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V. El ciclo calderoniano

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V.1 Los epígonos del teatro barroco en Valencia: la coherencia con una tradición

Evangelina Rodríguez


1. De los límites cronológicos y su justificación

Cuando el pintoresco erudito unamuniano Antolín S. Paparrigópulos reivindica «una historia de los escritores oscuros españoles, es decir, de aquellos que no figuran en las historias literarias corrientes o figuran sólo en rápida mención por la supuesta insignificancia de sus obras, corrigiendo así la injusticia de los tiempos, injusticia que tanto deploraba y aun temía...», consagraba con el fetichismo tranquilizador de la letra impresa esa vergonzante justificación de quienes han de enfrentarse el estudio de autores secundarios. En alguna ocasión he roto lanzas en favor de la pertinencia de autores que yo he llamado sintomáticos frente a otros más complejos o indiciales814. Curada pues en salud me preocupa más bien, al iniciar esta noticia del acontecer teatral en la Valencia del XVII, borrar de estas páginas términos equívocos como «dramaturgos poscalderonianos» o «dramaturgos valencianos del ciclo de Calderón». Acojo en el concepto de «epígonos» un sentir de continuismo con respecto a un modelo de teatro ya sólidamente conformado, modelo cuyo croquis, en lo que se refiere a la compleja semántica histórica del Barroco español, no puede atribuirse al aporte individual de un autor que, además, y por lo que respecta a la cronología rompe toda estructuración diacrónica de escuela posterior. Calderón muere en 1681. Pero ya en 1629 ha firmado dos obras maestras como La dama duende y El Príncipe constante. En este período todo un programa dramático va configurándose: la estructura de estilo se elabora con perfección casi cerebral, manierista; el castizo realismo de personajes   -348-   que, aparentemente, prometía el fresco teatro nacional se cubre con un barniz de decorosa y no pocas veces esclerótica verosimilitud; la temática se reduplica especularmente convirtiendo en novedad la recreación de obras anteriores; finalmente, el entrañable y ruidoso corral de comedias sufre la competencia -desleal en toda regla- del espectáculo regio de corte. Así pues, la coherencia en la producción de estos autores que abordo debe buscarse en unas raíces más cercanas. Las concretas aproximaciones (más de tono descriptivo que relevantes en los aspectos estructurales e ideológicos que aquí realizo) son un primer convencimiento a expensas de la hipótesis que lanzaba Josep Lluís Sirera en el, para mí, mejor estudio de conjunto sobre el teatro barroco valenciano:

Los epígonos... son quienes revelan mayor sumisión a los moldes [tarreguianos]... intentan dar solución a la problemática que todos ellos tenían planteada: por una parte respetar una fórmula asentada en la tradición y el gusto teatral valenciano; por otra, aceptar las expectativas abiertas por el enredo y desarrolladas a partir de él, y que se impondrán como fórmula «standar» a la que hay que someterse si se aspira a triunfar más allá de los límites de la ciudad o de la efemérides concreta... será un factor que cohesionará el teatro valenciano del XVII. No en vano sus principales cultivadores son aristócratas y clérigos que harán del teatro actividad ocasional, de encargo o de circunstancias (profanas o religiosas); su habilidad... les será reconocida cuando, decenios más tarde,... triunfen en la Corte como especialistas -precisamente- en teatro cortesano815.



Dos aspectos de esta perspectiva indicial me han preocupado: a) verificar ese efecto de cohesión en un recorrido temporal que va desde las piezas ocasionales de un curioso poeta, entre ruiseñor menesteroso y dado a la befa como Jacinto Alonso Maluenda (que aún vive en 1656), hasta autores de marcada tendencia al ritual cortesano que traspasa la frontera de los primeros años del siglo XVIII como don José Ortí Moles (1650-1728) y Crescencio Cerveró (1633-1708), pasando por dramaturgos más ambiciosos en su producción como Antonio Folch de Cardona (1623-1694), Manuel Vidal y Salvador (?-1698) y el doctor Alejandro Arboreda (ca. mitad siglo XVII-1700). Este efecto de cohesión, insisto, se debe a la fidelidad a los planteamientos peculiares del espectáculo teatral en Valencia. Y b) verificar que la razón fundamental de esta coherencia y homogeneidad es la vinculación de los autores a determinada   -349-   ideología, siempre en el marco referencial-histórico del barroco valenciano816.




2. De las servidumbres de la historia

Joan Fuster, al glosar el Dietario de Mosén Juan Porcar, señala que «el segle XVII és, en l’evolució històrica del País Valencià, una etapa de crisi profunda, de desballestament econòmic i social, d’ensorrada política, que marca el destí del nostre poble de cara al futur»817. Tal diagnóstico histórico no le impide poner sobre la mesa las cartas de la contradicción del seiscientos valenciano sumido en la dimisión de su propia identidad: «...és el moment de màxima castellanització espontània -més que el XVIII i tot- de la nostra societat, i al mateix temps, un dels períodes de major fòbia anticastellanista»818. El diseño de la dramaturgia teatral en la última parte del XVII (tanto en su dimensión escrita como en la representación) se apoya en este doble referente: aprovechar el «sucursalismo» ideológico para afirmar una estética del espectáculo cortesano de raigambre local. Teatro pues descontextualizado de problemáticas locales pero conoce, sin embargo el programa ideológico en el que debe involucrar al potencial espectador, «adreçat a un públic no tan popular, que era qui hauria de rebre -en darrera instància- l’alliçonament ideològic»819. Punto que subrayo porque justifica en parte que el teatro en Valencia de esta época genere a sus autores desde el propio grupo ideológicamente dominante, autores que no sólo ofrecen gratificación especular y espectacular a una clase sino que forman parte de esa clase. Tal hecho invalida la afirmación exagerada de que «a finales del siglo XVI casi todos los cómicos solían residir en Madrid, y tal centralismo terminó con la floración de dramaturgos   -350-   valencianos en aquella centuria»820. La numerosa documentación teatral exhumada muestra el continuo trasiego de compañías valencianas a Madrid, Barcelona, Murcia, Peñaranda, Zaragoza, Granada, Cuenca, Castellón, Huete, Orihuela, Logroño, Calatayud, Toledo, Teruel, Lérida o Játiva821. No se trata pues de una fagotización de la infraestructura teatral valenciana (autores/actores) por parte de Madrid sino de instalar, como señala Josep Lluís Sirera, el desarrollo de las fuerzas de producción teatral en un centralismo que si favorecía por un lado la mímesis con el teatro de corte en Madrid, reservaba peculiares modos de entender el hecho teatral (juego cortesano, fiesta, aspiración clasicista) para piezas teatrales conmemorativas822.




3. De la servidumbre del dramaturgo: origen social y función pública

No en vano, como se ha repetido, «l’enorme quantitat de literatura que els valencians del XVI i del XVII van produir, vernà mediatitzada pel gust i pels interessos de la noblesa indígena, que en res no es distingia -si més no en aquest aspecte- de la noblesa de Madrid»823. Y (llegamos a un punto esencial para la caracterización de este grupo) esta mediatización se transforma en una verdadera intervención en el proceso de escritura dramática. Nuestros autores, o bien se pueden incluir claramente en el estamento nobiliar o bien se vinculan al mismo por medio de una actividad intelectual ancillar al mecenazgo o al estamento eclesiástico. Don Antonio Folch de Cardona (Valencia, 12 de abril de 1623-12 de marzo de 1694) fue gentilhombre de cámara de don Juan de Austria y mayordomo de Carlos II y de su Consejo de Aragón, ordenándose finalmente sacerdote; el doctor Alejandro Arboreda nace en Valencia sobre 1650 y muere en 1698, siendo licenciado en Jurisprudencia y Cánones, maestro en Artes y examinador y catedrático de Código en la Universidad. Don Tomás Serra y Palos (natural de Burriana, muerto ya en 1755) fue Doctor en Teología y ambos derechos. Don   -351-   José Ortí y Moles (1650-1728) sabemos que estudió leyes. Y el prolífico Manuel Vidal y Salvador, natural de Torreblanca, fue Doctor en ambos derechos por Valencia, llegando a ser traductor de lenguas en la Secretaría de Estado por su dominio del latín, griego, francés, inglés y otros idiomas. Casi todos ellos festonean su producción literaria con la participación en Academias, elemento conformador y dirigista del gusto y la práctica cultural aristocrática. El nombre de Ortí y Moles aparece particularmente ligado a la Academia del Alcázar (1670), a la de Ciencias y Bellas Letras (1685) y a la de Ciencias Políticas y Matemáticas, Poesía, Danza y Representación (1690). Quizá una de las modalidades escénicas pendientes de estudio sea precisamente la realizada en el contexto de estas reuniones cultas, probable laboratorio de experiencias dramáticas de alcance más grandilocuente como eran las representaciones con motivo de festejos regios. La comedia de Ortí Aire, tierra y mar sin fuego se representó en la Academia del Alcázar en 1682; su Baile de la justicia de amor y desdén en la misma academia en el Carnaval de 1680 con la comedia de Salazar y Torres También se ama en el abismo a la que añadió nuestro autor la tercera jornada824. Su producción se vincula estrechamente a la de Gaspar Mercader y Cervellón (1656-1686) que escribió la loa para la obra de Ortí más arriba citada, amén de la zarzuela No puede haber dos que se amen puesta en escena en 1681825. Origen nobiliar, actividad intelectual oficializada y vinculación académica son pues tres elementos determinantes en la instrumentalización dirigista de los autores que predico.




