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Dulce María Loynaz

Estudio de condecoraciones recibidas por Dulce María Loynaz

Madelyn Díaz Monterrey

Los Estados y las Instituciones a lo largo de todos los tiempos han sentido la necesidad de premiar ciertos servicios especiales de sus ciudadanos o de extranjeros, y para ello otorgan premios especiales a los que se ha denominado condecoraciones, insignias o atributos. Generalmente, consistían en collares, bandas, placas, cruces y medallas siendo su carácter de orden civil o militar.

En el antiguo Egipto los faraones los concedían en forma de collares lujosos, de los que pendían figuras de leones y moscas, animales que simbolizaban elevadas virtudes. Los romanos por su parte (aficionados al derroche de gala) recompensaban a sus valientes legionarios, con expresivas condecoraciones, unas veces en forma de escudetes sobre la coraza, o en los adornos del caballo.

El auténtico origen de las condecoraciones actuales proviene de una época no tan lejana, encontrando sus verdaderos antecedentes en la Edad Media, época del desarrollo de las Órdenes de Caballería.

Los reyes europeos de aquel entonces fueron los que instituyeron las órdenes, agrupaciones de valientes caballeros «mitad fraile, mitad soldados».

Los estados tomaron como costumbre la concesión de recompensas, fue aboliéndose el intercambio de regalos; cuando dos países firmaban un importante tratado, recibían los funcionarios participantes, objetos de arte y de lujo o sumas considerables en metálico.

Se hizo necesario la sustitución de estos homenajes por otros honores que tuvieran el mismo significado y que no ocasionaran sacrificios de índole económica para los Estados concesionarios.

Las órdenes pueden dividirse en las siguientes clases:Primera: Las que se reservan a los jefes de Estado y altos dignatarios, llamadas Grandes Órdenes.

Segunda: Las destinadas a recompensar toda clase de servicios, denominadas Órdenes de Mérito.

Tercera: Las que se confieren a nobles, llamadas Órdenes de Corte.

Algunos países han instituido condecoraciones destinadas exclusivamente a las damas, por ejemplo: Egipto, la orden de Al Kemal; en Persia, la Orden para las Damas, etc.

En la época de las cruzadas, los guerreros que se dirigían a Oriente, tuvieron a gala llevar en el pecho el signo de redención, símbolo sagrado de sus piadosas aspiraciones.

A medida que estas órdenes fueron perdiendo su primitivo carácter comparativo, de cofradía de armas, sus insignias adquirieron mayor individualidad, como signos de distinción de la que podía ostentarlos. A partir de aquí nacieron, las modernas condecoraciones.

Ellas son insignias que se conceden a los ciudadanos por el Estado en premio a servicios o actos distinguidos. También los concede el Papa. Pueden ser de oro, plata, cobre, bronce, según la categoría de la que ha de usarlas. Son también de distintas órdenes (collar, gran cruz, placa, cruz sencilla, correspondiente a las órdenes de caballeros y comendadores) según la importancia del acto que se premie.

En casi todos los países la ley vigente reserva exclusivamente a los jefes de Estado, o a las asambleas investidas de soberanía, la facultad de crear y conceder condecoraciones, y a este respecto, cada nación ha elaborado su legislación propia.

En Cuba desde 1959 hasta junio de 1978 se habían concedido condecoraciones a ciudadanos cubanos y extranjeros merecedores de ellas, sin que existiera una ley de carácter general que estableciera los principios que, en cada caso, debían tenerse en cuenta para la creación y otorgamiento de condecoraciones.

Se hizo necesario establecer mediante una disposición legislativa las reglas generales para la creación, otorgamiento y entrega de condecoraciones y de hecho aprobar los Estatutos y Reglamentos de cada uno.

En el presente trabajo abordaré condecoraciones entregadas a una de las más grandes poetisas cubanas de todos los tiempos y una de las voces femeninas más importantes de la lírica de habla hispana: Dulce María Loynaz, mujer universal, poesía en sí misma. Pocas como ella en nuestro tiempo han embellecido la lengua española, y no sólo a través de la poesía y la novela, sino también en ensayos, artículos, conferencias, charlas, pletóricas de elocuencia magistral en el manejo del idioma castellano, claridad y sencillez, la contención, y sobriedad en la expresión lírica, sus versos sin sesgo alguno de feminismo fanático, poseen la fragilidad del cristal de roca. Tiene Dulce María Loynaz un exacto domino del lenguaje. La riqueza de su léxico se advierte a las claras en la plasticidad con que moldea las imágenes, reales o ensoñadas, que confirman un texto, elaborado y complejo. Estas peculiaridades apuntadas por los críticos la llevaron a recibir homenajes, honores en diferentes instituciones del país y de España en los cuales ofreció lo mejor de sí, lleno de magia, con una mezcla de cubanía y de universalidad.

Resultó así galardonada desde la Orden González Lanuza como jurista distinguida, la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, el Premio Miguel de Cervantes entre otras que he analizado profundamente de manera cronológica y ubicándolas en la producción literaria de la autora para demostrar la justeza del otorgamiento de estos lauros.

Primogénita del matrimonio formado por Enrique Loynaz del Castillo, general del Ejército Libertador y María de las Mercedes Muñoz Sañudo, nace el 10 de diciembre de 1902, María Mercedes Loynaz Muñoz, que posteriormente sé autonominó Dulce María Loynaz. Familia aristocrática: el padre, de cuya pluma brotó la letra del Himno Invasor y la madre, pianista, pintora, combinación que permitió despertar en Dulce María Loynaz un amor desmedido por la poesía.

No obstante su madre quiso siempre que sus hijos estudiaran Derecho Civil para defender en el momento preciso todos los bienes de la familia. Llevó así a dos de ellos a estudiar la carrera de abogado: Dulce María y Enrique Loynaz.

Ella a los 24 años de edad, en 1927, obtiene la calificación de sobresaliente en los exámenes para doctorarse en Derecho Civil en la Universidad de la Habana. El título le fue entregado el 19 de enero de 1927 firmado por el rector Dr. Gerardo Fernández Abreu. Aunque no era completamente de su agrado, ejerció dicha profesión de 1927 a 1961.

Fueron muchos los juicios que realizó, de ellos sólo recuerda una derrota; en cierta ocasión actuó como defensa ante la demanda realizada por un grupo de obreros afectados por una serie de medidas dictadas por el Doctor Martínez Escobar llamadas «El recurso de amparo», dicho documento incrementaba el número de impuestos y no amparaba a los obreros, sino al gobierno. Dulce María esgrimió una serie de argumentos verdaderos a los cuales el juez hizo caso omiso, alegando después del juicio a la defensa, que si le concedían el derecho, todo el recurso de amparo caería sobre ella y se abrirían nuevas brechas. Conforme o no, tuvo que aceptar la derrota y seguir enfrentando muchos casos más con gran acierto.

Vemos a partir de aquí un incremento en su producción literaria: escribe Jardín (1928-1935), en 1929 escribe Carta de Amor al Rey TUT-ANK-AMEN, Canto a la Mujer Estéril (1937) y Versos (1920-1928).

La década del 30 es rica en nuevas relaciones pues se vincula con Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Rafael Marquina, Carmen Conde y otras personalidades. Acoge en su casa, en las llamadas Juevinas al poeta Emilio Ballagas, Gonzalo Aróstegui, María Villar Buceta, Angélica Busquet y otros intelectuales y artistas.

Todos estos menesteres no le impiden desarrollar un buen trabajo como abogada, sino que logra convertirse en jurista distinguida cuando el Colegio Nacional de Abogados le otorga el 20 de mayo de 1944 la Orden González Lanuza.

El Colegio Nacional de Abogados era una corporación de letrados, donde se recogían estatutos que plantean que los abogados podían ejercer libremente su profesión siempre que estudiaran abiertamente la población en que residían, además de los fines religiosos se reunían también para presentar auxilios mutuos y tratar asuntos que a los mismos interesaran.

Hasta este año no existía una orden dedicada a reconocer, exclusivamente, el agradecimiento de la Nación a los que especializados en la ciencia del Derecho aportaron al adelanto de esta disciplina los frutos de sus meditaciones, estudios y experiencias, ni a los investidos de funciones judiciales, legislativas o administrativas esforzándose en el cumplimiento de sus deberes por mantener la integridad del régimen democrático y el progreso de nuestro status jurídico. De aquí que se hiciera necesario estudiar la historia de algún prócer cubano que a más de jurisconsulto eminente, hubiese dado pruebas de patriotismo, en los días de nuestras luchas por la independencia, de espíritu y actuaciones eminentemente civiles, y que su vida toda pudiera señalarse como la del ciudadano ejemplar, para que cuantos recibieran la orden comprendieran que no sólo se agradecería el esfuerzo realizado, sino que la República esperaba que tomaran como modelo la actuación pública y privada del prócer elegido.

El Doctor José Antonio González Lanuza reunía todos los requisitos expuestos anteriormente; él fue quien inició los estudios de la ciencia penal, fue abogado en ejercicio de reputación inmaculada, además de cultivador brillante del derecho civil y de la economía política, legislador de iniciativas fecundas y funcionario equilibrado y austero; como patriota sufrió los horrores de la cárcel y las estrecheces del exilio. Por ello la orden lleva su nombre a propuesta del Ministerio de Justicia y aprobado por el Consejo de Ministros, bajo el Decreto Presidencial número 174 fue creada el 1 de febrero de 1944 la Orden Nacional de Honor y Mérito «Lanuza», de carácter civil bajo el gobierno de Fulgencio Batista que ejerció como presidente de la orden; Primer Ministro (Ramón Zaidén) y Ministro de Justicia (José Antonio Martínez). Este último redactó el reglamento que establecía sus normas orgánicas, requisitos de ingreso, insignias y cuanto más fuera necesario para que la orden civil «Lanuza» llevara los fines para los cuales se había establecido.

La orden impone a su organización determinadas características que se destinaban, principalmente a señalar los méritos de los que, especializados en la ciencia del Derecho, con sus trabajos dieron pruebas relevantes de su consagración a los estudios, así como a los funcionarios del Poder Judicial y abogados en ejercicio que sin haber publicado libros o dictado conferencias, la fama les señala como jurisconsulto por la sabiduría de sus sentencias a lo justo de sus consejos.

Por cuanto, siendo la civilización latina, cuna de todas nuestras instituciones públicas, procedía elegir como divisa de la orden, una cruz latina de gules con filiera de oro en cuyo centro, y limitada por un círculo azul, está la imagen de la diosa Temis, simbolizando con estos esmaltes y metal que la constancia y la sabiduría dan al hombre alteza de miras y fortaleza para hacerlo verídico, leal y celoso del cumplimiento de sus deberes. En la parte superior del círculo y con letras de oro la leyenda Integra Mens Augustissima Possessio (una mente íntegra en la más augusta posesión) y abajo Órden de Mérito «Lanuza». El reverso del Escudo de la República en colores naturales y en el círculo con caracteres de oro República de Cuba, 1942.

La joya colgaba de una cinta color rojo marrón por medio de una corona de olivo. Los Comendadores las llevaban al cuello, y los oficiales, caballeros y cruces en el lado izquierdo del pecho. La Gran Cruz, placa de 24 rayos de oro, 12 lisos y 12 adiamantados se llevaba al lado izquierdo. La banda de ella se llevaba de derecha a izquierda, el lazo del cual pendía la orden tenía cinco franjas.

Los grandes Comendadores llevaban sólo la placa, los grandes Oficiales llevaban la placa de plata, los Comendadores llevaban la divisa en el cuello, los oficiales la divisa con rosetón, los caballeros la divisa fileteada de plata y cinta doble y las cruces la divisa fileteada de plata y cinta sencilla.

Los grados de la orden eran: Gran Cruz con Distintivo Especial, Gran Cruz, Gran Comendador, Gran Oficial al, Comendador, Oficial, Caballero, Cruz.

Los decretos de condecoraciones eran publicados en la Gaceta Oficial previa su inscripción en el registro de la orden. En la Gaceta Oficial del 20 de septiembre de 1944 aparecen algunas modificaciones como por ejemplo: la divisa de la orden se constituía con una cruz con filiera de plata. En este año el Presidente de la República era Fulgencio Batista, que fue fundador de la Orden Nacional de Honor y Mérito Lanuza. Por ello se le confirió por excepción y a perpetuidad, el collar de la orden y se le nombró Jefe Supremo Honorario de la misma.

En el año 1944 se le concedió la orden al cuerpo jurídico del Ejército Libertador con los siguientes cargos: Generales, Grandes Oficiales y comandantes. Fue concedida también al Presidente del Tribunal Supremo Doctor Juan Federico Edelman y Rovira en el grado de Gran Comendador.

