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Elías MORO, Algo que perder

La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015, 148 págs.

El cuchillo de lo leído abre la herida de lo escrito.


Camino sobre la nieve como una mancha en la pureza.


En la rama de mis defectos apunta, tímida y friolenta, la yema de una virtud.


Me gustaría ser inmortal; aunque solo fuera por hoy.


Justo antes de marchitarse, la flor se pregunta cómo será su fruto.


¿A qué puerto de qué abismo arriban los submarinos hundidos?


En el mapa de mi memoria existen islas de hielo que se van hundiendo, y fundiendo, lentamente.


Era tan narcisista que se plagiaba a sí mismo.


Escribir como en el cine mudo: con el mínimo imprescindible para que se te entienda.


Reflexionar abriga.


El poema es un fulgor que antes no existía.


No te confundas: al final, siempre hay algo que perder.


En cuanto te das a conocer, te pones en evidencia.


Era tan conformista que se resignaba incluso a lo evidente.


Es mejor escritor no quien nos cuenta su vida sino el que nos muestra la nuestra.


El continuo escándalo de lo obvio.


Partir de cero no nos garantiza en absoluto que vayamos a llegar al uno.


Si das mucho tu brazo a torcer, lo más probable es que te lo acaben partiendo.


Cuando se aburre, el pararrayos sueña con tormentas.


La memoria es un refugio tan endeble que puede derrumbarse al primer recuerdo.


Salimos de las cavernas y nos llevamos su oscuridad con nosotros.


Como no se detenía ante nada, pasaba de largo ante todo.


Si en todo buscas la simetría, es posible que acabes con las esposas puestas.


Lo bello siempre está indefenso.


La conciencia se hace añicos ante el cristal de los hechos.


Me hicieron un retrato y salió movido. Lo di por bueno.