4. De la pluralidad y dispersión de los dramaturgos: un corpus por catálogar

Dos advertencias liminares: la primera se refiere al práctico desconocimiento del corpus completo de los autores, y, lo que es más grave, a la carencia en muchos casos del texto que muchas veces conocemos de manera fragmentaria o equívoca en Catálogos o Bibliografías que reseñan el título. Por ello sólo pretendo en este trabajo sintetizar lo que sería deseable se realizara en un futuro: la   -352-   catalogación rigurosa de los textos y su localización, sea en impresos o en manuscritos, en bibliotecas o archivos muchos de ellos fuera de Valencia por la actividad teatral pendular desde la Corte ya comentada826. Por el momento, la mayor parte de las obras pueden leerse en la voluminosa colección manuscrita de Teatro Antiguo Valenciano827, obra de un paciente y riguroso copista casi con seguridad de finales del siglo XVIII o principios del XIX.

Esta carencia de un corpus de lectura accesible lleva a la segunda advertencia: la enorme dificultad para encontrar unos criterios coherentes de clasificación. Es evidente que la trama esencial de la producción de estos autores es la comedia de enredo. Un modelo paradigmático sería la obra de Carlos Gazulla de Ursino (C. A. de la Barrera, p. 170), nacido en Morella en 1674 y muerto en 1745: El galán sin competencia, Infortunios del querer, La mejor perla del bosque, Querer olvidar amando, Viuda, casada y doncella. Pero sobre esta trama se perfilan dos hilos que sirven de gozne a la máquina teatral valenciana de finales del XVII. Habrá que tomar de nuevo el atajo de la historia para llegar a nuestro propósito y recordar la doble tradición ya enunciada por Joan Fuster del modo siguiente:

Quan, en el curs del segle XVI, la llengua catalana fa crisi com a vehicle cultural, aquests dos corrents socioliteraris accentuaren la seua diversificació. El classicista, absorbit per la tendència castellana i castellanitzant, innervarà la producció dels dramaturgs més coneguts, dels poetes de les acadèmies, dels narradors. La literatura castellana de la València del XVI i del XVII és, encara, un afer dels aristòcrats locals, de «ciutadans honrats» adherits a la noblesa, o d’escriptors refugiats al mecenatge dels uns i dels altres. La vena satírica i burgesa, en canvi, passa a ser patrimoni popular828.



  -353-  

Sólo que a veces será difícil discriminar ambas tendencias produciéndose insertos híbridos (barrocos). Asimilaré aquí esta última vena popular al quehacer burlesco de piezas cortas dramáticas; y para ser justos habremos de distinguir en el otro grupo una serie de matizaciones en el orden temático y de planteamiento de la dramaturgia no verbal, a saber: la comedia hagiográfica y el auto alegórico-historial; la comedia de planteamiento histórico-nostálgico o arqueológico, que con un propósito de rescate histórico asume en algún caso el ancestro de la tragedia clasicista; por fin, el pleno espectáculo cortesano inserto en una celebración real.




5. De la comedia hagiográfica

En su excelente ensayo Teatro popular y magia, Julio Caro Baroja829, al referirse al teatro barroco, puntualiza que la comedia de santos es una forma extrema del teatro «de tramoyón» (analogía con «de figurón»): «No es un arte psicológico; sí, más bien, un arte que busca efectos en la multitud de fieles o espectadores y que, como en el gótico, procura reflejar no sólo un orden religioso-cronológico, sino un orden filosófico y natural en conjunto, en el que la Religión es parte esencial pero no todo». En efecto, en las piezas hagiográficas de los dramaturgos valencianos del período se pulsan toda una gama de efectismos; con Huarte de San Juan al examinar los ingenios, diré que hay una meticulosa coherencia en convertir la escena, como la predicación, en el teatro de la teología. Es innegable la tradición anagógica del auto calderoniano en obras como La inocencia castigada. Auto alegórico historial de la Pasión del Señor de Tomás Serra y Palos, autor además de El martirio de San Blas; o El Salvador en su imagen (Auto sacramental de la venida del Santísimo Christo del Salvador a Valencia) de Vicente Díaz de Sarralde830. No obstante la mejor muestra del modelo hagiográfico pervive en Fray Antonio Fajardo Acevedo831: Origen de Nuestra Señora de las Angustias, y rebelión de los moriscos y San Juan Limosnero o el Gran Padre de los pobres. Y, de manera singular, en Alejandro Arboreda, cuya condición de hábil ejecutor de comedias reales se traduce en riquísimas notaciones escénicas de tramoya de plasticidad delirante como en la Comedia Famosa: El Arco de Paz del Cielo,   -354-   Santa Bárbara: «Mientras se canta sale el Demonio / por debajo del tablado en una hydra, que en / apeándose volará echando fuego por la boca»832. Todo ello se conjuga con la fuerte alegorización de los personajes, tal en El primer templo de Cristo (TAV, VII): «Baja por una parte la Paz en un carro, / que le tiran palomas, todo de oliva dorada: / y por otra parte la edad de Oro en carro dorado que le / tiran un lobo y un cordero». Esta comedia, situada históricamente en tiempo de Octaviano Augusto, enlaza, en su afán de proselitismo católico, con la Comedia del mártir valiente en Roma San Jorge (TAV, VII) donde desfilan desde el emperador Diocleciano hasta Jesucristo niño, un ángel y el Pontífice. La plástica del encuadre estático, casi pictórico, refuerza la tradición ampulosa de la escenografía cortesana:

Descúbrese un trono donde estará Diocleciano emperador de Roma, coronado de laurel y un bastón en la mano, sentado en una silla durmiendo, y a su lado con dos tramoyas dos dioses, Júpiter y Marte.

. . . . . . . . . . . . . .

En cantando se ha de descubrir en lo alto un sitial donde estarán el Pontífice bautizando á Alejandra, y Jorge con una fuente, bajará un ángel, por encima de una tramoya que venga á dar en la cabeza de Alejandra.



Al final, la apoteosis de San Jorge rodeado de una «comunión de los santos»: Marcelo, Vicente («cuyas glorias / Valencia su patria ilustre / en mil colores coloca»), Mauricio, San Pedro de Alejandría, Justa y Rufina, Eulalia de Mérida, etc., todos ellos «en un árbol donde estarán... lo mejor que se pudiere, y cuando no haya tanta gente en la compañía, de cuadros por lo alto se puede suplir». Dejando aparte El águila de los cielos, San Juan Evangelista, la pieza religiosa más curiosa de Arboreda es la Comedia institulada El más divino remedio y Aurora de San Jinés (TAV, VI), de fuerte militancia castellanista y austríaca, desarrollada en lugar indeterminado de América donde el espíritu proselitista del caballero Alonso de Montalbán acabará imponiéndose a los «indios» Amaru, Jairé, Caupolicán o Guacalda. No falta la personificación de la Idolatría y la aparición del demonio o caimán (dragón).




6. Del planteamiento mitológico y arqueológico: la aspiración a la tragedia

Si históricamente el teatro valenciano se decanta hacia la práctica cortesana y popular del efectismo (la figura de Tárrega como   -355-   bisagra), no es menos cierta la pátina de tradición erudita y culta. La comedia mitológica y la histórica se convierten en manos de los dramaturgos de la Valencia del XVII en paradigma de esta mixtura. Desde las obras de Antonio Folch de Cardona Lo mejor es lo mejor, o antes que amor es la patria y mejor cerco de Roma833, Obrar contra su intención y templo de Diana en Chipre (TAV, VI) o Dido y Eneas, hasta los Extremos de amor y honor de Crescencio Cerveró834, persiste un afán por recrear el culto arqueológico y mítico. En esta última pieza se rememora la leyenda de Teseo y los Argonautas, apareciendo asimismo Fedra, Ariadna, Egeo y Dédalo en desesperado llanto por Ícaro. Pero en medio de tan grandilocuente tono subsisten siempre los rasgos de condescendencia populista, con la presencia del gracioso (en este caso Capricho, criado de Teseo), con intervenciones de talante donoso cuanto anacrónico:

¿Qué cosa es que no haya monstruo,
fiera, salvage, portento,
empresa, lid, desafío,
lucha, aventura sin duelo,
que aunque nunca en tí se metan,
tú no te metas en ellas?
Tanto, que de estas resultas
hecho un Don Quijote griego
anda en adagio tu nombre
y por todo su hemisferio...

(TAV, VII)                


Se confirma así la tendencia a una imitación «reformada» del modelo clasicista del teatro culto. Un punto álgido de este alejamiento diferenciador de la preceptiva estricta de la tragedia835 hasta el punto de su reconversión en una comedia de corte caballeresco-arqueológico es la obra de Arboreda No hay resistencia a los hados (TAV, VII), libre adaptación del Edipo, con la presencia de galanes como Astolfo y Lísidas, Layo (barba) rey de Tebas, Creón, Yocasta y la propia esfinge, además del inevitable gracioso, en este caso Caperuza, cuyo comportamiento ejemplar respecto al canon del teatro nacional reconduce constantemente la acción desde la tragedia de «horror» a la comedia de enredo. La famosa tragedia de identidad de Edipo se resitúa, con su discurso de lo risible, en la melancolía amorosa:

  -356-  
...anda a la danza
el muchacho de la venda?
Ha hecho alguna de las suyas?
Porque suspiros y quejas,
hypocondrias, pesares,
desasosiegos y penas,
son la cartilla de amor
en que todos deletrean.
Ea, desabrocha el pecho,
cese el silencio, y no sea
este solo el esemplar
que a lacayo de comedia
su dueño le oculta cossa.

Edipo pues regresa a Tebas no para encontrarse, en principio, con su pasado, sino para competir en una justa en donde se sustenta «que de la hermosa Sirene / solo la rara fineza / de su amor, puede ser dueño». La evolución de esta justa caballeresca reproduce el sentido ritual, la autocelebración de la fiesta nobiliar que privilegia parte del teatro valenciano de la época:


Fino Lísidas, joben floreciente
mide el primero à circulos la arena,
sobre un bruto que el Etna no desmiente
mayor incendios en fundas de azucena,
temerario y galán, que como siente
hallar competidor en igual pena
las espuelas de amor, celos tiranos,
le hacen tomar el cielo con las manos
. . . . . . . . . . . . . . .
Gloria de amor, un monte dominando
de cernejas a un tiempo hermoso y fiero,
trépidamente rayos centelleando
valiente entro un galán aventurero;
à la palestra pudo hacer llegando
que otro saliese antes, no primero
siendo las plumas de penacho hermosas
blancas de sol, inquietas mariposas836.


