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- X -


El ricito


ArribaAbajo       Ricito donoso,
       de Amor dulce red.

   Cadejito de oro
que debo a mi bien,
a calmar süave,  5
en mi pecho ven
   de ausencia tan triste
la pena cruel,
       ricito donoso,
       de Amor dulce red.  10

   Su fina memoria
que mis ansias ve,
por premio te envía
de mi tierna fe;
   y en ti a par la suya  15
me quiere ofrecer,
       ricito donoso,
       de Amor dulce red.

   Mi amor la recibe
y espera que fiel  20
no olvide los votos
que allá le escuché,
   cual yo aquí su esclavo
por siempre seré,
       ricito donoso,  25
       de Amor dulce red.

   Yo te vi algún día
-¡oh, cuál lo envidié!-
suelto de su frente
la nieve envolver,  30
   o en feliz contraste
con su rubia sien,
       ricito donoso,
       de Amor dulce red.

   Y tus blondas sedas  35
vi a Amor extender,
así a sus ojuelos
un velo tejer,
   y artero y festivo
cubrirse con él,  40
       ricito donoso,
       de Amor dulce red.

   Más fúlgido entonces
y en todo tu prez,
al oro de Tíbar  45
te vi oscurecer;
   y yo entre tus hebras
cautivo exclamé:
       «Ricito donoso,
       de Amor dulce red,  50

   si mil libertades
se van a perder
en tu laberinto,
¿la mía por qué
   tan noble osadía  55
no habrá de tener,
       ricito donoso,
       de Amor dulce red

   Hoy quiere tu dueño,
mudado tu ser,  60
que en ti asegurada
mi ventura esté.
   Ven, pues, de mi pecho
al firme joyel,
       ricito donoso,  65
       de Amor dulce red.

   Ven; y mi esperanza
benigno sostén,
que yo con mi lira
tan claro te haré  70
   que los astros mismos
un lugar te den,
       ricito donoso,
       de Amor dulce red.




- XI -


La resolución


ArribaAbajo       Bronce a su llanto,
       nieve a su ardor.

   Por selva y prado
mi dulce amor
me sigue, hablando  5
de su dolor.
   Suspira y llora.
¡Ay!, ¿seré yo
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor?  10

   En blando alivio
sólo un favor
me ruega humilde.
¿Se lo haré? No.
   No; que me manda  15
ser el honor
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor.

   ¡Honor tirano!,
que a la razón  20
bárbaro oprimes,
¿quién te inventó?
   ¿Por qué me ordenas
ser con Damón,
       bronce a su llanto,  25
       nieve a su ardor?

   ¿Por qué al más fino
gentil pastor,
por qué negarle
tan fácil don?,  30
   ¿ni ser injusta,
si él me prendó,
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor?

   Yo bien lo hiciera;  35
mas otra voz,
«Huye», me clama,
«tal sinrazón,
   ni el gusto feries
a un vil temor,  40
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor.

   Mira que el día
vuela veloz,
y el que le sigue  45
nunca es mejor.
   Mañana es tarde;
cesa en tu error,
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor.  50

   La beldad pasa;
coge su flor,
que en un momento
la agosta el sol,
   y en vano entonces  55
serás, ¡qué horror!,
       bronce a su llanto,
       nieve a su ardor».

   Túrbome y dudo,
y en dulce unión  60
a amar me inclino
a quien me amó,
   sin que a ser baste
ya mi rigor
       bronce a su llanto,  65
       nieve a su ardor.

   Antes le entrego
mi corazón,
cual fino el suyo
se me rindió,  70
   siendo en tan grata
transformación
       nieve a su llanto,
       cera a su ardor.




- XII -


La flor del Zurguén


ArribaAbajo   Aves que canoras
venís a ofrecer
la alborada al día
que empieza a nacer,
   si aún dulces trináis  5
por ver a mi bien,
callad, que ya sale
       la flor del Zurguén.

   Si ansiáis de sus gracias
las señas tener,  10
callad, parlerillas,
que yo os la diré,
   que en el alma impresas
las llevo tan bien
cual tenga las mías  15
       la flor del Zurguén:

   su rostro, la gloria;
la nieve, su tez;
sus risas, el alba;
su lengua, la miel;  20
   y el turgente seno,
de Amor el vergel,
donde con él juega
       la flor del Zurguén.

   Sobre él la donosa  25
prendiera un joyel
do heridos dos pechos
de amores pinté;
   un lazo los une
de rosa y clavel,  30
y en torno esta letra:
       la flor del Zurguén.

   Sin que yo la llame,
blando ya el desdén,
cual suelta corcilla  35
me sale aquí a ver;
   y cual fiel paloma
tras su pichón fiel,
así a mi voz corre
       la flor del Zurguén.  40

   Conmigo a este valle
la saco a aprender
de Amor en el arte
lección de querer;
   y ya a todas pasa  45
en menos de un mes:
¡tanto ingenio tiene
       la flor del Zurguén!

