Aquí estamos. | ||||
Enfrente alza su maravilla
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de piedra el Coliseo. Nuestro abrazo | ||||
y nuestra juventud piedra parecen | ||||
de la misma cantera. ¿Cómo es | ||||
posible tanto engaño, | ||||
ciudad eterna? |
Miras | ||||
los ojos de la divina. | ||||
Besas | ||||
la mano de la princesa. | ||||
Abrazas | ||||
a la ventera de la plaza. | ||||
Ay, el amor | ||||
también sigue las leyes de la evolución. |
Como un negro presagio | ||||
por la ventana entra, | ||||
musicalmente intacto | ||||
con su ataúd a cuestas. |
Atardece. | ||||
Color
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de rioja viejo tiene el horizonte. | ||||
El recuerdo también es como un vino | ||||
bebido en otra época | ||||
y que te embriagó entonces; | ||||
luego —ya lo sabías— | ||||
el mal cuerpo y las náuseas. |
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El camarero borra | |||||
las huellas en la mesa del rincón | |||||
mientras las manecillas del reloj perpetúan | |||||
su infructuosa esgrima. | |||||
Y a mí ya no me queda de aquel tiempo | |||||
más que el sabor del vino | |||||
que aún paladeo lentamente. | |||||
Pago
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lo vivo y lo soñado con dos monedas turbias | |||||
que sobre el viejo mostrador me miran | |||||
como los ojos de un ajusticiado. |
El reloj que el vestíbulo preside ha dado ya todas las horas; su rotunda esfera sólo repite un tiempo pasado. Aquellos que acudían a remediar el miedo con la probada pócima de la lujuria nunca imaginaron que las agujas de esta gran ruleta ya señalaban el final.
Como libros abiertos donde el ojo columbra simetrías y blancos algoritmos, los camastros despliegan su inocente rebaño por las habitaciones de la casa y el cuerpo de los amantes agavillan. Nadie sabrá jamás su número; sólo el aire recuerda a quienes desnudaron su lascivia en busca del maná prohibido, previo pago de unas monedas. Rostros que la luz atraviesa difícilmente; armeros donde descansan abatidos penes su pírrica victoria; y amapolas exhaustas que las sábanas en infantil terruño convertían.
Las dulces odaliscas pulían su hermosura en los espejos, sin conocer que lirios y gusanos se apareaban en sus aguas. Nada sabían del endriago que, en silencioso parto, la belleza tullía con la asistencia del mercurio. Estampas descolgando de un azul perentorio sus arcángeles míseros; primavera —unas veces consumada y otras puesta a secar como un viejo quimono— que sería difícil deslindar del vacío.
La casa huele a batalla dirimida, a coito desahuciado; y un cónclave de sombras dibuja en las paredes el escorzo de los desbravadores que el sol tomaron por asalto, ignorantes de que no existen brasas más arduas que el deseo para el olvido momentáneo de la muerte.
Y adquiere cada rincón su dimensión exacta en las habitaciones de esta casa de citas donde objetos y rostros recomponen su imagen —cristalizando un aguerrido instante— para el aciago bodegón del tiempo.
Con la desagradable sensación del reo que su crimen desconoce se ha encontrado en la calle.
Nadie intentó detenerlo; incluso fueron sumamente amables, pues le ayudaron —sin demasiado éxito— a eliminar las huellas. Y ahora sigue sintiéndose acusado de un oscuro delito por ese sucio dedo, el mismo que dio fe del individuo —con evidente cara de culpable— que muestra su carné de identidad.
Más allá de esa línea que corta el horizonte, en un mar legendario que se extiende poco antes de llegar al estrecho de Bab-el-Mandel, entre los grandes arrecifes de coral submarino, dicen que viven miles de hambrientos tiburones.
Qué perfecto final —y sublime emoción— bañarse en esas aguas algún día, hasta hacer realidad lo de mar Rojo.
Cuentan los cronicones y confirma un añejo privilegio real, que don Alonso Pérez de Guzmán —enjuiciado por la historia de España como El Bueno— recibió de su primo don Sancho las llaves de la villa de Sanlúcar de Barrameda, en pago a su lealtad y al gesto que le dio sobrenombre.
