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Exploradores y viajeros por España y el nuevo mundo

1492-1504, Cristóbal Colón

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Navegante nacido, muy probablemente, en Génova hacia 1451, año que ha podido fijarse por un documento del 31 de octubre de 1470 en que Cristóforo Colombo se declara mayor de diecinueve años, y por otro de 25 de agosto de 1479 -documento Assereto- en el que declara tener veintisiete años o cercano a esa edad. Falleció en Valladolid durante 1506. Su vida está llena de problemas, debidos en parte a las ocultaciones o tergiversaciones de él mismo y de su primer biógrafo, su hijo Hernando Colón, que, para disimular su origen plebeyo, dejó en la oscuridad a su patria y familia. Para todos sus coetáneos, Colón fue indudablemente genovés, o italiano al menos; él, en sus documentos, se considera extranjero en España y muestra predilección por los italianos y, concretamente, por Génova; sin embargo, el único documento en que declara ser genovés es la institución de mayorazgo de 22 de febrero de 1498. Su lugar de nacimiento ha suscitado dudas por conocerse tan sólo en copias -utilizadas durante los pleitos colombinos- y ofrecer ciertas dificultades; los enemigos de la oriundez genovesa han recusado este documento y se ha supuesto falsificación hecha a raíz de los pleitos. La confirmación real del mismo, en Simancas, está incompleta, por lo que no se puede comprobar la identidad del texto, aunque muchos historiadores aceptan su validez y otros tantos le achacan orígenes la mar de pintorescos como Cataluña, Extremadura, Grecia, o el hebraico, que le asigna Salvador de Madariaga.

De su adolescencia en Génova quedan seis documentos en que se le cita con su padre entre 1470 y 1473, apareciendo en 1472 en Savona y llamándosele en uno lanero o tejedor. Sin embargo, se cree que ya navegaba antes, como grumete o en viajes comerciales, pues, según su hijo Hernando, empezó a hacerlo desde los catorce años, aunque él mismo afirmaba en 1492 que hacía veintitrés, es decir, desde 1469; probablemente no iba como marino, sino como agente de casas comerciales genovesas.

Colón residió en Portugal (1476-84), donde continuó como agente comercial, representando a la casa de Centurione que le encomendó en 1478 una compra de azúcar en Madeira. En 1479 lo encontramos en Génova por última vez. Desde Portugal, efectuó varios viajes, incluso a países lejanos como Inglaterra o Islandia en el año 1477. Otros viajes los realizaría a Guinea en buques portugueses. En Portugal contrajo matrimonio con Felipa Moniz, hija de Bartolomé Perestrello, oriundo de Piacenza, capitán donatario y colonizador de la isla de Porto Santo (Madeira). La boda se celebraría hacia 1478 ó 79 (Ballesteros sitúa la fecha en 1476) y en adelante residiría Cristóbal en Porto Santo durante algunas temporadas, y en donde nacería su hijo Diego. Allí, imaginariamente, examinaría Cristóbal los papeles y mapas de su suegro y tendría noticia de la ubicación de supuestas tierras en el Atlántico, hacia el Occidente, de islas imaginarias, de viajes portugueses hacia ellas.

Su idea siempre fue la de pretender llegar a Oriente por el Occidente y para ello solicitó, sin éxito, la ayuda de Juan II de Portugal, que se había convertido entonces en el foco de las más activas navegaciones, en pleno ambiente de descubrimientos y en centro del saber náutico y cosmográfico de su época. El fundamento decisivo sería el conocimiento de Cristóbal de la carta de Toscanelli a Martins y la correspondencia que entabló con el cosmógrafo florentino. Colón, hombre dotado de aguda inteligencia aunque autodidacta, sí se mostraría como un excelente marino conocedor de vientos y corrientes del Atlántico.

