Simbología secreta de «Perito en Lunas» de Miguel Hernández
Ramón Fernández Palmeral
Hay libros que nos acompañarán siempre con sus secretos. Perito en lunas de Miguel Hernández es uno de ellos. Lo escribió el poeta de Orihuela en su primera juventud. Fue su obra inicial y no tuvo el impacto que él esperaba y el texto merecía. En 1932, un joven se lanzó por los caminos que el hermetismo gongorino le señalaba. Hizo una obra tardía, que apareció en enero de 1933, en el marco todavía de la conmemoración del tercer centenario de Góngora en 1927. La mímesis hermética se situaba a veces en lo incomprensible y el propio Miguel tuvo que poner títulos en un ejemplar de Federico Andreu Riera para que éste entendiese los poemas.
Los consideramos al principio un primer ejercicio poético del joven Hernández. Los fuimos apreciando después como ejemplo de aquel descomunal esfuerzo de un poeta en ciernes que, a partir de aquí, fue poeta en toda la extensión y dimensión de la palabra. Aquel esfuerzo fue construcción metafórica -la metáfora enigma-, métrica y rítmica -las octavas reales- y, sobre todo, creación de una primera poética objetual, pues ese era el contenido de las cuarenta y dos octavas: formas de la naturaleza y las cosas construidas como «lunas», formas lunares de lenguaje maduro y capaz de articularse como un núcleo poético imprescindible para el desarrollo del escritor.
Ramón Fernández Palmeral escribe ahora sobre aquella simbología lunar, ahonda en sus significados y lleva su indagación al extremo de «pintar» las metáforas, convertir en dibujos los poemas, reinterpretarlos como imagen visiva. Creo que es un ejercicio didáctico valioso y un ejemplo retórico que apura la imagen hasta que la convierte en dibujo, hasta que la transcribe desde el texto a su evidencia más rotunda. Quiero felicitar por ello al autor de este libro que, sin duda, nos devuelve posibilidades últimas de la escritura hernandiana, que necesita ser explicada -lo hizo Sánchez Vidal hace años prosificando sus significados, como hiciera Dámaso Alonso con Góngora hace bastantes años más-.
El libro de Ramón Fernández se sitúa por tanto en la interpretación minuciosa del hermetismo gongorista hernandiano y es un ejercicio de honestidad intelectual manifiesta. Ha leído mucho de lo que se ha escrito sobre aquel libro, ha reflexionado sobre cada poema y el resultado es la interpretación nueva, a veces arriesgada, pero siempre posible, de sus significados ocultos. Me cabe por tanto felicitar al autor de esta interpretación y animar a su lectura.
José Carlos
Rovira
Catedrático de Literatura Hispanoamericana
Universidad de Alicante
Diciembre de 2004.
Con este nuevo ensayo/ilustrado de Perito en lunas cierro la trilogía dedicada al universal poeta oriolano Miguel Hernández. Al comentarlos e ilustrarlos he pretendido ser taxidermista de versos, es decir, he querido disecar tres obras: El hombre acecha, El rayo que no cesa y Perito en lunas, primero con un estudio preliminar, luego acompañado de láminas o «evocaciones visuales» como escribió el profesor Francisco Esteve para el prólogo de mi segundo libro. Por este medio pretendo recrear y divulgar la obra hernandiana con unas láminas de un estilo surrealista, propio de las carteleras de películas, que dejen impronta en la memoria del atento lector.
Este trabajo sólo quiere abrir nuevas posibilidades al estudio de la obra hernandiana, entrar en su cerrado edificio críptico y hermético, como es su opera prima, poesía de adolescencia, aclimatada en un mundo rural y religioso, deudora de una intrínseca personalidad y tan unida al ser como la luz levantina y la formación represora de los jesuitas de Santo Domingo, y de un adolescente en la Oleza de Miró con sus 33 iglesias y otros tantos conventos, una ciudad mediterránea en la vega del río Segura que es pacífica luz en la molienda de su claustro-huerta, azahares, y, sobre todo, una historia como riqueza irrenunciable.
Lleno y arrebatado de estos perfumes, se le representaban con un gustoso anacronismo los vegetales asirios, el hortus conclussus, y los jardines de Murcia poblados de ángeles y vírgenes que inexplicablemente se parecían a señoras [...]1 |
Miguel,
además de experto en lunas, fue perito en caminos, en abrir
nuevos senderos a la poesía, desde su peculiar
cosmovisión poética, en la que nos demuestra que
tiene confianza y lealtad a sí mismo, cualidades esenciales
en todo artistas que se precie de ser auténtico y
consecuente con sus principios estéticos, confianza en el
propio esfuerzo con ciertas dosis de necesario egocentrismo y
ambición. He observado, cómo numerosos y doctos
ensayistas han analizado Perito en lunas, siempre
andándose por las ramas, por lo viable y asequible,
copiándose unos de otros como alumnos de autoescuelas,
porque en realidad nadie se atreve a dar una opinión
arriesgada, tal vez por una consecuencia, no de fatiga sino por no
perder prestigio de la cátedra. Me sumo a lo que dice
José Luis Ferris, «Perito en
lunas no ha alcanzado todavía la consideración
que merece»
2.
Con todo, el poeta oriolano quería buscar una identidad propia que conseguiría más tarde con El rayo que no cesa, y sobre todo, culminaría con su obra maestra: Cancionero y romancero de ausencias, su trabajo más personal y consecuente con la poesía del Grupo del 36, por identificarse con el sentir del pueblo y un estado de angustia existencial, debida a sus protervas estancias en los castillos del tártaro o en las cárceles franquistas, más una aclimatación al «realismo revolucionario».
He intentado
analizar cada octava real desde la estadística y lo
subjetivo, desde lo que a mí me evocan o sugieren, apoyado
además por un piélago de trabajos anteriores. No es
un trabajo lingüístico ni filológico, labor de
la que deben ocuparse los especialistas en estas disciplinas, por
eso evito entrar en ese árido campo. El sólo hecho de
intentar penetrar en el hermético mundo juvenil del poeta,
es una «labor / de huracán, amor e
infierno»
, ya que en esta opera prima, desde el conceptismo barroco de
convocar con una palabra o expresión, múltiples
asociaciones con ideas lo más distante posibles, es donde
alcanza cotas de una calidad propias del trabajo poético
realizado a conciencia e indudable ingenio.
También me he permitido mostrar otros títulos alternativos a algunas octavas reales, más acordes con el contenido de las mismas y, sobre todo, después de que hemos descubierto o conocemos más secretos personales del poeta. Ya que no me conformo con los «posibles» títulos dados por Miguel a su amigo Federico Andreu Riera, porque todos nos podemos equivocar, y llevado por esta incredulidad empírica que me acosa, intento buscar bifurcaciones, como cuando me dediqué a jugar al ajedrez, si descubres una variante nueva y válida, siempre podrás vencer a tu enemigo, y de hecho, he descubierto errores irreparables, como por ejemplo, en la octava real «[XXX] (Retrete)» que no se corresponde con el contenido enunciado en la octava.
Discrepar es crear, por ello quiero arriesgar en buscar nuevas formas estéticas y plásticas, no conformarme con lo que leo, me dicen o algunas veces pienso que no es cierto lo que he pensado, puesto que en el método empírico de prueba y error, propias de la investigación científica, radica el estimular todo el desarrollo potencial creativo. El artista siempre anda al filo de la oscuridad, en la búsqueda de no saber qué, al borde de la caída porque es un funambulista en equilibrio sobre el alambre de la creación. Porque el artista/poeta es su propio juez, está solo ante sí mismo y, si por error, piensa en agradar a los demás, mejor que se dedique a la carpintería. No me cansaré de observar que el acto creativo es un parto con dolor, un acto de la experiencia emocional embrionaria, un proceso de la tensión, la satisfacción y la insatisfacción personal, a la vez que es un conflicto de la relación con el mundo, donde expresamos por medio del arte lo íntimo y nuestras circunstancias.
La ilustración es un idioma universal que como la música no necesita de traductores, esta característica tan privativa facilita la comunicación a todos los lectores del mundo y es una herramienta más, que, aunque poco académica, no debemos rechazar, ya que facilita la labor de divulgar y razonar una obra. Tras las muchas críticas y consideraciones que mis amigos y lectores han tenido conmigo por las ilustraciones de poemas que concebí en los primeros dos libros, ahora, con patente de osadía quiero penetrar nuevamente en la cosmovisión hernandiana para ilustrar cada una de las 42 octavas reales lo más acorde con la plasticidad del neoculteranismo de Perito...
