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Homenaje académico al profesor Rinaldo Froldi

Francisco Florit Durán





Quien esto cuenta andaba el otro día en la Biblioteca Nacional de España fatigando impresos y manuscritos antiguos en compañía de su buen y docto amigo el profesor Abraham Madroñal, cuando nos dimos de cara con un tomo en 4.º, encuadernado en pergamino, en cuya portada figuraban los siguientes datos: XVI Parte de las comedias de diversos ingenios. Recogidas por [aquí hay un borrón que hace ilegible el nombre del colector]. A Don Rinaldo Froldi, señor de Milán, catedrático de prima de la Universidad de Bolonia y en su nombre a todos los hispanistas italianos. Con privilegio. En Almería, por Antonio Serrano. A costa de… Y aquí figuraban una larga serie de nombres, algunos de ellos reconocibles como los de ciertos banqueros genoveses, que ahora omito. El año de impresión no se leía bien, aunque parece que los dos últimos dígitos eran dos nueves.

Comprenderá sin esfuerzo el discreto auditorio cuál fue nuestra sorpresa al toparnos con semejante tomo de comedias del que no teníamos noticia alguna. Inmediatamente echamos mano de los más importantes catálogos, pero en ninguno de ellos aparecía descrita tal edición. Tampoco supieron sacarnos de dudas los más famosos y renombrados estudiosos del teatro aurisecular que consultamos: Rosa Navarro, Lola Josa, Alicia López de José, Francisco Domínguez Matito, Rafael González Cañal y otros no menos ilustres. Lo más curioso de todo es que estábamos seguros de que en alguna otra ocasión habíamos visto en letra de molde tanto el nombre del impresor como el de la persona a quien va dedicada la parte de comedias. Del primero creíamos recordar que había impreso alguna comedia del guadijeño Antonio Mira de Amescua y que tal vez había editado alguna que otra parte de comedias también de diversos ingenios y también en Almería. Del segundo, el milanés Froldi, encontramos enseguida referencias bien precisas. Aunque de ello hablaré luego.

Tras la portada figuraban los preliminares conteniendo las preceptivas licencias y aprobaciones, tanto las civiles como las eclesiásticas, la suma de privilegio a favor del impresor Serrano, la tasa y la fe de erratas firmada por el inevitable Francisco Murcia de la Llana. Todos los datos parecían auténticos, de modo que no creíamos estar ante una edición falsificada, contrahecha o pirata.

Con todo, a nuestro modo de ver, lo más valioso de estos preliminares está en el texto de la dedicatoria. Quedó dicho antes que el tomo va dirigido a don Rinaldo Froldi, a quien se le llama señor de Milán, pues en esa villa nació, y se dice de él que es catedrático de prima de la Universidad de Bolonia. Transcribimos a continuación tal dedicatoria y, conforme a la costumbre, adaptamos la ortografía y puntación, mayúsculas, etc., a las normas habituales en la edición de textos clásicos, dejando para la edición crítica de la Parte unos criterios más estrictos. Por último, queremos advertir lo siguiente: el tono de la dedicatoria se corresponde fielmente con el uso de la época, es decir, se hace un encendido elogio de la persona a quien se dedica la obra, pero en este caso, aunque ha de ser el oyente quien juzgue, creemos percibir en la misma un evidente tono de sinceridad que viene dado por la admiración que le tributa el, por ahora anónimo, autor de la dedicatoria al caballero milanés. Pasamos, por consiguiente, a reproducir dicha dedicatoria:

