriel Sijé), Manuel Molina y en cuantos -ayer y hoy- caminan por la senda de la alicantinidad en el arte literario».


Continúa Martínez Galiano hablando de los seis números de El Gallo Crisis «pero los cuatro últimos son refundidos en dos», el primero en junio de 1934 en el Corpus. También tuvo una separata del Notario José María Quílez sobre «Pasión y Compasión en el concepto de propiedad». Una de las tres revistas más importantes de España, después de Cruz y Raya y Revista de Occidente. La revista la considera como una guía de intelectuales católicos. Nos hace una relación del grupo Fundacional que se explicó en el apartado dedicado a El Gallo Crisis. Nos comenta el estilo conceptista, religioso y social de Sijé.

La decadencia de la flauta..., fue acabada el día de Todos los Santos (1 de noviembre de 1935), lo presentó al Premio Nacional de Literatura. El plazo de admisión de originales se cerraba el día 15 de ese mismo mes. Premio que ganó Guillermo Díaz-Plaja con su Introducción al estudio del romanticismo español. Muñoz Garrigós califica el trabajo de Guillermo Díaz-Plaja de «obrita». Pienso que si la obra de Guillermo Díaz-Plaja es conocida hoy en día es gracias a Ramón Sijé, por muchas de las referencias y notas que se han hecho de su galardonado libro. No creo que sea un obrita, tengo en mi poder un ejemplar de la cuarta edición de 1972 (Espasa-Calpe Colección Austral 1147), contiene 197 páginas y un índice alfabético de autores que le dan a la obra un bagaje de conocimientos muy didácticos, que se supone debió ser incluido por el editor. Como presidente del Jurado figuraba don Antonio Machado, y vocales del jurado don Pío Baroja, don Ángel González Palencia, don Pedro de Répide y don José Montero Alonso35. El premio estaba dotado de 6000 pesetas, el 2.º premio se lo adjudicaron a Ceferino Palencia y Tubau, y otro a José García Mercader. El de narración se lo dieron a Ramón. J. Sender. Apunta Martínez Galiano que el trabajo quedó «fuera de los moldes exigidos por el tema del concurso». Creo que en la edición de 1973 de La decadencia de la flauta..., le hubiera hecho falta un imprescindible índice de autores, porque la lista es larga. Hemos de suponer que los medios de impresión de la época no eran los informáticos que actualmente disponemos.

Martínez Galiano reconoce y afirma «pero su genio intelectual no se ajusta, no puede ajustarse a los límites del tema propuesto, desbordado en todas sus partes por su incontenible "angustia creadora", que huye del erudito y farragoso trabajo lleno de citas, de recopilación de pensamiento ajeno». Más adelante reconoce el autor del prólogo la voluntad de trabajo e inteligencia de Sijé, un ser excepcionalmente dotado para concebir tal cantidad de conocimientos. Poseía una sólida base filosófica esencialmente tomista36. Como no debería extrañar que un estudiante con los jesuitas estudiaran a Santo Tomás de Aquino.

b) Incluye Martínez Galiano un retrato literario que hizo Miguel Hernández sobre Sijé. «Febrilmente moreno, doradamente oscuro, con un relámpago en cada ojo negro y una frente ilimitada...»37. También nos habla de su muerte que lo fue «como el (sic) [del] rayo», entrecomillada porque recoge la entrada de la «Elegía», donde escribió Miguel Hernández: «[...] se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería».

Escribe Galiano que Sijé:

«[...] demuestra un perfecto conocimiento de la literatura, de nuestros clásicos -especialmente Quevedo y Gracián-, de nuestros pensadores -Belmes, Unamuno, Ortega y Gasset, d´Ors- de la filosofía y de la teología escolástica -principalmente de santo Tomás-, y del pensamiento europeo moderno -Kant, Hegel, Nietzsche, Freud, Guardini y también otros-, no podemos más que experimentar un profundo asombro ante su excepcional capacidad de trabajo y ante su inteligencia».