Un segundo aspecto de la obra muestra este juego cortesano de evocación aristocrática: el mito de la búsqueda de la amada dentro de un bosque o «locus amoenus». Narra Edipo, en la ancestral retórica de la poesía de cancionero su encuentro, con Sirene:

  -357-  
Estaba en lo mas ameno
de esta apacible floresta
dórico edificio, noble,
una máquina perfecta
por su altivez nuevo Atlante
pudo ser de las estrellas.
Yo deseando vencer
la errada confusión ciega
de mi pérdida, a la quinta
guio el paso (o cuánto yerra
quien juzga que los acasos
no tienen sus providencias) [;]
llegué en efecto y hallando
no bien cerrada la puerta
de un jardín en sus estancias
me introduzco. Busco en ellas
quien mi perdida me anuncie,
y hallo, ¡ay amigos!, quien sea
nueva confusión del alma
primer causa de mis penas.

Las vicisitudes amorosas conducen el hilo de la trama al nudo de la pseudo-tragedia: en las justas Edipo mata a Layo. Surge entonces de manera forzada, pero en perfecta coherencia con el objetivo admonitorio de la obra, el problema del destino y de la prudencia, la búsqueda/ocultación de la identidad. Al ser arrestado Edipo que oculta su condición de hijo (adoptivo) de Polibio, da -significativamente- el falso nombre de Segismundo y es encerrado en una torre. El recuerdo de Calderón es, cuanto menos, probable. Edipo/Segismundo descubre en la casual lectura de un libro la respuesta a los dos enigmas: el de la Esfinge, monstruo degradado a lo grotesco y la demagogia de tramoya. Lo prueba su sabroso diálogo con el gracioso, salpicado de populares seguidillas o con la villana Floreta, en torno al problema planteado:

Cuál aquel animal es,
que con cuatro pies primero
camina, luego severo
con dos, y después con tres837

Y el de la identificación de la armonía macrocósmica platónica con la complacencia amorosa:

Aquí un Philosopho enseña
(nueva es la proposicion)
que amor es alma del mundo [.]

 (Suspende el leer) 

-358-
Que bien dice cuando no
lo aprobara esa concorde
apacible dulce unión
de elementos que eslabonan
su hermosa composición
con la observada experiencia
del Ave, el bruto y la flor,
que me enseño mi cuidado,
vastará [sic] aprobarlo yo.

Además de ilustrar al selecto senado con la teoría del microcosmos:

EDI[PO]
Crió el cielo en el hombre
un breve mundo y por igual renombre
su noble architectura
en los cuatro elementos asegura,
la materia es la tierra, mas la fragua
con tal templanza, de aire, fuego y agua
que mal pudiera haber humano aliento
sin el fuego, la tierra, el agua y viento.

No es sólo erudición sino también la definitiva transformación de la tragedia de Sófocles: descubriéndose en última instancia que Edipo es hijo de Yocasta, casará con Sirene, evitándose el incesto y haciendo ociosa la catarsis. La tragedia de horror no se aprovecha sino en sus más descarados rasgos de mecanismo productor de enredos. Ello no quita para que Arboreda sea digno de estudio más riguroso. Su producción no se resiste tampoco al fetiche historicista como en El prodigio de León y timbre de los Osorios donde la acción transcurre entre diálogos y apartes (excesivamente ralentizados por la retórica y el virtuosismo verbal) de Teodorico, rey godo, Avito [sic], general romano, Jariba, reina de Suecia y soldados godos, vizcaínos, romanos y suevos, sin faltar la ocasional intervención de un gigante838. Nadie dio más en tan poco.

Es Manuel Vidal y Salvador, empero, el dramaturgo que con mayor relevancia se inscribe en esta línea de conducta teatral. Autor absolutamente vinculado a la corte madrileña, es fama su estrecha relación con la reina María Luisa de Orleans en cuyo obsequio escribió la comedia Disimular es vencer representada en palacio frente al Rey, el Conde de Oropesa y el propio autor que hacía de   -359-   consueta839. Su vocación de escribir a la sombra del mecenazgo viene refrendada también por la comedia La colonia de Diana840, paradigma de representación plenamente áulica y aristocrática. En su extensa producción841 me limitaré a comentar las dos obras editadas modernamente. Sobre El fuego de las riquezas y destruizión de Sagunto tuve oportunidad de extenderme en lo referente a la copia manuscrita y sus problemas de representación842. Operan sobre la obra dos marcas tradicionales: la asunción por parte del teatro de un nacionalismo exaltado y matizado por el modelo de la Numancia cervantina y el código escénico de representación cortesana del cerco, i. e., una intriga amorosa en el marco de una acción   -360-   bélica que tiene como centro un asedio. «Las representaciones de asaltos a ciudades y castillos -dice al respecto Josep Lluís Sirera843- se remontan, como es sabido, al siglo XV, y venían a ser un plato imprescindible en los fastos cortesanos y públicos... con determinado aparato espectacular (las murallas) que es aprovechado para dar asaltos, así como los hechos militares se hilvanaban en forma de acción coherente, subordinada a la anécdota sentimental, pero que puede llegar a resolverla mediante su oportuna imbricación». A ello se une la insinuación de escenarios múltiples (murallas de Murviedro, torre incendiada, campamento cartaginés, etc.). A partir de todo ello los diálogos y, sobre todo, los frecuentes parlamentos insertan las referencias a la hidalguía saguntina (y española)844, la afirmación del autoritarismo de las armas («Observar de las armas el derecho, / no deshagáis lo mismo que habeis hecho», J. I, vv. 49-50), la llamada a la prudencia o industria como mecanismo corrector de la insania bélica («Joven soy, pero joven que me guío / más de la industria que del valor mío», J. I, vv. 221-22), la reivindicación individualista del héroe («...porque en muchos sucessos en la Historia / uno sea el héroe y otro la memoria», J. I, vv. 195-96; «que el poder de la grandeza / sólo consiste en poder», J. III, vv. 1870-71).

Como en los trágicos valencianos, a veces la función dinámica de la escena se diluye en la también teatral persuasión de la palabra. Quiero notar el paralelismo entre el discurso de Aníbal arengando a sus tropas en la Jornada I, el de Plaucio en la Jornada II, y el del anciano Alcón en la Jornada III:

Escuchad a Aníbal, cuyas razones
si las admiten vuestros corazones
se encenderán osados y robustos
siendo valientes con la voz de justos.

(J. I, vv. 109-12)                


De ahí la rúbrica retórica, estilísticamente medida, de los pareados que clausuran las pausas estróficas:

... que en el fruto de paz se ha comprendido
todo pueblo que Roma se haya unido...

(J. I, vv. 169-70)                


  -361-  
... para que vea Italia en tiempo breve
piras de fuego que arden con la nieve.

(J. I, vv. 175-76)                


... flores de Ceres en sabrosas mieses,
frutos de Palas en nevadas reses.

(J. 1, vv. 195-96)                


La retórica de Aníbal (esta vez en verso corto) inaugura también la Jornada II, que arrancando con la gráfica metáfora de la noche «lucido borrón del mundo» (J. II, vv. 787), se estructura de nuevo en torno al derecho de autoridad:

... que sobre el cuidado de uno
caen infinitos riesgos
y que camina la industria
con pasos de desaliento
.....................................
Horroroso el campo miro:
Marte heroicamente diestro
le sembró de muertas vidas,
le regó de duros pechos.
Este horror es gloria mía...

(J. II, vv. 812-24)                


No sin malévola ironía cuando Lisarda (en atuendo varonil) le reta, recalca:

Valiente sois, ¡vive el cielo!,
si es que el vestir las palabras
es desnudar los aceros.

(J. II, vv. 898-900)                


Llamo la atención sobre este procedimiento del uso retórico de la palabra para afirmar la dimensión trágica del héroe en el dilema amor/honor845 y su derrota final frente al pragmatismo desesperado de Sagunto. Esta retórica sofocante esfuma el efecto escénico de tragedia de horror que se persigue en la dantesca acotación del final: «Se correrá una cortina y se verán / muchas llamas y entre ellas mu- / jeres y hombres y niños abra- / sados»:

MAHARBAL.
¡Horror el triunfo ocasiona
en ésta ciudad que habitan
armas sobre humano suelo,
llamas sobre piedras vivas!

  -362-  
ALORCO.
Corriendo sangre las calles
insensiblemente avisan
que bocas de piedra estables
heladas rosas vomitan

(J. III, vv. 2358-65)                


Y otro elemento desdramatizador: la presencia del gracioso:

... que con nombre de Ardid fue graduado846
ratón que entre cestones de la guerra
se alimenta de pan y muerde tierra.

(J. I, vv. 42-44)                


La farragosa tensión heroica se alivia pues con la presencia del antihéroe, atento a la demanda del instinto, como se aprecia en su imprecación a la guerra:

No hay lugar donde se coma
en todas partes se mata.
Válgate el diablo por guerra,
bestia voraz, que te tragas
empanados hombres con
los escudos que se cargan.
Regañosa más que suegra,
que a todas horas maltratas
a los soldados que sólo
viven de lo que tú acabas.
Dueña de valientes que
vienes a ser la que guardas
por catálogos los rostros
malos, y las buenas barbas.
¿Dónde me iré que ni aun hay
en la guerra calabazas
para hacer broqueles tiernos847
contra algarrobas tostadas?