Algunas veces es de admirar lo que hace el aire con el hierro de los cuchillos.
A Manolo Vidal |
Hoy se ha abierto el convento. Se oyen cantos con un rumor de manantial, y tras las rejas que el coro aíslan con su meridiano de orfebrería, brillan las tocas como lunas a la trémula luz de los cirios.
Gira la tierra muy despacio ahora que la misa ha terminado, y sólo se escucha una campana como un gran corazón que late en lo alto de la torre.
Una fuente mezcla en la miniatura del jardín los oros de la tarde mientras el ataúd llega hasta el nicho abierto en la pared como el nido de un ave. Y todo el cielo toma el color de un ala de libélula cuando Sor Candelaria la clausura abandona, por el mismo camino que el perfume del azahar que tiembla en los naranjos.
Este corsario de la mar que exhibe el triángulo divino como pendón, y esconde bajo el agua tranquila el cepo archidentado de sus mandíbulas, recuerda a ciertos críticos literarios.
La mulata que vino de Colombia viste de añil y la conocen todos por la esmeralda que en su cuello luce y las caderas que maneja al son de una marimba que en el pecho guarda.
Llegó de su país viajando por los aires, hechicera y urgente, con el carné vencido, la carne vencedora, y en la memoria ocultos los puntos cardinales.
Le dijeron que Europa, y aterrizó en Europa con un morral de sueños y esperanzas, la pulpa de la caña de azúcar en su boca.
Ya todos la conocen, con su vestido añil, su esmeralda, el azúcar de su boca y el son de la marimba en sus lentas caderas.
Si a nadie ha dicho nunca qué ha sido de sus sueños, de su esperanza dice que la conserva entera en el mismo lugar que escondió la esmeralda al pasar la aduana por donde entró en Europa.
Padre, perdóname. Era tu última voluntad, y no quise cumplirla. Fue tu largo sufrimiento mi culpa, y no por convicción, sino por miedo.
Hoy pienso que lo haría, pero es tarde.
Ahora lamentaré toda mi vida no haber sido acusado de homicidio.
Un hombre en la ciudad | ||||
de Uruk, hace unos cuatro | ||||
milenios inventó | ||||
la rueda; otro inventó | ||||
la fundición de los metales; | ||||
otro el barco; y aún otro | ||||
la cerveza. | ||||
También
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hubo alguien que inventó | ||||
la escritura. | ||||
No pueden
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negar su culpabilidad. |
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Esta cabeza hecha de bronce, | |||||
retrato del monarca | |||||
acadio Naram Sin, no tiene ojos. | |||||
Se dice que en sus cuencas | |||||
se incrustaban dos piedras | |||||
preciosas, y que fue | |||||
la codicia el motivo | |||||
de su ceguera. | |||||
Puede
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que fuera así, mas no conviene | |||||
olvidar que los reyes | |||||
anteriores a Cristo conocían | |||||
—gracias a su divina | |||||
estirpe— el porvenir. |
En Berlín, | ||||
muy cerca de la Ópera, en la Isla | ||||
de los Museos, se halla | ||||
el de Pérgamo; en él | ||||
se conserva la prodigiosa puerta | ||||
de Ishtar. | ||||
Mas no espere un milagro;
|
||||
por esa puerta nunca | ||||
llegará a Babilonia. |
Si se observan | ||||
atentamente estas tablillas | ||||
de barro, se descubren | ||||
los diferentes signos | ||||
con que se relataba en otros tiempos | ||||
la creación del cielo y de la tierra. | ||||
Mas nada entenderíamos | ||||
sin los sabios que han ido traduciendo | ||||
a nuestro idioma esa escritura mixta | ||||
de herida y pictograma. | ||||
Por ellos conocemos | ||||
que las tablillas cuentan cómo | ||||
—al igual que al añoso manuscrito— | ||||
nos crearon del barro, y que los dioses | ||||
