Poeta. Comisario de Muestras de la
Artillería del Ejército de Cataluña, por Su
Majestad.
Soneto
Cítara,
que al concierto de Pomona,
canora induces el acento Ibero
del Joven más feliz, que
considero,
bañado en los Candores de
Elicona.
Suena a su
impulso, que en la inculta Zona
5
de tu voz, el aplauso que
venero,
será la fama apoyo, y el
severo
émulo, cederá lo que
blasona.
De Euterpe, y
Tersícore el Armonía,
jocosamente grave, que
ponderas,
10
al tiempo duren, cuando más
se imitan.
Pues es
razón, que en dulce melodía,
se burle acreditado de las
veras,
si de veras las burlas le
acreditan.
Cabello, Alonso
Antequera. Málaga Siglo
XVII
Poeta.
Soneto
Memoria viva de
la causa muerta
que engendra mi dolor, tristeza y
llanto,
déjame un rato descansar, en
tanto
que mi errado sentido se
concierta.
En la de aquesta
peña falda yerta
5
alguna parte pagaré de
cuanto
ha defraudado el sueño, si
tu espanto
como acostumbra, aquí no me
despierta.
Y pues cual loco
estoy, podrás dejarme
tomar alivio, descansar un
poco,
10
si no quieres que muera en mi
tristeza.
Mas acaba,
memoria, de matarme,
que mayor argumento de firmeza
es morir de dolor que vivir
loco.
Cabrera, Cristóbal
España. Siglo XVI
Poeta.
Soneto
A tu suma
humildad, Virgen gloriosa,
mi alma con razón
aquí se humilla,
admírase de ver tal
maravilla,
¡oh única humildad
maravillosa!
¡Oh Virgen
toda limpia, toda hermosa,
5
sin mácula, sin vicio, sin
mancilla!
¡bendito quién te dio
tan alta silla!
¡bendito quién
crió tan buena cosa!
Mi alma, mi
Señora, te suplica
que ruegues al Señor que da
los dones,
10
la de don de humildad y
pequeñica.
Pues si para
humillar sobran razones,
humíllese mi alma
pobrecica,
mirándose al espejo que la
pones.
Calderón Riaño, Pedro
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
emulación divina son del
cielo,
pues humildes los Ángeles su
suelo
tanto celebran y veneran
tanto.
Celestes
labradores son en cuanto
5
con amorosa voz, con santo
celo
enviáis en Angélico
consuelo
dulce oración, que fertiliza
el llanto.
Dichoso
Agricultor, en quien se encierra
cosecha de tan fértiles
despojos,
10
que divino y humano os da
tributo.
No
receléis el fruto de la tierra,
pues cogerán del cielo
vuestros ojos,
sembrando aquí sus
lágrima , el fruto.
A los altares de San
Francisco y San Ignacio
La que ves en
piedad, en llama, en vuelo
ara al suelo, al sol pira, al
viento ave,
argos de estrellas, imitada
nave,
nubes vence, aire rompe, y toca el
cielo.
Esta pues que la
cumbre del Carmelo
5
mira fiel, mansa ocupa, y surca
grave,
con muda admiración muestra
suave
casto amor, justa fe, piadoso
celo.
O militante
Iglesia, más segura
pisa tierra, aire enciende, mar
navega,
10
y a más pilotos tu gobierno
fía.
Triunfa eterna,
está firme, vive pura,
que ya en el golfo, que te ves, se
anega,
culpa infiel, torpe error, ciega
herejía.
Camacho, Juan B.
España. Siglos XVI - XVII
Poeta.
Soneto
Virgen más
pura que el empíreo Cielo,
Aurora en quien se muestra el Sol
divino
con esplendor más claro, y
peregrino,
que en los demás que visten
mortal velo.
Ni el
ángel que levanta más su vuelo
5
pudo con vos correr igual
camino,
limpia en cualquier instante
(así convino)
os hizo Dios con amoroso celo.
Esta verdad, con
voto, alegre canta
del Sacerdocio santo lo
escogido,
10
lo ilustre, lo acendrado, y
más devoto.
Y esta es la
causa que con fiesta tanta
sólo suene entre el
célebre ruido,
Virgen, Limpieza, Sacerdocio, y
voto.
Camoens, Luis de
Lisboa. 1524 - 1580
Soneto
El vaso
reluciente y cristalino,
de ángeles agua clara y
olorosa,
de blanca seda ornado y fresca
rosa,
ligado con cabellos de oro
fino,
bien claro
parecía el don divino
5
labrado por la mano
artificiosa
de aquella blanca ninfa,
graciosa
más que el rubio lucero
matutino.
Nel vaso vuestro
cuerpo se afigura,
rajado de los blancos miembros
bellos,
10
y en el agua vuestra ánima
pura;
la seda es la
blancura, y los cabellos
son las prisiones, y la
ligadura
con que mi libertad fue asida
dellos.
Amor es
fuego
Amor es fuego que
arde sin arder;
una herida que duele, sin
lamento;
un gran acontecimiento sin
contento;
un dolor que maltrata sin
dolor.
Es un querer tan
sólo bien querer;
5
es andar solitario entre la
gente;
es un no encontrar nada que
contente;
es creer que se gana con
perder.