Las ilustraciones me han permitido investigar y ensayar en el surrealismo conceptual, aportando aquellos hallazgos que han surgido en el momento de abocetar los dibujos, es decir, también he querido arriesgar e intentar dar un paso más allá en la plástica de las formas y la geometría poética. En lo posible explicaré algunos hallazgos, no obstante hay símbolos y enigmas encubiertos en las láminas que no voy a revelar, ya que son pequeños signos a modo de jeroglíficos de los que no daré las soluciones para no caer en la vanidad de desmerecer la inteligencia del lector.
La razón
última de este trabajo coincide con una frase del discurso
de apertura del I Congreso sobre Miguel Hernández, de
José Carlos Rovira en el Paraninfo de la Universidad de
Alicante, el 25 de marzo de 1992: «En el
fondo de todo está la necesidad de que el poeta popular siga
siendo un punto de referencia creativa para la historia de nuestra
literatura».
Con Perito en lunas, lo común es pensar, que Miguel es práctico en lunas, un «lunipoeta», como ya le bauticé en mi último libro, un poeta puro y virginal... Sin embargo, otra variante o vector es tomar la luna como espejo desde donde se refleja su yo, y esto es lo que hace el poeta, reflejar su yo espiritual sobre las lunas de sus penas, la «luna negra» lorquiana, porque lo que está ante el espejo también nos pertenece. No desconocía Miguel esta tercera vida paralela, regida por leyes propias del narrador de las octavas reales, del hablante poético; creación del hombre, sí, pero no el hombre mismo en su cotidiana elocución.
Por anaqueles
andan, como he tenido ocasión de ver en la biblioteca
particular de Aitor o en la de Gaspar Peral, copiosas
antologías (cajones de sastre donde caben todos los retales
poéticos), y de este modo, selectivo y discriminatorio han
salido adelante las ediciones, más que nada por el bellaco
metal, con esta moda del recortable antológico, y, de este
modo cómodo se pierde el valor intrínseco y la
visión de conjunto de una obra, y también el
inequívoco placer de disfrutarla en su jugo natural, en su
globalidad, con la atención que merece. A pesar de esta
abundancia a carretas de antologías, artículos,
ensayos o comentarios aislados, poco escolásticos, en
revistas e incluso en Internet, muy pocas ediciones, salvo las
Obras Completas, Obras Seleccionadas que por lo general
son encargos para conmemorar algunas efemérides, pocos
analistas se han dedicado a una exégesis de la totalidad de
las 42 octavas reales, salvo el famoso e imprescindible libro
comentado de Agustín Sánchez Vidal (Editorial
Alhambra, 1976), que según Eutimio Martín es «el primer crítico hernandiano que ha
tenido el valor de torearse a cuerpo limpio, las octavas de
Perito en lunas»
. Digna es también de
consultar la Antología Comentada (I,
Poesía), Edición de Francisco Esteve (Ediciones
de la Torre, 2002).
Nos hallamos ante
el milagro de un texto poético inflamado por su propia
energía interna y espiritual. En principio, MH quiso darle al libro el
título de Poliedros, de hecho, hizo un dibujo con
una especie de gema y un octaedro que simula ser una cometa, porque
debajo del poliedro vemos una figura andrógena en actitud de
carrera. Y seguramente, por indicación del editor Raimundo
de los Reyes y por darle continuidad al libro, se acordó
finalmente el título de Perito en lunas, tomado del
verso 7 de su octava «[XXXV], (Horno y luna)»: «Oh tú, perito en lunas»
;
quizás con el doble sentido de la imagen bucólica y
virgiliana del pastor/poeta, más acorde con el contenido
rural del libro, y porque el poeta se dirige a sí mismo como
pastor de sueños.
Además,
Miguel diseñó cuatro dibujos para ilustrar su libro:
La sandía y cinco rodajas, tres granadas podridas, un gallo
y la serpiente silbando, son dibujos sencillos e infantiles, que no
fueron incluidos en la edición porque «la línea editorial era maquetar un texto
limpio, claro y sin dibujos, con lo que MH decidió que no
había lugar para ello, piensa entonces en destruirlos, pero
en una segunda opción decide regalárselos a su amigo
Paco o Francisco de Díe»
3.
El hijo de Francisco de Díe, como heredero del patrimonio
Díe, y siguiendo la voluntad del padre, ha cedido los
dibujos a la Fundación Cultural Miguel Hernández de
Orihuela. En la dedicatoria de Miguel escribió: «A ti, amigo Paco D., pintor, que olvidas mis inconveniencias: yo
Miguel H. Giner»
.
Era la época en que Miguel firmaba con el segundo apellido
de su madre llamada: Concepción Gilabert Giner,
quizás con la idea de pasar desapercibido ante los vecinos,
y, sobre todo, ante sus padres, aunque esa expresión
«yo Miguel H. Giner»
, nos hace pensar en
una reafirmación de la personalidad del adolescente.
Francisco de Díe, pintor e ilustrador de la
«Elegía media del toro», y de las revistas
oriolanas El Gallo Crisis y Silbo, quien
afirmó: «Los dibujos realizados
por Miguel no lo fueron con la intención de publicarlos. Se
trata de pequeños e intrascendentes ensayos hechos entonces
en mi estudio de Orihuela, cuando yo realicé el
"cartelón romancero", para su "Elegía media del
toro"».
Perito en
lunas, es un libro conocido entre los expertos como «el de Sudeste»
, ya que fue el
único poemario que Miguel publicó en esta editorial
murciana. El 19 de noviembre de 2004, tuve la fortuna de tocar y
ojear/hojear un ejemplar de Perito en lunas de la primera
edición de Sudeste en el Centro Hernandiano de
Estudios de Investigación de Elche, gracias a la generosidad
de su director Rafael Navarro, a quien quiero agradecer su
inestimable apoyo para este trabajo. El ejemplar está
encuadernado en rústica, papel de calidad, tiene la portada
de color gris azulón, dentro un retrato del Miguel,
realizado al carboncillo y firmado: (Rafael G. Sáenz,
Orihuela XXXII), la fe de erratas y un índice indicado con
el primer verso de las octavas, mide 26x18 cm. Paginación: 30 p., [1]h.,
[2]p., [1]h., + 1 h. suelta de erratas4.
Hernández
tuvo amigos pintores como Benjamín Palencia, Maruja Mallo,
Paco de Díe, quien fue el autor del cartelón para
Perito en lunas, la amistad entre Miguel y Paco
continuará en Madrid. Miguel también era amigo del
alcoyano Abad Miró5
que ilustró el poema «Las manos» de Viento
del pueblo, para el libro Versos en la guerra
(SRI, Alicante,
1938), dibujó una alegoría de El rayo que no
cesa, pintó cuadros con el tema de El hombre
acecha y diseñó la lápida del nicho de
MH y la cubierta de
publicaciones hernandianas, como se puede ver en un
catálogo6
que me regaló Gaspar Peral Baeza el día que
visité la Torre de las Águilas el 22-10-2004, sobre
Abad Miró, para el que escribió un prólogo
César Moreno, director de la Biblioteca Pública
«Fernando de Loazes» de Orihuela, donde escribe:
«Una obra arrancada de la propia vida,
cargada, como se ha dicho, de lirismo».
El catálogo de dibujos en la Exposición «Poliedros: dibujos de Miguel Hernández» de Elche, al cuidado de Rafael Navarro, es un indicativo de la vocación pictórica de Miguel donde se muestran los dibujos esquemáticos que hizo Miguel en distintas épocas y diferentes soportes. Pienso que, quizás, el frustrado deseo de MH/ilustrador, en un esfuerzo artístico de superación, tan sólo comparable por su deseo de triunfar, ha sido lo que me ha motivado a ilustrar Perito en lunas, ahora, setenta y dos años después de los primeros intentos.
