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A muerte inevitable
amor me lleva,
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A su Teresa Cristo
en visión clara
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Al hijo fuerte, del
mayor planeta,
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Amor, que en mi
profundo pensamiento
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Amor, si de la parte
más perfeta
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Amor, tú que
las almas ves desnudas,
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Antes que Ceres
conmutase el fruto
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Aquel rayo de Marte
acelerado,
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Aquí,
dónde, a pesar del tiempo, hoy dura
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Aunque el
bélico pecho y animoso
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Aunque en tus
naves, ¡oh Bretaña ingrata!
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Aunque Ovidio te
dé más documentos
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Ausente está
de mí la mayor parte,
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Bástale al
día su malicia, Fabio;
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Bien sé que
mi silencio y mi paciencia
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Bien sé yo,
Cintia, el culto que se debe
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Bilbilis, aunque el
dios que nació en Delos
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Calle sus triunfos
la romana historia,
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Cloris, este rosal,
que libre o rudo,
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Como fue a Apolo
por los dioses dada
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¿Cómo
podrá premiar el bajo suelo,
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¿Cómo
tienes noticia tan profunda
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Con dura ley tu
halago nos aprieta,
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¿Con
qué entrañas, de piedad desnudas,
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Conjuradas
están en daño mío
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Conoce apenas al amor
por fama
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Corneja que
vestiste ajenas plumas,
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Crece de presto,
poderosa hierba,
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Cremes, regala a
Lice, y no celebres
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Cual cisne, que con
últimos alientos
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¿Cuál
mérito aspiró, Filis, a tanto,
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Cuando a su dulce
olvido me convida
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Cuando el amor sus
flechas aprestaba
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Cuando los aires,
Pármeno, divides
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Cuando me miras,
Clori, de luz lleno
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Cuelga, Ignacio,
las armas por trofeo
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Cuidada navecilla,
¿quién creyera
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Dame, Señor,
una oración suprema;
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De antigua palma en
la suprema altura,
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De la unión,
Silvio, con que amor prospera
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De los dos sabios
son estos retratos,
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Debajo de una alta
haya Melibeo
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Dejan las musas
arcos y vihuelas,
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Dentro quiero vivir
de mi fortuna
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Descuidado del lauro
que ennoblece,
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Di, Erine, aunque a
Pitágoras leyendo
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«Dime, Padre
común, pues eres justo,
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Dime, Teodoro,
así los sacros huesos
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Duque, suspende al
tiempo la victoria,
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El arte falta do el
sujeto sobra,
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El hombre fue de
dos principios hecho,
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El justo
Simeón, sagrado Atlante,
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El lamentable son
del campo griego,
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El nombre, oh
Cintia, que en el tiempo dura,
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El pintor raro, a
quien el arte sobra,
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El vulgo vano
(siervo de la fama
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Émulos,
Cintia, son o imitadores
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En abismos poner los
fundamentos
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En el claro cristal
que ahora tienes
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En esa candidez,
ilesa y pura,
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En fin, en fin, tras
tanto andar corriendo,
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En la edad de oro,
aunque hubo afectos tiernos,
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En la Holanda,
bañada del tributo,
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¿En
qué veré que tú a mi llanto ahora,
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En vano se me oponen
las montañas
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Engañaste,
Galeso, si barruntas
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¿Es para ti
la esfera de la luna,
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Ese pájaro,
Cintia, que del hielo
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Esta cueva, que veis
toda vestida
-
¿Estás
libre, Damón? Pues no blasones,
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¿Estás libre, Damón?
Pues no blasones;
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Estas son las
reliquias saguntinas,
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Este prolijo y
tenebroso día,
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Este sí,
gran Filipo, que es dominio
-
Fabio, las
esperanzas no son malas;
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Fabio, pensar que el
Padre soberano
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Fabio, pensar que
el Padre soberano
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Fili, en tus ojos mi
atención respeta
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Filis, yo te
aborrezco, y de manera,
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Firmio, en tu edad
ningún peligro hay leve;
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Gala, no alegues a
Platón o alega
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Ha llegado mi fe a
tan raro extremo,
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Hago, Filis, en el
alma, estando ausente,
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Hoy el nefando
autor del color bayo
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Hoy que amontona
fiestas y alegrías
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Hoy rompe Dios los
orbes celestiales,
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Hoy, por piedad, de
su hacedor le ofrecen
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Hoy, real
Señora, hasta la empírea esfera
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Huyo de ti, y a tus
umbrales llego,
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Imagen espantosa de
la muerte,
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Incorregible
Néstor, de los daños
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Jamás salidos
en el mar de oriente
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Julio, aunque estoy
de imperfecciones lleno,
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Julio, venciste;
pero con la suerte
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Las tristes de
Faetón bellas hermanas,
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Licia es aquella;
acude, Fausto, y mira
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Lico, pues Dios los
pérfidos permite
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Llegó a
Guadalajara en este punto,
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Lleva tras sí
los pámpanos Octubre,
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Llevó tras
sí los pámpanos octubre
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Lo primero, me
visto; lo segundo,
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Lo que merece
nombre de esperanza
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Mario es aquel que
del minturno lago
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Mas embravezco al
mar, mas inquietos
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Más
embravezco al mar, más inquietos
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Más teme en
su raíz, Lauso, aquí un pino,
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Mi afecto, Amor, me
acometió con brío,
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Mientras gozamos
con igual contento,
