Para lo que sigue, vid. J. Oleza, «Adonis y Venus, una comedia cortesana...», en este mismo volumen.
Aunque la iluminación artificial de escenario y sala había sido largamente experimentada por el teatro cortesano anterior, así como los cambios parciales de decorado.
Francisco Asenjo Barbieri, «Los orígenes del drama lírico en España», en Luis Carmena y Millán, Crónica de la ópera italiana en Madrid (Madrid, 1878). Sin embargo, Crawford, basándose en los estudios de Pedrell, cree que Lope, al hablar de «cosa nueva en España» se refiere a los efectos escénicos y no a la música, pues ésta además de limitarse a tan sólo cinco momentos de la obra, era española y poco tenía que ver con la incipiente ópera italiana, vid. The Spanish Pastoral Drama (Filadelfia, 1915).
Vid. El trabajo de J. L. Canet y J. L. Sirera, «Francisco Agustín Tárrega», en este mismo volumen, así como J. G. Weiger, Hacia la comedia, de los valencianos a Lope (Madrid, 1978).
Cf. mi libro Novela corta marginada del siglo XVII español (Valencia: Universidad, 1978), pp. 70-78.
Se trata de su Tesis Doctoral El teatro en Valencia durante los siglos XVI y XVII. La producción dramática valenciana en los orígenes de la comedia barroca (Valencia: 1981). Por lo que de incentivo en mi propia investigación ha tenido este magnífico trabajo, así como el conjunto de aportaciones de Josep Lluís Canet, Manuel V. Diago, Ricardo Rodrigo, Teresa Ferrer y, especialmente, de Juan Oleza quiero dedicar a todos ellos este artículo.
Como expresaba hace tiempo Joan Fuster pienso que la propia dinámica constitutiva de la estética y el teatro barrocos impiden una homologación abusiva de este concepto aplicado a cualquier zona histórica por mucho empeño mutilado que haya la tradición cultural autóctona. Dice Fuster que «cada parcel-la autonòmica de la Monarquia, encara, conforma la seua peculiaritat barroca... L’anàlisi acurada de les foteses i dels drames de la vida quotidiana més restringidament local ens revelaria igualment que la conducta barroca dels ciutadans de Madrid fou bastant distinta de la dels barcelonins o de la dels valencians. Els problemes particulars de cada "regne" hispànic es feien aleshores més agres i accentuats, en una direcció cada cop més divergent: s’interioritzaven duna manera vidriosa. La dispersió real dels pobles peninsulars malgrat el progressiu uniformisme lingüístic i cultural, era en aquella època potser més viva que mai», Cf. «Un segle excitat», Poetes, moriscos i capellans (València: L’Estel, 1962), p. 131.
«Història, dada i opinió», p. 128.
Ibid., p. 185.
Josep Lluís Sirera, Passat, present i futur del teatre valencià (València: Institució Alfons el Magnànim, 1981), p. 23.