nos concibieron —como era | ||||
de imaginar— para su beneficio. | ||||
Pero, aun ignorando | ||||
lo que explica el escrito | ||||
de Enuma Elish, esos caracteres | ||||
nos dicen que hubo un mundo | ||||
habitado hace siglos, y que, al menos, | ||||
había un hombre que soñaba. El resto | ||||
configura el misterio, | ||||
es decir, el poema. |
|
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Con la reina Shubad | |||||
de Ur, dieron sepultura | |||||
a cincuenta sirvientes y a sesenta | |||||
y ocho sirvientas. | |||||
A ellos
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los enterraron con | |||||
sus cuchillos, y a ellas | |||||
con sus mejores galas. | |||||
Mas ni los hombres con sus armas, | |||||
ni las mujeres con sus aderezos, | |||||
detuvieron las manos que a la reina | |||||
ultrajaron robando su tocado | |||||
¿o vengaron su muerte | |||||
—la suya propia— no | |||||
defendiéndola? | |||||
El caso
|
|||||
es que —fuera impotencia | |||||
o venganza— ese hermoso | |||||
tocado de oro y entelequias hace | |||||
años que es exhibido | |||||
como un trofeo anticipado | |||||
en la Universidad de Pensilvania. |
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En verano esta plaza | ||||||||
de Santa Cruz ardía | ||||||||
bajo los candelabros | ||||||||
de limoneros y naranjos. Médula | ||||||||
de agridulces callejas | ||||||||
donde la luna modelaba el cuerpo | ||||||||
adolescente del amor en fuga, | ||||||||
mientras la cruz de hierro | ||||||||
remataba su forja | ||||||||
con la nocturnidad de los suspiros, | ||||||||
y el azahar caía como nieve sonámbula. | ||||||||
Desde el álgido azul tiembla el pasado, | ||||||||
y en mis hombros se abate | ||||||||
como un alud que todo | ||||||||
lo sepulta. | ||||||||
Cleptómanos
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de paisajes, transcurren orientales | ||||||||
taimados, disimulan, | ||||||||
cámara en ristre, su trabajo | ||||||||
demoledor, y se disuelven | ||||||||
en un quimérico horizonte. | ||||||||
Alguna
|
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nube deshilachada | ||||||||
puesta a secar sobre las azoteas, | ||||||||
completa el decorado | ||||||||
del lugar, y el sahumerio | ||||||||
de otro tiempo, habitante | ||||||||
letal de mi memoria, | ||||||||
embalsama el cadáver de la plaza, | ||||||||
donde —en traje de calle— Madam | ||||||||
Butterflay se retrata | ||||||||
bajo la cima de un volcán en flor. |
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En la primera clase me aprendí | ||||||||
sus trenzas de memoria. | ||||||||
Y atado a aquellas trenzas, | ||||||||
amé a Helena de Troya, | ||||||||
a Cleopatra, a Popea | ||||||||
y a la misma Victoria | ||||||||
de Samotracia —a ésta | ||||||||
más fácilmente que a ninguna—. Todas | ||||||||
llegaban con el rostro | ||||||||
de aquella niña —la divina Aurora. | ||||||||
De otros mil vacuos personajes | ||||||||
nos explicaban oxidadas glorias, | ||||||||
mientras el aula se inundaba | ||||||||
de tibias luces y de arteras sombras. | ||||||||
Qué me importaba a mí que Carlos V | ||||||||
vaciara su clepsidra gota a gota, | ||||||||
o que al Gran Capitán no lo ascendieran | ||||||||
a coronel, si no tenían novia. | ||||||||
Mi lección repetida fue su cuello | ||||||||
y, a veces, sus pestañas melancólicas. | ||||||||
En clase no aprendí ya demasiado; | ||||||||
aquella primavera aún no era historia. |
Quiso el azar que se llamara Eva, | ||||
mas no culpo al azar de que sus gestos, | ||||
graves y comedidos, provocaran | ||||
en mis cinco sentidos un incendio. | ||||
Con la copa en la mano, distraída | ||||
