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ArribaAbajo

Sonetos dedicados a sus amigos y otros


Miguel de Cervantes Saavedra







ArribaAbajo   Yace en la parte que es mejor de España
una apacible y siempre verde vega,
a quien Apolo su favor no niega,
pues con las aguas de Helicón la baña.

   Júpiter, labrador por grande hazaña,  5
su ciencia toda en cultivar la entrega;
Cilenio, alegre, en ella se sosiega;
Minerva eternamente la acompaña.

   Las Musas su Parnaso en ella han hecho;
Venus, honesta en ella aumenta y cría  10
la santa multitud de los amores;

   y así, con gusto y general provecho,
nuevos frutos ofrece cada día,
de ángeles, de armas, santos y pastores.

A Lope de Vega
por su segunda edición de La Dragontea, 1602
               





Al túmulo de Felipe II en Sevilla


ArribaAbajo   «Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

   Por Jesucristo vivo, cada pieza  5
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla!
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

   Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado  10
la gloria donde vive eternamente.»

   Esto oyó un valentón y dijo: «Esto es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado,
y quien dijere lo contrario, miente.»

   Y luego, incontinente,  15
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.




A la Goleta


Epitafio


ArribaAbajo   Almas dichosas que del mortal velo
libres y exentas por el bien que obraste,
desde la baja tierra os levantaste
a lo más alto y lo mejor del cielo,

   y, ardiendo en ira y en honroso celo,  5
de los cuerpos la fuerza ejercitaste,
que en propia y sangre ajena coloraste
el mar vecino y arenoso suelo;

   primero que el valor faltó a la vida
en los cansados brazos, que, muriendo,  10
con ser vencidos, llevan la victoria.

   Y ésta vuestra mortal, triste caída
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da y el cielo gloria.

En El Quijote, Primera parte, capítulo XL                




ArribaAbajo   En el silencio de la noche, cuando
ocupa el dulce sueño a las mortales,
la pobre cuenta de mis ricos males
estoy al cielo y a mi Clori dando.

   Y al tiempo cuando el sol se va mostrando  5
por las rosadas puertas orientales,
con suspiros y acentos desiguales
voy la antigua querella renovando.

   Y cuando el sol, de su estrellado asiento
derechos rayos a la tierra envía,  10
el llanto crece y doblo los gemidos.

   Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento,
y siempre hallo, en mi mortal porfía,
al cielo, sordo; a Clori, sin oídos.

En el Quijote de 1605, Primera parte, capítulo XXXIV,
con variante en La casa de los celos, Jornada tercera, LAUSO
               





En las honras de Felipe II en Sevilla


ArribaAbajo   Un valentón de espátula y gregüesco
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica
mas no del ejercicio picaresco;

   retorciendo el mostacho soldadesco,  5
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica
y en el nombre de Dios pidió refresco.

   Den voacedes, por Dios, a mi pobreza,
les dice; donde no, por ocho santos  10
que haré lo que hacer suelo sin tardanza.

   Mas uno que a sacar la espada empieza,
¿Con quién habla, le dijo, el tiracantos?
si limosna que pide nunca alcanza,
¿Qué es lo que suele hacer en tal querella?  15

   Respondió el bravonel: -Irme sin ella.




Soneto a la Reina Isabel II


ArribaAbajo   Serenísima reina, en quien se halla
lo que Dios pudo dar a un ser humano;
amparo universal del ser cristiano,
de quien la santa fama nunca calla;

   arma feliz, de cuya fina malla  5
se viste el gran Felipe soberano,
ínclito rey del ancho suelo hispano
a quien Fortuna y Mundo se avasalla:

   ¿cuál ingenio podría aventurarse
a pregonar el bien que estás mostrando,  10
si ya en divino viese convertirse?

   Que, en ser mortal, habrá de acobardarse,
y así le va mejor sentir callando
aquello que es difícil de decirse.




