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TRAS LA SENDA DE LA MIEL.

CHARRO GORGOJO, Manuel Angel

Ahora, voy a cantar a la miel, esa rosa del aire, ese dulce regalo de los cielos...

(Geórgicas, Virgilio)

La miel fue uno de los primeros alimentos que tomó el hombre al aparecer en la Tierra. Fue el manjar de los dioses, al igual que la ambrosía y elemento indispensable en los ritos religiosos, funerarios y medicinales de muy diversas épocas y culturas.

El primer contacto entre el hombre y la abeja fue debido a uno de los motivos más primarios, su nutrición, pues el hombre primitivo se esforzaba en encontrar alimentos con los que saciar su hambre. La miel ha sido uno de los más nutritivos que la sabia naturaleza le ha proporcionado, aliviando su estómago y siendo remedio de múltiples enfermedades.

ALIMENTO UNIVERSAL

La miel silvestre fue en la Prehistoria un alimento muy apreciado. La posible abundancia de este producto y sus excelentes cualidades dietéticas e higiénicas hicieron de él una importante fuente de recursos alimenticios en el mundo mediterráneo.

La representación de las pinturas de La Gasulla (Castellón), deja constancia de que la miel fue consumida y codiciada por el hombre desde los tiempos más remotos, como lo demuestran la pronta utilización de colmenas artificiales, fabricadas con sacos de cuero u otros materiales, colocadas con ramas en árboles y abrigos naturales. Dams encontró en el abrigo n.° IV de la Ermita del Barranco Fondo (Valencia) escenas de recolección de la miel, cuyas pinturas muestran una tecnología relativamente avanzada procedente de una fase tardía del arte rupestre levantino. Otras escenas rupestres similares se encuentran en la Cueva de la Araña, donde se puede observar una mujer rodeada de abejas que intenta recoger los productos de la colmena (Fig. 1).

La miel, uno de los principales y primeros sustentos del hombre, junto con la leche era considerada el más puro alimento materno. La importancia que tenía la miel en la Antigüedad era enorme, pues ya se utilizaba en Babilonia, en la elaboración de platos en los cuales se combinaban la leche, la miel, el aceite y el sésamo, aunque la que se cita en los textos, según Herodoto (Hist., I) era elaborada con el propio fruto de la palmera y no recolectada en las colmenas. Igualmente narra que en Lidia se fabricaba miel artificial con jugo de tamarisco y trigo (Hist., VIII). Los babilonios hacían de la miel una ofrenda a los dioses muy buscada, porque estos últimos exigían un alimento que no hubiera sido manchado por el fuego. En el siglo VII a. C., Shamash-reshu-ussur, gobernador en el Eufrates Medio, se jactaba de haber introducido la cría de abejas, y a veces la encontramos equiparada a los alimentos básicos de la humanidad, como el vino, el aceite, la leche o los cereales.

Entre los hititas, las escasas referencias que se encuentran de la miel y la cera demuestran que eran consideradas como sustancias muy preciadas, la primera como alimento exquisito, digno de ser ofrecido a los dioses, y la segunda, como elemento de purificación. Textos más recientes, alrededor de 1300 d. C., definen las reglas de la apicultura, precisando las sanciones que deben aplicarse a los ladrones de abejas. La necesidad de reglamentar la cría de abejas hace suponer que tenía una enorme importancia en las civilizaciones del medio oriente, ya que ignoraban otra forma de azúcar.

Los antiguos egipcios conocieron la miel de abeja, que utilizaron para endulzar sus bebidas y alimentos. En un principio recolectaban la miel, la cera silvestre y la resina de terebinto, que iban a buscar a lugares lejanos, equipados con una pequeña lámpara para ahumar a las abejas, lo que dio origen al oficio de recolectores de miel, que gozaba del favor real, pues eran protegidos por los arqueros del faraón cuando marchaban en busca de estos productos lejos del valle del Nilo y de las ciudades, según se describe en el Papiro Harris.

A la miel de primera calidad tenían derecho únicamente el soberano y los sacerdotes. Sabemos que la miel formaba parte de las raciones alimenticias de los mensajeros del faraón y de los portaestandartes bajo la dinastía XIX.

La miel era utilizada en los manjares cocinados para los dioses. Formaba parte de los productos nobles y de los alimentos, los mejores se reservaban para este fin. El consumo de miel tenía lugar con ocasión de las fiestas religiosas, como la fiesta de Thot donde se decía: "Como la verdad es una buena cosa, dulce es la verdad, dulce como la miel que comemos".

Aunque son muchos los textos clásicos que aportan información acerca de la miel, tal vez sean las Sagradas Escrituras donde hallamos la mayor cantidad de pasajes que exaltan las virtudes de este producto. Alimento energético y saludable, exquisito e inalterable, mostraba al hombre las numerosas facetas de sus beneficios. Símbolo de abundancia y prosperidad (Ex. 3, 8-17; 13, 5; II Re. 18, 32), preciado alimento (II Crón. 31,5; Jer. 41, 8; Ez. 27, 17), nutritivo (Mt. 3, 4 = Me. I, 6; Prov. 24, 13) y de excelente sabor (Jue. 14, 8; I Sam. 14, 2628; II Sam. 17, 28-29); constituyen una selección de las sesenta y nueve citas melíficas que recogen los comentaristas bíblicos. No debe sorprendernos la abundancia de referencias, pues las abejas eran en la antigüedad una de las familias de insectos más extendidas por toda Palestina, lo que constituía una importante fuente natural de riqueza, que el hombre obtenía recolectándola.

Antiguamente se creía que la miel era de origen celeste, quizás por sus múltiples propiedades curativas y por la dulzura de su sabor, caía del cielo sobre las hojas de las encinas y sobre las flores de las plantas en forma de rocío y de allí era recogida por las abejas, haciéndose acompañar por los primeros rayos del sol. Así lo narra Aristóteles en su Historia de los animales, y Virgilio en sus Bucólicas admite que la miel es como rocío sagrado que cae del cielo, como don y regalo de los dioses.