El 20 de mayo de 1902, representa en la historia patria la cristalización de los ideales que animaron los cubanos del siglo pasado y el triunfo indiscutible de los héroes que en 1895 se lanzaron al campo de batalla. Representa esta fecha el inicio de la Constitución de la República y se escogió para entregar estas joyas a quienes fueran otorgadas.

El reglamento imponía que dicha orden fuera considerada como de primera clase con relación a los extranjeros, sólo fue precedida por la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y la Orden Carlos J. Finlay.

Podía conferirse a corporaciones, instituciones y asociaciones culturales nacionales o extranjeras y a los nacionales ya fallecidos en quienes concurrieran los méritos exigidos.

Para todo lo relacionado con esta orden había un Consejo Nacional del que era jefe supremo el Presidente de la República.

El Consejo estaba formado por el Ministro de Justicia, Canciller y Presidente de la orden, el Subsecretario de Justicia, Vicecanciller, el Secretario General de la orden, el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, el Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, el Decano del Colegio de Abogados de La Habana, el Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, el Presidente del Instituto Nacional de Criminología y cinco individuos escogidos por el Jefe Supremo.

La orden desaparece en 1959. Fue a Dulce María Loynaz la primera mujer abogada que se le entregó esta orden.

Para 1946, viaja por América del Sur, tiene la posibilidad de conocer a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou. Escribe crónicas que se publican en «El País», Impresiones de un Cronista y Crónicas de América del Sur.

La personalidad poética de Dulce María Loynaz siempre presente en España y ampliamente conocida en el mundo de nuestra lengua se apoya en su creación lírica. En Madrid se le publica en 1947 Juegos de Agua, versos del agua y del amor. Su poesía, varias veces impresa en Madrid, es fuerte, aunque delicada, intensa y nada retórica, desnuda de palabra y de alma, escrita con la sensibilidad en carne viva y con esa misma «casta desnudez» de que tanto gustaba Don Miguel de Unamuno en la poesía juvenil de Juana de Ibarbourou; esto le permitió que fuera condecorada en España con laCruz de Alfonso X El Sabio, el 18 de noviembre de 1947 en la embajada de Cuba en Madrid, acto que contó con la presencia de las más destacadas personalidades de la intelectualidad española.

La orden, una de las tantas condecoraciones españolas, lleva el nombre de Alfonso X el Sabio (1252-1284), uno de los Reyes de Castilla y Aragón, no heredó de su padre don Fernando I el talento político, aunque fue tan valiente como él. Durante su reinado se extendió la sublevación desde Murcia hasta Jerez. Se agenció el título de «sabio», por sus importantes obras, entre las cuales ocupa el primer lugar el «Código de los siete partidos». Su hijo Don Sancho se rebeló contra él y logró destronarlo. Agobiado con tantos trabajos murió de pesadumbre en el año 1284.

Después de analizar algunos elementos biográficos de Alfonso X, veremos cuándo y por qué se crea esta orden.

En España, al poco tiempo de ser creado el Ministerio de Instrucción Pública, se pensó en la conveniencia de fundar una nueva Corporación Honorífica para premiar los méritos contraídos en la actividad intelectual y la vida del pensamiento en el país promulgándose el Real Decreto de 23 de mayo de 1902, por el que quedaba creada la Orden Civil de Alfonso XI.

Advenido el Nuevo Estado, nacido tras la guerra de 1936-1939, se pensó en instaurar una nueva orden civil que, bajo el recuerdo del Rey Sabio Don Alfonso X de Castilla, premiase las actividades y servicios intelectuales de tipo excepcional, y fue promulgado el Decreto el 11 de abril de 1939 que sin declaración expresa, vino a dejar la orden como corporación a extinguir, aunque concediendo derecho a sus miembros para pasar a las categorías equivalentes a la nueva.

Este decreto fue sustituido por los de 26 de enero de 1944 y 14 de abril de 1945. En el primero se plantea que el ingreso a esta orden se concedía a los españoles que se destacaran en los campos de la investigación científica y de la enseñanza, o en el cultivo de las Letras y las Artes, o que hayan prestado eminentes servicios a los bienes culturales del país, creando, dotando o mejorando establecimientos o centros consagrados a la cultura o coadyuvando a ella notoriamente de cualquier otro modo.

Los honores de la orden se conferían también a los extranjeros que prestaran algún servicio relevante a la cultura española, o aquellos a quienes convenga discernirlos por la categoría universal de su obra.

Ingresaron también Corporaciones, Asociaciones y Agrupaciones que fueron acreedoras a tal honor por los motivos anteriores.

En las categorías o grados tenemos: Collar, Gran Cruz, Encomienda con Placa, Encomienda, Cruz y Medalla. Las dos primeras conferidas mediante Decreto, los restantes por Orden Ministerial en nombre del Jefe de Estado.

Le corresponde al Ministerio de Educación Nacional dictar el reglamento de la orden. El ingreso a ella tenía lugar: de oficio, por iniciativa o por concesión del Ministerio y a propuesta razonada de Corporaciones Culturales, Centros docentes y entidades públicas o privadas.

Es el Ministro, la Subsecretaría y sus Direcciones generales quienes proponen los collares y Grandes Cruces. La Gran Cruz consistirá en una joya en forma de cruz abierta y florenzada de esmalte carmesí. En el centro lleva una medalla circular de oro, que ostentará, esmaltada, la efigie del Monarca titular, de medio cuerpo, con corona, y vestido de un manto cuadriculado, donde figuren en sus colores, los emblemas heráldicos de León y Castilla; la figura del Rey empuñará en la mano derecha un cetro terminado por un águila explayada, y sostendrá con la izquierda un globo rematado con una cruz. En torno correrá, en letra gótica negra la inscripción Alfonso X El Sabio, Rey de Castilla y León.

En el reverso, un águila explayada de color purpúreo, en actitud de mirar hacia la parte superior derecha, bañada por rayos de oro, que figuran venir de esta misma dirección; las garras se apoyan en un mundo de color del movimiento. En torno llevará, en letras negras, la leyenda Altiora Peto. Esta joya irá pendiente de una banda color carmesí. Se llevará en el lado izquierdo del pecho la placa de la orden de iguales características.

Esta orden fue entregada también a José Iturbide, pianista y compositor español en 1948.

La Gran Cruz se encuentra expuesta en el museo del Centro «Hermanos Loynaz» porque fue la categoría que recibió Dulce María Loynaz como primer reconocimiento a su obra y en el extranjero, a su sensibilidad poética y a la calidad de su obra. Línea esta que mantuvo la poetisa al ofrecer en 1947 recitales poéticos en el Ateneo de Madrid y en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid; se publica la segunda edición de Versos en Santa Cruz de Tenerife.

No sólo en España, sino en Cuba también, su imagen ceremoniosa y auténticamente cubana estuvo presente; con la cubanía señorial que la caracteriza, digna, confiada, su gran patriotismo, su hondo sentir: «Isla mía! qué bella eres y qué dulce!...», hicieron que estas cualidades se valoraran en Cuba y el 10 de octubre de 1947 el Estado cubano le otorgó la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, entregada bajo el Gobierno de Grau en el Palacio Presidencial, donde llegó a ostentar el grado de dama.

Esta orden tiene una significación cívica mayor que las antiguas por el alto sentido del reconocimiento que asigna la colectividad a las personas que se consagran de algún modo a serle útiles.

Estas órdenes hacen posible el intercambio de agasajos y cortesías entre los pueblos, y por medio de ellos se corresponde a las demostraciones de amistad con la concesión de diplomas y cruces a los extranjeros eminentes.

El Gobierno de Cuba, inspirándose en tan altos sentimientos de convivencia y estímulo ha creado esta orden por Decreto Presidencial de 18 de abril de 1926. Instituida para honrar, con el nombre del fundador, llamado Padre de la Patria, a los servidores en grado de Cuba y de la humanidad.

Hombre útil en la acción, inmaculado en la conducta y ejemplar en la magna lección de su vida y de su muerte, mostrándose en plenitud de grandeza en la mañana del 10 de octubre de 1868. Representativo de la sociedad cubana de la época; abogado, terrateniente, escritor, poeta, artista. Fue el iniciador de la Guerra de los 10 Años (1868-1878) en el ingenio de su propiedad, La Demajagua.

Designado Presidente de la República en Armas, constituyó el primer Gobierno de Cuba Libre y demostró patriotismo, abnegación, y energía en sus funciones. Sorprendido por el enemigo en la casa en que se encontraba ya como simple ciudadano de la República en Armas, se defendió sólo contra sus atacantes y murió el 27 de febrero de 1874.

Esta y otras órdenes nacieron para otorgar compensaciones honoríficas a ciudadanos distinguidos por sus servicios a la humanidad y al país. Reconoce a personas que se consagran para ser útiles. Se ha creado, además, para propender a la paz, la confraternidad y bienestar de los pueblos, recompensar a hombres que lo merecieran; cubanos, corporaciones y asociaciones cubanas o extranjeras que sirvan o hayan servido a Cuba o a la humanidad, a funcionarios y empleados, gobernantes, diplomáticos, hombres de ciencia, escritores y artistas cuyas obras y actitudes hayan producido resultados enaltecedores. Se le otorga también a Jefes de Estados, a los miembros de sus Consejos de Ministros.

Para todo lo relacionado con la orden había un Consejo Nacional del que era Jefe Supremo el Presidente de la República, quien presidía las reuniones, los demás son escogidos por el Jefe Supremo. Los cargos de los once miembros eran vitalicios.

Eran merecedores de esta orden aquellos que contribuyeran en descubrimientos científicos, producción intelectual en algunas de sus manifestaciones de ciencia, de literatura, de arte, de industria, de economía, etc.; en el cumplimiento de misiones especiales, o en beneficio de la humanidad, de Cuba, de la paz; acto heroico extraordinario que influya en una victoria.

Unido al Presidente de la República habían otras responsabilidades entre las que se encontraban la de Consultor Presidente de la Orden (Ministro de Estado), Viceconsultor Secretario General de la orden (Subsecretario), Secretario Administrativo (Consultor Diplomático del Ministro de Estado).

La orden posee la efigie del héroe en relieve sobre fondo de oro y el centro de una joya casi circular con bordes de hojas de laurel, unida en su base por un lazo de oro, al reverso sobre fondo de esmalte blanco el Escudo Nacional, la joya penderá de una cinta de moaré azul marino. Los Comendadores la llevarán al cuello.

La Gran Cruz será una placa de diez rayos de oro, cinco lisos y cinco adiamantados, con diez hojas de acanto de plata superpuestas. Se llevará al lado izquierdo del pecho. Al centro la efigie del héroe en relieve sobre fondo de oro y esmalte azul: diez rayos representan el décimo mes del año y las diez hojas de acanto el décimo día del mes. Alrededor de la efigie unas guirnaldas y cuatro estrellas simbolizan los cuatro estados en que se hallaba dividida la República en 1868: Oriente, Camagüey, Las Villas y Occidente.

La Gran Cruz con distintivo especial la recibían el Presidente de la República y los demás Jefes de Estado a quienes se les otorgara.

La Gran Cruz, a Ministros de Relaciones Exteriores y personalidades.

El de Comendador a los consejeros de Embajada y de Legación acreedores de ella en cinco años de ejercicio, así como a las personas indicadas por el Consejo.

Los grados de la orden serán:

PRIMERO: Gran Cruz con Distintivo Especial. Sostenida por un pequeño lazo dorado. Fue entregada a Batista en 1940, Carlos Mendieta en 1934 y Carlos Prío Socarrás en 1948.

SEGUNDO: Gran Cruz. Poseía dos aletas doradas. No se entregaba por antigüedad, sino por mérito o por derecho propio.

TERCERO: Gran Oficial. Poseía una aleta dorada y una plateada. (2 años)

CUARTO: Comendador. Poseía dos aletas plateadas. (3 años)

QUINTO: Oficial. (5 años)

SEXTO: Caballero o Dama. (5 años)

Este debía ser el ingreso. Los ascensos se efectuarán de grado en grado y de acuerdo con su antigüedad. Se entregaban los días 18 de abril y 10 de octubre de cada año, en conmemoración del nacimiento de Carlos Manuel de Céspedes y el inicio de la Revolución Libertadora. Las propuestas serán hechas ante el Consejo Nacional de la misma por el Presidente de la República, por el Canciller Presidente de la orden, por los miembros del Consejo y por los altos funcionarios públicos.

Este reglamento fue elaborado el 15 de febrero de 1943 y firmado por Batista, Ramón Zaydén (Primer Ministro) y José Agustín Martínez (Ministro de Estado).

Enrique Loynaz del Castillo recibió la Gran Cruz en 1944; Max Henríquez Ureña, de República Dominicana, en 1939; Fernando Ortiz y Fernández, en 1940 y Ramiro Guerra Sánchez en 1949.

