¡Cuántas veces en esos instantes de recogimiento, habría pensado, sin acertar a explicármelo, en el por qué de aquellas odiosas desigualdades humanas que condenaban a los pobres, al mayor número, a sudar sangre para mantener el fausto de la inútil existencia de unos pocos! ¡Y si tan sólo pudiera vivir sin aquella perpetua zozobra por la suerte de los seres queridos, cuyas vidas eran el precio, tantas veces pagado, del pan de cada día! |