(J. II, vv. 1398-1415)                


A un acontecimiento de historia local se refiere igualmente El sol robado de un ciego y el Panal en el león848: el saqueo berberisco de Torreblanca en 1397, que dará lugar a dos cruzadas desde el Reino de Aragón: la dirigida por el Vizconde de Rocaberti en 1398 y la preparada por Martín I el Humano en 1399. Todo con el propósito   -363-   de recuperar la arqueta que custodiaba el Santísimo Sacramento. El hecho de que fuera el Gremio de Curtidores el primero en armar una galera para la primera expedición, siendo los que recobraron la Sagrada Forma, constituye el otro vértice de la leyenda que sella la simbología del título de la comedia. Junto a esta banda histórica «real» la acción introduce, como era de esperar, la peripecia amorosa, esta vez con el perfil de novela morisca. Como en La destrucción... se echa mano a inusitadas dilataciones verbales, por la necesidad perentoria de incorporar crónica argumental mediante relato. Pero también en ambas obras la escena cobra singular agilidad bien mediante el recurso estilístico de la esticomitia, bien por la población del escenario en cuadros tumultuosos en donde será importante el protagonismo colectivo, sobre todo femenino. Así, en El sol robado..., cuando se describe a las mujeres de Torreblanca atacando a los berberiscos con panales de abejas:

¡Oh, Católicas Belonas!
¡Oh, artificiosas Minervas
de la religión! ¡Del templo
de la fe, columnas bellas!
En diferentes parajes
estorban con diligencia
a los moros la salida,
pues de aceite, pez y teas

 (Suben por dentro llamas, sin cesar la batalla) 

ardientes llamas arrojan,
tiran encendidas flechas.
Otras, del cielo alumbradas
(¡rara industria!), las colmenas,
que en sus pensiles de flores
domésticas alimentan
a los ruidosos enjambres
con regios golpes inquietan,
a los abejas saliendo
con el rumor, de sus celdas
amotinadas sus puntas
contra los moros se asestan.
¡Ya suben por esta calle!
¡Qué alusión, piadosa y tierna,
del Panal Divino, que
si un mortal destila el néctar,
la defiende generosa
la república de abejas!

(J. II, vv. 1221-46)                


La cita plantea un aspecto importante de la escritura de Vidal y Salvador: la erudición y el respaldo simbólico con su conexión con   -364-   el entorno histórico próximo (la relación texto/acontecer cotidiano u ocasional se acentúa pues estamos en los aledaños del teatro de fasto cortesano). Como recordamos, el Gremio de Curtidores o «Blanquers» fue el que reconquistó el Sacramento para Torreblanca. No es de extrañar que el carro que dicho gremio exhibía para el Corpus u otras celebraciones religiosas tuviera en su emblema dos coronados y rampantes leones bordados en oro y en el estandarte una Custodia con el mote: «si la llevamos / porque la ganamos». Escribe el Marqués de Cruilles en Los gremios de Valencia. Memoria sobre su origen, vicisitudes y organización:

El león rampante que este gremio lleva en su bandera, dice la tradición que representa al que apareció sirviendo de guía durante el combate a los cristianos, y acometiendo al pirata que llevaba el Sacramento, lo mató, y tomándole en sus manos, entregó el Viril a los de este Gremio849. En algunas fiestas centenarias esta corporación ha reproducido la tradición, bien llevando a veces un hombre remedando al león, bien un anda donde se representa el pasaje, y a veces en carros dos bajeles en combate por alusión al que se dice sostuvieron con las manos850.


Es más, según la descripción de Juan Bautista Valda en su obra citada de 1663, uno de los jeroglíficos del carro reproducía, de acuerdo con el Libro de los Jueces y el hallazgo de Sansón de un panal en la osamenta de un león, la figura de este animal muerto con un panal de miel en la boca y un enjambre de abejas:

Aquí le tiene un León
en su boca en un panal
en que enlaza celestial
Sacramento y Concepción.

El panal se refiere a la concepción, con lo que queda justificado que sean las mujeres las que utilizan semejante estratagema defensiva. Por otra parte la correlación de los símbolos del Sol (alegoría de la Divina Sabiduría) y del León (en su ambivalencia de la divinidad y amor de Dios y cólera demoníaca) ha sido puesta de   -365-   manifiesto desde antiguo por la iconología851. Es de suponer que esta brillante ingeniería bíblica y teológica fecundará de espectacularidad el escenario: rasgos de teatro de magia aparecen al final en la apoteosis de la batalla, cuando sale el León embistiendo al moro Ceylán:

CEYLAN
¡Rabiando muero!
¡Válgame el abismo
a donde ciego voy por mi error mismo!

 (Al decir estos versos cae sobre un escotillón, y el león le saca la Custodia del pecho y se va. Y CEYLÁN se hunde con llamas y salen los del paño.) 

(J. III, vv. 2134-35.)852                



Y junto con este barniz culto la imprescindible cuña populista, marcada aquí incluso por cierta autonomía textual: me refiero al «entremés», pues así debe entenderse por la dilatación de versos (vv. 1898-1992), que acontece entre los dos «graciosos» (Zulemilla del bando musulmán y Bernacha del lado cristiano): espléndido paréntesis que sirve de descanso a la acción antes del dinámico tramo final de la batalla y que recupera para la esfera de la graciosidad los temas bajos y la xenofobia desterrados del espacio nobiliar. El esquema se basa en insultos y alusiones antisemitas por parte de Bernacha, en los típicos palos/burlas entremesiles y en el culto orgiástico y báquico de la comida:

BERNA.
Sentaos aquí, picarón,
y vuestra novicia gula
hoy se ha de hartar como mula.

 (Siéntanse y sacan unas alforjas, y de ellas lo que van diciendo los versos) 

ZULEM.
¿De qué?
BERNA.
De vino y lechón.
Esta alforja es la mochila
de este soldado pobrete:
este pernil es luquete
con honor de algarrobilla.
Bravamente sabe: perro,
ese hueso has de roer.

  -366-  
ZULEM.
Yo non poderlo comer.
BERNA.
Lo comerás o por verro

 (Cáscale) 

de esa fuente que mormura
te quedarás sin más flor
que el de la verdad color
de tu cara mal madura...

(J. III, vv. 1907-22)                





7. Del espectáculo cortesano: un teatro de celebración

Al caracterizar al XVII valenciano como «un segle excitat», Joan Fuster razona que al instalarse las frecuentes efemérides de orden cívico o religioso en la cotidianidad, «al capdavall ja no ens semblen insòlites, sinó mes aviat sólites: l’anormal se’ns apareix com normal -és l’excitació socialitzada853». Es evidente que el vector impulsor de esta excitación colectiva proviene de una concepción de la fiesta y del espectáculo, diluidos los límites entre ambos, como un todo, en el que sobre la pieza central previamente elegida para el acontecimiento, se adicionaban una loa, entremeses, mojigangas o bailes que contextualizan, con multitud de alusiones metateatrales, la obra en su ámbito histórico. Estamos frente a crónicas, fragmentos de exacerbada retórica (visual y escrita) de la vida cortesana854, un teatro de motivo que se apoya en la arquitectura escenográfica, la complejidad iconológica y el simbolismo político, vehiculados a través del lenguaje maleable y transformable de una ocasión a otra de las piezas cortas. A dos espectáculos de esta guisa me voy a referir. Uno es la comedia de Antonio Folch de Cardona, Lo mejor es lo mejor, o antes que amor es la patria y primer cerco de Roma (Madrid, 1683), escrita con motivo del casamiento de Carlos II con María Luisa de Borbón. A ella acompañaron la loa y tres sainetes del mismo autor. La loa está dedicada a glosar el nombre de la reina madre (Mariana de Austria) y se estructura -de acuerdo con el canon erudito y alegórico de la loa palaciega- en sucesivos alegatos de los meses de julio y diciembre, reclamando el primero el honor de celebrar a la Reina puesto que es:

... solio más decente
de tan Augustos albores
que el Signo de Capricornio
-367-
El de León? no reconoces
que este es Casa del Planeta
Quarto, luz siempre del Orbe
Que este es diurno, aquel nocturno
Que este es fixo, aquel movil
Este es ingeo, aquel es terreo;
Este es regio, aquel ignoble;
Imperante este; obediente
Aquel; este recto, torpe
y tortuoso el otro: en fin
Mis timbres tan superiores,
Que la principal porción
de tu Imperio, se compone
De sombras; el mío de luzes:
Y para que nada ignores,
Sabe que Julio domina
Quando en las altas mansiones,
Al Ayre, y al azul velo
El León ruge y el Can roe.

(TAV, IX)                


El desarrollo de la loa expone además el juego nobiliario tan teatral de las verdades, las adivinanzas, los acrósticos:

A Carlos la A, por amado;
a Maria Luisa, por Norte
de nuestras dichas, la N,
y la A, segunda, forma
Mariana, pues es Augusta
Aguila, que embidia Jobe;
Y desta suerte se ajusta,
Que estas tres letras se glorien,
De ser, como dixe antes,
Mas que tres solas, tres soles

(TAV, IX)                


Por lo que respecta a los sainetes, La Entrada de la Reyna refleja la vocación especular pero magnificadora de la obra corta frente al espectáculo social: visión del desfile real y «la gran caterva de nobleza» que le acompaña a través de una ventana. El espectador, doblemente privilegiado, contempla a través de este marco tipos sociales caricaturizados, centro de mira habitual del entremés (el linajudo, un mentiroso, un podrido, un vejete...). La Pragmática de Amor ofrece mayor tendencia por parte de los personajes a lo alegórico y operístico (se mezcla en la pieza el «canto» y la «representación»): Apolo, la Razón, un Olvidado, una Ausente, un Celoso hilvanan una temática culta, la de las cuitas amorosas de ancestro provenzal cuyos conceptos recalan en la comedia barroca más idealista. Lo mismo sucede con La Ronda de Palacio en donde aparecen el Favor, la Esperanza, el Descuido, el Cuidado, los Celos o el Respeto. En consonancia con este carácter alegórico, el vestuario ofrece un sistema de caracterización propio de la obra corta que he   -368-   llamado en otro lugar iconicidad855, procedimiento semiótico según el cual el signo guarda semejanzas identificables con la cosa significada. Así la Esperanza aparecerá «con capa amarilla, y debaxo vestida de verde»:

[MUJER] 2.
Pero, ha fingida,
hipócrita, desleal,
verde esperança, que afectas
pálida infelicidad...