Es estar
prisionero a voluntad;
es servir a quien vence al
vencedor;
10
tener con quien nos mata
lealtad.
Mas,
¿cómo encontrar puede su favor
del muerto corazón
conformidad
siendo en sí tan contrario
al mismo amor?
Yerros, culpas,
fortuna...
Yerros, culpas,
fortuna, amor ardiente
para mi perdición se
conjuraron.
Yerros, culpa, fortuna, me
sobraron;
me bastaba el amor tan
solamente.
Todo
murió; mas tengo bien presente
5
el dolor de las cosas que
pasaron,
pues sus hartas frecuencias me
enseñaron
a renunciar a cuanto me
contente.
Erré todo
el transcurso de mis años
e hice que la fortuna
castigase
10
mis mal fundadas, locas
esperanzas;
del amor
sólo vi breves engaños;
¡ay quien tanto pudiera que
quebrase
ese mi genio altivo de
venganza!
Soneto
Ondas que por el
mundo caminando
contino vais llevadas por el
viento,
llevad envuelto en vos mi
pensamiento,
do está la que do
está lo está causando.
Decidle que os
estoy acrescentando,
5
decidle que de vida no hay
momento,
decidle que no muere ni
tormento,
decidle que no vivo ya
esperando.
decidle
cuán perdido me hallastes,
decidle cuán ganado me
perdistes,
10
decidle cuán sin vida me
matastes,
decidle
cuán llagado me feristes,
decidle cuán sin mí
que me dejastes,
decidle cuán con ella que me
vistes.
Soneto
Horas breves de
mi contentamiento,
nunca pensé jamás,
cuando os tenía,
que, por mi mal, trocadas os
vería
en tan cumplidas horas de
tormento.
Las torres que
fundé se llevó el viento,
5
como el viento veloz las
sostenía;
mas de todo este mal la culpa es
mía,
pues hice sobre falso el
juramento.
Amor con vanas
muestras aparece,
todo lo hace llano y lo
asegura,
10
y luego a lo mejor desaparece.
¡Oh grande
mal! ¡Oh grande desventura!
Por un pequeño bien que
desfallece
aventurar un bien que siempre
dura.
Campezo, Doctor
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
A San
Isidro
Los campos de
Madrid, Isidro santo,
son heredad de Dios, su tierra
cielo,
pues cuando contempláis,
eran el suelo
espíritus divinos
entretanto.
El labrador del
cielo con su manto
5
os hace sombra por mayor
consuelo,
no os cause la labor algún
desvelo,
pues gloria cogeréis
sembrando llanto.
Surcad de Dios
con la oración el pecho,
y los bellos cristales de los
ojos
10
rindan aprisa por Madrid
tributo.
Contentaréis a Dios, y satisfecho
triunfaréis de la gloria por
despojos,
sembrando aquí sus
lágrimas, el fruto.
Campillo, Ginés
España. Valencia. Siglo
XVII
Poeta y licenciado.
Soneto
María, el
grande amor que le ha tenido,
paga a Javier con pecho
generoso;
dióle en satisfacción
el niño hermoso,
porque a un inmenso amor, un Dios
Cupido.
Río del
mar del Padre el Niño ha sido,
5
Javier ha de crecer árbol
frondoso;
salió de Madre el Río
caudaloso,
rebose, y en virtudes a
crecido.
Sabio, Amor,
Salomón, como atendía
al empeño del Niño,
justiciero,
10
entre cariños dos los
dividía.
Pero como no
admite compañero
la entrañable pasión,
dijo María,
Javier se lleve el Niño todo
entero.
Campo, Francisco del
España. Siglo XVII
Poeta. Religioso de la
Compañía de Jesús del Reino de Navarra.
Soneto
Siente a pesar
del mármol el aliento,
que otra vez por Javier amante
espira,
y el alma que en la estatua el arte
inspira,
segunda vez le roba el
sentimiento.
¡O
cuánto de Javier pesa el tormento,
5
pues el mármol con él
sudarse mira!
¿Qué no herirá
la pena, que respira,
si a un Dios en un Castillo no
está exento?
Padece Cristo al
ver, que Javier pena,
y muerto viva sangre de sí
vierte,
10
ya de su faz la luz siempre
serena.
En fatales
eclipses se convierte,
pero, o cuánto de cerca
hará la pena,
que a un inmortal de lejos da la
muerte.
Cáncer y Velasco,
Jerónimo
Barcelona. Siglo XVI - 1655
Dramaturgo, escritor y poeta.
A una rosa
deshojada
Esa mustia
beldad, que enamorado
tuvo al abril su verde
lozanía,
fragante joya, que al romper del
día
sacó al primavera en el
tocado;
Substituta del
sol, astro esmaltado,
5
que igualmente alumbraba e
influía,
y en su verde apacible
tiranía,
por reina se hizo coronar del
prado;
a mano
descortés, segur villana.
Rinde cuanto esplendor y pompa
adquiere,
10
pagando como culpa el nacer
rosa.
¡Oh! no se
fíe la belleza humana:
que es breve flor, que cuando nace
muere,
mucho más que por
frágil, por hermosa.
Soneto
Ya el
corazón (Señor) vive violento
entre las sinrazones del
pecado,
y más que de gustoso de
dejado,
está para la enmienda sin
aliento.