Las bases teóricas o científicas de Cristóbal Colón radicaban en la esfericidad de la tierra, universalmente admitida en el siglo XV; en la unicidad del océano, que bañaba, por tanto, lo mismo las costas occidentales de Europa que las orientales de Asia y en la posibilidad de atravesarlo, como ya lo anunciara Séneca -en contraste con la ruta oriental que buscaban los portugueses- y por fin, en las dimensiones que atribuía al globo, al ecumene o parte sólida y al grado del círculo terrestre. Sus conocimientos en este campo procedían todos de segunda mano y de unas pocas lecturas en que se hallaban compiladas teorías y noticias de autores antiguos y medievales. Esos libros eran los de Marco Polo (publicado hacia 1485), con su revelación de un maravilloso Extremo Oriente; la Imago Mundi, de Petrus Alliacus (el cardenal Pedro de Ailly, 1350-1420), publicada en Lovaina entre 1480 y 1483; la Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini (papa Pío II), publicada en Venecia en 1477 (más tarde la Historia Natural de Plinio, 1489), libros conservados en la Biblioteca Colombina, que Cristóbal leyó repetidas veces y anotó en los márgenes con centenares de notas, en la que resulta difícil distinguir las diversas manos que intervinieron en ellas. Otras obras importantes para Colón fueron las de Ptolomeo, Aristóteles, Eratóstenes, Plinio, Estrabón, Marino de Tiro, Averroes, Alfragano, y un largo etcétera.

Para la definitiva elaboración de las ideas colombinas se han aducido bastantes hechos; unos de tipo teórico y otros frutos de la experiencia; entre éstos figuran los documentos del citado Perestrello, informes recogidos en Madeira y en las Azores sobre troncos, cañas, leños tallados, canoas, incluso cadáveres, arrastrados por el mar y que no eran procedentes de Europa; rumores existentes en aquellos archipiélagos de misteriosas islas o tierras imaginadas o creídas entrever en el océano Atlántico, como las fantásticas que insertan los mapas medievales (Antilia, Siete Ciudades, Brasil, San Brandán, Mano de Satanás, Stocafixa [tal vez Terranova, ya que significa bacalao en lenguas germánicas], y un largo etcétera). Los portugueses pensaban en tales tierras occidentales, y en su búsqueda salieron las expediciones de Diego de Teive (hacia 1452) al NO del océano; Joao Vogado y Gonzalo Fernandes (antes de 1462), Antonio Leme, o se otorgaron tales islas o tierras para descubrirlas, como a Ruy Gonçalves da Cámara (1473), Fernao Domingues de Arco (1484) y Fernao Dulmo y Joao Afonso de Estreito (1486), cuyas expediciones no consta que salieran; las dos últimas quizás se organizaron para comprobar las ideas de Colón a sus espaldas.

Desde los primeros tiempos del Descubrimiento corrió la leyenda del «piloto desconocido» (recogida ya por Oviedo, López de Gómara, Las Casas, Hernando Colón o Castellanos) que habría llegado a tierras occidentales y al regreso -único superviviente- había muerto en casa de Cristóbal Colón (en Porto Santo), a quien habría legado su secreto, o habría hallado a Colón en La Rábida o en Murcia o en el Puerto de Santa María; se llamaría Alonso Sánchez de Huelva (según Garcilaso «el Inca»), o se confundiría con Pedro de Velasco, de Palos, compañero de Teive, o con Pedro Vázquez de la Frontera, con quien confirió realmente Colón en Palos, creyéndose por algunos que los dos últimos son la misma persona. Esta teoría del «navegante solitario», rechazada por muchos historiadores modernos, fue valorada por Vignaud como uno de los fundamentos de su teoría negadora de que Colón buscase la ruta de la India y sí islas atlánticas, de las que tenía noticias seguras, tesis que hoy en día se halla en descrédito.

Bien. Fuera lo que fuera y visto que en Portugal no se le prestaba atención a sus proyectos, decidió pasar a España hacia el año 1484 e intentó atraer la atención de los Reyes Católicos, pero, preocupados éstos por la reconquista del territorio español, hubo de desistir y volvió a Portugal. También trató de interesar en su proyecto a Génova, Venecia, Francia e Inglaterra. Fracasadas estas gestiones encomendadas algunas a su hermano Bartolomé Colón, Cristóbal regresó a España y, al parecer, con la protección de Juan Pérez, prior de La Rábida, consiguió la firma real en las Capitulaciones de Santa Fe, por las cuales recibió los títulos de almirante, virrey y gobernador de las tierras que descubriese. Su primer viaje lo realizó entre los años 1492 y 1493: salió del puerto de Palos el 3 de agosto, al mando de las carabelas Pinta, Niña y Santa María. Llegó a la isla de Guanahaní el 12 de octubre, a la que llamó San Salvador y que, muy probablemente, hoy sea la isla de Watling. Descubrió Cuba y Haití, que llamó Española, donde fundó el fuerte de Navidad con los restos de su nave Santa María, constituyendo la primera colonia española en el Nuevo Mundo. Regresó a Palos tras una ajetreada travesía que le llevó a Azores y a Lisboa. Fue recibido triunfalmente por los Reyes Católicos en Barcelona. Allí se situó en lo más alto de su fama y, curiosamente, comenzó su declive.