La recibieron también Lisandro Otero y Madera, periodista y padre de Lisandro Otero (1944-Cruz Oficial); Alicia Alonso y Dulce María Loynaz (1947-Dama) y en ese año, además, Angelina Alcozer de Muro, Julieta Arango Montejo, Sor Concepción Crespo, Sor Serafina Torres, María Dolores Machín, viuda de Upman y Luz Palomares García.

En 1944 recibieron esta orden la Sociedad Económica de Amigos del País y la Academia de Ciencias.

La orden entregada anualmente desaparece en 1959 y se ratifica con una nueva estructura modificándose por la Ley No. 586 de 7 de octubre de 1959. Se comienza a entregar a ciudadanos cubanos y extranjeros, Jefes de Estado o de Gobierno, a dirigentes políticos o estatales y a personalidades de otros estados que se destaquen en la lucha por la liberación nacional de los pueblos; la amistad demostrada hacia la Revolución Cubana, o por el prestigio internacional alcanzado en favor de los pueblos y por aportes valiosos a la consolidación de la paz y la coexistencia pacífica.

A raíz de la entrega de esta orden a Dulce María Loynaz, ofrece recitales de su poesía en el Ateneo de La Habana y en el Lyceum Lawn Tenis Club. Recibe un homenaje público en un acto celebrado en el marco del Aula Magna de la Universidad de La Habana. Publica en España el poema Las cuatro estaciones de San martín de Loynaz, aparece la tercera edición de Versos, publica en las crónicas sociales en el periódico El País.

En 1947 la Asociación Internacional de Intelectuales Femeninas, con sede en Roma y que preside Edbige Persce Govini, la nombra Miembro de Honor. Esta distinción le fue entregada a la autora en la Embajada de Italia en Cuba.

Publica en crónicas sociales del periódico El País con el título: El Succés de la Semana. Para 1950 publica en La Habana un alegato titulado Las corridas de toros en Cuba diserta sobre su poesía con el discurso «Mi poesía autocrítica», en el Lyceum Lawn Tenis Club.

Vemos así en la poetisa ese ardor plasmado, esa espuma en que cuaja el dolor de crear y que le permitieron en 1950 ser designada Miembro de Honor del Instituto de Cultura Hispánica. En 1951 fue elegido miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras.

En Madrid se publica su primera novela Jardín, en 1951; en Cuba se publican numerosos artículos: Al César lo que es del César, Poetisas de América, Mujer entre dos islas, El último rosario de la reina.

En viaje a España ofrece varias conferencias y entre ellas una en el Instituto Miguel de Cervantes y Saavedra de Filología Hispánica. Visita las Islas Canarias, y el ilustre Ayuntamiento del Puerto de la Cruz en sesión plenaria el día 6 de agosto de 1951 y en reconocimiento a las atenciones que ha tenido la poetisa para este pueblo, los valiosos aportes con que ha enriquecido su acervo espiritual y como homenaje a sus relevantes méritos personales, acordó por unanimidad nombrar Hija adoptiva de esta población a la poetisa, gloria de las letras hispanoamericanas, considerándola así como conciudadana de dicho lugar. Este diploma fue expedido el 19 de agosto de 1951.Todos estos honores y homenajes se realizaron en el hotel Taoro, en Tenerife, lugar en el que años más tarde en 1959 se pondría su nombre a una de las calles. Madrid la nombra miembro del Jurado de Calificación de la Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte.

En España no solo es acogida por intelectuales y artistas, sino por obreros, mineros de Río Tinto que trabajaban el cobre. Según cuenta la poetisa dio una valoración personal sobre la Caridad del Cobre en Cuba y dio lectura a varios de sus poemas, incluyendo «Canto a la Mujer Estéril». Asombrosamente la ovación inesperada ante la sensibilidad poética de la autora la hizo sentir emocionada. Acto seguido le fue entregado un Diploma de la LVI Promoción de la Escuela de Capacitación Social de Trabajadores a la eximia poetisa en prueba de emocionada gratitud durante la primavera en Madrid de 1951. Según Dulce María Loynaz también le fue entregada adjunto al diploma una pequeña escultura de la Caridad del Cobre.

Para el año 1952 Dulce María Loynaz ofrece un ciclo de conferencias en los que aborda los temas «El día de las Artes y las Letras», sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda y el periodista español Rafael Marquina. Recibe en este año la Orden Mariana Grajales resaltando la maternidad heroica como creadora de la nación. Esta orden desaparece en 1959 para tomar una nueva estructura en el sistema de Condecoraciones y Títulos Honoríficos de la República de Cuba. Esta orden se otorga a ciudadanos cubanos cuya labor en cualquier esfera del trabajo creador, constituya una muestra excepcional de actitud revolucionaria o internacionalista, o por aportes extraordinarios a la formación de las nuevas generaciones, al logro de la plena incorporación de la mujer a la sociedad, al desarrollo del país o a la defensa de nuestra patria; se otorga, además, a ciudadanos extranjeros cuya labor relevante en cualquier campo, signifique un aporte extraordinario para su pueblo o para la humanidad, siempre que su obra haya trascendido el ámbito internacional y que se destaquen en la defensa de las ideas revolucionarias, en la lucha antimperialista y por la liberación e independencia de los pueblos.

En 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, asiste a la celebración del V Centenario del nacimiento de los Reyes Católicos, ocasión en la que ofrece la conferencia «Influencia de los poetas cubanos en el modernismo».

Publica en Madrid Poemas sin nombre y se hace una segunda edición de su poema Carta de amor al Rey Tut-Ank-Amen. Comienza a publicar en 1954 y durante un año en los periódicos El País y Excélsior los artículos «Crónicas de ayer» y «Entre dos primaveras».

En 1955 es nombrada académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, en Málaga, España. En este mismo año, el 21 de diciembre se le entrega el Diploma de Académico de número, elegida el 14 de junio de 1954 por la Academia Nacional de Artes y Letras para ocupar el Sillón Rey de la Sección de Literatura, la única y primera mujer con esta categoría. Dulce María presenta ante la Academia una conferencia titulada «Ausencia y presencia de Julián del Casal». En 1957, con motivo del fallecimiento de Gabriela Mistral ofrece una conferencia titulada «Gabriela y Lucila». Publica en Madrid en 1958 su novela Un Verano en Tenerife y el poema Últimos días de una casa obra literaria precisa y ajustada, limpia y concisa, basada en el nombre y en el verbo.

Miguel Barnet ha descrito la lengua de Dulce María Loynaz como «El español más transparente de la Isla...». Su obra es una fuente riquísima de conocimientos lingüísticos y de disfrute de prosa descriptiva.

En 1959 es elegido Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua, en la que contribuyó con sus valiosos aportes. Esta academia existe en Cuba desde 1926. Su primer director fue Enrique José Varona, le sucedieron Antonio Sánchez de Bustamante, Mariano Aramburu, José María Chacón y Calvo, Antonio Iraizos, Dulce María Loynaz y Salvador Bueno, su actual presidente.

En lo tocante a la religión, no había recibido ningún reconocimiento. Casada con Pablo Álvarez de Cañas, Dulce María ayudaba en todo lo posible a las constantes contribuciones de su esposo, colaboraba con las Escuelas Pías de San Juan Bosco, institución de proyección universal y con grandes méritos; esto mereció a ambos que el Papa Pío XII, Papa de la Paz, les enviara la no prodigada Orden Pro Eccelecia-et-Pontífice, labrada en oro puro, una de las últimas, sino la última que concediera aquel Vicario de Cristo. Esta orden fue fundada por León XI el 17 de julio de 1888.

León XIII, Obispo de Roma, dio la palabra definitiva sobre la nulidad de las ordenaciones anglicanas, argumentando la falta de forma y de intención en ellas. Este Obispo con la unidad de doctrina, ha dado pruebas irrecusables de que la Santa Sede conserva, además, la unidad de lenguaje.

El nombre de esta figura fue tomado para crear la Orden Cristiana León XIII que también fue entregada a Pablo Álvarez de Cañas y a Dulce María; el primero, un sencillo creyente que apoyó a la iglesia constantemente, Dulce María por su parte escribió poesía religiosa con elementos estéticos, «La oración de la rosa», «San Miguel Arcángel», «La Novia de Lázaro».

La década de los años cincuenta, es el período en que se publican o reeditan en España todos los libros de la escritora, es también la de mayor participación en conferencias y recitales. Recibe homenajes y galardones de instituciones hispanas. Por esta época la obra de Dulce María Loynaz llama la atención de los más conocidos representantes de la crítica española, de ilustres personalidades también cubanas. A fines de los años cincuenta, la escritora va dejando de escribir poesía y al comenzar los sesenta, rompe sus compromisos editoriales, sufre la ausencia del que fuera el máximo impulsor de la obra de la poetisa en Cuba y el extranjero: Pablo Álvarez de Cañas. Retorna al enclaustramiento voluntario en que había vivido, no viaja más al extranjero, apenas realiza actividades públicas, sólo a trabajos de la Academia Cubana de la Lengua.

No obstante, la Real Academia Española, atendiendo a los conocimientos lingüísticos, méritos literarios de la Doctora Dulce María Loynaz, la nombró en la junta del 30 de abril de 1970, como individuo suyo en la clase de correspondiente hispanoamericana en Cuba, autorizado por el sello mayor de la Academia y dado en Madrid el 1o. de mayo de 1970.

En 1978, el 23 de abril, hace una presentación con motivo del Milenio del Idioma Castellano. Un año más tarde, pronuncia una conferencia en la Academia sobre la poetisa uruguaya Delmira Agustini. En la Academia también se da a conocer en 1980 su ensayo «Andrés Bello, misionero de la poesía hispanoamericana», con motivo del bicentenario del ilustre filólogo.

Recibió el 8 de enero de 1978 la Medalla entregada por la Universidad de La Habana en el doscientos cincuenta aniversario de su fundación. Se le entregó, además, a Roberto Fernández Retamar, Hortensia Pichardo, Carlos Rafael Rodríguez, José Antonio Portuondo. Se escogió esta fecha porque fue cuando llegó a La Habana la certificación del Reino de Castilla que autorizaba la fundación de la Universidad de La Habana.

Comienza la década de los 80, se manifiesta en Cuba el interés por la obra de Dulce María Loynaz, fundamentalmente en los jóvenes que desconocían su obra que había sido conocida y publicada desde 1947 hasta 1958, en su totalidad en España.

El 20 de octubre de 1981 fue condecorada con la Distinción por la Cultura Nacional. Este día fue instituido como Día de la Cultura Cubana; día en que Perucho Figueredo escribió lo que sería nuestro Himno Nacional; la Bayamesa que el pueblo de Bayamo entonó por primera vez, pasó a ser desde entonces canto de lucha, se unían así la creación artística y la guerra necesaria. Abría paso la emancipación de esclavos, se forjaba la unidad de los cubanos, comenzaba a cristalizar nuestra auténtica cultura mestiza. En sus palabras y en sus notas musicales se unen los más altos valores de nuestra historia y nuestra creación artística.

Esta distinción se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a méritos alcanzados y a la labor realizada en el enriquecimiento de la cultura nacional y en la promoción del trabajo cultural. Se confecciona en metal con baño de oro y se confiere por los méritos siguientes: Haber realizado una obra artística o literaria que represente un aporte de sobresaliente importancia para el enriquecimiento de la cultura nacional; haberse destacado en la promoción del trabajo cultural.

Esta distinción es de forma circular y mide 30 milímetros de diámetro y tres de espesor. En su anverso tiene un bisel convexo de 1,5 milímetros de ancho; en el centro y a relieve, lleva la inscripción «Por la Cultura Nacional»; en la parte lateral derecha y en forma de semicírculo, tiene un ramo de laurel; en la parte superior y el centro, una estrella pentagonal inscripta en una circunferencia imaginaria de 10 mm de diámetro.

En su reverso tiene un bisel plano de 1 mm de ancho; en la parte lateral derecha y en forma de semicírculo, tiene un ramo de laurel, en la parte superior y al centro una estrella pentagonal inscripta en una circunferencia imaginaria de 10 mm de diámetro; en la parte superior y en forma de semicírculo, la inscripción: «República de Cuba»; en la parte superior y en forma de semicírculo, la inscripción «Ministerio de Cultura».

La insignia pende mediante una argolla, de una cinta de moaré de forma pentagonal, de 25 mm en cada lado, con franjas de colores azul turquí y blanco, subdivididas de derecha a izquierda en la forma siguiente: una franja azul turquí de 10 mm, una franja blanca de 5 mm, una franja azul turquí de 5 mm y una franja blanca de 5 mm de ancho cada una.