Muy cerca miro de
arrepentimiento;
5
(o me lo finge mi discurso
errado)
este temor preciso, y
destemplado,
que se mezcla en las horas del
contento.
Ya siento una
ignorada resistencia
al cometer de errores tanta
copia;
10
y aunque esto es circunstancia, y
no disculpa.
Sálgame a
recibir vuestra clemencia,
que si me lleva a vos mi culpa
propia,
no habéis de hacer vos
menos, que mi culpa.
Al mismo
asunto
Este pesar, que
en traje desmentido
asiste al alma vano, y
perezoso,
aunque es de mi maldad hijo
engañoso,
se engendra a la virtud muy
parecido.
No para vos
está más prevenido
5
mi duro corazón,
Señor piadoso,
que sólo le hace falta aquel
reposo
que influye la verdad en el
sentido.
Tema, tema mi
error vuestra justicia,
hoy más que nunca pues
rebelde, y ciego,
10
veo la luz, y vivo
deslumbrado.
Tema, pues es tan
grande mi malicia,
que finjo alguna vez que a vos me
llego,
sólo por darle celos al
pecado.
Lo que ha de hacer el
que ha poco es grandísimo caballero
Hacer con un
rocín mucho ruido,
tenerle a ternas ferias
vinculado,
jurársela a diez damas en el
prado,
y no ser de ninguna conocido.
Alabar un calor
que aun no ha venido,
5
decir mi mercader, y mi
Letrado,
mandadle muchas cosas a un
criado,
y las que importan menos al
oído.
Buscar quien
sobre joyas de dinero,
venir de oír a una mujer que
canta,
10
y haber estado siempre en cierta
parte.
Es lo que debe
hacer el Caballero;
y sobre todo la Semana Santa,
sin que le llamen, siga su
estandarte.
Soneto
Dulcísima
tormenta del sosiego,
enigma de los ojos ignorado,
norte sin luz, que sigo
derrotado,
tomando las alturas por el
fuego.
Pues te permites
a la voz, y al ruego,
5
desemboza el misterio
venerado:
sin la duda mi amor es ya
cuidado,
y sin la sombra vivirá
más ciego.
Mas no, no se
descifre tu belleza,
beba el veneno yo por los
oídos
10
en esta inquieta procelosa
calma.
Y aspire a ser
eterna mi firmeza,
que amor que se engendró sin
los sentidos,
ha de nacer muy parecido al
alma.
A la muerte del
excelentísimo señor Almirante de
Castilla
Esta corona de
triunfante grama,
que adorno fue del Héroe
más valiente,
y ya funesto ciñe
dignamente
las invisibles sienes de su
fama.
Este solio, que
en sombras se derrama,
5
y en dos imperios se miró
luciente.
Esta fe que se arroja
irreverente
sobre la muerte religiosa
llama;
glorias fueron de
aquel a quien amaste,
España, y en su pecho le
tuviste,
10
y aquí yace su luz sin
ejercicio.
¿O muerte,
para qué lo ejecutaste?
¿O cielo, para qué lo
permitiste?
O amor, llora no más, que
este es tu oficio.
A la muerte del
Almirante de Castilla
Aquel que lleno
el Orbe con su aliento,
yace despojo de la muerte
fiera,
y de esta helada, si legal
hoguera,
es estrecha inscripción el
vago viento.
No te acerques, o
huésped, poco atento,
5
a este polvo, que el tiempo le
venera,
su nombre escucharás adonde
quiera,
delito es fatigar el
monumento.
Triunfos incluye
aquí, sordo el destino,
a quien la vista humana no se
atreve,
10
y la fama inmortal los
eterniza.
Pero ya que
viniste, o peregrino,
descubre sin temor el mármol
breve,
que aun le dura el agrado a la
ceniza.
A un rayo, que
abrasó el retrato de una dama, de quien su galán
estaba celoso. En boca del galán
Rayo veloz, que
por naturaleza,
buscas la cumbre con ardiente
saña,
sin duda hiciste paz con la
montaña,
cuanto en Clori fulminas, es
bajeza.
Si es blanco de
tus iras la firmeza,
5
como en lo vario tu esplendor se
empaña
firme te pareció,
también se engaña,
la luz, si la divierte la
belleza.
Pues
abrasó tu fuego tanta nieve,
que aun copiada no sé si la
encendiste:
10
vengaras de una vez tantos
recelos.
O
abrasarás también su dueño aleve,
y si sólo a arruinar sombras
naciste,
sombras mis celos son, veré
en mis celos.
Soneto
Docto Museo, cuyo
aliento altivo
escribe el Sol en láminas
lucientes,
y es la memoria de futuras
gentes,
de tanto escrito tomo
sucesivo.
Hospede grato el
bronce, siempre vivo,
5
vuestros nombres, y
espíritus valientes,
pues aun con ser Apolos
elocuentes,
os festeja amoroso el ramo
esquivo.
Venid, vivid la
edad de vuestro nombre,
por más que el tiempo
destruidor presuma
10
de tanto ingenio oscurecer la
llama.
Y para que os
debáis vuestro renombre,
no ajena voz alaba vuestra
pluma,
prestad plumas, y voz a vuestra
fama.
A un hombre muy malo
que se aumentaba mucho en bienes de fortuna
Lesbio, si entre
tu vida licenciosa
permite el cielo, o Fabio, o
providente,
que tu riqueza en todo se
acreciente,
piedad es, mas piedad muy
sospechosa.
