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Antología poética

Germán Carnero Roqué

Ese cantar de alondra (1962)

Y mañana vida mía

cuando el recuerdo

haya volado sobre el tiempo

de mis tiempos

regaré

de instantes hoy vividos

esta rosa

jardín de mis nostalgias


Eres ya

rocío

de aquel

mi inmenso bosque

¿Lo recuerdas?

Eres

rumor de pinos

mecidos por la suave brisa

de tu aroma

Eres

rumor de pinos

el canto

que acompaña a los senderos


El fuego danzaba en las distancias

la silueta del sauce

el geranio

y el recuerdo

En la tarde melancólica

de amor

nació el gorrión

El fuego danzaba las distancias

y el gorrión

nacía del amor.

En la tarde melancólica

la brisa

escuchaba mi llamado

Recortaba

la silueta del sauce

el geranio

y el recuerdo

El fuego danzaba acariciante

y ya

morían las distancias


La rama natural (1963)

Como aquel

domingo de mi infancia.

Así será.

Como la plaza.

Como la proa nuestra

en el navío.

Como el bosque

y su susurro.

Como las luces

que titilan sus llamados.

Así será.

Como la tarde que no muere

y que muere

cada tarde

Como la primavera

que en el mediodía musitaste.

Como la brizna

que besaron

marinas tus rodillas.

Como la montaña.

Como la ausencia de equilibrio

que señala.

Como la soledad

también.

Como el goce

en el abrazo y en la sábana.

Como la humana

especie.

Como mi Cristo

Señor de paja.

Como mi bienamada

sensación.

Como el amor.

Así:

como el amor

será.


En la batalla

misma

o en el cálido reposo

de la tarde satisfecha.

Más allá

del instante.

Más allá

de mi completo paso.

Volaremos

hasta el confín

de la canción nocturna.

Y entonces,

palpitantes,

dejaremos

las más hermosas frases

sobre el viento.


Que silencio tan callado

acompaña a la melancolía

El amor eternizó

su más completa rosa

Náufrago en mis mares

evoco

canciones legendarias

En el horizonte circular

los días

giran

lentamente

ensimismados


Canto rodado (1968)

       No llegó la hora del reposo. En el umbral

nos encontramos.

Aún

resplandeciendo

el

inconsciente

amigo

nuestro.

Con quien repté de sangre y barro.

Aquel.

Aquel, en los marchitos nuevos días, solía devorar,

en un festín ceniza, los restos que la noche repudiara.

Y fue (en implacables mañanas sudorosas) testigo medular:

Del increíble llanto de sus buitres. Del parto sucedido

mucho antes de la víspera.

Del sapo triangular.

      Decíamos testigo,

      del ritmo

      perseguido

      de su ritmo.

Tratando de existir, de la letrina al mediodía,

en todas las palabras conseguidas desde el asco.

      Aquel y yo (voy relatando) vimos crecer las

catedrales desde orillas apartadas de la muchedumbre, y,

aún recuerdo, que en esa misma circunstancia, tratamos

de explicar al feto

el ojo.

      Y comprender, ya que íbamos andando, de qué

y por qué se alegra el consolado, por qué se pustuliza el

elegido y por qué Belleza reintegra su contrario.

      Llevábamos los dos,

      y lo sabíamos,

      en la respiración la fantasía de acercarnos,

      poseídos,

      al centro permanente.

      Comprendo ahora por qué hube de matarlo.

Y empiezo

hoy

revisando lo vivido.


Era necesario relatar.

Desmenuzar

nuestros horrores.

Aquellos que habitaron la belleza.

Los que nutrieron vírgenes y adolescentes.

Los que llevaron un implacable ritmo.

Los que ahuyentaron a conservadores, y que lograron, en

cantinas repetidas, la gran metamorfosis de la única

tristeza.

Yo recuerdo que la muerte nos aparecía como la fugaz

ramera de motivadores ojos. Como la perra que se espanta.

Como en la esquina de esa noche en Balbeck,

cuando la luna acariciaba columnas de ausentes capiteles

y el cielo, más ensangrentado que en noches precedentes,

    ofrecía el marco exacto del placer.

    Ah Balbeck!

    hasta ti llegué cargado de inocencia,

    viril atravesé tus vientos

    y pude encontrar en cada nueva piedra

    un rostro nuevo.

Polvo, tal vez, de historia

O curioso maleficio de nuevas alegrías.

