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Dulce María Loynaz

Envidia

Alguien dijo: -Tuyo es el vino. Y yo miré las viñas rojas, moradas de racimos, con hojas delicadamente labradas. Eran las viñas que dijeron ser mías, y a su tiempo, cada uno bebió su copa bien colmada.

Alguno dijo de nuevo: -Tuyo es el camino. Y yo planté árboles a un lado y a otro. Y la sombra era ancha y hubimos todos sombra de mi mano.

Volvieron a decir: -Tuyo es el canto. Y la canción se fue por el camino, por el vino...

Y yo que me sabía pobre, de una pobreza sin nombre. Y triste, de una tristeza sin derechos, sin quejas y sin fin, rasgué mi ropa y les mostré mi herida.

Y aún les oí decir con los ojos turbios de envidia:
-¡Maravilloso rubí!

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