Mira que de esta
dicha misteriosa
5
se infiere, que es mortal el
accidente,
que consentirle excesos al
doliente,
siempre fue una señal muy
peligrosa.
Cuando te llena
de colmados frutos
Dios, dispone el castigo a tu
malicia,
10
(rompida alguna temporal
concordia).
Y por que
estén en paz sus atributos,
te hace aquellos halagos la
Justicia,
para acallar a la
Misericordia.
En que se encarece la
fuerza de la hermosura
Contendían
los Dioses soberanos
del cielo, por la excelsa
Monarquía,
que allá donde la paz centro
tenía,
la ambición de reinar hizo
tiranos.
Venus lo supo, y
por los aires vanos
5
llegó donde la guerra se
encendía,
y puesta en medio de esta gran
porfía,
les derribó las armas de las
manos.
El rayo
quitó a Jove, y el tridente
al grande Rey de los azules
hielos,
10
la espada a Marte llena de
despojos.
Mas ay, que a la
lid vuelven de repente,
pero ya no contienden por los
cielos,
sino por el imperio de sus
ojos.
A Píramo y
Tisbe
El cendal de que
Tisbe se despoja,
Píramo advierte y reconoce
atento,
y creyendo por él su fin
violento,
sobre su acero intrépido se
arroja.
En brazos ya de
la postrer congoja
5
vio Tisbe al alma de su
pensamiento,
y por mezclar su aliento con su
aliento,
sólo la duda de morir la
enoja.
«Espera a
quien te adora.» Tisbe clama,
al penetrarse el pecho
enamorado,
10
y unieron las dos almas desta
suerte.
¡Oh siempre
injusto amor! ¿quién no te infama?
Que la deuda a que estabas
obligado,
fue menester cobrarla con la
muerte.
A un amante que
deseaba olvidar mucho a una dama y hacía grandes diligencias
para conseguirlo
Licio, no hay
quien olvide de obstinado,
que aquel que se conoce bien
rendido,
cuantas razones le buscó la
olvido,
las encuentra de parte del
cuidado.
De sanar le deseo
porfiado
5
está llamando al mal
adormecido,
y el que siempre recusa el pie
oprimido,
no puede hallar el lazo
descuidado.
Aguarda a que el
amor quiera librarte,
y pude ser que triunfes sin
victoria,
10
sólo con que la fuerza no le
impidas.
Tu yerras, Licio,
el modo de curarte,
que para no inquietar a la
memoria,
aun no te has de acordar de que te
olvidas.
A las ruinas del
Coloso de Rodas
Este asombro
gentil, que un elemento
ocupa si se erige, o si se
humilla,
y de una y otra contrapuesta
orilla,
fue orbe artificial sin
movimiento.
Que embarazo se
vio del vago viento,
5
y segunda del mundo maravilla,
contra quien Jove rayos
acaudilla,
como contra el jayán de
manos ciento.
Este por la
grandeza fue incansable,
y la materia le compuso
fuerte,
10
cuando la forma le mintió
divino;
y ya es del
tiempo estrago miserable.
O qué mal se asegura quien
advierte,
que para bronce tanto hubo
destino.
A un galán que
decía mucho mal de una dama de quien estaba
celoso
Doy que Lisi te
agravia, y que no alcanza,
o Fabio, el privilegio de
querida,
porque ignorantemente se te
olvida,
que es mujer, cuando acusas su
mudanza.
Quizá la
quieres, y esta destemplanza
5
en tu amor la verás como
corrida,
que después es
vergüenza enternecida,
lo que en la ira pareció
venganza.
No es
conveniencia publicar tu agravio,
que a todos los que ahora le
refieres,
10
luego los temerás como
enemigos.
Mira que puede
ser que vuelvas, Fabio,
habla de Lisi bien, para qué
quieres
en una infame paz tantos
testigos.
A una mujer que fue
muy celebrada y muy hermosa y se vio despreciada por ser
vieja
Flora es aquella,
cuya edad luciente
alma fue del Abril, copia del
cielo,
cuyo dorado, cuyo hermoso pelo
equivocó las luces del
Oriente.
Fueros impuso a
amor, que blandamente,
5
introdujo en el pecho mas de
hielo,
y libre casi del común
recelo,
creyó que su beldad no era
accidente.
Ya de todos se
mira despreciada,
siendo horror, siendo enfado a los
sentidos
10
a quien avisa, en vez de hacer
engaño.
Ni aun por su
edad de nadie es venerada,
con que nos muestra, que
años divertidos
en la cuenta del tiempo no son
años.
A un álamo
enfriado del invierno, motivo, la eternidad de las
penas
Álamo,
Águila ojosa que volaste
al Sol, Ícaro ver de que
caíste
al Prado, y a la Fuente en que
naciste,
ya de tus plantas fugitivo
engaste.
Si a dar lisonja
al viento levantaste
5
la pompa, en la lisonja la
perdiste;
esperas, al Verano que te
viste,
las galas que el Diciembre no
lograste.
Tronco eres hoy,
y Adonis floreciente
serás de Abril, que en esta
confianza
10
te pretende la Sombra, el Prado, y
Fuente.