    Cuánto pude a partir de ti, Balbeck,

    de mi inocencia concebir.

Hoy vuelvo

a través de mis memorias.

Sabiendo que esta vida nos inunda.

    Aún la muerte, Balbeck.

    Esta muerte reducida.

    (La de nuestros ojos)

Aún en esta muerte,

Balbeck,

es todo permanencia.


A medida que el día iba avanzando

cambiábamos de imágenes.

De la desolación del alba

(presentes en crepúsculo las noches del recuerdo)

rodados éramos

hacia la cegadora luz del mediodía.

En la hierba implacables caracoles

nos visitaban con sus babas,

los niños inocentes

y sus monstruos

bebían nuestra sangre generosamente desbordada.

Y así permanecíamos.

      En el desesperar de lento transcurso de las horas,

mientras el trigo era amasado en los confines y el olor del

fresco pan nos anunciaba los reposos, en nuestra intimidad

tratábamos de hallar la coherencia.

Empresa vana en los minutos de esas horas.

No comprendíamos

    y era mayor nuestro pesar, al vernos reflejados en

todas las sonrisas que serenas nos analizaban.

Era como si nuestra agitada melodía revertiera.

Como si a todos los rincones de la calma

correspondiesen los rechazos

(Aquel

era el momento en el que el sol actuaba)

Así permanecíamos hasta la llegada de la tarde.

La tarde era el reposo y el desencadenamiento del tropel

de imágenes.

Cuán increíbles situaciones presenciamos.

Venían a nosotros visiones que nunca sospecháramos.

       Pudimos contemplar, en tardes repetidas

       y cuando los aromas hacíanse benévolos,

       aquellas notas que los vientos

       esconden en las cumbres:

       los adioses.

Participamos:

       Del mar al retirarse,

       dejando grandes extensiones aún húmedas,

       en donde el mismo musgo éramos

       cuando no habitantes de ciudades muertas que

       emergían.

       Navíos encallados,

       respiramos el gemir de los ahogados, prestamos

       atención a las historias en las rocas, en donde la

       espuma ya no era

       y en donde los peces que yacían

       nos agredían en imprecaciones.

Participamos:

       Del desierto.

       Como la vez aquella,

       entre el Cairo y Port Said,

       cuando con el crepúsculo,

       sobre arenas titilantes en ondas de calor

      -por un canal que no veíamos-

       los buques majestuosos y tiránicos

       se deslizaban.

       Muchas más vivencias hubimos de agotar en el

       desierto:

       La de la soledad sin sombras,

       en el eco vanamente perseguido.

       La de las distancias confundidas al silencio.

       Todo era intensidad sin límites.

       Terror impuesto en la quietud todo era allí.

Participamos:

       De las revelaciones del placer.

       Con inacabables ansias,

       depositábamos feroces nuestras huellas

       en todos los fugaces cuerpos

       que a nuestras mandíbulas acontecían.

       Hermoso es recordar ahora

       las infatigables melodías con sus flameantes

       ritmos,

       así como también la dulcísima mirada

       de la sefardita poseída.

Participamos:

       De la alegría germinante de los pueblos.

       En sus cantos revolucionarios

       encontramos

       aquella condición que anuncia

       el triunfo de la vida,

       y siembra de sonrisas

       los pantanos donde la misma muerte ha sido

       ajusticiada.

       (Yo recuerdo, Esperanza, de tu piel morena

       y del gusto de tus ojos

       al narrarme tus antillas liberadas.

       Yo recuerdo, Maruja, de tu ejemplar España,

       de la altivez de tu perfil

       al relatarme la defensa de Madrid.

       Yo recuerdo, Genaro, junto a tus prisiones y

       destierros,

       tu corazón bandera

       y el invencible rojo de la estrella y el

       consejo por herencia).

Participamos:

       De explanadas y trigales

       donde los horizontes

       nuestros mismos miembros eran.

       Allí nuestras miradas,

       confundidas con los vientos,

       pernoctaban playas y montañas.

       En los lugares donde el mar

       descansa de sus furias,

       o en los lagos con sus juncos pobladores

       convivimos con la brisa,

       y el estremecimiento en los arbustos

       alcanzamos. Fuimos a lejanas luces en los

       puertos

       y en inesperadas islas

       esperamos los advenimientos.

