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Lengua de bíuora. Por qué sirva para se querer bien se sacará de lo que dice HUERTA (Plin., 8, 39, anot.): «Han dicho algunos que (las víboras) se ayuntan por la boca, metiendo el macho la cabeza en la boca de la hembra; la cual o con la demasiada delectación de su acceso o por venganza de su venidero peligro, dicen que en concluyendo su cópula, aprieta los dientes y corta la cabeza al marido y así le deja sin vida; pero en creciendo en su vientre los hijos, no pudiendo sufrir la tardanza del parto, royéndola las entrañas, se las abren para salir fuera y con su muerte vengan antes de nacer la del padre. Pero esta opinión está muy averiguado ser falsa...» Las cabezas de codornices y los sesos de asno servían para atraer enamorados como a bobos, por lo necias que son las codornices, que al llegar a África dicen ocultan la cabeza en la arena al ver a los cazadores, creyéndose ya seguras, y por la torpeza proverbial del asno. (N. del E.)

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«La medula de sus huesos quita las señales del rostro. En las corvas de los caballos y cerca de sus uñas se hacen unos callos duros, llamados de los griegos lichenes; cortados estos y hechos polvos y bebidos en vinagre dicen ser grande remedio contra la alferecía y algunos los mandan dar contra cualquiera mordedura venenosa.» (HUERTA, Plin., 8, 42, anot.) (N. del E.)

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Mantillo de niño, mantecas o redaños. A la cuenta, Celestina era también curandera sacamantecas. (N. del E.)

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Hava morisca, las alubias o judías, como las judihuelas y habichuelas se dijeron de haba: así alubia es voz morisca o arábiga. De las habas comunes dice LAGUNA (Diosc., 2, 96): «Las habas comidas engendran muchas ventosidades y restriñen el vientre y ansí necesariamente irritan la sensualidad de la carne, estimulando a lujuria... y a esta causa debajo de muy gran pena eran a los pitagóricos entredichas las habas, conviene a saber porque no solamente perturban gravemente los cuerpos, empero también alteran los ánimos.» Una supersticiosa manera de quitar las verrugas consiste en Inglaterra en enterrar una cáscara de haba secretamente debajo de un fresno, diciendo estas palabras mágicas: «Tan pronto como esta cáscara de haba se pudra, tan pronto consúmase mi verruga.» (BLACK, Medic. pop., p. 78.) (N. del E.)

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Guija marina debe de ser la piedra calamita o piedra imán, con la cual, cebada la aguja de marear, no se cansa de andar alrededor, por siempre mirar al Norte, «tanta es la dependencia que aquella piedra tiene con aquella parte del cielo» (J. PIN., Agr., I, 30). De ella LAGUNA en Dioscórides (5, 105). Viene aquí la piedra imán al mismo propósito que la Soga del ahorcado. La soga con que se ha ahorcado a uno se mira hoy en Inglaterra como un remedio contra el dolor de cabeza, si se ata alrededor de ésta (BLACK, Medicina pop., p. 135). Era de gran uso para filtros y hechicerías, como se ve por las frases Soga de ahorcado, de lo que se malvende, por creerse era cosa muy preciosa la tal soga; tener soga de ahorcado, ponderando la fortuna de alguno. CORREAS, 425: Trae soga de ahorcado. (Dícese de los que atraen a sí las voluntades, como con piedra imán, y que traen piedra imán.) COVARR.: «Las hechiceras dicen que para la bienquerencia se aprovechan de estas sogas.» Su origen sencillamente en que la soga arrastra y trae, y lo del ahorcado, como de cualquier muerto en sanidad, que su vigor y calidades fisiológicas creíanse trasladarse al vivo. He oído a un cegato, viendo un cadáver, exclamar: ¡Qué hermosos ojos! ¡Bien pudieran cambiárseme los míos por ellos! (N. del E.)