La cinta en su reverso tiene un alfiler de seguridad. El pasador que la representa es de forma rectangular convexa y mide 25 mm de largo por 15 mm de alto y está cubierto por una cinta de moaré, con las mismas franjas de colores y medidas que las del pentágono de donde prende la insignia. El pasador en su reverso tiene un alfiler de seguridad también.

Está facultado para otorgar esta distinción, el Ministerio de Cultura. Es el más alto reconocimiento que otorga.

Deberes y obligaciones:

Mantener una actitud ejemplar y consecuente con los principios revolucionarios. Se podrá privar del derecho a su uso cuando sea sancionado por delito, observar de manera evidente una conducta incompatible con el honor de ostentar la distinción.

El Ministro de Cultura puede disponer en caso de fallecimiento, que la insignia y documentos acreditativos pasen a la guarda y conservación de aquellos centros especializados.

Se entregó por primera vez -aunque se entrega anualmente desde esta fecha- el 20 de octubre de 1981 a un grupo de valiosos artistas e intelectuales y a varios colectivos que deben ser destacados de manera muy especial por su aporte al arte y a la cultura del pueblo de Cuba; ellos han consagrado su vida a la cultura, han rendido una labor eficaz, han sido promotores o su trabajo ha resultado significativo para la población.

De ello son ejemplo 186 figuras del arte y la cultura cubana, 26 colectivos que junto a Dulce María Loynaz recibieron la Distinción por la Cultura Nacional.

En 1983 se le entregó la distinción por la Cultura Nacional en Pinar del Río a: Edmundo Alemany, Mateo Gutiérrez Acanda, Aldo Martínez Malo. Otras personalidades lo recibieron: Eusebio Leal, Doctora María Dolores Ortiz.

Todos los galardonados año tras años constituyen el reflejo fiel de los avances del arte y la literatura. Todos han adquirido méritos en el desempeño del trabajo creador por la labor realizada en el estímulo y promoción de la cultura nacional.

El 1982 Dulce María Loynaz ante la Academia Cubana de la Lengua escribe sobre la obra del poeta Regino Pedroso, y pronuncia una conferencia sobre el escritor José de la Luz León.

Al año siguiente, el 20 de octubre, le es otorgada por el Consejo de Estado y el Ministerio de Cultura, la Medalla Alejo Carpentier; propuesta su creación por este último para ser entregada a personas y colectivos que se han destacado en el desarrollo y enriquecimiento de la cultura nacional.

Se otorgará, además, a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a relevantes méritos alcanzados y a la destacada labor realizada en la creación, interpretación, promoción y organización artística y cultural. También a trabajadores de organismos y organizaciones políticas, sociales y de masa.

Se confecciona en metal con baño de oro, con las características siguientes: forma circular, con 30 mm de diámetro y 3 mm de espesor, en su anverso tiene un bisel de 1 1/2 mm de ancho, al centro y a relieve tiene la efigie de Alejo Carpentier, en la parte inferior y en forma de semicírculo aparece grabado abajo relieve la inscripción «Alejo Carpentier»; en su reverso tiene un bisel plano de 1 mm de ancho, al centro y a relieve, el escudo de la República de Cuba, en la parte superior y en forma de semicírculo la inscripción «República de Cuba» y en la parte inferior en forma de semicírculo la inscripción «Consejo de Estado».

La insignia pende mediante una argolla de una cinta de moaré de forma pentagonal de 25 mm en cada lado, con franja de color azul turquí y blanco, subdividida de derecha a izquierda en la forma siguiente: una franja azul turquí de 15 mm, una franja blanca de 5 mm y una franja azul turquí de 5 mm de ancho. La cinta en su reverso tiene un alfiler de seguridad.

El pasador que la representa es de forma rectangular convexa y mide 25 mm de largo por 15 de alto, está cubierto por una cinta de moaré con las mismas franjas de colores y medidas de las del pentágono donde pende la insignia. Instituida el 27 de marzo de 1982 esta medalla lleva el nombre de Alejo Carpentier, la figura más alta de nuestra narrativa contemporánea, latinoamericano que trascendió de Cuba y nuestro continente. Creador que en su redescubrimiento de América y en su análisis del mundo contemporáneo apeló al concepto más amplio de cultura. Frecuentó la docencia y el periodismo, la radio y el trabajo editorial.

Se reafirma al otorgar esta condecoración a un grupo tan diverso de intelectuales, el concepto humanista y universal de la cultura y de la intelectualidad. Fue entregada en 1982 a 53 personalidades y 10 colectivos en diferentes manifestaciones.

En 1983 lo reciben unido a Dulce María Loynaz, Olinta Ariosa, Sandú Darié, Gilda Hernández Rico, María del Rosario Novoa, Francisco Prat Puig, Marta Arjona, Antonia Eiriz, Orestes López, Raúl Martínez, Lisandro Otero, Jorge Juan Rigol y el grupo Teatro Estudio.

Esta medalla se otorga anualmente y puede ser entregada también el 26 de diciembre, natalicio de Alejo Carpentier.

En el año 1995 la recibieron Salvador Bueno, y Jorge Ibarra que incrementan el número de intelectuales que la han recibido y que prestigian la cultura nacional.

La Real Academia Española nomina a Dulce María Loynaz en 1984 Candidata al Premio Miguel de Cervantes. En Cuba la Editorial Letras Cubanas publica Poesías escogidas; en Pinar del Río pronuncia las palabras de apertura del homenaje a su hermano Enrique Loynaz. Se publica Julián del Casal, poeta de la soledad y los enigmas, Imágenes de Raimundo Lazo, por primera vez sale a la luz su libro de poemas Bestiarium.

En 1986 en Casa de las Américas pronuncia la conferencia titulada «Delmira Agustini, el misterio en su obra y en su muerte», en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, presenta una ponencia en la que relata sus recuerdos del poeta Federico García Lorca en la Habana; en la Academia Cubana de la Lengua pronuncia el discurso conmemorativo por cumplirse 60 años de esta institución.

En 1987 fue nominada a propuesta de la Academia Cubana de la Lengua como Candidata al Premio Miguel de Cervantes; en la sala José Lezama Lima del Gran Teatro Nacional de la Habana pronuncia una conferencia titulada «Enrique Loynaz un poeta desconocido».

El 1.º de diciembre de 1987 recibe el Premio Nacional de Literatura de manos del Doctor Armando Hart Dávalos, en acto público celebrado en el Palacio del Segundo Cabo. El jurado de este premio en su 5.ª edición se constituyó en la sede del Ministerio de Cultura. Lo integraban diversas personalidades dedicadas a la investigación, estudio, crítica y promoción de la literatura que resumieron la opinión colectiva que reunía la obra de un autor y su trayectoria durante su vida. Presidido por el Dr. José Antonio Portuondo en el mismo había representantes de las Universidades de la Habana, Oriente y Central, Denia García, Amparo Borrero e Israel Ardonel Heredia. También participaron Iván Pérez, Juan Carlos Relova, Raúl Luis y Juan Nicolás Padrón de las correspondientes Editoriales José Martí, Gente Nueva, Letra Cubanas y de Arte y Literatura. Fueron designados, además, como jurado también a Emilio de Armans del Centro de Estudios Martianos; Pablo Armando Fernández de la UNEAC; Luisa Campuzano de Casa de las Américas; Cira Romero del Instituto de Literatura y Lingüística; Eduardo López Morales de la Asociación Hermanos Saíz; Carmen Suárez de la Biblioteca Nacional José Martí; América Díaz y Romualdo Santos de los Centros de Promoción Cultural Alejo Carpentier y Juan Marinello.

Este premio, es más alto lauro literario cubano, se instituyó por primera vez en 1983 por el Ministerio de Cultura, se otorga como testimonio público de reconocimiento a la obra de connotados escritores que, de forma sobresaliente, han contribuido con su creación a ensanchar las fronteras del legado cultural cubano.

El premio se convoca anualmente y es concedido a escritores cubanos vivos residentes en Cuba y cuya obra por su calidad reconocida, sea merecedora del respeto del pueblo. No se concederá a una obra específica, sino a la obra literaria en conjunto de un autor que haya expresado con alta calidad estética el proceso histórico-cultural de la nación cubana en algunas de sus aristas. Se consideran los aportes realizados por el autor en período largo de su vida, los logros más relevantes en determinadas etapas, tanto como su trascendencia y la proyección nacional y universal de su obra.

Este premio ha sido otorgado también a Nicolás Guillén (1983), José Zacarías Tallet (1984), Félix Pita Rodríguez (1985), José Antonio Portuondo, José Soler Puig, Eliseo Diego (1986), Dulce María Loynaz (1987), Cintio Vitier, Dora Alonso (1988), Roberto Fernández Retamar (1989), Fina García Marruz (1990), Ángel Augier (1991), Abelardo Estorino (1992), Francisco de Oraá (1993), Miguel Barnet (1994), Jesús Orta Ruiz (1995).

El 16 de marzo de 1988 la Casa de Cultura de Plaza de la Revolución le entrega un diploma de reconocimiento por su contribución a la cultura cubana firmado por la directora Celia María Cebeño, este mismo día recibe un homenaje en dicho lugar.

El 23 de abril en la Academia Cubana de la Lengua pronuncia la conferencia «Félix Varela, el precursor» con motivo del bicentenario del natalicio del ilustre patricio.

El 20 de octubre (Día de la Cultura Cubana) de 1988 recibe la Orden Félix Varela de primer grado. Ilustre nombre de uno de los fundadores de la cultura cubana, que fue quien primero nos enseñó a pensar. Maestro de maestros, maestro de filósofos, maestro de intelectuales y maestro de revolucionarios. Esta figura simboliza al intelectual cubano en todas nuestras épocas. Fue el primero de los escritores cubanos que por amor a su patria y a sus profundas convicciones tuvo que vivir y escribir fuera de Cuba sin olvidar nunca que sus raíces estaban para siempre en Cuba.

La Orden Félix Varela se otorga a ciudadanos cubanos o extranjeros y a colectivos culturales, en reconocimiento a aportes realizados en favor de los valores imperecederos de la cultura nacional y universal. Es de dos grados. De acuerdo con su grado se confecciona en metal con los baños siguientes: con baño de oro, primer grado; con baño de plata, segundo grado.

La orden se confiere según su grado a: ciudadanos cubanos que hubieren realizado de manera sostenida, durante un período de tiempo, una relevante contribución al enriquecimiento de la cultura nacional; a personalidades extranjeras que hayan realizado en el campo de la cultura importantes aportes en favor del enriquecimiento de la cultura universal, y la consolidación de la identidad cultural de sus países; a colectivos artísticos, de consolidada y reconocida trayectoria, que se hubieren destacado por su labor creadora en el enriquecimiento de la cultura; ciudadanos cubanos y extranjeros que hayan realizado importantes labores en la promoción del trabajo cultural o el desarrollo de las relaciones culturales entre nuestro país y otros pueblos.

La Orden Félix Varela, primer grado, tiene las características generales siguientes: en su anverso lleva un motivo ornamental inspirado en un diseño de las culturas indoamericanas, inscripto en una circunferencia imaginaria de 45 mm de diámetro; en la parte central y a relieve tiene dos circunferencias concéntricas; la interior de 18mm de diámetro, en cuyo círculo aparece la efigie con baño de oro de Félix Varela; la exterior de 24 mm de diámetro conforma la interior una corona esmaltada en blanco de 3mm de ancho; en la parte superior de la de la corona y en forma de semicírculo, aparece la inscripción con baño de oro «Félix Varela». En su reverso, al centro y a relieve, tiene el Escudo de la República de Cuba, en la parte superior y en forma de semicírculo, la inscripción «República de Cuba»; en la parte inferior y también en forma de semicírculo la inscripción «Consejo de Estado».

La insignia pende mediante argollas de una cinta de moaré de forma pentagonal cuyos lados inferiores y el superior mide 25 mm y los laterales 30 mm, con franjas de colores rojos, blanco y azul turquí, subdivididas de derecha a izquierda con una franja roja de 10 mm, una blanca 5 mm y una azul turquí de 10 mm la cinta en el reverso tiene un alfiler de seguridad. El pasador que la representa es de forma rectangular convexa y mide 25 mm de largo por 15 de alto y está cubierto por unas cintas de moaré con las mismas franjas de colores y medidas que las del pentágono de donde pende la insignia.

Están facultados para proponer al Consejo de Estado el otorgamiento de esta orden, el Consejo de Ministros y el Ministerio de Cultura.

La Orden Félix Varela se concede en un momento de ascenso cultural propiciado por la Revolución, cuando se evidencia la existencia en el país de un clima altamente creador que impulsa el progreso del arte y la literatura. Se otorga la orden a trabajadores que, como se expresa en uno de los documentos del Segundo Congreso del Partido «...sostienen, enriquecen y reafirman con su obra el carácter militante, internacionalista y progresista del movimiento cultural cubano».

