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Tiempo perdido. Algo sobre la mujer [Fragmento]

Rosario de Acuña





Nuestro reino es inmenso, se dilata en las profundidades de la conciencia del hombre, en los oscuros antros de su cerebro, perturbado por el escepticismo, y en los inmensos vacíos de su corazón, vacíos que se llenan, por nuestra innata ternura, de todos los movimientos generosos y nobles que le hacen reconocerse como soberano de la tierra.

Para vosotras también, mujeres, hermanas mias, se levanta mi voz; huid de la emancipación, porque es la ruina de nuestro poder; desde el instante en que el hombre, teniéndonos por camaradas, penetre en los abismos, que hoy desconoce, de nuestros íntimos pensamientos, la tiranía de su poder no tendrá límites, y... ¿Pero á qué decir más sobre este particular? Jamás podrán los dos sexos tenerse por enemigos; somos dos partes de un todo, cuya entidad, invisible á los sentidos y potencias, tiene por única é ineludible misión la reproducción de la especie; y si en las manifestaciones especiales de nuestro distinto sexo puede haber diferenciales condiciones, en el fundamento primordial de la esencia, digo y repito, que son equivalentes las partes de nuestra organización, como corresponde al cumplimiento de nuestro común destino sobre la tierra, siendo, por lo tanto, imposible, que ninguno de los dos sexos contribuya en absoluto, al engrandecimiento ó postración del opuesto, sin que por esto deje de ser cierto que en períodos, más ó menos extensos, sufra ya él uno, ya el otro, las influencias que las organizaciones sociales ó los trastornos fisiológicos impriman á sus individuos.

¡Con cuánta lástima contemplo á esos atrabiliarios enemigos de nuestro sexo! Casi me dan tanta compasion, como asombro los emancipadores... ¡Que no oigan lo que voy á decir! Aquel que coloca á la mujer en las escalas del animal; aquel que, fiándose de sus aparentes inferioridades, la relega al puesto de los irracionales, es la primera víctima de las influencias femeninas; como más confiado, deja más lugar á la astucia de la mujer, y nada tiene de extraño ver á uno de esos detractores del género buscar, como débil niño, el consuelo de algun dolor en brazos de una meretriz, ó vivir atareado en trabajo superior á sus fuerzas para que aquella que, según él, eligió por la necesidad de reproducirse, derroche en fútiles caprichos el capital conseguido con ímprobas mortificaciones. ¡Compadezcamos al desgraciado! En todo caso, sólo merece lástima. Pero, ¡alerta en la lucha que la actual generación emprende contra nosotras y por nosotras!

A pesar de que las leyes de la naturaleza se rigen por principios fijos, y por tanto lo inmutable es su esencial condición; á pesar de que nunca podrán alterarse las diferencias que distinguen, sin inferioridad por ninguna de ambas partes, nuestros opuestos sexos, pudiera muy bien venir un lamentable período revolucionario que nos sumiese por largo espacio de tiempo en las más funestas consecuencias. ¡Alerta, mujeres! Nuestros emancipadores quieren para nosotras la libertad de medios; pero no olvidarse que con ella perdemos la libertad de acción, mil veces mejor que el falso oropel de los aparentes poderes.

Tomad de la escuela emancipadora lo que á nuestros fines nos conviene, es á saber, la instruccion más ámplia. Engolfaos en el estudio para que, en la lucha que entre unos y otros estamos llamados á sostener, tengáis armas de reserva con que defenderos.





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