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Roubaud (1970) ofrece los principales antecedentes literarios a la batalla con el animal en la literatura de ficción. Se pueden añadir ejemplos épicos, como en el famoso tropiezo de Ruy Díaz con el león en el Tercer Cantar del Poema del Mio Cid, o históricos, como en El Victorial (Beltrán 1994: 77-78 y 244-45) o en otros textos biográficos (Gaucher, 1994: 139-47).

 

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Para el episodio de Quirieleysón, véase Bosch (1951-52), que examina la carta de batalla enviada por el gigantón a Tirante, y Beltrán (1994: 76), que lo enraíza con el motivo folclórico y biográfico de la lucha del débil contra el más fuerte.

 

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Para la tradición de la parodia en la literatura caballeresca, relacionándola con Tirante, véase Jewers (1991).

 

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Para las armas y vestimenta militar, véase Riquer (1973 y 1990: 194-97); para la vestimenta cortesana, Riquer (1992: 232-37).

 

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Yo mismo he propuesto unos interrogantes, más que respuestas, sobre el tema (Beltrán [en prensa]).

 

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Riquer (1990: 106-08). Ha sido estudiado en su dimensión histórica de fasto por Oleza (1992: 323-28). Para la dimensión estrictamente teatral véase Grilli (1994).

 

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Artificios semejantes a éstos tuvieron lugar durante grandes solemnidades, como por ejemplo las fiestas de la coronación del rey Martín I, en Zaragoza, el año 1399, o las de Fernando de Antequera, el año 1414, en la misma ciudad, o las fiestas de Lille, en Francia, de 1454; y concretamente la descripción de las fiestas del Tirante pudo estar fundamentada en las históricas bodas del rey francés Enrique IV con Margarita de Anjou, celebradas en Tours, en 1445. El reflejo de la creación de la orden de la Garrotera sería otra vertiente festivo-caballeresca que confluye en la creación del ambiente del Tirante (cap. 85). La versión de Martorell es la más antigua que se conoce —incluidas las inglesas— sobre el legendario origen de la Orden y de la divisa heráldica de las armas de Inglaterra, Honni soit qui mal y pense (Colon 1965; Riquer 1990: 114-20 [y 1992: 102-07]).

 

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Todas las reticencias de Ricomana son simbólicas, para Ruiz-Doménec (1991: 38-45), del miedo de la niña a la penetración forzada por parte del homo brutus que representa Felipe.

 

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Martorell conoció probablemente una versión castellana del cuento, la que transmite el Libro de los exemplos de Clemente Sánchez de Vercial (la relación con el Libro de los exemplos y también con el Novellino fue descubierta por Riquer ([1949]), pero Avalle-Arce (1974) ha comparado los dos relatos y demostrado la superioridad evidente del de Martorell.

 

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Los peligros del Estrecho daban pie a todo tipo de argucias defensivas, incluida la utilización de la magia blanca: compárese con El Victorial (Beltrán 1994: 342-43)

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