Esta condecoración es la más alta distinción cultural que otorga el Estado cubano. Se entregó por primera vez el 20 de octubre de 1981 a 25 personalidades y 10 colectivos.

En 1983 se le otorgó por primera vez a un intelectual no nacido en tierras de nuestra América: Amadou Mahtar M'Bow, Director General de la UNESCO. Fue entregada en este año a intelectuales latinoamericanos; Julio Cortázar (argentino), Gabriel García Márquez (colombiano), Mario Benedetti (uruguayo) y Fernando Birri (argentino).

En noviembre de 1988 la UNEAC le otorga la categoría deMiembro Emérito a Dulce María Loynaz por su transcendente labor literaria.

Por otra parte el 20 de noviembre de 1988 después de ofrecer dos conferencias, «Félix Varela, el precursor» y «Félix Varela, el desterrado»; en Pinar del Río, la Comisión Católica para la Cultura en esta provincia le entrega como testimonio de agradecimiento a Dulce María Loynaz por su valioso aporte a la celebración del bicentenario del nacimiento del Padre Félix Varela, el Diploma firmado por el Obispo Monseñor José Ciro González.

En 1989 diserta sobre Gabriela Mistral en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC, en ocasión del centenario de la poetisa chilena.

En 1990 se publica el libro Memorias de la guerra escritas por su padre el Mayor General Enrique Loynaz del Castillo.

El 5 de enero de este año recibe la Orden Jovellanos, distinción que rinde homenaje al nacimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos ocurrido en 1744, muerto el 27 de noviembre de 1811. Hombre de acción, se destacó en todas las esferas del saber, entre sus obras literarias se encuentra «Epístola desde el Paular» y «El tratado de Regalía». Literato, orador, jurisconsulto, filósofo, economista, distinguido en todos los géneros y benemérito de la patria.

La Federación de Asociaciones del Centro Asturiano de La Habana cada año el 5 de enero y desde 1989 hace entrega a personalidades relevantes del arte y la intelectualidad iberoamericana de la distinción Gaspar Melchor de Jovellanos. Esta Federación es la continuación del Centro Asturiano fundado el 2 de mayo de 1868 y está basada en 48 sociedades, éstas hacen la propuesta y un jurado decide a quien otorgarla.

La orden ha sido entregada a: Florentino Gelabert, Alicia Alonso, Ramiro Guerra, Miguel Barnet, Eusebio Leal, Esther Borja, Eliseo Diego, Dora Alonso, José A. Portuondo, Salvador Bueno, María Dolores Ortiz, etc.

La Orden Jovellanos no sólo se entrega a figuras literarias sino también a otras manifestaciones de la cultura, la ciencia y la economía.

El año en que galardonó a Dulce María Loynaz y otras personalidades, el Presidente de la Federación Ramón Flores escogió para la entrega del galardón el Seminario de San Carlos y San Ambrosio histórico lugar impregnado del recuerdo de aquellos ilustres cubanos: Arango y Parreño, Carlos Manuel de Céspedes y otros. Para los asturianos significa esta distinción un modesto aporte a la consolidación de los lazos afectivos y consanguíneos entre cubanos y españoles. En este acto de entrega se encontraban Fidel Sandagorta, Agregado Cultural de la Embajada de España, Gumersindo Rico, Embajador de España en Cuba y José Loyola Vice presidente primero de la UNEAC.

El 19 de febrero de 1990 la poetisa y el Doctor Armando Hart Dávalos inauguran el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura «Hermanos Loynaz» en Pinar del Río, institución a la que donó su biblioteca familiar, objetos de arte y la mayoría de las condecoraciones. En reconocimiento de este gesto de cubanía, al mantener viva la estirpe mambisa, exponente fiel de nuestra cultura, la provincia de Pinar del Río le entrega el Escudo Pinareño otorgado el 23 de noviembre de 1990.

En esta ciudad la Asamblea Provincial del Poder Popular en sesión ordinaria celebrada el 1 de julio de 1985 adoptó el acuerdo Nº. 94, declarando como escudo oficial de la provincia el Escudo Pinareño que recoge los atributos, emblemas y características geográficas de nuestro territorio. Se entrega en acto solemne como estímulo a personalidades relevantes y que se han destacado en las diferentes esferas de la vida. Por ello se aprobó otorgar la placa que contiene la efigie del Escudo Pinareño, destacándola como cubana ejemplar y artista universal.

El Escudo Pinareño se ratificó con carácter oficial como escudo representativo de la provincia. Está formado por el río, que tiene en su borde derecho una plantación de tabaco, al otro lado un fondo de paisaje con sembrado de tabaco en primer plano, detrás de este un pinar y por último, montañas en el horizonte, todo este paisaje pintado con sus colores naturales.

La imagen descansa sobre un pergamino dorado, enrollado en sus cuatro ángulos, que sostienen ejemplares de plantas de tabaco de color verde, toda ella se sustenta sobre un haz de varillas anaranjadas atadas con cintas de color púrpura, que en lo alto sostiene un gorro frigio de color bermellón con la estrella de cinco puntas como emblema de la patria.

El escudo se puede reproducir en papel, tejido, madera, metal u otro material apropiado, se podrá imprimir, grabar, pintar, esculpir o emplear cualquiera otra forma adecuada de creación artística para su reproducción.

La placa acreditativa del Escudo Pinareño se confecciona en metal con baño de oro y tiene las características generales siguientes: Es de forma circular y mide 50 mm de diámetro y 3,5 mm de espesor; en su anverso tiene un bisel plano de 1 mm de ancho y a relieve la efigie del escudo pinareño, en la parte inferior de este semicírculo de 1 mm de ancho, cuya cuerda por su parte exterior es de 34 mm, tiene por debajo de forma semicircular la inscripción Pinar del Río. En su reverso tiene un nivel plano de 1 mm de ancho, en el centro y a relieve el escudo de la República de Cuba; además de dos inscripciones: Asamblea Provincial en la parte superior y Poder Popular en la inferior, ambas en forma de semicírculo.

El escudo se entrega como estímulo y reconocimiento a personalidades nacionales y extranjeras y a personas jurídicas que se hayan destacado en las distintas esferas del quehacer político, social, económico, cultural, histórico, de la defensa, la producción y los servicios. Su emblema se puede utilizar en los uniformes de atletas, artistas u otras personas de la vida pública, que de forma oficial representen a la provincia nacional o internacionalmente, se puede utilizar impreso y estampado en documentos oficiales y pintado o grabado en vehículos estatales todos ellos pertenecientes a dependencias o entidades del Poder Popular en la provincia.

Son múltiples las personas que lo han recibido. En 1994, Armando Hart Dávalos, Silvia Costa Acosta, Fidel Ramos Perera, Delio Carreras Cuevas, Carlos Rafael Rodríguez; 1993 Rigoberto García Fernández; 1992 Esther Montes de Oca; 1991 Emilia Delgado Carballo, Abel Prieto, Dr. Luis Alberto Ceballos, Dr. Juan Francisco Rivera, Antonio Muñoz Hdez, Felipe Pérez Roque; 1990 Tiburcio Lorenzo.

Que la provincia de Pinar del Río tenga su escudo se debe en gran parte al Dr. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada quien siendo Ministro en Washington escribió en 1916 al gobernador con el objetivo de que en esta ciudad se expusieran los escudos de las seis provincias. En 1917 volvió a insistir pero en esta ocasión al gobernador provincial Comandante Manuel Herryman que pasa la inquietud al Consejo Provincial. Este reúne un grupo de consejeros encargados de confeccionar un modelo creado por el Sr. Gregorio Díaz profesor entonces de pintura del Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río. Fue esa la primera etapa de nuestro escudo. Las insistencias del ministro para una obra que adornaría orgullosamente la Casa de Cuba en un país extranjero, fue la base para tener un escudo propio. Secundó a esto el amor por Vueltabajo del Gobernador Herryman y consejeros. En el transcurrir de los años se vio que el escudo de la provincia no respondía a los cánones heráldicos. Se planteó así el 17 de julio de 1917 una modificación del mismo.

El cambio principal introducido por Santovenia y Valderrama con relación al primitivo escudo es la supresión de las banderas, atributo de la nación y que solamente deberá llevarla su escudo, el dibujo del mapa se suprimió por innecesario e impropio, pues carece de significación heráldica.

Este escudo no se otorga en una fecha señalada, sino ante un hecho determinado o la trayectoria de la persona y cuando el consejo de la administración así lo decida.

El 5 de enero 1991 la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba le otorga la categoría deMiembro de Honor, diploma entregado a Dulce María Loynaz por su constante y valiosa dedicación en favor del enaltecimiento y desarrollo de la cultura hispánica. Este reconocimiento fue dado por acuerdo de la Asamblea General de la organización y nunca antes se había entregado.

Se publican, en 1991, Poemas náufragos y La Novia de Lázaro por la editorial Letras Cubanas y La hija del General de Vicente González Castro, se publica en segunda edición Bestiarium por la UNEAC; se le adjudica el Premio de Periodismo Doña Isabel La Católica en España por su ensayo «El último rosario de la reina».

El 13 de diciembre de 1991 Dulce María Loynaz recibe en el Aula Magna elDiploma Honoris Causa en Letras por la Universidad de la Habana. El 5 de enero de 1996 se cumplen 268 años de su fundación. Se inscribe así esta institución entre las más longevas del continente americano. Su historia, ha estado integrada a la historia nacional cubana. Ella ha sido campo de lucha y de sutil forcejeo, primero entre la naciente y pujante nacionalidad cubana contra el yugo español; y segundo en su período republicano, contra todo tipo de tiranías y contra el dominio imperialista. Por supuesto, en toda cuestión educacional subyace, en sus raíces una cuestión de clase. Y una institución docente universitaria será particularmente una institución reducto de las ideas de la clase dominante, en cuanto a esto último exige de la misma defensa del sistema de dominación. Pero a la vez, es el centro donde la juventud, en contacto con las nuevas ideas de una época, expresa su inquietud, y donde una intelectualidad progresista puede entrar en conflicto con el resto de los elementos reaccionarios.

La Universidad de la Habana, autónoma, declarada corporación de interés público por la Ley, con capacidad y competencia para regir todo lo concerniente al servicio de la enseñanza superior universitaria, a la expedición de títulos de capacidad profesional, a la incorporación de estudios hechos en el extranjero, a la validez, reválida e incorporación de títulos extranjeros y a la realización de sus demás fines docentes y culturales.

Además de la función puramente docente o de transmisión de conocimientos, la Universidad de La Habana es un centro de alta investigación científica, y en tal virtud procura el incesante progreso de la ciencia, sosteniendo laboratorios, archivos, bibliotecas, seminarios y centros de discusión científica, debiendo sus planes de enseñanza concordar con los fines del estado, en una orientación de utilidad social.

Velará por la preparación pedagógica de su profesorado deslindando la esfera de la investigación pura de la esfera docente, y procurando la formación de maestros que sean capaces de comunicar los conocimientos constitutivos de cada disciplina.

Atenderá todo lo concerniente a la educación moral y física de sus alumnos.

Mantendrá estrechas relaciones con todas las universidades y especialmente con las de América, por medio del intercambio universitario de profesores y alumnos, de publicaciones y obras artísticas, etc.

No podrá pronunciarse sobre problemas de política, religión o de clase.

Actúa como máxima representación de los intereses generales de sus graduados, y en esa medida en defensa de los intereses de estos, ante los poderes del Estado y las instituciones del país.

El grado deDoctor Honoris Causa sólo podrá otorgarse a quien, no siendo graduado de la escuela que lo proponga, reúna alguna de las condiciones siguientes:

a. Ser una eminencia reconocida de cualquier disciplina de la escuela que lo proponga.

b. Ser profesor eminente de alguna universidad.

c. Ser un publicista nacional o extranjero.

d. Haber demostrado especial devoción por la universidad o por cualquiera de sus escuelas, contribuyendo a su engrandecimiento y progreso materiales.

e. Haber contribuido al progreso o bienestar de la humanidad mediante grandes inventos o descubrimientos.

El primer Diploma Honoris Causa entregado fue en 1926 a Gerardo Machado.

La primera mujer que lo recibió fue Ángela Davis. Se ha entregado también a extranjeros: Rafael Alberti (1991), Gonzalo Torrente Ballester (1992). En Cuba han sido muchas las personas que lo han recibido Roberto Fernández Retamar, Dr. José Juan Arrow, etc.

A diferencia del resto de los diplomas este no cuenta con un jurado que decide sino que el Consejo de Dirección de la Universidad se reúne y recibe las propuestas por facultades con una síntesis biográfica. Es el Consejo de Dirección quien evalúa las personas propuestas y decide. La entrega del título no se hace un día fijo, tampoco es anual, se otorga solo cuando se decide justamente.