El conceptismo del
barroco queda alineado por su dificultad de penetración y
comprensión, tanto Quevedo como Góngora, o
Gracián se pueden permitir estos alardes o filigranas de
ideas o pensamientos abstractos gracias a su amplitud mental,
conceptos indefinidos y flexibilidad de juicio que están muy
por encima de lo notable. Miguel Hernández quiere abrirse
camino como dramaturgo, lee a Calderón, a Lope, a
Cervantes..., ahora bien, busca darse a conocer y tiene un reto
personal: demostrar su valía y su capacidad creadora, y tras
años de ensayos, entrenamientos haciendo pesas en el
gimnasio de su huerto, «con musculatura
marina de grumete»
consigue, tras sobrehumanos esfuerzos
en su huerto y bajo su higuera, sacar una obra impoluta,
impactante, que llame la atención de los poetas,
intelectuales en general, con su Perito en lunas,
hermética, conceptista y barroca. Tanto apostó en el
empeño que no la entendió nadie, y la obra no tuvo en
su momento el éxito esperado, y como Hernández
tenía prisa por darse a conocer, por triunfar, porque su
obra se entendiera y dejara de ser un criptograma, tuvo la
debilidad de dar las claves o títulos, en algunos de ellos
se equivocó, como en la octava «XXX (Retrete)»,
que ya explicaré.
Un concepto bastante gráfico y acertado sobre el barroco lo podemos leer en Ángel Luis Prieto de Paula, en su libro Claudio Rodríguez: visión y contemplación (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 1996), escribió en la pág. 16, un concepto sobre el barroco de Claudio, difícil de aprehender, pero dicho por él parece sencillo:
Pues bien, este
concepto de Prieto de Paula, aparentemente simple, es aplicable en
toda la amplitud vectorial a Perito en lunas. Ciertamente
Prieto de Paula encuentra la quintaesencia del concepto
semántico para definir el barroco en: «atado al vehículo verbal»
.
Evidentemente, Miguel Hernández lo que hace es
constreñir su ironía de la vida, desdén a
veces, pasiones y escepticismos que le agobian y, a través
de ese prisma personal o casi, diría más,
calidoscópico, nos muestra a través del
desafío de unas adivinanzas su mundo real trasladado al
mundo literario de sus fantasías y ambiciones. Porque como
también escribe José Luis Ferris7,
«Miguel es perito en
sueños»
. A sus veintidós años Miguel
también se cree perito en poesía. Después de
haber quedado exento del servicio militar por excedente de cupo (el
día 11 de agosto de 1931 acude Miguel a inscribirse en la
Caja de Reclutas núm. 22
de Alicante otorgándosele la cartilla militar
2268121)8,
resuelve que es acuciante en su porvenir literario viajar a Madrid;
el primer viaje lo realiza el 30 de noviembre de 1931, un mes
después de haber cumplido 21 años, ha cumplido la
mayoría de edad, empieza a buscarse a sí mismo en las
emociones y en los sentimientos. Y como dice Antonio Gracia en su
Ensayos Literarios9:
«el poeta sólo es un
pequeño dios urdido por el hombre que no acepta la
muerte»
.
El original de Perito... fue enviado, secretamente, por Miguel al Concurso Nacional de Poesía, sin que ganara el mencionado premio, luego tuvo que ir a la capital de España a recoger el original con dinero prestado, como siempre. La ingenuidad del poeta era evidente. Además, cuando acude a la Universidad Popular de Cartagena el 28 de enero de 1933 lleva un cartelón que le había hecho Rafael González sobre «Elegía media del toro», y dejó sobre la mesa un meón, una granada y un limón dentro de una jaula al que llamaba «chinito coletudo». Este cartelón se perdió, por ello, después Paco de Díe le hizo otro para el Ateneo de Alicante el 29 de abril del mismo año.
La cuantificación para el estudio de una lengua, ya la estudió José Carlos Rovira Soler en su tesis doctoral (Léxico y creación poética en MH, 1983), en cuya introducción expone:
Valiéndome de un programa informático he podido averiguar que Perito en lunas consta de un total de 2154 palabras (los dígitos suman 12), y tiene 10039 caracteres. La preposición que más se repite es de con 142 veces, seguida de en con 77 veces. La palabra que más se repite, como era de esperar, es luna con 17 veces, más tres variantes: tornaluna 1 vez, lunaste otra vez y plenilunio 2 veces, lo que suman 21 veces en total. Le sigue la palabra luz con 11 veces más un plural luces que suman 12 veces. Viento con 5 veces más 3 plurales lo que supone un total de 8 veces. Le sigue oro con 5 veces. Azul más un plural, total 5 veces. Verde 3 veces. Después río con 4 veces. Con este número 4 veces aparecen: gloria, fuerza, blancura y arena. Una palabra del acervo religioso es Virgen con 3 veces (una en minúscula) y gloria, arcángel una vez.
Hoy por hoy, no
sabemos exactamente para qué nos puede servir la
estadística en el análisis de textos, sin embargo, en
un primer acercamiento observamos que el poeta mantiene
predilección por la luna, con la luz y con la blancura, por
el viento y el río, los colores dorados del oro y el sol en
distintas etapas, escribe «tomasol»
en la octava XIII, «sol con más quilates»
, en la
octava XVI, «sol en sigilo»
, de
la octava XXXIV.
De hecho, la estadística informática nos descubrirá que este poemario es impresionista, es un poema pintado donde usa los colores como un pincel de palabras muy elaboradas, y como ejemplo gráfico quiero dedicar un apartado a los colores que aparecen en las octavas, son colores a los que, casi siempre, le añade un adjetivo como si intentara matizar palabras, pinceladas para variar la saturación y la tonalidad, sabe muy bien que el arte de la creación son los detalles y la precisión en retratar lo baladí. Sus octavas reales sobre objetos de la vida cotidiana alcanzan al igual que los bodegones de Madrazo o Zurbarán (con naturaleza muerta, flores o enseres de lo más comunes) una belleza plástica, a la que sólo llega el artista capacitado, tanto para entender la poética como la teoría de la pintura o «pintoría», palabra que no existe, y habrá que inventarla.
El uso de la polisemia o del doble sentido de las palabras, aparece en todas las octavas reales, lo que nos obliga a una constante alerta y vigilancia del texto, donde el poeta juega con la capacidad asociativa del lector y lo satura de enunciados, en constantes variables para llevarle a equívocos, por lo general, una palabra no significa lo que creemos en una primera lectura, nos obliga a buscar en el diccionario una segunda o tercera acepción, lo cual es, a mi entender, un lujo de su capacidad asociativa y asimilativa. Por esta peculiaridad y otras apreciaciones secundarias, nos obliga a interpretar el esotérico mundo de los símbolos en el contexto histórico y en el microcosmo del poeta.
Las metáforas son herméticas, tan particularmente enraizadas en el interior del poeta que, cerradas adrede, son casi imposibles de hallar las soluciones si no se dispusiera de los referentes implícitos. Los símbolos usados son lo que rodean la vida cotidiana del poeta en su Orihuela natal: las palmeras, la sandía, la granada, el gallo, lavandera, culebras, ovejas... El oro como dátiles, el tema religioso, la luna y sus fases.
Nos encontraremos con un interesante proceso mental de interpretación de los símbolos (subdivididos en símbolos puros e iconográficos), que nos evocan arbitrariamente signos en la mente del interlocutor, donde nos formamos nuestras propias imágenes según nuestros valores socioculturales a través de las asociaciones conceptuales, ahora bien, las octavas nos evocan imágenes subsidiarias que nosotros hemos de recomponer acertadamente o por aproximación al antecedente.
La luna es el «dominante», el elemento unificador o el cordón de enlace de todas las octavas reales, pienso que Miguel como pastor debió observar como un astrónomo aficionado, durante muchas noches y duros madrugones, a la luna en todas y cada una de sus fases, por ello, acordé llamarle poeta de la luna o «lunipoeta» aunque nos quede un neologismo muy pedante, pero cierto a falta de otro ajustado. Los hombres de las ciudades, o sometidos a la contaminación lumínica, hemos quedado privados del espectáculo cósmico de la observación de las estrellas o las fases de la luna o como es el chocante espectáculo de observar a la luna de día. Mi padre decía que la luna de día era una inutilidad, tanto como llover sobre el mar, eran algunos de sus muchos adagios, porque él fue cabrero durante su juventud.
A la luna se le han atribuido muchos símbolos a lo largo de la historia de la humanidad. En el Diccionario de Símbolos de LIBSA, 2002, he encontrado algunos datos curiosos, como que sus ciclos ofrecieron la posibilidad de poder medir el tiempo, los musulmanes continúan con el calendario lunar con meses de 29 días y 5 horas, además la media luna es símbolo del Islam. Estos ciclos lunares son seguidos por las mareas o por los periodos de la menstruación de la mujer, y la fecundación de los animales y el crecer de las plantas. Si el Sol es el símbolo del fuego la Luna lo es del agua, por ello se le relaciona con la fecundidad y a la vez con la mujer.