Su Segundo viaje fue realizado entre 1493 y 1496: los Reyes Católicos prepararon la expedición con una cierta urgencia debido a la actitud que estaba adoptando Portugal. A partir de ese momento, la empresa de Indias sería colonizadora y se nombró administrador a Juan Rodríguez de Fonseca, arcediano de Sevilla. Colón, nombrado Capitán General de esta expedición, salió de Cádiz el 25 de septiembre de 1453 dirigiendo una flota que se componía de 17 embarcaciones. Desde la canaria isla de Gomera, se siguió un itinerario más meridional que en su primer viaje. El 3 de noviembre llegaban a las pequeñas Antillas y descubrió la isla Dominica, a la que siguieron las de María Galante, Guadalupe (4 de noviembre), Montserrat (11 de noviembre), Santa María la Redonda, Santa María de la Antigua (13 de noviembre), San Martín, Santa Cruz (14 de noviembre) y las Once Mil Vírgenes. El dieciséis de noviembre descubrieron la isla de San Juan Bautista o Boriquén, actualmente Puerto Rico. El 22 de noviembre llegaron a La Española y el 28 la flota ancló ante las ruinas del fuerte Navidad. Colón encontró arrasada la colonia española. En la costa septentrional de Haití, Colón fundó La Isabela, primera ciudad española en América (enero de 1494), cuyo primer alcalde fue Antonio de Torres. La falta de víveres y el clima hizo enfermar a la mayoría de los expedicionarios y Colón envió a doce navíos en busca de socorro a España. Remitió, también, varios indios y propuso a los Reyes Católicos establecer la esclavitud, limitada por el momento a los indios caribes. Al mismo tiempo, el descontento de los colonos por las condiciones que se habían encontrado allí se expresó en la llamada conjura del contador Bernal de Pisa, pensada para apoderarse de los navíos y regresar a España. Colón apresó al cabecilla de la revuelta y el 12 de marzo emprendió una campaña hacia el interior de la isla, descubrió la vega Real y llegó a Cibao, encontrando oro en abundancia; allí construyó el fuerte de Santo Tomás, donde dejó a Margarit. En la isla La Isabela, el Almirante se encontró con el hambre que sufrían los colonos. El rígido racionamiento que impuso y la obligación de que trabajaran los hidalgos exacerbaron en grado superlativo el descontento y el odio hacia Colón. Una vez sofocados los intentos rebeldes, el Almirante salió con tres naves y cien hombres, el 24 de abril de 1494, para proseguir las exploraciones tratando de encontrar en Cuba la tierra del Catay de Marco Polo, dejando el Gobierno a un consejo presidido por su hermano, encomendando a Margarit la completa sumisión de la isla. El cinco de mayo de 1494 descubrió para los europeos la isla de Jamaica, a la que llamó Santiago. Regresó a Cuba y, desde el cabo de Santa Cruz, en el extremo suroeste, navegó su litoral hasta cerca del extremo occidental, pero ante su gran longitud, se obstinó en creer que era parte del continente asiático y próxima a la India y a China; hasta tal punto lo creyó que el doce de junio de 1494 hizo redactar una declaración en ese sentido que, al parecer, firmaron todos bajo amenazas. A su regreso descubrió la isla de San Juan Evangelista, actualmente Pinos; el 22 de julio se hallaba en Jamaica, cuya costa exploró durante cerca de un mes, y luego reconoció todo el litoral sur de La Española, todavía por explorar. Como quiera que Colón cayó enfermo, tuvo que volver a La Isabela, el 29 de septiembre, poniendo fin a tan fructuoso viaje de descubrimientos. Allí encontró a su hermano Bartolomé, que había llegado en junio al mando de una nueva flota, y también supo que Boil y Margarit, abandonando sus puestos, habían partido hacia España, donde expusieron a los reyes un negro cuadro del gobierno de Colón, tildándole como un tirano.