Y sólo en
mí es eterna la mudanza;
de un mal en otro
sucesivamente,
que debo ser ejemplo, y no
esperanza.
Cárdenas, Fray Bernardo de
España. Siglo XVII
Poeta y religioso.
Soneto
Ensilla, Sancho
amigo, a Rocinante,
dame la lanza y yelmo de
Mambrino,
acomoda la alforja en el
pollino
y el bálsamo precioso pon
delante.
Pues Dios me hizo
caballero andante,
5
hoy desfacer un tuerto
determino,
que face una Doncella a un
malandrino,
jayán desaforado y cruel
gigante.
Dice que fue su
esclava esta Doncella,
y miente, pues sé yo, que
cuanto él dice,
10
ella gentil deshizo su cabeza.
A mi me toca,
Sancho, el defendella:
yo soy su caballero, y voto
hice
de defender su virginal
Pureza.
Subió con
ligereza,
15
y tomando su yelmo, escudo y
lanza,
le siguió su escudero Sancho
Panza.
Cardoso, Fernando
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
A la muerte de Lope de
Vega
Este de quien el
Lauro es corta gloria
en copiosos conceptos que
derrama,
libra su excelso túmulo en
su fama,
y el trofeo inmortal en su
memoria.
No el bronce le
reserva eterna historia,
5
en unos y otros números le
aclama,
y en vivos esplendores de su
llama
contra el olvida ilustra su
victoria.
Milagroso
prodigio en fértil pluma,
admiración será de
las edades,
10
honor de lo ingenioso y lo
fecundo.
Mas porque nunca
el tiempo le consuma,
vota al cielo a su nombre
eternidades,
dolor España, y sentimiento
el mundo.
Carlenal, Tomás de
España. Siglo XVII
Licenciado. Poeta. En el libro de
las Obras de Carrillo Sotomayor
Al libro de las
Obras del señor Luis Carrillo
Dio Dios virtud a
la ceniza helada
reliquia del sepulcro, que
engendraste
sucesor, que el linaje
conservaste
del ave singular, cuanto
afamada.
Y que por una
senda desusada,
5
de la muerte a la vida
caminaste,
y con su fin eternidad
ganaste,
contra la ley con los demás
guardada.
No es mucho pues,
quien todo lo gobierna
haya ordenado, por reliquia
quedes
10
de tu autor sepultado en dulce
sueño.
Si del justo ha
de haber memoria eterna,
Fénix de libros bien
llamarte puedes,
pues Fénix de varones fue tu
dueño.
Carnero, Antonio
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
A la muerte de Lope de
Vega
Lope yace en
reposo, no su fama,
que resonante trompa
gravemente,
de donde muere en húmido
tridente
a donde nace el sol su nombre
aclama.
Penda su avena de
luctuosa rama,
5
cuando del Tajo funeral
corriente
de cristales lo erige, si
eminente
pira sus cisnes, reposada
cama.
Gloria de Pindo
fue, cuya enseñanza
su nación ha imitado y las
ajenas
10
oráculo veneran su
Talía.
¡O
miserable humana confianza!
¿cómo en tus
ambiciones te encadenas,
viendo tanto varón ceniza
fría?
Carvajal Robles, Rodrigo
Antequera. Málaga. Siglo
XVII
En 1634 era corregidor de Celayo
(América). Publicó su obra en Lima, entre ellas sus
poemas «Conquista de América» y «La
Batalla de Toro»
Temor
No hay placer que
no tema mi deseo,
ni pesar que no tema mi
sentido,
y siempre mi esperanza me ha
mentido,
y nunca sin temor mentir me
veo.
Mas puede tanto
el loco devaneo
5
de mi vano esperar que no he
podido
acabar de entender que voy
perdido,
y me pierdo, y me acabo y no lo
creo.
Pienso, por el
camino que he dejado
tan luego atrás, que estoy
de mi sosiego
10
muy cerca, mas no llego a ver mi
suerte.
Antes me aflige
más este cuidado,
porque pienso que llego y nunca
llego
y el más entretenido es el
más fuerte.
Carvajal y Mendoza, Luisa de
Jaraicejo (Cáceres). 1566 -
Londres. 1614
Religiosa.
A la ausencia de su
Dulcísimo Señor en la Sagrada
Comunión
¡Ay,
soledad amarga y enojosa,
causada de mi ausente y dulce
Amado!
¡Dardo eres en el alma
atravesado,
dolencia penosísima y
furiosa!
Prueba de amor
terrible y rigurosa,
5
y cifra del pesar más
apurado,
cuidado que no sufre otro
cuidado,
tormento intolerable y sed
ansiosa.
Fragua, que en
vivo fuego me convierte,
de los soplos de amor tan
avivada,
10
que aviva mi dolor hasta la
muerte.
Bravo mar, en el
cual mi alma engolfada,
con tormenta camina dura y
fuerte
hasta el puerto y ribera
deseada.
Soneto espiritual de
Silva
En el siniestro
brazo recostada
de su amado Pastor, Silvia
dormía,
y con la diestra mano la
tenía
con un estrecho abrazo a sí
allegada.
Y de aquel dulce
sueño recordada,
5
le dijo: «El corazón
del alma mía
vela, y yo duermo; ¡ay, suma
alegría,
cuál me tiene tu amor tan
traspasada!