jugaba en la ruleta de su asiento, | ||||
y sus rodillas fueron a enfrentárseme | ||||
con la resolución de un manifiesto. | ||||
Yo contemplaba absorto aquel prodigio | ||||
como un sabio a la orilla del misterio, | ||||
y la mujer me sonrió despacio | ||||
desde todas las cimas de su cuerpo. | ||||
Luego aceptó mi torpe invitación | ||||
y pidió otro coñac, deshecho el hielo, | ||||
y me encontré girando dulcemente | ||||
en el tiovivo de sus ojos negros. | ||||
Si era la tentación, subí con ella | ||||
sin recordar siquiera el Padrenuestro. | ||||
Cuando bajé del carrusel, la noche | ||||
se iba desenredando en los espejos, | ||||
y ella cantaba pregonando al aire | ||||
las manzanas mordidas de sus pechos. | ||||
Ni fue un pecado original, ni Eva | ||||
quiso cobrarme con remordimientos, | ||||
que todavía, al recordar sus muslos, | ||||
se me alegran los malos pensamientos. | ||||
Me confesé porque era la costumbre | ||||
y, he de reconocerlo, por el miedo | ||||
a que fuera verdad lo que decían | ||||
del infierno los curas del colegio. | ||||
Mi limpieza de alma, por fortuna, | ||||
no alcanzó a disolverme los recuerdos. |
Frustrado Ulises, vengo | ||||
al puente de Triana | ||||
a mirar cómo el agua | ||||
zarpa hacia ayer, sin otra embarcación | ||||
para la travesía | ||||
que la de mi memoria. | ||||
Y el cactus del recuerdo con sus púas | ||||
dolorosas, me apresa; | ||||
consuelo al que me presto | ||||
como quien martiriza | ||||
su corazón con un puñal de oro. |
No supimos entonces | ||||
que aquel barrio de Roma | ||||
era tan sólo el negativo | ||||
de un recuerdo —Trastevere, | ||||
milagroso y nocturno, | ||||
con su lujoso elenco de muchachas | ||||
hermosas—. Y tampoco | ||||
comprendimos que aquel mesón abierto | ||||
hasta el amanecer, era una flor | ||||
carnívora. | ||||
En el aire
|
||||
se desmembraron risas y canciones. | ||||
Y en la memoria fueron corrompiéndose | ||||
los melodiosos cuerpos | ||||
que aquella noche nos amaron; y hoy | ||||
reclama más espacio que las férvidas | ||||
mozas, la vieja que vendía | ||||
avellanas con su ropón de luto —el vaticinio | ||||
que nadie vislumbró. | ||||
No quedó nada
|
||||
de quienes fuimos, nada. | ||||
Y es inútil que trate | ||||
de restaurar aquellos cuadros; nunca | ||||
vuelve la juventud por sus difuntos. |
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No un niño; toda una familia | ||||
acogimos en casa | ||||
aquella madrugada. | ||||
Ellos viajaban
|
||||
en un carro camino de quién sabe | ||||
dónde. Y nos parecieron, | ||||
más que tristes, la propia | ||||
tristeza. | ||||
Ella exhibía
|
||||
la nube de un vestido | ||||
de novia; él con su terno | ||||
nuevo se levantaba | ||||
a su lado como un pilar que el cielo | ||||
sostenía. | ||||
Los hijos
|
||||
aparecieron luego con su pan | ||||
bajo el brazo. Y crecieron. | ||||
Jamás hemos sabido | ||||
sus nombres. | ||||
Conocimos
|
||||
que la madre cumplió | ||||
setenta años, o quizás | ||||
ochenta, cuando el padre | ||||
tendría algunos más. Después sólo ellos | ||||
saben lo que pasó. No recibimos | ||||
nunca una carta, nada. | ||||
Tampoco de los hijos | ||||
conseguimos noticia | ||||
alguna. | ||||
Sus retratos,
|
||||
los que una madrugada | ||||
de copas rescatamos | ||||
del carro que viajaba al vertedero, | ||||
sí nos escriben cada día —desde | ||||
la tumba de cristal donde reposan— | ||||
un telegrama de lo que es la vida. |
Cual si Vermeer hubiera | ||||
abierto una ventana | ||||
en medio de la noche, pude verlo. | ||||
Volvía de muy lejos, | ||||
y llegaba cansado. | ||||
Me acerqué
|
||||
a besarlo. En sus ojos | ||||