Comenta Martínez Galiano que el sentido vitalista de la realidad de Sijé proviene del raciovitalismo de Ortega y Gasset, y que no proviene de Nietzsche «al que supera totalmente», opinión del todo excesiva y poco meditada en una exacerbada frase llevado, sin duda, por un impulso sentimental de paisanaje. Continúa exponiendo que Sijé usa en esta obra una prosa de características esencialmente propia del barroco. La dificultad de su lectura queda recompensada con «nuevas bellezas e ideas». Sin duda un lenguaje propio al modo de Góngora, «un lenguaje plástico». Un lenguaje en clave, y que a su vez ha quemado las claves que lo puedan desvelar. Usa palabras símbolos, colores y teorías porque como buen conceptista juega con las palabras y las somete a una «constante tensión». Algo parecido es lo que hizo Miguel Hernández con su Perito en Lunas, una obra críptica y hermética, no en vano Sijé fue mentor y guía intelectual de Miguel. Lo que sucede es que Miguel tuvo la debilidad de dar las claves de las 42 octavas reales a su amigo Andreu Riera. La temprana muerte de Sijé dos meses después de acabar esta obra, no le dio tiempo a desvelarnos sus claves, que muy acertadamente y en un gran esfuerzo de descifrar o decodificar su lenguaje nos avanza unas definiciones, aunque nos advierte el prologuista que son «como avance, sujeto a revisión». Nos descifra algunos símbolos y expone sus significados, lo cual es una aportación muy meritoria para entrar bien calzado en el texto sijeniano, busca acepciones a cristalización, a la que denomina como la identificación unitaria de contenido y forma. Cristal como cristalización de la realidad. Fantasma al hombre que carece de libertad espiritual. Flauta a la persona creadora de símbolos. Por lo que podemos considerar a Sijé como una flauta, según sus propias definiciones. Así continúa el prologuista hasta definirnos veintisiete símbolos sijenianos (p. 31).

c) Nos comentará Martínez Galiano, que «este ensayo es una apología del conceptismo que toma como modelo y norma para juzgar el movimiento romántico que Sijé llama romanticismo histórico». Aquí debemos de matizar que Sijé entiende el conceptismo, el clasicismo y el barroco como romanticismo eterno con el que comulga, en cambio al que ataca es al romanticismo histórico que es el propio del siglo XIX. Nos dice que Sijé concibe el proceso creador poético en el conceptismo como un hecho psicológico y no como un hecho de estilo, por ello como la creación poética es un sucedáneo de la realidad, y como el romanticismo histórico, según Sijé, no tiene realidad, no puede producir el objeto artístico, porque el romanticismo histórico separa la vida de la persona. Hay que tener en cuenta que la idea sijeniana sobre el romanticismo histórico es contraria al sentido verdadero del romanticismo como el mentor liberal del individuo (revolucionario) que acaba con el cristianismo, Eutimio Martín asegura que Sijé padecía una «paranoia teocráticas, su obsesión era hacer del cristianismo un istmo (sic) [ismo] político»38. Porque extrapolado al neorromanticismo de tendencia comunista, al que tanto temía, ya que Sijé es anticomunista, como expone Vicente Ramos «El anticomunismo de Sijé es evidente y se manifiesta explícito en el artículo que le inspiró la figura del escritor ruso Elías Ehrenburg» (1973,77). La idea sijeniana de identificar el romanticismo con el comunismo la expuso también Agustín Sánchez Vidal39.

Nos explica Martínez Galiano la idea tomista sobre el intelecto y la realidad. Sobre «el objeto poético», como forma de la realidad contenida en nuestro conocimiento. Pero es necesario introducir la filosofía de la razón, (razón es ratio en latín y logos en griego). Porque nos dice que Sijé ahonda el conceptismo y culteranismo como barroquismo no son sino maduración de "ratio" escolásticas, dedicada a la reelaboración de la realidad divino-poética por medio de las formas, es decir, los símbolos, porque estos son la realidad elevada a poesía, a filosofía y a religión. Porque los símbolos han de ser expresados en el mundo de las formas. Concluye la tesis sobre la creación artística, de que «la creación es un problema del espíritu y de la forma». Porque la creación literaria o artística, según Sijé, de que el artista debe ser al mismo tiempo un genio y un artífice. Acierta Martínez Galiano con la explicación de la página 15 de su prólogo sobre la idea entre el romanticismo eterno característico del mundo clásico-cristiano como unidad de la vida y pensamiento, y el romanticismo histórico (siglo XIX), vida íntima y pensamiento como crisis del espíritu, porque para Sijé el siglo XIX es crisis porque el hombre parte de vida interior en contra de la vida cristiana. Si entendemos este punto, entenderemos La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas.