La luna llena o plenilunio simboliza la muerte entre los griegos. Selene era una divinidad funeraria. Sin embargo como esta fase de la luna es temporal, también es temporal la muerte, que es tránsito hacia la inmortalidad, por eso la luna con sus fases tiene vida propia y cambia como las cuatro fases de la vida: nacer, vivir, morir y renacer; el círculo de inmortalidad o de la reencarnación para los que crean en ella.
Observamos que
Miguel está enamorado de la luna, porque como dice el
estribillo popular: «la luna es una
mujer»
. La palabra luna se repite 21 veces como ya ha
quedado explicado en el apartado de estadística. Y nuestro
poeta se permite inventar dos neologismos: «tornaluna,
lunaste»... En consulta de fecha (15-10-04) a la Real
Academia Española de la Lengua a través de la red,
aún no se han recogido estas palabras en el Diccionario, y
es muy de lamentar que estas dos acepciones creadas por un poeta de
talla universal no se hayan recogido aún.
«Tornaluna» por similitud con tornasol (Lit.: Reflejo irisado que produce la luz en
determinadas superficies), significa la iluminación de la
luna sobre los campos. «Lunaste» podría
significar iluminado por la luna equivalente a lunado o vestirse de
luces, como veremos.
En poemas
correspondientes al periodo cíclico de Perito...,
nos encontramos con el soneto «Echa la luna en pandos
aguaceros». Un neologismo como «interlunas», en
el poema «Abril-gongorino» en el primer verso de la
tercera octava, puesto que este título consta de siete
octavas. También tenemos una «luna
monda»
(octava XXX), que significa luna limpia, de la que
hablaremos en dicho apartado.
Con muy bien
criterio nos advierte Fernando Esteve (2002, 36) que en unas
ocasiones la luna será jinete, en otras era, hogaza,
narciso, etc. Evidentemente
las metáforas o metamorfosis muchas veces se hallan
encubiertas en otros objetos similares o bajo un nombre supuesto. A
riesgo de equivocarme, creo haber encontrado algunas
metáforas más, como en «mis
largos / aletazos de remador,/»
(vv. 6-7 de la octava XII), donde la pala del remo
con la que el panadero introduce y saca el pan del horno, es como
una luna, y de hecho lo he dibujado así en la
ilustración para (Panadero).
El azul de su
cielo Mediterráneo en su Orihuela natal no le pasa
desapercibido a nuestro joven poeta, es curiosa la
percepción de la luz cuando observamos la
adjetivación y sinécdoques tan modernistas que usa:
«si transitoria, del azul,
pirea»
(sin acento en la í), octava VIII; «azul ileso»
, en la octava I; «azul en el istmo»
octava VII; «arena azul»
octava XI; y, por
último, «azules
limonares»
en la octava XXI. Aquí le ha dado al
azul una tonalidad o aspecto amarillo datilado del limón. El
resultado cromático de la mezcla del azul y el amarillo es
el verde, sin embargo, de la mezcla del verde y el azul no sale el
amarillo. Para pintar un cuadro donde buscamos que se vean estos
colores separados pero en sus tonalidades propias, hemos de esperar
a que se seque un pigmento antes de dar la segunda
aplicación, y después pintar, como ya hizo Van Gogh
en su personal «pintoría» con colores
saturados.
El verde es
«plenilunio»
en la octava XVII,
es «sierpe»
en la XX, y de
«verde resulta jamás
exento»
en la XXV. El color gris, dos veces en la
XXXVIII. El «rojo desenlace»
en
la octava XVII, aglomerados rojos, y rojos zares en la XXIII. El
«blanco narciso»
en la XIV,
«blanco de mantel»
en la XVII,
«blancor de seis filos»
en la
XXV. El negro lo nombra tres veces: Hay un «Negro de hoces»
en la octava XVII,
«negro digo»
, en la XXII; y
«negros»
en la XXIV.
Si bien, el color
amarillo es un color silenciado, tabú para
Perito..., aunque en el poema sincopado de adolescencia:
«Limón», empieza cantando «Oh limón amarillo / patria de mi
calentura./»
. Donde nos da la imagen del parecido entre
el limón amarillo en el índice y «un chinito
coletudo». Este color no lo nombrará en
Perito..., ¿por qué, cabría
preguntarse? Quizá sea la superstición en el mundo
del teatro. En cambio, sí nombra limón dos veces:
«limonar, o limonares», el amarillo es sustituido por
oro y dorado, y ciertas variaciones de la situación del sol.
Oro se repetirá 5 veces, al igual que azul.
«Nácar y blanco» simbolizan cuerpo femenino.
La higuera es un símbolo de masculinidad y virilidad, ya que tanto las hojas como la corteza y el rabillo del fruto desprenden una savia lechosa, muy similar en colorido al semen masculino y por la forma testicular de los higos y las abundantes semillas que contienen. Su nombre científico es Ficus carica. No sé si Miguel sabía que esta planta estuvo consagrada a Dionisio y tenía un carácter erótico. El erotismo está muy presente en la poesía de Miguel. F. Komla Aggor lo estudió en su libro Eros en la poesía de Miguel (1994).
La higuera se
repite dos veces e higo otras dos. En la octava IX, «de los higos»
. Una en la octava XI:
«cociente higuera»
, en cuyo
sentido me aventuro, con la idea de que el cociente (resultado al
dividir una cantidad con otra), lo cual nos sugiere la
participación de dos elementos: un hombre y una mujer. La
otra es en la octava XL: «Su más
confusa pierna, por asalto, / náufraga higuera fue de higos
en pelo / sobre nácar hostil, remo exigente
[...]/»
. Nos habla del acto propio de la
violación, y trasladado a la prosa, podemos interpretar que
el violador puso sus testículos (higos en pelo) sobre el
cuerpo de la mujer que se resistió (nácar hostil),
situado entre confusas piernas de la mujer asaltada, y en ella
naufragó o entró la higuera, remo exigente
(símbolo fálico). Además creo entender que la
¡serpiente! entre signos de exclamación, es otra
posibilidad de pecado original (Eva tentada por la serpiente) en la
situación de fuga al sur (en minúsculas es el doble
sentido del sexo femenino), ahora bien, que estos elementos
sexuales masculinos se fugaron al sur, a la vagina, situada al sur
del cuerpo femenino.
Eva tentada por la
serpiente del manzano nos lo recordó el poeta en la octava
«XVI (Serpiente)» (v. 8),
«veneno activo el más, de los
manzanos»
. Que muy acertadamente se ha interpretado como
la tentación en el Edén, ya explicado más
adelante.
El poeta nos recrea su propio mundo bucólico, nos habla de los frutos del campo de Orihuela: sandía, la granada, el limón; del ganado, en la oveja, de las aves de corral como el gallo, de la culebra y de la serpiente, de los cohetes, de las palmeras y del mundo rural que percibe. Dos veces del tic-tac del reloj. Al sur del cuerpo femenino, parece ser la vagina de la mujer.
Los acertijos juegan con las expectativas del oyente: lo embrollan con pistas falsas, mientras, como un trilero, se guarda en la manga la respuesta más obvia. Para llegar a buen puerto, hay que desconfiar de la rutina mental y estar listos para darle más de una vuelta a cada enunciado. Daré algunos acertijos como entrenamiento. Ejemplo: ALÍ y su perro CAN fueron a tomar el TÉ; el que no lo adivine, tonto es. Usaré de algunos acertijos para que apreciemos su dificultad.
Como escribe
Odón Betanzos, Miguel crea esta obra «a pulso, a fuerza de vocación y
trabajo»
. Para mí MH es un ejemplo, más que
de vocación poética, de la superación a
sí mismo, de una dignidad elogiable que le eleva al
estamento envidiable del hombre hecho a sí mismo, y a la vez
es capaz de transmitir la emoción de una tragedia personal y
social de su tiempo. Un ejemplo de premio por el propio esfuerzo y
coraje de vencer.