Séneca, en una de sus epístolas (LXXXIV), explica que las abejas toman la sustancia de las flores más apropiadas para elaborar la miel, pero no sabe si el jugo que estos insectos extraen de las flores se transforma inmediatamente en miel o si son ellas las que al mezclarlo con su celeste aliento le comunican ese dulce sabor.

Las excelencias de la miel hizo que este producto se transmitiera como alimento digno de los dioses y fuera considerado como un presente de los mismos a la humanidad. Se refleja tanto en la mitología griega como romana. Zeus en persona fue alimentado gracias a un cuerno milagroso que estaba lleno de leche de la cabra Amaltea y de miel del monte Ida; dos ninfas, las Melisas, estaban encargadas del bebé divino, según la leyenda cretense. Meliteo, hijo del dios Zeus y de la ninfa Othrys, Lymo, hijo de Apolo y Euadne y el propio Dionysos, se alimentaron con miel en su infancia.

Si el hombre atribuye propiedades divinas a la miel es debido a su creencia de que las abejas eran de origen divino y el fruto de su trabajo, gozaba de tales propiedades. Por otra parte, si la miel era alimento de dioses, éste preparaba a los hombres en esta vida para la inmortalidad de la otra.

Los discípulos de Pitágoras se alimentaban principalmente de pan y de miel. Ellos apreciaban particularmente la miel, pues veían en las abejas una representación del alma humana; su maestro, había tenido la suerte de tener desde su infancia un régimen a base de miel. Si la miel era tan buena para estos sabios, lo mismo se pensaba para los luchadores. Siendo costumbre durante los espectáculos ofrecer a los vencedores del combate una papilla compuesta de harina de cebada, leche, queso, miel y hierbas aromáticas.

El poder de la miel y sus virtudes han servido para recrear la bella historia de la muerte del viejo filósofo Demócrito. Cuando alcanzó la insólita edad de 109 años, estimando que había vivido bastante, pensó suprimir cada día parte de su ración de miel; y cuando no tuvo más que retirar, se encontraba en plena celebración de la fiesta de Ceres; y como no quiso cometer la incorrección de morirse durante este período, hizo colocar cerca de él un tarro de miel, del cual se dice que no absorbía más que el olor acercándolo a su nariz. Una vez finalizadas las fiestas, se le retiró el tarro y murió.

La mezcla de leche y miel ha sido siempre símbolo de alimento nutritivo y dulce, no sólo en la Biblia, sino también en textos del latín antiguo pagano del siglo I a. C., como refiere Lucrecio (N. R. II, 398-399): "A esto se añade que la miel y la leche dan a la lengua agradable sensación".

Los romanos apreciaban las virtudes calóricas de la miel y los atletas la tomaban regularmente antes de entrar en la arena. Hasta el mismo César no olvidaba hacerse seguir de colmenas con la intendencia de sus armas. Se cuenta que el emperador, invitado a cenar a casa del senador Paulus Rumelius que celebraba su centenario, preguntó a su anfitrión el secreto de su longevidad y le respondió: "De miel el interior y de aceite el exterior". Este es el motivo por el que la miel era tenida en alta estima por los romanos, que ofrecían por costumbre a los huéspedes de clase que les devolvían la visita.

Pero la miel conoció la mayor valoración desde el punto de vista culinario con la civilización romana. Precisamente si hacemos un breve repaso sobre los autores que tratan de la gastronomía, se pone de relieve que la miel formaba parte de la mayoría de los platos. Prueba de ello es que el célebre cocinero Apicio utilizaba la miel en numerosas recetas de legumbres, pescados, carnes y toda clase de postres.

La miel era un producto altamente considerado y necesitado en el antiguo mundo grecorromano, lo que demuestra la gran demanda de mieles de calidad como las producidas en Germania, Sicilia, Norte de África y sobre todo, la famosa miel del Ática como cuenta Plinio. Esta última formaba parte de los diversos regalos que se adjudicaban a los invitados de una cena romana, como relata Petronio en su Satiricón, al realizarse una especie de lotería entre los mismos mediante tarjetas colocadas dentro de una copa. Han sido numerosos los autores de esta época que han escrito obras acerca de la miel, ya sea sobre su elaboración o bien sobre el cuidado y cría de las abejas, siendo considerada por Aliano como "el mejor y más dulce de los alimentos poseídos por el hombre".

PRESENTE DE LOS DIOSES

La miel era una ofrenda corriente entre los cananeos ofrecida a los dioses de los que abomina Yahvé, como se recoge en el Antiguo Testamento (Ez. 16, 19), aunque en el Lev. 2,11 estaba prohibida en el culto a este dios: "Ninguna ofrenda que ofreceréis a Jehová será con levadura; porque de ninguna cosa con levadura, ni de ninguna miel, se ha de quemar ofrenda para Jehová".

Herodoto cuenta, refiriéndose a Egipto, que los animales que se ofrecían en sacrificio se asaban conteniendo un relleno de harina, higos, pasas y plantas aromáticas, amasada con miel, para mayor placer de los oficiantes que los disfrutaban en nombre de los dioses. El importante papel de la miel en las ceremonias se explica porque el hombre recibía los favores de la divinidad y, como pago de su tributo de gratitud, le ofrecía las primicias de sus bienes más preciados.

La miel en el mundo griego además de ser considerada como alimento divino era utilizada como ofrenda a los dioses en caso de enfermedad. Tenía incluso la reputación de apaciguar a Cancerbero, -siniestro guardián de los infiernos representado como un perro de tres cabezas-; éste es el origen por el que durante los funerales se colocaba a veces en las manos del difunto un pastel de miel al mismo tiempo que un óbolo entre sus dientes. Esta costumbre es muy similar a la que tenía lugar en la incineración de algunos difuntos.

