431
Lazería, miseria. (N. del E.)
432
Santiguarme, de espantada y maravillada, como del diablo, a quien se atribuía todo lo maravilloso. A. PÉREZ, Mierc. dom. 2 cuar., f. 413: Santiguaros della y santiguarla a ella para siempre jamás, porque si le dais entrada. CACER., ps. 87: Santiguabanse, cuando me veían, como de una cosa mala. L. GRAC., Crit., 2, 11: Estando diciendo esto estaba actualmente santiguandose: ¡que éste no advierta que tiene él por qué callar! (N. del E.)
433
Raya
en el agua. CORR., 492 y 402: «Hacer una raya en el agua,
para que no se deshaga. (A cosa rara.)
» Ídem: «Hacer
raya en el agua
». Ídem, 629: «Hacer una raya en el
agua. (Maravillarse de que uno hizo lo que no solía.)
»
Ídem, 605. Da a entender el dicho que no durará
mucho la cosa, por ser rarísima y no acostumbrada.
(N. del E.)
434
Desocupada de gentes que se citan. (N. del E.)
435
¡No vendrá en balde tampoco la segunda, que con buenos cuartos nos acudiría por ella el ministro? (N. del E.)
436
Vino tarde, el ministro. CORR., 450: Más vale a quien Dios ayuda, que al que mucho madruga. Ídem, 449: Más puede Dios ayudar, que velar mi madrugar. Ídem, 345: Quien madruga, Dios le ayuda. (N. del E.)
437
Sobrado es piso encima de otro, y así se entiende en varias partes de España. TAFUR., 12: Las casas son torres de cuatro o cinco sobrados o más. D. VEGA, Fer. 3, dom., I: Tenía una casa con dos altos o dos sobrados. (N. del E.)
438
Son los aparejos
para el conjuro que va a hacer. La soga, que había
de traerse de noche, lloviendo y haciendo oscuro, es la de
ahorcado, de tanto valor para hechicerías, «La muerte
prematura tiene la virtud especial de comunicar a los objetos
inanimados un cierto poder vivificador. Según Dalyel,
parece que este principio envuelve cierta noción indistinta
de la absorción de la vida por el instrumento de muerte.
Plinio menciona que en los casos difíciles de parto
se esperaba el alivio del acto de disparar contra la casa
de la paciente una piedra o arma arrojadiza que hubiese sido
ya fatal para alguien o una jabalina arrancada de un cuerpo
que no hubiese tocado al suelo (H. N., 28, c. 6, 12). Así
en China se considera como un eficacísimo amuleto
el cuchillo que ha servido para dar muerte a una persona.
La soga, con que se ha ahorcado a uno, se mira hoy en Inglaterra
como un remedio contra el dolor de cabeza, si se ata alrededor
de ésta, y las astillas de una horca puestas en un
saco llevado al cuello fueron reputadas útiles para
curar la fiebre. La tierra tomada del sitio en que un hombre
ha sido muerto, se ha prescrito en Escocia para las úlceras
o heridas. Los pañuelos mojados en la sangre del rey
Carlos fueron tan eficaces para curar las escrófulas
como el contacto del vivo. Así en China, después
de una ejecución, gruesas bolas de médula se
empapaban en la sangre del criminal y se vendían al
pueblo como un remedio contra la consunción, con el
nombre de pan de sangre.
» (Véase BLACK, Medic. pop.,
p. 135). Ahora se comprenderá cómo la soga
que quitó la vida prematuramente al ahorcado tomó
en sí virtud de vida para los hechiceros. Cuanto al
azeyte serpentino, véase lo que dice HUERTA (Plin.,
8, 21) sobre el basilisco, con el cual se confundían
las sierpes todas venenosas. «Los magos alaban mucho la sangre
del basilisco, la cual se cuaja a manera de pez y dicen que
mezclada con el color del cinabaris (que es, según
escribe Plinio, la sangre que sale del dragón, cuando
revienta, cayendo el elefante sobre él) toma más
claro y precioso color.
» Ahora bien: el azeyte serpentino
estaba confeccionado con ponzoña de víboras,
como después se da a entender en el conjuro: por la
áspera ponçoña de las bívoras,
de que este azeyte fue hecho, con el qual unto este hilado.
La víbora era tenida por serpiente (HUERTA, Plin.,
8, 39, anot.), y el basilisco es una suerte de víbora
o serpiente. Con la sangre de víboras o del basilisco
se hacía, pues, ese aceite, tan alabado de los magos,
y del cual tenía Celestina un buen bote. (N. del E.)
439
Arca de los lizos, donde tenía lizos con otras mil cosas. En los desvanes de los pueblos segovianos es común ver arcas y lizos y otros aparejos de los antiguos tejedores, hoy arrumbados. (N. del E.)
440
Murciégalo, de mur-cieg-o y -al, todavía lo dice el pueblo de Castilla. En el Rig-Veda un himno ruega que no chupen la sangre los vampiros o murciélagos monstruosos de la India. El murciélago común figura al diablo y a la muerte entre los populares. De aquí la costumbre de viejas y niños de creer conjurados sus maleficios cuando le cogen, por lo que le atormentan y le echan al fuego o le crucifican, y los muchachos le hacen entonces fumar un pitillo. Creen los muchachos que blasfema cuando chilla al atormentarle. Cuenta una conseja que sobre apuesta quién haría un pájaro más hermoso, hizo Dios la golondrina y el diablo no supo hacer más que el murciélago, al cual Moisés puso entre los animales impuros; los griegos fantasearon con él sus harpías, y la Edad Media puso sus alas al diablo. La virtud e fuerça destas bermejas letras, que dice luego en el conjuro, alude a la de la sangre de morciégalo, que significaba la sangre del diablo. Las bolantes harpías del mismo conjuro eran los murciélagos poetizados por los griegos, llamadas demonios rapantes y soterraños por Suidas, aves de rapiña por Favorino, y se dijeron de harpazo, arrebatar. De ellas trató Virgilio (Eneid., l. 3), Hesíodo, y puede verse en conjunto en NATALIS COMITIS, Mythologia (7, 6). (N. del E.)