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ArribaAbajoSoneto XLII


ArribaAbajo    Aura mansa, y templada d' Ocidente,
que con el tierno soplo y blando frío
halagas el ardor del pecho mío,
¿qu' espíritu te mueve vehemente?

    Ni Euro espira, ni Austro suena ardiente  5
en el furor más grave del estío;
y tú abrasas el verde prado y río,
cual al suelo Africano el Sol caliente.

    Mas ay, tú t' encendiste en mi Luz bella,
y, enemiga del bien de mi ventura,  10
abrasaste las ondas y las flores.

    Cesa Aura, no m' enciendas más, qu' en ella
ardo siempre y me abraso en llama pura.
Ah no añadas más fuego a mis ardores.




ArribaAbajoSoneto XLIII


ArribaAbajo    ¡O cómo buela en alto mi deseo,
sin que de su osadía el mal fin tema!
que ya las puntas de sus alas quema,
donde ningún remedio al triste veo.

    Que mal podrá alabarse del trofeo,  5
si, estando ufano en la región suprema
del fuego ardiente, en esta vanda estrema
cae por su siniestro devaneo.

    Devía en mi fortuna ser exemplo
Dédalo, no aquel joven atrevido,  10
que dio al cerúleo piélago su nombre.

    Mas ya tarde mis lástimas contemplo.
Pero si muero, porque osé, perdido,
jamás a igual empresa osó algún ombre.




ArribaAbajoSoneto XLIV


ArribaAbajo    En esta soledad, qu' el sol ardiente
no ofende con sus rayos, estoy puesto,
a todo el mal d' ingrato Amor dispuesto,
triste y sin mi Luz bella, y siempre ausente.

    Tal vez me finjo y creo estar presente  5
en el dichoso, alegre y fresco puesto,
y en la gloria me pierdo; qu' el molesto
dolor de l' alma aparta este acidente.

    Nunca silencio y soledad oscura
pueden dar a quien ama tal contento,  10
si no se cambiäse l' alegría.

    Poco en memoria el bien d' amor me dura,
qu' aun en este ociöso apartamiento
no s' afirma en segura fantasía.




ArribaAbajoSoneto XLV


ArribaAbajo    Clara, suäve luz, alegre y bella,
que los safiros y color del cielo
teñís de la esmeralda con el velo,
que resplandece en una y otra estrella;

    divino resplandor, pura centella,  5
por quien libre mi alma, en alto buelo
las alas roxas bate, y huye el suelo,
ardiendo vuestro dulce fuego en ella:

    Si yo no sólo abraso el pecho mío,
mas la tierra y el cielo, y en mi llama  10
doy principio inmortal de fuego eterno;

    ¿por qu' el rigor de vuestro antiguo frío
no podré ya encender?; ¿por qué no inflama
mi estío ardiente a vuestro elado ivierno?




ArribaAbajoSoneto XLVI


ArribaAbajo    Cubre en oscuro cerco y sombra fría
del cielo puro el resplandor sereno
l' úmida noche, y yo, de dolor lleno,
lloro mi bien perdido y mi alegría.

    Ningún alivio en la miseria mía  5
hallo, de ningún mal estoy ageno;
cuanto en la confusión nublosa peno,
padesco en la rosada luz del día.

    En otro nuevo Cáucaso enclavado,
mi cuidado mortal y mi deseo  10
el coraçón me comen renovado;

    do no pudiera el sucesor d' Alceo
librarme del tormento no cansado,
qu' ecede al del antiguo Prometeo.




ArribaAbajoSoneto XLVII


ArribaAbajo    ¿Quién osa desnudar la bella frente
del puro resplandor y luz del cielo?
¿quién niega el ornamento y gloria al suelo
de las crespas lazadas d' oro ardiente?

    El impio Febo este dolor consiente,  5
con sacrílega invidia y mortal celo,
después que vê cubrir d' oscuro velo
la llama de sus hebras reluziente.

    Con dura mano lleva los despojos,
y quiere mejorar cuanto perdía,  10
y altivo de sus trenças se corona;

    porque ya vean los mortales ojos
siempre con viva luz un claro día
en sus sagrados cercos y corona.