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Flor de yedra. LAG., Diosc., 2, 170: «Llamase la yedra Cissos, Cittos y Dionysia en griego, los cuales tres nombres antiguamente significaban a Baco, excelente coronel de las botas. Y pienso haberse la yedra llamado ansí porque bebido su zumo y olido perturba la razón ni más ni menos que el vino; por el cual respecto, a mi parecer, se coronaban con ella los sacerdotes de Baco; de do también ha venido a colgarse por las tabernas.» Y DIOSCÓRIDES (ibid.): «Bebido de sus flores con vino dos veces al día, cuanto se puede tomar con dos dedos es útil contra la disentería y aplicada con cerato en forma de emplastro sana las quemaduras del fuego.» De la yedra y Baco en NATALIS COMIT., Mytholog., l. V, p. 486, 478, y D. LÓPEZ en Alciato, Embl., 203: «El árbol de la yedra nunca se seca; antes siempre está verde, los cuales dones dicen que dio Baco al muchacho Cisso. Este fue muy querido de Baco y andando haciendo sus fiestas en su presencia cayó en un grande hoyo, el cual se había abierto en la tierra y murió. Entonces la tierra por adular a Baco produjo una flor muy hermosa, la cual se llama Cisso (= la de la yedra), como el muchacho que amaba Baco, a quien había dado la yedra, de la cual usaban en los sacrificios de Baco. Tiendese por muchas partes, es pedigueña, hermosa con los racimos dorados, es verde por de fuera, el amarillez tiene las demás cosas.» Allí sigue diciendo por qué se coronaba de yedra a los poetas. (N. del E.)

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Espina de erizo. Marcelo Donato atestigua que Hipólito Lanzano se resolvía en sudor de ver solo un erizo (NIEREMB., Oc. filos., I, 6). Las espinas o púas del erizo servían a las hechiceras para clavarlas en la imagen de cera de la persona a quien así pretendían atormentar. «Del erizo saca Rasis una medicina para los que están ligados, que degollado y tomada su sangre embuelta con otro tanto azeyte y untando con ella el cuerpo y las otras partes de la generación, será desligado y podrá tener acceso con qualquier muger.» (Regimiento de sanidad de M. SAVONAROLA, traduce. FERNÁN FLORES, 1512). (N. del E.)

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Pie de texo. HUERTA, Plin., 8, 38, anot.: «Tiénese por cosa cierta que huyen del los lobos y otros animales feroces y por esto ponen a los caballos y mulas y a los jumentos collares o copetes de su pelo, para que no los hagan daño; aunque algunos se los ponen por entender que libra del mal de ojo, y por la mesma causa ponen a los niños pequeños una mano de este animal.» (N. del E.)

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Granos de helecho. Dice DIOSCÓRIDES (Lag., 4, 186): «Las mujeres que las bebieren (las raíces del helecho hembra con vino) quedaran estériles y las preñadas malpariran si las tomaren.» Añade LAGUNA: «No puedo disimular la vana superstición, abuso y grande maldad (no quiero decir herejía) de algunas vejezuelas endemoniadas, las cuales tienen ya persuadido a los populares que la víspera de S. Juan en punto a la media noche florece y grana el helecho, y que si el hombre allí no se halla en aquel momento se cae su simiente y se pierde, la cual alaban para infinitas hechicerías. Yo digo a Dios mi culpa, que para verla coger una vez acompañé a cierta vieja lapidaria y barbuda, tras la cual iban otros muchos mancebos y cinco o seis doncelluelas malavisadas, de las cuales algunas volvieron dueñas a casa. Del resto no puedo testificar otra cosa sino que aquella madre reverenda y honrada pasando por el helecho las manos, lo cual no nos era a nosotros licito, nos daba descaradamente a entender que cogía cierta simiente como, aquella de la mostaza, la cual, a mi parecer, se había llevado ella mesma en la bolsa: dado que ya pudo ser que realmente se desgranase el helecho entonces, pues por todo el mes de junio y de Julio están aquellos fluecos en su fuerza y vigor. No se debe dar por ninguna vía ni la hembra ni el helecho macho a las hembras, por cuanto dada cualquiera de estas especies a las preñadas, las hace malparir luego y a las otras quita la potencia de jamas empreñarse.» En éusquera ira es helecho y veneno, pena honda, consumación y ahilamiento y el filtro amatorio o bebedizo, que desde muy antiguo hubo de componerse de helechos. Tomó este nombre la planta en esta lengua por haber sido propia de hechiceros y brujas, no sólo en España, sino entre los antiguos germanos y eslavos. El nombre del duende es iratcho, que significa el del bebedizo o el del helecho, y de aquí, en Álava, Navarra y Aragón llaman iras-co al chivo. Véase sobre esto CEJADOR, Tesoro, R, 105. (N. del E.)