reconocí una cierta | ||||
angustia. Mas ninguno | ||||
de los presentes quiso hablarme de ello. | ||||
Sé que una muestra de cariño | ||||
suele arreglar las cosas. | ||||
Y así fue una vez más. | ||||
Mi padre
|
||||
olvidó su cansancio y su tristeza, | ||||
y me pasó la mano por el pelo | ||||
sonriendo; su típica manera | ||||
de agradecer mi gesto y de decirme | ||||
que aún nos quería. | ||||
Lástima
|
||||
que la vida no ofrezca casi nunca | ||||
la convincente realidad del sueño. |
|
||||||||
Abrió los brazos regalando el pecho, | ||||||||
y sus ojos, tras el cristal, brillaron | ||||||||
como dos mariposas | ||||||||
azules. | ||||||||
Frente a él,
embozados,
|
||||||||
unos hombres movían racimos de fusiles | ||||||||
y palabras soeces. La luna enjalbegaba | ||||||||
el cuadro, y hubo un punto | ||||||||
en que se hubiera dicho | ||||||||
que Goya intervenía en la composición | ||||||||
de la escena, tan blanca relucía | ||||||||
la camisa del inculpado. | ||||||||
Luego
|
||||||||
los agresores, y el mismo Luis Rosales, | ||||||||
estallaron de luz. Y todo quedó quieto | ||||||||
—dibujado por cientos de bujías | ||||||||
el momento. | ||||||||
Caía como un roble
talado
|
||||||||
el cuerpo del poeta, cuando los brazos de alguien | ||||||||
que con la oscuridad se enmascaraba, | ||||||||
frenaron la caída. | ||||||||
Y en el silencio agudo de la noche | ||||||||
se oyó una voz que dijo: Perdóname Luis. | ||||||||
(En la casa del muerto, los niños perseguían | ||||||||
una sierpe de arena por el rincón oscuro). |
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Presidía la mesa una botella | ||||
de buen vino. Sentado | ||||
enfrente, como el mago | ||||
a quien sólo faltara un gesto último | ||||
para desvanecerse ante mis ojos, | ||||
Manuel Vidal bebía lentamente | ||||
mientras la luz del día | ||||
sobre su piel se desangraba. | ||||
Él
|
||||
nunca fue partidario de las prisas | ||||
en nada y, mucho menos, | ||||
en el rito sagrado de beber | ||||
con amigos. Y éste era | ||||
el caso. La ocasión acompañaba, | ||||
y el vino, ya lo he dicho, era un buen vino, | ||||
aunque no tanto como la hora | ||||
requería —no existe | ||||
ese vino capaz de acompañarnos | ||||
en algunos momentos. | ||||
Y bebimos
|
||||
despacio, sin que apenas | ||||
una palabra interrumpiera | ||||
la que sería nuestra última | ||||
conversación. | ||||
Después nos separamos
|
||||
—cada uno se fue, | ||||
al menos de momento, por su lado. | ||||
Hasta mañana, si Dios quiere, o | ||||
pensándolo mejor, si Dios existe. |
|
|||||
Cuervo feliz. | |||||
Bebe en el río
|
|||||
de la vida o descansa | |||||
en su nido. | |||||
Estación
|
|||||
dichosa entre la nada | |||||
y el caos. | |||||
Vocalista
|
|||||
de la sangre; eventual | |||||
lazarillo. | |||||
Se droga
|
|||||
con la costumbre. | |||||
Acoge
|
|||||
el placer boquiabierto. |
Herramienta de tigres, emparentan | ||||
el alarido y el amor. | ||||
Se cumple
|
||||
en la piel su destino. | ||||
Espalda abierta
|
||||
a la música; piano frente al lago | ||||
de la lujuria. | ||||
Extravagante fósil,
|
||||
desencadenador de la ternura. |
Claudia era salomónica de cuerpo, | ||||
y de alma ingenua. | ||||
Te graduaste de alfarero; | ||||
quién rompía una obra tan perfecta. |
Existe. | ||||
Tú podrías
|
||||
dar fe. | ||||
En silencio; replegadas
|
||||
las alas; la cabeza | ||||
principesca. Omniscientes | ||||
e inocentes los ojos. | ||||
El cabello
|
||||
descendiendo hasta el valle | ||||
de la cintura como catarata | ||||
de doblones. | ||||
Semejante a una puesta
|
||||
de sol o a un sacrificio | ||||
de sangre. | ||||
Deslumbrante.