Mientras tanto, en Haití estallaba la guerra al aliarse los cuatro caciques principales de la isla. Hojeda capturó al peligroso Caonabó y Cristóbal y Bartolomé emprendían una expedición a la Vega (marzo de 1495), derrotando a los nativos e imponiéndoles un tributo que puede considerarse como el punto de partida de los repartimientos. Muchos prisioneros fueron enviados a España como esclavos aunque los Reyes hicieron revisar la legalidad del hecho y, ante las quejas y mala situación de la colonia, enviaron a su repostero Juan de Aguado, que ya había estado en la isla en 1493, sin jurisdicción alguna pero con una especie de misión inspectora y rectificadora de defectos. El procurador real arribó en octubre de 1495 y se portó sin discreción, invadiendo la autoridad de Colón. Como quiera que el Almirante se mostraba muy quejoso ante el comportamiento de Aguado y los colonos seguían protestando por sus condiciones de vida, Colón decidió volver a España e informar a los Reyes Católicos. Antes de su partida hizo levantar siete fortalezas para contener a los nativos. Al mismo tiempo, Francisco de Garay y Miguel Díaz descubrieron las minas de Bonao, en el sur de la isla Española, por lo que Cristóbal encomendó a su hermano Bartolomé la fundación de una ciudad, lo que llevó a cabo el 5 de agosto de 1496 llamándola Santo Domingo, en memoria de su padre.

Tras dejar a Bartolomé de gobernador y de alcalde mayor a Francisco Roldán, partió Cristóbal en la misma flota de Aguado el 10 de marzo de 1496. Tocó en Guadalupe y llegó a Cádiz el 11 de abril, tras mostrar de nuevo una extraordinaria pericia náutica. Ni de lejos encontró Colón una acogida como la recibida tras su primer viaje por la falta de beneficios de las colonias pero, al entrevistarse con los Reyes en Burgos (otoño de 1496), volvió a gozar de nuevo de su favor. Sin embargo, hasta abril de 1497 no se dispuso una nueva expedición, anulándose el permiso otorgado para que otros pudieran explorar contra el monopolio de Colón; entre otras reales disposiciones, se le confirmaron sus privilegios, fueron nombrados sus hijos pajes de la Reina y se le autorizó a fundar el mayorazgo, documento terminado de extender el 22 de febrero de 1498 y conocido únicamente por copias, lo que ha causado polémicas sobre su veracidad y en el que Cristóbal Colón se declara genovés.

Los numerosos sucesos de aquel año y los apuros de la Hacienda retrasaron la organización de la flota, unido a la maledicencia de Fonseca contra Colón. Para la nueva expedición se quiso que sus miembros fueran labradores y se introdujeran cultivos como el de la caña de azúcar. Pero como quiera que el entusiasmo del segundo viaje se había acabado, se dispuso que acompañaran a Colón presos comunes; también se establecía el repartimiento de tierras entre los pobladores. La impresión dominante por aquel entonces era que el descubrimiento había sido un fracaso y no se habían hallado las tierras ricas en metales preciosos o mercaderías de gran valor prometidos; de ahí, tal vez, la obsesión de Colón por encontrar oro a toda costa.

Durante su Tercer viaje, realizado entre 1498 y 1500, salió de Sanlúcar de Barrameda el treinta de mayo de 1498, con seis navíos. Pasó por Madeira y Gomera, y de aquí envió tres buques a La Española; él tomó un rumbo más meridional que en los viajes anteriores, quizás por consejo del cosmógrafo y joyero catalán Jaime Ferrer, consultado por los Reyes, que indicaba mayores riquezas hacia el ecuador y señalaba un método para determinar la línea de demarcación. Colón se dirigió a las islas de Cabo Verde, de las que salió el 4 de julio, pero no pudo seguir muy al sur, como quería, para llegar al oeste por el ecuador ya que la corriente le arrastró hacia el norte, hacia las costas sudamericanas. El 31 de julio de 1498 descubrió la isla de Trinidad, y el 2 de agosto entró en el golfo de Paria por la Boca de la Sierpe, descubriendo el continente sudamericano, pues quedaba a su oeste la costa firme de la actual Venezuela; observó la fuerza de la corriente del Orinoco en su desembocadura y exploró el golfo por su parte occidental, llamando isla de Gracia a la península de Paria. El 5 de agosto de 1498 se verificó el primer desembarco en tierra sudamericana. A partir del 13 de agosto, Colón costeó la actual Venezuela hasta la península de Araya, antes de Cumaná; vio la isla Margarita (15 de agosto) y, con mucha prisa por llegar a La Española, no continuó con sus descubrimientos aunque sí había comprobado que aquellas aguas eran muy abundantes en perlas.