d) Nos define la idea sijeniana sobre la poesía española, que la centra en el romanticismo eterno, como romanticismo cristiano, que denominará «españolismo».

Luego afirma que España no conoció un Renacimiento al estilo europeo. Porque en realidad España acató la más estricta ortodoxia de la Contrarreforma consecuencia del genuino barroco español. Se adentra en el tema amor y muerte de los conceptistas: Jorge Manrique, el gallego Macías, el toledano Garcilaso, Villamediana, Fray Luis de León, Herrera y el idealismo mítico ya de Don Quijote. En realidad lo español para Sijé es la llamada poesía del laberinto de trovadores, romances y místicos.

Nos amplía muy detalladamente el concepto del romanticismo histórico del XIX, considerado como potestad, que es definido por Sijé como «la incapacidad humana para la coincidencia con la persona y la incapacidad poética-plástica para la creación del objeto artístico cristalino». (pág. 29, La decadencia...). Vuelve el prologuista a filosofar sobre el romanticismo eterno que se opone al histórico con nuevas y afortunadas aportaciones, comenta los significados del romanticismo histórico. Aunque no queda clara la idea, sí entendemos la oposición entre el romanticismo eterno y el romanticismo histórico (etapa negra, noche, sueño, soledad y muerte).

e) Concluye el prologuista con la idea sijeniana de que a los poetas del romanticismo histórico les falta, según Sijé, humildad, originada por la sumisión de la razón y los sentimientos a las normas poéticas (debe referirse al tema religioso y a la métrica). Parece ser -según Sijé- que a los poetas del romanticismo histórico les faltaba humildad, porque la obra perfecta es hija de una ética, y para alcanzar la «belleza objetiva», se llega por el camino de la «humildad creadora» cuya representación máxima es el soneto (esclavo de 14 versos). Nos resume la idea sijeniana de que el romanticismo eterno convierte a las personas en hombres, a los símbolos en fantasmas y mitos, a la realidad en sueños, a la esperanza en ilusión..., y así continúa exponiendo proposiciones de todas las virtudes que posee el (r-e) o romanticismo eterno, opuesto a (r-h) histórico. De estas condenas o anatemas se salvan por su «temblor poético»: Enrique Gil y Carrasco, Carolina Coronado y Gustavo Adolfo Bécquer, príncipe del temblor40, algunos poemas de Espronceda y Larra.

Es crítico con el teatro romántico del XIX, «al sustituir la viveza de la acción por el interés, la viveza de la palabra...». Niega la capacidad española para crear novelas, por culpa de la prisa metafísica, que impide la pausa novelesca, y menos mal que Sijé salva al Quijote.

Finaliza Martínez Galiano su prólogo con dos estrofas de la «Elegía» a Ramón Sijé, de Miguel Hernández. Lo firmó en Orihuela, mayo de 1973. Desde aquí mis parabienes y agradecimientos al autor de este imprescindible y clarificador pionero prólogo.