(TAV, IX)                


Y lo mismo los Celos «que ha de ser una muger con capa roja, y debaxo casaca pagiza, negra y azul»:

[MUJER] 1.
y sayal
traes azul, negro y pagizo?
ZEL[OS]
Ni uno, ni otro extrañarás
si reparas que los zelos
son la pálida mortal
embidia, la negra rabia,
la açul infelicidad

(TAV, IX)                


Estamos pues próximos a la fiesta cortesana y sus juegos de letras y colores, tan caros a la sociedad nobiliar.

La otra efemérides se ciñe al matrimonio de Carlos II, esta vez con Ana de Neoburg en 1690856, y su celebridad obedece a que el manuscrito conservado (ms. 14614 BN) conteniendo la comedia La fiera, el rayo y la piedra de Calderón añadía 25 dibujos a pluma sobre diferentes escenas de la escenografía. El manuscrito fue dado a conocer esencialmente por Ángel Valbuena Prat857 y viene intitulado «Plan de la Comedia que mandó executar en el Real Palacio de Valencia el Excelentiss.mo S. D. Luis de Moscoso Ossorio Urtado de Mendoza, Sandoval y Roxas; Conde Altamira, Marq.s de Almazará Poza, Mençon y Cavia etc. Gentil Hom.e de la Cam.ª de su Mag.d   -369-   Virrey, y Cap.º Gen.l de este Reyno de Val.ª». La representación tuvo lugar el 4 de junio en el Salón de Guardias de dicho palacio. Sólo trascribiré algunos fragmentos del documento, para ilustrar la intervención directa de los dramaturgos valencianos incluso en el diseño de la escenografía ya que:

... se vio la cortina [en la portada] como indice y geroglífico, no sólo de la fiesta sino como muestra de los valientes pinceles de Jusepe Gomar y Bautista Bayuca, pintores que ejecutaron esta fiesta por el credito de otras en que se han merecido tan repetidos aplausos, siendo estas habilidades tan relevantes y copiosas en Valencia, que al tiempo que logra tener en el Corte un Joseph Caudí, que en Reales obsequios de sus Mag.des ejecuta las mas altas ideas de los mejores ingenios...858


Y también en la música:

... se dió principio a ella a las siete de la tarde haciendo seña la música para empeçar la loa, a la qual junto con la comedia dio sonora animación de destreza del licenciado Francisco Sarrió, maestro de capilla en la de San Martín...859


Entre la primera y segunda jornadas de la comedia el manuscrito señala la representación del «Bayle entremesado de El Amor y la Esperanza en Palacio, escrito por D. Joseph Ortí, Secretario del Reyno». El texto lo conocemos por la copia en TAV, I y, como era de esperar, ofrece una trama sencilla constituida por personajes abstractos (la Esperanza, la Veneración, la Lealtad, el Regocijo...) que expresan el deseo de sucesión real:

Que en cada uno la Esperanza
entró de hauer conseguido
el logro que tanto España
desea, de ver un hijo

Entre la segunda y tercera jornadas se pone en escena el Bayle entremesado de El verde del mes de mayo esta vez de Francisco de Figuerola860 que rememora, en la esfera de los esponsales reales,   -370-   el juego del verde del mes de mayo en versión popular (Bras ofrece una lechuga a su amada) y culta (se ofrece un laurel)861:

... que grande ciña las sienes
de Carlos Augusto Rey
a las luzes de Mariana
crece la Española Fe,
que para altas esperanças
empieza a reverdecer...

(TAV, I)                


Finalmente, y del mismo autor, se escenificó la Mojiganga de las Fiestas Valencianas en el Jardín de Flora con la aparición de un parnaso mitológico cuyos actores coinciden ocasionalmente, pues así lo explicitan las acotaciones, con los que representaron la comedia de Calderón. La obra es ejemplo perfecto de pieza de circunstancias: un espejo abreviado de emblemática del poder de los Austrias y de la corte valenciana que cierra filas en su torno:

MER.[CURIO]
De el ingenioso dezid, pues a el se fía
mucha luz en el término de un día.
De la comedia es célebre portento
rendidamente intento,
que a vuestra luz se mire mi desmayo,
pues yo solo soy Fiera, Piedra y Rayo.
Piedra pues que mi impulso solo medra
con la humildad rendida como piedra;
Rayo quando me ensayo
a servir prompto (sic) como sirve el rayo[.]
Fiera también que aunque en estilo inculto
me rindo al sacrificio de este culto;
Piedra para erigir templos gloriosos
a la leal union de estos esposos;
Fiera pues al Leon, Rey de las fieras,
se rinden dos esferas
de uno, y otro mundo,
porque copia al leon Carlos Segundo;
Rayo para adquirir con gloria infame
ser trofeo del aguila Alemana,
Piedra en fin que ya estamos previniendo
la de el gran Altamira soberano,
heroyca embidia el prudente Jano;
Rayo, para postrarme a las coronas
de el mas alto laurel de los Cardonas862

(TAV, I)                


 
-371-
 

Las acotaciones y el texto suministrarán además elementos de juicio:

a) Sobre la magnificencia de vestuario y los procedimientos de caracterización icónica a los que me referí más arriba:

Salió Vulcano con vestido ridiculo, y oscuro con un farol sobre el sombrero, un circulo de candelillas por la falda, una bola de colores con haz por delante, y otra por detrás, una acha en la mano, y un cohete en la otra, y cojeando al comenzar (TAV, I)863


b) Sobre la utilización del mismo marco escenográfico que para La fiera, el rayo y la piedra:

PALAS
Hermoso esta el jardin.
JUNO
Esta excelente
MINERVA
Bonita luz le adorna desde enfrente
DIANA
Pintadas no estaran mejor las flores
FLORA
De Gomar y Bayuca son primores
cuyo pincel dibuja
bordando en bastidores como aguja

(TAV, I)                


c) Sobre la indiferenciación de los distintos segmentos de la fiesta; así se menciona, por reflejo magnificado, el torneo que la nobleza valenciana celebró en el Llano del Real en honor de los nuevos esposos:

Caxas y pífano al son de marcha, y salió Marte torneando con todas las armas, y delante de él dos padrinos, y un Comandante que primero hecho el reto ejecutado todo según el acostumbrado estilo de los torneos

[RETO]
... que la Real union eroyca y suma
mas dichas, mas aplausos en si encierra,
que arenas tiene el orbe de la espuma;
y a quien juzga pensarlo con mas brio
le requiebro, le reto y desafio...
Haviendo acabado el reto salio el torneante, y despues de haber saludado a todos tocaron arma haciendo algunas levadas, como si batallasen y mientras lo ejecutaua dieron de los padrinos un premio a Venus sobre una bandeja de plata

 
-372-
 

La loa (también de Figuerola) supone, en fin, una síntesis de correlaciones simbólicas en la escritura escénica y en la propia tramoya864 según el esquema:

Austria Mariana Carlos II España
Águila León
Océano Viento
Venus Marte
...y atento
a que el esplendor invicto
de Baviera, y Neoburg pinta
tambien el alto apellido
de Austria, por señas que es esta
quinta unión que el cielo hizo
de Austria y España...

Socorrida la vanidad regia, la nobleza valenciana atenta al viento del poder se autocelebraba una vez más. Para ello, sin embargo, se había usado no poco del teatro ancillar, de las piezas breves, teatro de origen y vena populista infiltrado para tal ocasión en la purpurina y la seda de las efímeras tramoyas del junio valenciano de 1690.




8. De la vena satírica y popular: los entremesistas valencianos

El entremés, género sacado precisamente al tablado comercial por el avispado Juan de Timoneda, consolida, en efecto, el teatro propiamente irónico, burlesco. El esquema de las piezas de los dramaturgos valencianos no difiere del modelo del resto de la península. Así, ya el Entremés del Dr. Rapado de Pedro Jacinto Morla865, incluido en la Parte veintinueve de comedias de diferentes autores (Valencia, Silvestre Esparza, 1636) muestra la clásica figura entremesil del médico que satiriza los vicios y usos de diversos tipos sociales (la mujer aficionada a la comedia, el poeta loco, la tercera...) (TAV, VI).

La paradigmática convivencia de lo popular y lo grotesco que define al género se propicia en el ámbito del teatro valenciano que estamos estudiando en la medida en que sus autores no dudan en mezclar en su dramaturgia la pretenciosidad de las piezas cortas de tono áulico con aquellas abiertamente inscribibles en el estilo   -373-   (teatro burdo). Tal sería el caso de Antonio Folch Cardona que junto a los tres sainetes de celebración real comentados en el anterior apartado ofrece una Jácara del Mellado (TAV, VII) donde se aprecia un mayor desarrollo argumental que en la jácara tópica y, por otra parte, al introducir un mayor número de personajes, mezcla el ejercicio estilístico del léxico jacaril («liólas», «afufólas») con el cultivado lenguaje cortesano de las damas que acuden a consolar a la coima Juana. Pero será Jacinto Alonso Maluenda866 el escritor más representativo de piezas breves con intención risible. Hábil autor de composiciones de tono paródico, como lo prueban sus volúmenes Cozquilla del gusto, Bureo de las Musas del Turia y Tropezón de la risa867 se especializa sobre todo en bailes dramáticos en los que se intuye una tendencia alegorizante semejante a la que acontecía en las obras cortas insertas en los espectáculos cortesanos, pero abocada esta vez a una intención satírica. Tal sucede en El licenciado Enero868 donde el protagonista, caracterizado por un uso metonímico del disfraz («Sale el Gracioso lleno de copos de algodón, con una vara de alcalde»), pone orden entre una serie de personajes simbólicos, desde la Yerbabuena al Narciso (sublimación sarcástica del lindo). En el Baile Famoso del Infierno (Ramillete, pp. 136-44) establece el vertiginoso desfilar de figuras, al estilo de Quevedo: ventero, mujer linda, un malsín, una alcahueta, un poeta, etc., sin faltar las andanadas a zurdos y taberneros ni la sátira de los cultistas:

A los versos cultos
con estos vocablos,
triquiñaque, lanfaca, lambica,
sirín, bilimbeca, corimbo, y tirambo,
estrambolis, caribdis, almasis,
aun yo no le entiendo con ser el Diablo...