Son 42 octavas
reales en la publicación príncipe no aparecen la
numeración ni los títulos actuales. El número
42 no tiene sentido cabalístico, es producto nada más
que de la casualidad, aunque he oído decir que el 4
representa el todo y el 2 la mitad de ese todo. El orden con
números romanos fue aplicado por Arturo del Hoyo y
así continúa aceptándose. (Algunas veces para
indicar octavas en los análisis he usado los números
naturales para una rápida visualización). Recitaba
Miguel las octavas con la intención de poner a prueba la
inteligencia del oyente y la propia. No me parece acertada la
opinión de Eutimio Martín cuando escribe: «¿Por qué había suprimido el
poeta los títulos? Para oscurecer más aún su
contenido y poder publicarlo burlando una indefectible censura ya
que la edición había sido sufragada por el
canónigo [...] Luis Almarcha [...]»
10.
Creo que Miguel no le dio títulos siguiendo la línea
estética de Polifemo de Góngora.
El hermetismo fue
desvelado, porque, recojo la pág. 13 de Agustín
Sánchez Vidal (Alhambra, 1976): «Al parecer, un amigo de MH, Federico Andreu Riera
(Orihuela), le pidió que le explicase las octavas, y el
propio poeta le indicó los títulos de los
mimos».
A mi entender fue un flaco favor de Juan Cano
Ballesta en darlos a la publicación, y un acto de vanidad de
Miguel que le ha perjudicado, puesto que el conocer las soluciones
a los acertijos poéticos o adivinanzas, no es que pierdan
valor poético, sino interés en el reto de
descubrirlos.
José
María Balcells, dice que está sometido «al fuero de enigmas y abstracciones».
El tema está centrado en la luna, otras veces se
metamorfosea como «sombra danzarina», o «el alba
y el gallo». Aunque es curioso observar cómo la
palabra luna desaparece desde la octava V a la XVII.
La métrica de las octavas reales es el endecasílabo. Las rimas según el estudio del profesor Antonio Serrano Segura, con acentuación en la 10.ª sílaba y presentan tres variantes: ABABBACC, ABBAABCC, ABABBABB.
La mayoría de las octavas se componen de dos e incluso tres partes, es decir, tres significaciones o ideas que sumadas nos darán el resultado.
La metáfora es el pedestal de la poesía culterana. El encadenamiento de metáforas o series de imágenes o conceptos, tiene el objetivo de huir de la realidad cotidiana para instalarnos en el universo idealizado de la poesía.
Las
metáforas como la metonimia son transferencia del sentido de
las palabras. Miguel aprovecha todas las posibilidades de los
términos estilísticos, enfrenta las palabras hasta
sacarles todo el sentido posible o las contrapone logrando gran
potencial expresivo. Como «elipsoides ya
crinita»
octava XLII, donde compara a la chumbera con una
luna por la forma elipsoide del satélite y a la vez
«crinita» como una variedad de palmera originaria de
Cuba de hojas en abanico. Complejísimas metáforas
conceptistas ocultas y difíciles de interpretar, de estilo
barroco gongorino y de las vanguardias: ultraísta. Objetos
de la vida cotidiana son elevados a cimas poéticas
insospechadas para darle el dorado brillo del parnaso
poético. De este concepto de poesía hernandiana,
aprendemos una lección estética, que las cosas no son
lo que parecen sino lo que nos cuentan de ellas. Las octavas son
más que simples «acertijos poéticos» como
dijera Gerardo Diego, son asociaciones connotativas que una palabra
ha de sugerirnos en nuestro interior asociaciones mentales del
mundo que cada lector conoce, por ello cada lector percibe una
parte del mensaje emitido.
Miguel Hernández toma a la luna como eje conductor de las 42 octavas reales, la luna se nombra directa o con adjetivaciones 21 veces, lo que supone un 50 por ciento del total de las octavas. Exactamente la mitad. Más otras metáforas sobre luna que como escribe Francisco Esteve se presenta en todas las octavas, directa o indirectamente.
En el mundo hernandiano abundan las alusiones perifrásticas, evitando nombrar los objetos directamente, el uso de anáforas y metáforas con una finalidad descriptiva de gran belleza, por ejemplo: «Oro espigo», es trigo; «vértice de amor», vagina.
Además de las metáforas, prosopopeyas y demás artillería de términos estilísticos se aprecian ciertos apuntes de las greguerías, cuyo maestro indiscutible e inventor fue Ramón Gómez de la Serna.
Antes de sus
decisivos viajes a Madrid, Miguel se había ejercitado en la
composición de «décimas de
influencia guilleniana»
. Carmen Alemany anota: «casi coetáneamente, comienza a crear
décimas, a imitación de las de
Cántico de Guillén. Prueba de ello es que en
el archivo se encuentran manuscritos donde el poeta copia
décimas de Cántico y escribe en la parte
posterior otras propias».
Cuando Miguel regresa de su primer viaje «experimental» a Madrid desde el 30 noviembre de 1931 al 19 de mayo de 1932, se da cuenta que su poesía de juventud no está en la línea de moda literaria dominante. Los poetas consagrados habían vuelto a Góngora, sobre todo porque se había celebrado en 1927 el III Centenario a Góngora (1561-1627) en el Ateneo de Sevilla11. Por ello, Perito..., contiene guiños hacia el Grupo poético del 27 y, sobre todo, lorquinas.
En palabras de Vicente Mójica:
En palabras de Eutimio Martín:
Había sobrevivido en condiciones de náufrago durante seis meses sin poder contar siquiera con el frágil salvavidas de las cincuenta pesetas mensuales concedidas por el Ayuntamiento de Orihuela. |
Agotado y sin fortuna, y, más que nada cansado y desengañado de la metrópolis, vuelve a su Orihuela natal, abatido, pero lleno de proyectos, enriquecido y deslumbrado por el Madrid cultural de la época, y llevado por el deseo irreprimible de buscar fortuna en la perfección estética, lee nuevamente con fruición a Garcilaso, Quevedo, a Góngora... y encuentra en las octavas de Fábula de Polifemo y Galatea (1613) del cordobés las fuentes del Guadiana, maestro en buscar formas estéticas y belleza y sutilezas imperceptibles. Relee nuevamente a Góngora, porque como escribe José Luis Ferris en (2002, 114) tomado de la revista Estampa12:
[...] Lo primero que leí fueron novelas de Luis del Val y Pérez Escrich. También he leído el Quijote [...] Miró13 es el escritor que más me gusta y el que acaso haya influido más en mí [...] he leído a Góngora, Rubén Darío, Gabriel y Galán, Machado y Juan Ramón. El que más me gusta es Juan Ramón [Jiménez, el «dulcísimo»]. |
De estas lecturas
en la Biblioteca Municipal de Orihuela, y otras veces con libros
prestados de la biblioteca de Luis Almarcha, ya que eran vecinos de
la calle de Arriba14,
se encontraba a escasos metros de donde vivía el
canónigo, arranca el neogongorismo de Miguel, que no son
imitaciones ni calcos, sino que continúa la difícil
labor de investigación del conceptismo poético, con
la inercia estética que dejó el cordobés, para
llevar a la poesía un paso más allá.
Perito en lunas se escribió en el verano de 1932,
aunque la gestación hay que remontarse a los poemas de
adolescencia y juventud: Son los poemas que han quedado en
llamarse: periodo cíclico de Perito en lunas. Como
en: «Limón», «Adolescente»,
«Hermanita muerta», «Niña al final»,
«Toro», «Culebra». En «Culebra»
apreciamos cierta semejanza con la octava real «XVI
(Serpiente)» en la alusión a la superstición
gitana, en: «malabarista / del silbo, /
angosto»
con «en tu angosto
silbo está tu quid»
de la octava real XVI, y
también al parecido con verso 2 «silbido en su cola verde»
del poema
«El adolescente». Además de semejanzas en la
serie de 20 octavas que tienen el título de
«Octavas».
En las siete
octavas de adolescencia: «Abril-gongorino», he
observado que la primera octava hay lecturas del Quijote,
en el verso 7, «gana Abril:
cid-ruy-días de colores»
, corresponde al
capítulo I del Ingenioso Hidalgo..., cuando en el
párrafo cuarto leemos: «Decía él [don Quijote] que el Cid
Ruy Díaz había sido muy bien caballero.»
