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31

La cursiva es mía.

 

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Lo primero que se señala en este relato es la lejanía respecto del pueblo, en la que vive el indio «vencido y maniatado por la civilización». El cuento se centra en un indio dócil, curandero, que representa la resignación de su pueblo en derrota. Nótese que lo contrasta con otro indio, colérico, que terminará matándolo por exceso de ignorancia, de bestialidad, un resabio inevitable de su origen (el narrador otorga al primero las cualidades del sabio: es quien puede curar y quien tiene humanidad). En el carácter «primitivo» del segundo nacerá la sospecha de que el curandero lo traiciona por una antigua rivalidad amorosa de la que él había salido vencedor. Juan Pedruzco, el indomable, acuchilla al indio «distinguido e inteligente» pero además, consigue escapar del disparo de revólver hecho por la mujer de la víctima, huyendo «por los campos sin límites».

 

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Esta simbiosis está representada, en varias ocasiones, por la metáfora del centauro para referirse al indio a caballo.

 

34

La frase que cierra el cuento lo revela nítidamente: «Era la fuga de la barbarie por los campos sin límites, que extendían su silencio como una eternidad» (151).

 

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En el capítulo IV Rama sostiene que los intelectuales trasladaron «la naturaleza a un diagrama simbólico, haciendo de ella un modelo cultural operativo donde leer, más que la naturaleza misma, la sociedad urbana y sus problemas, proyectados al nivel de los absolutos. Lo hicieron sagazmente los dos mayores poetas de la modernización, Rubén Darío y José Martí, quienes construyeron estructuras de significación, más engañadoramente estéticas en el primero y más dramáticamente realistas en el segundo» (Rama 1995: 70).

 

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«Y los grupos llenos de resignación, sentados en círculo alrededor de la lumbre, conversan perezosamente, absorbiendo por cánulas de metal el jugo oloroso de la hierba mate» (Ugarte 1933: 142, cursivas mías).

 

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Esto puede verse en el fragmento citado en la nota a pie anterior a ésta, en particular en el uso del sustantivo colectivo «los grupos». Además, resulta significativo que el único calificativo con connotación positiva atribuido al indio más rebelde, sea aquel que se corresponde con su carácter de fuerza de trabajo: se dice que «mientras tejía laboriosamente sus cinturones, Marcas erraba por la llanura recogiendo las raíces misteriosas que sólo él sabía distinguir» (Ugarte 1933: 143).