631
'la mora o moruna Sevilla'.
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«Vuelve los ojos a la gran Cartago / que con las llamas y funesto fuego / de la infelice Dido resplandece, / y de tan gran ardor la causa ignora;» (Libro quinto de La Eneida. Cito por la traducción en verso de Gregorio Hernández de Velasco (Toledo, 1555), editada por la editorial Planeta en 1982).
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Divinidad ligada al mundo de ultratumba, presidía la magia y los hechizos. En el Libro IV de La Eneida, Dido invoca a los dioses, al Erebo -hijo del Caos y hermano de la Noche-, al Caos y a la doncella Diana, «de tres formas y tres nombres»: Hécate, Trivia y Proserpina. Sus estatuas, en forma de mujer de tres cuerpos o tricéfala al menos, eran muy numerosas en la Antigüedad, en los campos y en las afueras de las ciudades.
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Eneas ve atisbos de tempestad, que en efecto se producirá, en los inicios del libro V de La Eneida, mientras dialoga con el piloto Palinuro, que pregunta a Neptuno lo que su furor les prepara.
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La Torre Giraldilla, inspirada en la Giralda. Levantada entre 1756 y 1778, con el primer cuerpo de piedra y los otros tres de ladrillo, está situada a los pies del muro de la nave de la Epístola e independiente de la Iglesia mayor de Santa María de la Oliva.
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Cabo de la costa suroeste de España, en Cádiz, sobre el Atlántico, el límite noroccidental del estrecho de Gibraltar.
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Combate naval reñido frente al Cabo Trafalgar el 21 de octubre de 1805 entre la flota británica del almirante Nelson, finalmente victoriosa, y la franco-española, dirigida por Villeneuve y Gravina. La batalla costó más de cuatro mil muertos, entre ellos Nelson, Churruca y Gravina. Sólo 9 de los 33 navíos aliados lograron volver a puerto. Pérez Galdós escribió sobre la batalla en el primero de sus Episodios nacionales y Arturo Pérez Reverte le ha dedicado su Cabo Trafalgar (Alfaguara, 2004). En 1898, cuando España teme un ataque norteamericano a sus costas, Ledesma escribe en ¡Cádiz!: «Sólo allá miras asomar dos tristes / negros fantasmas. Gibraltar, robado, / donde aún un rojo pabellón azota / el noble rostro de la patria santa / y Trafalgar, soberbio mausoleo, / regio sepulcro a su poder marítimo, / donde de Nelson los insignes manes / ante Gravinas y Churrucas póstranse. / Tus verdes ojos de Minerva clavas / en ambos nombres que la mar salpica / y tal vez sueñas levantar aquellas / naves cargadas de metralla y gloria / y despertar a sus dormidos héroes / para que arranquen del peñasco abrupto / del otro lado la bandera odiada!».
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'víveres'.
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«Mas porque no es bien que los caballeros hagan sus fechos de armas ascuras, como los salteadores y rufianes, esperemos el día, para que el sol vea nuestras obras» (Quijote, II-XIIII).
640
'se marchó de prisa, huyó'.