Le gustó tanto aquellas tierras que creyó muy próximo de allí el Paraíso terrenal e imaginó la teoría de que la Tierra no era plenamente esférica, sino que tenía forma de pera. El descubrimiento de la desembocadura del Amazonas le convenció de que estaba en tierra firme, es decir, ante un continente, «otro mundo», «tierra infinita» que decía en su carta a los Reyes; pero todavía seguía pensando que formaba parte de Asia. Así pues, su descubrimiento de América del Sur es anterior al viaje de Hojeda y Vespuccio y posterior en un año al de América del Norte por Sebastián Caboto.

En La Española, mientras tanto, el alcalde Francisco Roldán se había rebelado contra su hermano Bartolomé, el gobernador, habiéndosele unido, también, los delincuentes, embarcados en el tercer viaje, enviados por Colón desde La Gomera. Colón, que no deseaba verse envuelto en una guerra civil por las consecuencias que podrían acarrear estas noticias en España, entabló negociaciones con los rebeldes, cada vez más envalentonados, y acabó por pactar el 17 de noviembre un perdón completo y el envío a España de todos los que quisiesen regresar. Repuso a Roldán en su puesto y procedió, en condiciones humillantes para el Almirante, a proceder a repartimientos de tierras e indios entre los levantiscos (1499), confirmando la norma impuesta por ellos. Finalmente, y tras otra revuelta, ésta de Hernando de Guevara contra Roldán, Cristóbal Colón decidió actuar y cortar por lo sano prendiendo a los culpables y condenando algunos a muerte, ayudado por Bartolomé y Roldán.

Colón, pillado entre dos fuegos, cuando comunicó a los Reyes todos estos lamentables incidentes no tuvo más remedio que solicitarles el envío de un juez, proponiendo, nuevamente, la implantación de la esclavitud como futura fuente de ingresos y, sin esperar la decisión real, la puso el mismo Cristóbal en práctica al dárselos a los que regresaban a España en número de 300, decisión que indignó a la Reina que ordenó su liberación y su devolución a La Española (junio de 1500). El ambiente contra el Almirante se iba tornando cada vez más hostil también en España, atizado por Roldán en su correspondencia con el cardenal Cisneros y por todos los que regresaban de allá, acusando al Almirante y a sus hermanos de ineptos, tiranos, mal vistos por extranjeros e, incluso, de traidores, ya que negociaban con otros países para entregarles las Indias. Y es que las esperanzas surgidas del descubrimiento se habían desvanecido pues las prometidas riquezas de Catay no aparecían por lugar alguno mientras que la empresa solicitaba cuantiosos gastos reales. Por si faltaba poco a la ineptitud de Colón para ejercer de gobernador, se unió el hecho de que, por fin, Vasco de Gama llegara a las Indias por la ruta oriental demostrando que Colón no estaba allí.

Ante lo que ocurría en La Española, los Reyes nombraron juez pesquisidor y gobernador al comendador Bobadilla, destituyendo a Cristóbal Colón y enviándolo preso a España en compañía de sus hermanos. El dolor de Colón ante el trato sufrido se plasmó en una famosa carta a Juana de Torres, antigua ama del príncipe Juan. Cristóbal llegó a Cádiz hacia el 20 de noviembre de 1500 y cuando los reyes supieron las condiciones denigrantes en que había vuelto, lo pusieron en libertad y le llamaron a Granada, donde le recibieron afectuosamente y le devolvieron su hacienda prometiéndole nuevas empresas, aunque no lo reintegraron en sus cargos ni autoridad. Su monopolio de explorador ya estaba agotado de facto desde hacía tiempo y continuamente partían expediciones hacia el Nuevo Mundo en las que Cristóbal no tenía ninguna participación.