(ed. cit., p. 142)                


reaparece la tendencia moral-emblemática en el Baile famoso de los animales (Ramillete, pp. 122-28), donde se equiparan personajes del   -374-   entremés con el animal que se supone guardan en casa (poeta/camaleón; mujer fácil/perro; pedigüeña/águila; médicos/víboras, alacranes, basiliscos). A ello debemos unir el contenido claramente misógino de El caçador de pedigüeñas (Ramillete, pp. 113-21) y del Baile de Menga y Bras (Tropezón de la risa, ed. cit., pp. 242-46 y TAV, VI) y el diálogo chispeante y fuerte movimiento dramático del Baile del Sastre (TAV, VII). Digamos finalmente que reaparece la tradición híbrida de lo paródico y lo culto en el interesante Baile de la pelota, un hábil desgranar de desdenes de enamorados a través de la terminología del juego de la pelota, rescatando para un género menor el abolengo conceptual del decir de la poesía cortesana:

GRACIOSO
En esta pelota envio
mi albedrío hasta tus pies.
GRACIOSA
Porque no la contrarrestes
por el suelo va.
GRACIOSO
¿Por qué?
GRACIOSA
Porque nunca un afecto

 (Canta) 

puede ser fino,
si la pasion arrastra
al albedrío...

(TAV, VI)                


Maluenda, que sin duda merece un estudio aislado de mayor profundidad -en lo que estamos- se constituye así en el dramaturgo valenciano que con mayor asiduidad entra en el ámbito del teatro breve. En su repertorio no faltarán dos jácaras: Xacara del zurdillo de la Costa. Que haziendo las diligencias para morir en la horca, murió de enfermedad en la cama y la Xácara entremesada de la Flores y el Zurdillo869. Género conocido en Valencia y que viene al caso de señalar finalmente la figura de Don José Valles, que en los últimos años del siglo XVII, superado el tácito centralismo del llamado teatro «standard» mimético del castellano, involucra los temas más tópicos del drama barroco en un doble aire, localista y de relación de ciego. Si en El más temido Andaluz, Francisco Esteban o El Guapo de Andalucía, Francisco Esteban (TAV, VIII) la acción parece ajena, en La charpa más vengativa y guapo Baltasaret se pone en escena un drama de honor exagerado, gesticulante, demasiado esperpéntico para tomarse en serio, entre labradores valencianos (Antonio Feliu, Francisqueta, Pepa Ximeno) a la cabeza de los cuales aparece el

 
-375-
 
Hidalgo Baltasar Llorca
rama del tronco mejor
que tiene Villajoyosa

(TAV, VI)                


En la bocana del siglo XVIII todo adquiere un evidente tinte de «comedia de coplero»:

Y ahora falta que sepa
que excepto el de Baltasar,
supuestos los nombres llevan
todos los demás, por ser
esta historia muy moderna
cuando el Ingenio escriuió
por precepto esta Comedia...

(TAV, VI)870                


Relación de pliegos en donde el teatro aristocrático ya parece totalmente abandonado.

Al repasar históricamente el período barroco en Valencia, los juicios más lúcidos han definido la época con «la buidor d’un gest exhibicionista i vanitós»871. Y, recordando al gacetillero Porcar, se reflexiona sobre unos años que fueron, cuanto menos, como «la bufa del bou: tot aire». Mirando a los escenarios de la Valencia del XVII, y los numerosos textos de los que no he dado más que una reducida aproximación, se me ocurre decir en todo caso que fueron muchos los que convirtieron aquel vacío en una forma de producir historia. El final del teatro barroco valenciano reproduce en síntesis su trayectoria estética y su función en el contexto social. Incapacitado para la crítica, utiliza unas falsillas dramatúrgicas sobre las que sólo podrá impostar ocasionalmente la voluntad residual de una tradición festiva, bien sea cortesana, bien sea popular. Pero de cualquier forma eran malos tiempos para convertir «la bufa del bou» en el gozoso y agresivo matapecados del teatro carnavalesco seiscentista. Los autores siguieron copiando unos modelos. Sólo que los modelos, tal vez, ya no servían.





 
-376-
 
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V.2. El «pare» Mulet (1624-1675) Bibliografía crítica y observaciones sobre la autoría de sus comedias

Ricardo Bellveser


Bibliografía crítica sobre el P. Mulet

La bibliografía existente sobre el padre Mulet es poca y desde luego insuficiente. Salvo un ambicioso intento por parte de Constantí Llombart en el siglo pasado872 y otro, más tímido, de Joan Fuster873 nadie más ha intentado un esfuerzo aclaratorio. Y es lógico: el primer conflicto al que hay que hacer frente es la dificultad de documentar la atribución de las obras que hoy entendemos como producto de su ingenio. La reina Tellina i el Rey Matarot y Los amors de Melisenda se publicaron por primera vez impresos en 1876 por la librería de En Francesch Aguilar. Esto es -de ser cierta la atribución- dos siglos después de la muerte del autor, y es ésta la primera referencia bibliográfica impresa de la que tenemos noticia. Con anterioridad, y sólo de pasada, remitiendo siempre a La infanta Tellina..., están las de Joseph M.ª Bonilla en El Mole874, Bernat i Baldoví875, Eduardo Escalante876 y Francesch Palanca y Roca877. El hecho de que aludan a la comedia nos es útil de todos modos para reforzar la afirmación de popularidad que aún tenía entre los escritores pre y renaixentistes valencianos, lo que autorizó a Joan   -377-   Fuster a proponer que debió representarse alguna vez, ya que su fama es excesiva para haber sido generada exclusivamente por el circular de manuscritos878, hipótesis aceptable con las lógicas reservas.

Constantí Llombart, decíamos, editó en 1876 las Obres festives compostes segons antiga, general y molt rahonable tradició reunides y publicades per primera vegada, ab los únicos apunts biográfichs que del autor fins ara se coneixen. Después intentaremos averiguar cuál es la «rahonable tradició» a la que alude Llombart. Importa ahora la afirmación insistente de que estos apuntes biográficos son los únicos «que del autor, fins ara se coneixen», porque la aseveración es sospechosa; los datos que nos proporciona, hacía cuatro años que circulaban impresos, recogidos por don Pedro Salva para su Catálogo. Llombart confiesa que parte de ellos se los han facilitado Joseph M. Torres y En Francesch Vives879, lo que explicaría ciertos desaguisados. Los «apunts biográfichs» empiezan lamentando las dificultades que ha tenido que vencer para recoger información sobre Mulet, tarea penosa ya que per un imperdonable descuit de nostres literats... apenes s’encontren fidels noticies sobre la vida y obres d’un tal popular poeta com lo P. Mulet; dice Llombart, y es cierto, pues ni Ximeno, ni Pastor Fuster, ni ningún otro acreditado inventario de escritores valencianos lo incluyen en sus nóminas. Añade que por esta causa se ha podido llegar a que alguns hatjen duptat de la existencia del P. Mulet, asegurantne formalment, que aqueste tan conegut nom, sols lo pseudónim habia segut baix lo cual acostumaba un altre incógnit poeta donarli lliure expansió a sa riallera musa, y en consecuencia el objetivo de sus páginas es desencantarles. Don Pedro Salvá, al presentar el manuscrito de La Reina Tellina... que figuraba en su biblioteca880, indicaba que Esta producción se ha atribuido por muchos años (¿no es esto «rahonable tradició»?) a un tal   -378-   Pare Mulet que otros suponen no haber nunca existido; sin embargo para desengañar a estos últimos copiaré la siguiente nota sacada del «Necrologio» original del P. Teixidor. Como se ve estamos en el mismo supuesto e idéntica argumentación. Seguidamente, tanto Salvá como Llombart reproducen las notas del P. Teixidor, con la diferencia de que el fundador de Lo Rat Penat las llena de anécdotas, cuya procedencia desconocemos, y que no veo arriesgado atribuir a la Vox Populi (en vez de Llombart a la «rahonable tradició») ya que la mayoría no son ni tan siquiera originales, y ya habían sido puestas en los pintorescos méritos de otros autores del Siglo de Oro español. Llombart, sin embargo, oculta fuentes; no nos habla de don Pedro Salvá e intenta hacernos pasar que debe la información a la amabilitat de sus dos amigos y al Necrologio del P. Teixidor que dice haber manejado en el Arjiu Municipal881, fuente, por una parte, segura, de ser cierta, ya que este dominico nos ha dejado los apuntes más fiables sobre la Orden, y cuyos datos rara vez yerran. La fiabilidad de la voz de Teixidor ha sido reconocida por cuantos han efectuado estudios sobre la Orden de Predicadores y se han visto urgidos a recurrir a él882.

 
-379-
 

Llombart en los apuntes biográficos del P. Mulet que intenta atar en la introducción a sus Obres festives, tras referirse a los años mozos del dominico, primeros estudios universitarios y las posteriores oposiciones, añade:

En lo llibre de «Clavería Comuna» (núm. 107, any 1666 á 67) artjivat en lo amunt citat Artjiu municipal de Valencia, consta habérsili pagat al P. Francesch Mulet, en fetja de 17 de juliol, la paga de Sant Joan, que, com á catedrátic de Moral de la referida Universitat literaria li corresponia (pág. 9).



