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1

Guillermo Díaz-Plaja: Las estéticas de Valle-Inclán. Gredos, Madrid, 1965, p. 39.

 

2

Recuérdese a este respecto lo que apunta Ramón J. Sender en su libro Valle-Inclán y la dificultad de la tragedia, Gredos, Madrid, 1965, p. 68: «Podríamos hablar de dos Valle-Inclán, el del deliquio y el realista procaz, que andan juntos e inseparables. Lo mismo que en Góngora hay dos niveles y maneras opuestas, la de las letrillas y romancillos de fondo popular que a veces toman formas de una suciedad sorprendente (en Lo que lleva el río Esgueva, por ejemplo) y la de las Soledades y Polifemo, donde la aspiración a la pureza lleva la expresión a extremos de una vaguedad y sutileza casi incomprensible. Del mismo modo, se puede hablar de esos dos Valle-Inclanes aparentemente opuestos y finalmente complementarios que logran la estupenda síntesis de lo feo-sublime ibérico.»

 

3

Valle-Inclán: Obras completas. Biblioteca Nueva, Madrid, 1944, t. II, páginas 1597-1599

 

4

Sobre este tema, el de los antecedentes del esperpento, vid. el citado libro de Díaz-Plaja: Las estéticas de Valle-Inclán, en el que se recoge la bibliografía pertinente y se estudian la posible raíz gallega y el «ingrediente madrileño» de tal recurso.

 

5

José F. Montesinos: Valera o la ficción libre. Gredos, Madrid, 1957, página 120.

 

6

Vid sobre esto mis estudios sobre perspectivismo literario, especialmente los recogidos en el volumen Perspectivismo y contraste. Gredos, Madrid, 1963.

 

7

Vid. G. Díaz-Plaja: El reverso de la belleza. Barna, Barcelona, 1956.

 

8

Fray A. de Guevara: «Epístolas familiares», en Biblioteca de Autores Españoles, tomo XIII, p. 84, b.

 

9

Idem, p. 190.

 

10

Díaz-Plaja, en su citado libro Las estéticas de Valle-Inclán, alude a este punto y cita un artículo de R. Carballo Calero, en el cual se enlaza «el esperpento valleinclaniano con las jácaras quevedescas», pp. 82-83, nota 43.