Ninfas del
Paraíso soberanas,
sabed que estoy enferma y muy
herida
10
de unos abrasadísimos
amores.
Cercadme de
odoríferas manzanas,
pues me veis como fénix
encendida;
y cercadme también de amenas
flores.»
Al Santísimo
Sacramento en que habla el Divino Verbo inmenso con el alma que le
está recibiendo de las manos del
sacertote
De inmenso amor
aqueste abrazo estrecho
recibe, Silva, de tu dulce
Amado,
y por la puerta deste diestro
lado
éntrate, palomilla,
acá en mi pecho.
Reposa en el
florido y sacro lecho,
5
y abrásate en amor tan
abrasado,
que hasta que el fuerte nudo haya
apretado,
no sea posible quede
satisfecho.
Deseos de
martirio
¡Esposas
dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora
victoriosa,
infamia felicísima y
gloriosa,
holocausto en mil llamas
abrasado!
Di, Amor,
¿por qué tan lejos apartado
5
se ha de mí aquella suerte
venturosa
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha
trocado?
¿Ha sido
por ventura haber querido
que la herida, que al alma
penetrada
10
tiene con dolor fuerte y
desmedido,
no quede
socorrida ni curada
y, el afecto aumentado y
encendido,
la vida a puro amor sea
desatada?
Cascales, Francisco
España. Murcia. Siglo
XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega.
Catedrático de Retórica de Murcia.
A la muerte de Lope de
Vega
Morir es ley
forzosa en el que nace,
nazca plebeyo, o majestad
suprema,
para la muerte no hay
estratagema,
aunque espíritu
angélico la trace.
Aunque el hombre
se mude, o se disfrace
5
en formas mil, llega la hora
extrema;
romperse tiene nuestra humana
nema,
por más que el alma al
cuerpo amigo abrace.
Merced del cielo,
que a los orbes once
a LOPE trasladó, y en urna
de oro
10
conservar fénix, si inmortal
aclama.
Imprimen Musas su
memoria en bronce,
y a un tiempo trina dulce, alto,
sonoro,
tu lira Orfeo, su clarín la
fama.
Castellanos, Juan de
Alanís. Sevilla. 1522 -
Tunja. 1607
Historiador, escritor y poeta
español. Se fue a América hacia 1540 y ordenado
sacerdote. Su Elegías de Varones Ilustres aunque la
inició en prosa, la acabó componiendo en verso.
A la majestad del rey
Felipe, nuestro señor
Columna de la
religión cristiana,
de católica fe firme
sustento,
aquestas mis elegías os
presento,
monumentos de gente
castellana.
La vena que es
estéril poco mana,
5
pero como, Señor, de deis
aliento,
podrá la poquedad de mi
talento
servir a majestad tan
soberana.
Esta segunda
parte se publica,
la cual sobre real favor
estriba
10
como cosa que tanto le
conviene.
El don es pobre,
la voluntad rica;
esta, Rey soberano, se reciba
por ser de quien ofrece cuanto
tiene.
Soneto
Aquí,
lector, verás cosas tocantes
a nuevas tierras y a sus
influencias,
varias regiones, muchas
diferencias
de bárbaros en ellas
habitantes.
Pero
suplícote que no te espantes,
5
si fuera de guerreras
competencias
encontrares algunas
menudencias,
desenfado común de
caminantes.
Pues aunque viven
pocos este día
de los que comenzaron los
cimientos,
10
demás de los trabajos
padecidos,
en sus
conversaciones todavía
refieren gratos y donosos
cuentos,
que no dan sinsabor a los
oídos.
A la majestad del rey
Felipe, nuestro señor
Católico
señor, rey soberano,
do celestial virtud se
manifiesta,
y en cuya potestad hoy tiene
puesta
Dios la tutela del honor
cristiano.
Esta labor que
lleva sólo grano
5
de verdad pura y al examen
presta,
para prosecución de lo que
resta
a vuestra Majestad pide la
mano.
Porque si
mereciese tal defensa
el gran memorial que
redimiendo
10
voy de la tiranía del
olvido,
será la
más insigne recompensa
que se me pueda dar y que
pretendo
por paga del trabajo recibido.
Al
lector
Lector amigo,
claramente veo
salir a luz aqueste monumento
sin aquellos matices y
ornamento
que por ventura tienes en
deseo.
Con sólo
la verdad lo hermoseo,
5
porque no pide tanto
crecimiento
de variedades, mas
detenimiento
del que suele llevar veloz
correo.
La
peregrinación es inexhausta,
la vida breve, vena mal
propicia
10
para me detener en las
jornadas.
Y ansí
vamos de paso, porque basta
en aqueste compendio dar
noticia
de las cosas que estaban
olvidadas.
Castillejo, Cristóbal de
Ciudad Rodrigo. 1492 - Viena.
1550
Monje. Poeta español.
Soneto de
Boscán
Si las penas que
dais son verdaderas,
como muy bien lo sabe el alma
mía,
¿por qué ya no me
acaban? Y sería
sin ellas mi morir muy más
de veras;
Mas si por dicha
son tan lisonjeras,
5
que quieren retozar con mi
alegría,
decid, ¿por qué me
matan cada día
con muerte de dolor de mil
maneras?
