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Exploradores y viajeros por España y el nuevo mundo

1499-1503, Américo Vespuccio
(Florencia, 1454-Sevilla, 1512)

Marino italiano, hijo de un notario, estudió bajo la dirección de su tío, el dominico humanista fray Jorge Antonio Vespucci. Acompañó en 1478-1480 a su pariente Guidantonio Vespucci, embajador de Florencia en Francia, en calidad de secretario. Se dedicó al comercio y entró al servicio de la casa de Médicis. En 1492 estaba en Sevilla, en la casa bancaria de Juanoto Berardi, como agente de los Médicis, quien intervino activamente durante aquellos años en el flete y apresto de las escuadras de Colón y demás enviadas a las Indias recién descubiertas. Américo se sintió seducido por el espíritu de aventuras de la época y se dedicó a la navegación, demostrando extensos conocimientos náuticos y cosmográficos.

La cuestión de sus viajes habían de proporcionarle tan enorme celebridad que llegó a bautizar con su nombre el nuevo continente, descubierto para los europeos por Colón, está estrechamente enlazada con el de las fuentes históricas de los mismos, y ofrecen una serie complejísima de difíciles problemas. Concretándose a los hechos que presentan mayor certeza, Vespuccio llevó a cabo un viaje en compañía de Alonso de Hojeda y Juan de la Cosa en 1499, siguiendo la ruta del tercer viaje de Colón.

Salieron de Cádiz en mayo, el 16 o el 18, y según el relato de Américo, hallaron hacia el suroeste una tierra exuberante y cálida; penetró Vespuccio en un caudaloso río, que bien pudiera ser el Amazonas; siguieron la costa 40 leguas al sureste, hasta 5º o 6º sur, buscando el florentino la Cattigara de Ptolomeo, límite del mundo conocido en el extremo oriente; hubieron de tomar rumbo NO, impulsados por una corriente que iba en esa dirección; vieron las bocas de los ríos Essequibo y Orinoco; llegaron a la isla de la Trinidad, atravesaron el golfo de Paria, recorrieron la isla Margarita y el litoral situado más al O, pertenecientes hoy en día a Venezuela; pasaron a la isla que llamaron de los Gigantes (Curaçao) y penetraron en el golfo de Maracaibo, donde la vista de un pueblo palafítico hizo que se le bautizara con el nombre de Venezuela o pequeña Venecia (agosto de 1499). La expedición de Vespuccio prosiguió hasta el cabo de la vela, de donde emprendieron el regreso, tocando en el puerto de Yáquimo, en la isla La Española, en septiembre de ese año; de allí debieron navegar hacia las Lucayas para capturar esclavos, llegando a España en el verano de 1500.

El relato de Vespuccio, no obstante, no coincide con el de Hojeda, ni en las fechas ni en el espacio recorrido. Esta contradicción ha hecho suponer a muchos historiadores, como Magnaghi y Levillier, que aunque salieron juntos Hojeda y Vespuccio, durante la navegación se habrían separado y que el florentino, sin saberlo, claro, habría descubierto el Brasil desde el cabo de San Agustín o el cabo de San Roque al NO, antes que Pinzón o el portugués Álvares Cabral, al mismo tiempo que habría sido el primer europeo en haber visto el río Amazonas, aunque no existe veraz constancia de ello. Incluso Levillier le atribuye el descubrimiento de la Florida norteamericana en su recorrido por las Antillas, territorio que, por cierto, ya aparecía en los mapas de Cantino y Caverio en 1502. En este viaje, Américo todavía creía que esas nuevas tierras se hallaban en Asia.

Un año después de su vuelta a España, Vespuccio entró al servicio del rey de Portugal tomando parte en la expedición de 1501, primera que se enviaba a Brasil o Tierra de Santa Cruz, después de su descubrimiento por Cabral, para explorarla, lo que indica que Américo gozaba de prestigio suficiente, como cosmógrafo, para que se solicitaran sus servicios en el país que estaba más adelantado de toda Europa en ciencia náutica y geografía, merced a la escuela marítima radicada en Sagres y fundada por Enrique el Navegante. En este viaje, el historiador Levillier atribuye a Vespuccio el descubrimiento del Río de la Plata, catorce años de su descubrimiento oficial para España, por parte de Díaz de Solís. Incluso, la tierra vista y descrita por Vespuccio en la alta latitud de 50º o 52º, bien podría ser las islas Malvinas o, más probablemente, la costa de Patagonia. Lo que sí es seguro es que la expedición retornaría a Lisboa en el verano de 1502, según una carta del embajador veneciano en España dirigida a su Gobierno.

