Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoSegunda parte

Vida y costumbres de los turcos



ArribaAbajoCapítulo XV

La religión


JUAN.-  Es tanto el gusto que con lo que anoche nos contastes de vuestra peregrinación resçibí, que no veo la hora que volvamos a la plática, y ansí si os paresçe, entretanto que se haze hora de comer, querría nos contásedes algo de lo que anoche nos prometistes de la religión y costumbres de los turcos que no entiendo, que no será menos deleitable y sabroso que lo pasado.

PEDRO.-  Eso haré yo de muy buena gana y para que desde el principio sepáis todo lo que cerca de su religión y costumbres tienen començaré por la circuncissión que es el primer acto della. Para atraher Mahoma a su vana secta a los simples que le siguieron, ordenó su Alcorán tomando de la ley de Moysén y de la nuestra sancta, de cada una lo que conosçió ser más apacible y agradable a la gente. De los judíos tomó el circuncidar a los niños, pero con esta diferencia: que como ellos los circuncidan a los ocho días recién nacidos, los turcos no hasta que tienen siete o ocho años: y aquel día hazen con sus padres gran fiesta combidando a todos los conocidos y parientes. Y el que es hijo de hombre principal no le llevan a la mezquita a circuncidar, sino en casa de sus padres se haze, y hazen un vanquete de muy delicadas viandas, y los más ricos matan un buey, en el qual desollado y abierto meten una oveja y en la oveja una gallina y en la gallina un huevo y todo junto se asa en la calle con gran fuego. A la noche, estando en la cena, llega el alfaquí que ha de circuncidar al niño, y con unas tenacicas amortéçele el pellejo del prepucio y después por quitarle el miedo dice que otro día lo acabará y apártase dél y luego dando a entender que se le ha olvidado alguna cosa perteneciente a la circuncissión, llégase a él y de presto córtale el prepucio poniendo encima un poco de sal y membrillo y desde allí adelante se llama mussulmán, que quiere decir circuncidado. El día de la circuncissión no les ponen los nombres, sino el día del nacimiento, que son desta suerte y primero, de los Reyes, Tsuleimán, que quiere decir Salomón; Tsultán Tselim, Príncipe de paz; Murathbegh, señor deseado; Mustafá y semejantes son nombres de señores; y Haderebrain, Sinam, Rustam, Pirin, de capitanes; y Yspalabar, tsular, eminler, hebran, momni, mehemet, alli, ahmat, tcielebi, paracit, charsum, bursoref de señores de más baja condición; a todos los otros, Mursaionuz, tschender, perhat, ferro. A los esclavos y prisioneros y moços por la mayor parte llaman cheremet, que quiere decir agudo. Continuando después el convite por tres días, llevan el circuncidado al baño con gra(n)díssima pompa. Quando vuelve a su casa pasa por medio de los convidados, los quales le presentan quál un vestido de seda, quál una taça de plata, otros dineros y también cavallos. Las mugeres no son circuncidadas. Y quando algún christiano se vuelve moro de su voluntad y quiérese circuncidar, que acontece muy ordinariamente por la gran carga de tributos que sobre sí tienen, a este tal llévanle por todas las calles de la ciudad con grande honra y alegría del pueblo tañendo un atambor, y del día que se circuncida no paga más tributo al Rey.

JUAN.-  Pero ¿no se dicen algunas palabras ni nada? (Pues no) estamos muy ocupados al presente (quiero que) me saquéis de una duda en que me tiene puesto mi entendimiento, y es que quando un turco pide a un christiano se vuelva a su perversa secta, de qué modo se lo pide y el orden que tienen, que estarán seguro de él para le tomar y la legalidad y juramento que conforme a su seta le toman.

PEDRO.-  Toda su secta consiste en que, alzado el dedo, diga tres vezes estas palabras; aunque no se çircunçidasse queda atado de manera que si se volviese atrás le quemaran: la Ila he hilda da Mahamed resulula.

JUAN.-  ¿Qué quiere dezir?

PEDRO.-  Que Dios es criador de todas las cosas, y no hay otro sino Él y Mahoma junto a Él, su Profeta, que en su lengua se dice acurzamam penganber: último propheta.

JUAN.-  ¿Y qué confesión tienen?

PEDRO.-  Ir limpios quando van a hazer su oraçión, que llaman zala, y muy lavados; de manera que si han pecado se tienen de lavar todos con unos aguamaniles, arremangados los brazos; y si han orinado o descargado el vientre, conviene que vayan lavadas lo primero las partes baxeras.

JUAN.-  ¿Y si es imbierno?

PEDRO.-  Con agua caliente; no puede nadie ir a la neçesaria si no lleba consigo un jarro de agua con que se limpie, como nosotros con paño. Si con papel se limpiasen es uno de los más grabes pecados que ellos tienen; porque dizen que Dios hizo el papel y es malo hazer poco caso dél; antes si topan acaso un poco de papel en suelo, con gran reberençia lo alçan y lo meten en un agujero, besándolo y poniéndolo sobre su cabeza.

JUAN.-  ¿No hay más fundamento deso?

PEDRO.-  No cabe demandarles razón de cosa que hagan, porque lo tienen de defender por armas y no disputar. Lo mesmo hazen si topan un bocado de pan, diçiendo que es la cara de Dios. La boca, brazos y narizes y cabeza se han de labar tres vezes y los pies.

JUAN.-  ¿Qué iglesias tienen?

PEDRO.-  Unas mezquitas bien hechas, salvo que ni tienen sanctos ni altar. Aborresçen mucho las figuras, teniéndolas por gran pecado. Están las mezquitas llenas de lámparas. En lugar de torre de campanas tienen una torreçica en cada una mezquita, muy alta y muy delgada, porque no usan campanas, en la qual se suben una manera de saçerdotes inferiores, como acá sacristanes, y tapados los oídos, a las mayores vozes que pueden llaman la gente con este verso: Exechnoc mach laila he hillala, calezala calezala, etc. No se les da nada, sino son saçerdotes, ir a las mezquitas como acá, sino donde se hallan hazen su oraçión, y los señores siempre tienen en sus casas saçerdotes que les digan sus horas.

JUAN.-  ¿Quántas vezes al día lo hazen?

PEDRO.-  Çinco, con la mayor devoçión y curiosidad; que si ansí lo hiziésemos nosotros, nos querría mucho Dios. La primera oraçión es quando amanesçe, que se llama sala namazi; la segunda a medio día, uile namazi; la terzera, dos horas antes que el sol se ponga, iquindi namazi; la quarta, al punto que se pone, acxam namazi, la postrera, dos horas de noche, iatsi namazi. De tal manera entended que oran estas çinco vezes, que no queda ánima viba de turco ni turca, pobre ni rico, desde el emperador hasta los moços de cozina, que no lo haga.

JUAN.-  ¿Tienen reloxes, o cómo saben esos saçerdotes la hora que es para llamar la gente?

PEDRO.-  Para sí tienen los de arena, mas para el pueblo no los hay, como no haya campanas.

JUAN.-  ¿Pues cómo sabe la gente qué hora es?

PEDRO.-  Por las oraciones, poco más o menos. Quando a la mañana oyen gritar, ya saben que amanesçe; quando a medio día, también saben qué hora es; y ansí de las otras horas; de manera que si quiero saber qué hora es, conforme, poco más o menos de día, pregunto:¿Han cantado a medio día?; respóndenme: Presto cantarán o rato ha que cantaron. Y no penséis que cantan en una o dos mezquitas, sino en tresçientas y más, que hunden la çibdad a bozes más que campanas. Lo mesmo hago de las otras horas; pregunto si han cantado al quindi, que es la oración dos horas antes que el sol se ponga, y conforme aquello sé la hora que es. Congregados todos en la mezquita, viene el que llamaba y comienza el mesmo salmo reçado, y todos se ponen en pie muy mesurados, vueltos hazia mediodía, y las manos una sobre otra en la çintura, mirando al suelo. Este saçerdote que canta en lo alto se llama meizin; luego se levanta otro saçerdote de mayor calidad, que se llama imam, y dize un verso, al qual responde el meizin, y acabado el verso todos caen de ozicos en tierra y la vesan, diçiendo: Saban, Alá, saban Alá, sabán Alá, que es: Señor, misericordia; y estánse así sobre la tierra hasta que el imam torne a cantar, que todos se levantan, y estos hazen tres o quatro veçes. Últimamente, el imam comiença, estando todos de rodillas en tierra, a dezir una larga oratión por la qual ruega a Dios que inspire en los christianos, judíos y los otros, a su manera de hablar, infieles, que tornen a su seta, y oyendo estas palabras todos alzan las manos al zielo diziendo muchas vezes: amin, amin; y tócanse todos los ojos y barba con las manos, y acábase la oratión.

JUAN.-  ¿Y çinco vezes hazen todo eso cada día?

PEDRO.-  Tantas. Mirad qué higa tan grande para nosotros, que no somos christianos sino en el nombre.

JUAN.-  ¿Qué fiestas çelebran?

PEDRO.-  El viernes cada semana, porque dizen que aquel día nasçió Mahoma. Tienen también dos pascuas; la mayor dellas es en la luna nueba de agosto, que dura tres días, y toda una luna antes tienen su quaresma, que dura un mes, y la llaman ramazán.

JUAN.-  ¿Y ayunan esos días?

PEDRO.-  Todos a no comer hasta que vean la estrella; pero estonçes pueden comer carne y quanto quisieren toda la noche.

JUAN.-  ¿Y qué significa ese ramazán?

PEDRO.-  Los treinta días que Mahameto estubo en ayunos y orationes esperando que Dios le embiase la ley en que habían los hombres de vibir; y la pascua es quando baxó del çielo un libro en el qual está toda su ley que llaman Curaham.

JUAN.-  ¿Con quién diçen que se le embió Dios?

PEDRO.-  Con el ángel Gabriel. Tienen este libro en tanta veneraçión, que no pueden tocar a él sino estando muy limpios y lavados o con un paño envuelto a las manos. El que le tiene de leer es menester que tenga resonante voz, y quando lee no le puede tener más abajo de la çintura, y está moviendo todo el cuerpo a una y a otra parte. Dizen que es para más atençión. Los que le oyen leer están con toda la posible atençión, abiertas las bocas.

JUAN.-  ¿De manera que ellos creen en Dios?

PEDRO.-  Sí, y que no hay más de uno, y sólo aquél tiene de ser adorado, y de aquí viene que aborresçen tanto las imágines, que en la iglesia, ni en casa, ni en parte ninguna no las pueden tener, ni retratos, ni en paramentos.

JUAN.-  ¿Qué contiene en sí aquel Alcoram?

PEDRO.-  Muchas cosas de nuestra fe, para mejor poder engañar. Ocho mandamientos: amar a Dios, al próximo, los padres, las fiestas onrrarlas, casarse, no hurtar ni matar y ayunar el ramazán y hazer limosna. Ansí mismo todos los siete pecados mortales les son a ellos pecados en su Coharam. Y dize también que Dios jamás perdona a los que tienen la maldición de sus padres. Tienen una cosa, que no todos pueden entrar en la mezquita como son: omiçidas, borrachos y hombres que tienen males contagiosos, logreros, y lo prinçipal las mugeres.

JUAN.-  ¿Las mugeres no pueden entrar en la iglesia?

PEDRO.-  Muy pocas vezes, y éstas no todas. Cantoneras en ninguna manera, ni mugeres que no sean casadas a ley y vendiçión suya; vírgines y viudas, después de çinco meses, pueden entrar, pero han de estar en un lugar apartado y tapadas, donde es imposible que nadie las vea, porque dizen que les quitan la devoçión.

JUAN.-  Ponerlas donde nadie las pueda ver en ninguna manera, bien hecho me paresçe; mas vedarles que no entren dentro, no. ¿Y hazen sacrifiçios?

PEDRO.-  La pascua grande, que llaman bairam biuc, son obligados todos a hazer qualque sacrifiçio de vaca o camello y repártirlo a los pobres, sin que le[s] quede cosa ninguna para ellos, porque de otra manera no aprobecha el sacrificio. Quando están malos, usan, según la facultad de cada uno, sacrificar muchos animales, que llaman ellos curban, y darlos por amor de Dios. Los prínçipes y señores, quando se ven en neçesidad, degüellan un camello, y dizen que la cosa que más Dios oye es el jemido que da quando le degüellan; y en todo dizen que, ansí como Dios libró a Isach de no ser degollado, quiera librar aquel enfermo.

JUAN.-  ¿El mesmo Alcorán les manda que den limosna?

PEDRO.-  Hallan escrito en él que, si supiesen la obra que es dar limosna, cortarían de su mesma carne para dar por Dios, y si los que la piden supiesen el castigo que por ello les está ordenado, comerían primero sus propias carnes que demandarla; porque diçe la letra: Ecsa de chatul balla ah.

JUAN.-  ¿Qué quiere deçir?

PEDRO.-  Que la limosna quita al que la da los tormentos y tribulaçiones que le están aparejados, y caen, juntamente con la limosna, sobre el pobre que la resçibe, y por experiençia ven que nunca están sanos los pobres.

JUAN.-  ¿Y el matar también lo tienen por pecado?

PEDRO.-  Y de los más grabes; porque diçe el Coraham que el segundo pecado del mundo fue el de Caim, y por eso el primero que irá al infierno el día del juiçio será él. Y quando Dios le echó la maldiçión, se entendió por él y todos los omiçidas.

JUAN.-  ¿Confiesan infierno y juiçio?

PEDRO.-  Y aun purgatorio.

JUAN.-  ¿Quién diçen que ha de juzgar?

PEDRO.-  Dios. Diçen que está un ángel en el çielo que tiene siempre una trompeta en la mano, y se llama Israphil, aparejado para si Dios quisiese que fuera el fin del mundo, tocaría y luego caerían muertos los hombres todos y los ángeles del çielo.

JUAN.-  ¿Siendo los ángeles inmortales, han de morir?

PEDRO.-  Questión es que ellos disputan entre sí muchas vezes, pero concluyen con que dize el Coraham que Dios dixo por su boca que todas las cosas mortales han de haber fin, y no puede pasar la disputa adelante, como ni en las otras cosas. Y hecho esto verná un tan gran terremoto, que desmenuzará las montañas y piedras; y luego Dios tornará a hazer la luz, y della los ángeles, como hizo la primera vez, y verná sobre todo esto un roçío, que se llama rehemetzu, llubia de misericordia, y quedará la tierra tornada a amasar, y mandará Dios, de allí a quarenta días, que torne el ángel a sonar la trompeta, y al sonido resuçitarán todos los muertos, desde Abel hasta aquel día; unos con las caras que resplandezcan como sol, otros como luna, otros muy oscuras y otros con gestos de puercos, y gritarán diçiendo: Nesi, nesi: ¡ay de mí, mezquino!

JUAN.-  ¿Qué significan esas caras?

PEDRO.-  Los que las tienen resplandesçientes son los que han hecho bien; los otros, mal; y Dios preguntará por los emperadores, reyes, prínçipes y señores que tiranizaban, y no les calerá negar, porque los miembros todos hablarán la verdad. Allí verná Moisén con un estandarte, y todos los judíos con él, y Christo, hijo de María, virgen, con otro, debaxo del qual estarán los christianos; luego Mahoma con otra bandera, debaxo la qual estarán todos los que le siguieron. Todos los que de éstos habrán hecho buenas obras ternán buen refrigerio debaxo la sombra de sus estandartes, y los que no, será tanto el calor que habrá aquel día, que se aogarán dél; no se conosçerán los moros de los christianos ni judíos que han hecho bien, porque todos ternán una misma cara de divinidad. Y los que han hecho mal todos se conosçerán. A las ánimas que entrarán en el paraíso dará Dios gentiles aposentos y muy espaçiosos, y habrá muchos rayos del sol sobre los quales cabalgarán para andar ruando por el çielo sin cansarse, y comerán mucha fruta del paraíso, y en comiendo un fruto hará Dios dos, y beberán para matar la sed unas aguas dulzes como azúcar y cristalinas, con las quales les cresçerá la vista y el entendimiento, y verán de un polo a otro.

MATA.-  ¿Y si comen y beben, no cagarán el Paraíso?

PEDRO.-  Maravillábame como no salíais ya; toda la superfluidad ha de ir por sudor de mill delicados manjares que tienen de comer, y han de tener muchas moças vírgenes de quinçe a veinte años, y nunca se tienen de embegezer, y los hombres todos tienen de ser de treinta sin mudarse de allí.

JUAN.-  ¿Han de tener açeso a las vírgines?

PEDRO.-  Sí, pero luego se tienen de tornar a ser vírgines. Moysén y Mahoma serán los mejor librados, que les dará Dios sendos prinçipados que goviemen en el çielo.

JUAN.-  Pues si tienen que los christianos y judíos que han hecho buenas obras van al çielo, ¿para qué ruegan a nadie que se haga turco?

PEDRO.-  Entienden ellos que todos los judíos que vivieron bien hasta que vino Christo, y todos los buenos christianos hasta que vino Mahoma son los que van al cielo.

JUAN.-  ¿Mas no los que hay después que vino Mahoma, aunque hagan buenas obras?

PEDRO.-  Esos no. Los que irán condenados llebará cada uno escrito en la frente su nombre y en las espaldas cargados los pecados. Serán llebados entre dos montañas, donde está la boca del infierno; y de la una a la otra hay una puente de diez leguas de largo, toda de yerro muy agudo y llámase serrat cuplisi, «puente de justiçia». Los que no son del todo malos caerán en el purgatorio, donde no hay tanto mal; los otros todos irán la puente abajo al infierno, donde serán atormentados; en medio de todos los fuegos hay un mançano que siempre está lleno de fruta, y cada una paresçe una cabeza de demonio; llámase zoacum agach, árbol de amargura, y las ánimas, comiendo la fruta, pensando de refrescarse, sentirán mayor sed y grande amargura que los atormente. Llenos de cadenas de fuego serán arrastrados por todo el infierno. Y los que llamaren a Dios por tiempo, al fin saldrán, aunque tarde; los que le blasfemaren quedarán por siempre jamás. Veis aquí todo lo que çerca desto tienen de fe de su Alcorán.

JUAN.-  Una merçed os pido, y es que, pues no os va nada en ello, que no me digáis otra cosa sino la verdad; porque no puedo creer que, siendo tan bárbaros, tengan algunas cosas que parezcan llebar camino.

PEDRO.-  ¿No sabéis que el diablo les ayudó a hazer esta seta?

JUAN.-  Muy bien.

PEDRO.-  Pues cada vez que quiere pecar es menester que lo haga a bueltas de algo bueno. Si hizieseis juntar todos los letrados que hay en Turquía, no os dirán un puncto más ni menos desto que yo os digo, y fiaos de mí, que n'os diré cosa que no la sepa primero muy bien.

JUAN.-  Tal confiança tengo yo. Sepamos del estado sazerdotal. ¿Tienen papa y obispos?

PEDRO.-  Ocho maneras hay de sacerdotes. Primeramente el mayor de todos, como acá el papa, se llama el cadilesquier; luego es el muftí, que no es inferior ni subjeto a este otro, sino como si hubiese dos papas; el tercero es el cadí; quarto los moderiz, que son probisores de los ospitales; quinto el antípi, que dize el ofiçio los días solenes, puesto sobre una escala y una espada desnuda en la mano, dando a entender lo que arriba dixe, que no se tiene de poner su ley en disputa, sino defenderla con las armas. El sexto es el imam, que son los que dizen el ofiçio al pueblo cada día. El postrero, mezin, aquellos que suben a gritar en las torres. El cadileschier eligen que sea un hombre el más docto que puedan y de mejor vida, al qual dan grandíssima renta, para que no pueda por dinero torzer la justiçia; éste es allá como si dixésemos Presidente del Consejo real, y deste y de lo que en el Consejo se haze se apela para el muftí, que no entiende sino en lo eclesiástico. También tiene éste gran renta por la mesma causa.

JUAN.-  ¿Tanta como acá el papa?

PEDRO.-  Ni aun la mitad. ¿No le basta a un hombre que se tiene de sentar él mesmo cada día a juzgar, y le puede hablar quien quiera, çient mill ducados?

JUAN.-  Y sobra. ¿Pero no tienen su Consejo que haga la audiençia y ellos se estén olgando?

PEDRO.-  Eso sólo es en los señores d'España, que en lo demás que yo he andado, todos los príncipes y señores del mundo hacen las audiençias como acá los oidores y corregidores. En Nápoles, si queréis pedir una cosa de poca importançia [a] algún contrario vuestro, lo haréis delante el mesmo virrey y en Siçilia lo mesmo y en Turquía lo mesmo.

MATA.-  Ese me paresçe buen uso, y no poner corregidores pobres, que en ocho días quieren, a tuerto o a derecho, las casas hasta el techo.

PEDRO.-  El cadí, que es el inferior a éstos, está como son acá los probisores de los obispos, administrando su justíçia de cosas baxas, porque las de importançia van a los superiores. Ante éstos se hazen las cartas de dotes, castiga los borrachos, da cartas de horros a los esclavos, conosçe también de los blasfemos.

JUAN.-  ¿Qué meresçe quien blasfema?

PEDRO.-  De Dios, cient palos; de Mahoma, muerte.

JUAN.-  ¿Pues en más tienen a Mahoma que a Dios?

PEDRO.-  Diçen que Dios es grande y puede perdonar y vengarse; mas Mahoma, un pobre profeta, ha menester amigos que miren por su honrra.

JUAN.-  ¿Están dotadas las mezquitas como nuestras iglesias?

PEDRO.-  Todas, pero las dignidades de cadileschier, muftí y cadí el rey lo paga; las otras maneras de saçerdotes tienen sus rentas en las mezquitas: quién tres reales, quién quatro y quién uno al día; y si esto no basta, como todos son casados y en el hábito no difieren de los seglares, hazen ofiçios mechánicos; ganan mucho, como allá no hay emprentas, a escribir libros, como el Alcoram, el Musaf y otros muchos de cançiones.

JUAN.-  ¿Caros valdrán desa manera?

PEDRO.-  Un Alchoram, comúnmente, vale ocho ducados; quando murió el médico del Gran Turco, Amón, se apreçió su librería en çinco mill ducados, por ser toda de mano, y le había costado, según muchas vezes le oí jurar, 8.000, y çierto los valdría, aunque yo para mí no daría quatro reales.

MATA.-  Tampoco daría él dos por la vuestra.

PEDRO.-  Quanto más por la que agora tengo.

JUAN.-  ¿Tienen escuelas allá?

PEDRO.-  Infinitas. Los señores, y primeramente el Emperador, las tienen en sus casas para los pajes: tienen maestros salariados que van cada día a leerles su Alcorán, que es en arábigo, y el Musaph; de manera que, como a nosotros el latín, les es a ellos el arábigo. Leénles también philosophía, astrología y poesía; verdad es que los que enseñan saben poco desto y los disçípulos no curan mucho dello; pero, en fin, todavía saben más que los griegos christianos y armenos, que son todos bestias.

JUAN.-  No me maravillo que sepan algo deso, que árabes hubo muy buenos astrólogos y philósofos.

PEDRO.-  En aquellas quatro mezquitas grandes hay también escuelas como acá universidades, muy bien dotadas, y colegiales muchos dentro, y es tan grande la limosna que en cada una se haze, que si tres mill estudiantes quisiesen cada día comer en qualquiera de las mezquitas podrían, y çierto, si fuesen curiosos de saber, habría grandíssimos letrados entrellos; pero en sabiendo hazer quatro versos se contentan.

JUAN.-  ¿Es posible que usan poesía? ¡Por vida de quien nos dixere un par dellos, por ver cómo son!

PEDRO.-  Birichen, beg, ori ciledum derdumi, iaradandam iste misçem iardumi, terch, eiledumza anumi gurdumi, ne ileim ieniemejun gunglumi. Ésta es una común canción, que cantan ellos, de amores a la diosa Asich, que es diosa de amor.

JUAN.-  ¿Qué quieren dezir?

PEDRO.-  Una vez, cinco y diez he estado apasionado, demandando del Criador ayuda; menosprecié el consuelo y plazer de mi tierra. ¿Qué haré, que no puedo vencer la voluntad?

MATA.-  Buena va.

PEDRO.-  Sabed que para quien las entiende no hay en ninguna lengua cançiones más dolorosas que las turquescas; más es la gente que allá sabe leer y escribir, mucha, que no acá.

MATA.-  Dense prisa, señores; ya saben que ha rato que estoy mudo.

JUAN.-  Callad hasta que yo acabe, que después ternéis tiempo sin que nadie os estorbe,

MATA.-  Con esa esperanza estoy más ha de una hora.

JUAN.-  Pasemos a las religiones.

PEDRO.-  Quatro órdenes hay de religión, tal qual: calender, derbis, torlach, isach. Los calenderos andan desnudos y en cabello, los cabellos largos hasta la çintura, llenos de termentina; visten çiliçio hecho de çerdas, y sobre las espaldas traen dos cueros de carnero, la lana afuera; las ijadas desnudas; en las orejas y brazos traen çiertas sortijas de yerro, y para mayor abstinençia traen colgada del miembro una sortija de metal que pese tres libras; andan desta manera por las calles, cantando cançiones bulgares, y danles limosna, porque ninguna destas órdenes tiene como acá monesterios, sino como ermitaños. El inventor déstos, en un libro que escribió, fue más christiano que moro. La segunda orden, de los dervises, andan como éstos, en el traer los pellejos, mas los zarzillos son unas sortijas de piedra, la más fina que hallan; piden limosna con estas palabras: Alá iche, por amor de Dios. En la cabeza traen una caperuza de fieltro blanco a manera de pan de azúcar, y en la mano un bastón lleno de nudos tan grueso como pueden. Éstos tienen en la Anotolia un sepulchro de uno por quien dizen que se conquistó la mayor parte de Turquía, y fue de su orden, que llaman Cidibatal, donde habitan una multitud de más de quinientos, y cada año van allí a hazer el capítulo general, donde concurren muchas vezes más de ocho mil, y están siete días con grandes fiestas y triumphos. El general destos se llama azan babá, que significa padre de padres. Entrellos hay algunos manzebos muy doctos, que traen unas bestiduras blancas hasta en pies; y cada uno destos en llegando es obligado a contar una historia, y luego la escriben con el nombre del autor y dánsela al general.

JUAN.-  ¿De qué es la historia?

PEDRO.-  Una cosa de las más de notar que ha visto por donde ha peregrinado, que nunca paran de andar en todo el año. Luego el viernes, que es su fiesta, tienen en un prado un gran banquete, sobre la mesma yerba, y siéntase el general entre todos aquellos mançebos, y sobre comida toman çiertas yerbas en polbos, que llaman aseral; yo creo que es cáñamo, que los haze estar, aunque no quieran, los más alegres del mundo, como borrachos. También le mezclan opio, que llaman afion; y toma el general el libro de las historias y házele leer públicamente que todos le oyan, y a la tarde hazen grandes hogueras, alderredor de las quales vailan, como todos están borrachos, y cada uno con un cuchillo agudo se da muchas cuchilladas muy largas por los pechos, brazos y piernas, diziendo: Ésta por amor de Ulana, ésta por amor de la tal. Otros labran con la punta de una aguja en las manos coraçones, o lo que quieren; y las heridas se sanan con un poco de algodón viejo quemado. Tras todo esto piden liçencia del general y vanse todos. La terçera orden, de los torlacos, viste ni más ni menos pellejos de carnero; pero en la cabeza no traen caperuza ni cabello, sino cada semana se raen a nabaja, y por no se refriar untan las cabezas siempre con aceite; y todos, por la mayor parte, por ser apasionados de catarro, se dan unos cauterios de fuego en las sienes con un poco de trapo viejo, porque no carguen los humores a los ojos y los çieguen. Son grandíssimos bellacos, chocarreros, y no hay quien sepa entrellos leer ni escribir; ándanse de taberna en taberna cantando y pegándose a donde ven que les han de dar de comer; salen a los caminos en quadrilla, y si topan alguno que puedan quitar la capa, no lo dexan por miedo ni vergüenza; en las aldeas hazen como giptanos en creer que saben adivinar por las manos, y con esto allegan queso, huebos y pan y otras cosas; traen los vellacos de tantos en tantos un viejo de ochenta años que haga del sancto, y adóranle como a tal, y muchas vezes habla mirando al çielo cosas que dize ver allá y a grandes vozes dize a sus disçípulos: Hijos míos, sacadme presto de este pueblo, porque acabo de ver en el çielo que se apareja un gran mal para él, y ellos fingen quererle tomar acuestas, y el bulgo les ruega con grandes dádivas que por amor de Dios no les lleben aquel sancto de allí, sino que ruegue a Dios alze su ira, pues también está con él, y él comiença luego a ponerse en oraçión, y aquí veréis que la jente no se da manos a ofresçer, y todos salen cargados como asnos y se van reyendo de las bestias que les creían. Son sobre todo esto grandíssimos bujarrones. Los isaches, que es la postrera orden, andan bestidos de lienzo y traen unos tocados turquescos groseros y pequeños, y cada uno una bandera en la mano, andan cantando por las calles pidiendo.

JUAN.-  Parésçeme que me dixistes que tenían dos pasquas, y no me declarastes más de la una, de quando les embió Dios la ley.

PEDRO.-  La otra es en fin de octubre, que llaman de los peregrinos que van a la Mecha, la qual ellos çelebran allá.

JUAN.-  ¿Qué, usan también como nosotros peregrinaje?

PEDRO.-  Y muy solemne. Hallan escrito en sus libros que quien una vez va a la Mecha en vida, Dios no permite que se condene, por lo qual ninguno que puede lo dexa de hazer; y porque es largo el camino se parten seis meses antes para poderse hallar allá a tiempo de celebrar esta su fiesta, y conçiertanse muchos de ir juntos, y los pobres, mezclados con los ricos, dan consigo en el Cairo, y de allí van por un camino muy desierto, llano y arenoso en tanta manera, que el viento haze y deshaze montañas del arena y peligran muchos, porque los toma debaxo, y de aquí se haze la carne momia, según muchos que la traen me contaban, que en Constantinopla todas las vezes que quisiéredes comprar doçientos y tresçientos cuerpos destos hombres los hallaréis como quien compra rábanos. Han menester llebar camellos cargados de agua y probisión, porque a las vezes en tres días no hallan agua; son los desiertos de Arabia, y ningún otro animal se puede llebar por allí sino el camello, porque sufre estar quatro y çinco días sin beber ni comer, lo que no hazen los otros animales.

MATA.-  Por mi vida que estoy por asentar ésa; çinco días sin comer ni beber y trabajar.

PEDRO.-  Tiempo del año hay en el imbierno que sufren quarenta días, porque os espantéis de beras; y porque he sido señor de çinco camellos que del Gran Turco tenía para mi recámara, y si fuese menester salir en campo, os quiero contar, pues no es fuera de propósito, qué carguerío es el del camello, y también porque pienso haber visto tantos como vosotros ovejas, que mi amo solo tenía para su recámara dos mill, y no le bastaban.

MATA.-  Camaleones diréis, de los que se mantienen del viento; porque camellos comerán mucha cebada, siendo tantos.

PEDRO.-  No acabaremos ogaño; sea como vos quisiéredes, decídoslo bos todo.

JUAN.-  Dexadle haora deçir.

MATA.-  Por mí diga lo que quisiesse.

PEDRO.-  Ningún carguerío por tierra hay mejor que el del camello, porque tiene estas propiedades: aunque la jornada sea de aquí a Hierusalem, no tenéis de cargarle más de una vez.

MATA.-  ¿Nunca se descarga?

PEDRO.-  Jamás en toda la jornada, sino él se echa a dormir con su carga y se levanta quando se lo mandaren, pero no le habéis de echar más carga de aquella con que se pueda bien levantar; ni tenéis a qué ir al mesón, sino en el campo se echan quando se lo mandéis; andan recuas de diez y doze mill, y en casa de los señores, camellero mayor no es de los menores cargos.

MATA.-  Por quanto tengo, que no es nada, no quisiera dexar de saver ese secreto.

PEDRO.-  Pues callad y diréos otro mayor al propósito que se levantó; si le habéis de dar dos çelemines de zebada cada día, y le dais de una vez media hanega, la comerá como vos una pera, y por aquellos tres días no tengáis cuidado de darle nada, y a beber lo mesmo, y si queréis probar con una entera, maldito el grano dexe, y si dos le saliesen, que no les huirían el campo; allá tienen çiertas bolsas de donde lo tornan a rumiar como cabras; y no habléis más sobre esto, que es más viejo y común que el repelón entre los que han visto camellos y tratádolos. Llegan por sus jornadas los peregrinos a la Medina, que es una çibdad tres jornadicas de la Mecha, y allí los salen a resçibir y hay muchos persianos y indios que han venido por las otras partes. Otro día que han llegado y la pasqua se azerca, hazen reseña de toda la jente, porque dizen que no se puede zelebrar la pasqua si son menos de sesenta mill, y la bíspera de la pascua o tres días antes van todos a una montaña çerca de la Mecha y desnúdanse, y aunque vean algun piojo o pulga no le pueden matar, y llámase la montaña Arafet Agi; y métense en un río, el agua hasta la garganta, y están allí entre tanto que les dizen çiertas orationes.

JUAN.-  ¿A qué propósito?

PEDRO.-  Porque Adán, después que pecó, en aquel río hizo otro tanto, y Dios le perdonó; y vestidos van a la Mecha de mañana, y lo primero tocan los que pueden el Alcorán a la sepultura de Mahoma, y dizen sus solenes ofiçios, que tardan tres horas, y luego todos los que han podido tocar el sepulchro van corriendo a la montaña como bueyes quando les pica la mosca.

JUAN.-  ¿Para qué?

PEDRO.-  Porque con aquel sudor caen los pecados, y para dar lugar los que han tocado a los que no.

JUAN.-  ¿Muéstranles el cuerpo?

PEDRO.-  No más del sepulchro, y un çapato dorado suyo, llamado isaroh, que está colgado y cada uno va a tirar dos piedras en un lugar redondo, que está allí çerca, donde dizen que el diablo aparesçió a Ibrahim quando edificaba aquel templo, por ponerle miedo y que no lo edificase. Y el Abraham le tiró tres piedras y le hizo huir; y ençima el monte hazen grandes sacrifiçios de carneros, y si acaso entrase algun esclabo allí, era libre. Tornan otra vez a la Mecha, y hazen grandes orationes, rogando a Dios que los perdone y ayude como hizo a Ibrahim quando edificaba aquel templo; y con esto se parten y van a Hierusalem, que en su lengua dize Cuzum Obarech, y hazen allí otra oratión a su modo donde está el sepulchro de Christo.

JUAN.-  ¿Pues qué tienen ellos allí que hazer?

PEDRO.-  ¿No os tengo dicho que le tienen también en mucha veneraçión? No ternían por açepto el peregrinaje si no fuesen allá.

JUAN.-  ¿Abrahan dizen que edificó aquel templo?

PEDRO.-  Hallan escrito en sus libros que Dios le mandó a Abraham que le edificase allí una casa donde viniesen los pecadores a hazer penitençia, y lo hizo; y más que las montañas le traían la piedra y lo que era menester. A una esquina de la Mecha está un mármol que dizen que mandó Dios a Abraham traer y poner allí, medio blanco medio negro, el qual todos adoran y tocan los ojos y algunos librillos a él como reliquias.

JUAN.-  ¿Qué misterio tiene?

PEDRO.-  Diçen que es el ángel de la guardia de Adán y Eba, y porque los dexó pecar y no los guardó bien, Dios le convertió en mármol, y estará allí haziendo penitençia hasta el día del Juiçio.

JUAN.-  ¿Cómo está el sepulchro?

PEDRO.-  Sus mesmos disçípulos le hizieron muy hondo, y metido en una caja le pusieron dentro; después hizieron una como tumba de mármol, con una tabla de lo mesmo a la cabezera y otra a los pies, escrito en ellas cómo aquélla es su sepultura, y allí adoran todos. Está cubierta ençima con un chamelote verde. Los armenos habían una vez hecho una mina de más de media legua para hurtarles el cuerpo, y fueron descubiertos y justiçiados, lo qual cuentan por gran milagro que hizo Mahoma.

JUAN.-  Mejor quento fuera si le cojieran su profeta.

PEDRO.-  Y por esto le hizieron unos yerros que ziñen toda la sepultura por baxo y arriba. Dexó dicho quando murió que no había de estar allí más de mill años y éstos no había de durar la seta, sino que habría fin, y de allí se había de subir al çielo. Destos que buelven de la Mecha muchos toman por devoçión andar con unos cueros muy galanes que hazen aposta, llenos de agua, que cabrán dos cántaros, acuestas y con una taza de fuslera muy limpia, dando a beber a todos quantos topan y convidándolos a que lo quieran hazer por fuerza, porque en acabando de beber digan graçias a Dios.

MATA.-  ¿Qué les dan por eso?

PEDRO.-  No nada quien no quiere, mas algunos les dan y lo toman.

JUAN.-  ¿Hazen quando mueren, en sus testamentos, mandas grandes como acá, de ospitales, o no saben qué cosa son?

PEDRO.-  No menos soberbias mandas hazen que nosotros, sino más, y en vida son más limosneros. Los quatro emperadores que ha habido, donde están enterrados han dexado aquellas quatro mezquitas, tan magníficas, con sus ospitales, como os dixe; otros Vaxás, sin éstos, han hecho muchos ospitales; hazen también mesones por todos los pueblos y desiertos, que llaman carabanzas por amor de Dios. Adrezan caminos, traen fuentes adonde ven que hay falta de agua; neçesarias para andar del cuerpo las han hecho tan bistosas, que pensaréis ser algunos palaçios, diçiendo que es limosna si por allí toma la prisa a alguno, hallar donde lo hazer a su plaçer; y no es posible que no diga después: bien haya quien te hizo. No solamente tienen por mucho mérito hazer bien a los próximos, pero aun a los animales salvajes, de donde muchos se paran a echar pan a los pezes en la mar, diçiendo que Dios lo resçibe en serviçio. Toda Constantinopla está llena de perros que no son de nadie, sino por detrás de aquellas zercas, junto al palaçio del Gran Turco, hay tantos como hormigas; porque si una perra pare tienen por pecado matarle los hijos, y desta manera multiplican como el diablo. Lo mesmo hay de gatos, y todos, como no son de nadie, ni duermen en casa, están llenos de sarna. La limosna que muchos hazen es comprar una dozena o dos de asaduras o de panes y ponerse a repartírselos. Quando está alguno malo, meten dentro una jaula muchos pájaros, y para aplacar a Dios ábrenla y déxanlos salir a todos. Otras muchas limosnas hazen harto más que nosotros, sino que como cada uno que viene de la feria quenta según que le va en ella, disfámanlos si no lo hizieron bien con ellos, y dizen que son crueles y bárbaros y mill males.

JUAN.-  ¿Cómo se han en los mortuorios?

PEDRO.-  Ya os dixe en el enterramiento de mi amo lo que había. Si es hombre, lábanle hombres; si muger, mugeres, y envuelto en una sábana limpia le meten en un ataút y llébanle cantando; y si es pobre, pónenle en una parte donde pasa jente, y allí piden a quantos pasan limosna para pagar a los que cantan y le entierran en el campo, y como es hecho ansí, le ponen los mármoles en la sepultura. Las mugeres no van con el cuerpo, mas acostumbran ir muchas vezes entre año a visitar las sepulturas, y allí lloran.

MATA.-  A propósito vernían tras los mortuorios las bodas, digo si a ellos les paresçe.

JUAN.-  Sea ansí.

PEDRO.-  A mí no se me da más uno que otro, si todo se tiene de deçir. Llámase en su lengua el matrimonio eulemet, y es muy al rebés de lo que acá usamos; porque él tiene de dar el dote a ella, como quien la compra, y los padres della ninguna cosa a él más de lo que heredara, y si tiene algo de suyo que se lleba consigo; y sobre todo esto, no la tiene de haver visto hasta que no se pueda deshazer el matrimonio y haya pagádole todo el dote, el qual resçibe el padre de la nobia antes que salga de casa, y cómprale a la hija vestidos y joyas dello. La madre va de casa en casa combidando mugeres para la voda, quantas su posibilidad basta. Lleban una colaçión muy grande a casa de la nobia, con trompetas y atambores, donde hallan que están allegadas ya todas las mugeres, las quales salen a resçibir el presente que el esposo embía, y otro día de mañana tornan y comen en la boda con la esposa; porque el esposo no se halla allí en ninguna fiesta, sino se está en casa.

MATA.-  ¿De manera que sin él se haze la boda?

PEDRO.-  Toda mi fe. Acabado el banquete que tienen entre sí las mugeres, la lleban al baño y lábanla toda muy bien, y con haleña le untan los cabellos como hazen acá las colas y crines de los caballos, y las uñas y manos todas labradas de escaques con la mesma haleña, y las piernas hasta la rodilla; y las mugeres, por librea, en lugar de guantes, se untan con la haleña el dedo pulgar de la mano derecha, y la media mano que lleban de fuera, que paresçen rabaño de ovejas almagradas. Quitada la haleña desde a una hora queda un galán color de oro; quando viene la esposa de la estupha siéntanla en medio y comienzan de cantar mill cançiones y sonetos amorosos y tocar muchos instrumentos de música, como harpas y guitarras y flautas, y entended que no puede haber en esta fiesta hombre ninguno.

MATA.-  ¿Pues quién tañe?

PEDRO.-  Ellas mesmas son muy músicas; dura esta fiesta de bailar y voltear hasta media noche, y en oyendo el gallo cantar, todas alzan un alarido que diçe: cachialum, huyamos, y vanse a dormir y vuelven a la mañana a esperar el pariente del nobio más çercano, que es el padrino que viene por la esposa para llebarla a casa del marido.

JUAN.-  ¿Cómo se llama el padrino en turquesco?

PEDRO.-  Sagdich, el qual va con grande acompañamiento de caballos, y entrellos lleba uno vaçío, el más gentil de todos y mejor enjaezado, en que ella venga, y muchas azémilas en que venga su ajuar, que todavía les dan los padres, y las mugeres que están con ella no le dexan entrar en casa si no haze primero cortesía de una buena colaçión; y toma su nobia, acompañada de gran caballería, ansí de mugeres como de hombres, y muchos instrumentos de músicas. La nobia lleva un belo colorado en el rostro, y llegados a casa del esposo se apean sobre alombras y ricos paños, y déxanla allí y buélvense a la noche. El segdich desnuda a él y una muger a ella, y métenlos en la cama; lleba ella unos calzones con muchos nudos, los quales no se dexa desatar si primero no le promete las harras; a la mañana los lleban al baño a labarse.

JUAN.-  ¿No hay más bendiçiones desas ni cosas eclesiásticas?

PEDRO.-  No más de que el cadí haze una carta de dote, en que da fe que Ulano se casó con Ulana tal día, y le da tanto de chibin, que es el dote, y por esto les rapa un ducado. Los parientes, como se usa acá en algunas partes, les empresentan algunos dineros o ropas a los rezién casados.

JUAN.-  Parésçeme que el esposo haze pocas fiestas.

PEDRO.-  Hasta un día después de la voda es verdad, pero después pone muchos premios y joyas para los que mejor corrieren a pie y a caballo. El padrino haze poner un árbol como acá mayo, el más alto que halla, a la puerta del nobio, y ençima un jarro de plata, y que todos los que quisieren le tiren con los arcos, y el que le açertare primero con la saeta es suyo.

JUAN.-  ¿Permiten divorçio?

PEDRO.-  Habiendo causa manifiesta sí; pero es obligado el marido a darle todo el dote y harras que le mandó y quanto ella trajo consigo, y vase con esto casa de sus padres; y no puede ser tornada a demandar otra vez dél si no fuere haziendo nuebo dote, y con todo esto, si la quiere, ha de tener un turco primero que hazer con ella delante dél.

MATA.-  Pocos las querrán desa manera segunda vez.

PEDRO.-  Entre los mesmos christianos que están allá se permite una manera de matrimonio al quitar, como çenso, la qual hallaron por las grandes penas que les llebaban los turcos si los topaban amançebados; y es desta manera: que si yo me quiero casar, tomo la muger christiana que me paresçe; digo si ella quiere también, y vamos los dos casa del cadí, y dígole: Señor, yo tomo ésta por muger y le mando de quibin çinquenta escudos, o lo que quiero, según quien es; y el cadí pregunta a ella si es contenta, y diçe que sí; házeles luego su carta de dote y danle un ducado y llébala a casa. Están juntos como marido y muger hasta que se quieran apartar o se arrepientan, por mejor dezir. Si él la quiere dexar, hale de dar aquel dote que le mandó, y váyase con Dios; si ella le quiere dexar a él, pierde aquello y vase sin nada, comido por servido, y desta manera están casados quantos mercaderes veneçianos y florentines hay allá, y cristianos muchos que han sido cautivos y son ya libres, viendo que hay mejor manera de ganar de comer allá que acá, luego toman sus mugeres y hazen casa y hogar; hazen esta quenta, que aunque vengan acá como están pobres, no los conosçerá nadie. El embajador de Françia se casó, estando yo allí, desta manera.

MATA.-  ¿Y vos, padre, por qué no os casastes?

PEDRO.-  Porque me vine al mejor tiempo, que de otra manera creed que lo hiziera por gozar del barato, que hartas me pidían.

MATA.-  ¡Hi de puta, si acá viniese una bula que dispensase eso, cómo suspendería a la Cruzada!

PEDRO.-  Más querría ser predicador estonçes que arçobispo de Toledo.

JUAN.-  Pocos son los que las dexarían de tomar, y aun dobladas para si la una se perdiese. ¿Esos christianos no se casan por el patriarca suyo?

PEDRO.-  Los que se casan a ley a vendiçión sí, porque lo hazen como acá nosotros; pero los forasteros que están ahí, más lo hazen por las penas que les lleban si los topan que por otra cosa.



ArribaAbajoCapítulo XVI

La justicia. El sultán


JUAN.-  Vámonos poco a poco a la justiçia, si no hay más que dezir del matrimonio.

PEDRO.-  Ni aun tanto. La justiçia del turco conoçe igualmente de todos, ansí christianos como judíos y turcos. Cada juez de aquellos prinçipales tiene en una mesa una cruz, en la qual toma juramento a los christianos, y una Biblia para los judíos. El cadileschier, dexado aparte el Consejo real, es la suprema justiçia, medio eclesiástica. Si es cosa clara, examina sus testigos y oye sus partes, y guarda justiçia recta; si es caso criminal, remítele al subaxi, que es governador, y ansí matan al omiçida, ahorcan al ladrón, empalan al traidor, y si uno echa mano a la espada para otro, aunque no le hiera, le prenden y, desnudo, le pasan quatro o çinco cuchillos por las carnes, como quien cose, y le traen a la vergüenza; y deste miedo he visto muchas vezes darse de bofetones y tener las espadas en las çintas y no osar echar mano a ellas, y en çerca de quatro años que estube en Turquía no vi matar y herir más de a un hombre, que era christiano y muy prinçipal, llamado Jorje Chelevi. Y este subaxi tiene poder sobre todas las mugeres que no son onestas.

JUAN.-  ¿Y si los testigos son falsos, sácanles los dientes?

PEDRO.-  Los dientes no, pero úntanle la cara toda con tinta, y pónenle sobre un asno al rebés, y danle por freno la cola, que llebe en la mano, y con esto le traen a la vergüenza, y el asno lleba en la frente un rótulo del delito y vanle tirando naranjas y berengenas, y buelto a la cárcel le yerran en tres partes, y no vale más por testigo; en cosas de pena pecuniaria luego os meten en la cárcel; el que debe, de cabeza en un zepo hasta que pague, y otras vezes le hazen un çerco con un carbón que no salga de allí sin pagar, so grandes penas. La más común de todas las justiçias en casos criminales, como no los hayan de matar ni abergonzar por la tierra, es darles de palos allí luego, frescos, casa del mesmo juez: porque riñó, porque se emborrachó, porque blasphemó livianamente, porque de otra manera le queman bibo.

JUAN.-  ¿En dónde le dan los palos?

PEDRO.-  En las plantas de los pies. Toman una palanca y en medio tiene un agujero, del qual está colgado un lazo. y por aquél mete los pies; y échanle en tierra, y dos hombres tienen la palanca de manera que los pies tiene altos y el cuerpo en tierra; cada juez y señor tiene una multitud de porteros, que traen, como acá varas, unos bastones en la mano; y éstos le dan uno de un lado y otro de otro los palos que la sentençia manda; por cada palo que les dan han de pagar un áspero a los que les dan, y ansí se le dexan después de haver pagado.

JUAN.-  Válame Dios, ¿y no le mancan?

PEDRO.-  Allá va coxeando y le lleban acuestas; por tiempo se sana, pero muchos veréis que siempre andan derrengados, tal vez hay que se quiebren de aquellos bastones, en uno diez y veinte, como dan medio en vago. Quando Çinán Baxá, mi amo, era Virrey, no lo tengáis a burla, que por Dios verdadero ansí venían cada semana cargas de bastones a casa como de leña, y más se gastaba ordinariamente. Hay cada día muchos apaleados en casa de cada juez. Un día que Çinán Baxá me hizo juez, yo executé la mesma justiçia.

MATA.-  ¿No había otro más hombre de bien que hazer juez o por qué lo hizo?

PEDRO.-  Era caso de mediçina; demandaba una vieja griega christiana a un médico, el de mejores letras, judío, que allí había, que le pagase a su marido que se le había muerto; lo qual probaba porque un otro médico judío catalán enemigo suyo, dezía que él defendería ser ansí. El bellaco del catalán era el más malquisto que había en la çibdad, y conmigo mesmo había reñido un día sobre la cura de un caballero. Por ser muy rico salía con quanto quería, y todos le tenían miedo. Mi amo remitióme a mí aquella causa, que mirase quál tenía razón, y sentéme muy de pontifical, y llamadas las partes, el catalán alegaba que no sé qué letuario que le había dado era contrario. El otro daba buena cuenta de sí. Como yo vi que iba sobre maliçia, mandé llamar a los porteros y un alguazil, que se llama chauz, y mandéle dar çient palos, y que por cada uno pagase un real a los que se los diesen, lo qual fue muy presto executado con la cobdiçia del dinero. Como el Baxá oyó las vozes que el pobre judío daba, preguntó qué fuese aquello. Dixéronle: Señor, una justiçia que el christiano ha mandado hazer. Hízome llamar presto, y díxome algo enoxado: ¡Perro! ¿Quién te ha mandado a ti dar sentençias? Yo respondí: Vuestra Exçelençia. Díxome: Yo no te mandé sino que vieses lo que pasaba para informarme. Yo le dixe: Señor, Vuestra Exçelençia, así como así, lo había de hazer, ¿qué se pierde que esté hecho? Con esto se reyó, y quedóse con sus palos. Holgáronse tanto los judíos de ver que no había aquel bellaco jamás hallado quien le castigase, que por la calle donde yo iba me vesaban los judíos la ropa. En el tiempo que Çinán Baxá governaba tenía los mejores descuidos de justiçia del mundo todo.

JUAN.-  ¿En qué?

PEDRO.-  Muchas vezes se iba disfrazado a los bodegones a comer por ver lo que pasaba; cada noche rondaba toda la çibdad para que no pegase nadie fuego; como las casas son de madera, pequeñas, sería malo de matar; y si después que tocan unos atambores a que nadie salga, topaba alguno fuera de casa, luego le colgaba en la mesma parte. Hazía barrer las puertas a todos los vezinos; y si pasando por la calle veía alguna puerta suçia, luego hazía baxar allí la señora de la casa, y las moças y a todas les daba, en medio de la calle, de palos; yendo yo con él un día le vi hazer una cosa de príncipe, y es que vio un judío con unas haldas largas y todo lleno de rabos, como que los tenía del otro año secos, y los zapatos y calzas ni más ni menos, y llamóle y preguntóle si era veçino del pueblo; dixo que sí; y si era casado; dixo que sí; y si tenía casa; a todo respondió que sí. Dize: Pues and'allá, muéstrame tu casa que la quiero saber. El judío se fue con él y se la mostró, y mandó llamar a su muger y preguntóle si era aquel su marido; dixo ella: sí, señor; dize: ¿date de comer y lo que has menester todo? respondió: por çierto, señor, muy cumplidamente. Bolvióse después a los porteros, que iban tras él, y díxoles: dalde, en medio esta calle, çient palos a la vellaca, pues dándole todo lo que ha menester su marido, no es para limpiarle las cazcarrias. No lo hubo acabado de dezir quando fue puesto por obra.

MATA.-  Ruin sea yo si de chançillería se quente puncto de más recta justiçia ni más graçioso. Y a propósito, ¿esa jente llamáis bárbara? Nosotros lo somos más en tenerlos por tales.

PEDRO.-  Su viçio era andarse todo el día solo por las calles, disfraçado, mirando lo que pasaba para cojerlos en el hurto, visitando muy a menudo los pesos y medidas.

JUAN.-  ¿Y al que lo tiene falso qué le hazen?

PEDRO.-  Toman una tabla como mesa, y alderredor colgados muchos zenzerros y campanillas, y házenle por medio un agujero, quanto pueda sacar la cabeza, para que la llebe enzima de los hombros, y tráenle ansí por las calles, entiznada la cara y con una cola de raposo en la caperuza.

JUAN.-  Todas son buenas maneras de justiçia ésas, y agora los tengo por rectos.

PEDRO.-  Mas deçildes que no la guarden, veréis cómo les irá; maldito el pecado venial hay que sea perdonado en ningún juez; a fe que allí no aprobechan cartas de fabor, y la mejor cosa que tienen es la brevedad en el despachar; no hayáis miedo que dilaten como acá para que, por no gastar, el que tiene la justiçia venga a hazer conçierto de puro desesperado; en Consejo real y en las otras abdiençias hay esta costumbre, que ningún juez se puede levantar de la silla si primero no se dize tres vezes: ¿quim maz lahatum bar?, ¿quién quiere algo?

MATA.-  ¿Aunque sea hora de comer?

PEDRO.-  Aunque le amanezca allí otro día.

JUAN.-  Juzgan por sus letrados y escribanos?

PEDRO.-  Sus libros tienen los juezes, y letrados hay como acá, pero no tanta barbarería y confusión babilónica; quien no tiene justiçia, ninguno hallará que abogue por él a traer sofísticas razones; pocos libros tienen, lo más es arbitrario.

MATA.-  ¿No habrá allá pleitos de treinta años y quarenta como acá?

PEDRO.-  No, porque niegan haber más de un infierno; y si eso tubiesen, eran obligados a confesar dos. Quando el pleito durare un mes, sera lo más largo que pueda ser, y es por el buen orden que en todas las cosas tienen. Si yo quiero pedir una cosa la qual tengo de probar con testigos, es menester que quando pido la primera vez tenga los testigos allí trabados de la halda, porque en demandando preguntan: ¿tienes testigos?, en el mesmo instante se ha de responder: Sí, señor; helos aquí; y examínanlos de manera que cuando me voy a comer ya llebo la sentençia en fabor o contra mí.

JUAN.-  ¿Cómo llebáis los testigos si primero el juez no los manda llamar?

PEDRO.-  Cada uno de aquellos cadís o subaxis tiene porteros muchos, como os tengo dicho, y llamadores y çitadores, y otros que llaman cazazes, como acá porquerones, y todos éstos tienen poder, como se lo paguéis, de llebar de los cabezones a quantos le mandareis, si no quieren ir de grado.

MATA.-  ¡Oh, vendito sea Dios, que sean los infieles en su seta sanctos y justiçieros y nosotros no, sino que nos contentemos con sólo el nombre!

JUAN.-  ¿Cómo se haze el Consejo Real?

PEDRO.-  En Turquía todos son esclabos, sino sólo el Gran Turco, y destos, tres más privados haze Vaxás, que, como dicho tengo, es dignidad de por vida, los quales tres Vaxás son los mayores señores que allá hay; tienen de renta para su plato, cada çinquenta mill ducados, sin muchas çibdades y provinçias que tienen a cargo, y los presentes que les dan, que valen más de dosçientos mill. Dentro el zerraje del Gran Turco hay una sala donde se tiene el Consejo, dentro la qual hay un trono, todo hecho de gelosías, que cae adentro a los aposentos del emperador, y de allí habla lo que han de hazer, y quando piensan que está allí no está, y quando piensan que no está, está. Por manera que ninguno osa hazer otra cosa que la que es de justiçia. Los tres Baxás son los que goviernan el imperio, como si dixésemos acá del Consejo de Cámara, y con éstos se sientan los dos cadileschieres, y a la mano izquierda se sientan los tephterdes, que es como Contadores mayores, y ansí hazen su abdiençia, que llaman diván, con toda la brevedad y rectitud que pueden; y si por caso ellos o los otros juezes hazen alguna sin justiçia, aguardan a que el Gran Turco vaya el viernes a la mezquita, y ponen una petición sobre una caña por donde ha de pasar, y él la toma y pónesela en la toca que lleba, y en casa la lee y remedia lo que puede, para mal de alguno, y acabado el Consejo se da orden de comer allí donde están, y si acaso hay mala informaçión de algún capitán, mándale empresentar el rey una ropa de terçiopelo negro, la qual le significa el luto, de manera que sin alboroto en el Consejo secreto le llaman, y el Gran Turco le haze una reprehensión, y para que se emiende en lo de por venir, luego del pie a la mano le haze cortar la cabeza y embíale a casa. Estos Baxás no tienen para qué ir a la guerra sino yendo la mesma persona del Gran Señor.

MATA.-  Soberbia cosa será de ver el palaçio del Emperador.

PEDRO.-  No le hay en christianos semejante. En medio tiene un jardín muy grande, y conforme a tan gran señor; está a la orilla del mar, de suerte que le vate por dos partes y allí tiene un corredorçico todo de jaspe y pórfido, donde se embarca para irse a holgar. Dentro el jardín hay una montaña pequeña, y en ella va un corredor con más de doçientas cámaras, a donde solían posar los capellanes de Sancta Sofía. Todo esto cercado como una çibdad, y tiene seis torres fuertes llenas de artillería, y aun de thesoro, que no hay tanto en todo el mundo como él sólo tiene; y todo al derredor bien artillado; los aposentos y edifiçios que hay dentro no hay para qué gastar papel en deçirlos.

MATA.-  Quien tan grande cosa tiene ¿no podrá dexar de tener gran corte?

PEDRO.-  Esa os contaré brevemente; pero sabed primero que todos los señores, ansí el Rey como Baxás, tienen dentro de sus casas toda su corte por gran orden puesta, que el cozinero duerme en la cozina, y el panadero en el horno, y el caballerizo en el establo; y todos los ofiçios mechánicos de sastre, çapateros, herreros, y plateros todo se cierra dentro de casa, juntamente con los gentiles hombres, camareros y thesoreros y mayordomos.

JUAN.-  No deben de ser gente muy regalada, si todos caben dentro una casa quantos habéis nombrado.

PEDRO.-  Hazed quenta que es un monesterio de los fraires de San Françisco, y aun ojalá tubiesen cada uno su çelda, que serían muy contentos. Tres pajes son en la cámara del Gran Turco los más privados de todos. El primero, que le da la capa y siempre cuando sale fuera le lleva un fieltro para si llubiere. El segundo, lleba detras dél un baso con agua para que se labe donde quiera que se halle para hazer oración. El otro lleba el arco y la espada. Házenle de noche, quando duerme, la guarda con dos blandones ençendidos. Hay, sin éstos, quinçe pajes de cámara, que también se mudan para hazer la guarda y quarenta guardarropas; hay también tres o quatro thesoreros y otros muchos pajes, que sirven en la contaduría; los más preminentes ofiçios, tras éstos, son: portero mayor, que se llama capichi baxá, y su teniente déste; y sin éstos, otros tresçientos porteros; cozinero y despensero mayor son tras esto, en casa del Rey y los demás prinçipes, preminentes ofiçios, y tienen en algo razón, pues por su mano ha de pasar lo que comen todo. El cozinero mayor tiene debaxo de sí más de çiento y çinquenta cozineros, entre grandes y chicos, y el despensero otros tantos; y llaman al cozinero aschi baxí, y al despensero quillergí baxí. El panadero y caballerizo también son dest'arte. El sastre, que llaman terezí baxá, tiene otros tantos.

MATA.-  ¿Cómo tienen tantos?

PEDRO.-  Yo os diré: como por nuestros pecados, cada día lleban tantos prisioneros por mar y por tierra, del quinto que dan al emperador, y de otros muchos que le empresentan, los muchachos luego los reparte para que deprendan ofiçios a la cozina, tantos y a la botillería tantos, y ansí; y la pestilençia también lleba su parte cada año, que no se contenta con el quinto ni aun con el terçio vezes hay. El principal cargo en la corte, después de los baxás, es bostangi baxí, jardinero mayor, por la privança que tiene con el Gran Turco de hablar con él muchas vezes; y quando va por la mar, éste lleba el timón del bergantín; tiene debaxo de sí éste doçientos muchachos, que llaman jardineros, a los quales no les enseñan leer ni escribir sino esto sólo, y el que déstos topa el primer fruto para empresentar al Turco tiene sus albriçias.

MATA.-  ¿Qué ha de hazer de tanto jardinero?

PEDRO.-  Estos doçientos entended que son del jardín de palaçio, que de los otros jardines más son de quatro mill.

MATA.-  ¿Jardineros?

PEDRO.-  Sí; bien nos contentaríamos todos tres si tubiésemos la renta que el Gran Turco de solos los jardines. La primera cosa que cada señor haze es un jardín, el mayor y mejor que puede, con muchos çipreses dentro, que es cosa que mucho usan; y como ha cortado la cabeza a tantos baxás y señores, tómales todas las haziendas y cáenle jardines hartos; y de aquellos agás grandes que tiene por guarda de las mugeres y pajes haze grandes señores, y como son capados y no pueden tener hijos, en muriendo queda el Turco por heredero universal. Berças y puerros y toda la fruta se vende como si fuese de un hombre pobre, y se hazen cada año más de quatro mill ducados de tres que yo le conozco, que el uno tiene una legua de çerco.

MATA.-  ¿De qué naçión son esos moços?

PEDRO.-  Todos son hijos de christianos, y los privados que tiene en la cámara y en casa también.

JUAN.-  Espántame deçir que todos sean allá esclabos, sino el Rey.

PEDRO.-  Todos lo son y muchas vezes veréis uno que es esclabo del esclabo del esclabo; azemileros, camelleros y jente de la guarda del Gran Turco y otros ofiçiales neçesarios, entended que hay como acá tienen nuestros Reyes, sin que yo los quente médicos, y barberos, y aguadores, y estuphas.

JUAN.-  ¿Quántos serán aquellos eunuchos prinçipales que hay dentro el çerraje?

PEDRO.-  Más de çiento, de los quales hay diez que tienen cada día de paga quatro ducados, y otros tantos de a dos, y los demás a ducado, y vestidos de seda y brocado.

MATA.-  ¿Y ésos pueden salir a pasear por la çibdad?

PEDRO.-  Ninguno, ni de quantos pajes he contado, que son más de doçientos, puede salir ni asomarse a ventana más que las mugeres; porque son çelosos, y como creo que os dixe otra vez ayer, todos, desde el mayor al menor, quantos turcos hay son buxarrones, y quando yo estaba en la cámara de Çinán Baxá los vía los muchachos entre sí que lo deprendían con tiempo, y los mayores festejaban a los menores.

JUAN.-  Y quando esos pajes son grandes, ¿qué les hazen? ¿múdanlos?

PEDRO.-  Luego los hazen espais, que son como gentiles hombres de caballo, y les dan medio escudo al día, y caballo y armas, y mándanle[s] salir del zerraje, metiendo en su lugar otros tantos muchachos. Allí les van cada día los maestros a dar liçión de leer y escribir y contar.



ArribaAbajoCapítulo XVII

El ejército


JUAN.-  He oído que en las cosas de la guerra el Gran Turco no gasta dinero como nuestros reyes.

PEDRO.-  ¿Ya queréis que entremos en la guerra? Pues sea ansí. Digamos primero de los señores y capitanes. Tras los tres baxás, la mayor dignidad es beguelerbai, que es como quien diçe señor de señores. Capitán general destos hay uno en Greçia, el qual tiene debaxo de sí quarenta sanjaques.

MATA.-  ¿Qué es sanjaque?

PEDRO.-  Como acá maestros de campo o coroneles: sangac, en su lengua, quiere dezir bandera; y çiento y çinquenta subagis, que son governadores. El beglerbai tiene treinta mill ducados de paga, sin sus probechos, que son mucho más. Los sanjaques baís tienen de quatro a seis mill ducados; los subaxis, de mill a dos mill; el segundo beglerbai es de la Anotolia, y tiene treinta santjaques y çient subaxis quasi de la mesma paga. Tiene también ocho mill espais y el de la Greçia otros tantos y más. El terçero es el beglerbei de la Caramania; no es tan grande como estos otros. Tiene diez sanjaques y entre subagis y espais obra de diez mill. El quarto es el beglerbai de Amaçia. Tiene como éste la paga y jente. El quinto es el de Arbecha, en Mesopotamia. Danle más partido que a los otros porque está en la frontera del Sophí. Tiene beinte sanjaques con quinçe mil caballos; tiene sobre todo esto un Virrey en las tierras que tomó al Adulí y otro en el Cairo, que le embían cada año grandes thesoros. En el campo es preferido el beglerbei de la Greçia, y no puede nadie tener las tiendas colocadas ni junto a la del gran señor sino los tres baxás, y éstos, y si hay algún hijo del Gran Turco es obligado a estar debaxo de lo que éstos ordenaren, en paz y en guerra. Paga muy bien toda esta jente. Cada luna veis aquí un exérçito. Tras éstos es un señor que es mayor que todos si quiere, que es el geníçaro agá, el general de los genízaros, el qual tiene debaxo de sí comúnmente doze mill genízaros, que hazen temblar a toda Turquía y en quien está toda la esperança del campo y las victorias más que en todo junto, como nuestro rey en los españoles.

JUAN.-  ¿Qué cosas son esos genízaros?

PEDRO.-  Todos son hijos de christianos tributarios del Gran Turco, como griegos, búlgaros y esclabones en los quales son obligados los padres a dar de çinco uno, no en todas partes, porque en muchas son previllegiados; y demás de todo esto, aunque os paresce que gasta mucho el Turco con tener el exérçito en paz y guerra tan grande, hágoos saver que es poco; porque de cada cabeza que hay en la casa de qualquier christiano o judío, de catorze años arriba, son obligados a pagar un ducado cada año. Mirad quántos millones salen, y los hijos que le diezman tómanlos pequeños y pónenlos a ofiçios y a deprender leer y a trabajar, para que se hagan fuertes, y destos eligen los genízaros. Llámanse, antes que los hagan genízaros, axamoglanes. Traen por insigna los genízaros unas escofias de fieltro blanco a manera de mitras con una cola que buelve atrás y hasta en medio labrada de hilo de oro, y un cuerno delante de plata tan grande como la escofia, lleno de piedras los que las tienen. Éstos son jente de a pie, y si no es los capitanes dellos, que son diez prinçipales de a mill, y çiento menores de a cada çiento, no puede en la guerra nadie ir a caballo.

JUAN.-  ¿Qué es la paga désos?

PEDRO.-  De real y medio hasta tres cada día, y una ropa larga azul cada año. Los axamoglanes tienen de medio real hasta tres quartillos y otra ropa; su insignia es una escofia de fieltro amarillo, de la mesma hechura que un pan de azúcar; también les dan una ropa de paño más grosero y del mesmo color cada un año, y destos y de los geníçaros embían siempre en todos los nabíos del gran Señor cada y quando que salen fuera para el mar Mayor y al Cairo y Alexandría.

MATA.-  ¿Dónde tienen esos geníçaros su asiento?

PEDRO.-  Las fortalezas prinçipales todas están guarneçidas destos, porque aunque sean malhechores no los matan, sino embíanlos fuera de Constantinopla en un lugar apartado de Constantinopla, quasi en medio della, que se llama Iaibaxá. Están más de mill cámaras, donde ellos viben diez por cada cámara, y el más antiguo de aquellos diez se llama oddobaxí, al qual están los otros subjetos, y cuando van en campo es obligado de buscar un caballo en que lleben sus ajuares. Danle a cada cámara un axamoglán para que los sirba de guisarles de comer.

MATA.-  ¿Qué tan grande es la cámara?

PEDRO.-  Quanto puedan caber todos a la larga echados.

MATA.-  ¿Y los que son casados?

PEDRO.-  No puede geníçaro ninguno ser casado.

JUAN.-  ¿Cómo duermen?

PEDRO.-  En el suelo, como esclabos; no hay hombre dellos que en paz ni en guerra tenga más cama de una alombra y una manta en que se rebolver, y sin jamás se desnudar aunque esté enfermo.

JUAN.-  ¿Ninguno puede ser casado?

PEDRO.-  Siendo geníçaro, no; pero suelen asçender a capitán o a espai o algún otro cargo, y salen de aquel monesterio. La más fuerte jente son que en ningún exérçito hay de espada, arco y escopeta y partesana, y no creo que les haze cosa ninguna ser fuertes sino el estar subjetos y no regalados.

MATA.-  Deçid, por amor de mí, a un soldado de los nuestros que no duerma en cama, y si es a costa ajena, podiéndolo hurtar o tomar por fuerza del pobre huésped, que dexe de comer gallinas y aun los viernes, y que no ande cargado de una puta.

JUAN.-  Hartas veces duermen también en el campo sin cama.

PEDRO.-  Será por no la tener.

MATA.-  ¿Lleban putas?

PEDRO.-  En todo el exérçito de ochenta mill hombres que yo vi, no había ninguna. Es la verdad que, como son buxarrones y lleban pajes hartos, no hazen caso de mugeres.

JUAN.-  ¿Ordenan bien su exérçito como nosotros?

PEDRO.-  ¿Por qué no? Y mejor. No son jente bisoña los que gobiernan, sino soldados viejos, y no tienen neçesidad de hazer jente ninguna como acá, sino embía a llamar tal beglerbei que venga luego a tal parte; luego éste llama sus santjaques baís, y los santjaques sus capitanes; y en paz están tan aperçibidos como en guerra, de manera que dentro de terçero día que el beglerbei resçibe la carta del emperador tiene allegados veinte mill hombres pagados, que no tiene que hazer otro sino partirse, y el que dentro de terçero día no paresçiese le sería cortada sin remisión ninguna la cabeza, diçiendo que ha tantos años que el señor le paga y el día que le ha menester se esconde. Ochenta mill hombres vi que se juntaron dentro de quince días de como el Gran Turco determinó la ida de Persia.

MATA.-  ¿No tocan atambores?

PEDRO.-  Para hazer jente no; mas en el campo traen sus atambores y bien grandes, que no puede llebar un camello más de uno, y tócanle dos hombres, y çierto paresçe que tiembla la tierra. También hay trompetas y pífanos.

JUAN.-  ¿Qué ordenança lleban quando el Gran Turco sale en campo?

PEDRO.-  De los geníçaros escojen para lacayos tresçientos, que este emperador tiene los más gentiles hombres de todos, y muy bien adrezados, que se llaman solaques; lo quales traen en la cabeza una mitra blanca a modo de pan de azúcar, y enzima un muy rico penacho y grande de garçotas blanco. Muy soberbia cosa çierto es ver quando sale en campo, que los genízaros van todos hechos una rueda dentro de la qual va, y los solaques la mitad atrás y la otra delante, y todos los baxás y beglerbeis junto a él, delante de los quales todos los sanjaques ban con sus banderas cada uno, y no las dan a los moços, como acá, sino ellos mesmos se la lleban. En quantos os he dicho hay hombre, sino es los geníçaros, que vaya bestido menos de seda o brocado hasta en pies. No curéis de más sino que más soberbio prínçipe en ese caso no le hay en el mundo ni más rico, porque con quanta costa tiene en lo que os he dicho, gana y no pierde en las jornadas, agora sea por mar, agora por tierra; porque en queriendo salir, luego echa un repartimiento ansí a turcos como judíos y christianos, para ayuda de defender sus tierras contra christianos, y saca más de lo que gasta por más jente que llebe.

JUAN.-  Bien sé que no se puede contar ni saber la renta que tiene de çierto; pero, a lo que comúnmente se diçe, ¿qué tanta será?

PEDRO.-  Dexadme acabar el escuadrón de la guerra, que todo se andará para que no dexemos rastro. Estos espais, que son como acá caballos ligeros de la guarda del rey, le hazen siempre, quando está en el campo, de quinientos en quinientos, la çentinela al derredor del pabellón, y los que duermen también tienen destar allí; detrás de todos éstos van los silitaros en esquadrón, que son dos mill, los quales lleban los caballos del Gran Señor para quando quisiere trocar caballo, que es como acá pajes de caballeriza; luego van los ulofagos, que son mill quasi, como espais, y hazen la çentinela al rey de día y noche; luego va el esquadrón de los cazadores, que son tantos como el exérçito de algún rey a caballo y a pie.

JUAN.-  De manera que sirben de soldados y cazadores.

PEDRO.-  No cale a nadie dezir no soy obligado a pelear, que moços de çozina y todos van quando el rey sale. Bien son los cazadores mill de caballo, y más de otros tantos a pie, y tiénelos bien menester, porque tiene gran multitud de alcones, azores y girifaltes que le traen de tributos y presentes; perros de todas suertes un buen rebaño hay como de ovejas, de más de dos mill. Los lebreles y alanos tienen paga de geníçaro cada día; los podencos, galgos y perdigueros, paga de axamoglán, y aun mantas cada un año, ansí para echarse como para traer, porque los usan allá traer enmantados como caballos. Mil jeníçaros y axamoglanes tienen cargo de solos los perros, y no les falta en qué entender.

MATA.-  ¿Y jente de a pie no hay?

PEDRO.-  Demás de los geníçaros y solaques, que van a pie, hay otro esquadrón que llaman cariplar, como quien dize el de los pobres, que por la mayor parte es de tres o quatro mill. El postrero es de azapes, como quien diçe libres, los quales son hijos de turcos y naturales, y éstos se allegan como acá los soldados, y cuando se acaba la guerra los despiden.

JUAN.-  Con todo eso no me pareçe que llega el exérçito a ochoçientos mill y a quatroçientos mill, como acá nos quentan que trae el gran señor en campo.

PEDRO.-  Una muy gran cantera o mina habéis descubierto que no os la sabrá nadie soltar si no es muy visto en aquellas partes; y si nuestro invictíssimo Çésar tubiese tiempo de poder ir contra este exérçito, con sólo el diezmo de gente que llebase quebraría los dientes al lobo, sino que, parte él estar empedido en estas guerras de acá, que no le dexan executar su deseo, parte también nuestra cobardía y poco ánimo, por las ruines informaçiones que los de allá nos dan sin saber lo que se diçen, les da a ellos ánimo y victorias; de manera que el miedo que nosotros tenemos los haze a ellos balientes, que de otra manera más gente somos de guerra sesenta mill de nosotros que seisçientos mill dellos, y más son diez mill caballos nuestros que çien mill de los suyos.

MATA.-  ¿Cómo pueden ser más setenta que ochocientos?

PEDRO.-  Deçíroslo he, si estáis muy atentos a oír la cosa, que hallaréis poco o ninguno que os sepa dezir çiertamente. Suele haver en el campo del Gran Turco ordinariamente quinientos mill hombres, y no más tampoco, porque siempre se dize más de lo que es, de los quales oxalá sean el diezmo para armas tomar; çient mill caballos cada vez los lleba sin dubda ninguna; mas tened por averiguado que no son treinta mill, ni aun veinte. ¿Pensáis que por caballo se ha d'entender un caballo de los hombres de armas de acá? Pues engañado estáis, que de aquellos pocos hay. ¿Acuérdaseos que os dixe ayer quando me quise huir que compré dos caballos en çinco ducados, razonables?

MATA.-  Muy bien.

PEDRO.-  Pues hazed quenta que de seis partes de los que hay en el campo del Gran Turco, los çinco son de aquéllos.

MATA.-  ¿Y de qué sirven?

PEDRO.-  Yo os lo diré; de dos mill espais que hay que tienen a medio ducado de paga al día, cada uno es obligado a tener tres caballos consigo y tres hombres en ellos; y otros que tienen un ducado de paga son obligados a mantener seis caballos, y cada uno conforme a la paga que tiene; allende desto, como no son gente regalada ni duermen jamás en poblado, cada uno lleba un caballo cargado con la tienda y una cama en que duerme, y otro con arroz y vizcocho y calderas en que guisar de comer, y otro para los vestidos y ajuar; demás de todo esto, en casa no dexan más de las mugeres; no hay quien no tenga media doçena de esclabos, pajes y otros quatro para los caballos, y todo esto que digo mantiene cada día con medio real de pan y otro tanto de arroz; vino no lo beben; pues los caballos los más días comen heno. Finalmente, que cada espai lleba al menos ocho caballos, y entrellos uno que vale algo, y diez esclabos, y con dos reales de costa al día el que más gasta. Ansí mesmo cada ulofegi otro tanto, y todos quantos tiran de paga un ducado lleban doze criados y otros tantos caballos; y si tiene de paga dos ducados lleba doblados caballos y esclabos.

JUAN.-  Espántame poder sustentar con tan poco dinero tanta gente.

PEDRO.-  ¿De qué os espantáis? ¿No miráis que son sus esclabos y no les dan salario ninguno ni a beber vino, ni vestido, sino de mill en mill años? También hinchen mucho los que tienen cargo de apaçentar los caballos del Gran Turco y llebarlos de diestro, que son christianos.

MATA.-  ¿Y ban con él a la guerra?

PEDRO.-  Y son los que más probecho le hazen, de Caramania y Blachia, que son tierras de jente medio salvaje, y de Bulgaria. También se dan muchos tributos al Gran Turco entre los quales cada año tienen estas provinçias de embiar dos mil hombres para dar el verde a los caballos del Gran Señor y llebarlos de diestro quando va en campo.

JUAN.-  ¿Y qué paga les dan a esos?

PEDRO.-  Ninguna; mas de que cada uno, quando se buelven, que ha servido un par de años, lleba consigo una póliça de cómo sirvió y es exento de no pagar al rey tributo ninguno de un ducado que cada año había de pagar, y quando viene'n la primavera traen su capitán y vanse a presentar delante del Gran Turco con una hoz y un haz de heno cada uno por insignia, y luego les reparten los caballos.

MATA.-  ¿Pues tantos caballos tiene el Gran Turco que son menester dos mill hombres?

PEDRO.-  Y aun más de tres mill también. Es muy rico y tiene grangerías de yeguas y caballos, y os seguro que pasan de çinco mill los caballos regalados y más de çinquenta mill camellos, por no deçir de çient mill. ¿Con qué pensáis que podría dar a todos los de su corte, que son más de beinte mill, los caballos y camellos, sino desta manera? Que si yo tengo por gentil hombre suyo un escudo de paga, digo de los que sirben en su corte, les da también tantos caballos y tantos camellos quando fuere en campo; por manera que, muy bien contado todo, de quatroçientos mill hombres habrá çient mill que peleen, y aun ojalá ochenta, y esto querría yo que procurasen saber de raíz nuestros príncipes christianos, y no creer a cada chirrichote que se viene a encalabaçarles beinte mentiras, que después no hay quien los saque dellas. Pues en las cosas de la mar, me deçid; que no hazen sino parlar que puede armar doçientas galeras, quinientas galeras; yo le conçedo que cada vez que quiera puede echar tresçientas en la mar, pero armarlas le es tan imposible como a mí, porque si tiene guerra en Persia, si arma setenta hará todo su poder y más de lo que puede; y si no tiene guerra, çiento y veinte serán las más que pueda.

MATA.-  ¿Cómo no puede con tanto dinero armar las que quisiere?

PEDRO.-  Porque no aprobecha el dinero y la galera sin gente que la govierne. No hay marineros en todo su estado para más de çiento; y aunque haya marineros no hay quien reme, que tiene menester para cada una çiento y sesenta hombres, y no se pueden haver de tres o quatro mill adelante, de aquellos morlacos y chacales que vienen a Constantinopla para alquilarse a remar.

JUAN.-  ¿Qué será la renta del Gran Turco?

PEDRO.-  Lo más conforme a la verdad que pude descubrir es que de sólo el tributo de los christianos tiene cada año millón y medio, sin los presentes, que son más de otro medio; las alcabalas, un millón escaso; las salinas, medio millón; bien hay otro medio millón al menos de las cosas que vacan antes que él las probea, y las haçiendas de todos los que mueren sin hijos, y aunque los tengan, si tienen ofiçios Reales entra por hijo el Gran Turco a la partiçión. El estado que fue del Carabogdán paga cada año millón y medio y harto más; los veneçianos pagan por Chipre y el Zante treze mill ducados, sin lo de las parias que no sé lo que monta. El Chío le da 14 mill; Raguça, medio millón diçen; esto no sé si es tanto. El baxá que está por governador del Cairo y Suria y todo el estado que tenía el soltán, da un millón, y quinçe mill hombres pagados. Sobre todo esto tiene aquellas minas que ayer os dixe de la Cabala y la isla del Schiato, que pasan de dos millones. Pues sumadme vos lo que valdría la décima de todos los fructos del imperio, que yo no me atrebo.

JUAN.-  ¿Los diezmos lleba el Gran Turco?

PEDRO.-  ¿Qué pensabais? todos, ansí de christianos como judíos y turcos, y no penséis que le valen menos los judíos del tributo que le dan que los christianos, que antes es más; porque aunque creo que son más los christianos, los tributos de los judíos son mayores mucho. Quando tiene de ir en campo, todos los baxás y beglerbeis y sangiaques y los demás ofiçiales principales a porfía le hazen cada uno un presente, el mejor que puede. Yo vi uno que Çinán Baxá le hizo que valía çient mill ducados de plata y oro y sedas.

JUAN.-  Un mal orden veo en el pagar del tributo de los christianos que deçís.

PEDRO.-  ¿Qué es?

JUAN.-  Que paga uno de catorze años arriba un ducado, ¡qué barbarería es tratar a los pobres y a los ricos de una mesma forma!

PEDRO.-  No tocáis mal puncto, y por eso os tengo dicho que preguntándome me haréis acordar muchas cosas. El pobre y el rico, en tocando los años catorze, es empadronado en el libro que llaman del aracho, y si es pobre paga un escudo y el rico tres.

JUAN.-  Eso bien.

PEDRO.-  Y aun hay algunos, particularmente previllegiados, que no pagan nada, mas son obligados de hazer un presente que valga treinta ásperos.

MATA.-  ¿De artillería es bien probeído?

PEDRO.-  No lo solía ser, ni tenía maestros que los enseñasen, principalmente el encabalgar las piezas en carretones, hasta que echaron los judíos de España, los quales se lo han mostrado, y el tirar d'escopetas, y hazer de fuertes y trincheras y todos quantos ardides y cautelas hay en la guerra, que no eran antes más que unas bestias. Hanse en el campo desta manera, que si se quema la tienda de alguno, so pena de la vida no puede gritar ni hazer alvoroto, sino matarlo si puede buenamente, por no de asosegar el campo, y aunque vengan a matar algunos a otro, no puede aquél tal gritar, sino defenderse y callar, so la mesma pena, y aunque se le suelte el caballo no puede ir tras él gritando, sino bonicamente si le puede coger, y si no que se pierda.

JUAN.-  ¿Qué mazeros lleba el Gran Señor? porque otros reyes lleban los que hagan lugar para pasar.

PEDRO.-  Llámase el chauz baxí, un capitán que sirve como de sargento, de poner la gente en orden, y tiene debaxo de sí, que tengan el mesmo ofiçio, treçientos chauzes, que van haziendo lugar por donde ha de pasar.

MATA.-  ¿Hay allá postas como acá?

PEDRO.-  Donde quiera que va el Gran Señor le siguen los correos de a caballo; pero no hay caballos deputados, para eso, porque son tan çelosos que les podrían dar avisos a los christianos por donde urdiesen alguna traiçión.

MATA.-  ¿Pues corren sin caballos?

PEDRO.-  Cada uno es menester que llebe una çédula del Gran Turco para que le den caballos por donde fuere, con la qual hazen dos mill vellaquerías, tomando quantos topan por el camino sin que se les pueda deçir de no, y algunos rescatan por dineros. Verdad sea que no corren allá de noche; los mejores correos son de a pie, que van siempre donde quiera que va el Gran Señor junto a él çient persianos, que llaman peics, los quales dizen por muy averiguado que no tienen vazo. Yo no lo creo, pero ellos mesmos me diçían que era verdad, y no querían dezir el secreto cómo se le sacaban. Éstos van cantando y saltando siempre delante el caballo del señor, sin calzas, vestidos de unas ropas de seda verdes y cortas hasta las espinillas; en la cabeza una mitra como pan de azúcar de terçiopelo colorado, llena de muchas plumas y muy galanas, y colgadas de la çinta unas campanillas como de buhonero, de plata, que quando caminan van sonando; en la una mano un pedazo de azúcar cande y en la otra una redomica de agua rosada, con que van roçiando la gente, y en el puncto que algo quiere el señor, despachan uno de aquellos.

JUAN.-  ¿Qué tanto caminan cada día?

PEDRO.-  Veintiçinco leguas y treinta si fuere menester. Çinán Vaxá tenía uno que de Constantinopla a Andrinópoli iba en un día y venía en otro, que son treinta leguas.

MATA.-  Mucho es; no camina más la posta. ¿Es verdad que quando el Gran Señor sale fuera siempre lleba diez mill caballos que le acompañan?

PEDRO.-  Más lleba de ochenta mill quando va a la guerra.

MATA.-  No digo yo sino a pasear por la çibdad o a su oraçión.

PEDRO.-  Eso es una gran mentira; porque si tiene de ir a pasear, por la mayor parte va en un bergatín por mar; si tiene de ir a la oraçión, sabed que lo que esos dizen en su vida vieron doçientos caballos juntos, porque de otra manera no dirían tan grande neçedad; desde el palaçio a Sancta Sophía, donde se le diçe el ofiçio, habrá quatroçientos o quinientos pasos. Pues metedme en quinientos pasos diez mill caballos. Aina me haréis dezir que diez mill mosquitos no cabrán por el aire, quanto más caballos. La realidad de la verdad es que quando sale, ansí sale como nuestro emperador, con obra de tresçientos de a caballo y otros tantos de a pie, y no creáis otra cosa aunque os lo juren; lo que podrán afirmar es que son gente muy luçida todos aquellos, porque traen ropas de brocado y sedas de mill colores, hasta en pies, y muy luzidos caballos, y aquellos solaques con sus penachos campean mucho y abultan yendo como van ellos y los geníçaros en grande ordenança.



ArribaAbajoCapítulo XVIII

Santa Sofía. El ejército en campaña


JUAN.-  ¿Sancta Sophía tienen los turcos como nosotros?

PEDRO.-  Justiniano Magno, duodéçimo emperador de Constantinopla, edificó el templo de Sancta Sofía, el más magnífico, sumptuoso y soberbio edifiçio que pienso haber en Asia, Africa, ni Europa; y quando soltán Mahameto tomó a Constantinopla, hízole hazer, quitando todas las imágenes y figuras, mezquita suya, adonde el Gran Señor va todos los viernes a su oraçión, y quedóle el nombre de Santa Sofía. Toda la han derribado, que no ha quedado más de la capilla prinçipal y dos claustras, para edificar allí casas.

JUAN.-  ¿Qué más había de tener de dos claustras?

PEDRO.-  Más de quatro villas hay en España menores que solía ser la iglesia; tenía tresçientas puertas de metal y una legua pequeña de çerco.

JUAN.-  ¿Qué obra tiene? ¿De qué está hecha?

PEDRO.-  Yo quería pintárosla quando hablase de Constantinopla; pero, pues viene a propósito, dicho se estará; no puedo dezir con verdad cómo estaba primero, porque yo no la vi, sino de oídas; mas viendo los cimientos por donde iba y lo que hagora hay, se puede sacar lo que estonces era. Las dos claustras son todas de mármol blanco, suelo y paredes, y la techumbre de obra musaica; tienen diez y ocho puertas de metal. El mármol no está asentado como acá, sino muy pulido, a manera de tablero de axedrez.

MATA.-  Eso me dad a entender que las paredes se hagan de aquella hechura.

PEDRO.-  Los mármoles sierran allá como acá los maderos, y hazen tan lindas y tan delgadas tablas dél como de box, lo qual es uno de los más grandes trabajos que a los christianos les dan.

MATA.-  La sierra debe de ser de requesón, porque otra cosa no bastar a hender ni cortar los mármoles, como nos queréis hazer en creer.

PEDRO.-  La sierra, porque hagáis milagros, corta sin dientes ni aguzarla, y porque me habéis detenido mucho en esto os lo quiero presto dar a entender. Con aquellas sierras, en la señal que hazen, echando arena y agua se corta con la mesma arena, y es menester que uno esté de contino echando arena.

JUAN.-  Donde sacan el jaspe, en Sancto Domingo de Silos, me han dicho que se haze eso.

PEDRO.-  Créolo; de manera que primero hazen de obra gruesa la pared; después asientan ençima aquellas losas, no más ni menos que lo escaques en un tablero de axedrez, o como acá ladrillos. La capilla principal no tiene en toda ella mármol ninguno, sino todo es jaspe y pórfido.

MATA.-  ¿El suelo también?

PEDRO.-  Todo.

MATA.-  ¿No será muy grande desa manera?

PEDRO.-  Cabrán dentro diez y siete mill ánimas, las quales cada día de viernes se ven salir, porque sólo aquel día se dize el ofiçio con solemnidad, de que el rey o quien está en su lugar se tiene de hallar presente.

MATA.-  ¡Ay, ojo! ¡Ay, que me ha caído no sé qué! ¿en una capilla de jaspe y pórfido diez y siete mill ánimas? Vos que estáis más çerca tiradle del ávito, y paso, porque se le romperéis todo.

PEDRO.-  El contar a bobos como vos cosas tales es causa del admirar. ¿Habéis nunca estado en Salamanca?

MATA.-  ¡Pues no! ¿Por qué lo preguntáis?

PEDRO.-  Qué boquiabierto debíais destar quando vistes el relox, porque para tales entendimientos como el vuestro y otros tales aquella es una sutil invençión y grande artifiçio. Pues más os hago saver, que con ser quán grande es, que bien terná un tiro de arcabuz de parte a parte, en medio no tiene pilar ninguno, sino el cruzero, de obra musaica, que paresçe que llega al cielo; alderredor todo es corredores de columnas de pórfido y jaspe, sobre que se substenta la capilla, uno sobre otro. Estoy por dezir que en solas las ventanas pueden estar más de doze mill ánimas, y es ansí.

JUAN.-  ¿Cómo están esos corredores? ¿Todos alderredor de la capilla?

PEDRO.-  Sí, y unos sobre otros hasta que llega a lo más alto.

JUAN.-  Admirable cosa es ésa. ¿Y dexan entrar a quantos quieren dentro a verlo?

PEDRO.-  Si no son turcos no puede otro ninguno entrar, so pena que le harán turco, salvo si no es privado, como yo era. Siempre tiene su guarda de geníçaros a las puertas, los quales por dos reales que les den dexaran entrar a los que quisieren, sin pena; pero si entran sin licençia castíganlos como dicho tengo. La capilla tiene nuebe puertas de metal que salen a la claustra, todas por orden en un paño de pared, quatro de una parte y otras tantas de la otra; tienen la mayor en medio y todas son menester, según la gente carga, y son bien grandes; tienen unas antepuertas de fieltro colorado; la cubierta de arriba, en lugar de tejas, es toda plomo, como dixe de la casa de Ibrahim Baxá.

MATA.-  Yo callo. Dios lo puede hazer todo.

PEDRO.-  Bien podéis, que ello es como yo digo, que no me va a mí nada en que sea grande ni pequeña; mas digo aquello que muchas vezes he visto y palpado.

JUAN.-  Los galanes, ¿como por acá van a mula y a caballo a ese templo?

PEDRO.-  Todos los que las tienen. Verdad es que más se usa cabalgar a caballo que a mula, aunque muchos señores van a mula y los judíos médicos también; tienen por gran deshonestidad cortarles la cola, y por eso no lo hazen sino trençánsela y atánsela a la correa del estribo que la llebe de lado.

JUAN.-  ¿Traen gualdrapas?

PEDRO.-  Todos; pero pequeñas, de brocado o de carmesí; las sillas son pequeñitas y muy pulidas, pintadas o de plata, y sobrellas no les echan gualdrapa ni otra cubierta, porque son ansí más galanas labradas. El moço d'espuelas o paje lleba un caparaçón de paño muy repicado y en apeándose el amo luego le echa aquél ençima a la silla porque no se ensuçie.

MATA.-  ¿Cabalgan bien? ¿Son buena gente de caballo?

PEDRO.-  Los turcos no, sino muy ruin; los estribos son anchos como los de la gineta, y cabalgan largo a la estradiota. Si corren, harto piensan que hazen en tenerse que no los derribe el caballo, sin otra poliçía, dando mill culadas. Los caballos todos son capados y mejor curados que ninguna naçión, sino es aquellos que quieren para casta, y de aquí viene que están en una caballeriza muchos muy juntos sin rifar. Por la mayor parte traen todos los galanes el freno de plata y las riendas también. Lleban todos colgada del arçón una maça de yerro y una caja de latón que. cabrá dentro un azumbre de vino.

MATA.-  ¿De qué les sirbe aquella?

PEDRO.-  Quando pasean por la çibdad lleban en ella una esponja con que se limpian los bestidos en apeándose, como nosotros con escobetas, y quando van en campo les sirbe como a nosotros una barretera o barjuleta de llebar un poco de carne o higos o pan.

MATA.-  ¿No hay allá escobetas?

PEDRO.-  Sí, hartas; pero mucho mejor limpia el paño la esponja, y el cuero para las guarniçiones del caballo; que en apeándose, entre tanto que negoçia, se las tienen de limpiar los moços; tanto son de pulidos y limpios. Para los pies del caballo lleba el moço d'espuelas otra en la çinta.

MATA.-  No hemos dicho de las armas con que pelean.

PEDRO.-  Ellos no usan arneses como nosotros; camisas de malla los que las pueden alcançar las traen, y unos morriones guarnesçidos de plata muy bien hechos, y éstos son pocos los que se los ponen, porque el tocado que ellos traen cada día en lugar de caperuza es tan fuerte como un almete y no le pasará un arcabuz; la jente de caballo también lleba cada uno una lanza medio gineta con una beleta de tafetán, y como cada caballo tenga una déstas en la mano paresçe lo mejor del mundo, y de muy lexos campea.

MATA.-  No podrá dexar de ser cosa muy de ver çient mill caballos que cada uno tenga su lanza con bandereta; pues ¿no usan lanza en cuxa, como éstas de nuestros hombre d'armas?

PEDRO.-  ¿Para qué las quieren, no usando arneses? La jente de a pie son buenos escopeteros, y traen unas gentiles escopetas que acá son muy presçiadas, y con razón, partesanas y sus zimitarras.

JUAN.-  Muchas vezes he oído que quando tiene de llebar la artillería, que la haze desbaratar toda, y a cada uno da tantas libras que llebe y adonde se tiene de asentar la haze undir.

PEDRO.-  Asiéntese con las otras fábulas que por acá quentan, y no nos detengamos en eso, que él trae la mejor artillería que prínçipe del mundo, y mejor encabalgada en sus carretones y con todo el artifiçio neçesario. Teniendo tantos renegados, por nuestros pecados, que son muchos más que los turcos naturales, ¿queríais que ignorase todos los ardides de la guerra? Aína me haréis dezir que es más y mejor la artillería que tiene sobrada en Constantinopla, sin servirse della que la que por acá tenemos aunque sea mucha. El Sophí es el que no trae artillería ni escopetería, que si la tubiese, más belicosa jente son que los turcos.

JUAN.-  El Sophí ¿es turco o qué es?

PEDRO.-  Rey de Persia, donde fue el fin de Mahoma; todos son moros.

JUAN.-  ¿Pues a que fin es la guerra entre él y el Gran Turco?

PEDRO.-  Pretende el Sophí que él es el legítimo emperador de Constantinopla, Cairo y Trapisonda, y a él compete la conquista y defensión de Mahoma, como a más antiguos moros, y que el Gran Turco es medio christiano, y desçiende dellos, y todos sus renegados son hijos de christianos y malos turcos, como el emperador solía traer contra los alemanes luteranos la guerra.

JUAN.-  ¿Qué gente trae en campos ése?

PEDRO.-  Sesenta mill caballos, todos de pelea, y tan acostumbrados al mal pasar que se estarán dos años si es menester sin meter la cabeza debajo de poblado.

JUAN.-  ¿Y a pie?

PEDRO.-  Ninguno, ni un tan solo hombre, y por eso es más fuerte que el turco, y las más vezes le venze, porque hoy está aquí, mañana amanesçe acullá, y toma de sobresalto al Gran Señor muchas vezes. Por donde quiera que va todo lo asuela; en lo poblado no dexa casa ni çimiento; los panes por donde pasa todos los quema; la gente toda la pasa a cuchillo; porque quando va el Gran Turco por allí no hallen qué comer ni dónde se acoger para hazerse fuerte.

MATA.-  ¿Llebando el Gran Turco mucha más gente que él no le vençe? ¿y más con tanta artillería como dezís que tiene y el otro no nada, y la jente de pie que es más?

PEDRO.-  Si el Sophí quisiese esperar batalla campal, no hay dubda, sino que le vençería cada vez, porque la gente de a pie mucha cosa es para desjarretarles los caballos.

JUAN.-  Más es la artillería.

PEDRO.-  N'os engañéis en eso, que en batalla campal las manos y arcabuzería hazen la guerra y en la mar también, que la artillería poco estrago puede hazer. Contra una çibdad es buena, porque derriba un lienço de una zerca o una torre, o un fuerte de donde les hazen mal, y haze lugar por donde pueda entrar el exérçito; pero en lo demás todo es llebar una hila de gente, que en un exérçito no es nada y da muchos çincos, unos de corto, otros de largo y otros de calles. Líbreos Dios de las pelotillas pequeñas quando juega la arcabuzería, que paresçe enxambre de abejas, y si una no os açierta, viene otra y otra que no puede errar. Los persianos cabalgan exçelentíssimamente, y sesenta mill caballos que el Sophí trae sin dubda valen más que un millón de el Gran Turco.

JUAN.-  ¿Pues cómo no le quiere esperar la batalla?

PEDRO.-  De miedo de la artillería y gente de a pie, que hazen luego fuertes y trincheas donde se mete la gente de a pie, y los de caballo no pueden entrar allí ni ofenderles.

JUAN.-  Desa manera, ¿cómo deçís que por la mayor parte es victorioso el Sophí?

PEDRO.-  Yo lo diré. El Gran Turco le va siempre rogando que le espere la batalla campal, y el Sophí va huyendo y no quiere. Al cabo conçédesela y señalan el lugar donde tiene de ser, y allí cada uno asienta su real, y el Gran Turco planta su artillería y ordena su campo, y el otro pone sus tiendas y comiençan luego de escaramuzar, en las quales escaramuças siempre el Sophí gana, porque son lexos de la artillería, y tiénenles ventaja en la caballería. Vienen luego a la batalla, y al mejor tiempo, como se ven ir de vençida, buelve las espaldas y alza su real y húyese. El Gran Turco va siguiendo la victoria, y acoxésele a qualque montaña, y al mejor tiempo rebuelve de noche sobre la rectaguarda del turco, que resta a guardar la artillería, y tomándola sobre alto desbarátala y destrúyela.

JUAN.-  Por manera que quando quiere, vençer, huye.

PEDRO.-  No puede, si eso no haze, ganar, sino perder; la mejor cosa que él trae es venir ansí a la ligera. Si tubiese este Sophí aracabuzería, sin dubda ninguna podría conquistarle quanta tierra tiene, y si nuestros príncipes christianos fuesen contra el turco, había de ser quando tubiese guerra con éste, que entonçes no tiene fortaleza ninguna.

MATA.-  Mejor sería hazer del ojo al Sophí, como quien dize: dad vos por allá y yo por acá; tomarle hemos en medio; mas poco veo que ganamos con todas sus discordias, como ellos han hecho con las nuestras.

PEDRO.-  Ganaremos si Dios fuere servido, y si no se tiene de servir no lo queremos.



ArribaAbajoCapítulo XIX

Las bodas. Las mujeres. Indumentaria


MATA.-  Las bodas turquescas hizimos sin acordársenos del nobio, y toda la plática de ayer y hoy hemos hecho sin acordársenos dellas. ¿Hay mugeres en Turquía?

PEDRO.-  No, que los hombres se nasçen en el campo como hongos.

MATA.-  Dígolo porque no hemos sabido la vida que tienen ni la manera del vestir y afeitarse.

JUAN.-  Media hora ha que vi a Mátalas Callando que estaba rebentando por esta pregunta.

MATA.-  ¿Son las mugeres turcas muy negras?

PEDRO.-  Ni aun las griegas ni judías, sino todas muy blancas y muy hermosas.

JUAN.-  ¿Cayendo tan allá el Oriente son blancas? Yo pensaba que fuesen como indias.

PEDRO.-  ¿Qué haze al caso caer al Oriente la tierra para ser caliente, si partiçipa del Setemptrión? Constantinopla tiene 55 grados de longitud y 43 de latitud, y no menos frío hay en ella que en Burgos y Valladolid.

MATA.-  ¿Aféitanse como acá?

PEDRO.-  Eso, por la graçia de Dios, de Oriente a Poniente y de Mediodía a Setemptrión se usa tanto, que no creo haber ninguna que no lo haga. ¿Quién de vosotros vio jamás vieja de ochenta años que no diga que entra en cuarenta y ocho y no le pese si le dezís que no es hermosa? En sola una cosa biben los turcos en razón y es ésta: que no estiman las mugeres ni hazen más caso dellas que de los asadores, cuchares y cazos que tienen colgados de la espetera; en ninguna cosa tienen voto, ni admiten consejo suyo. Destos ruidos, cuchilladas y muertes que por ellas hay acá cada día están bien seguros. ¡Pues cartas de fabor me decid! Más querría el fabor del moço de cozina que el de quantas turcas hay, sacada la soltana que yo curé, que ésta tiene echizado al Gran Turco y haze lo que le manda; pero las otras, aunque sean mugeres del Gran Turco, no tienen para qué rogar, pues no se tiene de hazer.

MATA.-  Ruin sea yo si no tienen la razón mayor que en otra cosa ninguna; y si acá usásemos eso, si no bibiésemos en paz perpetua y fuésemos en poco tiempo señores de todo el mundo, de más de que seríamos buenos christianos y serviríamos a Dios, le terníamos ganado para que nos ayudase en quanto emprendiésemos de hazer.

JUAN.-  ¿Qué nos estorban ellas para eso? A la fe nosotros somos ruines y por nosotros queda.

MATA.-  ¿No os paresçe que andaría recta toda la justiçia de la christiandad si no se hiziese caso del fabor de las mugeres? Que en siendo uno ladrón, y salteador de caminos, procura una carta de la señora abadesa y otra de la hermana del conde, para que no le hagan mal ninguno, diziendo que el que la presente lleba es hijo de un criado suyo; de tal manera que, siendo ladrón y traidor, con una carta de fabor de una muger dexa de serlo. La otra escribe que en el pleito que sobre çierta haçienda se trata, entre Fulano y un su criado, le ruega mucho que mire que aquél es su criado y resçibirá dello serviçio. El juez, como no hay quien no pretenda que le suban a mayor cargo, haze una de dos cosas: o quita la justiçia al otro pobre que la tenía, o dilátale la sentençia hasta tomarle por hambre a que venga a partir con el otro de lo que de derecho era suyo propio, sin que nadie tubiese parte.

JUAN.-  Ésos serán quál y quál que alcançan aquel fabor; pero no todos tienen entrada en casa de las damas y señoras para cobrar cartas de fabor.

PEDRO.-  Engañáisos, aunque me perdonéis, en eso, y no habláis como cortesano. ¿Quién no quiere cartas de fabor, desde la reina a la más baxa de todas las mugeres que no la alcança? Como el hijo de la que vende las berças y rábanos quiera el fabor, no ha menester más de buscar a la comadre o partera con quien pare aquella señora de quien quiere el fabor, y encomiéndase a ella, y alcançarle ha una alforxa de cartas.

JUAN.-  Y si es monja, ¿qué cuenta tiene con la partera?

PEDRO.-  El padre vicario os hará dar firmado quanto vos pudierdes notar, aunque no conozcan aquél a quien escriben. Una muger de un corregidor vi un día, no muy lexos de Madrid, que porque estaba preñada y no se le alborotase la criatura rogó a su marido que no aorcasen un hombre que ya estaba sobre la escalera, y en el mesmo puncto le hizo quitar y soltáronle como si no hubiera hecho pecado venial en su vida.

MATA.-  ¿Andan tan galanas como acá y con tanta pompa?

PEDRO.-  Y con más mucha; pero no se pueden conosçer fuera de casa ninguna quién sea.

MATA.-  ¿Por qué?

PEDRO.-  Porque no puede ir ninguna descubierta sino tan tapadas que es imposible que el marido ni el padre ni hermano la conozca fuera de su casa.

JUAN.-  ¿Tan poca quenta tiene con ella en casa que no la conoçe fuera?

PEDRO.-  Aunque tenga toda la que quisiéredes, porque no son amigas de trajes nuebos, sino todas visten de una mesma manera, como hábitos de monjas. ¿Conosçeríais en un combento a vuestra hermana ni muger si todas se os pusiesen delante con sus belos?

MATA.-  ¿Quién las ha de conosçer?

PEDRO.-  Menos os hago saver que podréis estotras; porque todas van de una manera rebozadas, y los vestidos de una hechura, aunque unas vayan deste color, otras de aquel, unas de brocado, otras de seda y otras de paño. Notad quanto quisiéredes el bestido y reboço que vuestra muger e hija se pone para salir de casa, que como salgáis al umbral de vuestra puerta toparéis çient mugeres entre las quales las medias llevan el vestido mesmo y reboço que vuestra muger.

MATA.-  ¿Son çelosos los turcos?

PEDRO.-  La más çelosa jente son de quanta hay y con gran razón, porque como por la mayor parte todos son buxarrones, ellas buscan su remedio.

JUAN.-  ¿Y sábenlo ellas que lo son?

PEDRO.-  Tan grandes bellacos hay entrellos que tienen los muchachos entrellas, y por hazerles alguna vez despecho en una mesma cama hazen que se acueste la muger y el muchacho y estáse con él toda la noche sin tocar a ella.

MATA.-  Sóbrales desa manera la raçón a ellas.

PEDRO.-  Tampoco fiarán que el ermano ni el pariente entre dentro do están las mugeres, como uno que nunca vieron. Quando yo curaba la hija del Gran Turco, me preguntaba Çinán Baxá, y no se hartaba, cómo era, y cómo estaba, y cómo era posible que yo le tomase el pulso; y siendo muger de su propio hermano, y estando dentro de una çibdad, me deçía que diera un millón de buena gana por verla, y no en mala parte, sino por servirla como a cuñada y a persona que lo meresçía. Pero no aprobecha, que se tiene de ir con la costumbre.

MATA.-  Desa manera ¿para qué las dexan salir fuera de sus casas?

PEDRO.-  Los que las dexan no pueden menos, porque, como dixe atrás, su confesión dellos es labarse todos, y los juebes, por ser bíspera de la fiesta, van todas al vaño aunque sea imbierno, y allí se vañan, y de camino haze cada una lo que quiere, pues no es conosçida, buscando su abentura; en esto exçeden los señores y muy ricos a los otros, que tienen dentro de casa sus vaños y no tienen a qué salir en todo el año de casa ni en toda su bida de como allí entran, más que monjas de las más encerradas que hay en Sancta Clara.

MATA.-  ¿Cómo pueden estar solas en tanto ençerramiento?

PEDRO.-  Antes están más acompañadas de lo que querrían. Mi amo Çinán Baxá tenía sesenta y tres mugeres. Mirad si hay monasterio de más monjas.

JUAN.-  ¿Qué quería hazer de tantas mugeres? ¿No le bastaba una, siendo buxarrones como deçís?

PEDRO.-  Habiéndose de ir de una manera y de otra al infierno, con el diablo que los llebe, procuran de gozar este mundo lo mejor que pueden. Habéis de saver que los señores ni reyes no se casan, porque no hay con quien, como no tengan linajes ni mayorazgos que se pierdan, sino compran alguna esclaba que les parezca hermosa y duermen con ella, o si no alguna que les empresentan, y si tiene hijos, aquella queda por su muger, y haze juntamente, quando edifica casa para sí, una otra apartada, si tiene posibilidad para ello, y si no un quarto en la suya sin ventana ninguna a la calle, con muchas cámaras como celdas de monjas donde las mete quantas tenga, y aun si puede hazer una legua de su zerraje el de las mugeres es cosa de más magestad. Puede tener, según su ley, quatro legítimas, y esclabas compradas y empresentadas quantas quisiere. Y lo que os digo de Çinán Baxá mi amo entenderéis de todos los otros señores de Turquía; y no estiméis en poco que yo os diga esto, que no hay nasçido hombre turco ni christiano que haya pasado acá que pueda con verdad deçir que lo vio, sino hablar de oídas. En aquella casa tenía 63 mugeres; en quatro dellas tenía hijos. La mayor era la madre del hijo mayor, y todas estaban debaxo désta, como de abadesa. Este çerraje tenía tres puertas fuertes, y en cada una dos negros eunucos que las guardaban y llaman los agás. El mayoral destos tenía la puerta de más adentro, y allí su aposento.

JUAN.-  ¿Y capados eran los porteros?

PEDRO.-  No entendáis, a fuer de acá quitadas las turmas, sino a raíz de la tripa cortado el miembro y quanto tienen, que si de este otro modo fuese, no se fiarían; y destos no todos son negros, que algunos hay blancos. Quando tienen algún muchacho que quieren mucho, luego le cortan desta manera, porque no le nazca barba, y quando ya es viejo, sirbe de guardar las mugeres o los pajes, que no menos están enzerrados. El mayor presente que se puede dar a los príncipes en aquella tierra es destos eunucos, y por eso los que toman por acá christianos, luego toman algunos muchachos y los hazen cortar, y muchos mueren dello. Habiendo yo de entrar en el çerraje de las mugeres a visitar, llamaba en la primera puerta de yerro como los encantamientos de Amadís, y salíame a responder el eunuco, y visto que yo era, mandábame esperar allí, y él iba a dar la nueva en la segunda puerta, que el médico estaba allí. El segundo portero iba al tercero, que era el mayoral; éste tomaba luego un bastón en las manos y a todas las mugeres hazía retirar a sus aposentos y que se escondiesen, y no quedase más de la enferma; y si alguna, por males de sus pecados, quisiera no se esconder por verme, con aquel bastón le daba en aquella cabeza, que la derribaba, aunque fuera la principal.

JUAN.-  ¿Superior a todas es ese negro?

PEDRO.-  Más que el mesmo señor. En manos déste, si quiere, está hazer matar a qualquier turco que él dixere que miró por entre la puerta o que quiso entrar allá; tiene de ser creído. Dexadas todas enzerradas, venía por mí y llebábame a la cámara donde había de mirar la enferma; y no calía ir mirando las musarañas, sino los ojos vajos como fraire, y quando veía el pulso tenía las manos rebueltas con unos tafetanes para que no se las viese, y la manga de la camisa justa mucho, de manera que no veía otra cosa sino dos dedos de muñeca. Todo el rostro tapado, hasta que me quexé al Baxá y le dixe: Señor, de mí bien sabe vuestra exçelençia que se puede fiar; este mal negro usa conmigo esto y esto, y por no le ver el rostro pierdo lo más de la cura. El Baxá luego mandó que para mí no se cubriesen ni dexasen d'estar allí las otras, que yo las viese. De allí adelante, por despecho del negro, le tomaba el pulso ençima el codo y les hazía descubrir entrambos brazos, para ver en quál paresçería mejor la vena, si fuese menester sangrar, y quedamos muy amigos el eunuco y yo, y la mejor amistad en casa de aquellos señores es de aquél, porque es el de más crédito de todos, y no hay quien más mercedes alcanze con el señor que él. Yo os prometo que el que guarda a la soltana, que se llama Mahamut Agá, que es mayor señor y más rico que duque de quantos hay en España, y quando sale a pasearse por la çibdad lleba çient criados vestidos de seda y brocado.

MATA.-  ¿No tienen grandes envidias entre sí sobre con quál duerme el señor y se mesan?

PEDRO.-  Tenía un aposento para sí en aquel zerraje, y quando se le antojaba ir a dormir con alguna, luego llamaba el negro eunuco y le dezía: tráeme aquí a la tal; y traíasela, y dormía con ella aquella noche, y tornábase á su palacio sin ver otra ninguna de quantas estaban allí, y aun por ventura se pasaba el mes que no bolvía más allá.

JUAN.-  ¡Oh, vida bestial y digna de quienes ellos son! ¿Y con sesenta y tres tenía quenta?

PEDRO.-  No se entiende que todas eran sus mugeres, que no dormía sino con siete dellas; las otras tenía como acá quien tiene esclabas: las que le caían de su parte, las que le empresentaban, luego las metían allí como quien las cuelga de la espetera, en donde la señora prinçipal le hazía deprender un oficio de sus manos como ganase de comer, como es asentar oro, labrar y coser; otras sirben de labar la ropa y otras de barrer, y quando el señor quiere hazer merçed a algún su esclabo, dale una de aquéllas por muger, y házele primero la cata él mesmo como a melón, y ansí como ser esclabo de un señor es peor que de un particular y pobre, es también en las esclabas; que el día que de allí las sacan, aunque sea para venderlas, se tienen por libres.

MATA.-  Parésçeme que esos señores estarán muy seguros de ser cornudos.

PEDRO.-  No hay señor allá que lo sea, ni particular que no lo sea, por la grande libertad que las mugeres tienen de irse arrebozadas al vaño y a bodas y otras fiestas.

JUAN.-  Por manera que esas que están muy enzerradas no sirben a sus maridos.

PEDRO.-  ¿Quál servir? Yos prometo que en siete meses que Çinán Baxá estubo malo no le vio muger, ni él a ella más que le veis agora vosotros, y más que estaban en un quarto de la casa del jardín donde estaba malo; sino cada día venía el negro mayoral a mí, que deçían las señoras que cómo estaba, y llebaba la ropa que había suçia para hazerla lavar, y era también y mejor servido de los pajes y camareros como si estubieran allí las mugeres.

MATA.-  Los particulares, como no puedan mantener tantas casas, ¿estarse han juntos con ellas como acá?

PEDRO.-  Es ansí: en una casa; pero de aquélla terná una cámara donde se recoxen las mugeres, que por más pobre que sea no tiene una sola. ¿Queréis ver quán estimadas son las mugeres? Que cada día que queráis comprar alguna hallaréis una casa donde, en un gran portal della, se benden dos mill de todas naçiones y la más hermosa y más d'estopha que entre todas haya costará çinquenta escudos, y si llegase a setenta era menester que fuese otra Helena.

MATA.-  Un asno con xáquima y albarda se vale tanto.

PEDRO.-  Y aun ansí no hay quien compre ninguna, que cada día sobran dos mill dellas. Un paje valdrá doçientos escudos.

JUAN.-  En casa de los particulares ¿comen juntos marido y muger?

PEDRO.-  Todos, y guisan ellas de comer como es entre nosotros, y mandan, algunas hay aunque pocas, más que los maridos, quando ven que está pobre y que aunque se quiera apartar no tiene con qué le pagar el dote que tiene de llebar consigo. Todas las calles están llenas de mugeres por donde quiera que vais, muy galanas; y señora hay que lleba tras sí una doçena d'esclabas bien adreçadas, como es mugeres de arraezes y capitanes y otros cortesanos.

MATA.-  Diçen por acá que son muy amigas de los christianos.

PEDRO.-  Como sean los maridos de la manera que os he contado, eran ellas amigas de los negros, quanto más de los christianos. Quando van por la calle, si les deçís amores, os responden, y a dos por tres os preguntarán si tenéis casa, y si dezís que no, os dirán mill palabras injuriosas; si dezís que sí, dirán os que se la mostréis disimuladamente, y métense allí, y vezes hay que serán mugeres de arraezes; otras tomaréis lo que viniere, y si os paresçe tomaréis de allí amistad para adelante, y si no, no querrá deziros quién es.

MATA.-  Desa manera no hay que preguntar si hay putas.

PEDRO.-  No penséis que tiene de haber pueblo en el mundo sin putas y alcauetas, y en los mayores pueblos, más. Burdeles públicos hay muchos de zíngaras, que son las que acá llaman gitanas, cantoneras muchas, christianas, judías y turcas, y muchas que ni están en el burdel ni son cantoneras y son desas mesmas.

JUAN.-  ¿No van algunas señoras a caballo?

PEDRO.-  Las más van en unos carros zerrados, a manera de litera; otras van a caballo, no en mulas, sino en buenos caballos, ni sentadas tampoco, sino caballeras, como hombres, y por moços d'espuelas lleban una manada d'esclabas; y sabed que allá no se usa que las mugeres vayan sentadas en las bestias, sino todas orcajadas como hombres.

MATA.-  No me paresçe buena postura y honesta para mugeres.

PEDRO.-  En toda Levante, digo, en quanto manda el turco, no hay muger de condiçión ni estado ninguno que no traiga zaragüelles y se acueste con ellos, y no se les da nada que las veáis en camisa.

JUAN.-  Ése es buen uso. ¿Traen chapines?

PEDRO.-  No saben qué cosa es.

MATA.-  ¿Qué hábito traen? ¿cómo bisten?

PEDRO.-  Yo os tengo dicho que si no es en el tocado, todo lo demás es una mesma cosa el vestido de los hombres y de las mugeres, y esto se acostumbra desde el prinçipio que vinieron al mundo hasta hoy, sin andar mudando como nosotros hazemos. En todas las cosas que pueden hazer al rebés de nosotros piensan que ganan mérito de hazerlo, diçiendo que quanto más huyere uno de ser christiano y de sus cosas, más grados de gloria terná y mejor cumplirá la seta de Mahoma, y por eso traen las camisas redondas sin collar ninguno, y las calzas quantas más arrugas hazen son más galanas, y las mangas del sayo también y las ropas largas y estrechas, y si pudiesen caminar hazia trás lo harían, por no nos paresçer en nada, lo qual acostumbran algunos de aquellos sus ermitaños que tienen por sanctos; quando van por la calle el pedazo que pueden le caminan hacia trás. La camisa, como digo, es sin cabezón, bien delgada, de algodón porque no usan otras telas, y sobre la camisa traen un jubón largo hasta las rodillas, estofado, y las mangas hasta el codo.

JUAN.-  ¿Por qué tan cortas?

PEDRO.-  Porque se tienen de labar cada paso para la oratión, y es menester arremangar los braços.

MATA.-  Mal se podrán atacar siendo tan largo el jubón, que más me paresçe a mí sayo.

PEDRO.-  No traen esta burlería de calzas con agujetas que paresçen tamboriles, como nosotros, sino zaragüelles muy delicados como la camisa.

JUAN.-  ¿No han frío con ellos?

PEDRO.-  En inbierno buen zaragüelle traen de paño fino ençima del otro delgado, por más limpieza; quasi es a manera de calzas enteras nuestras, sino que arriba se ata como zaragüelles; las medias calzas de los tobillos avajo son de un sutil cordobán amarillo o colorado.

MATA.-  ¿A qué proposito?

PEDRO.-  Porque tienen neçesidad de traer contino los pies más limpios que las manos, y en el verano todos traen unos borçeguís muy delgados, cortos hasta la rodilla, morados, colorados o amarillos, y dan al cuero este color allá tan fino como acá a los paños; en lugar de sayo traen una sotana hasta en pies, que llaman dolamán, y por capa una ropa que llaman ferxa o caftán larga como digo; de qué sean estas ropas, ya veis que cada uno procurará de traerlas de lo mejor que pudiere. Házense por aquellas partes unos brocados vaxos que son más vistosos y galanes que los de quatro altos; unos de raso pardo, todos llenos de alcachofas de oro o de granadas; otros terçiopelo carmesí con flores y hojas de parra de oro; otros de damasco, y que todos aquellos coraçones sean de oro. También los señores las tienen de quatro altos y muy costosas, pero por no ser más galanas no las traen.

JUAN.-  ¿Qué tanto cuesta una ropa désas?

PEDRO.-  Dexando aparte los muchos altos destas otras, de veintiçinco ducados a quarenta.

MATA.-  ¿No más? Antes me vistiría deso que de paño ni otra seda.

PEDRO.-  Quasi es tan barato, y son tan primos los sastres de allá, que perspuntan de arriba abaxo toda una ropa, como paresçe mejor, y dura doblado.

MATA.-  ¡Ansí costará caro!

PEDRO.-  Un ducado cuesta el perspuntar no más; porque no penséis tampoco que es como perspunte de jubón, tan menudo, sino tienen unas agujas damasquinas largas un geme y delgadas como un cabello y con ellas en dos días lo haze un ofiçial, y aunque sea de bocazí de color, si está perspuntada desta manera, paresçe bien; las mangas del dolamán son hasta el codo, como las del jubón; pero las de la ropa de ençima son largas y estrechas quan larga es la ropa, y por estar el jubón y sayo sin mangas traen unas postizas y muy largas para que hagan muchas arrugas, como lenterna desta, que cojen y sueltan sin prender con botón ni agujeta, y quando se quieren labar tiran de arriba y sale al ruedo pelo y después de labado de solo un tirón la viste.

JUAN.-  Deben de ser muy amigos de andarse a su plazer sin andar engarrotados como estos nuestros cortesanos.

PEDRO.-  El borçeguí y la calza es tan ancho por abaxo como por arriba; agujeta no la busquéis en el turco, que no hallaréis ninguna en Turquía. Las ropas todas traen botones con alamares y andan holgadas; los çapatos son tan puntiagudos como las albarcas que usan los de la sierra, pero pulidos por todo extremo, y se calzan como pantuflos y se descalzan, porque el talón está tieso como si fuese de palo, y todo el çapato ansí mesmo, y bruñido, no está menos duro y tieso ni aun pulido que si fuese de vidro y desta manera se laba en la fuente como vidro sin mojarse; ansí los de los señores como particulares están debaxo herrados el calcañar con una herradura pulida, y arriba, debaxo de los dedos donde haze fuerza el pie, tiene dos o tres dozenas de clabillos.

JUAN.-  ¿De yerro?

PEDRO.-  Pensé que de palo.

JUAN.-  ¿Y ésa llamáis poliçía?

PEDRO.-  Eslo y más por donde están los yerros puestos con tanto primor.

MATA.-  ¿No van sonando por las calles desa manera?

PEDRO.-  Si van, pero ¿qué se les da a ellos? Si acá se usase que todos sonasen por las calles como se usa el no sonar, nadie se maravillaría. Éste es el ávito dellos y dellas; de tal manera que si el marido se levanta primero se puede vestir los vestidos de su muger, y si ella los dél, y quando le dan al sastre que haga una ropa no penséis que le están examinando hazelda hasta aquí, ganduxalda desta manera, guarneçelda destotra; allá no hay guarnizión ninguna, salbo que todas las ropas son aforradas en telas delgadas como muy finos bocazís, y no toma el sastre más medida de sacarla por otra ropa, que no ve la persona para quien es, sino tomad esa ropa y hazed a medida della otra de aquí.

JUAN.-  Seglares y eclesiásticos, ofiçiales y soldados, ¿todos visten ropa hasta en pies?

PEDRO.-  Todos, que no queda ninguno, y griegos y judíos, úngaros y veneçianos, y en fin, todo Levante.

MATA.-  ¿Y no les estorba algo para la guerra?

PEDRO.-  ¿Qué les tiene d'estorbar la cosa que desde que nasçen acostumbran y quando es menester ponen haldas en çinta? La más común merçed que los señores hazen es dar una ropa de brocado quando le viene una buena nueba o quando quieren gratificar una buena obra. Y para esto tienen una multitud en sus casas de sastres esclabos suyos, que están siempre haziendo ropas, y el señor se pone cada día una y luego la da. Quando yo era camarero, tenía Çinán Baxá una rima de más de quinientas de brocado, y quando quería hazer alguna merçed mandaba que le vistiesen aquel tal una ropa de aquéllas, y dábasela yo a uno de los pajes que se la vistiese, porque era obligado a darle alguna cosa después que con ella le había besado la mano al señor. Si el Gran Señor embía un capitán probeído en algún cargo, también les da su ropa, con la qual le van a vesar la mano por la merçed, y de aquí viene una gran mentira que antes que fuese esclabo oía dezir por acá, que ninguno podía vesar la mano al Gran Señor ni hablarle si no fuese vestido de grana.

MATA.-  Y agora se dize y se tiene por ansí.

PEDRO.-  Pues es mentira, que cada uno que tiene que negoçiar con él, le habla con los vestidos que lleba, si no es como dicho tengo, que las más vezes él haze merçedes destas ropas, y después le van a vesar las manos con ellas vestidos. Quando Zinán Baxá estaba por Virrey en Constantinopla y el Gran Turco en Persia, le embiaba desde allá con un correo de mes a mes o de dos en dos la espada que trae aquel día zeñida y el paneçillo que le tienen puesto delante para comer, y éste es el mayor fabor que le podía dar; la espada dándole a entender que guardase justiçia, y el pan, por familiaridad que con él tenía, significando quán en graçia suya estaba. El día que lo resçibía estaba tan contento que era día de pidirle merçedes.

JUAN.-  Aforros de martas y zorras y estas cosas ¿no lo ternán tan en uso como nosotros?

PEDRO.-  Más comunes son allá las zebellinas y martas que acá las corderunas. Por maravilla hay en toda Turquía hombre, judío, ni christiano, ni turco, que no traiga quando haze frío ropa aforrada lo mejor que su posibilidad sufre. A comprar hallaréis quantos géneros hay en el mundo de aforros, y en buen preçio: martas muy finas cuestan veinte escudos y treinta; zebellinas, çiento, y aun a zinquenta hallaréis las que quisiéredes; turones, a siete escudos que paresçen martas; conejos, ratas, que son como felpa parda, a quatro ducados; raposos, a tres; corderunas, a dos; zacales, que son como raposos, a ducado, y por ser tan bueno el preçio, pocos hay ninguno que no los traya; para de camino tiene cada turco una ropa aforrada de varrigas de lobos que le sirbe de cama, y es muy preçiada; cuesta diez escudos y no es menos vistosa que marta; hay una cosa en ello, que para aforrar una ropa de las nuestras es menester tanto y medio aforro, porque son más anchas.

JUAN.-  ¿No traen gorras ni caperuzas?

PEDRO.-  En eso el tocado, como dixe denantes, difieren los hombres y mugeres del hábito. Caballeros y gente de guerra y seglares, todos se raen la barba dos vezes cada mes, dexando los vigotes; los eclesiásticos traen barba; cada semana se rapan las cabezas a navaxa y dexan en la corona los cabellos cresçidos quanto un ducado de a diez d'espaçio.

JUAN.-  ¿Para qué?

PEDRO.-  Porque si los mataren en la guerra y el enemigo le cortare la cabeza no le meta el dedo en la boca, que es vergüenza, sino tenga donde la asir.

JUAN.-  ¿Y todos están en esa neçedad?

PEDRO.-  Y en otras muy mayores. En la cabeza lo primero traen un vonetico delgado y colchado, de los que se hazen en galera, y sobre aquél uno de seda grueso dos dedos, y lleno de algodón y colchado, para que esté duro y tieso, en el qual rebuelven la toca que llaman turbante, y en su lengua chalma, y éste unos le traen grande, otros menor. El común de los gentiles hombres lleba quarenta baras de toca de algodón delgada; los que andan en la mar le traen de 25; el Vaxá, quando va en Consejo, llébale de otra manera que quando va por la çibdad; todavía terná sus ochenta varas; ansí mesmo le traen el muftí, el cadileschier y los otros cadís. No es poca sçiencia saverle hazer, y hay hombres que no viben de otro. Blanco y limpio le traen como la niebe, y si sola una mota hay sobre él, luego le deshazen y le laban.

JUAN.-  ¿Cómo pueden traer acuestas esa albardería?

PEDRO.-  El uso haze maestros; enseña hablar las picazas; caba las piedras con el uso la gotera, súfrelo la tierra por ser muy húmeda, y sírbeles en la guerra de guardarles las cabezas, que no es más cortar allí que en una saca de lana. Quien nunca vio turcos, si los ve de aparte, pensará que son mugeres, con las ropas largas y los tocados blancos.

MATA.-  El tocado de las mugeres ¿de qué manera es?

PEDRO.-  Los cabellos por detrás son largos y derramados por las espaldas; por delante los zerzenan un poco a manera de los clérigos de acá. La primera cosa que sobre ellos se ponen es un barretín a manera de copa de sombrero, quadrado, de brocado, y la que más galano puede, más; tieso también es menester, y sobre él, de la media cabeza atrás, un paño delicado, que viene a dar un nudo debaxo de la barba, y luego otro enzima más delicado, labrado de oro, y una venda de tafetán por la frente a manera de corona, que le da dos o tres bueltas y no se tarda nada en tocar.

MATA.-  No me dexa de contentar el tocado.

PEDRO.-  Parésçeles muy bien.

JUAN.-  No lo sepan eso las de acá, si no luego dexarán los tocados que tienen y tomarán esos.

PEDRO.-  Ahorrarán los alfileres, que no han menester ninguno. Collares de oro, llenos de pedrería, ajorca y arracadas, por pobre que sea, lo tiene, porque las piedras valen baratas. El día que van al baño he visto muchas señoras mugeres de prinçipales, y quando van a bodas, que llevan dos mill ducados acuestas de solo oro y pedrería.

MATA.-  Debíais de ser ya vos allá un Pedro entrellas.

PEDRO.-  Maldita la cosa de mí se guardaba ninguna, sino que me iba a las bodas donde todas estaban destapadas y no se cubrían de mí, y también quando visitaba alguna señora venían muchas damas a verla, y hazían un corrido y metíanme en medio; unas me hablaban turquesco, otras griego, otras italiano, y aun algunas fino español, de las moriscas que de Aragón y Valençia se huyen cada día con sus maridos y haziendas de miedo de la Inquisición. ¡Pues judíos, me dezid que se huyen pocos! No había más que yo no supiese nuebas de toda la christiandad de muchos que se iban desta manera a ser judíos o moros, entre los quales fue un día una señora portoguesa que se llamaba doña Beatriz Méndez, muy rica, y entró en Constantinopla con quarenta caballos y quatro carros triumphales llenos de damas y criadas españolas. No menor casa llebaba que un duque d'España, y podíalo hazer, que es muy rica, y se hazía hazer la salba; destaxó con el Gran Turco desde Veneçia, que no quería que le diese otra cosa en sus tierras sino que todos sus criados no traxesen tocados como los otros judíos, sino gorras y vestidos a la veneçiana. Él se lo otorgó, y más si más quisiera, por tener tal tributaria.

JUAN.-  ¿Qué ganaba ella en eso?

PEDRO.-  Mucho; porque son los judíos allá muy abatidos, y los christianos no; y no les harían mal con el ávito de christianos, pensando que lo fuesen.

JUAN.-  ¿No tienen allá todos los judíos gorras?

PEDRO.-  No, sino tocados como los turcos, aunque no tan grandes, azafranados, para que sean conosçidos, y los griegos christianos los traen azules. Quando menos me caté vierais a la señora doña Beatriz mudar el nombre y llamarse doña Graçia de Luna et tota Hierosolima cum illa. Dende a un año vino un sobrino suyo en Constantinopla, que era año de 1554, que en corte traía gran fausto ansí del Emperador como del Rey de Francia, y meresçíalo todo porque era gentil hombre y diestro en armas y bien leído y amigo de amigos; y hay pocos hombres de quenta en España, Italia y Flandes que no le conosçiesen, al qual el Emperador había hecho caballero, y llamábase don Juan Micas; y porque aquella señora no tenía más de una hija, a la qual daba tresçientos mill ducados en dote, engañóle el diablo y circurncidóse y desposóse con ella; llámase agora Iozef Nasi. Los gentiles hombres suyos uno se ponía don Samuel, otro don Abraham y otro Salomón. Los primeros días que el Juan Micas estubo allí christiano, yo le iba cada día a predicar que no hiziese tal cosa por el intherese de quatro reales, que se los llebaría un día el diablo, y hallábale tan firme que çierto yo volvía consolado, y dezía que no iba más de a ver su tía y se quería luego bolver. Quando menos me caté supe que ya era hecho miembro del diablo. Preguntado que por qué había hecho aquello, respondió que no por más de no estar subjeto a las Inquisiçiones d'España; a lo qual yo le dixe: Pues hagos saver que mucho mayor la ternéis aquí si bibís, lo qual no penséis que será mucho tiempo, y aquel malo y arrepentido; y no pasaron dos meses que le vi llorar su pecado, pero consolábale el diablo con el dinero.