6.- La dedicatoria

La dedicatoria tiene cuatro frases, la primera frase está dedicada a sus padres don José y doña Presentación. La segunda dice: «A J. F.». Por las iniciales no hay que pensar mucho para adivinar que se trata de su novia la panadera Josefina Fenoll Felices. La tercera dice: «por la presencia de su clavel», se refiere a la novia como una flor que le alegra la vista, en el último párrafo del «Pequeño Prefacio» escribe: «He pensado en los claveles, teniendo, sobre mi mesa, un clavel que me ha traído quien se llevó, un día el corazón». No puede ser otra que su novia, que además solía ir diariamente a llevar el pan41. La cuarta: «por la ausencia de su canario», en el ya mencionado «Pequeño Prefacio», escribe «o los trinos del pájaro de mi amiga, que se ha marchado ayer, definitivamente». Esto, definitivamente, nos evidencia que quien se fue es el pájaro, no ella, un canario que salió volando en cuanto vio la puerta de su jaula abierta. La jaula siempre ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Ramón ya había dedicado unas líneas a su futura novia Josefina Fenoll, en un artículo titulado «Carlos Fenoll», quien era conocido por «El poeta», y publicado en Diario de Alicante de fecha 11 de febrero 1932, con una prosa mironiana de extraordinaria factura o atractiva narración:

«Yo conozco, -y aprecio-, a la bella hermana del poeta. Varias veces le hablé, -de lo que aquí burlonamente llaman las «cosas» del poeta. Recuerdo que una noche, quise saber de su boca afanes del oficio del hermano, gran poeta y extraordinario panadero. Ella, con un poco de santo orgullo, me dijo que el poeta no amasaba el pan que yo me comía. Y al oírla -lindos labios de motivo de madrigal- se apoderó de mí una desilusión; una cruel desilusión [...] Yo creía comulgar con pan -ancho, luminoso, eucarístico- de poeta; creía mascar pan estético, ofrenda del sacrificio litúrgico de los poetas panaderos [...]».



Ramón Sijé también le dedicó a su novia el ensayo «Voluntad de Cristo y voluntad de Satanás» con las iniciales A J. F. (Josefina Fenoll). A José Luis Ferris le sorprende lo «tan poco romántico» de dedicarle el ensayo; los justifica con «su atormentado y obsesivo catolicismo» (2002, 193-194).

También le dedicó un ejemplar del primer número de El Gallo Crisis, tomo notas de Vicente Ramos. Nos dijo Carlos Fenoll que su hermana Josefina, novia de aquél [Ramón Sijé], recibió el primer número de la famosa publicación con la siguiente dedicatoria: «A mi nena, este primer número de una revista que soy yo mismo: mi afán y mi trabajo». Y la correspondiente al último número rezaba: «Muchos dolores me suponen esta obra, que parece a terminar con estas páginas. Tú eres el gozo y el mío». (1973, 32).




7.- El pequeño prefacio

El «Pequeño Prefacio» o preámbulo de Sijé, también se podría titular «O de cómo no acertar en un prólogo». Porque si un prólogo debe tender a exponer con claridad (libre de retórica y conceptismo) lo que el lector encontrará en el libro, de poco vale escribirlo, quizás hubiese sido mejor renunciar al «Pequeño Prefacio» porque no dice nada provechoso en su favor, incluso, como bien advierte Robert Marrast sobre el «Pequeño Prefacio» de Sijé, donde soslaya su soberbia, al afirmar «yo eludo la utilización aparatosa y monumental de los materiales bio-bibliográficos, reduciendo, humildemente [con orgullo debió pensar], a simples citas aclaratorias, a indicaciones significativas de rasgos humanos que encierran elevados valores vitales». (1973, 20). Lo cual evidentemente repatea a cualquier jurado. Este torpe, a mi entender, «Pequeño Prefacio» lo firma Sijé el día de Todos los Santos, una vez concluido el libro, donde se le nota cierta desazón y cansancio. ¿Acaso ya estaba enfermo? Empieza Ramón Sijé, descubriendo sus debilidades:

«No se presenta, en este ensayo, un estudio completo y detenido del romanticismo histórico de España, por dos razones. Primera porque no soy yo un crítico de profesión; segundo, porque tengo una especial concepción de la misión creadora de la crítica».