La leche y la miel eran ofrendas corrientes a las divinidades agrícolas y de la naturaleza como Pan, Plutón, las Ninfas y Priapo. En sus capillas, situadas en jardines, bosques, huertos, viñedos o fuentes, sus adoradores -campesinos y pastores principalmente-, iban a pedirles la abundancia de sus cosechas o la fecundidad de los rebaños. Pero podían también dedicarse a las que presidían la muerte y se adoraban en los misterios, ya que como fruto del cielo era símbolo de la inmortalidad y de la resurrección.

Estas tradiciones se transmitieron a Roma donde también se ofrecían pasteles y ofrendas elaboradas con miel en ritos como el Oráculo de Trofonios, en Lebadeira (Bocia), donde el consultante del oráculo penetraba en el santuario con un pastel de miel en cada mano para calmar a las divinidades infernales como Démeter y Proserpina o se utilizaba en las ofrendas a los Manes, las almas de los muertos, a veces representadas en forma de serpiente, de miel, vino, leche y flores, siendo a menudo interpretadas, al igual que se utilizaba en el Antiguo Testamento, como símbolo de fertilidad y de vida eterna.

En el culto afrobrasileño los orixás eran divinidades intermedias entre Oxalá (representante del dios supremo del cual él es el hijo) y los hombres. Cada individuo tiene su orixá protector y si no quiere atraer la maldición del terrible Omulu (dios de las epidemias y de la muerte) debe cuidar sin descanso a su santo protector. El pueblo brasileño prepara de modo ritual comidas votivas que ofrece a sus orixás los días de las ofrendas. Entre sus creencias la miel pertenece a las sustancias llamadas rojas del reino vegetal portadora de la fuerza de las divinidades. En la simbología afrobrasileña, la dulzura de la miel está ligada al centro de la tierra. Por eso cuando se quiere que un orixá aparezca sobre la Tierra, es necesario atraerlo por la fuerza de la miel. Para ello se realiza la siguiente ceremonia ritual: el creyente, vestido de blanco, se arrodilla sobre una estera situada en el terreiro (lugar de culto donde reinan los orixás) donde se efectúa la iniciación. Consulta en primer lugar con su orixá; enseguida se frota su cabeza con una pasta hecha de frutos de palmeras y de miel. Es entonces cuando es capaz de acoger a su orixá, porque ha sido purificado por la miel, además la miel le permite entrar en comunicación con la divinidad.

La miel está destinada a apaciguar los caprichos y la cólera de otras divinidades, como Omulu. Y si por azar este dios juzga que la dosis de miel que se le ha ofrecido es insuficiente decide vengarse de sus fieles.

FOLKLORE Y SUPERSTICIÓN

En la iglesia primitiva de África, Roma y Milán era costumbre dar miel a los bautizados, después de recibir la Eucaristía, como símbolo de resurrección. Pues, según una antigua creencia, tenía origen celestial, por suponerlo alimento y bebida de los dioses, al dar a los bautizados este alimento se les daba algo simbólico de su resurrección a la nueva vida de la fe y de la gracia.

En los primeros tiempos del cristianismo se bendecía la leche y la miel para los nuevos bautizados. Los judíos polacos han guardado mucho tiempo la costumbre de disponer un pastel de miel en la cuna de los recién nacidos. Hoy todavía en África negra, particularmente en Costa de Marfil y Senegal, las comadronas tienen la costumbre de frotar con miel los labios del recién nacido después de que haya expulsado con su primer grito la cólera de haber nacido, con el deseo de que sea feliz.

Era también el primer alimento altamente nutritivo con el que solía alimentarse a los niños después de la leche de la lactancia, costumbre que aún pervive en algunos lugares del mundo griego. En Rodas, al niño a los ocho días después de nacer se le coloca por primera vez en una cuna donde otro niño toca sus labios con miel, deseándole que toda su vida sea tan dulce como ella.

En la tradición musulmana, el paraíso es descrito como un país donde manan ríos de agua limpia, de leche no cuajada y de miel purificada. El valor de la miel es muy significativo por la importancia otorgada a la propiedad de las colmenas; así, cualquiera que sea culpable del robo de una colmena verá su capacidad procreadora disminuir, lo que es una de las amenazas más graves que un hombre puede afrontar. Un viejo proverbio musulmán, según el cual el Corán es la medicina del alma y la miel la medicina del cuerpo, viene a confirmar el valor terapéutico de la miel. Mahoma, que había prohibido el vino a sus discípulos, les recomendaba el uso de la miel diciendo: "Come miel hijo mío, no solamente porque es buena para comer, sino también porque es un medicamento muy útil contra un buen número de enfermedades".

En los bautizos hindúes se daba al recién nacido una mezcla de agua, miel, leche y mantequilla, que eran los mejores productos para ofrecer. Los hindúes atribuían a la miel la capacidad de favorecer la elocuencia y los sueños hermosos al mismo tiempo que se utilizaba como filtro de amor y como un amuleto. En la historia hindú el lugar otorgado a la miel se traducía simbólicamente por la prohibición de pasar por la derecha de un vaso conteniendo miel; se debía dar la vuelta por la izquierda para dejarle el lugar derecho, más noble.

Son muy numerosas las tradiciones culturales y religiosas en Madagascar que están ligadas a la miel. Para los Zafimanelos la miel permite establecer un vínculo entre los vivos y los muertos, por lo que se asocia al culto de los antepasados. Los tarros de miel ocupan un sitio en la parte norte de la habitación, considerada como el lugar más noble. Ninguna miel será consumida sin haber permanecido en esta parte sagrada de la habitación donde se reúnen los bienes más preciados. Se observan con mucha frecuencia estatuillas de palisandro representando escenas de recolección de miel (Fig. 2).

Antiguamente, cuando los Táñala encontraban miel en el bosque, depositaban un poco de ella en una hoja de longozo en forma de cuchara, la dejaban sobre el suelo dando gracias a los espíritus con una invocación; pues la miel era propiedad de los espíritus, así como de todos los productos del bosque y su búsqueda y recogida tenía un carácter colectivo. Con idéntico fin, antes de cortar un árbol grueso del bosque depositaban un poco de miel sobre las hojas de amomo. También formaba parte de las ofrendas presentadas a los espíritus de la vida para pedir la curación de las enfermedades.