       (Nunca, Paquetá, olvidaré

       los amaneceres compartidos en tus costas,

       cuando el día me encontraba

       envuelto en los cabellos de Rosana,

       y luego

       la sencillez de los paseos

       en nuestra arrogante desnudez)

       Tales eran las vivencias de las tardes.

       Después nos invadía el sueño.

       Hasta la llegada del crepúsculo

       íbamos acumulando fuerzas.

       Entonces, las primeras sombras nos decían

       de la venturosa noche.

       Nos extendíamos a todos los caminos

       y presintiendo ya

       el riesgo del enigma

       cumplíamos nuestra razón

       al pernoctar moradas imprevistas.

       Nunca

       el alba

       pudo prever

       el lugar

       de los encuentros.


Un solo canto el canto del camino (1984)

He vuelto para abandonarme

Para que

del silente apetito

de las aves de rapiña

tu brisa me exorcice

Y volveré

a decir

a mi manera

las oraciones que los pueblos antiguos

depositaron en un verso de vino

canciones de los niños

ancianos

que desde siglos me conminan y habitan


Fuimos

herederos

de insospechados mensajes

Emergimos

desde el cansado gesto

y sus esquinas

hasta la savia inevitable

Y ceremonias fuimos

con el gozo confundidas

en sus saetas

en sus sábanas

de muerte

Aquel amor entardecido:

noche

que noche a noche

como lámpara encendemos


Ah poesía de mi ciudad al interno

Todo es libertad y estoy atado

Fijada en el tiempo del presentimiento

mi voz

desbordada

llegando a esta cita

barro sordo

y ausencia

ruido de la existencia

cotidiana

no ha de ser un racimo de alegría y de magia

sino aquel lejano gesto atormentado


Triste veranillo (1998)

Acúsome Padre

Por mi natural irrefrenable amor

hacia el amor carnal

Acúsome Padre.

Por esa mi incapacidad

para evitar el escanciar

los amorosos jugos terrenales

las exquisitas savias de lo humano.


Acúsome Padre

Por mi empecinamiento

en buscar divina esencia

en todo contacto con mis semejantes.

Por sentirme investido de sacralidad

cuando en viento incontenible participo

de las ceremonias todas para otros lujuriosas.

Acúsome Padre

Por el poco control de mis orgasmos

por no hallar el interés en reprimir

mis voces

mis llamados.

Por siempre estar alerta

al reclamo de lo amado.

Acúsome Padre

por mi recatada disposición

por mi sombría ternura

por mis instintos siempre celebrados.

Acúsome Padre

por mi ritual

falta de renuncia ante el placer

por mi tendencia a desafiarlo

por no poder y ni querer

su gratificante concedido impulso detener.

Acúsome Padre

por no estar interesado en mirar el paso de los años

por obstinarme en rebeber mis esplendores

la fuente irremplazable de la juventud.

Por naturalmente rechazar sereno

los paralizantes avisos

de los enceguecidos por la presunta sabiduría.

Acúsome Padre

por de tanto en tanto

ser feliz.

Acúsome Padre

por confiar en tu infinita misericordia

para perdonar mis humanos deslices.

Por intuir.

Por sobre todo estar seguro

que para vivir nacimos:

es decir para gozar.

Acúsome Padre

por entrañablemente amar mis excluidos

de todos los pelajes

miserias y grandezas.

Por compartir

eufórico

nuestro triste pan común.

El que

magnánimo

nos otorgaste.

Por mirar en rebeldía

y supongo que con tu conciencia plena

mi sufrimiento

tanto

en muchísimos hermanos padecido.

Por demasiado comprender debilidades

así ajenas como propias

y compartir los desvaríos y canciones

de los iluminados por la vida.

Acúsome Padre

por recomendar intolerancia

ante las inescrupulosas

fatalidades

a vuelo y repique de campanas

lanzadas por aquellos

los profetas falsos

a los que también

voz y verbo concediste.

Acúsome Padre

por no creer en el castigo

y oponer más bien

la bienaventurada y amorosa práctica

de la permisiva como necesaria compasión.

Por rechazar lo instituido por las aves de rapiña.

Por confiar en la grandeza

de la mujer y el hombre.

En sus agotadoras

predestinadas

recurrentes

enriquecedoras miserias.

Acúsome Padre

por no poder evitar meterle mano

y diente a las estrellas

por buscar irrenunciable poesía

en el embriagado morir

de cada instante.