Cualquier ensayista que empieza escribiendo: «yo no soy..., o, yo no sé...», o términos semejantes de incompetencia, ya se está excluyendo por sí solo de ser comensal en el convite de los aspirantes a sabios, y es suficiente causa para motivar a los miembros del jurado de excluir al examinando, sin más. Pensará sin remedio que se encuentran ante un fraile y no ante un sacerdote, ante un aficionado y no ante un aspirante a profesional, o al menos de alguien que aporta su peculiar punto de vista que, a veces, ya es de por sí un valor. Pensará el jurado, «entonces si no eres crítico ni especialista para qué te metes en estos berenjenales». Si con la primera premisa no era suficiente autocensura, humillación, continúa escribiendo Sijé que «tengo una especial concepción de la misión», lo cual viene a decir, veladamente, con este sustantivo de connotaciones mesiánicas que no se ajusta a las normas ortodoxas del comentario de textos porque él está por encima, ni tampoco se ajusta a las bases humanas de la convocatoria porque él tiene su propio método, una misión en el mundo, como si pareciera más que nada un profeta o un visionario.

Más adelante afirma que nunca se ha hecho una tesis sobre el romanticismo y sobre el romanticismo histórico, lo cual no era del todo cierto porque había una Historia de la Literatura española, de 1925, la de Hurtado y Palencia, que tocaba esta etapa de la Literatura. También una antología sobre las mejores poesías del romanticismo42. Nos habla Sijé del romanticismo eterno (es el romanticismo clásico), y explica «que fue superado en España, por la actualización espiritualista -intelectualista, más Viena del conceptismo forma absoluta de expresión de nuestro estilo de espiritualidad iluminada por los ángeles». Es una tremenda metedura de pata hablar de los ángeles en el «Pequeño Prefacio», páginas de un trabajo que se supone es una tesis científica. En el segundo párrafo se excusa por no presentar la bibliografía exigida en el Premio Nacional de Literatura de 1935, y no dice que una tesis es su ensayo, y que elude «a la utilización de los materiales bio-biografías (sic), reduciéndolos, humildemente, a simples citas aclaradoras [...]», y explica que no se detiene en las influencias (salvo en aquellas fundamentales que no tienen un carácter concreto y arqueológico). Concluye diciendo que las elude (bibliografía) por pasión y voluntad creadora los pequeños grandes problemas que consumen la atención profesoral del crítico filológico. Dice que ama a un poeta si me entrega un verso cristalino, y a un escritor si le entrega un juicio de valor. Continúa «Pretendo haberme creado, para estudiar el romanticismo histórico, un lenguaje propio, atravesado (sic) por mí, mío; un lenguaje, que por su sola utilización es ya pasión crítica». Acaba este párrafo arremetiendo contra los críticos que su finalidad es «humana y metafísica», advirtiendo que «este ensayo es un ensayo vivo, y no muerto, sobre los fantasmas del romanticismo, los bárbaros enemigos de la flauta». Nos quiere decir, en definitiva, que el ensayo es como una denuncia de los fantasmas del romanticismo (II Repúblicas enemigos del hombre: flauta).

En el párrafo final pasa Sijé a relatarnos con tristeza y melancolía cómo escribe su ensayo «levantándose al alba; trabajando junto a la ventana, para no ahogarme». Debe encontrarse cansado, bajo de ánimos. Nos dice que en este ensayo ha ido apurando «la pasión negra de la crítica, de la angustia creadora». Debemos augurar un pesimismo por las palabras apurando, negra y angustia, que en suman nos delatan a un hombre fatigoso, que a su corta edad parece cansado de filosofar.

En el pequeño prefacio escribe 2 veces yo, 1 vez soy, 3 veces mi y 1 mío. Lo que evidentemente nos aproxima a una personalidad con un fuerte ego e introspección, personalidad necesaria en toda persona que aspira al ser-más, una tendencia común a todos los seres vivos. El ser-más tiene dos sentidos, el de la subsistencia y el de la plenitud real, como lucha por la realización de las posibilidades del sentir y de la importancia del saber más en el hombre.

