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Hermanos Argensola

Biografía

La familia de los Argensola, de origen noble, procedía de Cataluña; los Leonardo, de Italia. Oriundos de Rávena, ya se habían distinguido algunos miembros de esta familia desde el siglo XIII, cuando varios de los antepasados de Lupercio y Bartolomé desempeñaron funciones administrativas primero en Italia y luego en España, donde estudiaron leyes y continuaron sirviendo a la nobleza y a la monarquía. Pedro Leonardo, su bisabuelo, se instaló en la ciudad aragonesa de Barbastro en el siglo XV. Se sabe que subvencionó tropas de soldados para la reconquista de Granada emprendida por Fernando el Católico. Su abuelo Juan Leonardo, doctor en derecho civil y canónico, fue asesor de los justicias de Barbastro y Monzón y comisario de los condes de Ribagorza y de los duques de Villahermosa, así como gentilhombre de don Juan de Aragón y Navarra, obispo de Huesca, Jaca y Barbastro. Su padre, Juan Leonardo, cumplió importantes funciones en Alemania, como secretario de la emperatriz María, esposa de Maximiliano II. Hacia 1558 casó con Aldonza Tudela de Argensola, con quien tuvo cuatro hijos: Lupercio, Bartolomé, Pedro, que fue fraile agustino, y Ana, casada con Jusepe Trillo, también nacido en Barbastro. Bartolomé menciona a su hermana con gran afecto en su testamento así como a su cuñado Trillo. En varios documentos y en alguna obra literaria de los dos hermanos mayores se hallan comentarios sobre la relación muy estrecha que los cuatro mantuvieron durante su edad adulta.

Lupercio y Bartolomé deben haber iniciado su educación formal en el Estudio General de Barbastro y continuado en la Universidad Sertoriana de Huesca aunque no se han hallado lamentablemente documentos que lo confirmen. La formación de Lupercio y Bartolomé, como la de otros jóvenes de las clases privilegiadas del siglo XVI, debió iniciarse con el estudio sistemático de los principios de lógica y continuaría con la lectura de obras de Porfirio y de Aristóteles, impartidos por profesores de filosofía en los cursos correspondientes. Según las Memorias de la Universidad de Huesca, para que un alumno fuera aceptado debía pasar satisfactoriamente un examen de latín, única lengua que se permitía hablar en el Estudio. Como se sabe, con menor énfasis se enseñaba el griego pero los programas de estudio mencionaban siempre que el aprendizaje debía partir de la gramática de Clenardo. Las clases se reunían durante cuatro horas por la mañana y otras cuatro por la tarde. El curriculum que se seguía abarcaba, para las clases de menores, la lectura de los Dísticos de Catón, las Fábulas de Esopo, algo de Cicerón y los Coloquios de Vives.  Los medianos leían algunos tratados de Cicerón, los Oficios, por ejemplo, algunas de sus cartas y fragmentos expurgados de Terencio; los mayores, Oraciones selectas de Cicerón, algunas epístolas graves, fragmentos poéticos de Virgilio, Horacio y Marcial y de los historiadores Salustio, César, Tito Livio y Tácito. Si se añade al estudio de estos textos latinos algunas actividades extra-curriculares como la declamación de églogas y diálogos y la representación de alguna comedia de Terencio, el lector actual se hará una cabal idea de la preparación que recibieron los hermanos Argensola y atesoraron según se hace evidente con la lectura de sus obras poéticas, dramáticas o historiográficas.

Unidos ya estos famosos hermanos por sus lectores contemporáneos como se comprueba en La Galatea de Cervantes de 1585 y por la crítica, al menos desde la aparición en 1634 de la edición conjunta de su poesía, Lupercio y Bartolomé compartieron sin duda muchos intereses literarios e historiográficos vinculados a su extenso conocimiento de los autores clásicos que se leían en la época. Sin embargo, se observan rasgos distintivos tanto en la trayectoria vital de los hermanos como en su producción artística que tienden a perderse de vista al caracterizarlos conjuntamente. Por ello nos pareció conveniente separar el relato de sus vidas y más adelante la revisión de sus obras y así lo proponemos en las breves biografías que siguen y que se basan, entre otros, en los estudios de Otis H. Green, José Manuel Blecua, Gregorio Colás Latorre y Luigi Giuliani, quienes se apoyaron en datos transmitidos sobre los historiadores de Aragón, entre otros, los Elogios de los chronistas de Aragón de Juan Francisco Andrés de Ustarroz y Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses, de Félix de Latassa y en otras obras de historia y crítica literarias.

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