|
||||
Mas apenas llegó, | ||||
se abrazó a un tipo sórdido | ||||
y se fue. |
El amor guarda urnas | ||||
en la corteza de los árboles. | ||||
Prehistóricos
|
||||
senderos que el sepelio | ||||
arroparon. | ||||
Navaja
|
||||
que brilló al sol unos instantes, | ||||
como los deudos que al entierro | ||||
acudieron; aquellos que algún día | ||||
fueron dioses, y lo han | ||||
olvidado. | ||||
Las sombras permanecen
|
||||
como desamparados inquilinos | ||||
que indagan en la luz | ||||
de ayer sin encontrarse. | ||||
Sólo la noche alivia la ceguera | ||||
de esos espectros vanos | ||||
haciéndolos partícipes | ||||
de su filme ecuménico. | ||||
En el tronco
|
||||
de aquel árbol fue el crimen, donde hoy | ||||
hacen sus procesiones las hormigas. |
Sostiene el sol su peso en la colina | ||||
junto a la mar que estiba | ||||
el oro de la luz. | ||||
Y las guedejas
|
||||
colman su alrededor | ||||
de salmos irisados. | ||||
Quebradiza
|
||||
alocución frente a la dictadura | ||||
regia. | ||||
Plata batida,
|
||||
el mar se va llenando | ||||
de espadas | ||||
mientras el horizonte se desangra. | ||||
El silencio se alía con el último | ||||
rayo. | ||||
Y la claridad
|
||||
se tiende en la colina como un perro | ||||
que poco a poco se confunde | ||||
con su sombra. |
Nocturno gavilán. | ||||
Nido de abejas
|
||||
y mieles. | ||||
Ladronera
|
||||
sin fondo. | ||||
Natural
|
||||
de Babel. |
Las delgadas doncellas se abanican | ||||
con el perfume de los rododendros. | ||||
Y el aire ceniciento rompe el muro | ||||
que levanta la arena. | ||||
Pura esencia
|
||||
para los ojos; plano dividido | ||||
en miles de obras. | ||||
Lejos
|
||||
silba un tren o su imagen. | ||||
La memoria
|
||||
escoge entre otros cuadros | ||||
La rendición de Breda. |
Sea por terapia o caridad, algunos | ||||
dicen que envejecer tiene su encanto, | ||||
mientras otros respaldan su negocio | ||||
asegurando que la arruga es bella. | ||||
Y sin embargo, bien sabido es | ||||
que los años agostan lo que tocan, | ||||
y que no existe arma tan terrible | ||||
para congoja humana. | ||||
Aunque, a veces, el tiempo tergiversa | ||||
sus efectos, al menos momentánea- | ||||
mente, mudando, por ejemplo, | ||||
en clásicos los versos, y los vinos | ||||
en generosos. | ||||
Hoy
|
||||
pudiste comprobar una vez más | ||||
tan sibilino proceder; | ||||
aquella hermosa niña | ||||
que un día —hace ya siglos— | ||||
te rechazó altanera, | ||||
volvió hacia ti sus ojos con ternura. | ||||
Mas no te engañas: sólo agradecía | ||||
que aún fueras el guardián de su belleza. |
Condenado a la tierra, | ||||
tan sólo el sueño alude a un más allá | ||||
verosímil. | ||||
En tanto las raíces
|
||||
arrastran hacia el fondo, | ||||
desamparando la fotografía | ||||
y obligando a crecer al negativo | ||||
en las sombras. | ||||
Menesterosos seres
|
||||
que tierra adentro orientan | ||||
sus pisadas, guiados por el hilo | ||||
de una vaga esperanza. | ||||
Ni siquiera las aves, | ||||
que el cielo colonizan, | ||||
se salvan: su raíces | ||||
sembradas en los ojos | ||||
del cazador. |
Se ha metido en tu casa. | ||||
Y ya no hay forma
|
||||
de expulsarlo. | ||||
Este ser
|
||||
fabricado de óxidos | ||||
y metales innobles, | ||||
se ha metido en tu casa y adivinas | ||||
que ya no saldrá nunca. | ||||
Por si fuera
|
||||
poco, también sospechas | ||||
que será este individuo | ||||
desangelado quien encuentre | ||||
a Dios. |
