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La caída de Constantinopla

La catástrofe de 1204 y sus consecuencias

Y así llegamos a 1204, año en el cual Constantinopla es tomada por las tropas de los cruzados latinos, en su mayoría francos y venecianos, y destruyeron, entre otras muchas cosas, la imagen de invulnerable e impenetrable que tenía la gran metrópoli.

Mapa del Imperio Bizantino hacia 1265.Si tenemos que analizar esta situación y compararla con los sitios anteriores, podemos aceptar que fue una especie de mezcla de las dos situaciones: había un ejército extranjero hostil, pero que en un principio fue utilizado por el hijo del emperador Isaac Ángel, Alejo IV, que había prometido grandes sumas de dinero a los cruzados para obtener el mando del Imperio.

Como, por un lado, el dinero nunca fue dado a los cruzados, porque seguramente no existía tal suma en toda la corte bizantina, y, por otro, tuvo lugar el asesinato de los emperadores por medio de las masas enfurecidas, que proclamaron finalmente a Alejo Murzuflo como nuevo emperador, los cruzados sintieron que habían sido estafados y acometieron con un sitio vigoroso a la ciudad, que en principio fue rechazado aunque no sin dificultad.

Pero había habido fatalmente tantos cambios en el poder que había bajado mucho la moral de los defensores, y Alejo V Murzuflo no era una persona que pudiera darles confianza porque, aunque tenía dotes personales como una gran energía y empeño para lograr administrar la terrible crisis, no era muy querido, y el poco tiempo que estuvo no pudo tener un gobierno estable, ya que daba cargos y ante la menor sospecha de traición, los revocaba, provocando solamente más confusión en sus colaboradores y en el pueblo, que ya no sabía a quien responder.

Aparentemente los venecianos tenían muchos contactos dentro de la ciudad, lo que facilitó el trabajo de los sitiadores, que entraron unos días después por una abertura producida en las murallas de la costa del Cuerno de Oro en el mismo instante en que un incendio, presumiblemente provocado desde dentro, tomaba a los defensores por sorpresa, entrando fatalmente los contingentes de cruzados en la capital. La toma de la ciudad ya era un hecho, solo había que dejar pasar las horas y la ciudad sería latina por primera vez en la historia.

Hasta aquí la explicación de una derrota, que lo fue esencialmente porque los bizantinos se hallaban divididos y porque una de las facciones se quiso servir de los cruzados para obtener la victoria, error que costó a Bizancio el golpe más duro de su historia, ya que fue lo que vino después lo que derrumbó a la más hermosa ciudad del mundo, a la ciudad de oro que no tenía igual en el planeta.

Saqueos constantes, anarquía, incendios, asesinatos, caos, robos, y finalmente el reparto de la metrópoli y del Imperio en manos francas y venecianas terminaron con la gloria de la gran urbe y con los tesoros artísticos y arquitectónicos que había en ella. Redujeron barrios enteros a la ruina y al abandono absoluto, porque muchos habitantes (los que pudieron escapar de la masacre, como Nicetas Coniates) sencillamente huyeron al interior del país, especialmente a la ciudad de Nicea, y los que pudieron se fueron a Italia, Hungría, Rusia, Francia o Alemania.

La gran ciudad quedó reducida a un grupo de barrios en estado catastrófico y casi deshabitados con algunos palacios o iglesias que fueron confiscados por los cruzados para establecerse en ellos, y la capital ya no se recuperaría jamás de esa desolación, porque todo el oro, la plata, las piedras preciosas, el tesoro del Estado, las reliquias religiosas, los altares de las iglesias, las obras de arte, todo fue robado y llevado a países occidentales o vendido al mejor postor.

Este es el punto de importancia de los hechos acaecidos en 1204: la completa destrucción de la antigua Constantinopla, que durante cincuenta y siete años observa silenciosamente cómo lo que había construido durante casi nueve siglos le era arrebatado sin piedad alguna, y esto marcó un antes y un después en la historia de la ciudad: antes, arrogante, orgullosa, altiva e invulnerable, la ciudad imperial era la dueña del mundo; después, vencida, sometida, destruida y vulnerable, era una ciudad fantasma, con rencores insalvables y dominada por los occidentales de forma irremediable, aún después de la recuperación por parte de Miguel VIII Paleólogo.

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