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La piedra del nido miéntala el Laberinto (c. 241). Escribe VALDECEBRO, Gobiern. d. l. aves (I, 9): «La piedra que llaman del águila, que aunque muchos están persuadidos a que es fábula lo que se refiere y escribe de ella, no lo es, sino verdad que se toca, ve y experimenta cada día. Dijeron algunos que para asegurar su nido del encuentro y violenta opresión de los aires, le fortalecía con un pedazo de periasco, que desgajado hallaba entre los riscos. Así la pintaron los egipcios por empresa de la firmeza y estabilidad y esta: Statua firmiter sedes; y su gran Comentador Pierio prosigue en este sentimiento y consecuencia: Lapidem quempiam exquirit, quem in nido pro libramento collocet (PIER. VALERIAN, f. 182). No es la piedra de el águila esa, sino la que S. Isidoro, Plinio y S. Alberto Magno y otros llaman Aetites, que es muy pequeña; empero de virtudes muy grandes, especialmente que facilita el parto en las que peligran en el puesto. Y no permite abortar, si las preñadas la traen consigo. Templa y aun quita el furor del delirio en quien lo padece. Estas son virtudes, que las ha hecho patentes la experiencia; y aunque es verdad que hay muchas piedras del aguila (y suelen traerlas algunos peregrinos a España y ciertas peregrinas, porque son de color leonadas, listadas con vetas negras y venillas blancas, están como preñadas, por que cada piedra tiene dentro otra piedra, que suena meneandola), la verdadera y que tiene estas y otras muchas virtudes es la que en el nido mismo de las águilas se coge, la trae el águila de una mina, que está entre Chios y Sanadrin en la India oriental... Cuando empolla los huevos, la tiene puesta en el nido, descubriendo por ella las virtudes que pensó dejar depositadas y en silencio la naturaleza, y que de haberla visto y hallado en su nido los hombres hayan descubierto lo precioso de su estimación por sus propiedades.» DIOSCÓRIDES dice (Lag., 6, 118): «La piedra del águila (a)eti/thj260.1 [aetítes]) suena en meneándose, por estar como preñada de otra piedra, que tiene dentro de sí. Atada al brazo siniestro, retiene el parto, cuando por la gran lubricidad de la madre hay peligro de malparir. Empero, cuando fuere llegada la hora del parto, desatándola del brazo, la atarás al muslo y ansí parirá la mujer sin dolor. Descubre también ladrones aquesta piedra: porque si amasada en el pan se la diéramos a comer, nunca podrá tragar bocado el ladrón. Así mesmo se dice que ningún ladrón podrá tragar alguna de aquellas cosas, que con ella fueren cocidas.» Añade LAGUNA de su parte: «Aetos en griego quiere decir águila, de do vino a llamarse aetites aquesta piedra, porque ordinariamente tienen dos dellas, conviene a saber, macho y hembra, en sus nidos las águilas; sin las cuales no les es posible parir, y a causa de las cuales ponen dos huevos tan solamente... En suma, la piedra del águila naturalmente atrae las pares y la madre hacia sí, ni más ni menos que la piedra imán el acero.» En LUCANO: «Quaeque sonant foeta tepefacta sub alite saxa.» (N. del E.)

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260.1

a/etithj», sin espíritu y con acento cambiado en el original. (N. del E.)]

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