Por tanto y nuevamente maneja sólo datos parciales de los totales ofrecidos por los manuscritos que dice consultar, lo que permite sugerir -esto no es una afirmación documentada sino una intuición lógica- que, aparte de no haber manejado el manuscrito del Necrologio sino la referencia del Catálogo de la Biblioteca de Salvá editado cuatro años antes, tampoco tocó las Claverías Comunas. Basamos este recelo en el hecho de que el dato de la obtención por Mulet de la cátedra de Metafísica Moral, que Llombart documenta como hemos visto, remitiendo al libro de cuentas de la Lonja Nueva de 1666 en 1667, está infrautilizado. Si hubiera tenido ante sí los libros, Llombart habría comprobado que en las Claverías de la Ciudad figuran, no sólo ése, sino todos los abonos salariales, correlativamente, desde que asume la cátedra hasta que muere en 1675. ¿Manejó Llombart únicamente el primer tomo?883 Tampoco se le habría pasado por alto, en este supuesto, que el cobro lo hace por la prorata del tiempo que lleva en este cargo y que no llega al año. Esto es, según consta en el libro, no percibe todo el salario sino sólo la parte proporcional correspondiente desde que murió Acacio March, su antecesor, hasta el día de Sant Joan. Parece confirmarse, pues, la hipótesis de que no tuvo en sus manos estos libros sino que alguien le dio la información; podrían ser, ahora sí, Torres y Vives lo que justificaría la arbitrariedad en el uso de la misma y las ambigüedades del prólogo. Llombart además se muestra demasiado poroso a cuantas anécdotas le llegan, aunque al principio hubiera manifestado recelos sobre ellas884; si se vale del anecdotario es por exigencias de su discurso ya que lo que Llombart pretende es presentarnos a un Mulet equivalente al Quevedo valenciano, ja que lo Quevedo catalá s’anomena en tots los pobles del principit de Catalunya á lo celebérrim Rector de Vallfogona. Llombart también   -380-   intenta convencernos de que Mulet no fue un petris incultis (sic) ni un frarot de misa y olla (sic) sino un sabi que baix la capa de son genial alegre y franch, revelava les sehues no comunes facultats intelectuals.

La molt rahonable tradició por la que se guía Llombart, y preceptúa su elección y atribución de autoría, responde a los siguientes criterios. Dar por buenas aquellas composiciones que:

A) Desde antich (son) conceptuades com á lletjítimes filles de sa maliciosa musa.

B) Aquellas que fins a lo día de huí nos han tramés los nostres avís.

C) O las que por la gran semetjança, per nó dir identitat d’estil y de llenguatje Llombart entiende que, por poco que nos detengamos a estudiar el conjunto que ofrecen descobrirem la similitud de moltes frases, modismes, pensaments y fins de versos sencers, es dir, tot lo que constituix lo llenguatje u estil d’un obra. Pero, precisa Llombart, pueden despistar las muchas variaciones que, desde la copia original del P. Mulet hasta las que han llegado a sus manos, han sufrido estos trabajos885.

Reúnen estas características las siguientes obras que son las que Llombart incluye en su edición: Lo Torn de San Christófol, Tractat del Pet, La Candileta, Inventario o desapropio que el colegial Mulet hizo en Orihuela886, Décimas de una monja al P. Mulet, Respuesta del P. Mulet á la monja, Respuesta de la monja al P. Mulet, Respuesta del M. R. P. Fr. Francisco Mulet. Y dos comedias, Los Amors de Melisendra y La Infanta Tellina y el Rey Matarót. Ahora bien, en la parte final de sus apunts biográfichs Llombart nos hace la desconcertante afirmación de asegurar que el P. Mulet escribió, en castellano, un voluminoso tratado de Teología Moral que presumiblemente no llegó a imprimirse y cuyo original se halla en paradero desconocido. ¿De dónde obtuvo este dato?

Joan Fuster en La Decadència al País Valencià se ocupa, muy de pasada y siempre a pie de página, del P. Mulet proponiendo que debemos sacarlo del XVII para pasarlo al XVIII. Sobre quién fue este P. Mulet no nos da respuesta. Dice que la atribución de La Infanta Tellina... y Los amors de Melisendra es muy dudosa: «Les comèdies -dice Fuster- al·ludides, més aviat fan l’impressió de ser una enjogassada   -381-   mistificació del segle XVIII amb escasses possibilitats d’arribar a qualsevol escenari. En tot cas, no consta que mai fossin representades tal qual. La mateixa constitució grotesca i una mica obscena que les singularitza ho dificultava, si és que no ho impedia»887. Ahora bien, de haberse representado, «potser, doncs, en una sala gremial o familiar, el P. Mulet o el falsari que s’amagava darrera el nóm del P. Mulet, sí que va aconseguir una certa audiencia a la ciutat i/o en alguns pobles pròxims. I caldrà esperar la sort d’alguna certificació concreta, que seria ben important».

José M.ª Puig Torralva fue premiado en un certamen literario convocado por la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1882, por un trabajo que tituló Estudio histórico-crítico de los poetas valencianos de los siglos XVI, XVII y XVIII, editado en Valencia en 1883888. Las páginas 80 a 87 las dedica al P. Mulet, cuyos datos e incluso versos antologados, saca de la edición de Llombart, por lo que carece de mayor interés.

Muy posteriormente, el cronista Salvador Carreres Zacarés publicó en el Almanaque de Las Provincias889 un texto que tituló escuetamente El Padre Mulet y que empieza a construir a partir de los datos de Constantí Llombart, sólo que, situado el asunto, pasa a dar alguna noticia nueva como es acreditar el prestigio que como orador sagrado tenía este fraile, utilizando -nos recelamos- como fuente la crónica del padre Alegre. Es un artículo de sólo página y media pero en el que hay alguna aportación respecto al estado de información en que se encontraba el tema en ese momento.

J. Martí Gadea menciona a Mulet en la página 1310 de su Diccionario General Valenciano-Castellano890 y sigue al pie de la letra el texto de Llombart, pero con una sorprendente variación en lo que se refiere a la supuesta obra teológica desconocida, que titula Qüestió Moral frente a Teolojía Moral que había utilizado el fundador de Lo Rat Penat. La nota en cuestión dice:

Religioso dominico, escritor e insigne poeta valenciano, de San Mateo (Castellón) en el siglo XVII; de labrador en sus primeros años, pasó a los estudios eclesiásticos en el Convento de Predicadores de Orihuela, recibiendo a los 17 el hábito religioso en el de su pueblo natal y profesando un año después, 1642, en el de la ciudad de Valencia; en 1651 se graduó de Maestro en Artes en su Universidad Literaria, obtuvo por oposición la cátedra de Arts de Vespres y   -382-   también desempeñó la de Moral, siendo considerado como uno de los mayores sujetos que en su tiempo tuvo la orden, de profundo talento, gran filósofo, humanista y famoso predicador, y no un burdo fraile de misa y olla como cree la mayoría del vulgo y algunas personas ilustradas, por la jovialidad, sal ática y libertad que se hallan en sus escritos; tal vez a esto obedecen las mil anécdotas que se le atribuyen, exageradas por la fábula.



y así sigue a Llombart aunque, como se habrá podido apreciar, organizando ciertos galimatías cronológicos por una incorrecta lectura de los datos891.

En el Catálogo de la Biblioteca de Salvá de don Pedro Salvá y Mallen tomo I se da cuenta de un ejemplar manuscrito de La reina Tellina en su versión de «Comedia famosa y nova de cent anys, secret de peixcar tellines y traza de agafar rates» y se especifica que «La presente comedia es más conocida entre los valencianos con el título de La Infanta Tellina y el Rei Matarot. No se ha llegado a imprimir por estar escrita con bastante libertad y contener espresiones (sic) no del todo honestas».

El erudito bibliotecario de la Universidad de Valencia, Mariano Aguiló, en su Catálogo de obras en lengua catalana impresas desde 1474 hasta 1860892 recoge la atribución a Mulet del Col·loqui de Nelo el Tripero. «Se le atribuye este coloqui innumerables veces reimpreso, al P. Mulet, dominico del Convento de Valencia, que vivía a últimos del siglo pasado», esto es, a finales del XVIII, error de datación que Joan Fuster interpreta como algo revelador ya que indica «la idea que se’n feia des del punt de vista de l’idioma» el fino olfato de Aguiló893. Mariano Aguiló explica en su nota que «este fraile goza de una fama análoga a la del rector de Vallfogona en Cataluña, entre los que sólo conocen a este último poeta por sus composiciones más burlescas y groseras. Corren manuscritas muchas poesías de dicho P. Mulet, que solía tomar los asuntos para las mismas de lo más abyecto y corrompido del pueblo bajo. La obra más buscada de este autor es una comedia que no creo que se haya impreso, titulada La infanta Tellina y lo Rey Matarot894.

Ribelles Comín en el tomo II de su Bibliografía en lengua valenciana895 rectifica contundentemente a Aguiló, tras señalar las discrepancias existentes entre los datos y opiniones de Llombart y los de   -383-   Aguiló, y concluye lamentando los errores tanto de datación como de atribución del col·loqui en los que cae el erudito mallorquín.

Francisco Almela y Vives, en Panorama histórico de la literatura valenciana896, señala que «prescindint, en la mateixa línia, d’algun autor tan poc conegut com Pere Jacint Morla, cal esmentar especialment el dominicà Francesc Mulet que pertany per tot al segle XVII». El resto es un refrito del prólogo de Constantí Llombart, quizá dándole a las afirmaciones una redacción menos comprometida.