Por motivos desconocidos, (¿había efectuado Américo servicios de espionaje cerca de Portugal para el rey de España?) Vespuccio regresó al servicio de España, probablemente en 1504, y en abril del siguiente año se le concedió la naturalización en los reinos de Castilla y León. De esta época trata una carta (febrero de 1505) de Cristóbal Colón a su hijo Diego en que tributa grandes elogios al navegante florentino, demostrando, por tanto, que en aquel momento no existía ninguna disensión entre ambos aventureros. De aquí en adelante, Américo figuró al servicio de España como uno de sus mejores navegantes y como tal recibió orden, en 1505, de preparar, con Pinzón, una flota que debería dirigirse a las islas de la especiería, expedición que nunca partiría de España. Participó, también, en la Junta de Burgos de 1507, con Pinzón, Solís y Juan de la Cosa, en que se acordó enviar a Nicusa y Hojeda al Darién y Nueva Andalucía y a los dos primeros a explorar la zona desconocida al oeste de las Antillas. El aprecio del Gobierno español por el florentino culminó con su nombramiento de piloto mayor en la Casa de Contratación, con 75.000 maravedíes al año, cargo muy importante ya que debía encargarse de examinar y autorizar a los demás pilotos y elaborar el mapa tipo en que se recogieran todos los nuevos descubrimientos o Padrón Real (Reales Cédulas de 22 de marzo y 6 de agosto de 1508). La confianza que en él se tenía depositada habla bien a las claras de sus cualidades, hasta el punto que se le atribuyó un método nuevo para calcular la longitud por las distancias lunares a los planetas, aprovechando sus conjunciones. Permaneció en este cargo hasta su muerte, habiéndose casado en España con María Cerezo, a quien se otorgó una pensión al morir en atención a sus méritos y servicios a la monarquía española.

Américo, famoso por haber dado su nombre al nuevo continente, es uno de los personajes más discutidos de la Historia. Sus hechos están envueltos en oscuridades que no permitían vislumbrar su pleno alcance. Sin embargo, el criterio sobre él ha evolucionado, y después de ser considerado un falsario en siglos pasados (Navarrete e, incluso, Humboldt que niega la veracidad de su primer viaje), o de haber excitado después el fervor hasta la ofuscación, hoy queda el juicio de que Vespuccio recorrió una grandísima longitud de costas en América, y percibió, por primera vez de modo indubitable, que tal masa continental y en el hemisferio meridional no podía asimilarse a Asia, idea que lanzó hacia Europa y que fue recogida ampliamente conforme fueron publicándose sus viajes. Fue un precursor de Magallanes, no sólo por haber llegado a más de 50º S, sino porque debió suponer la existencia de un estrecho y de un mar occidental, en cuya busca, como hemos visto, solicitó el favor de Fernando el Católico para su frustrada expedición a las islas de la Especiería que, lógicamente, hubiera partido por el O tras el Tratado de Tordesillas.

Bibliografía básica

  • ABOAL AMARO, José A. Amerigho Vespucci. Ensayo de bibliografía crítica. Madrid, 1962.
  • FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, M. Viajes de Américo Vespucio. Madrid: Espas-Calpe, 1999.
  • LEVILLIER, M. América la bien llamada. Madrid, 1948.
  • _____. Américo Vespucio. Madrid, 1966.
  • MAJÓ FRAMIS, R. Americo Vespucio. Madrid: Compañía Bibliográfica Española. Madrid, s/f.
  • VV. AA. Vespucio. El Nuevo Mundo. Viajes y documentos completos. Madrid: Akal, 1985.
  • ZWEIG, Stefan. Américo Vespucio. Barcelona: Lara, 1946.
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