Feliz infancia,
en cuya edad se ignoran | |
los males de la vida y los peligros.
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¡Cómo el dulce reposo de tu estado | |
envidia
mi dolor! Hijo querido, | |
hijo de mi desgracia, tú
del sueño | 5 |
gozas el blando halago; y yo suspiro,
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tiemblo, y me afano al contemplar tu suerte; | |
cuando
Vinter permite que el alivio | |
tenga de tus caricias, y
a mi lado | |
te sepulta también en este sitio, | 10 |
sin duda que le queda la esperanza | |
de reducir mi vida
y mis dominios | |
a una vil sujeción..., antes perezca
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Zinda, que llegar pueda a consentirlo. | |
¡Ah! ¡Quién
dijera, cuando yo piadosa | 15 |
permití que elevara
este edificio
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Pereyra en mis estados; que algún
día | |
llegara a verme presa en su recinto | |
pero
la luz del alba ya parece | |
que alumbra los horrores de
este sitio | 20 |
por esa claraboya; de la noche, | |
de esta
noche de llanto el lento giro | |
pareció interminable
a mis angustias; | |
el sueño huyó de mí;
los ojos míos | |
velaron, y entre sombras pavorosas,
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objetos de furor y duelo han visto. | |
Por todas partes
desolado el campo | |
de este imperio infeliz, yo vi teñidos
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de sangre sus hogares; y que el fuego, | |
aumentando
el horror de este conflicto, | 30 |
dejó abrasadas
las sencillas chozas, | |
y en cenizas los pueblos convertidos;
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en tanto que los viles europeos, | |
consumando tan bárbaro
exterminio, | |
esclavos mis vasallos arrastraban | 35 |
a
su infame país, sin que los gritos | |
de tantos infelices
conmoviesen | |
su corazón feroz. ¡Oh esposo mío!
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¿Y será esta tu suerte? ¡Qué! ¿De Zinda,
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de Congo puede ser este el destino? | 40 |
De Zelido...
¡Qué horror! ¡Oh tú, inocente, | |
(Se
acerca a su hijo, lo despierta, y lo abraza.)
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ven a calmar los bárbaros delirios
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del amor
maternal; despierta, llega | |
al seno de tu madre, amado
hijo. | |
(Se sienta con él.)
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