Como hemos visto, la obra literaria de Dulce María Loynaz aunque con períodos de menor auge, ha sido publicada a través de artículos, conferencias y ensayos. Hay en todos ellos una revelación de peculiaridades como maestría en el manejo del idioma castellano, decantación del lenguaje y el poder de síntesis, la claridad y sencillez, la contención y sobriedad en la expresión lírica se reiteran en su obra.

Estas y otras facetas fueron valoradas en España y se decide otorgar, el 5 de noviembre de 1992, el Premio de Literatura Miguel de Cervantes y Saavedra. El jurado la escogió a ella entre los finalistas: Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Rosa Chacel, Miguel Delibes, Guillermo Cabrera Infante. La obra de Dulce María Loynaz se impuso a la de estos ilustres e igualmente merecedores candidatos. Le correspondió a Federico Ibañez Soler, Director General del Libro y Bibliotecas de España, anunciar al mundo el fallo del Premio Cervantes en 1992.

Francisco Ayala, definió a la escritora cubana como «una de las figuras más significativas de Hispanoamérica y más populares, un valor permanente, que no pertenece al pasado, sino que sigue en activo...».

Estaban también allí Juan Ramón Jiménez, Carmen Conde, Eugenio Florit, Gerardo Diego, todos emitían criterios y diversas opiniones. En el reconocimiento a la obra de Dulce María Loynaz que implica la concesión del Premio Cervantes, va también añadido el placer de descubrir su poesía inseparablemente unida a Cuba.

La vastedad geográfica que abarca el Cervantes y la variedad de tradiciones literarias permiten también que el «Nóbel español», tras una primera fase de figuras casi obligadas, empiece a premiar a los escritores más secretos, como es el caso de Dulce María Loynaz, cuya poesía, pese a ocupar un espacio central en la literatura cubana y española, era prácticamente desconocida en otros países de Iberoamérica. Valorada por los investigadores, como una de las voces más altas del idioma castellanos, ha ganado, como poetisa y sin proponérselo, los lauros más difíciles. A su edad, prestigia el hemisferio de las Letras, con su figura solitaria, dueña absoluta del magisterio que representa su pensamiento.

Es la segunda mujer que inscribe su nombre en los ganadores del Premio Cervantes (máximo galardón que confiere España a un escritor) que no distingue un libro o un trabajo concreto, sino la tarea intelectual de toda una vida.

Instituido desde 1975, el fallo del jurado se da a conocer en noviembre y el premio se entrega el 23 de abril (Día del Idioma) en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares de manos de los reyes de España. Se otorga anualmente; en 1976 lo recibió Jorge Guillén, 1977 Alejo Carpentier, 1978 Dámaso Alonso, 1979 Gerardo Diego y Jorge Luis Borges, 1980 Juan Carlos Onetti, 1981 Octavio Paz, 1982 Luis Rosales, 1983 Rafael Alberti, 1984 Ernesto Sábato, 1985 Gonzalo Torrente Ballester, 1986 Antonio Buero Vallejo, 1987 Carlos Fuentes, 1988 María Zambrana, 1989 Augusto Roa Bastos, 1990 Adolfo Bioy Casares, 1991 Francisco Ayala, 1992 Dulce María Loynaz, 1993 Miguel Delibes, 1994 Mario Vargas Llosa, 1995 Camilo José Cela y otros.

Con todos ellos se refuerza la identidad cultural Iberoamericana. La institución de los premios Cervantes ha resultado ser una de las más consolidadas y de mayor significación pública. Las sucesivas citas anuales del jurado del Premio Cervantes han ido formando una tradición en la que no se distingue ya, a la hora de valorar los medios de los escritores seleccionados, otra patria que la del idioma, de forma que los creadores españoles y latinoamericanos comparten un mismo «parnaso de inmortales» que se sostienen en las solas palabras, creadas y recreadas con mil acentos y matices, de nuestra lengua.

Cervantes, el inmortal autor de Don Quijote (1547) nace en la ciudad de Alcalá de Henares y con su obra nace la novela moderna. Con el Quijote se instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, haciendo de ese nuevo y o un medio de indagación y conocimiento del hombre, de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aún de lo que en ella se busca.

Todo está ya en Cervantes. Todo lo que hará la perdurabilidad de muchas novelas futuras: el enciclopedismo, el sentido de la historia, la sátira social, la caricatura junto a la poesía y hasta la crítica literaria.

Es Cervantes el que más diestramente supo aunar la refinada elegancia clásica de los antiguos del renacimiento con el realismo y casticismo del habla popular, siendo su decir propio y limpio, armonioso y recio, y el más rico en voces y construcciones de los escritores castellanos.

Es Alcalá de Henares cuna de la novela hispano contemporánea.

A partir del Cervantes el eco poético de Dulce María Loynaz sigue extendiéndose para no quedar varado en el silencio, le suceden así más reconocimientos y distinciones.

El 12 de noviembre de 1992 recibe de manos de Pedro Chávez, Presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular de Ciudad Habana, la Estatuilla de la Giraldilla de la Habana en acto solemne convocado en el marco del 400 aniversario de la proclamación de la Ciudad de la Habana como Capital de la República de Cuba y de sus 473 años de fundada.

Se le entregó a esta destacada poetisa, única mujer cubana, que ha recibido el Premio Miguel de Cervantes y Saavedra de Literatura, considerado el Nóbel de la lengua castellana, además, recibió la Orden Félix Varela de Primer Grado y eltítulo Honoris Causa entre otros.

La excelsa poetisa ha dedicado más de siete décadas de su vida a la literatura y a la poesía, destacándose como cronista en diversos diarios cubanos, siendo considerada, como una creadora de sus propias imágenes y máxima exponente de su quehacer cotidiano.

Se le entregó como justo reconocimiento a la labor destacada en el plano artístico-literario, contribuyendo con ello al desarrollo y engrandecimiento de la cultura nacional.

La Giraldilla no tiene periodicidad de entrega, ni se otorga en una fecha fija, en muchas ocasiones se confiere bajo conmemoraciones, hechos o aportes brindados por aquellas personas no solo en la esfera cultural, sino también en el deporte, la ciencia, técnica, y puede ser entregada a cubanos o extranjeros. Es el símbolo tradicional de La Habana y se instituyó como reconocimiento en la reunión celebrada el día 25 de febrero de 1988 en la Asamblea Provincial del Poder Popular en Ciudad Habana bajo el acuerdo N.º 588/88-5pm fue aprobado por el acuerdo 85 de la Asamblea, que está investida de la más alta autoridad para el ejercicio de las funciones estatales en sus demarcaciones respectivas.

Se tiene en cuenta el esfuerzo y la dedicación de todos aquellos que laboran en las diferentes esferas de la vida social, que con su constante y sostenida actitud ante el trabajo desempeñan en el campo de la producción, la defensa, la construcción, los servicios, la ciencia, la técnica, la educación, la salud, la cultura y el deporte; ello permite reconocer a aquellos ciudadanos que por los méritos extraordinarios alcanzados se distinguen.

La Giraldilla representa la victoria a través de una delicada estatuilla de bronce. Se entrega a ciudadanos por su excepcional contribución al desarrollo y fortalecimiento de la ciudad permitan su desarrollo en todas las esferas de la vida social. La que se entrega es de bronce fundido con una dimensión de 40 cm de alto, la cual en forma de india, porta en su brazo derecho el tronco de una palma y en la izquierda, en un asta la cruz de Calatraba.

Se ha entregado a numerosas figuras como por ejemplo: 1988 Eusebio Leal, Alicia Alonso, José Sacarías Tallet y otros; 1989 Vicentina Antuñez; 1991 Pedro Miret Prieto; 1992 en literatura solo fue entregada a Dulce María Loynaz; 1985 Rafaela Chacón Nardi.

La estatua original de la Giraldilla se conserva en el Museo Nacional en Ciudad de la Habana. Se puede observar en la torre del Castillo de la Fuerza.

Según la leyenda se dice representa a Isabel de Bobadilla, ilustre esposa de Don Hernando de Soto.

Gerónimo Martín Perzón, artífice, fundidor y escultor habanero dio vida a la estatuilla famosa. Entre 1630 y 1634 ordenó fundir la efigie en bronce.

Se cuenta que la Giraldilla debe su nombre al grupo escultórico que se levanta en la torre de la giralda de Sevilla. En su brazo derecho, porta una palma truncada y en el izquierdo un estandarte con la Cruz de Calatraba de cuya orden era caballero el gobernador Viamonte. 110 cm de alto, ostenta sobre su pecho el medallón con el nombre del gobernador. Los rasgos del rostro semejan una indocubana.

La Giraldilla es veleta de forma humana que, en lugar elevado y visible, indica el sentido de la dirección del viento despojada de toda representación, esta vinculada con la habana cubanísima, desde siglos simboliza la ciudad capital.

Está modelada como esperando el viento que la haga girar; insinúa el instante mismo del inicio del movimiento o, si se quiere, en que el raudo giro cesa, y su falda se pega al cuerpo, en pliegues recogida, dejando la pierna descubierta; en punta el pie, el pecho adelante, erguida la cabeza, y en ángulo el brazo derecho y la mano sosteniendo con gracia la palma; y la izquierda, colocada suavemente sobre el asta de la banderola. La mirada es lejana y a lo alto, un leve esbozo de sonrisa se abre en los labios. El gesto de la cabeza, del brazo y pierna está henchido de donaire, de disposición para el giro danzario.

La Giraldilla es una escultura «animada de movimiento», un movimiento potencial presto a desencadenarse, es una figura femenina rebosante de garbo de formas redondeadas, y total hermosura y bello rostro; su cuello se alarga para no romper las proporciones. Es una escultura realista, armoniosa y proporcionada. Sobre el peinado, decorativo, descansa una corona. Del cuello del corpiño pende un medallón pectoral con la inscripción del nombre del autor de la obra «Gerónimo Martín Pinzón». Artífice, fundidor que la esculpió. Se considera una de las mejores realizaciones escultóricas del país de los años (1630-1634) en que el artista modeló y fundió en bronce su estatua.

En 1992 recibe Dulce María Loynaz laEstatua que entrega la Federación de Mujeres delCaribe que tuvo en esa ocasión como presidenta a Joseline Clemencia, organizadora del III Congreso de escritoras del Caribe en Curazao celebrado en julio de 1992. La poetisa fue distinguida como la escritora más importante de nuestro siglo; a este grupo Dulce María Loynaz le dedicó la compilación de artículos y ensayos dedicados a la mujer que en 1993 publicó la Editorial «Hnos. Loynaz» titulado Canto a la mujer I y II. Según la poetisa agradece inmensamente este gesto por ser el primer reconocimiento femenino en el extranjero.

El 26 de diciembre de 1992 se le otorga en Cuba, por segunda vez, el Premio Nacional de la Crítica por su libro Poemas náufragos. Posteriormente, también en Cuba, se reeditan los libros Bestiarium y La novia de Lázaro y se publica Alas en la sombra, de los Hermanos Loynaz. En España la Diputación de Cádiz publica Poemas náufragos; se reedita Jardín y en edición facsímil: Un verano en Tenerife.

En 1993 España le otorga la Orden Isabel La Católica junto a Alicia Alonso. Esta es otorgada por el Embajador de España en Cuba, Gumersindo Rico y Miguel Arias director de la Casa América en Madrid entre otras razones por los estudios históricos realizados por la poetisa sobre Isabel La Católica.

Esta orden quedó instituida con el título de Real Orden Americana de Isabel La Católica el 24 de marzo de 1815 destinada a premiar conductas honrosas de personalidades hispanoamericanas. Se creó para perpetuar la memoria de Isabel La Católica, por el rey Fernando VI.

Por real decreto del 26 de julio de 1847, se reorganizó esta orden tomando el nombre deReal Orden de Isabel La Católica.

El 16 de marzo de 1903 se crea la Cruz de Plata de dicha orden. El 15 de abril de 1907 se crea la medalla de la orden para premiar los servicios especiales de clases o individuos de tropas, marinería, etc. La concesión de ella se realizó en hermandad de ideales y en generoso tributo de servicios a la Nueva España, reviven hoy glorias.

Renace a un tiempo la orden como compendio de hispanidad, y en seguimiento de sus enseñanzas, un espíritu nuevo, perdura lo que constituye el germen de la raza y hace a España inmortal.

A propuesta del Ministro de Asuntos Exteriores y previa liberación del Consejo de Ministros se restablece la orden con objeto de premiar servicios meritorios prestados a España por nacionales y extranjeros.

Consta de categorías: 1ª Caballero de Collar, 2ª Caballero de Gran Cruz, 3ª Comendador de Número, 4ª Comendador y 5ª Caballero.