   Cuidado, avecitas,
que nadie a entender  50
los misterios llegue
que yo la enseñé,
   si cual niña simple
la viereis tal vez
que amable os los fía  55
       la flor del Zurguén.

   Callad la inocencia
y el vivo placer
que a par en su rostro
riendo se ven  60
   cuando en dulce premio
de mi tierna fe
me mira y suspira
       la flor del Zurguén;

   y yo, muy más loco,  65
al verla temer
y ansiar y en mis llamas,
negándolo, arder,
   templar en su seno
procuro la sed  70
que enciende en el mío
       la flor del Zurguén.

   Mas vedla cuál llega;
yo ciego no sé,
al ver su donaire,  75
qué decir ni hacer.
   Trinadle vosotras
por mí el parabién,
y suene hasta el cielo
       la flor del Zurguén.  80




- XIII -


El lunarcito


ArribaAbajo       La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?

   ¿De dónde, donosa,
el lindo lunar
que sobre tu seno  5
se vino a posar?
   ¿Cómo, di, la nieve
lleva mancha tal?
       La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?  10

   ¿Qué tienen las sombras
con la claridad,
ni un oscuro punto
con la alba canal
   que un val de azucenas  15
hiende por mitad?
       La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?

   Premiando sus hojas,
el ciego rapaz  20
por juego un granate
fue entre ellas a echar;
   mirolo y riose
y dijo vivaz:
      « La noche y el día,  25
       ¿qué tienen de igual?»

   En él sus saetas
se puso a probar,
mas nunca lo hallara
su punta fatal;  30
   y diz que picado
se le oyó gritar:
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»

   Entonces su madre  35
la parda señal
por término puso
de gracia y beldad,
   do clama el deseo
al verse estrellar:  40
      «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»

   Estréllase, y mira,
y torna a mirar,
mientras el pensamiento  45
mil vueltas le da,
   iluso, perdido,
ansiando encontrar,
       La noche y el día
       ¿qué tienen de igual?  50

   Cuando tú lo cubres
de un albo cendal,
por sus leves hilos
se pugna escapar:
   ¡señuelo del gusto!,  55
¡dulcísimo imán!
       La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?

   Turgente tu seno
se ve palpitar,  60
y a su blando impulso
él viene y él va,
   diciéndome mudo
con cada compás:
       «La noche y el día,  65
       ¿qué tienen de igual?»

   Semeja una rosa
que en medio el cristal
de un limpio arroyuelo
meciéndose está,  70
   clamando yo al verle
subir y bajar:
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»

   ¡Mi bien!, si alcanzases  75
la llaga mortal
que tu lunarcito
me pudo causar,
   no así preguntaras,
burlando mi mal:  80
       «La noche y el día,
       ¿qué tienen de igual?»




- XIV -


La despedida


ArribaAbajo   Adiós, mi dulce vida,
Filis, adiós, que el hado
mi fin ha decretado,
y es fuerza ya partir.
Adiós... ¡Oh despedida!,  5
¡oh crudo, amargo instante!
Adiós... Mi pecho amante,
¿podrá sin ti vivir?

   Sin esos lindos ojos,
sin esa amable boca,  10
que al mismo Amor provoca,
¿qué dicha podré hallar?
Sólo angustias y enojos,
dudas, llantos y celos.
¡Ay, Fili, qué consuelos  15
para mi ardor templar!

   Acordareme en vano
de aquel felice día
que te juraste mía,
que te ofrecí mi fe;  20
y en mi delirio insano
a ti tornando fino,
mil veces el camino
perderá incierto el pie.

   De tu habla deliciosa  25
el celestial sonido
conservará mi oído
para mayor dolor.
Tu imagen engañosa
creeré tener al lado;  30
a asirla iré, y burlado
maldeciré mi error.

   Saldrá la fresca aurora
a recordarme aquélla
do a solas muy más bella  35
te me dejaste ver.
Vendrá la noche. «Ahora
libre», diré, «le hablaba;
ahora el Amor nos daba
la copa del placer.»  40

   Cual colorín cautivo,
luchando noche y día,
la jaula abrir porfía
y el hierro quebrantar;
así, ¡dolor esquivo!,  45
dará mi pensamiento
de tormento en tormento,
sin un punto parar.

   Te seguiré celosa,
te temeré enojada,  50
te rogaré olvidada,
te amansaré cruel;
o blanda y amorosa
con plácidas orejas
oirás tal vez mis quejas,  55
tan bella como fiel.

   Ora estés mansa, o cruda
dudes, temas, receles,
por mi salud anheles,
o desdeñes mi amor,  60
todo en mi pena aguda
me angustiará: tu olvido,
por cierto; por fingido,
¡ay Fili!, tu favor.