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Mientras que el
orden natural se admira
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Mírame con
piedad; y arda el cometa,
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Mirando Cloris una
fuente clara,
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Muros, ya muros no,
sino trasunto
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Naces, oh infante,
en honra no entendida
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Ni amor ni Marte
esperen que en mi acento
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Ni opinión,
Carlos, ni esperanza fundo
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Ni soles, oh
tahúr, luna sin auroras
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No con el vulgo
acuses, oh Licino,
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No extraño
yo que a la primera ausencia,
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No fueron tus
divinos ojos, Ana,
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No hay dudar,
Gallo, que esta edad maldita
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No temes tú
mis versos, Citaredo;
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No temo los peligros
del mar fiero
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No turba nuestro
llanto la alabanza
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¡Oh Abete! si
después que a los fenices
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¡Oh enigma,
adonde amor cifra la historia
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¡Oh piadoso
cristal, que me colocas
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¡Oh
quién pudiera, superior Leonardo
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¿Oh sol, que
dejas con mortal contento
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¡Oh tú,
que a los peligros e inconstancia
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Oh tú, que
en las sublimes aulas de oro
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«Piensa, oh
Mercurio, que unges los gentiles
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Pon, Lice, tus
cabellos, con lejías
-
¿Por
qué habitáis, silvestres homicidas,
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Por verte,
Inés, ¿qué avaras celosías
-
Por verte,
Inés, ¿qué avaras celosías
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Porque hoy
llegó a sus términos la ira
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Pródiga de
nariz, de ojos avara,
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Pues no siempre tus
rayos vengativos
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Pues nos va bien
con adular, Cratilo,
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Pues tú con
tanta propiedad desdeñas
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Pues tu gobierno,
mi Fernando, imita
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¿Qué
estratagema hacéis, guerrero mío?
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¿Qué
mágica a tu voz venal se iguala,
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Qué mucho
que en tus lámparas, oh Vesta,
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¿Quién
casamiento ha visto sin engaños
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¿Quién
me dará jazmines y violetas
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Quien voluntariamente
se destierra,
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Quiera el primer
autor que se eternice
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Quita ese afeite,
Lais; que se aceda,
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Recibe, oh sacro
mar, una esperanza,
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Rector, a la
esperanza infiel no aspira
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Rendida la cerviz
al sacrificio,
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Rompe la tierra, y
en el centro afila
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Sacro metal en
Julia Celsa suena,
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Señor, a
eterno ayuno me dedico,
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Señor, que
miras de tu excelsa cumbre
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¿Será
posible que a mis manos muera
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Severamente al
pensamiento pido
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Si a Filis por
qué llora le pregunto,
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Si acaso de la
frente Galatea
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Si acomodado en mi
fortuna aprieto
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Si alcanzáis
de Teresa que a Leonardo
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Si amada quieres
ser, Licoris, ama;
-
Si aspiras al
laurel, muelle poeta,
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Si conoces tus
menguas, no te adules,
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Si de correr opuesto
al claro oriente,
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Si de Grecia sacaba
el ostracismo
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Si el alma sus
afectos desordena,
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Si en la corte no
apartas con cautela,
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Si en los sucesos
prósperos declina,
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Si esperas hoy
prosperidad alguna,
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Si la
ambición, que llega adonde aspira,
-
Si lloró
Fili, o si juró, pregunto,
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Si nunca Baco y
siempre fuente viva
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Si quiere Amor que
siga sus antojos
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Si quieres
conservarte, Lauso, evita
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Si un afecto,
Señor, puedo ofrecerte
-
Si un afecto,
Señor, puedo ofrecerte
-
Silvio, en tu edad
ningún peligro hay leve:
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Sin duda que esta
red de hierro dura
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Sin que contraste la
humildad profunda,
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Sólo ofende
el agüero a quien lo advierte;
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Su cabello en
holanda generosa
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Suelta el cabello al
céfiro travieso,
-
Suelta el cabello al
céfiro travieso,
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Tajo, producidor del
gran tesoro
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También
adula, Nuño, la tardanza,
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Tanto ha podido un
pensamiento honesto,
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Tanto mi grave
sentimiento pudo,
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Temeraria esperanza,
¿por qué engañas
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Temí,
señora, con razón mi daño,
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Tendrás,
amigo Julio, a maravilla
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Terreno, en cuyos
sacros manantiales
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Tiempo fue cuando yo,
como en Egipto,
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Tras importunas
lluvias amanece,
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Tu aliento,
Herminia, en su fragancia viva
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Tú, a cuyos
dedos hoy los pulsos fía
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Tuya es, oh Lucio,
esa canción sin duda
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Viéndome Fili
en brazos de la muerte,
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Viento cruel, cruel
y avaro velo,
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Vista la redondez
del hemisferio
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Visto has amor, que
no al rebelde brío
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Volverse han muchos
a labranzas toscas,
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Vuelve del campo el
labrador cansado,
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Vuelve del cielo al
peso que le oprime,
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Ya el oro natural
crespes o extiendas,
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Ya he visto, sabio
Andrade, por la gloria
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Ya Mercurio, no es
bien que yo te siga
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Ya no murmura el
pueblo, sino brama,
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Ya resplandece en
mí como nativa,
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Ya tu piedad
magnánima derriba
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Ya, Opicio, a los
acuerdos consulares
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Yo os quiero
confesar, don Juan, primero,
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Yo quise contra el
tiempo formar guerra,
-
Yo soy el que me
tuve por tan fuerte
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Yo vi una ninfa,
que entre rosas fuera,
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Yo vivo de un
engaño y otro engaño
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Yo, aquel en cuyo
insuficiente estilo
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