El reglamento de la orden quedó aprobado el 29 de septiembre de 1938.

1. Premiar hechos distinguidos de carácter civil en beneficio de España, concedida a extranjeros que hayan prestado servicios a este país.

2. Podrá entregarse a funcionarios públicos.

3. Concedido a súbditos españoles que hayan alcanzado altas dignidades del estado. Podrá concederse a extranjeros a quienes el Gobierno estime otorgar la distinción.

4. El número de collares que en conjunto se podrán otorgar a nacionales y extranjeros será de 25.

5. La concesión de cualquiera de las categorías estará sujeta al pago de los derechos correspondientes.

El Real Decreto del 16 de marzo de 1903 crea la Orden Isabel La Católica con una quinta categoría que se denomina Cruz de Plata, esta con los emblemas del centro en esmalte.

La Cruz de esta orden es de oro, con corona olímpica o cogollos de olivo en su parte superior, con cuatro brazos iguales; esmaltada de color rojo conforme al pabellón e interpoladas con los brazos unas ráfagas de oro en los ángulos. En el centro tiene un medallón o escudo de esmalte blanco, en el que están dibujados las columnas de Hércules, con el mate plus ultra, y los dos puntos que representan las Indias entrelazadas con una cinta y cubiertas con una corona imperial, llevando el campo del escudo rayos de luz, que partiendo de ambos mundos, se extienden en todas direcciones. Alrededor del escudo se lee con letras de oro el lema, «A la lealtad acrisolada». Por el reverso es lo mismo, con la diferencia de que en él se lee por Isabel La Católica alrededor de la cifra de Fernando VI, sobre el campo azul en cifra de oro coronada de corona real.

Las insignias de las grandes Cruces son: una banda o cinta de seda ancha, terciada del hombro derecho al lado izquierdo. Cinta blanca con dos fajas de color oro, uniendo los extremos de dicha banda, un lazo de cinta más estrecha de la que pende la cruz de la orden.

Los Comendadores, llevan la misma Cruz pendiente del cuello.

Los Caballeros llevan la Cruz, pendiente del lado izquierdo del pecho, así mismo la Cruz de Plata.

En Real Decreto del 24 de marzo de 1815, se dispuso que a las grandes Cruces de esta orden les corresponde el tratamiento de Excelencia, dado de palabra y por escrito.

Esta orden es en todo compatible con las demás de España y las de otras potencias.

Isabel La Católica, Reina de Castilla, hija de Juan I y de Isabel de Portugal y hermana de Enrique I llamado El Impotente, nació en la Villa de Madrigal de Altas Tornes, el 22 de abril de 1951 y contrajo matrimonio con Fernando V en Valladolid el 18 de octubre de 1469, falleciendo en Medina del Campo, Valladolid el 26 de noviembre de 1504 a los 53 años.

Fue jurada heredera del trono en 1468, siendo proclamada reina.

Como hecho más culminante de su reinado puede mencionarse el apoyo prestado a Colón para que acometiera la empresa que lo llevó al descubrimiento de América, el mejoramiento de la administración pública y el de la Legislación Civil entre otros.

Como dije anteriormente la orden fue creada el 24 de marzo 1815 por el Rey Fernando VI para premiar la lealtad acrisolada y los méritos contraídos en la defensa y conservación de los dominios españoles en América.

En Dulce María Loynaz vemos, la lengua más sugestiva de la poesía cubana escrita por una mujer, dada en un ámbito de intensa creación cultural en el cual, su propio destino se halla entrelazado al de otras figuras de las letras cubanas y también de España.

Concha Espina: «Gracias mil veces por el ejemplo y la gloria que nos procuras honrando, esta caudalosa lengua, acreditada como las más erigida en el mundo para hablar con Dios, y sin duda por eso ofrecida a tu número preclaro, transido de fe en cuanto existe bajo el pulso más noble y misterioso de la divina y humana naturaleza...».

El 31 de enero de 1993, la ciudad de Matanzas recibió a la poetisa invitada por Carilda Oliver Labra a su tertulia. En el encuentro se rindieron homenajes a la escritora quien conmovida, comparó esta visita con la que hiciera en la conmemoración del Centenario del Liceo de Matanzas.

En la tertulia le fueron entregados a la Loynaz el primer ejemplar de su libro Últimos días de una casa, bella edición artesanal de Vigía, ilustrada por Hiran Aguilar; un Diploma de la UNEAC del diseñador Zenén Calero, y otro de Hiran Hernández Godoy, en nombre del Poder Popular y la oficina del Historiador; una obra de Alfonso Lloréns, y laPlaca de Hijo Distinguido de Matanzas.

El 4 de abril de 1993 recibió Dulce María Loynaz el Premio Abril otorgado por el Buró Nacional de la UJC y la Editorial Abril.

La poetisa lo recibió por la totalidad de su obra literaria, que con elevado valor estético y repercusión social contribuye a estimular el trabajo creador dirigido a niños, adolescentes y jóvenes. Fue determinante en la entrega de este premio el haber recibido el Premio Cervantes, la Orden Felix Varela de Primer Grado, y Premio Nacional de Literatura entre otros.

Fue otorgado en su casa de El Vedado donde estuvo presente Fernando Rojas y Nelia Duménico, Director y Vicedirectora de la Editorial abril, respectivamente.

En ese año también se le entregó a Enrique Núñez Rodríguez.

El premio auspiciado por la Editorial Abril fue instituido en 1980 y se entrega anualmente el 4 de abril, aniversario de los Pioneros y de la UJC, a personalidades e instituciones destacadas por su obra de trascendencia cultural.

No se limita sólo a Literatura, también resultan premiados Cine, Teatro, Música. No existe un jurado para emitir fallo, la decisión es tomada en el Buró Nacional de la UJC teniendo por base las propuestas realizadas por la Editorial Abril. El premio es representado por un trofeo de cristal modesto y sencillo.

La Universidad Complutense (Alcalá de Henares-Madrid) publica, en este mismo año, Poemas Escogidos. La Editorial Letras Cubanas reedita la novela lírica Jardín, y se publica Poesía Completa.

El 5 de junio de 1993 el Centro Andaluz de La Habana le confirió el Premio Especial «Federico García Lorca» para homenajear al poeta granadino nacido en esta misma fecha, y que fue escogida para la entrega anual del premio instituido por primera vez en 1993.

Son las 105 sociedades, gallegas, asturianas, catalanas... las que hacen las propuestas. Se reúne un jurado que este año estuvo integrado por Eduardo Robreño, Marilín Bobes, Olga Rodríguez, Víctor Pérez Galdós y Abelardo Estorino. Todos ellos, después de considerar las diferentes proposiciones de las sociedades y centros regionales, hacen un reconocimiento a los merecedores -entre los que se encontraban Carilda Oliver Labra, Rafaela Chacón Nardi, Ángel Augier, Fina García, Dora Alonso, Eliseo Diego, José Antonio Portuondo, Miguel Barnet, Tomás Sánchez, Florencio Gelabert, Dulce María Loynaz, Ivis Ávila y Jesús Orta Ruiz- concediéndosele a Miguel Barnet, que con su obra ha propiciado el acercamiento cubano-español. Consideró el Jurado, también, reconocer el honor que significa para nuestro país que la escritora y poetisa Dulce María Loynaz haya recibido durante ese año él más alto galardón del idioma español: El Premio Cervantes. Por ello se le entregó el Premio Especial a Dulce María Loynaz.

Desde su creación sólo le ha sido entregado este galardón especial al poeta Rafael Alberti Merello en 1994, quien con la excelencia de su obra y su consagración a la Literatura ha colocado en lugar cimero el prestigio de las Letras Hispánicas.

Este premio fue conferido en 1994 a Carilda Oliver Labra. En 1995 se le otorgó a Salvador Bueno, profesor de varias generaciones y animador incansable de la vida literaria cubana.

El 16 de diciembre de 1993 se le otorgó, en Santiago de Cuba, laPlaca de reconocimiento «José María Heredia y Heredia» a la poetisa Dulce María Loynaz.

Fue la Dirección Provincial de Cultura, a propuesta de su Consejo Técnico Asesor, quien creó esta distinción con el fin de otorgarla a ciudadanos cubanos y de otros países, o instituciones culturales por sus aportes significativos realizados en favor de la cultura nacional y universal. Dichos aportes se consideran por haberse realizados de manera sostenida y durante un período apreciable de tiempo, significando una relevante contribución a la identidad cultural del país y la realización de una importante labor de promoción cultural, o en el desarrollo de las relaciones culturales entre nuestro país y otros pueblos.

En la poetisa cubana Dulce María Loynaz concurren los valores y méritos que la hacen acreedora de laPlaca «José María Heredia y Heredia». Su creación poética, con una profunda expresión de su mundo interior, donde aflora con la «Poetisa del agua», la estirpe mambisa hija de soldado, su cubanía unida a su sensibilidad humana, que se confirman en las publicaciones conocidas: Canto a una mujer estéril (1937), Juegos de Agua. Versos del agua y del amor (1947), Jardín (1951), Carta de amor al rey Tut-Ank-Amen (1953), Poemas sin nombre (1953), Obra Lírica (1955), Últimos días de una casa (1955), Un verano en Tenerife (1958), Poesía Escogida (1958), Bestiarium (1985), Poemas Náufragos (1990), Alas en la Sombra (1992). Le han publicado varias antologías en España y México, tiene varios ensayos entre los que se encuentran Poetisas de América (1951), El día de las Artes y las Letras (1952) y La Avellaneda, una cubana universal (1953).

Publicó sus primeros poemas en 1920 en el periódico La Nación, sus crónicas semanales en los rotativos El País y Excélsior, colaboró en otras publicaciones como: Social, Grafos, Diario de la Marina, El Mundo, Revista Bimestre, Orígenes y otras.

Posee una amplia bibliografía pasiva donde se destaca: Valoración Múltiple de Casa de las Américas (1991). Le han traducido su obra a varios idiomas. Realizó viajes por Norteamérica y Europa. Egipto, Libia, Turquía, Siria y Palestina (1929), México (1932), Sur América (1946) y (1947), Islas Canarias (1947 y 1951); en 1951 es elegidaMiembro de la Academia Nacional de Artes y Letras; en 1953 es invitada por la Universidad de Salamanca al V Centenario del nacimiento de los Reyes Católicos Fernando e Isabel; en 1959 es electaMiembro de la Academia Cubana de laLengua; sobre su obra y su vida se han realizado exposiciones en la Biblioteca Nacional «José Martí» en 1987 y 1993; su obra y su vida tuvieron la atracción de los más connotados creadores de la cultura cubana y de otros países: Federico García Lorca, quien dejó en prenda de amistad su obra de teatro Yerma, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral, José Mojica. Ha recibido honores en muchas ocasiones:La Gran Cruz de Alfonso el Sabio (1947), Premio Nacional de Literatura (1987), Orden «Félix Varela» de Primer Grado (1988), Premio de Literatura «Miguel de Cervantes y Saavedra (1992), entre otras.

Del 5 al 10 de diciembre se efectuó el Primer Encuentro Iberoamericano sobre la vida y la obra de Dulce María Loynaz, en dicho evento intervinieron personalidades de la cultura cubana: Eusebio Leal, Salvador Bueno, Pablo Armando Fernández, Luis Suardíaz, Nara Araujo y otros investigadores iniciadores del estudio de la obra de esta poetisa. En esta fecha la editorial Hermanos Loynaz publicó el libro de poesía Finas Redes, Canto a la mujer (ensayos dedicados a grandes mujeres) y Confesiones, preguntas realizadas a la autora por Aldo Martínez Malo.

En 1994 el 26 de marzo, la Gran Logia de A. L y A. M., constituyente de la Confederación Masónica Interamericana, la Alta Cámara Masónica, acordó otorgar el Diploma y dos medallas en reconocimiento a la ilustre poetisa Dulce María Loynaz como testimonio de admiración y respeto por la extraordinaria labor literaria y cultural.

El 20 de octubre de 1994 en saludo al día de la cultura cubana la federación de estudiantes universitarios emitió un Diploma de Felicitación que dice:

Porque su vida es ofrenda
porque sus manos brotan, incontenibles,
la esperanza y la alegría,
porque sabemos que está usted en el mundo,
haciendo del oficio fundacional de la creación
la sustancia del diario existir.
Porque cuando abrimos los ojos
y nacemos a nuestra cultura,
sabemos a quién nos debemos
y quién ha iniciado el camino.
Porque han hecho historia,
Patria, sensibilidad,
por su aporte a nuestro ser e identidad nacional,
la cultura que encarnó en usted
sus esencias más nobles y puros
por su cotidiano sacrificio
y su devota pasión,
por su eterna elegía a la vida.