Y mirar y amar

cara a cara mis inconsecuencias

mis más nobles contradicciones.

Acúsome Padre

como podrás ver

por la osadía al haber

interpretado tu mensaje

y recorrer doliente

una a una las espinas

de tu rostro y nuestro rostro.

Por volver y volver a reclamar

de la sangre

de los inocentes

tu razón.

Acúsome

Por pecar de ingenuo.

Por vivir desconsolado

la miseria tanta

con la que nos estás ahogando, Padre.

Por no poder indiferente ser

ni asimilar piadoso los consejos

de tu pretendida guardia pretoriana.

Acúsome Padre

por tener conciencia.


Santo Domingo 17/2/95
Rio de Janeiro 20-21/2/95

A swami

Por su Gracia he reafirmado

del tránsito

mi eternidad

y en la misma ola

de su generoso amor

amorosa espuma

he sido

con él y en él

comprometido

por su amor que todo lo contiene

el amoroso océano he sido

agradecido

amigo

he sido


Ciudad de Guatemala 2/7/96

Canción doliente de Abu-Dhabi

Y porqué precisamente

en esta mansa orilla del planeta

donde apacibles aguas

-amigables brisas-

nos seducen y mantienen

a espaldas de todos los horrores.

Donde como sueños

confundimos cotidianas agonías

con ilusorios mágicos amaneceres.

Por qué precisamente en esta orilla

que resulta como todo siendo centro

de su propio extremo.

Nuevo punto de interrogación inútil

para prontamente concluir

con el doliente y socorrido: Dios sabrá...

Por qué precisamente ante esta luna

a medias

medialuna

tan repentinamente

aparecida

tan repentinamente

atardecida

tan repentinamente

entristecida

La que igualmente

en parajes aledaños

hallaremos.

Cuando tan solo podamos

por nuestra inocencia reclamar.

Por qué precisamente en Abu Dhabi

en esta mansa y deliciosa orilla

la Divina Gracia

nos permite volver a lamentar

con cuanta generosidad

otorga a muy contados

los bienes terrenales

y cómo es tan feroz

ese designio

de repartir

abundantísimas

miserias

por doquier


Abu Dhabi 27-28/2/96

Cuanta belleza César realizada (2001)

Homenaje a César Calvo

En la búsqueda celeste y límpida

de la germinación del juego

tan fugaz y esquiva

como es la Poesía

cuánto en verdad

entrañable corazón

que desde siempre habito

hubimos de querer los dos

en ambos

y siendo que frente a este misterio

y su apariencia

me es otorgado dar vida

a estas palabras

-que por tu muerte

también te pertenecen-

asumo

que aún al precederme

no te has ido

y que tu pretendida ausencia nos permite

continuar el juego

en esa dimensión iluminada

fijada ya de Tiempo

eternamente:

la del «amado estar»

la del «amado Ser»


Nos ha llegado pues

el natural atardecer

y como lo supimos

César desde siempre

con Ada Esther la hermosa

hoy también escriben mis decires

testimoniando el gesto

nuevamente

cuán amorosa ha sido

ella

Adita en su ternura

que tanto nos dio para vivir

César del alma

y cómo me resulta grato

asegurar ahora

henchido el pecho

de vitales fuegos

que no te hablo hermano

desde la tristeza

sino desde el amor profundo

que compartir

también supimos

con seres esenciales:

la nobilísima Chabuca

tan vivificante cuanto bella

en todos sus quehaceres

y bondades

o ese padre nuestro

que fue nuestro país

e hijo

el enorme Juan Gonzalo

¿Existirá una mayor fortuna?


Y puesto

que desde mi voz y espacio

de nuestra misma muerte

hablamos

desvariado hasta tu actual morada

me aproximo

y me encrespo

adolorido en furia

pero créeme

que toda impotencia

desvanece

al sentir

que vivo tu presencia

construyendo conmigo este poema

cual si una noche fuese

más de aquellas

cuando ebrios

de gozosa juventud

incontenible

de verso en verso

y de vino en vino

hasta el amanecer

del canto cuculí

llegábamos risueños

plenos y totales


Hoy más que nunca César

desde tu silencio

sé que toda tu energía

me contempla

en el exacto amor

de todo lo que amamos

desde tu vida

hacia mi muerte

o desde tu muerte

hacia mi vida

¿Que más da?

Y digo hermano concluyente:

Cuánta fatiga

Con toda su vital nostalgia

De inolvidables alegrías

Finalmente coronada!