La miel interviene con frecuencia en ceremonias rituales, como el primer corte de los cabellos de un recién nacido, un mes después de su nacimiento, en luna nueva, entre los Betsileo. Con este motivo, el arroz dividido en catorce porciones es puesto sobre dos hojas de bananero cuya parte de abajo ha sido partida en cuatro trozos. Después con una boñiga de vaca previamente quemada y una cierta hierba que hayan sido situadas sobre la zona central, son regadas con miel. Los cabellos son depositados sobre las porciones y mezclados con arroz y miel con un poco de tierra blanca. La cabeza y la boca del bebé son untadas con esta mezcla y después las mujeres toman estas porciones que serán para ellas una garantía de fecundidad. Una parte de los cabellos del recién nacido es llevada al lugar donde el agua entra en el arrozal del padre, o en el redil de los bueyes o en el tejado de la casa, donde los cabellos serán signo de prosperidad.

En la cultura nande del Zaire la asociación entre el consumo de miel y las relaciones sexuales aparece de manera evidente en numerosos textos, donde la ofrenda de miel a una mujer por un hombre es preludio del coito. Este significado se encuentra en otros contextos narrativos que insisten siempre en el lado agradable de las relaciones sexuales sean legítimas o no; sin embargo, el consumo ilícito y clandestino de miel generalmente por la mujer es signo de adúltera. Un tema que aparece con bastante frecuencia en relatos de origen variado, según Calame-Griaule, es el del intercambio de miel y agua como preludio a un casamiento; estos trueques tienen lugar a menudo cerca de un pozo, y es el extranjero portador de la miel quien pide agua a una joven.

Entre los Dogon de Malí, la miel adquiere el valor simbólico de mediador entre los hombres y las mujeres, ya que representa el amor, el deseo y el placer que se experimenta en las relaciones sexuales. Para ellos, la miel es una sustancia de naturaleza femenina, como todo lo que está ligado a las emociones y a la afectividad, y piensan que la cantidad de miel dada o recibida tiene influencia sobre el sexo del niño al nacer: si es la mujer quien experimenta más placer, tendrá una niña, y un niño en caso contrario.

Algunas prácticas de la vida corriente sólo hallan explicación a la luz de estas concepciones. La miel siempre es recolectada por los hombres y es distribuida según reglas estrictas; el hombre da miel a su mujer y a sus hijos, pero no deberá ofrecer miel a otra mujer que no sea la suya, pues esto equivaldría al adulterio. Una mujer encinta no debe comer miel porque durante su embarazo no debe buscar el placer sexual para sí misma sino que debe continuar teniendo relaciones con su marido para alimentar al feto. Cuando una joven quiere agradar a su prometido, compra miel en el mercado, la mezcla en una pasta hecha de sésamo tostado y machacado y de harina de mijo y la deposita en secreto en su casa; se considera un regalo muy apreciado.

Una leyenda Masai relata la manera por la cual la miel fue revelada a los hombres: "Cuando el creador dio a los hombres los bueyes, Naiterogod, la primera mujer, dio al mundo un hijo, Sindillo, quien vio un enjambre de abejas en un árbol hueco y descubrió la miel que llevó a los suyos. Desde ese día es un alimento esencial de esta tribu africana pues han observado durante mucho tiempo, que el azúcar aumentaba la fuerza muscular, motivo por el que llevan consigo miel salvaje, como único alimento durante sus expediciones".

Una leyenda del Río Beni (Bolivia) cuenta que una mujer se fue un día a recolectar miel salvaje en el bosque. Habiendo divisado un enjambre, trepó a un árbol alrededor del cual zumbaban los insectos y comenzó a extraer miel de la colmena a puñados. Entonces, cuando se apoderaba de los últimos panales, se dio cuenta de que el orificio de la colmena se había estrechado súbitamente y que no podía retirar su mano. Permaneció así suspendida del árbol por el brazo. La miel es un producto divino, del cual el hombre tiene el usufructo pero los dioses conservan la propiedad. Mayas y Lascandones no recogen de las colmenas más que la cantidad de miel que les es necesaria. De cualquier manera el recolector debe dejar siempre en la colmena algunos panales a las divinidades.

La miel protagoniza un buen número de leyendas en el continente europeo. En Cataluña era costumbre que el seis de enero los reyes magos llevaran a los niños de los campesinos miel, queso y leche cuajada; por eso se ha dicho que la noche de Navidad donde Jesús nació, hubo una gran lluvia de miel. Cristo ha venido por otra parte a la tierra para abrir a los hombres el acceso al paraíso, país de leche y miel; la miel es entonces presentada como una golosina de esencia divina. En la provincia de Alicante, la tradición era en otro tiempo mojar castañas, nueces y bellotas cocidas en miel con motivo de la Navidad. Consumiendo miel en Navidad se tiene un gusto anticipado del paraíso. Amades, folklorista catalán, recuerda que para los antiguos los pasteles destinados a la Iglesia debían estar necesariamente rellenos y perfumados con miel. En Cataluña se cuenta todavía que las abejas se habían escapado de las lágrimas de Cristo. Una versión rumana relata que cuando Dios hubo creado todos los animales, los reunió para bendecirlos y darles sus normas de vida. La abeja acudió también, fatigada y herida por su largo camino. En recompensa por su obediencia. Dios decidió que su sangre y su sudor se convirtieran en miel y que su cera se quemara en las iglesias.

En el corpus jurídico medieval existió el "ius primae noctis" o derecho de la primera noche, vulgarmente llamado derecho de pernada. En la práctica se trataba del pago de una cierta cantidad monetaria al señor por el campesino que se casaba. En los casos en que este derecho señorial no fue transformado en un censo más, la ceremonia consistía en que el señor sobrepasaba de una zancada a la novia y recibía a cambio un par de gallinas o un bote de miel. Al señor le debía ser más provechoso convertir esa obligación de su parte en una renta más, que pagarla el novio en el momento de la boda.