   ¡Mas tú, mi bien, llorosa!,  65
¡tú triste!, ¡tú abatida!
Si estás así, mi vida,
¿cuál mi dolor será?
Adiós, adiós; piadosa,
te acuerda que un mar hecho  70
me parto..., que mi pecho
jamás te olvidará.




- XV -


En un convite de amistad


ArribaAbajo       Bebamos, bebamos
       del suave licor,
       cantando beodos
       a Baco, y no a Amor.

   Amigos, bebamos,  5
y en dulce alegría
perdamos el día;
la copa empinad.
¿En qué nos paramos?
La ronda empecemos,  10
y a un tiempo brindemos
por nuestra amistad.
       Bebamos, bebamos
       del suave licor,
       cantando beodos  15
       a Baco, y no a Amor.

   ¡Oh, qué bien que sabe!
Otro vaso venga;
cada cual sostenga
su parte en beber,  20
y quien quiera alabe
de Amor el destino:
yo tengo en el vino
todo mi placer.
       Bebamos, bebamos  25
       del suave licor,
       cantando beodos
       a Baco, y no a Amor.

   ¡Oh, vino precioso!
¡Cómo estás riendo,  30
saltando, bullendo!
¿Quién no te amará?
Tu olor delicioso,
color sonrosado,
sabor delicado,  35
¿qué no rendirá?
       Bebamos, bebamos
       del suave licor,
       cantando beodos
       a Baco, y no a Amor.  40

   Amor da mil sustos,
ansias y dolores;
coja otro sus flores,
cójalas por mí;
que yo mis disgustos  45
templaré bebiendo,
¡oh, Baco!, y diciendo
mil glorias de ti.
       Bebamos, bebamos
       del suave licor,  50
       cantando beodos
       a Baco, y no a Amor.

   Tú al Indo venciste;
tú los tigres fieros
cual mansos corderos  55
pudiste ayuntar.
Tú el vino nos diste,
el vino que sabe
la pena más grave
en gozo tornar.  60
       Bebamos, bebamos
       del suave licor,
       cantando beodos
       a Baco, y no a Amor.

   Venga, venga el vaso,  65
que un sorbo otro llama;
mi pecho se inflama,
y muero de sed.
Nadie sea escaso,
ni aunque esté caído  70
se dé por rendido:
amigos, bebed.
       Bebamos, bebamos
       del suave licor,
       cantando beodos  75
       a Baco, y no a Amor.




- XVI -


El vino y la amistad suavizan los más graves trabajos


ArribaAbajo       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   ¡Oh socios amados,  5
que en tanta agonía
la fortuna impía
combatiendo ve,
jamás, degradados,
adore inclinada  10
nuestra frente honrada
su orgulloso pie.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan  15
       vino y amistad.

   Ella se complace
en hollar odiosa
la virtud gloriosa,
y el sagrado honor;  20
pero inútil hace
el justo su empeño
y con alto ceño
burla su furor.
       Al viento las penas,  25
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   La batida nave
de borrasca fiera,  30
se pierde velera
por el ancho mar;
y cuando más grave
su riesgo aparece,
el sol que amanece  35
la sale a salvar.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.  40

   Dejad que ora truene
la calumnia infame,
que cuanto ella trame
sin fruto ha de ser;
que el vulgo resuene,  45
que el error se agite,
que el celo se irrite:
nada hay que temer.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,  50
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   Clamarán que huimos
nuestra dulce España.
Su bárbara saña  55
debimos huir.
Sus puñales vimos;
y España en tal duelo
cual madre a otro suelo
nos hizo partir.  60
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   Desde él doloridos  65
nuestros ojos miran
do fieles suspiran
las almas tornar,
y en tiernos gemidos
la lengua apenada  70
«¡Ay patria adorada!»
clama sin cesar.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan  75
       vino y amistad.

   Volveréis, amigos,
a sus sacros lares,
de indignos pesares
libre el corazón,  80
augustos testigos
de nuestra justicia
contra vil malicia,
Dios y la razón.
       Al viento las penas,  85
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   Su favor divino
tornará el reposo,  90
y al nublado odioso
seguirá la luz.
Tal sol matutino
que hermoso se ostenta,
de la noche ahuyenta  95
el negro capuz.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.  100

   En hermandad santa,
en tanto los pechos
ligad con estrechos
vínculos de amor.
Baco a dicha tanta  105
aplauda riente,
y otra copa aumente
su plácido ardor.
       Al viento las penas,
       las copas llenad,  110
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.

   Amigos queridos,
desde estos mis brazos
en mutuos abrazos  115
a uniros corred.
De la mano asidos
juradme y juremos
que hermanos seremos,
y a un tiempo bebed.  120
       Al viento las penas,
       las copas llenad,
       que todo lo endulzan
       vino y amistad.



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