Se
refiere al Cid Campeador Ruy Díaz de Vivar. Vemos la
exactitud entre cid-ruy-días de Miguel y el Cid Ruy
Díaz (excepto la «z» de Díaz por la
«s» de días). Para entresacar más
elementos quijotescos de esta octava, leemos en el segundo verso:
«lunas atropellando
campeadoras»
(campeadoras se asocia al Cid Campeador, por
efectos de la semántica). Y los versos 3 y 4, «con espuelas»
más «las cañas jugando en potros»
,
se refiere al juego de cañas o correr cañas o justa
medieval, aquí entre un cristiano y un moro por lo de
«imperial granada, dulces mora, en
campo, en lucha»
(v. 8). Que a
su vez nos podría recordar las orientales de Zorrilla:
«Corriendo van por la vega
[...]»
Aun a sabiendas de que el título
podría ser «Cid Campeador» o
«Justa», no me atrevería a afirmarlo, ante esta
evidencia, me reafirmo en mi refutación de que haberle dado
títulos a las 42 octavas fue un error, puesto que unas veces
se aciertan las proposiciones y otras no, y sobre todo cuando
existe una predisposición a creer que el título de la
octava real es un dogma de fe, cuando en realidad son
aproximaciones.
En los poemas de la primera época o de adolescente se aprecia un parecido con el mítico mundo lorquiano en el contenido y en la métrica a Poemas del Cante de Jondo (1921) de Federico García Lorca y en el Romancero gitano de santos y vírgenes.
Cuando Miguel tuvo
terminado su libro envió un ejemplar a Federico. Miguel se
quejó al poeta granadino en términos enojados
«he maldecido las putas horas y malas en
que di a leer un verso a nadie»
, y Lorca contestó
en mayo de 1933 con una carta de la que tomo algunas frases:
En Poemas del cante jondo y en el Romancero gitano de García Lorca, aprecio similitudes evidentes en contenidos, esa luna lorquiana. El Romancero gitano (1924-1927) empieza con el soberbio poema: «Romance de la luna, luna». Tomo el comentario de Rosa Navarro Durán:
Federico, en la cumbre de su fama y con los pies en la tierra, fue sincero con un poeta novel como Miguel, eran las palabras de quien ha pasado por el mismo trance, pero Miguel desconfía, tiene prisa, no puede esperar, y le escribe otras cartas con tonos más duros e insultantes, y Federico advirtiendo en su «amigo» a un incómodo e irreflexivo joven, deja de escribirle.
Este Perito en
lunas también tiene rasgos del poema Arias
Tristes (1902-1903) y Pastorales (1905) de Juan
Ramón Jiménez. Quizás este fue el motivo que
empujó a Miguel a confesar a J. R. Jiménez a finales del
año 1932, ya el libro en la estampa, que había
seguido su estilo. En cuya carta se dirigía a él con
el apelativo de «Venerado poeta [...] no
tengo culpa de llevar en mi alma una chispa de la hoguera que arde
en la suya...».
Miguel no
tenía dinero para pagarse su primera publicación,
como todo poeta novel que se inicie en el mundo de las
publicaciones, sin embargo, consiguió que le prestaran las
425 pesetas (de las de entonces), le avalaron el canónigo
Luis Almarcha15,
el diputado Martínez Arenas y el sacerdote Ramón
Barbero, aunque como dice José Ferrándiz «los ochenta y cinco duros salieron del bolsillo
de Almarcha, de quien se dice que no aceptó que
Hernández se los devolviera»
. El 3 de noviembre de
1932, pregunta a Raimundo de los Reyes16,
si ha recibido el manuscrito de Perito en lunas, y le
comunica que piensa darle otro título: Poliedros
(quizás lo de octavas le sugiera octógonos). El 1 de
diciembre firma el contrato en casa del editor, «se imponía un máximo de cuarenta
y seis páginas, para homogeneizar la
colección»
. El día 6 del mismo mes le
envía Miguel cinco octavas más para su libro. Parece
ser que el día 2 de enero de 1933 conoció a Federico
García Lorca en la casa de Raimundo, sita en calle de la
Merced núm.
217.
Actuaba «La Barraca» en el teatro Romea, representaba
La vida es sueño de Calderón y Los dos
habladores de Cervantes.
El colofón
del Perito en lunas dice literalmente: «Este libro se acabó de imprimir el
día 20 de enero de 1933 en los Talleres Tipográficos
de "Editorial La Verdad" S.
A. Murcia».
La tirada fue de 300 ejemplares, el
autor aparece como Miguel Hernández Giner, debajo: Ediciones
SUDESTE. La portada es color gris azulado. El original se lo
regaló Miguel a Carmen Conde.
En los primeros años de su publicación pasó desapercibido por la crítica, quizá no ya por la dificultad en comprender el mensaje poético, sino más bien porque todo novel ha de pasar por la muela de la indiferencia. En Sudeste también publicó Antonio Oliver con Tiempo cenital (15 de abril de 1932), Carmen Conde18, Júbilos (30 de marzo de 1934), usaba el seudónimo de Florentina del Mar, Andrés Cegarra con Antología (Prosa) (21 de enero de 1934), Raimundo de los Reyes con Tránsito (Elegías) 1934, María Cegarra con Cristales Míos (1935).
Perito en
lunas, no tuvo un éxito inmediato, durante treinta
años ha sido menospreciado por la crítica, acusado
de: «deshumanización, conceptismo
y de huera retórica»
19.
Se le consideró como una auto-superación juvenil
resultado de un joven superdotado. No se ha tenido en cuenta que el
gran valor de Miguel fue salir del mundo rural y de la incultura
para el que estaba predestinado, no el de la dignidad, porque el
trabajo humilde es digno como el que más, sino su dignidad
interior de superación. Y es un caso único de
cómo en situaciones de vida entre «boñigas de las cuadras»
, o
entre las miserias de la cárcel, pudo escribir
bellísimos, hondos y sensitivos poemas, porque la capacidad
de comunicar sentimiento es, en Miguel, superior a la capacidad de
su retórica.
Toma una cita de Paul Valéry (1871-1945) para la octava I, debió saber de la obra del francés durante su estancia en Madrid. De Góngora y de Jorge Guillén en la octava X, Guillén era amigo de Raimundo de los Reyes, ya que en 1926 fue a Murcia para hacerse cargo de la cátedra de Literatura Española de Universidad de esa ciudad, hasta 1929, en que partió para incorporarse como Lector a la Universidad de Oxford y desde allí, en 1930, dar el salto a su nuevo destino en la Universidad de Sevilla, al permutar su cátedra murciana con la de su amigo Pedro Salinas.
La Prensa, a
través de la intervención de los amigos, se hizo eco
de Perito en lunas, primero en La Verdad de
Murcia (29-01-1933), autor Juan Ballester, amigo de Miguel. Una
reseña en Informaciones de Madrid (18-02-33) por
Alfredo Marqueríe, que no gustó a Miguel, que dijo
que era un «extravío de la
realidad»
. En El Liberal de Sevilla (5-03-33),
por Rafael de Urbano, amigo de Ramón Sijé.
Número 2 de la revista Índice Literario
(1933), por Pedro Salinas. El Sol (6-06-33) por Pedro
Mourlane. Cuadernos de la Universidad de Cartagena,
Presencia, por Antonio Oliver. La gaditana revista
Isla (1933) de Pérez Clotet.
Analizar es como entrar en el taller del poeta. El procedimiento más adecuado para el análisis de esta obra ha de ser realizado en su conjunto, desde un examen global puesto que las 42 octavas reales se hallan interrelacionadas entre sí, no son cuerpos independientes. Además del examen integral, por otra parte, hay que descubrir los pequeños enigmas que el poeta nos propone, unas veces a modo de jeroglíficos, metáforas difíciles y encubiertas, casi como un blocao defensivo y hermético, una torre a la que el lector ha de acceder si quiere continuar en el juego.
Existen numerosos estudios de las octavas reales más conocidas o sobresalientes, pero son repetitivos análisis transmitidos de analista a analista. Repito que pretendo analizar las octavas reales con un método subjetivo más que filológico o lingüístico, en el conjunto de la obra, descifrar las palabras claves y metáforas. Porque para buscarle un sentido a una metáfora, o una segunda interpretación, es necesario arriesgar, desde el contexto histórico y temporal de cuando se escribieron. No son más que adivinaciones poéticas, juegos, acertijos, pequeñas propuestas o simples retos a la inteligencia con uso de una sintaxis compleja. Es necesaria una detenida y profunda lectura para poder alcanzar parte de su emoción y sentido del mensaje. En definitiva un ejercicio mental de lo más placentero y gustoso.