Tal vez sea triste, pero amas | ||||
la lluvia y contemplar | ||||
cómo desciende ese telón | ||||
de flecos extenuados, | ||||
esa frescura salvadora, esas | ||||
manos exangües, derramándose | ||||
sobre la tierra. | ||||
Niebla
|
||||
acurrucada que se despereza | ||||
cayendo; compañera | ||||
del frío; epitalamio | ||||
para el viento y el agua. | ||||
Cisne erguido que deja | ||||
caer su frente silenciosa | ||||
sobre tu hombro. |
Daltónicos | ||||
son los colores que la luz | ||||
enreda a veces. | ||||
Este
|
||||
azaroso jarrón | ||||
cuyo futuro en rosas | ||||
vislumbró el alfarero, desvanece | ||||
poco a poco su pátina. | ||||
Una historia
|
||||
menos desamparada ofrecería | ||||
si un desmedido gesto | ||||
hubiera transformado | ||||
en rápido estampido | ||||
su arcilla, | ||||
mas la esquela
|
||||
de una fotografía en blanco y negro | ||||
corrobora su humilde | ||||
condición. | ||||
Y ya nadie
|
||||
podrá alterar su sino. | ||||
Un hermoso jarrón, | ||||
en él cenizas.
|
Auscultas esa cuerda | ||||
o corazón tensado, que por dentro | ||||
te ahorca, | ||||
mientras el aire se alza | ||||
en infinitos nudos minadores. | ||||
Hermosa
|
||||
desolación vernácula | ||||
que las esferas guardan | ||||
en su memoria; fértil | ||||
alcancía de huérfanos arpegios | ||||
exaltadores del suspiro. | ||||
Mozart
|
||||
edifica una música | ||||
celestial que agasaja | ||||
y penetra, contra natura, | ||||
el alma. |
Hay niños en las gradas | ||||
del portal. Serafines | ||||
de un instantáneo paraíso, | ||||
miran de frente al mar | ||||
sin prestar atención | ||||
a sus murmuraciones, | ||||
se ríen de la vida, es el mañana | ||||
una continuación sin añagazas | ||||
de hoy. | ||||
Se les nota
|
||||
la impaciencia en los ojos, | ||||
y el ímpetu en los brazos | ||||
que agitan preparándose | ||||
para volar. | ||||
La arena
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de la playa es un pródigo racimo | ||||
de adolescentes que, entre gritos | ||||
de alegría, saludan a la vida, | ||||
bajo el instinto precursor del próximo | ||||
placer. | ||||
Ellas exhiben
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graciosos tatuajes como joyas | ||||
en la cintura; ellos | ||||
un bozo cultivado, y en las piernas | ||||
un aguerrido vello | ||||
sin cultivar. Mañana | ||||
es un tálamo de oro, | ||||
abierto el abanico de los goces. | ||||
El día huele a fruta | ||||
y a bronceador mordido. | ||||
En el quiosco
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de prensa, una mujer | ||||
madura sermonea | ||||
a un tipo que, sentado en el pretil | ||||
del paseo, contempla | ||||
con ojos codiciosos a las chicas | ||||
que avanzan con sus pechos al galope | ||||
buscando el mar. | ||||
Caminan
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dos viejos junto a ti, | ||||
hablan de sus achaques | ||||
y manosean el aire como ahogados | ||||
en ciernes, con palabras | ||||
que, en ellos, suenan a extranjeras | ||||
—colesterol... glucemia... triglicéridos...—. | ||||
Bajo sus gorras de labriegos, | ||||
los rostros renegridos | ||||
y una bestia en acecho más oscura | ||||
que su piel. | ||||
Y te miras
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dentro. No falta nadie; | ||||
ninguno de ellos, ni siquiera | ||||
ese animal oscuro. | ||||
Y todo ocurre
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a un tiempo, el mismo tiempo, | ||||
ese que ayer pensaste sucesivo. |