Ese mismo día la UJC entregó unDiploma de Reconocimiento a Dulce María Loynaz por su destacado aporte a la cultura nacional haciendo referencia a la frase martiana: «Se ha hecho espada y voz el patriotismo cubano».

El 17 de octubre de 1994 el Consejo Ecuménico de Cuba otorgó por primera vez laDistinción por la Cultura Cubana y el Compromiso cristiano a Dulce María Loynaz, además, a otras personalidades entre las que se encontraban Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Teresita Fernández, Dúo Hermanas Martí, María Dolores Ortiz, Juan Emilio Friguls, Walfrido Piñera, Lois Kroehler, Aracelis García, Rafael Cepeda, Sergio Arce, Samuel Deulofeo y René Castellanos. Fue entregada en saludo al Día de la Cultura Cubana.

El Consejo Ecuménico de Cuba tiene como objetivo contribuir a la integridad social y humana de todos los cristianos cubanos, además, estimular y promover la cultura nacional desde una perspectiva eminentemente cristiana. La Iglesia Cubana se nutre de sus raíces culturales en la búsqueda de una esencialidad diáfana y profunda.

Quedó instituido el 21 de septiembre en la reunión plenaria de la Junta Directiva del Consejo Ecuménico de Cuba que tiene como presidente a Orestes González. Esta distinción se entregará a partir del 20 de octubre de 1994 siempre que así se entienda como reconocimiento a aquellas personalidades que, estimuladas por su fe como sustento esencial de su labor creadora, hagan significativos aportes a la cultura y al pensamiento cubano.

En 1994, en Valladolid, se reunieron los miembros de la Real Academia Española para firmar un documento en defensa de la lengua castellana, alegando que la lengua española es el mayor tesoro que permite entenderse a más de 400 millones de personas. La destacan como la fuerza que da cohesión, que aglutina y hace sentirse próximos a seres de varios continentes. Defienden una lengua que se ha formado y forjado a lo largo de su compleja historia con otros, entre razas y pueblos distintos de una y otra orilla del Atlántico, enriqueciéndose de ellos. Su trayectoria debe seguir siendo: respetar y ser respetada, convivir con las otras lenguas y unir a los pueblos. Plantean que debe ser obligación de todos los hispanohablantes cultivar con esmero este patrimonio, perfeccionarlo y difundirlo por todo el mundo. Esta lengua debe ser oficial de derecho y de hecho en todos los organismos internacionales. Debe incrementarse la difusión del español donde no sea lengua nativa, así como la dedicación a su estudio y conocimiento. Exhortan hacerse campañas de expansión del español, crear más centros e instituciones eficaces que lleven nuestra lengua por todo el mundo y apoyen las que existen. Fomentar las publicaciones en español. Procurar entre todos reafirmarla como prestigiosa lengua de cultura, como medio de intercambio científico y económico y de comunicación internacional, cuidar los medios de comunicación, su expresión lingüística. Procurar en los gobiernos la enseñanza y la difusión de la lengua española como importante recurso económico. Hacer que nuestra lengua común refuerce, más allá de las palabras e intenciones la unión y cooperación entre los pueblos de habla española.

Estos y otros criterios fueron llevados y confeccionados en un documento,que en visita a la Habana, Antonio Piedra (catedrático de la Universidad de Valladolid) le entrega a la poetisa para firmar, junto a otras personalidades como: Francisco Ayala, Rafael Alberti, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Miguel Delibes, Fernando Lázaro Carreter, el Rector de la Universidad de Valladolid y autoridades políticas y regionales.

Se publicó en 1995 su última novela Fe de Vida por la Editorial Letras Cubanas y Cartas a Julio Orlando, una coedición de la Editorial «Hnos. Loynaz» y Gente Nueva.

Al cumplir los 93 años de edad en 1995 el Centro «Hnos Loynaz» desarrolló el Segundo Encuentro Iberoamericano sobre la vida y la obra de Dulce María Loynaz destacándola como una de las figuras más relevantes de la Literatura Cubana.

En este mismo año recibe dosPlacas de Reconocimiento de la Villa y Puerto de Tazacorte.

El 8 de diciembre de 1995 la sección de literatura infantil de la Asociación de Escritores de la UNEAC le entregó a la poetisa elDiploma Acreditativo del premio «La Rosa Blanca» con la rosa simbólica en metal del premio.

Al cumplirse el centenario de la guerra de independencia del 95 en medio de un ciclo de actividades se realizó un encuentro con descendientes de generales del Ejército Mambí, combatientes, estudiantes e integrantes de la Federación de Mujeres Cubanas. En esta ocasión el 24 de febrero de 1995 se entregó por primera vez unDiploma de Reconocimiento como descendiente del General del Ejército Mambí a 28 compañeros en el museo de la Revolución entre ellos a dos hijas como descendientes directas: la hija del general Moliné y del general Enrique Loynaz del Castillo, Dulce María Loynaz.

La Federación de Mujeres Cubanas también entregó unDiploma de Reconocimiento por su condición de descendiente de General del Ejército Mambí.

Entregado, además, el Almanaque 1995 «Año del Centenario de la Caída de José Martí» con las efemérides de 1895.

En enero de 1996 se le entregó elCertificado de la dirección de asuntos culturales e información del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Chile, así como laMedalla Conmemorativa de los 50 años del otorgamiento del premio Nóbel a la poetisa chilena Gabriela Mistral.

En mayo de 1996 la Unión Árabe de Cuba le confirió a la poetisa Dulce María Loynaz como una de las mayores voces líricas de nuestro siglo, laMedalla XV aniversario de la Unión.

La distinción le fue impuesta por el ingeniero Alfredo Deriche Gutiérrez, presidente de la Unión, que elogió la fuerza creadora de su obra, sus indiscutibles aportes al desarrollo de la Literatura hispanoamericana y también de manera muy especial, por uno de los más conmovedores y singulares poemas de nuestra lengua, su Carta de Amor al rey Tut-Ank-Amen, que contribuye al conocimiento de la historia, la cultura y las tradiciones de los pueblos árabes.

La sencilla ceremonia de imposición celebrada en el hogar de la autora de Juegos de Agua, Jardín y Un Verano en Tenerife, entre otros, contó con la presencia del Sr. Shawky Hussein Massoud, embajador de la República de Egipto en Cuba y miembros de la directiva de la Unión Árabe de Cuba.

La medalla se otorga a toda persona que se haya destacado en cualquiera esfera de la vida nacional, así como a quien por su labor ha contribuido de manera relevante a la causa árabe o a la institución.

El 29 de junio de 1996 recibe la poetisa en la sala García Lorca del Gran Teatro de la Habana el programa «87 aniversario del Centro Castellano», laDistinción «Fray Luis de León» con una placa y diploma acreditativo y, además, la invitación a la Romería.

El23 de agosto la Federación de Mujeres Cubanas le entregó a la poetisa laMedalla que se otorga en dicha fecha unido a la resolución que ampara la condecoración y el certificado del Comité Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas.

El 11 de noviembre de 1996 se le entregó simbólicamente en el cine Yara unDiploma de Reconocimiento como«Miembro de Honor» y el carné de Miembro de Honor por el Centro Cultural Cinematográfico Yara.

Para la entrega del mismo se reúne el consejo técnico-asesor formado por especialistas de Cine y otras materias, personalidades de la televisión y otras personas que por votación se eligen.

El día de la premiación de Dulce María se presentó el documental «El Cine Dulce Jardín» (entrevista a Dulce María Loynaz sobre su apreciación sobre el cine) del realizador Luis Orlando Deulofeo.

Este reconocimiento se instituyó por primera vez en 1989 para homenajear personalidades e instituciones que mantengan una trayectoria destacada y contribuyan al desarrollo de la Cultura Cubana. Alfredo Guevara fue la primera persona que la recibió.

Todas las personas que reciben el reconocimiento llevan unido el carné que permite el acceso a todas las actividades del Centro Cultural Yara. Se escogen varias fechas para su otorgamiento: 20 de abril (aniversario del Centro), 20 de octubre (Día de la Cultura Cubana) y 16 de noviembre (aniversario de la fundación de la Villa de San Cristóbal de la Habana).

El 12 de diciembre de 1996 se le entrega a la poetisa laRéplica del Escudo de la provincia, además de unaMedalla entregada por la ciudad de Camagüey, unDiploma de Reconocimiento como «Hija Adoptiva» yDiploma de Reconocimiento «Espejo de Paciencia» entregado por el Sectorial de Cultura de Camagüey.

El 15 de abril de 1997 el Centro Cultural de la Embajada de España celebró en el patio de su casa en 19 y E una fiesta homenaje a la poetisa y al cuarenta y cinco aniversario de la publicación de su novela Jardín.

El 27 de abril de ese año fallece la poetisa Dulce María Loynaz a los 94 años de edad, considerada como una de las figuras relevantes dentro del conjunto de los escritores iberoamericanos con reconocimiento generalizado y universal dentro de las letras en lengua española. Considerada como una de las mejores voces poéticas de América Latina.

El Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura «Hnos Loynaz» en su constante labor de investigar y promover la obra de Dulce María Loynaz y sus hermanos rindió homenaje a la poetisa en el Tercer Encuentro Iberoamericano efectuado en diciembre de 1997 para el cual se publicaron Melancolía de Otoño (poesía inédita) y Cartas que no se extraviaron (epistolario) ambos de gran aceptación.

El 10 de diciembre de 1997 recibió pos-mortem por el 40 aniversario de Un Verano en Tenerife unDiploma de Reconocimiento entregado por la Asociación Canaria de Cuba.

Un año después en esta misma fecha (10 de diciembre) la Asociación Canaria «Leonor Pérez Cabrera» en Junta Directiva y tomando en cuenta lo que significó para Islas Canarias su labor como escritora y poetisa acordó elTítulo de Socia de Honor a Dulce María Loynaz entregado por el gobierno de Canarias, el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, Ayuntamiento de Tijarofe, Asociación Cultural Palmera Isla Bonita en La Habana, firma el documento Carmelo González Acosta como presidente de la Asociación Canaria.

Dulce María Loynaz definía su vida: «No me han deslumbrado los triunfos, ni me han amilanado los reveses, que de todo ha habido en mi vida».

Cada día del año se halla unido a cierto número de acontecimientos que aquí o allá, hace mucho o poco tiempo, han tenido lugar en la misma fecha. Para darles unidad y recordarlos en su momento oportuno se compilan y analizan profundamente.

Evocar un hecho histórico del pasado en el marco del presente constituye una útil lección de dialéctica. Volver a dar vida a sucesos o figuras que fueron importantes en cualquier época del pasado y analizarlos a la luz de nuestros conocimientos y filosofías actuales ofrecen un ejemplo de gran valor formativo.

Refrescar cada día la memoria de un acontecimiento del pasado o de una figura de otro tiempo, brinda la oportunidad de ejercitar nuestro intelecto. Por ello es que a través de nuestro trabajo precisamos rasgos de la personalidad y el universo de Dulce María Loynaz que le confieren un carácter único dentro de nuestra cultura ya que entre otras cuestiones es relevante esta facultad de combinar el ejercicio de su carrera como abogada y su labor como creadora en el plano literario. También es notable cómo a pesar de su relativamente escasa producción literaria, ha habido un justo reconocimiento a su labor materializado a través de distinciones, medallas, diplomas procedentes de meritorias instituciones, hecho este que parte de los cuarenta y de una forma casi ininterrumpida llega hasta la década de los 90, sin embargo, no ha habido la debida difusión sobre estos lauros y, por tanto, los jóvenes deben conocer de ello porque de una forma u otra constituyen patrimonio, piezas museables de indiscutible valor muchos de los cuales integran la colección del museo Hnos. Loynaz, gloria para la ciudad desde el 19 de febrero de 1990 en que Dulce María Loynaz donara a Pinar del Río su biblioteca familiar, objetos de arte, manuscritos y condecoraciones.

A despecho de su avanzada edad, como dijera José Lezama Lima: «Ritmo de pasos lentos, de estoica despreocupación ante las horas, de sueño con ritmo marino de elegante aceptación trágica de su descomposición portuaria por que conoce su trágica perdurabilidad».

Dulce María Loynaz se mantiene como una de las más importantes figuras de la lengua hispana. En su lírica, el fenómeno adquiere de pronto caracteres definidos porque es mujer que se caracteriza por expresar sus vivencias con una pupila directa y sensorial. Su poesía tiene el encanto de la entrega total, en fin, poesía descarnada, lírica y audaz. Ideas e imágenes brotando de agua cálida y siempre viva bañando el fértil cauce de la mejor poesía cubana; facultades que pueden hacerla merecedora de nuevas condecoraciones y a la vez ser ejemplo de integridad para la nueva generación.

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