Cuando un autor es demasiado orgulloso y prepotente como parece mostrarse Sijé, no suele encargar un prólogo a otros colegas, lo cual evidentemente es ya una falta de humildad. Si hubiera tenido esa humildad verdadera, y hubiera encargado el prólogo a Miguel Hernández, por ejemplo, la historia del libro hubiera sido otra muy distinta al actual olvido, porque no nos engañemos, y seamos realistas, a veces, un libro es más conocido por su prologuista que por el autor del libro, caso cercano el libro de Viajes por tierras de Alicante de Rafael Coloma, a pesar de ser un excelente libro de viajes por nuestra provincia, no es conocido, sin embargo, encabeza el libro un prólogo del maestro de la prosa, Azorín. Muchas veces no es el contenido del libro lo que cuenta sino el nombre mediático de su autor como nos lo demuestran cada día las editoriales con sus libros más vendidos.




8.- La cita

«Allí donde no hay dioses reinan los espectros». Novalis

La cita es de Novalis, poeta alemán (Federico Leopoldo von Hardenberg), nacido en Wiederstecdt (1772-1801), representante alemán del romanticismo. La cita pertenece al texto La Cristiandad o Europa (Die Christenheit oder Europa, 1799), que escribió este ensayo en pleno desastre europeo, en plena revolución francesa. Le dolía demasiado la ruptura de la gran unidad de la Iglesia medieval europea y la pérdida de la fe cristiana. Al buscar un remedio a tal situación, encontró la idea de un pueblo redentor, de una nación que pudiera volverse al Cristo de la historia moderna, religiosidad peligrosamente decadente. Regenerar Europa, de vincularla a sus orígenes espirituales y cristianos. Su mensaje se proponía capturar la sustancia europea, para llegar a Europa a una visión de la realidad como destino histórico. Este texto fue vetado por Goethe y publicado veinticinco años después.

Desconozco de dónde tomó Sijé la traducción, creo que es interesante insistir en esta cita, la traducción de María Magdalena Truyel Wintrich, de Instituto de Estudios Políticos, 1977 es la siguiente:

«Donde no hay dioses, reinan fantasmas, y la época en que nacieron propiamente los fantasmas europeos y que explica bastante su figura es el periodo de transición de la doctrina griega y de los dioses al cristianismo».



Como ya expuse en la introducción, creo que es del texto de Novalis donde toma Sijé la idea de los fantasmas para designar el reinado del liberalismo romántico extrapolado al gobierno de la II República española, como idea de la decadencia del hombre o de la flauta. Ignacio Sánchez Cámara escribe sobre «La excepción religiosa», ABC, 10-VIII-04, donde expone que:

«Novalis escribió un ensayo, por cierto excelente, titulado « "Europa, o la Cristiandad". Así, decir "Europa" es decir "la Cristiandad". Una Europa no cristiana es algo tan imposible como una teología sin Dios o un mar sin agua. Pura ficción. Y si no es necesario que las Constituciones proclamen lo obvio, tampoco es conveniente que se deslicen por los terrenos de la fantasía y del delirio».



José Rafael Hernández Arias, escribe:

«Novalis, mediante la creación de un mundo poético propio, emprende la tarea de regenerar Europa, de vincularla a sus orígenes espirituales y, al mismo tiempo, de dotar a la historia de una nueva teleología para unir el pasado y el futuro. Su mensaje se proponía despertar el "sentido de lo sagrado" y la imaginación para captar la sustancia europea, para llegar a una visión abstracta y omniabarcante de la realidad de Europa como destino. En la obra de Novalis siempre domina un pensamiento universalista, la aspiración a armonizar las partes para llegar a un todo espiritual al que se acceda a través del instinto poético. Por esta razón, en muchos de sus aforismos se constata la voluntad de confundir las fronteras entre las distintas ciencias».



La cita de Novalis, encabezando el libro como una bandera, parece un intento de resumir el contenido del mismo, nos induce a pensar en el «reinado» de la II República sin dioses, donde por antonomasia reinan los espectros o los fantasmas o la oscuridad espiritual de los fantasmas despiertos, y por lo tanto es para Sijé la decadencia del hombre, porque el hombre es flauta, la decadencia en la época neorromántica que le tocó vivir al intelectual y ensayista oriolano.




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