Viaje por España, Portugal y costa de África en el siglo XV
Cesáreo Fernández Duro
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M. E. Foulché-Delbosc, autor de la Bibliographie des voyages en Espagne et en Portugal1, ha dado á luz posteriormente en la Revista Hispanica2 una relación que se conserva en la Biblioteca de Valenciennes y que da á conocer la excursión de cierto viajero flamenco por nuestra Península en los años de 1479 y 1480.
Eustaquio de la Fosse, natural de la ciudad de Tournay (tal es su nombre y origen), declara en el escrito haber consignado las impresiones de la correría cuarenta años después de verificada, circunstancia que, sin duda alguna, ha contribuído á la concisión con que lo hizo y disminuye el interés que tuviera narrada inmediatamente. Con todo, es tan poco lo que de esa época se sabe, que interés tiene cualquier dato relacionado con ella.
Eustaquio se embarcó en el puerto de la Esclusa, comisionado por un mercader de Brujas para hacer negocio comercial. Vino por mar á Laredo3; se trasladó á Burgos4 donde empleó tres meses en arreglar sus menesteres, y caminó por tierra á Toledo5, Córdoba y Sevilla, puerto, este último, donde habían de llegar directamente efectos de Flandes destinados á la Mina de Oro, en la costa occidental de Africa. Fletada en Sevilla una carabela, pasó á su bordo desde Sanlucar6 al Condado de Niebla7 en busca de piloto práctico8, hizo escalas en Cádiz9, —18→ en Safi de Berbería10, en Lanzarote11, en la isla de Hierro, en el Río de Oro, en Cabo Blanco, donde anteriormente había naufragado otro factor de Brujas, muerto por los moros sin poder recibir auxilio de los pescadores canarios.
La carabela sevillana sufrió temporales, calmas y vicisitudes del mar, pero llegó á Cabo Verde y se juntó con otras dos de Cádiz. Unidas siguieron navegando á Sierra Leona12, á los bajos de Santa Ana y á la Mina de Oro, donde trocaron efectos con los naturales. Todo marchara perfectamente sin la aparición de cuatro navíos portugueses que se dieron á conocer disparando la artillería y apresaron á las carabelas, tratando con dureza á los prisioneros, después de despojarlos de cuanto llevaban.
El jefe en cuyo poder quedó Eustaquio se llamaba Diego Cam13 y le obligó á negociar las propias mercadurías con los negros, tras lo cual le condujo á Lisboa para que le fuera cortada la cabeza, que no menor pena tenía puesta el rey de Portugal á los contraventores de su prohibición comercial en la costa africana.
En la travesía de vuelta vieron en la mar unos pájaros que, según los marineros le aseguraron, procedían de ciertas islas desaparecidas; porque un obispo de Portugal, experto en artes mágicas, se había refugiado en ellas con cuantos quisieron seguirle y las encantó de forma que nadie había vuelto á encontrarlas ni las encontraría hasta que toda España volviera á la Santa fe católica. Esto ocurrió en los tiempos de Carlo Magno, cuando los sarracenos conquistaron á Granada, Aragón, Portugal y Galicia, y desde entonces los marineros suelen ver á los pájaros de las islas, pero á las islas no.
Llegado el navío á Cascaes14 oyó nuestro viajero la confirmación de la sentencia de muerte, de la cual apeló; pero confiando en los pies más que en la justicia humana, se evadió en el camino —19→ de la capital y ganó la frontera de España, dirigiéndose en peregrinación á dar gracias á Nuestra Señora de Guadalupe por haber escapado del trance cruel.
A pie y de limosna, contentándose con refacción de pan y agua hizo el camino de Guadalupe á Toledo, esperando algún socorro de los conocidos en la estancia primera, y más afortunado de lo creído halló á un compatriota vendedor de libros en cuya compañía, vestido y reparado, fué á Burgos, á Medina del Campo15, á Sevilla, á Santiago de Compostela y por fin á la Coruña16. Había en este puerto varios navíos que aparejaban para Flandes con vinos y frutas de cuaresma, y al cabo de cuatro semanas tomó pasaje en uno que dichosamente le desembarcó en la Esclusa, de donde había salido.
Viéndose en Brujas hizo cuenta de que, si había perdido todos los bienes, conservaba el pellejo, lo que en aquellos tiempos, y aun en estos que corren, ya es algo, por lo que digo, Deo gracias, amén.