Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Soria, por D. Nicolás Rabal

Eduardo Saavedra





  —362→  

Excmo. Sr.:

Hay en la historia puntos brillantes, cuyo resplandor á tal punto deslumbra, que no deja reparar en hazañas de gran cuenta y acontecimientos dignos de toda atención y estudio. Así es como el glorioso recuerdo de la epopeya de Numancia ha absorbido la atención de cuantos han querido ocupar su pluma en narrar la historia de la tierra soriana, como si la grandeza de aquel desastre llenara por sí sola toda la extensión de los tiempos, sin dejar sitio para ninguna otra cosa digna de nota. Nada encontró que aludir D. Francisco Mosquera y Barnuevo á sus mal trabajadas estrofas de la Numantina sino una bien poco amena exposición de los doce linajes de la nobleza local, y á D. Pedro Tutor y Malo, en su Compendio historial de las dos Numancias, le pareció que, á pesar de las protestas de la ciudad, tras de la ruina de la primera, no había que hacer en méritos de la segunda más que amplificar   —363→   lo muy poco que de ciencia cierta se sabe acerca de la vida del venerado anacoreta San Saturio. La sana crítica empezó á ejercer sus fueros en la historia eclesiástica, empezada en el estado antiguo por el esclarecido autor de la España sagrada y continuada en la parte relativa al obispado de Osma por el insigne Loperráez; pero respecto de la historia civil y de la arqueología, sólo ensayos sueltos y monografías era posible estudiar hasta ahora, cabiendo á esta Academia no pequeña honra por haber promovido y llevado á efecto las excavaciones que en el cerro de Garray han acabado de demostrar ser aquel el asiento indudable del terror de Roma.

Estos antecedentes dan gran valía al trabajo de nuestro correspondiente D. Nicolás Rabal titulado Soria, y que por ser el primero en que se hace la historia completa y razonada de la ciudad y provincia de ese nombre, ha estimado justamente nuestro Director que debe ser objeto de un informe, aunque sucinto, para que los señores académicos conozcan la índole y extensión del libro, cuya materia puede decirse que es enteramente nueva.

No fué mero capricho el empeño de los romanos en sujetar á Numancia, pues las condiciones particulares que hicieron tan importante el papel de aquella gente celtíbera en la antigüedad, no han cesado en los tiempos sucesivos de influir en la historia de su tierra. Situada en la parte primera y más alta del caudaloso Duero, ceñida al N. por la sierra Cebollera, al E. por el Moncayo y al S. por la sierra Ministra, y abrazando con su territorio la pronunciada curva con que cambia el río su dirección hacia el Sur por la del Oeste, la provincia de Soria tiene salidas muy fáciles á las cuencas inmediatas del Ebro y del Tajo, y esta sola circunstancia basta por sí sola para demostrar el alto valer de la comarca como posición militar. Por eso los romanos no quisieron completar la conquista de España sin asegurarse de un enemigo tan peligroso, que podía, desembocar de improviso por la comarca de Ágreda hacia Navarra, por la de Gómara hacia Aragón y por la de Almazán hacia Castilla la Nueva. En tiempo de los árabes, el gobernador de la frontera tuvo por largos años su asiento y capital en Medinaceli; al campo de Barahona acudían para formar la hueste los contingentes del país, y los castillos de la línea del   —364→   Duero hasta Gormaz se tomaban y perdían á cada paso. Después de la reconquista, los reyes de Castilla y Aragón tenían en paz ó en guerra sus encuentros ó conferencias en los confines de Soria, y ni aun la unidad nacional le dejó reposar en las guerras de Sucesión y de la Independencia. Todo este interesante cuadro histórico resulta delineado con laudable sobriedad en el libro del señor Rabal, quien desecha con atinado juicio, así la inventada permanencia de los suevos y las campañas de los godos en la provincia, como todas las conjeturas que se han presentado sobre la etimología del nombre de Soria, cuyo origen es preciso declarar completamente desconocido por el momento.

No solo aprovecha el autor cuanto acerca de arqueología romana se ha escrito hasta el día, sino que á costa de molestias y sacrificios ha practicado por sí mismo, nuevas investigaciones, sobresaliendo entre ellas las de las ruinas de Termancia, que la Academia conoce ya y ha publicado en su BOLETÍN1.

Mayor número de novedades nos comunica respecto de los monumentos de la Edad Media, de los cuales solo dos iglesias arruinadas de Soria y la catedral del Burgo de Osma, se habían dado á conocer con descripciones precisas. Entre los templos de la capital, ocupa lugar preeminente la Colegiata, con su precioso claustro románico, y su portada del Renacimiento. Cita entre los muchos edificios civiles, los palacios antiguo y nuevo de los condes de Gómara no menos que las torres de Doña Urraca y del conde de Lérida, acompañando excelentes dibujos de todos ellos; y corriendo luego la vista por la provincia, nos da á conocer los monumentos religiosos más notables de Ágreda, Almazán, Berlanga y San Esteban de Gormaz, sin olvidar los monasterios de Espeja y Santa María de Huerta, y se detiene, por fin, en el sinnúmero de las desportilladas fortalezas cuyos lienzos recuerdan pasadas glorias, como el castillo de Gormaz con su puerta árabe, y el recinto de Medinaceli con su arco de triunfo romano.

Las páginas consagradas á explicar el fuero y la organización municipal de Soria, con su cuerpo de estado noble en la casa de   —365→   los Doce Linajes y el del estado llano de los jurados del Concejo, conducen á encontrar la explicación más plausible de las fiestas populares de San Juan, tan caras á los sorianos, que no fueron en su origen sino el alarde militar, ó sea la revista de presente que pasaba la hueste concejil todos los años para nombrar sus adalides y preparar las cabalgadas ó expediciones de guerra á que la ciudad estaba obligada. La división en cuadrillas, la elección de jurados y la exhibición de las calderas que dan nombre vulgar á la fiesta, con otros pormenores de menor bulto, no dejan dudar que sea esta la verdadera significación de muchas ceremonias cuyo sentido ahora no se alcanza.

El Sr. Rabal pone laudable empeño, al terminar la obra, en hacer ver cómo su tierra natal ha dado el sér á hijos esclarecidos por su fama é ingenio, y casi le basta para ello nombrar á poetas como D. Francisco de Rojas y Diego de Torres Villarroel, á la celebrada Sor María de Ágreda y el P. Diego Laínez, segundo General de la Compañía de Jesús, y á personajes contemporáneos como D. Pedro Gómez de la Serna, D. Joaquín Aguirre y D. Julián Sanz del Río. En resumen, es fortuna para la provincia de Soria, no menos que para las letras españolas, tener un libro tan bien hecho é interesante como este tomo de la colección que con el título de España publica la casa editorial de D. Daniel Cortezo, y la Academia podría dar público testimonio de su agrado con la publicación del presente informe.





Madrid 4 de Abril de 1891.



Indice