Mostradme este
secreto ya, señora,
sepa yo por vos, pues por vos
muero,
10
si aquesto que padezco es muerte o
vida;
porque, siendo
vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no
quiero
que poder yo tener tal
homicida.
Soneto
Musas italianas y
latinas,
gentes en estas partes tan
extraña,
¿cómo habéis
venido a nuestra España
tan nuevas y hermosas
clavelinas?
O
¿quién os a traído a ser vecinas?
5
del Tajo, de sus montes y
campaña?
O ¿quién es el que os
guía y acompaña
de tierras tan ajenas
peregrinas?
-Don Diego de
Mendoza y Garcilaso
nos trujeron, y Boscán y
Luis de Haro
10
por orden y favor del dios
Apolo.
Los dos
llevó la muerte paso a paso,
Solimán el uno y por
amparo
solo queda don Diego, y basta
solo.
Soneto
Garcilaso y
Boscán, siendo llegados
al lugar donde están los
trovadores
que en esta nuestra lengua y sus
primores
fueron en este siglo
señalados,
los unos a los
otros alterados
5
se miran, con mudanza de
colores,
temiéndose que fuesen
corredores
espías o enemigos
desmandados;
y juzgando
primero por el traje,
pareciéronles ser, como
debía,
10
gentiles españoles
caballeros;
y
oyéndoles hablar nuevo leguaje
mezclado de una extraña
poesía,
con ojos los miraban de
extranjeros.
Castillo, Cristóbal del
Sevilla. Siglo XVII
Poeta.
Soneto
Al milagro de
amor fiestas celebra,
y al prodigio de gracia,
Manzanilla:
pide sus invenciones a
Sevilla,
dispara fuegos, corre, y lanzas
quiebra.
Eva segunda, que
a la vil culebra
5
la cerviz corta y la soberbia
humilla,
siendo del Padre rara
Maravilla,
en quien Él se regala y se
requiebra.
Para salud del
mundo el Hijo eterno
vistióse de su carne no
manchada,
10
y de infinitos dones la
enriquece.
Llámase
pura, santa, inmaculada,
y a pesar de las dudas y el
infierno
más que el sol y la luna
resplandece.
Castillo, Felipe Bernardo del
España. Siglo XVII
Poeta y amigo de Lope de Vega
Soneto
Gigante
oposición a los umbrales
del ciclo empíreo en sacra
primavera,
muestra en la tierra esta divina
esfera,
espejo de los arcos
celestiales.
En reliquias de
Atletas inmortales
5
la gloria de sus almas
reverbera,
la enigma trina el Serafín
venera
en rayos de su luz
piramidales.
Xavier, Teresa,
Ignacio, Isidro, el coro
cifran divino, y junto al sol la
Aurora
10
pisa con pies de nieve tronos
vivos.
Detente a ver la
casa del tesoro
o peregrino, y di: Bien puede
ahora
con tal riqueza rescatar
cautivos.
Soneto
De inmensa
caridad, de amor procede
el éxtasis que a IGNACIO le
dilata,
mientras en siete círculos
de plata
el sol más resplandores le
concede.
Asciende a Dios,
que es todo lo que puede,
5
y Dios con él divinidades
trata,
que en santa humanidad Dios se
retrata
y en IGNACIO, aunque humano,
glorias cede.
Esto es estar,
IGNACIO, arrebatado,
aquesto éxtasis es, gozar
del cielo
10
en carne humana espíritu
endosado.
Si el alma en
fuego, el cuerpo ardiendo en hielo,
así el divino IGNACIO
transformado,
en Dios se vio, corriendo a Dios el
velo.
Castillo, Francisco del
España. Siglo XVII
Poeta. Teniente de Correo Mayor en
las Estafetas de la Corte.
En las honras del
doctor Montalbán insigne ingenio de España y asombro
de Europa
Funesto aplauso,
ornato luctuoso,
tropa confusa, si ordenada
asiste
a un cadáver, horror, y
sombra triste
a un muerto, que el vivir hizo
dichoso.
Y ¡no
difunto, caso prodigioso!
5
Si murió, su vivir en
qué consiste?
Vivir es ser, y de no ser se
viste
quien el mar de morir navega
undoso.
Difunto, y vivo
Mantua te venera,
¡O Montalbán Joven!
por qué ha sido
10
tu dulce Plectro honor de su
Ribera.
Y en sólo
siete lustros has podido
al clima, a la región
más extranjera
tu nombre dilatar esclarecido.
Castillo , Pedro del
España. Siglo XVII
Regente del Colegio de San Bernardo
de Alcalá. Poeta.
Soneto
Del Cielo Augusto
del materno seno
salió Felipe Quinto a luz,
el día
mejor que ha visto España,
ni podía
sino es el sumo bien darle tan
bueno.
Mas ay, que
cuando le celebra lleno
5
de gozo, de contento, y de
alegría,
el Oriente del Sol, que
amanecía
tiñó su Aurora de
mortal veneno.
Apenas
rompió el Alba el Sol Hispano
(dicha fue la mayor que se
esperaba)
10
cuando a la Reina dio mortal
dolencia.
Intercadencias
tiene el bien humano,
templóle el mal, mas no
perseveraba,
que el mal, en tanto bien, era
violencia.