Epitafio


ArribaAbajo   Aquí el valor de la española tierra,
aquí la flor de la francesa gente,
aquí quien concordó lo diferente,
de oliva coronando aquella guerra,

   aquí en pequeño espacio veis se encierra  5
nuestro claro lucero de occidente;
aquí yace enterrada la excelente
causa que nuestro bien todo destierra.

   Mirad quien es el mundo y su pujanza
y como, de la más alegre vida,  10
la muerte lleva siempre la victoria;

   también mirad la bienaventuranza
que goza nuestra reina esclarecida
en el eterno reino de la gloria.




Soneto a Bartolomeo Rufino de Chiambery


ArribaAbajo   ¡Oh cuán claras señales habéis dado,
alto Bartolomeo de Rufino,
que de Parnaso y Ménalo el camino
habéis dichosamente paseado!

   Del siempre verde lauro coronado  5
seréis, si yo no soy mal adivino,
si ya vuestra fortuna y cruel destino
os saca de tan triste y bajo estado,

   pues, libre de cadenas vuestra mano,
reposando el ingenio, al alta cumbre  10
os podéis levantar seguramente,

   oscureciendo al gran Livio romano,
dando de vuestras obras tanta lumbre
que bien merezca el lauro vuestra frente.




En alabanza de la presente obra


ArribaAbajo   Si, así como de vuestro mal se canta
en esta verdadera, clara historia
se oyera de cristianos la victoria,
¡cuál fuera el fruto de esta rica planta!

   Así cual es, al cielo se levanta  5
y es digna de inmortal, larga memoria,
pues, libre de algún vicio y baja escoria,
al alto ingenio admira, al bajo espanta.

   Verdad, orden, estilo claro y llano
cual a perfecto historiador conviene  10
en esta breve suma está cifrado.

   ¡Feliz ingenio, venturosa mano,
que, entre pesador yerros apretado,
tal arte y tal virtud en sí contiene!




Soneto al autor Pedro de Padilla


ArribaAbajo   Ya que del ciego dios habéis cantado
el bien y el mal, la dulce fuerza y arte,
en la primera y la segunda parte,
donde está amor del todo señalado,

   ahora con aliento descansado  5
y con vuestra virtud que en vos reparte
el cielo, nos cantáis del duro Marte
las fieras armas y el valor sobrado.

   Nuevos ricos mineros se descubren
de vuestro ingenio en la famosa mina  10
que al más alto deseo satisfacen;

   y, con dar menos de lo más que encubren,
a este menos lo que es más se inclina
del bien que Apolo y Minerva hacen.




Soneto


ArribaAbajo   ¡Oh venturosa, levantada pluma
que en la empresa más alta te ocupaste
que el mundo pudo, y que al fin mostraste
al recibo y al gasto igual la suma!,

   calle de hoy más el escritor de Numa  5
que nadie llegará donde llegaste,
pues en tan raros versos celebraste
tan caro capitán, virtud tan summa.

   ¡Dichoso el celebrado, y quien celebra,
y no menos dichoso todo el suelo,  10
que tanto bien goza en esta historia,

   en quien envidia o tiempo no harán quiebra;
antes hará con justo celo el cielo
eterna más que el tiempo su memoria!




Soneto a San Francisco


ArribaAbajo   Muestra su ingenio el que es pintor curioso
cuando pinta al desnudo una figura,
donde la traza, el arte y compostura
ningún velo las cubra artificioso:

   vos, seráfico padre, y vos, hermoso  5
retrato de Jesús, sois la pintura
al desnudo pintada en tal hechura
que Dios nos muestra ser pintor famoso.

   Las sombras de ser mártir descubriste,
los lejos en que estáis allá en el cielo  10
en soberana silla colocado;

   los colores las llagas que tuviste
tanto las suben que se admira el suelo,
y el pintor en la obra se ha pagado.