ArribaAbajoCanción III


ArribaAbajo    Cuando con resonante
rayo, y furor del braço poderoso
a Encélado arrogante
Iúpiter gloriöso
en Edna despeñó vitoriöso;  5

    y la vencida Tierra,
a su imperio sugeta y condenada,
desamparó la guerra,
por la sangrienta espada
de Marte, con mil muertes no domada;  10

    en la celeste cumbre
es fama, que con dulce voz presente
Febo, autor de la lumbre,
cantó suävemente
rebuelto en oro la encrespada frente.  15

    La sonora armonía
suspende atento al inmortal senado;
y el cielo, que movía
su curso arrebatado,
se reparava al canto consagrado.  20

    Halagava el sonido
al alto y bravo mar y airado viento
su furor encogido,
y con divino aliento
las Musas consonavan a su intento.  25

    Cantava la vitoria
del cielo, y el orror y l' aspereza,
que les dio mayor gloria,
temiendo la crueza
de la Titania estirpe y su bruteza.  30

    Cantava el rayo fiero,
y de Minerva la vibrada lança,
del rey del mar ligero
la terrible pujança,
y del Ercúleo braço la vengança.  35

    Mas del sangriento Marte
las fuerças alabó y desnuda espada,
y la braveza y arte
d' aquella diestra armada,
cuya furia fue en Flegra lamentada.  40

    A ti, dezía, escudo,
a ti valor del cielo poderoso,
poner temor no pudo
el escuadrón dudoso,
con enroscadas sierpes espantoso.  45

    Tú solo a Oromedonte
diste bravo y feroz orrible muerte
junto al doblado monte,
y con dichosa suerte
a Peloro abatió tu diestra fuerte.  50

    O hijo esclarecido
de Iuno, ô duro y no cansado pecho,
por quien Mimas vencido,
y en peligroso estrecho
el pavoroso Runco fue deshecho.  55

    Tú, ceñido d' azero,
tú, estrago de los ombres rabiöso,
con sangre órrido y fiero,
y todo impetuöso,
el grande muro rompes presuroso.  60

    Tú encendiste en aliento
y amor de guerra y generosa gloria
al sacro Ayuntamiento,
dándole la vitoria,
que hará siempre eterna su memoria.  65

    A ti Iúpiter deve,
libre ya de peligro, qu' el profano
linage, que s' atreve
alçar armada mano,
sugeto sienta ser su orgullo vano.  70

    Mas aunque resplandesca
esta vitoria tuya esclarecida
con fama, que meresca
tener eterna vida,
sin que d' oscuridad esté ofendida;  75

    vendrá tiempo, en que sea
tu nombre, tu valor puesto en olvido;
y la tierra posea
valor tan escogido,
qu' ante él, el tuyo quede oscurecido.  80

    Y el fértil Ocidente,
en cuyo inmenso piélago se baña
mi veloz carro ardiente,
con claro onor d' España,
te mostrará la luz desta hazaña.  85

    Que el cielo le concede
de César sacro el ramo gloriöso,
que su valor erede;
para qu' al espantoso
Turco quebrante el brío corajoso.  90

    Vêras' el impio vando
en la fragosa, inacesible cumbre,
que sube amenazando
a la celeste lumbre,
confiado en su osada muchedumbre.  95

    Y allí de miedo ageno
corre, cual suelta cabra, y s' abalança
con el fogoso trueno
de su cubierta estança,
y sigue de sus odios la vengança.  100

    Mas luego qu' aparece
el joven d' Austria en la enriscada sierra,
el temor entorpece
a la enemiga tierra,
y con ella acabó toda la guerra.  105

    Cual tempestad ondosa,
con orrísono estruendo se levanta,
y la nave, medrosa
d' aquella furia tanta,
entre peñascos ásperos quebranta.  110

    O cual del cerco estrecho
el flamígero rayo se desata
con largo sulco hecho,
y rompe y desbarata,
cuanto al encuentro su ímpetu arrebata.  115

    La Fama alçará luego,
y con doradas alas, la Vitoria
sobre el orbe del fuego,
resonando su gloria
con puro resplandor de su memoria.  120

    Y llevarán su nombre
de los últimos soplos d' Ocidente
con inmortal renombre
al purpúreo Oriënte,
y a do iela y abrasa el cielo ardiente.  125

    Si Peloro tuviera
de su ecelso valor alguna parte,
él solo te venciera,
aunque tuvieras, Marte,
doblado esfuerço y osadía y arte.  130

    Si éste valiera al cielo
contra el profano exército arrogante,
no tuvieras recelo,
tú, Iúpiter tonante,
ni arrojaras el rayo resonante.  135

    Traed pues ya bolando
ô cielos, este tiempo espaciöso
que fuerça dilatando,
el curso gloriöso;
hazed, que se adelante presuroso.  140

    Así la lira suena,
y Iove el canto afirma, y s' estremece
sacudido, y resuena
el cielo, y resplandece,
y Mavorte medroso s' oscurece.  145