«Buscan, señor, estas doce comedias de diversos autores vuestro amparo y protección en tiempos en los que tan desganado anda el auditorio con todo lo que tenga que ver con el ingenio literario. El vulgo necio se inclina más a las ostentaciones catódicas y a la exhibición de vísceras cordiales y de otras que el pudor me impide citar aquí, que a las joyas preciosas que se encierran en los libros o se muestran sobre las tablas. Como dejó dicho un fraile de la Merced que amó mucho el ejercicio teatral: "Miserable cuanto ingeniosa profesión de un arte, princesa de las liberales, vuelta ya mecánica por obligarla la pobreza de sus dueños a hacer vendible lo que les concedió el cielo gratuito"». Perdone V. S. que ensombrezca esta dedicatoria con amargas frases. Vayamos, pues, a la especie. Muchos méritos tenéis, señor, para ser el mecenas de esta junta de comedias. Tres calidades dice Plutarco que han de enriquecer a los mecenas más estimados, esto es, a los valedores de las obras del entendimiento: lustre para autorizarlas, ingenio para admitirlas y valor para defenderlas. Las tres, señor, se reúnen en vuestra persona puesto que, en primer lugar, pertenecéis al nobilísimo linaje y a la antigua estirpe de lo que en estas tierras llamamos el hispanismo italiano cuyos granados frutos hermosean los anaqueles de nuestras bibliotecas. A ninguno se nos olvida que fueron vuestros coterráneos, cuando aquí todavía andábamos a oscuras y entre nieblas, de quienes aprendimos los rudimentos de la crítica textual, fueron ellos los que nos enseñaron ese conjunto de operaciones encaminadas a reconstruir, en la medida de lo posible y mediante una serie de operaciones científicas, el original de una obra. El estudio de las ediciones de textos españoles clásicos y de los trabajos llevados a cabo, entre otros muchos, por Giorgio Chiarini, Maria Grazia Profeti, Guido Mancini, Ermanno Caldera, Oreste Macrí, Laura Dolfi, Giovanni Allegra, Bruno Damiani, Aldo Ruffinato, Cesare Segre, Paola Elia, Giuseppe Di Stefano, Fiorigio Minelli y vuestra señoría misma nos sirvieron de modelos dignos de imitación a todos los que transitábamos la difícil senda de la ecdótica. Nunca os agradeceremos suficientemente los desvelos que habéis sufrido para extender el conocimiento de las letras españolas.

Pero por si esto no fuera bastante para hacer que estemos perpetuamente obligados con V. S., han de saber los que esta dedicatoria vieren que hace algunos años salió de las prensas italianas una obra intitulada Il teatro valenzano e l’origine della commedia barocca, que luego fue traducida a nuestra lengua, una vez ampliada y revisada, con el título de Lope de Vega y la formación de la comedia, que inmediatamente entró en el número de los estudios fundamentales sobre nuestro teatro clásico, teatro que algunos, olvidados de las estrecheces y lacerias que pasamos, llaman pomposamente «del Siglo de Oro». Recordaréis, señor, que en vuestra obra se endereza definitivamente el entuerto crítico que llevó durante muchos años a que los estudiosos considerasen a Lope de Vega, de felice memoria, poco menos que como un monstruo de la naturaleza capaz de crear él solo partiendo de la nada todo el universo de la comedia española. Vuestra Señoría narró en esta obra el detalle de las intensas relaciones que mantuvo Lope con los poetas dramáticos valencianos y el resultado de las mismas. Tan importantes fueron las conclusiones a las que llegasteis que los críticos posteriores que se han ocupado del asunto, y pienso especialmente en el grupo de los de la Universidad de Valencia, siempre parten de lo dicho en esta obra. No se debe olvidar además que vuestro libro se cierra con unas reflexiones sobre la interpretación del Arte nuevo de hacer comedias en las que se ofrecen los cimientos necesarios para una recta inteligencia del texto del Fénix de los ingenios.

Habéis, señor, también escrito acertadas páginas sobre la tragedia española del Renacimiento, editado libros en Italia de compatriotas nuestros como el de José Antonio Maravall sobre la literatura picaresca, y quien esto escribe, que se considera el menor de vuestros criados, recuerda vivamente en una época en la que preparaba lo que luego sería su Tesis Doctoral lo mucho que le sirvió vuestro trabajo sobre el Deleitar aprovechando del fraile Téllez.

En los últimos años habéis puesto vuestra certera mirada crítica en la literatura española del siglo XVIII, siglo que para mí todavía está por venir, dando a la estampa un buen número de estudios sobre diversos géneros y autores de la época ilustrada: Meléndez Valdés, Luzán, Iriarte, Cadalso, Moratín. Autores que prometo leer cuando doble el siglo en el que vivo.

Sois fundador y habéis dirigido el Centro di Studi sul Settecento Spagnolo, así como el Doctorado de Investigación Iberística de Bolonia. Pertenecéis a diversas academias y al comité directivo de varias revistas. Como se ve, señor, no habéis desaprovechado ni vuestro ingenio ni vuestro tiempo, ese tiempo siempre efímero que se desliza fugazmente entre nuestras manos mortales.

En fin, guárdeme Dios a V. S. con el ruego de que sigáis dando a la imprenta nuevos trabajos en honra de Milán vuestra patria, en gusto de los bien intencionados, en pesadumbre de los ignorantes y en provecho de todos los que pasamos la vida entre estos afanes filológicos. Vale.





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