Castillo y Solorzano, Alonso de
Tordesillas (Valladolid). 1584 -
1648
Poeta y escritor español. Fue
gentilhombre de cámara en la corte.
A un mal
poeta
Aquí yace
un poeta tropezón,
de diferentes trovas
trujamán,
oyolas el gran turco
Solimán,
nueve veces cantar al
zancarrón.
Atrevióse
a pedir en Hellicón
5
la plaza de lacayo de
Titán;
oyó la culta lengua en
Popayán,
Nicaragua y las islas del
Japón.
Salió
más erudito que el rocín
o caballo Pegaso, y fue gran
bien
10
el aprender a coces su
latín.
Las Musas le han
tratado con desdén,
nuevas veces pedía el
malandrín,
hecho de tus jornadas
palafrén.
Al doctor Juan
Pérez de Montalbán
El Sol de
Montalbán (que es su elegancia)
disipó su esplendor tantas
Auroras
que viendo de sus rayos las
mejoras,
a la envidia le hicieron
repugnancia.
Esta, que siempre
está con vigilancia,
5
para hacernos ofensa a todas
horas,
guerra le publicó en cajas
sonoras,
tan grande es su altivez, tal su
arrogancia.
Como el hacer
pesar es su delicia
a este Sol (que dio rayos su
elocuencia)
10
opacas sombras a su luz
derrama.
Armada del poder
de la malicia,
su ingenio le eclipsó con la
inocencia,
pero no la memoria de su fama.
Otro soneto del mismo
tema
O tú que
en cuanto al Sol con luces gira
admirable por único
portento,
deleitando lo grande de su
acento,
que acompañó lo dulce
de su lira.
Pues que con
suspensión tu fama admira
5
exagerando por el vago viento
al Orbe tu divino
entendimiento
yace inmortal en esa helada
pira.
Mantua (o gran
Montalbán) se vista lutos,
que oye trocar sus cantos en
clamores
10
a Manzanares, y sus Ninfas
bellas.
De tu ingenio han
perdido sus tributos,
pero si en vida fue cielo de
flores,
en muerte viene a ser jardín
de estrellas.
Soneto
Siete veces
IGNACIO vio el Aurora
en éxtasis divino
arrebatado,
siete veces le mira el sol
dorado,
y ve que él de justicia le
enamora.
Siete veces
Faetón estrellas dora
5
mientras con Dios IGNACIO
está elevado,
siete veces Diana luz ha dado,
y él en tanto su dicha se
mejora.
¡O
celestial varón, qué bien supiste
escoger la mansión a que
aspiraste,
10
desde que al mundo infiel d emano
diste!
Con Dios suma
deidad, deidad te hallaste
y a su excelsa virtud tanto te
uniste,
cuando mortalidades
despreciaste.
Castro, Guillén de
Valencia. 1569 - Madrid. 1631
Comediógrafo, poeta y
escritor. Capitán de Caballería. Su obra maestra
Las Mocedades del Cid. Amigo de Lope.
A la
victoria
O Religiosa
admiración, o pura
fábrica, que piadosa y
arrogante
eres del cielo luminoso
Atlante,
su máquina en tus hombros
más segura.
O montaña
de luz, que al sol procura
5
rayo a rayo usurpar la luz
radiante,
en láminas la fama de
diamante
de envidia, olvido y tiempo se
asegura.
No humille pues
el tiempo tu grandeza,
y el olvido no oculte tu
memoria,
10
ni sepulte la envidia tu
belleza.
Que Mínimo
poder con tanta gloria
bien muestra en el laurel de su
riqueza,
que no puede rendirse la
Victoria.
Castro Anaya, Pedro de
España. Siglo XVII
Poeta.
Al sepulcro del doctor
Juan Pérez de Montalbán
Mármol, no
te respeto Sepultura,
Pira sí te venero
reverente,
de aquel en Pluma Pájaro
elocuente,
que a su Región se
trascendió más pura.
El polvo, que en
su estrago se asegura,
5
con indulto le sellas de
viviente,
que el Sabio en sus cenizas
permanente
vive todos los años que no
dura.
Mas vive en este
polvo de que yace;
la edad a que su espíritu le
llama,
10
la vida a que su mérito le
advierte.
¡O
aquí un ser de eternidad renace!
Cisne en su voz, para vivir su
Fama,
Fénix en Dios, para vivir su
Muerte.
Castro Pecellín y Barona,
Juan
España. Siglo XVII
Poeta.
Al laureado ingenio
del Parnaso doctor Juan Pérez de
Montalbán
O tú que
peregrinas, Caminante
maravillas del mundo mira
atento
este fatal heroico Monumento,
elocuente Orador, mudo
elegante.
Aquel Gran
MONTALBÁN, aquel Atlante
5
del cielo del Parnaso, aquel
Portento
admirarás en él, si
el pensamiento
a tanta admiración fuere
bastante.
Aquí
verás que cuenta injustamente
el mundo las edades por los
Años,
10
habiendo de contar por las
acciones;
pues muriendo en
la edad más floreciente,
hoy vive, y vivirá libre de
engaños,
Joven Anciano en todas las
Naciones.
Castro y Andrade, Isabel de
(Condesa de Altamira)
Monforte de Lemos. Lugo. 1516 -
1595
Perteneció a la Academia de
Isabel Clara Eugenia en Madrid.