En Ucrania durante la Navidad la tradición quiere que se sirvan doce platos en alusión a los doce apóstoles. La comida comienza por la "koutia", que es un plato elaborado en honor de los antepasados. Se compone tradicionalmente de granos de trigo mezclados con miel y de granos de adormidera. Antes de comer este manjar, el cabeza de familia coge una cucharada y la arroja hacia el techo. El número de granos pegados al techo indicará la abundancia de la próxima cosecha. Enseguida cada uno come la koutia en silencio recordando a los que no están.

Durante mucho tiempo los hombres han pensado que la miel era el excremento de las abejas y esta creencia ha dado origen a varias leyendas. Una historia ucraniana cuanta que, un día. Jesús y San Pedro, no habían tenido nada que comer. El apóstol, hambriento, se durmió; durante su sueño. Jesús le tomó sus intestinos y los colgó de un peral. En su sueño Pedro se sorprende de no tener más hambre y los dos viajeros prosiguen su camino. En cada peral encuentran un enjambre colgado; Pedro pregunta a Jesús lo que son estos animales, Jesús le responde que son sus intestinos. Esta leyenda explica una práctica bárbara de la Letonia medieval: cuando se cogía a un ladrón de colmenas, se le ataba desnudo a un árbol donde se encontraban las abejas; se le abría el vientre y se extraían sus intestinos que se enroscaban alrededor del árbol. Se pensaba así restituir al árbol el enjambre robado.

Las leyendas y supersticiones, que prevalecieron durante muchos siglos, han dejado paso a la precisión de la ciencia. La realidad que no se descubriría hasta mucho más tarde es que las abejas recogen el néctar de las flores y lo acumulan en el estómago, donde se transforma en miel. Esta es depositada, regurgitándola, en las celdillas del panal, y servirá de alimento tanto a los adultos como a sus larvas.

La miel forma parte de las ceremonias nupciales tradicionales tanto de los escandinavos como de los magrebíes. En Europa central se decía que era necesario bañar en miel los anillos de los jóvenes casados. Además se le han atribuido propiedades para luchar contra la impotencia sexual, como afrodisíaco y favorecedor de la fecundidad; así en los casamientos marroquíes, los jóvenes esposos se atiborraban de miel antes de su noche de bodas.

En la antigüedad, fueron los Teutones quienes comenzaron con la práctica de la Luna de Miel. Las bodas solamente se celebraban bajo la luna llena y después de la ceremonia, los novios bebían licor de miel durante treinta días. Finalmente, el período inmediatamente posterior a la boda llegó a conocerse con el nombre de Luna de Miel. Mientras el nombre sobrevivió, el propósito cambió, y después del enlace, los novios dejaban su familia y sus amigos para hacer lo que tienen que hacer los recién casados. Hoy la tradición continúa, aunque se incorpora el concepto de vacaciones en un sitio aislado y romántico.

Una tradición que se conserva en los países del Este consiste en derramar en la palma de los recién casados una cucharada de miel que deben lamer recíprocamente antes de tomar juntos la primera comida. De este modo, se dice, el marido sólo levantará la mano a su mujer para acariciarla, la esposa sólo tendrá palabras de amor en sus labios y esto no sucederá solamente mientras dure la luna de miel.

LA MIEL EN LAS CEREMONIAS FUNERARIAS

La utilización de la miel en los ritos funerarios era atribuida a su pervivencia y también a sus propiedades higiénicas y conservadoras (Fig. 3). Los egipcios la utilizaron frecuentemente en la momificación, como prueban las estelas de Deir-ElMedineh, donde se puede leer: "...recolectores de miel aprovisionaban los almacenes". Para este menester era tan necesaria la miel como la cera, que formaban parte de un amplio catálogo de fórmulas embalsamatorias. Asimismo practicaron un tipo de momificación consistente en la introducción de cadáveres en miel.

Hornero nos habla de la miel empleada en la conservación de cadáveres que no podían ser incinerados de inmediato, y Nepote atribuye a los espartanos la práctica de este tipo de embalsamamiento para los cadáveres de sus reyes. En la antigua Grecia, se embalsamaba en miel los cadáveres de los niños, e incluso, de ciertos grandes personajes que no se querían incinerar directamente -y que deberían tener un gran poder económico, dada la consideración de la miel como producto de lujo- o de quienes se pretendía que su conservación fuera eterna, como cuenta Varrón. Seguían este sistema desde los tiempos homéricos, como se desprende de un pasaje de la Ilíada, donde Tetis vierte néctar y ambrosía en las fosas nasales de Patroclo para que no se corrompa.

Esta costumbre quizá tenga su origen en Asia Menor y Anatolia y fue transmitida a Grecia a través de Creta. En las fuentes clásicas, encontramos más ejemplos sobre el ritual funerario de embalsamar los cadáveres con miel, aunque el personaje más famoso tratado con este producto sea el del caudillo macedonio Alejandro Magno, como cuenta el poeta Estacio. Varios historiadores citan igualmente esta práctica en el caso de los babilonios y de los judíos. En Las guerras judaicas, Josefo evoca el caso del rey Aristóbulo, cuyo cuerpo fue guardado mucho tiempo en Siria embalsamado con miel, hasta que Marco Antonio lo envió a Jerusalén para ser embalsamado en el sepulcro de los reyes. Aunque no se trataba de proteger definitivamente los cadáveres como hacían los egipcios, era el medio de evitar su descomposición.

En las fiestas del solsticio de invierno, los hopees de Arizona enterraban simbólicamente el año viejo, con el mismo espíritu que las celebraciones celtas de Samain, pero con una merienda general de miel y harina.