Cristóbal iniciaría un Cuarto viaje, entre los años 1502 y 1504: salió de Sevilla el 13 de abril de 1502, con dos carabelas y dos navíos, con 140 ó 150 hombres (de ellos un 10% de italianos); le acompañaban su hermano Bartolomé y su joven hijo Hernando, el piloto Pedro de Ledesma, que más tarde volvería con Pinzón y Solís, y los hermanos Francisco y Diego de Porras, capitán de buque y escribano de la Armada, respectivamente. Su objetivo era hallar un estrecho que le condujera a la India, al oeste de las Antillas, pues ya se veía que éstas no lo eran, aunque suponía que no andaba lejos y que se interponían las tierras por él descubiertas. Los descubrimientos recientes de Hojeda, Bastidas, Pinzón, Lepe, Álvarez Cabral y Vespuccio habían prolongado considerablemente la conocida como Tierra Firme, pero quedaba desconocido el litoral desde Nombre de Dios (istmo de Panamá) en adelante; o desde Cuba, que Colón seguía creyendo parte del continente asiático. Pasó por las Canarias, Martinica (15 de junio) y Dominica y se dirigió a Santo Domingo, pretextando el arreglo de un navío averiado y resguardarse de una inminente tempestad. Pero como quiera que los Reyes le habían prohibido tocar en esta isla para evitar conflictos, el gobernador, Nicolás de Ovando, otro enemigo suyo, no le permitió la entrada. Colón capeó el temporal como pudo (una espantosa tormenta que hundió 24 de los 28 buques de la escuadra que salió de Santo Domingo hacia España y en los que se ahogó Bobadilla, Torres y muchos de los antiguos rebeldes contra Colón).

De las costas de La Española, Colón pasó a Jamaica, a los Jardines de la reina (islas del sur de Cuba), y descubrió la isla de Guanaja (costa de Honduras, 30 de julio); halló una barca con mercaderes mayas que le ofrecieron cacao y, desechando la ocasión de descubrir el Yucatán y México, tomó rumbo al este, hacia el que creía áureo país de Veragua, del que le hablaban continuamente, costeando la América Central -Honduras, Nicaragua y Costa Rica, de la que es su descubridor. El 14 de septiembre vio el cabo de Gracias a Dios; en octubre llegó a Veragua (istmo de Panamá), que supuso abundante en oro y cercano a la India; pasó por Portobelo y puerto de Retrete (26 de noviembre), límite del periplo. Retrocedió a Veragua, asaltado por las tormentas, y entró el 6 de enero de 1503 en el río de Belén, donde se propuso fundar una colonia, que llevó a cabo Bartolomé con 80 hombres. Tras muchos enfrentamientos con los nativos, Colón continuó hacia el Darién, y de ahí trató de encaminarse a Cuba aunque las tormentas le desviaron hacia Jamaica (24 de junio).

Para pedir socorro a La Española, el escribano mayor Diego Méndez de Segura, leal amigo de Colón, realizó la hazaña de pasar de Jamaica a La Española en una canoa, con el genovés Bartolomé Fiesco y unos indios; pero hasta un año después no pudo fletar y enviar un navío de socorro a Colón. Mientras tanto, Nicolás de Ovando no quiso socorrer a Colón. Finalmente, y tras múltiples peripecias, Cristóbal consiguió salir de Jamaica el 28 de junio de 1504. El 7 de noviembre arribaba Colón a Sanlúcar, habiendo concluido el más desgraciado y fracasado de sus viajes, sin haber hallado el anhelado estrecho, y cuyo único resultado positivo fue el descubrimiento de Centro América, habiendo estado muy cerca de verificar el de México, gloria reservada a Hernán Cortés.

Además de descubridor, Cristóbal Colón fue el iniciador de la historiografía americana con las Cartas que dirigió a los Reyes Católicos y el Diario de sus viajes, donde además de noticias daba sus impresiones sobre los habitantes y tierras descubiertas. Al parecer, Colón murió en 1506 en Valladolid, persiguiendo al rey Fernando, sin saber que había descubierto un nuevo continente ya que él siempre creía haber llegado a los míticos Catay (China) y Cipango (Japón) descritos por Marco Polo en su maravilloso recorrido del siglo XIII, libro del que Cristóbal se mostraba un ferviente admirador.

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