Cuánta belleza César realizada!


Brasilia 23/3/2001
Lima 14/4/2001

El lugar de los encuentros (2004)

Recordando moradas que alojaron nuestros restos, así

como también instantes, en que al descender, un latido

inundaba las estancias. Recordando los estanques agotados,

las tormentas devoradas, la irremplazable ternura de esos

llantos y el candor de esas sonrisas. Recordando los cinco

dedos del amanecer y después el pan del mediodía.

Recordando antigüedades de penumbra, sol y polvo en las

rendijas. Recordando todos aquellos infantiles brotes, el

susto en la aritmética y la mortal mirada de la vieja Nicolasa.

    Recordando, en fin, las esperanzas:

Un único terror nos aniquila.


En esta soleada mañana de Santo Domingo

Único varón en su momento

generoso de ternuras mansas y aguas claras

fiero estibador en los malsanos puertos

o suave ruiseñor en la distancia opuesta.

Sobreviviendo aún de prestados anteayeres

fui marinero en niebla disfrazado

y naufragando siempre los inciertos

futuros implacables

deposité mis ruinas como polvos de esperanza.

Celeste fue

la placidez de aquella poesía

luminaria de noches lujuriosas

que hasta tu celebratoria copa

llevaron los solícitos

amigos simples

que por lo mismo fueron

venerados compañeros.

O las generosas

ellas

las lunas de todas las bellezas:

amorosas guitarras

juiciosamente desvariadas

cuando indómito y rebelde

el propio corazón del ángel

hacíase presente.

De la justa pasión santificada

por los cristos todos de la libertad

-solidario y bendecido-

fuiste Señor y Caballero en los prostíbulos

en cuyas sudorosas

y sagradas ceremonias

el eterno ritual

del niño al padre

coronaste.

Y tú pudiste, maga mujer,

depositaria ser

de las vibrantes esencias sollozantes

y hacer de tus sutiles melodiosas

impecables sabidurías

inolvidables novedades exquisitas

donde la muerte, en sombra siempre,

fue la razón mismísima

de la fugaz como brutal pasión orgásmica.

¿Por qué aquí?

¿Por qué ahora?

¿Por qué, en esta soleada mañana de Santo Domingo,

como sangre urgente hago correr la tinta?

¿Por qué

cuando en nostálgicos amaneceres ya apagados

memoria hago mis tristes damiselas

y evoco vuestras generosas

dulces compañías

tan precisas

como esta tan quemante y honda

velada, azul, melancolía...?

En esta nave del desvarío y de la nada

en realidad siempre hemos sido

envejecidos náufragos con boletos válidos

para la ilusoria travesía hacia ningún lado


Santo Domingo 18/2/95

Almas en pena

errantes somos

y con mucho

prehistóricos mamíferos

marinos simios

de anfibio código genético

que, desde su mismo origen,

definidos fueron

a imagen, sí Señor, a imagen

y semejanza de sí mismos

es decir sencillamente

como Dios de Dios en busca.

¿Razón?

Aquella la que nunca

podrá mi verso hallar.

Aquel mi verso aquel

que al sitio donde siempre estuvo

inútil e inocentemente ha retornado.

Aquel mi verso aquel

que empecinado

-errante alma-

va


Uru Shalim y otros poemas peregrinos (2007)

Intenso

es el silencio

cuando muere

el día

Solo

el instante

es permanencia

Y fuga


El futuro

es ya

nostalgia

Solo soledad

y más allá

solo silencio

Lucidez de plenitud

al escanciar

el azaroso adagio

de la despedida

Igualmente

Inexplicable


Cara a cara

frente al ocre

marchito de la muerte

ponderamos

el intenso instante

de la verde savia

Y más allá

de la libertad ejercida

comprendemos

que sobreviviremos

cuando mucho

en aquellos

inanimados retratos

de impotentes miradas

Que ni rastro quedará

-en el espacio que ocupamos-

del amor y su entrepierna

Nada de las incontenibles carcajadas

ni de los fulgurantes orgasmos

Nada del anhelo tembloroso

Nada de la plenitud

Nada


Antología personal (2012)

Poemas

Publicado en el «Dominical» del diario
El Comercio de Lima, 21/12/1969

I

Hubo temporadas en las que creíamos sencillamente.

Era la edad del trigo.