Los días santos y las festividades judías son ricos desde el punto de vista simbólico, y en el alimento reside una parte muy importante de este simbolismo. Uno de los diez días santos más solemnes del año judío es el Rosh hashanah (el Día del Juicio) que se inicia con la preparación del challah (dos piezas de pan) decorado con escaleras o pájaros en la parte superior como mensajeros que llevan al cielo las oraciones de la familia. El padre de familia distribuye entre sus hijos pan y rebanadas de manzana mojadas en miel como símbolo de buen presagio para el Año Nuevo.

LA MIEL EN LA MEDICINA POPULAR Y EN LA COSMETICA

En el Antiguo Testamento podemos encontrar en la miel uno de los primeros remedios curativos para la visión como es narrado en el pasaje bíblico (I Sam. 14, 24-30) donde Saúl hizo prestar al pueblo un juramento, diciendo: "Maldito el hombre que tome alimento antes de la tarde, hasta que yo me haya vengado de mis enemigos", pero su hijo no lo había oído por lo que alargando la punta del bastón que tenía en la mano, le metió en un panal de miel, se lo llevó a la boca y sus ojos se iluminaron.

La descripción de recetas de medicamentos, empleo de ungüentos que aplicaban con fines cosméticos y apósitos a partir de miel, atestigua la importancia de este producto por los sumerios hallada en las Tablillas de arcilla de la Cultura Mesopotámica en Nippur (Irak).

En el Antiguo Egipto, la miel era utilizada como excipiente suavizante en terapéutica del ojo, para cuidar los vasos y los pulmones, servía en ginecología y entraba en la composición de numerosos remedios. Los enfermeros la utilizaban en la mayor parte de los apósitos. Asimismo se menciona en un papiro fechado entre los años 1200 y 1100 a. C. tapones vaginales, untados con cola de acacia, miel y excrementos de cocodrilo lo que constituye un anticonceptivo de excelente calidad. En Luxor se elaboraba un remedio basado en azafrán que contenía una porción importante de miel; en algunos casos la miel servía para endulzar el gusto de los medicamentos, preparados a partir de plantas poco agradables de consumir. El Papiro de Ebers, que data de 1600 a. C., es considerado el documento más antiguo que trata de la miel en las curas médicas y se prescribía para curar las heridas, el estómago y facilitar la salida de los orines. En el Papiro de Hearts se detallan numerosas prescripciones y recetas cosméticas, entre las que figuraban unas para eliminar el vello superfluo con mezcla de resinas y miel, reafirmar las carnes mediante el polvo de alabastro, de natrón y sal del norte mezclado con miel. Igualmente, fabricaban preparados sobre la base de sal marina mezclada con miel y carbonato sódico que aplicaban sobre el rostro para realzar su color. También se refieren fórmulas con miel para el cuidado de las uñas del pie. La miel constituía un producto fundamental que, en distintas combinaciones con la cera de abejas, se utilizaba en rituales mágicos y en la elaboración de pomadas.

En Textos de magia en papiros griegos podemos comprobar su consideración como una sustancia mágica, como se lee en el siguiente encantamiento: "Toma conjuntamente dos de tus uñas y todos los cabellos de tu cabeza y deifica un halcón en leche de una vaca negra mezclada con miel ática ".

Observamos que la miel adquiere categoría divina, proporcionando al hombre algunas de las cualidades de la divinidad con la que tiene conexión. Los más prestigiosos médicos griegos creían en los efectos mágicos de ciertas extrañas sustancias, la miel era una de ellas, y se recurría a ella para todas las cuestiones de la vida, muerte, salud y enfermedad. Se hallaba estrechamente unida con la religión y el arte de curar y era por tanto practicada por los sacerdotes en los templos.

Los sabios de la antigüedad clásica atribuían a la miel virtudes soberanas y universales. Aristóteles en su Historia de los animales, concede una atención extraordinaria a la miel, aportando los primeros datos científicos y elaborando el primer formulario de recetas medicinales sobre la base de miel, en el que especifica sus propiedades terapéuticas, catalogándola como "remedio para las infecciones de la piel, llagas y supuraciones".

Se utilizaba sola o mezclada con otras sustancias medicinales, sirviendo para curar heridas, envenenamientos o afecciones del pecho, la nariz, los ojos y las orejas según Gil. En la antigua Grecia, un soldado ciego que consultó el oráculo de un templo de Esculapio sobre el medio de curar su ceguera, recibió el consejo de frotarse los ojos durante tres días con una pomada hecha de sangre de gallo blanco y miel, tal remedio le devolvió la vista, según cuenta la leyenda. Igualmente junto con órganos de animales para tratar la epilepsia y cita a Alejandro de Tralles que menciona un remedio para tratar esta enfermedad compuesto de orina de jabalí, secada al humo, diluida en vinagre y miel.

Concedida a los hombres, según Ovidio, por la ninfa Cloris, la miel era y sigue siendo actualmente utilizada en medicina por sus poderosas cualidades antisépticas, ya que no deja desarrollarse en ella ningún organismo, de aquí que fuese un extraordinario conservante de frutos y también de ahí su relación con la inmortalidad, puesto que mantenía las características de los productos que en ella se introducían, sin permitir su putrefacción. Por eso se utilizaba para embalsamar y conservar restos orgánicos, detalle que nos narra Plinio al referirse al hecho de que la piel de la salamandra era usada como antídoto contra las quemaduras y decía que ciertas partes del animal conservadas en miel estimulaban el apetito sexual. Este mismo autor menciona que el hidromiel, mezcla de agua y miel, se recomendaba como medicamento para los enfermos que padecieran tos, afecciones de garganta, oído y pecho.

Por medio de la miel se favorecía la dentición de los niños aplicándola a las encías espolvoreada con diente de delfín molido (Plinio, Nat. Hist., XXXII, 137). Un remedio eficaz contra el mal aliento era cebada tostada espolvoreada de sal y miel, además esta mezcla mantenía los dientes blancos y perfumaba el aliento; mientras que los vómitos de sangre se curaban en el santuario de Asclepio (Lebena) con una mezcla de miel hecha con pasta de los piñones con que se aviva el fuego sagrado de los altares.