Por ejemplo, en el
verso 8 de la octava real XV escribir «suenan faros»
, no sabemos que son
faros, hemos de usar la imaginación, y tenemos farolillo que
también es una planta campanulácea de flores grandes,
en forma de campanas, y no hay que decir la similitud entre campana
y cencerros (esquilas). Otro ejemplo en el verso 8 de la octava XVI
«veneno activo el más de los
manzanos»
, veneno se refiere a serpiente, serpiente del
paraíso que se enrolló al árbol de la ciencia
del bien y del mal y tentó a Eva, con la manzana prohibida,
porque este árbol era un manzano.
Cuando Miguel envió Perito en lunas a los escritores consagrados que él creyó podrían opinar con criterios académicos, entre ellos Gerardo Diego, quien, creo que acertó una sola. Los demás receptores del libro ni una siquiera. La dificultad cuando se desconocen los resultados es muy alta aunque ahora nos parezcan sencillas.
Tenemos los
títulos para orientarnos con más acierto.
¿Qué hubiera sido de las octavas de Fábula
de Polifemo y Galatea si Góngora nos hubiera dado todas
las claves, pues sencillamente que pierden, no valor, sino
interés, pierden hermetismo y cierto halo de secretismo que
las mantiene siempre en el reto y la dificultad. Miguel estaba
convencido de la necesidad de guardar el «secreto del poema»
20,
pero no lo llevó hasta sus últimas consecuencias.
Como dato curioso
apuntar que Perito..., se escribió en la
máquina de escribir de la marca «Corona»
portátil, de segunda mano que compró a Eladio Belda,
le costó 300 pesetas y pagó el primer plazo de 25
pesetas el 20 de marzo de 1931, luego tres plazos de 15 pesetas y
un pico de 230 pesetas. En una entrevista que Eladio ha concedido
al periodista Juan Sánchez en La Verdad el
28-03-1992, escribe: «Me dijo [Miguel]
que había cobrado un dinero de Perito en
lunas»
. No es cierto porque Miguel publicó
este libro dos años después.
Hernández
como dice Sánchez Vidal, quería «a toda costa sacudirse su complejo de incultura
y rudeza originaria».
En la introducción a
Obras completas de la Editorial Aguilar, dice: «rústico y acomplejado consciente de su
rudeza».
Lo cual es evidente y cierto, si examinamos la
cantidad de cultismos, neologismos, rebuscadas acepciones de
palabras que usa para distanciarse del complejo de rusticidad que
tenía. El culturalismo21
en Miguel se inspira en el arte como vehículo para
manifestar su yo lírico por efectos de la analogía y
percibimos su personalidad y la de los elementos implícitos
que conllevan. Veamos algunos ejemplos: En la palabra «bisectora»
(Octava X, v. 3), hay que tomarlo como el eje perpendicular que
divide en dos al ángulo que forman los muslos de las
piernas, es decir: el pene. No quiso Miguel que le cambiaran
palabras como «fustrado»
(octava XXXVIII, v. 5), por frustrado
que es lo correcto ortográficamente, en un intento
más de aportar modismos y suscitar la polémica,
llanamente, buscaba hacerse notar. En «canto»
(octava VIII; vv. 2, 3, 6) podemos encontrar tres acepciones:
canto del verbo cantar, canto como nombre o brocal de pozo, canto
de piedra de río. En «seno
agraz»
(octava XXXVII; v. 7)
donde agraz (uva sin madurar) hay que tomarlo como no maduros, a
saber, senos turgentes de vírgenes. En «desliz»
(octava XXVI, v. 8), hay que tomarlo como amoríos. En
«tiempo opimo»
(octava II,
verso 4), para decir tiempo abundante, ya que opimo significa fruto
abundante.
La poesía
de juventud de Miguel debía ser domeñada y por ello
se sometió al «registro noble» de las octavas
reales gongorinas, y como un artista de bodegones, convertir lo
cotidiano en arte poético-plástico. Además
Miguel lo reconocía y lo confiesa, cuando le escribió
al «Venerado poeta», Juan Ramón Jiménez
«Por fuerza he tenido que cantar.
Inculto, tosco, sé que escribiendo poesía profano el
divino arte [...]».
Miguel gozaba de
un don natural: la cualidad de construir metáforas, un
arsenal de metáforas nuevas, de visualizar sus poemas con un
gran despliegue asociativo que sólo le es dado a los genios.
Además de reconocer que el poema «es bella mentira fingida, una verdad
insinuada».
Porque componer poemas es una vanidad
irresistible del arte interior sobre el arte mismo.
Me propongo
comentar e ilustrar desde lo subjetivo las octavas reales de este
prodigio de la inteligencia hernandiana. Por ello, mi tarea es
cuestionable, sobre todo si la ilusión supera a la
razón de dar forma a un «perito
metafórico», difícil y sorprendentemente
inalcanzable. He escogido el orden que figura en el libro de
Agustín Sánchez Vidal (Alhambra, 1976) donde los
títulos van entre corchetes y paréntesis porque como
ya he comentado, el poeta no los dio a la estampa, siguiendo el
modelo de la Fábula de Polifemo y Galatea, que no
tienen título, y además nos hallábamos en
1932-33, y como comenta Guillermo Carnero: «La dialéctica entre Vanguardia y
compromiso explica tanto la evolución de la literatura de
tiempos de Miguel Hernández como la suya
propia.».
Ante la pérdida del secretismo de los títulos, aproximarse al contenido de las octavas reales es mucho más asequible y ha facilitado mi labor de ilustrar cada una de las octavas. Los comentarios pueden parecer arriesgados o poco académicos, precisamente, porque el propósito es arriesgar en un nuevo análisis evocador y sugerente, abriendo otras posibilidades o perspectivas estéticas, y completar una obra ante el pernicioso vicio de las antologías, pues de lo contrario, pecaría de pretencioso y pedante ante un trabajo complejo.
El criterio que he
seguido para las ilustraciones es tomar de la octava aquella parte
que tiene un mensaje más surrealista, con el objeto de
provocar novedad. La ilustración de poemas es como una nueva
dimensión de la poesía experimental, puesto que la
imaginación del lector, a la vista de las láminas,
destila nuevas sugerencias o posibilidades plásticas. El
ejemplo práctico lo vemos en la ilustración de la
octava real «[XXVI] (Oveja)», su contenido nos habla de
«una cornada; de una honda; de una
tornaluna; valle de almidón un madero lanar
[...]»
. Con estos elementos compongo la imagen de un
carnero celoso enfrentándose a la luna.
Es para mí un privilegio poder ilustrar parte de la obra poética de Miguel Hernández, unas veces con mejores o peores aciertos, y otras con un resultado cuestionable por la dificultad de enlazar con el sentir del poeta y sus metáforas herméticas. Otras veces no ha existido la intertextualidad necesaria entre escritor e ilustrador, posible cuando se ilustra a un autor vivo.
Como se puede apreciar en estas 42 láminas los primeros dibujos son más esquemáticos que los últimos, se debe a una evolución de estilo en el tiempo, ya que entre la primera y las últimas láminas han mediado unos nueve meses, además de haber tenido que romper otras tantas.
Algunas láminas han sido dedicadas a personas que, o bien tuvieron que ver con Perito en lunas, en su tiempo o con este ensayo. He de apuntar que siempre he mostrado respeto y consideración al autor de la obra, porque hemos de tener en cuenta que los dibujos pertenecen, siempre, a la responsabilidad exclusiva del ilustrador, porque la creación no puede ser dirigida.
Son tantos los libros, artículos y bibliografía existente sobre Perito en lunas, que sería además de imposible, innecesario recordarlos a todos, no obstante, sí quiero recopilar algunos comentarios de los más prestigiosos analistas hernandianos a los que he tenido acceso. La edición de Perito en lunas (Alhambra, 1976) de Agustín Sánchez Vidal, es un libro imprescindible para aquellos que quieran ahondar e interpretar las octavas reales. Un libro de referencias que a pesar del tiempo transcurrido (29 años) no ha perdido vigencia, salvo muy leves matizaciones.