M. Marqués Segarra en 1950, desde el Almanaque de Las Provincias asegura tener empastados en un mismo libro897 un manuscrito, tal vez del XVIII, de La infanta Tellina y un sermón satírico, Sermón de la invenció de la Créu predicat per Mn. Rafael Andrade, Prebere, regent a cura de la parroquia de Gata en lo dia 3 de maig de 1654 y que desde su punto de vista hay que atribuir a Mulet, tanto la una como el otro.

El resto de la bibliografía que conocemos contiene tan sólo alusiones de pasada de escaso o nulo interés.

En cuanto a ediciones, hemos fichado, además de la de Llombart, dos muy tardías ambas, de La reina Tellina..., una con el título de La Infanta Tellina y el Rey Matarot. Famosa comedia cómica del célebre escritor lemosín, Francisco Mulet898, sin fechar, aunque se puede aventurar que es de fines del XIX o principios del XX. El texto es idéntico al de la edición de Llombart aunque con la ortografía cambiada. Y otra en la Revue Hispanique con el título de Secret de peixcar tellines y traza de agafar rates899 editada por Lluís Sierra, pseudónimo de R. Foulché Delbosch. Este texto es diferente al editado por Llombart, tanto en el número de personajes como en pasajes completos. Podría estar basada en el manuscrito de Salvá.

Como se puede deducir, la bibliografía sobre el P. Mulet es escasa y en general sigue el modelo expositivo y los datos de Constantí Llombart, salvo el articulito de Carreres Zacarés -cuya extensión no debe sobrepasar los dos folios-, en el que se nos proporciona algunos datos inéditos y alguna sugerencia.

Se han eliminado de la bibliografía, como ya se ha justificado, las alusiones que se limitan a nombrar al fraile y se lo despachan con una o pocas frases vagas o indecisas, por entender que no aportan nada a este trabajo y tan sólo vendrían a enmarañar el sistema de anotación.

 
-384-
 

Manuscritos de la obra que más nos interesa, Los amors de Melisendra, que en su versión Comedia bribona... motivó un estudio, por nuestra parte conocemos el que llamaremos MSS-1 localizado en un volumen de «varios» de la BMV, y el MSS-2, presumiblemente el que utilizó Constantí Llombart para su edición, que localizamos en la Biblioteca del Ateneo Mercantil de Valencia.

Por lo que respecta a la otra comedia atribuida a Mulet, La Infanta Tellina..., existen varios mss. y no tememos que el número de copias sea mucho más numeroso de lo que en principio se puede creer900, los cuales convendría estudiar a fondo para poder establecer cuál es el más próximo a la autoría y tratar de llegar a una edición crítica, empresa que se aleja mucho de la que nos proponemos aquí.




Observaciones sobre los problemas de atribución y autoría de las comedias

Aparte de los problemas de datos e interpretación que ofrecen las biografías conocidas del P. Mulet, hay uno especialmente peliagudo: justificar la atribución de estas obras al P. Mulet. Para proceder ordenadamente, habría que determinar, inicialmente, si fue en realidad escritor o poeta, como se prefería denominar a los autores de comedias o de puros versos. El infalible padre Teixidor, al final de su Necrologio, en el apartado a Mulet, señala que Fué mui salado y agudo en la poesía, como manifiestan algunos manuscritos que conservan algunos religiosos, especialmente el Desapropio. Esto es, aquí se nos certifica que, al menos, el Desapropio es del P. Mulet. Los colegiales del convento de Orihuela, al finalizar sus estudios, debían efectuar un inventario de desapropio de los bienes que conservaban, los cuales eran puestos a disposición del rector del centro. El colegial Mulet dice que no tiene nada que inventariar.   -385-   Dispone de una capa roída, camisas sin mangas llenas de roturas, medias destrozadas y, en general, como dice Mulet:


Solo tengo de lo dicho
extrema necesidad.



Difícil, si no imposible, resulta al investigador de hoy establecer si este texto fue realmente de juventud, aunque tampoco importa. El desapropio está escrito en octosílabos arromanzados, en castellano, y se trata de un poema de larga tirada, 136 versos, de calidad, dentro de un delirante tono festivo, en el que desde una atmósfera barroca conceptista, con predominio de los juegos de palabras, muestra una imaginación disparatada y disparada, de raro y delicioso ingenio.

Dice el Desapropio que ha llegado el momento de hacer inventario:


Pero yo, triste de mí,
Estoy en estado tal,
Que para poderlo hacer
Me lo tengo que inventar.



La relación de sus bienes empieza por el hábito:


Un hábito es lo primero
pero miento sin piedad,
Porque si el hábito es
Muy difícil de apartar.



Le sigue la capa:


La capa, Padre, lo es,
hasta dar en un zarzal,
porque nunca es capa donde
hay quien la pueda agarrar.



En cuanto a las camisas, no tienen mangas y parecen «roquetes de sacristán»:


Como en un pobre las llagas
son bocas, que piden pan,
piden las roturas suyas
hilo para remendar.



En las medias todos los puntos se han soltado:


No tiene medias, mas medias,
todo general,
si es que es media cualquier cosa
que le falte la metad.



 
-386-
 

Y así sucesivamente, colchón, manta, sábanas, tablero de la cama, etcétera. Teixidor, pues, nos atestigua la autoría de este Desapropio, y nos habla de que numerosos manuscritos suyos circulan entre los frailes. Esto nos permite, en principio, afirmar que a más del Desapropio, había otros poemas escritos por su mano.

Los numerosos manuscritos existentes de La Infanta Tellina..., en su mayoría con letra del XVIII, deben ser a partir del del P. Mulet porque dos de ellos así van firmados, iniciando la rahonable tradició que apunta Llombart.

Todos los necrologios manuscritos que hemos manejado, alaban el excelente sentido del humor, ingenio y espíritu animoso del P. Mulet901, afirmaciones que harían los conventuales, razonablemente, desde la popularidad que alcanzó entre sus contemporáneos y la lectura de sus manuscritos que circulaban por las celdas. Sigue en pie, sin embargo, el problema de si alguna vez escribió e hizo representar alguna comedia.

Desconocemos de dónde se sacó Constantí Llombart que el P. Mulet había sido autor de un voluminoso tratado, en castellano dice, de Teología Moral, pero el dato es sumamente importante. No va equivocado Llombart en su afirmación, aunque lamentamos no poder averiguar de dónde bebió el dato, ya que quizá de ahí pudiera salir una mayor explicación a este enigma. Hemos podido establecer que al menos un tratado sí que existió, aunque debió estar escrito en latín según se desprende del título. En las «rejetas» de la biblioteca de la Orden de Predicadores estuvo el manuscrito hoy en paradero desconocido. Josef Teixidor inventarió los libros existentes en 1762, fecha en la que firma su listado de detalle902. Es en esta relación donde consta el tratado de Mulet. Debió ser un volumen en cuarto titulado De malitia humanorum actum firmado   -387-   por Franciscus Mulet. Desde los datos que hemos podido manejar, hemos reconstruido la estantería II, letra C de la Biblioteca de la Orden de Predicadores por si, en algún momento, este tratado fue empastado con otros afines, por materias, o cercanos en la ringlera, pero no hemos podido dar con él.

El tratado de Mulet está en ignorado paradero. Lo más razonable es que se encuentre en alguna biblioteca privada, o bien en la biblioteca de los Dominicos, pese a que nuestras pesquisas en este lugar no han dado resultados. No aparece en ficheros, ni el padre archivero Fr. García Miralles, que tenía un profundo conocimiento de los libros puestos bajo su cautela, lo recordaba. No obstante, de lo que no cabe duda es de que existió y de que era de su pluma como nos documenta Josef Teixidor.

Por lo que se refiere a Los amors de Melisendra el manuscrito que nosotros hemos encontrado parece de letra de finales del XVII903. Los libros impresos y manuscritos que se conservaban en las ringleras de la Biblioteca del Convento de Santo Domingo, en su mayoría se han perdido o han pasado a manos privadas a causa, principalmente, de la guerra contra el francés, las desamortizaciones y la guerra civil española de 1936. En cada ocasión los frailes dominicos intentaron poner a buen recaudo el material que cautelaban, bien pasándolo a manos privadas904, bien a las monjas dominicas no sometidas a desamortizaciones, bien donándolos al Archivo del Reyno a donde fueron a parar, en 1936, buena parte de los legajos, o también a la Biblioteca de la Universidad905. En estos traslados debió extraviarse una buena cantidad. Pero por otro lado, y coincidiendo con Constantí Llombart, se nos antoja sospechoso que ningún inventario ni relación de autores valencianos del XVII ni XVIII incluyan al P. Mulet, salvo Teixidor906. No figura en Escritores del Reyno de Valencia de Vicente Ximeno907; tampoco en el Jacobus   -388-   Quetif, Scriptores Ordinis Praedicatorum908; ni en las memorias de la Universidad incluyendo las más meticulosas como las de Ortí y Figuerola909; tampoco en el Pastor Fuster910 ni en repertorios posteriores como la Historiografía valenciana de Francisco Almarche911, o como el catálogo de manuscritos de Gayanos912 ni listas que constituyen Escritores de la Orden de Predicadores y Escritores de la Corona de Aragón913. La búsqueda por estos lugares es absolutamente estéril914. Se va incorporando el nombre de Mulet a partir de la edición de Llombart, hecha la salvedad de la alusión de Salva. Mariano Aguiló había despachado el asunto, tras los errores enunciados páginas atrás, diciendo que «no creo que fuese impreso» ningún papel suyo. Para Joan Fuster, el mero hecho de que pudiesen haber sido representadas las comedias es dudoso ya que tenien escasses possibilitats d’arribar a qualsevol escenari. En tot cas no consta que mai fossin representades tal qual. La mateixa constitució grotesca i una mica obscena que les singularitza ho dificultava si és que no ho impedia.











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