En la Roma imperial, otra de las aplicaciones de la miel era la preparación de cosméticos y productos de belleza para las mujeres siguiendo las fórmulas legadas por los griegos. Para ello, suavizaban su piel con baños de leche y salvado. Además inventaron pastas suavizantes que aplicaban sobre el cabello y el rostro. Se componían de pan empapado en leche o harina de centeno y de miel, considerándose como las precursoras de las mascarillas de belleza actuales. Las matronas romanas antes de acostarse, se aplicaban máscaras de belleza con leche, miel y especies aromáticas. Una de las más famosas fue la Masca Poppaea hecha de harina, mezclada con leche de burra y miel en honor a la esposa de Nerón, que la utilizó para prevenir la formación de arrugas. Este cosmético con miel fue utilizado por las patricias romanas durante siglos.

El poeta Ovidio aconsejaba a las mujeres preocupadas del cuidado de su belleza, para dar tersura y brillantez al rostro, una crema a base de cebolla, narciso y miel. Igualmente recomendaba una mezcla de mirra grasa, goma arrancada de la corteza de los árboles y miel. Antes incluso que Ovidio, los egipcios habían recurrido a la miel para la belleza de las mujeres. Para no dejar crecer las cejas y conservar los ojos bellos, se aconsejaba lavarse durante tres meses las cejas con miel mezclada con agua y estiércol de cocodrilo, ungüento típico de los que vivían en las orillas del Nilo. Se cuenta también que la belleza de Cleopatra era mantenida con electuario dorado, un medicamento constituido de una mezcla de polvos de perlas finas y de miel.

El gaditano Columela nos habla del uso medicinal de la miel para combatir enfermedades de los ojos, curar heridas, mordeduras de serpientes venenosas y las intoxicaciones producidas por setas venenosas, y señala en que proporciones deben incorporarse ciertos productos como el "vino mulso", mezcla de vino y miel, muy recomendado entonces en las dietas de niños, convalecientes y ancianos.

Para los dolores de cabeza, se utilizaba miel diluida en agua fría de rosas; quizás basado en el aforismo de Séneca: "De la cabeza viene la buena salud" (De clementia, 2, 2).

A mediados del siglo I de nuestra era, el galeno griego Dioscórides estudió exhaustivamente la miel y sus aplicaciones desde el punto de vista médico, considerando a este producto como una panacea prácticamente universal:

"... tiene la miel la virtud de mundificar, de abrir los poros y de atraer los humores. Por donde suele ser conveniente así en las llagas sucias como en las hondas. Cocida la miel y aplicada conglutina los labios apartados en las heridas..., quita los zumbidos y dolores de los oídos instalada en ellos tibia con un poco de sal mineral molida..., resuelve todos los impedimentos que ofuscan y oscurecen la vista. Es remedio de la garganta..., procura la orina, ablanda la tos..., sirve también contra los hongos mortíferos y contra mordeduras de perros rabiosos si se bebe... ".

En su Materia Médica, obra traducida por el doctor Laguna, se describen prácticas de uso cosmético en las que se utilizan ingredientes de origen animal, vegetal y mineral. Asimismo, atribuye a la mezcla de ajo con miel múltiples propiedades, entre ellas menciona su acción anti-caída del cabello, despigmentante y calmante de las rojeces cutáneas. Sus obras fueron punto de referencia para médicos y farmacéuticos de la Edad Media y del Renacimiento, quienes continuaron usando la miel como medicamento y cosmético.

Los escritores latinos Plinio y Varrón aluden en sus escritos al amplio uso que los romanos hacían de la miel, a la cual consideraban un producto de celestial dulzura, que empleaban en alimentación, terapéutica y cosmética. El primero en su Historia Natural, la ensalza con las siguientes palabras: "...No hay cosa más suave ni más provechosa para librar a los hombres de las enfermedades y de la muerte, que este divino néctar". Del mismo modo, recoge en sus escritos la lista más exótica de materias primas empleadas en la fabricación de cosméticos en la que no podía faltar la miel de abejas, que era usada como fijador de ungüentos.

En la Edad Media, cuya práctica farmacéutica se fundamentaba en las obras de Dioscórides y de Galeno, se elaboraron fórmulas cosméticas con miel y productos relacionados con la cera de las abejas. A raíz de la genial idea de Galeno de mezclar aceites y grasas con agua, con la obtención de una crema, se inició un incesante desarrollo en la elaboración de formulaciones cosméticas que aún perduran en nuestros días. Como dato curioso de este período, uno de los productos cosméticos muy extendidos actualmente, como los lápices labiales, lo debemos a un personaje femenino, Trótula de Rugero, cuyo preparado era jugo de remolacha, agua de rosas y miel.

El alquimista y escritor Raimundo Lulio, en varias obras dedicadas a la medicina, hace alusión frecuente a la miel como uno de los remedios naturales que Dios, a través de las abejas, ha puesto en la naturaleza para que los hombres aligeren la pesada carga de muchas enfermedades y alivien sus dolores.

"La fiebre, manifestación de un mal de la naturaleza humana, encuentra su remedio muchas veces en el celestial bálsamo de la miel" (Lib. febr. ep. I, 27).

Gracias a Al-saqati, autor malagueño de un manuscrito del siglo XI de la Hégira se sabe que la miel se usaba en confitería, farmacia y cosmética. Además, nos describe algunas de las recetas por él fabricadas, en que la miel aparece como elemento indispensable:

"Para disimular las pecas: jabón de raíces de cañas, almendras amargas, alcarceña, habas y pipas de badeha amasadas con miel. Para quitar padrastros: vinagre, miel, almartage u óleo de rosas y almendras amargas".

Las aplicaciones de la miel en el campo de la medicina expresadas por los clásicos se convirtió en paradigma irrefutable, cuya validez no se cuestionó hasta los descubrimientos del siglo XIX.

En el mundo islámico, hallamos la pervivencia de las ideas aportadas por los autores clásicos, pues para casi todas las enfermedades la miel era remedio eficaz. En el Corán, sura 16, 68-69 se dice: "Del abdomen de las abejas sale un líquido de diferentes clases, que contiene un simpar remedio para la salud de los hombres".