Arturo del Hoyo22 en Escritos sobre Miguel Hernández. (Fundación Cultural MH, Orihuela 2003, edición, prólogo y notas de Aitor L. Larrabide y César Moreno), escribe en el párrafo de la página 31:
Arturo del Hoyo
nos hace una síntesis de su relación con la
prestigiosa editorial Aguilar y su amistad con MH en Madrid en el prólogo
a la Antología Comentada de Miguel Hernández (I,
Poesía), Ediciones de la Torre, Madrid, 2002, donde
anota que quiere aprovechar la oportunidad que se le ha ofrecido
para dejar constancia del esfuerzo que «han llevado -o hemos llevado- a cabo distintos
admiradores de MH para
que no cayera en el olvido su voz y su mensaje [...] la embriaguez
del franquismo de aquellos años llamados triunfales,
suponían una amenaza cierta al hondo testimonio
poético, al singular resplandor de la poesía de
Miguel»
Para conocer el tiempo de creación de Perito..., es imprescindible conocer el Bloque Primero de la muy docta tesis de este autor, de la que tomo unas notas de lo más novedoso:
Días después del incidente24 Miguel le leyó a Oliver y a Carmen Conde los originales de Perito en lunas. Ahora bien, para esa fecha el libro estaba escrito y por indicación de Oliver nació la idea de su publicación, pues en el acto también estaba Raimundo de los Reyes [...] |
Concha Zardoya, escribe en Ínsula núm. 544, abril 1992, un artículo titulado: «Siquismo ascensional en la poesía de Miguel Hernández»:
Francisco Esteve25, publicó Antología Comentada de MH. (I Poesía), Ediciones de la Torre, 2002, coincidiendo con el 60 aniversario de la muerte del poeta. Libro que con un criterio original nos muestran los poemas divididos por temas (2002, 36):
José Cano
Ballesta, profesor emérito en la Universidad de Virginia,
fue uno de los pioneros en la publicación de la obra de
Miguel y además es considerado como el Champollión de
1962, fecha en que publicara una edición titulada La
poesía de Miguel Hernández, Madrid, Gredos, en
el que daba a conocer las claves de las octavas reales, que a su
vez le facilitó Federico Andreu Riera en conversación
oral del día 11 de enero de 1960, que conserva las
anotaciones que le dictó el propio Miguel, es decir, que le
dio «La piedra Roseta», y descubrió el enigma.
Según Sánchez Vidal, (1976, 13) «constituyó un avance decisivo hacia el
esclarecimiento de tan hermética obra»
Como ya he
dicho, es mi entender, que es un flaco favor a la obra, puesto que
perdió el carácter enigmático.
María de Gracia Ifach, seudónimo de Josefina Escolano, seleccionó y prologó una Antología de Miguel Hernández en Editorial Losada, en mayo de 1960. Donde aparecen 12 octavas. En la página 8 de dicho libro nos dice, refiriéndose a Miguel:
María de
Gracia, vivía en Valencia, tuvo buenas relaciones con
Josefina Manresa, ésta le dejó la correspondencia de
Miguel. En el plano personal, cuenta Josefina (1980, 152): «apañaron de colocarlo (se refiere al
segundo hijo: Miguel) en casa de María de Gracia Ifach, en
Valencia, donde lo tuvimos unos meses. No tuve queja de esta
familia, pero a mi hijo no le sirvió de ningún
beneficio. Ahora todo es publicar en cartas a Miguel, en
artículos y libros lo que nos beneficiaron. Gentes que se
dedican a publicar lo que ellos dan.»
Cuando Miguel escribe Perito en lunas está superando una tragedia: la del poeta sin cultura que aspira a las formas más acabadas del pensamiento del arte [...] |
Antonio Gracia26, autor de numerosos ensayos sobre su paisano MH, ya que Antonio nació en Bigastro, a pocos kilómetros de Orihuela, escribe en Ensayos literarios. Apuntes sobre el amor (2001, 100):
José Luis Ferris, escritor y poeta alicantino, nos comenta en la biografía de Miguel Hernández (Temas de Hoy, 2002, 136-141):
Ferris, es también el compilador de la muy elogiada edición Antología poética de Miguel Hernández, editada por Espasa-Calpe, Colección Austral 487, 2000, donde hay una breve pero muy completa introducción, así como notas, y al final un cuadro cronológico, un taller de lectura muy educativo. En la página 356, escribe:
Aitor L. Larrabide27
publicó un artículo titulado «Poliedros.
Dibujos de Miguel Hernández», en la revista
Portada de la Vega Baja, (2.ª quincena, mayo de
2003). El comisario de la exposición era Rafael Navarro,
director de la Biblioteca y Archivo Municipal de Elche y director
del Centro Hernandiano de Estudios e Investigación. Se hizo
un amplio y magnífico catálogo, el cual tuve
ocasión de ver en casa de Gaspar Peral. Dice Aitor que la
exposición lleva el acertado título de
«Poliedros», el primigenio rótulo del poemario
Perito en lunas, diversas visiones de la realidad y del
propio poeta. Se expusieron más de cien dibujos, se duda de
la autoría de los Dos cuentos para Manolillo,
[escritos para su primogénito recién nacido, con la
emocionante dedicatoria: «para cuando
sepa leer»
]. Recojo un párrafo del artículo
de Aitor que con mucho acierto nos comenta:
El 3 de noviembre
de 1932, Miguel escribió una carta a Raimundo de los Reyes
donde le participaba que pensaba darle el título de
«Poliedros» a su manuscrito de octavas «He hallado otro título, me parece
más feliz, más breve y sencillo, y creo explica mejor
el libro: POLIEDROS»
28.
El contrato se había firmado el 1 de diciembre de 1932.
Sobre este asunto recojo el tercer párrafo de Obras
completas de Miguel Hernández, 1992, (VV. AA.) Espasa-Calpe29:
Miguel no realizó estudios de Bellas Artes, y le faltó preparación técnica del dibujo, no obstante, posee ese estilo naïf que tanto nos dice de los sentimientos de las personas puras y sencillas. Tuvo amigos pintores: Rafael González Sáenz, Paco de Díe, Miguel Abad Miró, Benjamín Palencia, Maruja Mallo, a los escultores Alberto Sánchez y Víctor González, su amistad con Antonio Buero Vallejo en el hospital de Benicasim y después en la cárcel de Toreno.
No he de olvidarme de un muy interesante artículo de Aitor L. Larrabide aparecido en Portada de la Vega Baja, n.º 337, junio de 2004, sobre los comentarios tardíos que hizo Gerardo Diego sobre la atención crítica a Perito en lunas, de tinte filológico que aparecieron en Panorama Poético español el 21 de noviembre de 1960. En este artículo, Aitor introduce la conocida cita de Gerardo Diego y que aquí me permito recoger:
Tomo unos comentarios sobre los horizontes poéticos de Miguel en sus inicios, de una entrevista que concedió a la revista digital El Eco Hernandiano número 7, octubre de 2003:
Eutimio Martín, catedrático en la Universidad de Provence (Francia), en un trabajo publicado en el número 832004, página 38, en la Revista del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Alicante, bajo el título de Perito en lunas de Miguel Hernández, nos hace una amplia disertación:
José Carlos Rovira, catedrático de Literatura Hispanoamericana Universidad de Alicante, Vicerrector de Extensión Universitaria de la misma Universidad, ensayista y profundo conocedor de la obra de MH, comentó en la introducción facsímil de Viento del pueblo (Ediciones de la Torre Madrid), e Instituto Juan Gil-Albert (Alicante), (2001, 15):
Carmen Alemany31, colaboradora en Obra Completa de Espasa-Calpe, 1992, y otros trabajos, como en Viento del pueblo con José Carlos Rovira, colaboró en la clasificación de los manuscritos del poeta depositados en 1986 en el Archivo Histórico de Elche. Escribió un artículo en la revista Ínsula, núm. 544, 1992, titulado «Esbozo y borradores en el origen de la creación hernandiana»:
El periodista
José Ferrándiz32
ganó el Premio Internacional de Periodismo Fundación
Miguel Hernández 2003, por la publicación de dos
artículos: «Setenta años de Perito en
lunas» y «Prisionero de su
biografía». Publicados en el diario
Información de Alicante el 28 de enero de 2003. En
dichos artículos nos hace un amplio y detallado comentario
con referencias a otros autores donde sintetiza sus
investigaciones, sin profundizar en las octavas, por ejemplo nos
dice: «A sus veintidós
años, Miguel Hernández sufría las
consecuencias de su hermetismo»
. Más adelante leo
en Internet su artículo y recojo algunas notas
interesantes: