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ArribaAbajoCapítulo XX

Fiestas


JUAN.-  ¿Qué fiestas y regozijos usan los turcos? ¿Juegan cañas? ¿justan? ¿tornean? ¿corren sortija?

PEDRO.-  Ninguna de todas ésas: no justan, ni tornean, porque no usan arneses; no corren cañas, porque no saben cabalgar a la gineta; ni sortija, porque no usan lanza en cuja.

JUAN.-  ¿En qué se exercitan? ¿Qué fiestas tienen solenes demás de las Pascuas?

PEDRO.-  Ninguna.

MATA.-  El día de Sant Juan dizen que hazen grandes fiestas.

PEDRO.-

Los que dizen esa mentira solamente la fundan por el cantar que dize:

Capítulo XIII

La mañana de Sant Juan,
al tiempo que alboreaba;

ero la verdad es que ninguna fiesta hazen a ninguno de quantos sanctos tenemos, porque lo ternían por pecado festejarlos, aunque los tienen por sanctos; como son Sant Pedro, Sant Pablo, Sant Juan y otros muchos, çierto los tienen por sanctos, y buenos; mas de ninguno guardan el día, sino de solo Sant Jorge, al qual festejan, sin comparaçión ninguna, más que su propia Pascua, y le guardan el mesmo día que nosotros, que pienso que cae a 23 de abril.


JUAN.-  ¿Por qué a San Jorge?

PEDRO.-  Porque fue caballero turco y es sancto turco, y nosotros dizen que se le usurpamos a ellos.

JUAN.-  ¿Y en su lengua mesma le llaman Sant Jorge?

PEDRO.-  No, sino Hedrelez, y mucho más le venera la gente de guerra que la plebeya. Si el Gran Señor tiene de ir con su campo a Ungría o contra el Sophí, por dos meses de más a menos no dexará d'esperar a partirse aquel día señaladamente, teniendo por averiguado que por sólo aquello tiene de haber la victoria. Los otros turcos y turcas le da cada una una escudilla de su sangre, no sabiendo qué otra cosa le dar, y ansí pocos hay que no se sangren aquella mañana, como usan algunos idiotas acá la mañana de Sant Juan hazer otro tanto. De camisas y pañizuelos era muy bien probeído yo aquel día para todo el año, que me daban las mugeres del zerraje, de Zinán Baxá porque tubiese cargo de sangrarlas. Tomaba aquella mañana un par de barberos y metíalos dentro, y venían todas tapadas dos a dos, y sin escudilla ni zerimonia, en aquel suelo, o en una medio artesa, caía la sangre a discreçión; yo las ataba a todas y les fregaba los brazos, y los barberos no tenían más que hazer de herir, y cada una me ofreçía camisa, zaragüelles o pañizuelos, según lo que podía.

MATA.-  Pues ¡válame Dios! si no hazen fiestas, ¿en qué se les pasa el tiempo? ¿Todo ha de ser jugar?

PEDRO.-  La cosa que menos en el mundo hazen es eso. Ningún género de juego saben qué sea; con quatro baraxas de naipes hay harto para quantos hay debaxo la bandera de Mahoma, si no es algún bellaco renegado que era taur quando christiano, que éste tal busca a los judíos o veneçianos con quien lo hazer; pero una golondrina no haze verano. Algunos hombres de la mar juegan agedrez, no como nosotros, sino otro juego más claro, y esto por pasatiempo, sin dineros. En un lienzo traen pintados los escaques, y en mill días uno que está más sosegada la mar juegan por su pasatiempo como los niños acá con piedras.

JUAN.-  ¿Qué causa dan para no jugar?

PEDRO.-  La que yo os dezía el otro día: ser gran vileza y deserviçio de Dios, y tiempo malgastado y daño del próximo, y omiçidio de sí mesmo.

MATA.-  Luego ¡par Dios! a esa quenta todo el tiempo se les va en comer, que es tan bellaco viçio como jugar y peor y más dañoso.

PEDRO.-  En todas las naçiones que hoy viben no hay gente que menos tarde en comer, ni que menos guste dello, ni que menos se le dé por el comer. Prínçipe, ni rey ni señor hay en Turquía que en dos o tres vezes que come gaste hora entera en todas tres.

MATA.-  Si eso es ansí, repartidme vos el tiempo en qué le gastan, que por fuerza ha de ser todo dormir.

PEDRO.-  Eso es lo que menos hazen, que a nadie le toma el sol en la cama; pero soy contento de repartirósles el tiempo en qué lo gastan, como quien se le ayudó quatro años a gastar. Los oficiales mechánicos todos tienen que hazer en sus ofiçios toda la vida.

MATA.-  ¿Y las fiestas?

PEDRO.-  Oye el ofiçio solene en Sancta Sofía, o en otras mezquitas; visita sus amigos; siéntase con ellos; parlan, hazen colaçión; vanse a pasear, negoçian lo que el día de labor los puede estorbar. Los eclesiásticos son como acá los fraires, que no juegan; lo que les sobra de tiempo de sus ofiçios escriben libros, porque allá no hay emprentas; leen, estudian. Los que administran la justiçia, si cada día fuese un año, ternían negoçios que despachar, y no les vaga comer. La gente toda de guerra se está exerçitando en las armas; vase a la escuela donde se tira el arco y allí procura de saver dar en el fiel si puede, teniendo en poco dar en el blanco; procura también saver algún ofiçio con qué ganar de comer el rato que no está en la guerra. Los caballeros todos pasean a caballo por las calles, y van a tener palaçio a los vaxás y santjaques, pretendiendo que les augmenten las pagas y les hagan merçedes. Pues el rey y los baxás, en tan grande imperio bien ternán que despachar sin que les sobre tiempo para jugar.

JUAN.-  Gran virtud de gente es ésa y muy grande confusión nuestra.

PEDRO.-  No os quebréis la cabeza sobre eso ni creáis a esos farsantes que vienen de allá, y porque los trataban mal en galera dizen que son unos tales por quales, como los ruines soldados comúnmente dizen mal de sus capitanes, y les echan la culpa de todo, que pocos esclabos destos pueden informar de lo que por allá pasa, pues no los dexan entrar en casa, sino en la prisión se están. En lo que yo he andado, que es bien la terçera parte del mundo, no he visto gente más virtuosa y pienso que tampoco la hay en Indias, ni en lo que no he andado, dexado aparte el creer en Mahoma, que ya sé que se ban todos al infierno, pero hablo de la ley de natura. Donosa cosa es que porque no jueguen no haya en qué pasar el tiempo.

JUAN.-  ¿A qué hora se acuestan?

PEDRO.-  Invierno y verano tienen por costumbre acostarse dos horas después de anochezido; hazen la oraçión postrera que llaman iat namazi y todos se van a dormir, y levántanse al rayar del alba a la otra oratión; ni penséis que unos madrugan y otros no, sino hombres y mugeres, grandes y chicos, todos se levantan aquella hora.

MATA.-  ¿Qué tales camas tienen, porque he oído dezir que duermen en suelo?

PEDRO.-  Razón tienen los que eso dizen, pero más vale la cama suya que la nuestra. No tienen camas de campo, sino sobre unas alombras tienden unos colchones sin colchar ni bastear, que se llaman duquexes, de damasco, y éstos están llenos de una pluma sutil que tienen los gansos, como flueco, y sobre éste ponen una colcha gruesa doblada, porque todas las camas usan estrechas como para uno no más, y hablo de la cama de un hombre de bien y rico; luego viene una sábana delgada y la sábana de arriba está cosida con la colcha de ençima y sirve de aforro de la mesma colcha, y quando se ensuçia quitan aquella y cosen otra. Si haze mucho frío tienen unas mantas con un pelo largo, que llaman esclabinas, azules y coloradas; a muy poca costa es la colcha de brocado, porque como la sábana toma la mayor parte, que buelbe afuera por todos quatro lados, lo que se paresçe que tiene menester de ser brocado o seda es muy poco.

MATA.-  ¿Usan tapizerías por las paredes?

PEDRO.-  Si no es rey o hijo suyo, no; y éstos las tienen de brocado desto mesmo de que hazen las ropas; mas la otra gente, como siempre procuran de hazer todas las cosas al rebés de nosotros, la tapizería en suelo y las paredes blancas.

JUAN.-  ¿De qué son los tapizes?

PEDRO.-  Finísimas alombras. Ansí como nosotros tenemos por magestad tener muchos aposentos colgados, tienen ellos de tenerlos de muy buenas alombras; y ésta es la causa porque agora poco ha os dixe que traían muy limpios los pies, porque a ningún aposento podéis entrar sino descalzos, no porque sea çerimonia, sino porque no se ensuçien las alhombras; y como se tienen de calgar y descalzar a cada paso, es menester que los çapatos entren como pantuflos.

MATA.-  ¿Dónde se descalzan?

PEDRO.-  A la entrada de cada aposento, y dexan los çapatos a la puerta; y para que mejor lo entendáis, sabed otro secreto, y es que no se sientan como nosotros en sillas, sino en estrados, de la mesma manera que acá las señoras, con alombras y cogines.

MATA.-  ¿Dónde se sientan?

PEDRO.-  Sobre las almohadas.

MATA.-  ¿Ansí baxos?

PEDRO.-  En el mesmo suelo.

MATA.-  ¿De qué manera?

PEDRO.-  Puestas las piernas como sastres cuando están en los tableros, y por mucha criança, si están delante un superior y los manda sentar, se hincan de rodillas y cargan las nalgas sobre los calcañares, que los que no lo tienen mucho en uso querrían más estar en pie.

MATA.-  ¿Y desotra manera no se cansan de estar sentados?

PEDRO.-  Yo, por la poca costumbre que dello tengo, estaré sin cansarme un día, ¿qué harán ellos que lo mamaron con la leche?

JUAN.-  ¿Luego no tienen sillas los señores?

PEDRO.-  Sí tienen, para quando los va a visitar algún señor christiano, como son los embaxadores de Françia, Ungría, Venetia, Florentia. A éstos, porque saben su costumbre, luego les ponen una silla muy galana de caderas a nuestra usanza, muy bien guarnesçida, y algunas vezes ellos mesmos se sientan en ella, que no es pecado sentarse, sino solamente costumbre.



ArribaAbajoCapítulo XXI

Embajadores y corsarios


JUAN.-  ¿Tantos embaxadores hay en Constantinopla?

PEDRO.-  Del rey de Francia, por la amistad que con el turco tiene, hay siempre uno, que se llamaba Mos de Ramundo, y el de agora Mos de Codoñat; del rey de Ungría hay otro, que se llamaba Juan María, y deziros he, porque viene apropósito déste, lo que vi en Constantinopla, por lo qual podréis juzgar quán cautelosos son los turcos en el consejo de guerra y qué avisados. Este Juan María había estado muchos años por embaxador, y rompióse la guerra el año de 52 con el turco, el qual mandó prender y poner en una torre al Juan María. Andubo un año la guerra, y al cabo vinieron a tratar de conçiertos y el Gran Señor embió al Juan María que fuese a tratar la paz, porque tenía neçesidad de ir contra el Sophí. Como el Juan María fue en Ungría, trató los capítulos todos que cumplían a la paz y suplicó al rey que, atento que él le había sirvido muchos años en aquel cargo y estaba enfermo de la horina, que aun yo mesmo le había curado en la prisión, le diese de comer en otro cargo, porque aquél no le aceptaba. El rey lo tubo por bien y embió con los capítulos al obispo de Viena, y como llegó y hizo su embaxada al Gran Turco, luego preguntó por Juan María. El obispo le respondió que estaba enfermo y empedido y por eso venía él. Dixo el Gran Turco: Pues yo no firmaré capítulo de todos ésos, y ansí se lo escrebid a vuestro rey, si no viene el Juan María por embaxador. El obispo lo escribió ansí al rey, el qual tornó a responder que no había lugar, pero que él embiaba un embaxador muy prinçipal en el obispo y a quien su magestad olgaría conosçer y tratar. Tornó a dezir que por ninguna manera aceptaría nada si él no venía; por eso, que bien se podía bolver. Los baxás le reprehendieron diziendo: ¿Cómo, señor, por una cosa que tan poco importa como que venga aquél o no venga, quiere vuestra magestad dexar de hazer la paz que por el presente tanto le importa, prinçipalmente viniendo un tan cabal hombre como éste, que pocos de tal suerte debe de tener el rey de Ungría en su corte? A lo qual medio airado, respondió el Gran Turco: Pésame que tenga yo en mi Consejo gente tan neçia como vosotros y que ignore una cosa semejante y que tanto me va. ¿Parésçeos, dezid, que es bien que en el Consejo de mi enemigo haya un hombre tan plático en nuestros negoçios que ha estado tanto tiempo entre nosotros y sabe mejor todos los negoçios de acá que nosotros mesmos, y de allá guiará hágase la cosa desta manera y desta, por tal y tal inconviniente, porque los turcos son desta suerte y tienen esta costumbre? No me habléis más, que no firmaré capítulo ninguno si no viene Juan María muerto o vivo. Lo que con él se pudo acabar fue que firmase con esta condiçión, que dentro de un çierto tiempo viniese en Constantinopla por embaxador, donde no, quedaban las pazes por ningunas.

MATA.-  Y aun con eso ganan cada día y jamás pierden. El más alto consejo me paresçe que fue el del Gran Turco en eso, que de cabeza de ningún príncipe podía salir. Sin más oír del Gran Turco, yo para mí tengo que es hombre de buen juiçio y de tal consejo se debe de servir; cosa es ésa que no se mira acá ni se haze caso, sino que por fabor hay muchos que alcançan a ser capitanes y consejeros en la guerra no habiendo en toda su vida oído atambor ni pífano, sino tamboril, guitarra y salterio. ¡Mirad qué consejo puede aquél dar en la guerra!

JUAN.-  Quando los çiegos guían ¡guai de los que van detrás! De mi voto gente ternía yo de experiençia y no se me daría nada de toda su sçientia.

PEDRO.-  ¿No sabéis qué respondió el prínçipe Aníbal quando en Athenas le llebaron andando a ver las escuelas, a oír un philósofo el de mayor fama que allí tenían y más docto?

JUAN.-  No me acuerdo.

PEDRO.-  Estando leyendo aquel philósofo entró el prínçipe Aníbal a oír un hombre de tanta fama, y como le avisaron quién era el que le entraba a oír, dexó la plática que tenía entre manos y començó de hablar de cosas de la guerra; cómo se habían de haber los reyes, los generales; el modo de ordenar los esquadrones, el arremeter y el retirar; en fin, leyó una lectión tan bien leída que todos quedaron muy contentos y satisfechos. Salidos de allí preguntaron al príncipe qué le pareçía de un tan eminente varón. Respondió: Habéisme engañado, que me dixistes que tenía de oír un gran philósofo, lo qual no es éste, sino grande nesçio y idiota, que aquella lectión el prínçipe Aníbal la tenía de leer, que ha vençido tantas batallas, y no un viejo que en toda su vida vio hombre armado, quanto más exérçitos ni esquadrones. A todos paresçió bien la respuesta, como le vieron algo airado y la razón que tenía.

MATA.-  Y a mí también me satisfaçe, que bien hay entre christianos algunos que hablan mucho de la guerra y en su vida vieron armados sino el juebes de la çena o en alguna justa.

PEDRO.-  Y aun muchos que justan, y puestos en el esquadrón se les olvida con quál mano han de tomar la lança.

JUAN.-  Remédielo Dios, que puede. ¿También los venetianos y florentines tienen su embaxador?

PEDRO.-  Todos los reyes, prínçipes y señorías que tienen paz con el turco los tienen allá. Los de Venetia y Florentia se llaman bailos; éstos son como priores de los mercaderes que están en Galata y allí viben.

MATA.-  ¿Hay muchos mercaderes desos?

PEDRO.-  Bien creo que de florentines y venetianos habrá más de mill casas.

MATA.-  ¿Hazen algún bien a los cautibos?

PEDRO.-  Más mal les hazen que bien, y aun a nuestro rey también: en viendo el hombre con cadena, huyen dél y no le hablarán palabra, y si de acá les invían dineros para que los rescaten, tómanlos y tratan con ellos sin darles las cartas ni cosa ninguna, y desde a dos o tres años torna a embiar los dineros diçiendo que es muerto o que no le quieren dar por tan poco. No penséis que hablo en esto de oídas, que más de quatro negoçios destos averigüé yo, y si más allá estubiera yo los hiziera andar derechos. De tres en tres años estas señorías envían nuebo vaile, y siendo yo intérprete con Çinán Baxá y teniendo la familiaridad tan grande con él, vi dos cosas, las quales os quiero contar: la una es el orden que la señoría de Venetia tiene en prover un cargo. El baile de nuebo que fue llebaba en pergamino la probisión que deçía desta manera:

«Marcus Antonius Triuisano, Dei gratia venetiarum dux, etc. Magnifico Illmo. ac potenti domino Zinan baxa potentissimi otomanorum imperatoris beglerbai maris nec non eiusdem locum tenenti Constantinopoli, salutem ac sincere felicitatis affectum. Mandamo bailo lo serenissimo gran signore el dilecto nobil nostro Antonio Herizo in luogo de Dominico Triuissano, il qual fara residentia de lui, si como conviene a la bona amicitia que con la sua imperial magestate habiamo, a le parole dil quale pregamo la magnifiçencia et excellentia vostra sia contenta prestar fede non altrimenti que la faria noaitri medesimi. Et lui sui ani siano molti et felichi. Datis in hoc ducali palatio anno a Christo nato 1554 mensis aprilis die 16 indictione 12.»

Veis aquí quán brevemente negoçia la señoría de Venetia.

MATA.-  Yo no veo nada ni entiendo esa gerigonza si no habláis más claro.

PEDRO.-  Deçid a Juan de Voto a Dios que os lo declare.

MATA.-  No pasó por Venetia quando fue a Hierusalem, como el pintor del duque de Medinaçeli.

PEDRO.-  Diçe ansí: «Marco Antonio Tribisano, por la gratia de Dios, duque de Venetia, etc. Al magnífico, Ilustríssimo y poderoso señor Zinán Baxá, Almirante de la mar del potentíssimo emperador de turcos, y su lugarteniente en Constantinopla, salud y deseada felicidad. Imbiamos baile al sereníssimo gran serñor nuestro querido Antonio Herizo, en lugar de Domingo Trivissano, y residirá en su lugar, ansí como conviene a la buena amistad que tenemos con su imperial magestad, a las palabras del qual suplicamos a vuestra magnifiçentia y exçelentia dé credito, no de otra manera que haría a nosotros mesmos; y sus años sean muchos y feliçes. Dada en este ducal palaçio a diez y seis de abril, año del nascimiento de Christo de 1554 y en la indictión duodéçima.»

MATA.-  Harto es breve y compendiosa. No había más que dezir.

PEDRO.-  Más pensé que había de llebar, como nosotros usamos, un proçeso este baile, y estadme atentos que no lo saben ni lo alcanzan acá: es obligado cada mes de embiar mensajeros que van por mar y por tierra a Venetia, como acá correos, y en fin del mes, en resçibiendo cartas de Venetia ba el baxá que está en lugar del Gran Señor quando no está ahí, y estando a él mesmo, y lleba un papel en el qual diçe: El rey d'España está en tal parte, con tanta gente; quiere hazer esto y esto. El de Françia está con tanta en tal parte; han havido tal refriega; vençió fulano. El papa haze esto y trata estotro, y tal prínçipe se ha rebelado de tal manera, que ninguna cosa pasa en todos los consejos de acá, secretos y públicos de que no tenga el Gran Señor aviso, y si me preguntáis cómo lo sé pensaréis que de oídas. Yo mesmo, quando el Gran Turco estaba en Persia, se los leía en italiano y lo convertía en turquesco para ir en Persia.

JUAN.-  Grande maldad y poca christiandad y menos themor de Dios usan si ansí lo hazen.

MATA.-  También deben nuestros reyes tener otros tantos avisos del turco por los mesmos venetianos.

PEDRO.-  Eso no; más recatados son que tanto los turcos; no hayáis miedo que pueda saber el venetiano lo que se determina en consejo real; tanto se guardan de los mesmos turcos como de los christianos, y otra no menor delicadeza suya os quiero dezir que las pasadas, todo de vista. El mesmo capitán general de la armada y almirante de toda la mar, habiendo de salir con galera fuera, no sabe quántas tiene de sacar hasta el día que sale, ni adónde tiene de ir hasta que ya está allá.

MATA.-  ¿Cómo se parte sin saber adónde?

PEDRO.-  Eso es el saber. Vístele el Gran Turco una ropa de brocado y dízele quando está de partida: Toma esta armada y vete a tal parte, y allí abrirás esta carta sellada de mi mano, con tu consejo, y harás lo que en ella se contiene; y con esto se parte. El exemplo os doy de Zinán Baxá quando tomó a Trípol, que le mandó venir hasta Siçilia, y que sobre una çibdadeta que se llama Rigoles hiziese alto, y hasta allí a ninguno hiziese mal; y allí abriese la comisión, la qual deçía ansí: «Embiarás un embaxador a Juan de Vega, virrey de Siçilia, y dile que te den la çibdad de África que me han tomado mal tomada y contra la tregua que teníamos; donde no, haz el mal que pudieres.» El Juan de Vega respondió que aquella çibdad no era suya, sino de Dargute, al qual se la habían tomado, y muy bien, y en lo demás él no podía hazer nada; que él escribiría al Emperador y haría en ello lo que le mandase. Llebaba ansí mesmo comisión de si topase a Dargute, que era un cosario el qual no estaba subjeto a nadie, que le prendiese y hiziese dél lo que le paresçiese. Tardósele la respuesta Al Zinán Baxá y determinó de hazer quanto mal pudiese, y lo primero tomó lo que pudo de Rigoles y Calabria, y entre tanto llegó el Dargute, y juntóse con él, y resçibióle bien porque traía doçe galeras y fustas, y aun creo que diez y seis; y como el bellaco es tan buen piloto, le dixo que se fuese con él y le pornía donde ganase honrra y probecho, y llebóle sobre la isla del Gozo, junto a Malta, y tomáronla, de donde llebó seis mill ánimas, y de allí fueron a Trípol de Berbería; y el governador era françés, el qual hizo traiçión y se dio a pacto con que dexasen salir todos los caballeros de Sant Juan. Guardóselos, aunque no todos. Llamábase Chambarín el governador. De allí perdonó al Dargute y le dixo que se fuese con él a Constantinopla y le pornía en gratia del Gran Turco. Vino en ello el Dargute y fuéronse con mucho triumpho, y fue bien resçibido el Dargute del Gran Señor, y diole çiento y qinquenta mill ásperos de renta, que serán tres mill escudos y grande crédito de allí adelante. Este bellaco luego se le alzó a mayores a Zinán Baxá, y dixo al Gran Turco que haría él más con sesenta galeras que Zinán Baxá con doçientas, y tubo razón, porque el año de 53 lo probó a hazer y con sesenta galeras y las de Françia de compañía tomó a Bonifaçio y en Siçilia la Alicata y la Pantanalea, y el año de 54, con otras tantas que salió, tomó la çibdad de Bestia, en Apulla. El año de 55 salió con otro nuebo general que susçedió a Zinán Baxá y no tomó nada y quedóse en Trípol; antes perdió, y por eso mandó el Gran Turco que saliese a ser governador de Trípol y tener allí siete galeras.

JUAN.-  ¿Conoçistes vos a Guterráez?

PEDRO.-  Este mesmo es, y fuimos muy amigos y comí muchas vezes con él. Nunca se hartaba de contar de las cosas de christianos.

JUAN.-  ¿Qué sabía él? ¿Había sido christiano?

PEDRO.-  No era sino turco natural, y había sido esclabo de Andrea Doria, el qual le rescató por tres mill ducados.

JUAN.-  ¿Un hombre tan nombrado y que tantos males había hecho en este mundo y hazía, rescataban? ¿Tanto le hazían a un prínçipe tan grande como Andrea Doria tres mill ducados que dexaba ir un tan grande vellaco por ellos?

PEDRO.-  Y deso se reía muchas vezes conmigo el mesmo Dargute, diçiendo cómo se había bien esquitado, porque por cada millar de ducados había tomado un millón después que le soltó y aún más.

JUAN.-  Igual fuera haberle luego cortado la cabeza.

PEDRO.-  O tenérsele en prisión toda la vida, tratándole razonablemente, como haze el Gran Señor, que jamás dará capitán ni hombre ninguno de quenta, aunque le den por él unas Indias; porque haze esta quenta: yo soy muy poderoso y no me haze al caso mill ni diez mill ducados que éste me dé, el qual en su tierra debe ser hombre de consejo y valeroso, pues tenía cargo; y rescatado, luego tiene de procurar de esquitarse, y por çien ducados que me da me tomará cient mill; y mándale en la torre con los otros christianos, y darle cada día dos ásperos de que se mantenga y que no le lleben a trabaxar. Allí fenesce míseramente sus días, que es mejor que sean pocos.

MATA.-  Tan buen ardid de guerra es ése como esos otros: hombre de guerra cudicioso me paresçe que nunca valdrá un quarto.

PEDRO.-  Vos estáis en lo çierto, y el día de hoy no veréis en todo el exérçito de los christianos sino cudicia y poca victoria.

JUAN.-  ¿Cómo queréis que se compadezcan dos contrarios en un subjeto? Yo creo que son muy pocos los que van a la guerra si no es por ganar, y siempre ganan más los que pelean menos.

PEDRO.-  ¿Sabéis qué otra cosa haze el turco con los capitanes que tiene prisioneros?

MATA.-  ¿Qué?

PEDRO.-  Si ve que bive mucho, házele dar un bocadillo, con que nadie se atrebe a importunarle de allí adelante, y por justiçia no los quiere matar, porque no hagan acá otro tanto de los que tienen presos de los turcos.



ArribaAbajoCapítulo XXII

Las comidas


MATA.-  ¡Quán poco nos hemos acordado del comer de los turcos, habiendo pasado por tantas cosas que acostumbran!

PEDRO.-  No penséis que hay menos que dezir deso que de lo que está dicho.

JUAN.-  ¿Sírvense con aquella magestad en el comer que nuestros cortesanos, al menos el Gran Turco?

PEDRO.-  Deziros he cómo comía Zinán Baxá, y ansí entenderéis qué usan todos los prínçipes; y con otro exemplo particular sabréis de la gente común; y sabido acá cómo come un prínçipe, podréis pensar que ansí haze el rey, añadiendo más fausto. Ansí como es su usanza sentarse en baxo, acostumbran también comer en suelo, y ponen por manteles, para que las alhombras no se ensuçien, un cuero colorado y grueso, como de guadamezí de caballo, y por pañizuelos de mesa una toalla larga alderredor de todos, como hazen en nuestras iglesias quando comulgan. El cuero del caballo se llama zofra; fruta, ni cuchillo, ni sal, ni plato pequeño no se pone en la mesa de ningún señor en aquella tierra.

MATA.-  ¿No comen fruta?

PEDRO.-  Si comen harta, pero no a las comidas ni de prinçipio ni postre.

JUAN.-  ¿Con qué cortan?

PEDRO.-  El pan son unas tortas que llaman pitas. A cada una dan tres cuchilladas en la botillería antes que la lleben a la mesa, y éstas sirben de platos pequeños, porque cada uno toma su pedazo de carne y le pone encima; la sal es impertinente, porque tienen tan buenos cozineros que a todo lo que guisan dan tan buen temple que ni tiene más ni menos sal de la que tiene menester. Tenía Zinán Baxá quarenta gentiles hombres que llaman chesineres, y el prinçipal destos se llama chesiner baxí; sirbe de mastre sala, y éstos tienen de paga real y medio cada día, los quales de ninguna otra cosa sirbían sino de llebar el plato a la comida del Baxá. Vestíanse de pontifical todos para sólo llebar el plato, con ropas de sedas y brocados, las quales el Baxá les daba cada año una de seda y otra de grana fina, y en la cabeza se ponen unas escofias de fieltro, como aquellas de los genízaros, con sus cuernos, salvo que son coloradas.

MATA.-  ¿Qué tanto valdrá cada una desas?

PEDRO.-  Çinquenta escudos, si no lleba alguna pedrería en el cuerno de plata.

MATA.-  ¿Y para sólo llebar la comida se le ponen?

PEDRO.-  Y para ir algunas vezes con el Baxá quando va fuera; lleban demás de todo esto unas zintas que llaman cuxacas, de plata, anchas de un palmo, y todas de costillas o columnicas de plata a manera de corazas; la que menos déstas pesa son çinquenta ducados.

JUAN.-  ¿Paresçen bien desa manera?

PEDRO.-  Aunque sea una albarda, si es de oro o de plata paresçe mucho bien; estos todos iban con su capitán a la cozina y tomaban la comida en unas fuentes.

MATA.-  ¿De plata?

PEDRO.-  Antes quiero que sepáis que ningún turco, por su ley, puede comer ni beber en plata ni tener salero, ni cuchar dello, ni el Gran Turco, ni prínçipe, ni grande, ni chico en toda su seta quan grande es.

MATA.-  ¿Qué dezís? ¿Estáis en vuestro seso? ¿El Gran Turco no tiene baxilla de plata?

PEDRO.-  Sí tiene, y muy rica y caudalosa, y candeleros bien grandes, no que la haya hecho él, sino que se la empresentan de Venetia, Françia y Ungría, y aun de Esclabonia; pero tiénela en la cámara del thesoro, sin aprobecharse della. Otro tanto tenía Zinán Baxá de muchos presentes que le habían hecho, mas tampoco se sirvía della ni podía aunque quisiese.

MATA.-  ¿Quién se lo estorbaba?

PEDRO.-  Su ley, que otro no.

MATA.-  ¿En qué se funda para eso?

PEDRO.-  No en más de que si en este mundo comiese en plata, en el otro no comería en ella, y no cale pidirles la razón más adelante desto.

MATA.-  Pues ¿en qué comen? ¿De qué son aquellas fuentes?

PEDRO.-  En cobre, que como ellos lo labran es más lindo que el peltre de Inglaterra; ansí como nosotros el box o cualquier otro palo labramos al torno, haziendo dello quanto queremos, labran los turcos el cobre, y después lo estañan y queda como plata y las piezas todas hechas de la mesma manera que quieren, y en las mesas del Gran Turco y los príncipes quanto se sirve es en estas fiestas de cobre estañado con sus cobertores, y en embegeçiéndose un poco tórnanlo a poca costa a estañar y paresçe cada vez nuebo.

MATA.-  ¿Cómo lo estañan? ¿Como acá los cazos y sartenes?

PEDRO.-  Es una porquería eso; no, sino con muy fino estaño y con sal armoníaco, en quatro horas estañará un ofiçial toda la vaxilla del gran señor. Como van a la cozina, cada uno de aquellos gentiles hombres tomaba su fuente con su cobertor y con la mayor orden que podían iban todos, unos a una parte y otros a otra, de manera que hazían dos ileras; cada uno iba por su antigüedad, y llegados los primeros todos se paraban quedando la mesma ordenanza, y el chesiner baxí ponía su fuente en la mesa y tomaba la del que estaba junto a él, para ponerla, y aquél tomaba la del otro y el otro la del otro; de modo que sin menearse nadie de su lugar pasaban las fuentes todas de mano en mano hasta la mesa del Baxá; y dada la comida se bolvían, entretanto que era hora de quitar la mesa.

MATA.-  ¿Qué llebaban en aquellos platos? ¿Qué es lo que más acostumbran comer?

PEDRO.-  Asado, por la mayor parte comen muy poco o nada; todo es cozido y hecho miniestras, que dicen en Italia, y ellos las llaman sorbas; es como acá diríamos potajes, de tal manera que se pueden comer con cuchar.

MATA.-  ¿De qué era tanto plato?

PEDRO.-  Los manjares que usaban llebarle cada día era arroz hecho con caldo de carnero y manteca de vacas, no nada húmido, sino seco, que llaman ellos pilao, o mezcladas con ello pasas negras de Alexandría, que son muy pequeñas y no tienen simiente ninguna dentro; para con esto, en lugar del polvoraduque o miel haçían otro potaje de pedazos de carnero gordo, y pasas y çiruelas pasas, con algunas almendras; otro modo de arroz guisaban que llebaba al quoçir gran quantidad de miel y estaba tieso y amarillo, que se llama zerde. Terzero plato de arroz es de tauc sorba, gallina hecha pedazos y guisado el arroz con ella, con pimienta y su manteca. De una cosa os quiero advertir: que ningún guisado hay que hagan sin manteca de vacas; ni asar, ni cozer, ni adobado, ni lentejas y garbanços, ni otra cosa de quantas comen, hasta en el pan. El mejor de todos los platos que a la mesa del Baxá se ponía era de carnero hecho pedaços de a libra, y guisado con hinojo, garbanços y zebollas; y otro plato había bueno d'espinacas, cosa muy usada entrellos; otro es de trigo quitados los ollejos, con su carnero y manteca, y otro de lentejas con zumo de limón y guisadas con el caldo de carne, a las quales les meten dentro unos que llaman acá fideos, que son hechos de masa. Al tiempo de las hojas de parras, usan otro potage de picar muy menudo el carnero, y meterlo dentro la hoja de la parra y hazerlo a modo de albóndiga, y quando hay berenjenas o calabazas sácanles lo de dentro y rellénanlas de aquel carnero picado y házenlas como morcillas; quando no hay hojas, ni calabazas, hazen de masa una torta delgada como papel, y en ella enbuelben el mesmo bocadillo del carnero muy picado, y hazen un potaje a modo de cuescos de duraznos. Salsas no se las pidáis, que no las usan, antes por el comer son tan poco viçiosos que más creo que comen para sólo vivir que por deleite que dello tengan; como se les paresçe en el comer que cada uno toma su cuchar y come con tanta prisa que paresçe que el diablo va tras él y tienen muy buena criança en el comer, que sin hablar palabra, como esté uno satisfecho, se levanta y entra alguno otro en su lugar. Quando mucho, diçe: Graçias a Dios; y son comunes entrellos los bienes, al menos del comer, porque, aunque no conozca a nadie, si ven comer les es líçito descalzarse y tomando su cuchar ayudarles; no son habladores quando comen; acabado de comer, el Baxá daba gracias a Dios y mandaba quitar la mesa.

MATA.-  ¿También dan ellos gratias como nosotros?

PEDRO.-  Bien que como nosotros.¿Quándo las damos nosotros ni nos acordamos de Dios una vez en el año?

JUAN.-  ¿Qué dezían en las gratias?

PEDRO.-  Helamdurila choc jucur iarabi, Alat, Ala padixa bir guiun bin eilesen. Vendito sea Dios; mejor lo haze conmigo de lo que merezco. Dios prospere nuestro rey de manera que por cada día le haga mill.

JUAN.-  Muy buena oratión en verdad, y que todos nosotros la teníamos de usar, y nos habían de forçar a ello por justiçia o por excomunión.

PEDRO.-  Creed que no hay turco que no haga a cada vez que coma esta mesma, aunque sean quatro vezes.

MATA.-  ¿Puede cada uno llebar un plato a cuestas o llébanle de çinco en çinco?

PEDRO.-  Nos entiendo. ¿Çinco tienen de llebar un plato?

MATA.-  Dígolo porque dixistes al prinçipio que los gentiles hombres eran quarenta, y no habéis contado más de siete o nuebe platos.

PEDRO.-  Quanto habláis siempre tiene de ir fundado sobre maliçia. Mirad, por amor de Dios, que estaba aguardando. No se tiene d'entender que todos quarenta se hallen presentes a cada comida, aunque lleven el salario basta la mayor parte; pero del pilao no se pone una fuente sola, sino dos o tres, y del zerde ansí mesmo, y del carnero otro tanto. Comen a la flamenca, en dexar primero poner toda la comida en la mesa que ellos se sienten.

MATA.-  ¿Qué gente comía con Çinán Baxá?

PEDRO.-  Todos quantos querían, si no fuesen esclavos suyos, aunque tenía muchos onrrados Gobernadores de provincias, pero por ser esclabos suyos no lo permiten; si son de fuera de casa, aunque sean los moços de cozina, se sientan con él.

JUAN.-  ¿Y nadie de su casa lo haze, siquiera el contador o thesorero o la gente más de lustre?

PEDRO.-  El mayordomo mayor y el cozinero mayor tienen esta preminençia de comer quando el señor de lo mesmo que él; mas no a su mesa, sino aparte. Tenía veinte y quatro criados turcos naturales, que no eran sus esclabos, con cada dos reales de paga al día para que remasen en un vergantín quando él iba por la mar, los de mayores fuerças que hallaba, y llamábanlos caiclar, y sólos éstos comían de sus criados con él.

MATA.-  ¿Para remar no fueran mejor esclabos?

PEDRO.-  No se osa nadie fiar d'esclabos en aquellos vergantines, porque quando le tienen dentro pueden hazer dél lo que quisieren, y ha miedo que le traerán a tierra de christianos. Alzada la mesa, los mesmos gentiles hombres toman los platos por la mesma orden que los pusieron, y quasi tan llenos como se estaban, y llébanlos a la mesa del thesorero, camarero, que era yo, y pajes de cámara y eunucos que los guardaban, que en todos seríamos çinquenta, y allí comíamos y dabamos las fuentes, que aun no eran a mediadas, fuera a los gentiles hombres, y comían ellos; y levantados de la mesa, sentábanse los ofiçiales de casa, como sastres, çapateros, herreros, armeros, plateros y otros ansí, los quales ya no hallaban de lo mejor nada, como aves ni buen carnero, habiendo pasado por tantas manos. El plato del mayordomo mayor andaba también, después de él comido, por otra parte las estaçiones, y el del cozinero mayor.

MATA.-  ¿Qué tanto cabría cada fuente desas?

PEDRO.-  Un çelemín de arroz. ¿Dezíslo porque sobraba tanto en todas las mesas?

MATA.-  No lo digo por otro.

PEDRO.-  Sabed, pues, que de cada comida, andado lo que se guisa de comer por toda la casa a no dexar hombre, es menester que sobre algo que derramar para los perros y gatos y aves del çielo, lo qual ternían por gran pecado y agüero si no sobrase.

MATA.-  ¿Son grandes las ollas en que adresçan de comer?

PEDRO.-  Tan grandes como baste a cumplir con la casa. Son a manera de caldero sin asas, un poco más estrecha la boca, y llámanse tenger, de cobre gruesa y labrada al torno, como las fuentes que llaman tepzi.

JUAN.-  ¿No beben vino?

PEDRO.-  Ni agua quando comen, sino como los bueyes se van después de comer a la fuente o donde tienen el agua. En lugar del vino tenía Zinán Baxá muchas sorbetas, que ellos llaman, que son aguas confeçionadas de cozimientos de guindas y albaricoques pasados como çiruelas pasas, y ziruelas pasas, agua con azúcar o con miel, y éstas cada día las hazían, porque no se corrompiesen. Quando hay algún banquete no dexan ir la gente sin beber agua con azúcar o miel.

MATA.-  ¿Acostumbran hazer banquetes?

PEDRO.-  Dos hizo Zinán Baxá a Dargute que no se hizieran mejor entre nosotros, donde hubo toda la volatería que se pudo haber y frutas de sartén, cabritos, conejos y corderos.

MATA.-  ¿Saben hazer manjar blanco?

PEDRO.-  Y aun una fruta de sartén a manera de buñuelos llenos dello, salbo que no lo hazen tan duro como nosotros, sino quede tan líquido que se come con cuchar, y por comer ellos todas las cosas ansí liquidas no tienen tanta sed como los señores d'España, que por solamente beber más, comen asado, y los potajes llenos d'espeçias que asa las entrañas, y por esto, si miráis en ello, beben poco.

JUAN.-  En ninguna comida ni banquete os he oído nombrar perdizes; no las debe de haber.

PEDRO.-  Muchas hay, sino que están lexos y no hay quien las caze, porque en Constantinopla sólo el Gran Señor lo puede hazer. Fuera en aquellas islas del arçipiélago hay más que acá gorriones; donde yo estube, en el Schiatho, venían como manadas de gallinas a comer las migajas de vizcocho que se nos caían de la mesa; en la isla del Chío las tienen tan domésticas como las palomas mansas que se van todo el día al campo y a la noche se recojen a casa. Los griegos en estas islas no las matan, porque para sí más quieren un poco de cabiari, y si las quieren vender no hay a quién.

MATA.-  ¿Qué llamáis cabiari?

PEDRO.-  Una mixtura que hazen en la Mar Negra de los sesos de los pescados grandes y de la grosura, y gástase en todo Levante para comer, tanto como acá azeite y más. Es de manera de un xabón si habéis visto ralo.

JUAN.-  Harto hay por acá deso.

MATA.-  ¿Y cómenlo aquéllos?

PEDRO.-  Con un áspero comerá toda una casa dello. Los griegos son los que lo comen; sabe con ello muy bien el beber, a manera de sardina arencada fiambre y puesta entre pan. En el mar el mejor mantenimiento que pueden llebar es éste, porque se puede comer todos los días sin fuego, aunque sea Quaresma ni Carnal. Díxele un día a Çinán Baxá que hiziese traer para sí algunas perdizes; y como era general de la mar, todas estas islas donde las hay eran suyas, y avisó a sus governadores que se las embiasen; y os prometo que comenzaron cada día de venir tantas, que las teníamos más comunes que pollos; llámanse en turquesco checlic y el capón iblic, y más de çien turcos no os lo sabrán dezir.

MATA.-  ¿No mudan comida, sino todos los días eso mesmo que habéis dicho?

PEDRO.-  Muchas vezes comen asado y otras adobados, pero lo más continuo es lo que os tengo dicho.

JUAN.-  ¿Ningún día dexan de comer carne, habiendo tan buenos pescados frescos, aunque su ley lo permita?

PEDRO.-  Muy enemigos son del pescado. No lo vi comer dos vezes en casa del Baxá.

MATA.-  ¿Por qué?

PEDRO.-  Como no pueden beber vino, dizen que rebibiría en el cuerpo con el agua, y tiénenlo por tan aberiguado que todos lo creen. Tampoco son amigos de huebos.

MATA.-  ¿Por qué comen tanto arroz?

PEDRO.-  Diçen que los haze fuertes, ansí como ello y el trigo lo es. Tabernas públicas muchas hay de turcos donde venden todas aquellas sorbetas para beber los que quieren gastar y bien varato; por un maravedi os hartarán.

JUAN.-  ¿En qué bebía Çinán Baxá, que se nos había olvidado?

PEDRO.-  Lo que más usan los señores es porçelanas, por la seguridad que les hazen entender de no poder sufrir el veneno, y vale diez escudos cada una. También hazen de cobre estañado unas como escudillas sin orejas, con su pie de taza, y cabrán medio azumbre, y destas usan todos los que no pueden alcanzar las porzelanas y aun los que pueden.

JUAN.-  ¿Y vidros no?

PEDRO.-  Haylos muy finos de los veneçianos; mas por no nos paresçer en nada si pudiesen, no los quieren para beber en ellos, y también, quien no tiene de beber vino ¿para que quiere vidro? No los dexan de tener para conserbas y otras delicadezas.

MATA.-  ¿Es verdad eso de las porçelanas, que por acá por tal se tiene?

PEDRO.-  A esa huçia no querría que me diesen ninguna cosa que me pudiese hazer mal en ellas a beber; los que las venden que digan eso no me maravillo, por sacar dinero; mas ¿quién no terná por grandes bestias a los que dan crédito a cosas que tan poco camino lleban? Eso me paresçe como las sortijas de uña para mal de corazón, y piedras preçiosas y oro molido que nos hazen los ruines phísicos en creer ser cosa de mucho probecho.

JUAN.-  ¿Las sortijas de uña de la gran bestia me deçís? La más probada cosa que en la gota coral se haze son, como sean verdaderas; por mi verdad os juro que tenía un corregidor una, que yo mesmo la vi más de çinquenta vezes hazer la experiencia.

PEDRO.-  ¿De qué manera?

JUAN.-  Estando caído un pobre dándose de cabezadas, llegó el corregidor y metiósela en el dedo y tan presto se levantó.

PEDRO.-  Otro tanto se hiziera si le tocara con sus propias uñas el corregidor.

JUAN.-  ¿Cómo había de levantarse por eso? ¿Qué virtud tenían para eso sus uñas?

PEDRO.-  ¿No acabáis de dezir que tiene de ser la uña de la gran bestia?

JUAN.-  Sí.

PEDRO.-  Pues ¿qué mayor bestia que vos y el corregidor, y quantos lo creyeren? No creo yo que esa gran bestia que deçís sea tan grande como ellos. ¿Qué hombre hay de tan poco juiçio en el mundo que crea haber cosa tan eficaz y de tanta virtud que por tocarla a los artejos de los dedos haga su efecto? Vemos que el fuego, con quan fuerte es, no podrá quemar un leño seco, ni un copo d'estopa, si no le dan tiempo y se lo ponen zerca, y queréis que una uña de asno haga, puesta por de fuera, lo que no vastan todas las mediçinas del mundo.

JUAN.-  ¡También es reçio caso que me queráis contradezir lo que yo mesmo me he visto!

PEDRO.-  Puédolo hazer dándoos la causa de ello.

MATA.-  Desa manera sí.

PEDRO.-  Habréis de saber que aquel paroxismo le viene de quando en quando, como a otros una tertiana, y es burla que venga del coraçón ni de aquella gota sobre él, que dizen las viejas, sino es un humor que ocupa el celebro y priva de todos los sentidos, sino es del movimiento, hasta que le expele fuera, que es aquella espuma que al cabo le veis echar por la boca, y no hay más diferentia entre el esternudar y eso que llamáis gota coral, de que para el esternudo hay poca materia de aquel humor y para esto otro hay mucho, lo qual veréis si miráis en ello claramente en algunos que con dificultad esternudan, que hazen aquellos mesmos gestos que a los que le toma la gota coral, que es mal de luna.

MATA.-  Es tan clara philosofía esa, que la tengo entendida yo muy bien.

PEDRO.-  Como aquel açidente dura, según su curso, un quarto de hora y media a lo más largo, azierta a pasar el corregidor ya que comiença a echar la espuma por la boca, y en poniéndole la sortija, señor, luego se levantó de allí a media hora. El probar della era que el mesmo paçiente la traxese de contino y vernía el mal ansí como así. ¿Vosotros, señores, pensáis que yo no he visto uñas y la mesma bestia de qué son? Un caballero de Sant Juan, bailío de Santa Femia, conozco, que trae unas manoplas desas sortijas y otras monedas que dizen que aprobechan, y piedras muy exquisitas, que le han costado mucho dinero; mas al pobre señor ninguna cosa le alivian su mal más que si no lo traxese; y si os queréis informar desto, saved que se llama don Fabriçio Piñatelo, hermano del conde de Monte León, en Calabria.

JUAN.-  ¿No es çierto que están las virtudes en piedras y en yerbas y palabras?

PEDRO.-  No mucho, que ese refrán es de viejas y de los más mentirosos; porque a los que dizen que están en palabras y salen de las cosas comunes del Evangelio, y de lo que nuestra Iglesia tiene aprobado, ya podéis ver quáles los para la Inquisiçión, la qual no castiga lo que es bueno, sino lo que no lo es; y pues pone pena a los que curan por palabras, señal es que no es bueno latet amus in esca, aunque las veis buenas palabras; sepe angelus Sathane transfigurat se in angelum luçis, dize la Escriptura 18. A los que creen en piedras, mirad cómo los castigan los lapidarios y alchimistas en las bolsas, haziéndoles dar por un diamante o esmeralda ocho mill escudos, y treinta mill, y a las vezes es falso; y que sea verdadero, maldita la virtud tiene, más de que costó tanto y no hay otro tal en esta tierra. Dadme uno que por piedras haya sido inmortal, o que estando malo haya por ellas escapado de un dolor de costado, o que por llebar piedras consigo entrando en la batalla no le hayan herido, o que por tener piedras no coma, o que las piedras le excusen de llegarse al fuego el invierno y buscar niebe y salitre el verano para beber frío, o que se excuse de ir al infierno, adonde estaba condenado, por tener piedras. A la fe hazed en piedras vivas, si queréis andar camino derecho, y si los otros quieren ser negios, no lo seáis vos.

JUAN.-  Dezid quanto quisiéredes, que yo la he visto echar en mediçinas y usarlas a médicos tan buenos como vos debéis de ser y mejores, y las loan mucho.

PEDRO.-  Hartos médicos debe de haber mejores que yo; pero en verdad que de los que usan esas cosas ninguno lo es, ni meresçen nombre de tales; esos se llaman charlatanes en Italia, porque si leen çient vezes los autores todos que hay de mediçina, no hallarán reçepta, donde entren esas piedras, y si diçen que sí, serán algunos cartapaçios y trapaçetas, pero no autores. Corales y guijas son los más usados, y éstos son buenos, y algún poco de aljófar para cuando hay neçesidad de desecar algunas humidades; por paresçer que hazen algo, siendo un señor, le ordenan esas borracherías, pensando que si no son preçiosas cosas las que tiene de tomar no podrá haber efecto la mediçina, como si el señor y el albardero no fuesen dos animales compuestos de todos quatro elementos. Los metales y elementos ningún nutrimento dan al cuerpo, y si coméis una onça de oro, otra echaréis por vaxo quando hagáis cámara, que el cuerpo no toma nada para sí.

JUAN.-  ¿El oro no alegra el coraçón? Dezid también que no.

PEDRO.-  Digo que no, sino la posesión dél. Yo, si paso por donde están contando dinero, más me entristezco que alegrarme por verme que no tenga yo otros tantos; y comido o bebido el oro, ¿cómo queréis que lo vea?; ¿el coraçón tiene ojos, por dicha? Quando les echan en el caldo destilado, los médicos bárbaros, doblones, ¿para qué pensáis que lo hazen? Pensando que el señor tiene de dezir: dad esos doblones al señor doctor; que si los pesan, tan de peso salen como los echaron, no dexando otra cosa en el caldo sino la mugre que tenían. Si tenéis piedras preçiosas, credme y trocaldas a piedras de molino, que son más finas y de más probecho, y dexaos de burlas.

MATA.-  Tal sea mi vida como tiene raçón en eso.

PEDRO.-  Quanto más que un hombre para lo del mundo, más luze con un buen vestido de seda o fino paño que con un anillo en el dedo que valga diez mill ducados. Todas estas cosas que estos médicos bárbaros hazen ¿dónde pensáis que las sacan? ¿de los autores? No, sino de las viejas, que se lo dizen, como aquello de que el oro alegra el coraçón, y que esté la virtud en piedras y yervas y palabras. Muy ruinmente estaría la virtud aposentada si no tubiese otra mejor casa que las piedras, yerbas y palabras.

MATA.-  ¿Sabéis qué digo yo, Juan de Voto a Dios?

JUAN.-  ¿Y es?

MATA.-  Que no nos demos a philosofar con Pedro de Urdimalas, que ninguna honra con él ganaremos, por más que hagamos, porque viene ábil como el diablo. Bolvamos a rebuscar si hay algo que preguntar que ya no sé qué. ¿Deléitanse de truhanes y músicos los turcos?

PEDRO.-  Algunas guitarras tienen sin trastes, en que tañen a su modo cançiones turquescas, y los leventes traen unas como cucharones de palo con tres cuerdas, y tienen por gala andarse por las calles de día tañendo.

JUAN.-  ¿Qué llaman leventes?

PEDRO.-  Gente de la mar, los que nosotros deçimos corsarios; truhanes también tienen, que los llaman mazcara, aunque lo que dixo soltán Mahameto, el que ganó a Constantinopla, bisabuelo deste que agora es, es lo mejor destos para haber plazer.

JUAN.-  ¿Qué deçía?

PEDRO.-  Dixéronle un día que por qué no usaba truhanes como otros señores, y él preguntó que de qué sirvían. Dixéronle que para alegrarle y darle plazer. Dize: pues para eso traedme un moro o christiano que comienze a hablar la lengua nuestra, que aquel es más para reír que todos los truhanes de la tierra; y tubo grande raçón, porque çiertamente, como la lengua es algo oscura y tiene palabras que se paresçen unas a otras, no hay vizcaíno en Castilla más graçioso que uno que allá quiere hablar la lengua, lo qual juzgo por mí, que tenían más quentos entre sí que conmigo habían pasado, que nunca los acababan de reír; entre los quales os quiero contar dos: Curaba un día una señora muy hermosa y rica, y estaban con ella muchas otras que la habían ido a visitar, y estaba ya mejor, sin calentura. Preguntóme qué çenaría. Yo, de puro agudo, pensando saver la lengua, no quise esperar a que el interprete hablase por mí, y digo: Ya, señora, vuestra merçed está buena, y comerá esta noche unas lechugas cozidas y echarles ha ençima un poco de azeite y vinagre, y sobre todo esto pirpara zequier.

MATA.-  ¿Qué es zequier?

PEDRO.-  El azúcar se llama gequier, y el açeso que el hombre tiene a la muger, zequier; como no difieren en más de una letra, yo le quería dezir que echase ençima azúcar a la ensalada, y díxole que se echase un hombre a cuestas. Como el intérprete vio la desonestidad que había dicho, començóme a dar el codo y yo tanto más hablaba quanto más me daba. Las damas, muertas de risa, nunca hazían sino preguntarme: ¿ne? que quiere dezir ¿qué? Yo replicar: Señora, zequier: hasta que el intérprete les dixo: Señoras, vuestras merçedes perdonen, que él quiere dezir azúcar, y no sabe lo que se diçe. En buena fe, dixeron ellas, mejor habla que no vos. Y quando de allí en adelante iba, luego se reían y me preguntaban si quería zequier.

MATA.-  El mejor alcagüete que hay para con damas es no saver su lengua; porque es lízito dezir quanto quisiéredes, y tiene de ser perdonado.

PEDRO.-  Iba otro día con aquel zirujano viejo mi compañero y entro a curar un turco de una llaga que tenía en la pierna; y teniéndole descubierta la llaga, díxome, porque no sabía la lengua, que le dixese que había neçesidad de una aguja para coser una venda. Yo le dixe: Inchir yerec (el higo se llama inchir y la aguja icne). Yo quise decir icne, y dixe inchir; el pobre del turco levantóse y fue con su llaga descubierta medio arrastrando por la calle abajo a buscar sus higos que pensó que serían menester para su mal, y quando menos me cato hele a donde viene desde a media hora con una haldada de higos, y diómelos. Yo comencé de comer, y como vio la prisa que me daba, dixo: ¿Pues para eso te los trayo? El zirujano nunca hazía sino por señas pidir la aguja, y yo comer de mis higos sin caer en la maliçia; al cabo, ya que lo entendió, quedó el más confuso que podía ser, no sabiendo si se enojar o reír de la burla, hasta que pasó un judío y le hizo que me preguntase a qué propósito le había hecho ir por los higos estando coxo, que si algo quería podía pedirle dineros. Yo negué que nunca tal había dicho, hasta que me preguntaron cómo se llama la aguja en su lengua, y dixe que hinchir (higos); y estonçes se reyeron mucho y me tubieron por borrico, y con gran razón. Otros muchos quentos pasaba cada día al tono, y yo mesmo se los ayudaba a reír, y me holgaba que se reyesen de mí, porque siempre me daban para vino.

JUAN.-  ¿Alúmbranse de noche con hachas?

PEDRO.-  Muy poco salen fuera, y lo que salen no saven qué cosa es hacha, sino unas lenternas de yerro de seis columnas, y vestida una funda enzima, de muy delgada tela de algodón, como lo que traen en las tocas: da más resplandor que dos hachas, y llámanla fener.

JUAN.-  Deçíais denantes la oratión que todos hazen después de comer, mas no la que hazen al prinçipio; ¿o no la hazen?

PEDRO.-  No sólo al prinçipio de la comida, sino quando quieren hazer qualquier cosa dizen estas palabras: Bismillair rehemanir rehim: en nombre de Aquél que crió el çielo y la tierra y todas las cosas. Y a propósito desto os quiero contar otra cosa que tienen en la mar: no me çertifico si también lo hazen en tierra. Todas las vezes que tienen propósito de ir algún cabo echan el libro, que diçen, a modo del libro de las suertes de acá, y si les dize que vayan, por vía ninguna dexarán de ir, aunque vean que tienen la mitad menos galeras y gente que los enemigos, y si les dize que no vayan, no irán si pensasen ganar la christiandad de aquel viaje.

JUAN.-  ¿Qué es la causa por que no beben vino?

PEDRO.-  Pocos hallaréis que os la sepan dezir como yo, que la procuré saver de muchos letrados, y es que pasando Mahoma por un jardín un día, vio muchos mançebos que estaban dentro regoçijándose y saltando, estúboselos mirando un rato, holgándose de verlos, y fuese a la mezquita, y quando volvió tornó por allí a la tarde y viólos que estaban todos borrachos y dándose muy cruelmente unos con otros tantas heridas, que quasi todos estaban de modo que no podrían escapar, sin haber preçedido entrellos enemistad ninguna antes que se emborrachasen. Estonçes Mahoma lo primero les echó su maldiçión, y tras esto hizo ley que ninguno bebiese vino pues bastaba hazer los hombres bestias. Solamente lo pueden beber de tres días sacado de las ubas, mas no de quatro, porque lo primero es zumo de ubas y lo otro comiença de ser vino.

MATA.-  ¿Dexanles labrar viñas a los turcos?

PEDRO.-  Alguna labran para pasas y para comer en uba; mas el viñedo para hazer el vino, los christianos mesmos se lo labran.

MATA.-  ¿Y el pan?

PEDRO.-  Eso ellos labran gran parte en la Notolia, y tienen mucho ganado.

MATA.-  ¿Son amigos de leche?

PEDRO.-  Dulçe comen muy poca, pero agra comen tanta que no se hartan.

MATA.-  ¿Qué llamáis agra?

PEDRO.-  Esta que acá tenéis por vinagrada estiman ellos en más que nuestras más dulzes natas, y llámanla yagurt; hay gran provisión della todo el año; cuájase con la mesma como con cuajo, y la primera es cuajada con leche de higos o con lebadura.

MATA.-  ¿Qué, tan agra es?

PEDRO.-  Poco menos que zumo de limones, y cómense las manos tras ella en toda Levante.

MATA.-  Pues mal hayan las bestias; ¿no es mejor dulze?

PEDRO.-  Aquello es mejor que sabe mejor: a él le sabe bien lo agro, y a vos lo dulce. Toman en una taleguilla la cuajada, y cuélganla hasta que destila todo el suero y queda tieso como queso y duro, y quando quieren comer dello o beber, desatan un poco como azúcar en media escudilla de agua y de aquello beben.

MATA.-  Ello es una gran porquería.

PEDRO.-  No les faltan las natas nuestras dulzes. que llaman caimac; mas no las estiman como esto, y çierto os digo que quando haze calor que es una buena comida, y aun desto hazen salsas. Algo paresçe que están los señores atajadillos, y que sabe más un sabio responder que dos neçios preguntar; a la oreja os me estáis hablando.

MATA.-  Yo digo mi pecado, que no sé más qué preguntar, si no pasamos a cómo es Constantinopla.

PEDRO.-  ¿Qué, también se tiene de dezir eso?

MATA.-  Y aun había de ser dicho lo primero.

JUAN.-  Primero quiero yo saver si se hazen por allá los chamelotes y si los visten los turcos.

PEDRO.-  No muy lexos de Constantinopla se hazen, en una çibdad que se llama Angora.

JUAN.-  ¿De qué son? ¿Lleban seda?

PEDRO.-  Chamelotes hay de seda, que se hazen en Venetia.

JUAN.-  No digo sino destos comunes.

PEDRO.-  No lleban hebra dello, mas antes son de lana grosera, que acá llamáis, como de cabra, la qual se cría en aquella tierra, y no en toda, sino como la almástica, que en este término paçiendo trae lana buena para chamelote y en el otro no.

JUAN.-  ¿Cómo está con aquel lustre que paresçe seda?

PEDRO.-  Si tomáis un pellejo de aquellas ovejas, diréis, aunque es grosera lana, que no es posible sino que son madexas de seda cruda; y los tienen los turcos en sus camas.

JUAN.-  ¿Valen allá baratos?

PEDRO.-  Vale una pieza doble de color doçientos ásperos, que son quatro escudos, y negra tres.

JUAN.-  ¿Doble?

PEDRO.-  Sí.

JUAN.-  Quemado sea el tal barato; no la hallaréis acá por doze.

PEDRO.-  Hay también uno que llaman moçayari que es como chamelotes sin aguas, y es vistoso y muy varato.

JUAN.-  Por tan vençido me doy ya yo como Mátalas Callando; por eso bien podéis comenzar a dezir de Constantinopla.

PEDRO.-  Muy en breve os daré toda la traza della y cosas memorables, si no me estorváis.

JUAN.-  Estad deso seguro.



ArribaCapítulo XXIII

Descripción de Constantinopla


PEDRO.-  En la ribera del Hellesponto (que es una canal de mar la qual corre desde el mar Grande, que es el Euxino, hasta el mar Egeo) está la çibdad de Constantinopla, y podríase aislar, porque la mesma canal haze un seno, que es el puerto de la çibdad, y dura de largo dos grandes leguas. Podéis estar seguros que en todo el mar Mediterráneo no hay tal puerto, que podrán caber dentro todas las naos y galeras y barcas que hoy hay en el mundo, y se puede cargar y descargar en la escala qualquier nabe sin barca ni nada, sino allegándose a tierra. La exçellentia mayor que este puerto tiene es que a la una parte tiene a Constantinopla y a la otra a Galata. De ancho terná un tiro de arcabuz grande. No se puede ir por tierra de la una çibdad a la otra si no es rodeando quatro leguas; mas hay gran multitud de barquillas para pasar por una blanca o maravedí cada y quando que tubierdes a qué. Quasi toda la gente de mar, como son los arraezes y marineros, viben en Galata, por respecto del tarazanal, que está allí, y ya tengo dicho ser el lugar donde se hazen las galeras, y por el mesmo caso todos los cautibos están allá; los del Gran Turco en la torre grande una parte, y otra en Sant Pablo que agora es mezquita; los del capitán de la mar, en otra torre; cada arráez tiene los suyos en sus casas. El tarazanal tiene hechos unos arcos donde puede en cada uno estar una galera sin mojarse. Muchas vezes los conté y no llegan a çiento, mas son pocos menos. También me acuerdo haber dicho que será una çibdad de quatro mill casas, en la qual viven todos los mercaderes venetianos y florentines, que serán mill casas; hay tres monesterios de fraires de la Iglesia nuestra latina, Sant Françisco, Sant Pedro y Sant Benito; en éste no hay más de un fraire viejo, pero es la iglesia mejor que del tamaño hay en todo Levante, toda de obra musaica y las figuras muy perfectas. San Pedro es de fraires dominicos, y terná doce fraires. Sant Francisco bien terná 24. Hallaréis en estos dos monesterios misa cada día, a qualquier hora que llegardes, como en uno de los mejores monesterios de España, rezadas y cantadas; órgano ni campana ya sabéis que no le hay, pero con trompetas la dizen solemne los días de grande fiesta, y para que no se atreba ningún turco a hazer algún desacato en la iglesia, a la puerta de cada monesterio destos hay dos genízaros con sendas porras, que el Gran Señor tiene puestos que guarden, los quales quando algún turco, curioso de saver, quiere entrar le dan liçencia y dízenle: Entra y mira y calla, si no con estas porras te machacaremos esa cabeza. Ningún judío tiene casa en Galata, sino tienen sus tiendas y estánse allí todo el día, y a la noche cierran sus tiendas y vanse a dormir a Constantinopla. Griegos y armenos hay muchos, y los forasteros marineros todos posan allí. Hay de los griegos muchos panaderos, y el pan que allá se haze tiene ventaja cierto a todo lo del mundo, porque el pan común es como lo regalado que comen por acá los señores; pues lo floreado, como ellos lo hazen echándole ençima una simiente de alegría, o negrilla romana, que los griegos llaman melanthio, no hay a qué lo comparar.

MATA.-  Tabernas pocas habrá, pues los turcos no beben vino.

PEDRO.-  ¿Qué haze al caso si los christianos y judíos lo beben? Mucho hay en muy buen precio, y muy bueno. Un examen os hará quando vais por vino en la taberna. Si queréis blanco o tinto. Si deçís blanco preguntan si malvasía, o moscatel de Candía o blanco de Gallípol. Qualquiera déstos que pidáis es terçera pregunta: ¿De quántos años?

MATA.-  No hay tanta cosa en la corte.

PEDRO.-  ¿Queréis comparar las probisiones y mantenimientos d'España con Grecia ni Italia?

JUAN.-  ¿Y es al cabo caro el vino?

PEDRO.-  El moscatel y malvasía mejor de todo es a quatro ásperos el golondrino, que será un azumbre; hazed quenta que a real si es de quatro años; si de uno o dos a tres ásperos, y tenedlo por tan bueno como de Sant Martín y mejor.

MATA.-  ¿El tinto?

PEDRO.-  El mejor del tinto es el tópico, que dicen los griegos; quiere dezir el de la mesma tierra. Es muy bibo, que salta y raspa, y medio clarete. Viene otro más çerrado como acá de Toro, de Metellín, junto al Chío. Lo primero vale a dos ásperos el golondrino, y lo segundo a uno y medio. De Trapisonda carga mucho clarete y de la isla de Mármara. Todos éstos, con lo de Negroponto, haced quenta que valen a siete maravedís, de lo qual los cautivos cargan por junto, yéndose por él a las barcas que lo traen. La principal calle de Galata es la de Sant Pedro, que llaman la Lonja, donde los mercaderes tienen sus tratos y ayuntamientos. El tarazanal está a la puerta que mira a Oçidente, y otra puerta, que está haçia donde sale el sol, que va la canal de mar arriba, se llama El Topana, que quiere dezir donde se hunde la artillería. Top, en turquesco, se dize el tiro. En medio de aquel campo están tantas piezas sobradas, sin carretones ni nada, que algún rey las tomará por prinçipal artillería para todo su exército: culebrinas muy grandes, y buenas de las que tomaron en Rhodas y de las de Buda y Belgrado, y cañones muy gruesos, que se meterá por ellos un hombre, hay muchos.

JUAN.-  ¿Qué haze allí aquello?

PEDRO.-  Está sobrado, para no menester, que no sabe qué hazer dello. Quando falta un buen cañón en alguna parte, luego le van a buscar allí.

MATA.-  ¿Es de yerro todo aquello?

PEDRO.-  No, sino de muy fino metal de campanas.

MATA.-  ¿Qué tantos terná desos gruesos allí sobrados?

PEDRO.-  Más de quatroçientos, aunque yo no los he contado.

MATA.-  Mucho es quatroçientos tiros de artillería.

PEDRO.-  Más es el estar sobrados, que es señal que tiene muchos y no ha menester aquellos. Mezquitas y estufas, que llaman vaños, no hay pocas por toda la çibdad, y Constantinopla también, y iglesias de griegos, que son más de dos mill; y la realeza de aquellos vaños de la una y de la otra parte es muy de notar; paresçen por de fuera palaçios muy prinçipales y tienen unas capillas redondas a manera de media naranja, cubiertas de plomo. Por dentro todos son mármol, jaspe y pórfido. La ganançia lo sufre, que no hay ninguno de todos que no rinda cada día çinquenta escudos.

MATA.-  ¿Quánto paga cada uno?

PEDRO.-  Lo que quiere y como es; unos medio real, y otros uno, y otros dos; los pobres un áspero.

JUAN.-  ¿Quántos se pueden vañar juntos de una vez?

MATA.-  Eso quería yo preguntar.

PEDRO.-  En seis capillas que tiene el que menos cabrán juntos vañándose ochenta hombres.

MATA.-  ¿Cómo se vañan? ¿Métense dentro algunas pilas?

PEDRO.-  Danle a cada uno una toalla azul, que se pone por la çintura y llega a la rodilla; y metido dentro la estufa hallará dos o tres pilicas en cada una, en las quales caen dos canillas de agua, una muy caliente y otra fría. Está en vuestra mano templar como quisiéredes, y allí están muchas tazas d'estaño con las quales cojéis el agua y os la echáis a questas, sin tener a qué entrar en pila. El suelo, como es todo de mármol, está tan limpio como una taza de plata, que no habría pila tan limpia. Los mesmos que sirben el baño os labarán muy a vuestro plazer, y esto no solamente los turcos lo usan, sino judíos y christianos, y quantos hay en Levante. Yo mesmo lo hazía cada quinze días, y hallábame muy bien de salud y limpieza, que acá hay gran falta. Una de las cosas que más nos motejan los turcos, y con raçón, es de suçios, que no hay hombre ni muger en España que se labe dos vezes de como nasçe hasta que muere.

JUAN.-  Es cosa dañosa y a muchos se ha visto hazerles mal.

PEDRO.-  Eso es por no tener costumbre; mas decidles que lo usen, y veréis que no les ofenderá. Ningún hombre prinçipal ni muger se va a bañar, que lo hazen todos los juebes por la mayor parte, que no dexe un escudo en el vaño por sus criados y por sí.

JUAN.-  ¿No se vañan juntos los hombres y las mugeres?

PEDRO.-  ¿Eso habían de consentir los turcos siendo tan onestos? Cada vaño es por sí, el de los hombres y de las mugeres.

MATA.-  Mucha agua se gastará en esos vaños.

PEDRO.-  Cada uno tiene dentro su fuente, que deso es bien probeída Constantinopla y Galata, si hay çibdades en el mundo que lo sean, y aun muchos turcos tienen por limosna hazer arcas de fuentes por las calles donde ven que esté lexos el agua, y cada día las hinchen a su costa, poniéndoles una canilla por fuera destas de tornillo, y el que se la dexare destapada para que se vaya el agua peca mortalmente. Digo que las arcas son artificiales, que no traen allí las fuentes; y esto de Gálata baste. Constantinopla, que antes se llamaba Bizancio, tiene el mejor sitio de çibdad que el sol esçalienta desde Oriente o Poniente, porque no puede padesçer neçesidad de bastimentos por vía ninguna, si en alguna parte del mundo los hay.

JUAN.-  Eso me declarad, porque aunque tenga mar no haze al caso, que muchas otras çibdades están junto al mar y padesçen muchas neçesidades.

PEDRO.-  Si tubiesen dos mares, como ésta, no podrían padesçer. La canal de mar tiene de largo, desde el mar Eugino hasta Sexto y Abido, çinquenta y aun sesenta leguas. En la mesma canal está Constantinopla, cinco leguas más acá de la mar Negra, que es el mar Euxino. De manera que a la mano izquierda tiene el mar Euxino, que tiene dozientas leguas de largo y más de quatroçientas de zerco; a la mano derecha está el mar Mediterráneo. Por no haber estado en la mar no creo que gustaréis nada desto. ¿Pensáis que es todo carretas de vino y recuas de garbanzos? Mas no se me da nada.

JUAN.-  Demasiado lo entenderemos de bien, si no os escuresçéis de aquí adelante.

PEDRO.-  Antes iré más claro. O haze viento para que vayan los nabíos con bastimento o no; si no haze ningún viento, caminan las galeras y barcas y vergantines con los remos a su plazer; si hubiere vientos o son de las partes de Mediodía y Poniente, o de Setentrión y Oriente, porque no hay más vientos en el mundo, andando los primeros, caminan las naos y todos los nabíos del Cairo y Alexandría, Suria, Chipre y Candía, y en fin todo el mar Mediterráneo desde el estrecho de Gibraltar allá; si los vientos que corren son de la otra parte, son prósperos para venir de la mar Negra y ansí veréis venir la manada de nabíos de Trapisonda y toda aquella ribera hasta Capha y el río Tanais, que paresçe una armada. Tres años estube dentro que en todos ellos vi subir una blanca el pan, ni vino, ni carne, ni fruta, ni bastimento ninguno.

MATA.-  ¿Valen caras todas esas cosas?

PEDRO.-  Dos panes, que llaman de bazar, como quien dize de mercado, que ternán dos quartales, valen un áspero; por manera que saldrá a tres y medio el quartal, y de lo otro muy blanco como niebe y regalado será hazed quenta a siete maravedís el quartal, que creo llamáis dos libras y media. Carnero es tan bueno como el mejor de Castilla, y dan doçientas dragmas al áspero, que son a quatro maravedís la libra de doçe onças y media; ternera al mesmo preçio; vaca a dos maravedís la libra destas. Más varato sale comprando el carnero todo vivo, que si llegáis en un rebaño y escogiendo el mejor no cuesta sino medio escudo, y quando más medio ducado, que son treinta ásperos, y tienen çinco quartos, porque la cola es tan grande que vale por uno.

MATA.-  ¿Qué tanto pesará?

PEDRO.-  Cola hay que pesará seis y siete libras.

JUAN.-  ¿De carnero?

PEDRO.-  De carnero, y los más tienen quatro cuernos.

MATA.-  Nunca tal oí.

PEDRO.-  Eso es cosa muy común, que todos los que han estado en África y Cerdeña os lo dirán. Cabeza y menudo todo lo echan a mal, que no hazen caso dello.

MATA.-  ¿De fruta bien probeídos serán?

PEDRO.-  Quanto es posible, prinçipalmente de seca.

JUAN.-  ¿Qué llamáis fruta seca?

PEDRO.-  Higo y pasa, almendra, nuez, abellana, castaña y piñón. Ubas en grande abundançia hay y muchas diversidades dellas, sino es moscatel.

JUAN.-  ¿Esa fruta es de la mesma tierra o de acarreo?

PEDRO.-  Gran parte es de la misma tierra, porque en sí es fertilísima, prinçipalmente las ubas; pero lo más viene de fuera. Zereça hay en quantidad; guindas pocas y aquéllas no las comen, sino pásanlas como ubas y entre año beben del cozimiento dellas, que no es de mal sabor; y en Italia hay tanbién muy pocas guindas, si no es en Bolonia, y las llaman marascas, y en otra parte de Italia bignas. Salido de Castilla no hallaréis camuesa ni çiruela regañada, en parte de las que hay hasta Hierusalem; pero hay unas mançanas pequeñas en Constantinopla, que llaman moscateles, que son tan buenas como las camuesas; pera, mançana y melón grande es la quantidad que hay allá, y todo ello sin comparación más varato que acá. Estando Çinán Baxá por virrey teníamos muchos presentes de frutas, entre los quales traxeron un día ocho melones de los que al Gran Señor suelen traer de veinte jornadas grandes de Constantinopla por tierra, y aunque os quiera dezir el sabor que tenían no sabré; eran como la maná que Dios envió, que sabían lo que querían que supiese. Lo podrido y cortezas que echaban a mal tenía mejor sabor que los mejores de la Fuente del Saúco. La simiente era como almendras peladas, y como vi tan celestial cosa pregunté al que los traía dónde y cómo se hazían, y díxome que junto a Babilonia, en la ribera de un río no sé cómo se le llama. No hazían sino escarbar en la arena y luego salía agua y se hinchía aquel hoyo, y metían allí dos o tres tres pepitas y tornábanlo a cubrir y de allí se hazían.

JUAN.-  Cosa de maravilla es esa. ¿En la mesma agua echaban la simiente?

PEDRO.-  Sí.

MATA.-  ¿Qué vezindad terná Constantinopla? ¿Es mayor que Valladolid?

PEDRO.-  Nunca yo los conté para saverlo uno más o menos; mas lo que pude alcanzar por las matrículas que a Zinán Baxá mostraban y de las personas que tenían quenta con ello, de solos christianos habrá quarenta mill casas, y de judíos diez mill; de turcos bien serán más de sesenta mill; de manera que, para no poner sino quitar de nuestra casa, hazedla de çient mill, y creed que no hay quien mejor lo sepa ni lo haya procurado saber; y aun otra cosa más os digo: que no quento los arrabales, que están dentro de dos leguas de la çibdad, que son más de otros diez mill. Fuera de la çerca en la orilla del puerto, sobre la mesma mar, hay más de diez mill casas de griegos y ruines edifiçios; todo es casillas de pescadores, de madera.

JUAN.-  ¿Estando dentro de la mar hazen ruines edifiçios?

PEDRO.-  Como es puerto aquello, es mar muerta, y están tan dentro que en habiendo fortuna se mete por las ventanas. En cada casa tienen una pesquera de red, y porque se la dexen tener son obligados a pagar cada un año un ducado, pero en sola una noche toman pescado que lo vale.

JUAN.-  ¿Quánto tiene de zerco Constantinopla?

PEDRO.-  Terná çinco leguas.

MATA.-  ¿Todo poblado?

PEDRO.-  Todo lo está; mas en unas partes no tanto como en otras. De largo tiene desde el zerraje del Gran Turco hasta la puerta de Andrinópoli, donde están los palaçios del emperador Constantino, dos leguas y media.

MATA.-  Bien se cansará quien tiene que negoçiar.

PEDRO.-  No haze, porque le llevarán por mar por quatro ásperos, y le traerán con toda la carga que quisiere llebar o traer. Está la çibdad hecha un triángulo: lo más ancho es a la parte de la canal, donde está el Gran Turco, y lo que está a la puerta de Andrinópoli es una punta muy estrecha.

JUAN.-  ¿Qué cosas tiene memorables?

PEDRO.-  Pocas, porque los turcos, con no ser amigos dellas, las han gastado y derribado todas; muy pocas casas ni edifiçios hay buenos, sino todo muy común, sacando las quatro mezquitas prinçipales y los palaçios y algunas casas de los baxás. El mejor edifiçio y la casa que más hay que ver en toda la çibdad es el Baziztán, que es una claustra hecha debaxo de tierra, toda de cal y canto, por miedo del fuego; muy espaçiosa, en la qual están todos los joyeros que hay en la çibdad y se hazen todas las mercançías de cosas delicadas, como sedas, brocados, oro, plata, pedrerías.

MATA.-  ¿Todos los que venden eso tienen allí dentro sus casas?

PEDRO.-  Menester sería para eso hazer dentro una çibdad. Ninguno tiene otro que la tienda, y este Baziztán tiene quatro puertas, a las quales van a dar quatro calles muy largas y anchas, en las quales consiste todo el trato, no digo de Constantinopla, sino de todo el imperio; a qualquier hora que quisiéredes pasar os será tan dificultoso romper como un exérçito; quanto por allí camináredes tiene de ser de lado; no tengáis miedo, aunque niebe, de haber frío.

MATA.-  ¡Qué buen cortar de bolsas será ahí!

PEDRO.-  Hartas se cortan, pero a los turcos no hay que cortar sino meterles la mano en la fratiquera, que todos la traen, y sacar lo que hay. Las joyas y riquezas que allí dentro hay ¿quién lo podrá dezir? Tiendas muchas de pedrería fina veréis, que a fe de buen christiano las podréis medir a zelemines y aun a hanegas. Hilo de oro y cosas dello labradas, vale muy varato. Aquella joyería que véis en la plaza de Medina del Campo verlo heis todo en una sola tienda. Platería mejor y más caudalosa que la de nuestra corte, aunque no comen en plata. En fin no sé qué os dezir, sino que es todo oro y plata y seda y más seda, y no querrá nadie imaginar cosa de comprar que no la halle dentro. Cosa de paños y telas y armería, y espeçiería, se vende en las otras quatro calles. A cada puerta deste Baziztán hay dos geníçaros de guarda, que tienen quenta con los que entran y salen.

JUAN.-  ¿Es grande?

PEDRO.-  Terná de zerco media legua.

JUAN.-  Harto es.

PEDRO.-  La mayor grandeza de Constantinopla es que después de vista toda hay otro tanto que ver debaxo.

JUAN.-  ¿En qué?

PEDRO.-  Las bóbedas, que quasi toda se puede andar quan grande es, con columnas de mármol y piedra y ladrillo dentro, y no ternéis neçesidad de abaxaros para andar debaxo, que bien tiene de alto cada una treinta y quarenta pies, y hay muchas destas bóbedas que tienen una legua de largo y ancho y las columnas hazen dentro calles estrechas.

JUAN.-  Çierto que no sé qué haría si pensase que lo deçíais de veras.

PEDRO.-  No curéis de más, sino hazed quenta que lo véis todo como os digo.

JUAN.-  ¿A qué propósito se hizo eso?

PEDRO.-  Allí se tuerçe la seda y hilo que es menester para el serviçio de la çibdad, y tienen sus lumbreras que de trecho en trecho salen a la calle.

MATA.-  En mi vida tal cosa oí.

PEDRO.-  Oídlo agora. Dos puertas prinçipales sé yo por donde muchas vezes entré a verlo, como si fuesen unos palaçios.

JUAN.-  ¿Qué calles tiene las más prinçipales?

PEDRO.-  No hay turco allá que lo sepa. Todos van poco más o menos como en las horas del relox. Lo que más quentan es por las quatro mezquitas prinçipales. ¿A dónde vive fulano Vaxá? Responderos han: En soltán Mahameto, por lo qual se entiende media legua de más a menos; o en soltán Bayazete, que es otra mezquita. Si queréis para comprar o vender saver calles, toda las cosas tienen su orden donde las hay: Taucbazar, donde se venden las gallinas; Balucbazar, la pescadería; Coinbazar, donde se venden los carneros, y otras cosas desta manera.

MATA.-  ¿Valen caras las aves?

PEDRO.-  Una gallina pelada y adreçada vale un real, y un capón, el mejor que hallen, real y medio. En las plazas de aquellas mezquitas hay muchos charlatanes que están con las culebras y lagartos a uso de Italia, herbolarios muchos, y gente que vende carne momia en tanta quantidad que podrán cargar nabes de solo ello, y muchas tiendas de viejas que no tienen otra cosa en ellas sino una doçena de habas y ganan largo de comer.

JUAN.-  ¿A qué?

PEDRO.-  A echar suertes con ellas, como las gitanas que diçen la buena ventura. Son tan superstiçiosos los griegos y turcos, que creen quanto aquellas dizen. En Atmaidán, que es la plaza que está enfrente de las casas de Ibraim Baxá y Çinán Baxá, hay una aguja como la de Roma; pero es más alta y está mejor asentada, la qual puso el emperador Theodosio, según diçen unos versos que en ella están, griegos y latinos. Junto a ésta está una sierpe de metal con tres cabezas, puesta derecha, tan alta como un hombre a caballo la toque con la mano. Hay a par destas otra aguja más alta, pero no de una pieza, como la otra, sino de muchas piedras bien puestas. Lo primero que yendo de acá topamos de Constantinopla se llama Iedícula, las Siete Torres, donde están juntas siete torres fuertes y bien hechas. Diçen que solían estar llenas de dinero. Yo entré en dos dellas, y no vi sino heno. En aquella parte se mata la mayor parte de la carne que se gasta en la çibdad, y de allí se distribuye a las carneçerías, que me haréis dezir que son tantas como casas tiene Burgos. Grande realeza es ver la niebe que se gasta todo el tiempo que no haze frío, y quán barata vale, de lo qual no hay menos tiendas que carneçerías. Aquellos que tienen las tabernas de las sorbetas que beben los turcos, cada uno tiene un peñón dello en el tablero, y si queréis beber, por un maravedí os dará la sorbeta que pidiéredes, agra o dulçe o agridulze, y con un cuchillo le echará la niebe que fuere menester para enfriarla; la quantidad de un gran pan de jabón de niebe darán por dos maravedís. Toda la que en una casa de señor se puede gastar darán por medio real. Esto dura hasta el mes de septiembre; de allí adelante traen unos tablones de yelo, como lápidas, que venden al precio de la niebe.

JUAN.-  ¿Cómo la conservan?

PEDRO.-  En Turquía hay grandes montañas, y allí tiene el Gran Señor unas cuevas todas cubiertas muy grandes; y cada año las inchen, y como lo traen por mar, y con poca prisa se deshaze, danlo varato, y no se puede vender otro sino lo del Gran Turco, hasta que no haya más que vender dello. Bien le vale, con quan barato es, cada año treinta mill ducados. Particulares lo cojen también en Galata y Constantinopla y ganan bien con ello; pero aunque es tierra fría, no nieba todos los años. Los turcos son muy amigos de flores, como las damas de Génoba, y darán por traer en los tocados una flor quanto tienen, y a este respecto hay tiendas muchas de solas flores en el verano, que valdrán quinientos ducados. Mirad la magnifiçençia de Constantinopla: una columna está muy alta y gruesa, toda historiada al romano, en una parte de la zibdad que se llama Abratbazar, donde las mugeres tienen cada semana un mercado, que yo creo que costó çient mill ducados. Puede por dentro subirse por un caracol. En resoluçión, mirando todas las qualidades que una buena çibdad tiene de tener, digo que, hecha comparaçión a Roma, Veneçia, Milán y Nápoles, París y León, no solamente es mala comparaçión compararla a éstas, pero parésçeme, vistas por mí todas las que nombradas tengo, que juntas en valor y grandeza, sitio y hermosura, tratos y probisión, no son tanto juntas, hechas una pella, como sola Constantinopla; y no hablo con pasión ni informado de sola una parte, sino oídas todas dos, digo lo que dicho tengo, y si las más particularidades os hubiese de dezir, había neçesidad de la vida de un hombre que sólo en eso se gastase. Si algunas otras cosillas rezagadas se os quedan de preguntad, mirad, señores, que es largo el año, y a todas os responderé. Habed misericordia entre tanto de mí. Contentaos de lo hablado, que ya no me cabe la lengua en la boca, y los oídos me zurrean de llena la cabeza de viento.

MATA.-  Si más hay que preguntar no lo dexo sino por no saber qué, y desde aquí me aparto dando en rehenes que se me ha agotado la çiençia del preguntar, no me maravillando que estéis cansado de responder, pues yo lo estoy de preguntar.

JUAN.-  En todo y por todo me remito a todo lo que Mátalas dize, que çierto yo me doy por satisfecho, sin ofresçerse otra cosa a que me poder responder.

PEDRO.-  Agora que os tengo a entrambos rindidos, quiero de ofiçio, como hazen en Turquía, deziros algunas cosas de las que vuestros entendimientos no han alcanzado a preguntar, pasándoseles por alto y no para que haya en ellas demandas y respuestas, sino con suma brevedad, y lo primero sea de una manera de ermandad que usan, por la qual se llaman hermanos de sangre, y es que quando entre dos hay grande amistad, para perpetuarla con mucha solenidad se yeren cada uno un dedo de su mano quanto salga alguna sangre, y chupa el uno la sangre de el otro, y desde aquel punto ya son hermanos y tales se llaman, y no menos obras se hazen; y esto no sólo turco con turco, sino turco con christiano y judío.

MATA.-  ¿Quién cree que no queda Pedro bien emparentado en Turquía, quanto más si al tiempo del nuebo parentesco había banquetes?

JUAN.-  Mas si sufría también ser hermano de las damas, quántas debe de dexar, y aun plegue a Dios que no las haya engañado, que tan buen alcauete me paresçe el chupar de la sangre como el no saber las lenguas.

PEDRO.-  También quiero deçiros del luto de los çerqueses, que es una gente christiana tal qual dentro la mar Negra, no lexos del río Thanais, que se venden unos a otros a preçio de cosas viles, como los negros, y aun padres hay que venden las hijas donçellas. Déstos hay muchos en Constantinopla que façilissímamente se hazen turcos, y allí vi el luto; que quando muere el padre se cortan una oreja, y quando la madre o el hermano la otra, y ansí no es afrenta grande el estar desorejado.

MATA.-  Bien queda estaba la liebre si no la levantara nadie; mas agora se ofresçe la postrera pregunta: ¿Si es hazia esa parte el preste Juan de las Indias, de quien tantas cosas nos dizen por acá los peregrinos de Hierusalem, y más de su electión milagrosa con el dedo de Sancto Tomás?

PEDRO.-  Ansí le ven todos esos como Juan nuestro compadre a Hierusalem, ni tiene qué hazer con el camino. Sabed en dos palabras que es burla llamarle preste Juan, porque no es sacerdote ni trae ábitos dello, sino un rey que se llama el preto Juan, y los que le ponen, describiendo la Asia en las tablas della, no saben lo que se hazen; por una parte confina con el reino de Egipto y por otra del reyno de Melinde; por la parte oçidental confina con los etíopes interiores; por la de oriente con la mar Vermeja, y desto da testimonio el rey Manuel de Portugal en la epístola al papa León déçimo. Difiere de la iglesia romana en algunas çerimonias, como la griega. El año de 1534 embiaron a Portugal doctores que aprendiesen la lengua española, los quales declararon, quando la supieron, el uso de sus sacramentos. Diçen lo primero que Sant Philippo, les predicó el Evangelio, y que constituyeron los apóstoles que se pudiesen casar los sacerdotes, y si tomaren algún clérigo o obispo con hijo bastardo, pierde por el mesmo caso todos sus benefiçios. Bautíçanse cad'año el día de la Epiphanía, no porque lo tengan por neçesario, sino por memoria y comemoración del baptismo de Jesucristo: Et quotidie accipiunt corpus Christi. Tienen su confesión y penitentia, aunque no extremaunçión ni confirmaçión. En el punto que pecan van a los pies del confesor; no comulgan los enfermos, porque a nadie se puede dar el sacramento fuera de la yglesia. Los sacerdotes viben de sus manos y sudor, porque no hay rentas, sino cosa de mortuorios. Dizen una sola misa; santifican el sábado como los judíos; eligen un patriarca de la orden de Santo Antonio Eremita, cuyo ofiçio es ordenar; no tienen moneda propia, sino peregrina de otros reinos, sino oro y plata por peso.

JUAN.-  Ya, ya comenzaba a hazer de mi oficio como vos del vuestro y zerrar toda nuestra plática, quando a propósito de el preste Juan, el preto Juan, como dezía, me vino a la memoria el arca de Noé. Deseo saber si cae a esa parte y qué cosa es, porque todos los que vienen nos la pintan cada qual de su manera.

PEDRO.-  La mesma pintura y retrato os pueden dar que los pintores de Dios padre y de Sant Miguel, a quien nunca vieron. En Armenia la alta, junto a una ziudad que se llama Agorre, hay unas altísimas montañas, dond'está; pero es imposible berse ni nadie la vio, tanta es la niebla que sobrella está perpetuamente, y nieve tiene sobre sí beinte picas en alto. Ella, en fin, no se puede ver ni sabemos si es arca ni armario ni nabe; antes mi paresçer es que devía de ser barca, y de allí vino la invençión del nabegar a los hombres, y es cosa que lleba camino serlo, pues había de andar sobre las aguas, y Beroso, escriptor antiguo, la llama ansí; y çierto yo tengo para mí que fue el primero Noé que enseñó navegar. Esta tierra cae debajo el señorío del Sophí, que es rey de Persia. Tiene este reyno muy buenas çibdades, prinçipalmente Hechmeazín, donde reside su patriarca, como acá Roma; Taurez, donde tiene su corte el Sophí, que se llama Alaziaquín. Año de 1558 mató su hijo por reinar: Cara, Hemet, Bidliz tienen cada diez mill casas; Hazu, çinco mill; Urpha, çinco mill casas, y otras mill çibdades. No difiere la Iglesia de los armenios de la romana tanto como la griega, y ansí nuestro papa les da liçencia que puedan dezir por acá misas quando vienen a Santiago, porque sacrifican con hostia y no con pan levado, como los griegos. Zerca deste está el Gurgistán, que llaman el Gorgi, un rey muy poderoso, christiano, subjeto a la Iglesia griega, y tiene debaxo de sí nuebe reinos. En este reyno ni en el de el Sophí no consienten vivir judíos. Tampoco me olvido yo de las cosas como Mátalas. Deseo saver qué es lo que apuntastes de vuestro ofiçio, que yo ya tengo más deseo de escuchar que de hablar.

JUAN.-  Por tema del sermón tomo el refrán del vulgo: que del predicador se ha de tomar lo que dize, y no lo que haze; y en recompensa de la buena obra que al prinçipio me hizistes de apartarme de mi mala vida pasada, quiero, representando la venidera, que hagáis tal fin quales prinçipios abéis llebado, y todo se hará fáçilmente menospreçiando los regalos de acá que son muy benenosos y inficionan más el alma que todas las prisiones y ramos de infieles. Puédese colegir de toda la pasada vida la obligaçión en que estáis de servir a Dios y que ningún pecado venial hay que no sea en bos mortal, pues para conosçerlos sólo vos bastáis por juez. Simónides, poeta, oyendo un día a Pausanias, rey de Laçedemonia, loarse quán prósperamente le habían susçedido todas las cosas, y como burlándose preguntó alguna cosa dicha sabiamente, aconsejóle que no se olvidase de que era hombre. Esta respuesta doy yo sin demandármela, Philippo, rey de Maçedonia, teniendo nueba de tres cosas que prósperamente le havían susçedido en un día, puestas las manos y mirando al çielo dixo: ¡Oh fortuna, págame tantas feliçidades con alguna pequeña desventura! no ignorando la grande invidia que la fortuna tiene de los buenos sucesos. Therámenes, uno de los treinta tiranos, habiendo sólo escapado quando se le hundió la casa con mucha gente, y teniéndole todos por beato, con gran clamor: ¡Oh fortuna! dize, ¿para quándo me guardas? No pasó mucho tiempo que no le matasen los otros tiranos. Grande ingratitud usaríais para con Dios si cada día no tubieseis delante todas esas merçedes para darle graçias por ellas, y aun me paresçe que no hay más neçesidad, para quererle y amarle mucho, de representarlas en la memoria, y será buena oraçión y meditaçión, haziendo deste mundo el caso que él meresçe, habiendo visto en tan pocos años por experiençia los galardones que a los que más le siguen y sirben da, y cómo a los que le aborresçen es de azero que no se acaba, y a los que no de vidro, que falta al mejor tiempo. Comparaba muy bien Platón la vida del hombre al dado, que siempre tiene destar deseando buena suerte, y con todo eso se ha de contentar con la que cayere. Eurípides jugó del vocablo de la vida como meresçía. La vida, diçe, tiene el nombre; mas el hecho es trabaxo. ¿Habéis aprendido, como Sant Pablo, contentaros con lo que tenéis, como diçe en la carta a los philipenses? sé ser humillde y mandar, haber hambre y hartarme, tener necesidad y abundar de todas las cosas; todas las cosas puedo en virtud de Christo, que me da fuerças; ¿qué guerra ni paz, hambre o pestilencia bastará a privaros de una quieta y sosegada vida, y que no estiméis en poco todas las cosas de Dios abaxo? Mas como hablando Sant Pablo con los romanos: ¿por ventura la angustia, la aflictión, la persecuçión, la hambre, el estar desnudo, el peligro? Persuadido estoy ya, dize, que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados y potestades, ni lo presente ni por venir, ni lo alto ni lo baxo, ni criatura ninguna nos podrá apartar del amor y afiçión que tengo a Dios.