El viajero y escritor árabe Ibn Battuta (siglo XIV), parece haber hecho uso del poder afrodisíaco de la miel, si creemos en sus escritos. En todos los harenes, la miel figuraba entre los productos base de la alimentación. Se recomendaba tanto para prevenir las enfermedades como para despertar los ardores sexuales; para este último uso las recetas más corrientes la asocian a la leche de nuez de coco. Las recetas más famosas para luchar contra la sífilis eran por el contrario de las más extrañas: se aconsejaba añadir a la miel siete especias, aceite, cebollas, pasas y la mitad de una cigüeña cocida con ajo.

La miel, en estado puro, es considerada como un medicamento cuya utilización es frecuente en un gran número de enfermedades. Entre los Mayas antiguos y modernos, el valor terapéutico de la miel destilada era conferir el poder de restablecer el equilibrio térmico del paciente resfriado por su mal.

En 1513 el agrónomo Alonso de Herrera, en su "Agricultura General", dio a conocer de forma exhaustiva un amplio catálogo de aplicaciones curativas de la miel, entre las que merecen ser resaltadas las siguientes:

"Untando la cabeza con miel se matan piojos con liendres ".

"Miel con sal sabe mal y sirve para untar los pezones de las tetas y para destetar a los niños ".

"Mezclando miel con sal y echada en las orejas aviva el oído ".

"La miel con agua caliente es purga segura ".

"Untando el rostro de miel se quita el paño".

"Haciendo gárgaras con miel se desflema la garganta ".

En 1574, Giovanni Marinello publica en Venecia Los ornamentos de una mujer, donde describe múltiples y variados usos de la miel en preparados cosméticos para el cuidado de la piel, cabello, ojos, manos y labios.

Durante el Siglo de Oro se consideraba a la miel como substancia empleada como afeite o como ingrediente en la composición de los mismos, para embellecer el rostro de las mujeres. La utilización de cosméticos para obtener o realzar la belleza se convierte en un terrible sacrilegio, pues con ellos se intenta mejorar la obra de Dios que, por definición, es perfecta. Pero el argumento más poderoso para disuadir a las mujeres de su afición a los cosméticos, por parte de los moralistas y escritores, es recrearse en describir los terribles tormentos que sufrirían en el infierno por alterar la obra divina.

En el siglo XIX, durante el Romanticismo literario, entre ciertas élites cultivadas se producía un movimiento de rechazo a la nueva sociedad en la que imperaba el espíritu mercantil, mezquino en sus principios e impregnado por el sórdido interés. Este movimiento apelaba a una revolución de los sentimientos, a la exaltación de lo privado, de lo irracional, a una existencia poética romántica, poblada de espectros de ultratumba, de figuras surgidas del delirio, de escenas misteriosas, de situaciones lejanas y ruinosas. La mujer debe ser virginal, transparente y con ojeras. Como en siglos anteriores se siguen elaborando mascarillas caseras formuladas con miel, huevos y carne cruda, a los que se les añaden el vinagre y el limón, que se convierten en aditivos habituales en los preparados cosméticos, en aras de conseguir la ansiada palidez enfermiza, que traducía su estado de ánimo, propio de su alma romántica.

Sólo me resta recoger y reproducir algunos remedios caseros que en el ámbito hispánico se suman al resto de testimonios que indican la predilección de la miel por la terapéutica. Para curar las lombrices las curanderas de Mos (Pontevedra) administran al enfermo dos cucharadas, una por la mañana y la otra por la noche, de la siguiente medicina: zumo de limón, aguardiente de caña, miel y azúcar. Los orzuelos se curan con emplastos de miel y levadura de pan. Con miel, vino, romero, hierba luisa y laurel se combaten los catarros. Para la conjuntivitis se aplica sobre el ojo enfermo una corteza de pan quemado, embadurnado de miel y vinagre.

En Yebra (Guadalajara) para combatir los dolores de reúma se aplicaba un majado de ajo con miel en forma de emplasto. En Canarias se emplea miel en el tratamiento de las escrófulas. En el País Vasco se hacen gárgaras con agua de malvavisco y miel para aliviar las anginas. Se toma miel para las airades en Cataluña. La bronquitis se combate con flor de saúco y miel en Valencia. Vahos de flor de saúco, miel e higos hervidos en vino se recomiendan para el constipado.

La miel posee un gran poder antibiótico, antiséptico y emoliente que ha hecho que sea utilizada, desde siempre, en el tratamiento de heridas, quemaduras, úlceras, etc., debido a su contenido de una substancia de origen antimicrobiano denominada inhibina. Por esta razón, la miel forma parte de la formulación de muchas cremas cosméticas y jabones de tocador.

Por su excelente tolerabilidad y la gran cantidad de elementos que contiene nutre la piel, elimina enrojecimientos y grietas, protege la piel de los agentes externos y proporciona los nutrientes necesarios para mantener la elasticidad. También se utiliza en preparados cosméticos a base de miel para suavizar las pieles excesivamente expuestas al sol o al aire, pues devuelve a las pieles resecas y cuarteadas la elasticidad y la frescura evitando que se descame por irritación excesiva o deshidratación.

Es bien sabido que la miel ha ocupado un lugar singular en la cultura de los hombres y no debe nada a la invención humana. Privilegio de los dioses, la miel es una sustancia muy apreciada por el hombre, no solamente por su utilidad alimenticia, sino también para asegurar la benevolencia divina. La miel, símbolo universal de la dulzura y de la elocuencia, permite a los dioses afirmar su inmortalidad, y a los hombres alcanzar los dones de la sabiduría y ganar el cielo.

Pero ¿cuál es la parte de la realidad y la del mito en tales aseveraciones sobre las virtudes de la miel? Como colofón recordar un viejo proverbio latino: "La miel es remedio para todo; pero sólo el amor no puede curarse con miel".

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