Soneto en loor del autor y su obra


ArribaAbajo   El casto ardor de una amorosa llama,
un sabio pecho a su rigor sujeto,
un desdén sacudido y un afecto
blando, que al alma en dulce fuego inflama,

   el bien y el mal a que convida y llama  5
de amor la fuerza y poderoso efecto
eternamente, en son claro y perfecto,
con estas rimas cantará la fama,

   llevando el nombre único y famoso
vuestro, felice López Maldonado,  10
del moreno etíope al cita blanco

   y hará que en balde de laurel honroso
espere alguno verse coronado
si no os imita y tiene por su blanco.




Soneto


ArribaAbajo   Cual vemos del rosado y rico oriente
la blanca y dura piedra señalarse
y en todo, aunque pequeña, aventajarse
a la mayor del Cáucaso eminente,

   tal este (humilde al parecer) presente  5
puede y debe mirarse y admirarse,
no por la cantidad, mas por mostrarse
ser en su calidad tan excelente.

   El que navega por el golfo insano
del mar de pretensiones verá al punto  10
del cortesano laberinto el hilo.

   ¡Felice ingenio y venturosa mano
que el deleite y provecho puso junto
en juego alegre, en dulce y claro estilo!




Soneto


ArribaAbajo   De la Virgen sin par, santa y bendita
(digo, de sus loores), justamente
haces el rico, sin igual presente
al sin par cristiana Margarita.

   Dándole, quedas rico, y queda escrita  5
tu fama en hojas de metal luciente,
que, a despecho y pesar del diligente
tiempo, será en sus fines infinita:

   ¡felice en el sujeto que escogiste,
dichoso en la ocasión que te dio el cielo  10
de dar a Virgen el virgíneo canto;

   venturoso también porque hiciste
que den las musas del hispano suelo
admiración al griego, al turco espanto.




Soneto al doctor Francisco Díaz


ArribaAbajo   Tú, que con nuevo y sin igual decoro
tantos remedios para un mal ordenas,
bien puedes esperar de estas arenas,
del sacro Tajo, las que son de oro,

   y el lauro que se debe al que un tesoro  5
halla de ciencia, con tan ricas venas
de raro advenimiento y salud llenas,
contento y risa del enfermo lloro;

   que por tu industria una deshecha piedra
mil mármoles, mil bronces a tu fama  10
dará sin envidiosas competencias;

   darate el cielo palma, el suelo yedra,
pues que el uno y el otro ya te llama
espíritu de Apolo en ambas ciencias.




Soneto


ArribaAbajo   No ha menester el que tus hechos canta,
¡Oh gran marqués!, el artificio humano,
que a la más sutil pluma y docta mano
ellos le ofrecen al que el orbe espanta;

   y este que sobre el cielo se levanta,  5
llevado de tu nombre soberano,
a par del griego y escritor toscano,
sus sienes ciñe con la verde planta;

   y fue muy justa prevención del cielo
que a un tiempo ejercitases tú la espada  10
y él su prudente y verdadera pluma,

   porque, rompiendo de la envidia el velo,
tu fama, en sus escritos dilatada,
ni olvido o tiempo o muerte la consuma.



El capitán Becerra vino a Sevilla a enseñar lo que habían de hacer los soldados, y a esto y a la entrada del duque de Medina en Cádiz, hizo Cervantes este soneto



ArribaAbajo   Vimos en julio otra semana santa,
atestada de ciertas cofradías
que los soldados llaman compañías,
de quien el vulgo, y no el inglés, se espanta;

   hubo de plumas muchedumbre tanta  5
que en menos de catorce o quince días
volaron sus pigmeos y Golías,
y cayó su edificio por la planta.

   Bramó el Becerro y púsolos en sarta;
tronó la tierra, escureciose el cielo,  10
amenazando una total rüina;

   y al cabo en Cádiz, con mesura harta
(ido ya el conde sin ningún recelo),
triunfando entró el gran Duque de Medina.



Miguel de Cervantes, autor de Don Quijote:

«Este soneto hice a la muerte de don Fernando de Herrera y, para entender el primer cuarteto, advierto que él celebraba en sus versos a una señora debajo de este nombre de Luz. Creo que es de los buenos que he hecho en mi vida.»