Los paseantes

no nos requerían ninguna explicación

y, a medida que el sol cumplía con su ruta,

las sombras

no constituyeron nunca un inquietante enigma.

       Edad aquella de la fresca sábana. De alegría y

llantos no comprometidos. Edad aquella con un gusto a

tierra.

       (Es curioso que todavía me pregunte del origen de

las fieras, que aún me esconda en la azotea y que persista

del recuerdo de los cantos familiares).

II

Sabías que lo recibían falso.

Aquello que escribías,

decías,

fornicabas

y sembrabas.

No obstante, fuiste a las horas

con aliento de primer descubrimiento.

¿Poesía?

¿Que fue tu Poesía

en los días bíblicos

o en la historiada danza

de las iguanas de tus noches?

Hoy, Lagarta, te recuerdo

mirando entre mis uñas

los restos de un ciclo superado

Lagarta, te recuerdo,

y dejo en estas frases,

por si cierto resultara,

un tenue gesto, de aquellos,

mi lagarta,

que solo reconocen

el viento en las honestas furias,

y el enigma de esos mares

en quienes saben contemplarlo.


París, noviembre 1967

Elegía a mi Psicoanalista

Y vea Usted

mi buen Doctor José Perrés

quien nos lo iba a comentar

que yo en su funeral

de lo que en su momento

hubimos de dolernos

iba a dolerme

estableciendo nuevamente

el necesario diálogo monólogo

con su yaciente cuerpo encajonado

tal vez encabronado

de no poder en esta dimensión

seguir haciendo amor

buscando sendas conducentes

al yo mismo

al imprecador irreverente

inclaudicable

al insondable ser interno

testigo de sí mismo

cuando era Usted

aquel testigo necesario

y ya ve Usted

mi buen Doctor Perrés

se me ha muerto

usted

Y desde luego algo en mí

también ha muerto

de muerte que en el tiempo

cual fotografía es testimonio

del inefable instante de esa muerte

de uno en ambos

de su muerte

en este caso suya quién lo diría

mi buen Doctor José Perrés

aunque como solíamos pensarlo

concluyo que también este momento

es ilusión viviente

tan entrañablemente viva

como el cariño que en pared

ambos vivimos

y que sembró por siempre

inevitable charla germinante

que ya lo ve mi buen Doctor Perrés

trasciende simplemente nuestras muertes


Ciudad de México, 18/10/1999

Am-Ada esposa

Cuando el otoño

más hiriente que nunca

sobrevive

en la impúdica desnudez

que deja la hojarasca,

en esa ausencia

como siempre te presiento,

porque una vez más

es cuando, por fortuna,

entero el cosmos

da vida, aquí,

en mi pecho solitario

al bienaventuroso

ritual maravillado

de este, nuestro sereno,

agradecido,

amor predestinado.


Café Nebraska, Gran Vía, Madrid 17/2/97

En el embriagado morir de cada instante (2021)

Recoge marinero tus aprestos

porque se nos acaba el viaje

y ya en el horizonte se divisan

las sombras inquietantes del puerto

en el que la nada

sin ningún misterio nos acogerá

como pasajeros de cualquier especie

que cumplió con la fugacidad

de los cósmicos instantes permitidos

el anunciado puerto

donde los vientos del olvido

reinarán sin importarle

al infinito las ternuras anhelantes

de los romances juveniles

ni los devastadores momentos

de las pasiones inconclusas

frente a ese tiempo del no ser

alzo finalmente mi copa agradecida

por la aventura concedida

tan enigmática y sencilla

como el inocente transcurrir

de la nocturna mariposa

el bramido de las olas

o la belleza inigualable de la rosa

en su agonía inevitable


Agradecido espléndido mamífero

Siendo que la vida

es reino de perplejidades

donde el azar y solo el azar

gobierna

desde mis otoñales soledades

que atesoro hoy en la vejez

humildemente agradecido

a los vientos lanzo

mi voz maravillada

por esta condición privilegiada

de espléndido mamífero

que la evolución

y el destino permitieron


Desde los últimos resquicios

que todavía me permite

la existencia y sus nostalgias

evoco los incontenibles vértigos

de las furtivas noches

las que plenas

de pasión irreflexiva

y de lujurias libertarias

habitualmente

supieron sorprender al alba

plenitud de aquellas

juveniles primaveras

que hoy embriagan mis recuerdos

en esta mi vejez

que aún palpita agradecida


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