ArribaAbajo   El que subió por sendas nunca usadas
del sacro monte a la más alta cumbre;
el que a una Luz se hizo todo lumbre
y lágrimas, en dulce voz cantadas;

   el que con culta vena las sagradas  5
de Elicón y Pirene en muchedumbre
(libre de toda humana pesadumbre)
bebió y dejó en divinas transformadas;

   aquél a quien envidia tuvo Apolo
porque, a par de su Luz, tiene su fama  10
de donde nace a donde muere el día:

   el agradable al cielo, al suelo solo,
vuelto en ceniza de su ardiente llama,
yace debajo de esta losa fría.




Soneto a don Diego de Mendoza y a su fama


ArribaAbajo   En la memoria vive de las gentes,
varón famoso, siglos infinitos,
premio que le merecen tus escritos
por graves, puros, castos y excelentes.

   Las ansias en honesta llama ardientes,  5
los Ethnas, los Estigios, los Cozitos
que en ellos suavemente van descritos,
mira si es bien, ¡oh Fama!, que los cuentes,

   y aun que los lleves en ligero vuelo
por cuanto ciñe el mar y el sol rodea,  10
y en lágrimas de bronce los esculpas,

   que así el vuelo sabrá que sabe el cielo
que el renombre inmortal que se desea
tal vez le alcancen amorosas culpas.




Soneto a don Diego Rosel y Fuenllana, inventor de nuevas artes


ArribaAbajo   Jamás en el jardín de Falerina
ni en la Pranasa, excesible cuesta,
se vio Rosel ni rosa cual es ésta
por quien gimió la maga Dragontina;

   atrás deja la flor que se reclina  5
en la del Tronto archiducal floresta,
dejando olor por vía manifiesta
que a la región del cielo la avecina.

   Crece, ¡oh muy felice planta!, crece,
y ocupen tus pimpollos todo el orbe;  10
retumbando, crujiendo y espantando;

   el Betis calle, pues el Po enmudece,
y la muerte, que a todo humano sorbe,
sola esta rosa vaya eternizando.




Soneto


ArribaAbajo   De Turia el cisne más famoso hoy canta,
y no para acabar la dulce vida,
que en sus divinas obras escondida
a los tiempos y edades se adelanta;

   queda por él canonizada y santa  5
Teruel, vivos Marcilla y su homicida;
su pluma, por heroica conocida
en quien se admira el cielo, el suelo espanta.

   Su doctrina, su voz, su estilo raro,
que por tuyos, ¡oh Apolo!, reconoces,  10
según el vuelo de tus bellas alas,

   grabadas por la Fama en mármol pario
y en lágrimas de bronce, harán que goces
siglo de eternidad, Yangüe de Salas.




Soneto a doña Alfonsa González, monja profesa en el monasterio de Nuestra Señora de Constantinopla


ArribaAbajo   En vuestra sin igual, dulce armonía,
hermosísima Alfonsa, nos reserva
la nueva, la sin par sacra Minerva
cuanto de bueno y santo el cielo cría.

   Llega el felice punto, llega el día  5
en que, si os oye la infernal caterva,
huye gimiendo al centro, y de la acerba
región, suspiros a la tierra envía.

   En fin, nos convertís el suelo en cielo
con la voz celestial, con la hermosura  10
que os hacen parecer ángel divino;

   y así conviene que tal vez el velo
alcéis y descubráis esa luz pura
que nos pone del cielo en el camino.



ArribaAbajo   Pues veis que no me han dado algún soneto
que ilustre de este libro la portada
venid vos, pluma mía mal cortada,
y hacedle, aunque carezca de discreto.

   Haréis que excuse el temerario aprieto  5
de andar de una en otra encrucijada,
mendigando alabanzas, excusada
fatiga e impertinente, yo os prometo.

   Todo soneto y rima allá se avenga,
y adorne los umbrales de los buenos,  10
aunque la adulación es de ruin casta.

   Y dadme vos que este viaje tenga
de sal un panecillo por lo menos,
que yo os lo marco por vendible, y basta.

En el prólogo de Viaje al Parnaso                









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