471
CORR., 240 y 563: Nunca faltan rogadores para eso y cosas peores. (N. del E.)
472
Síguense los hechos que ve ser buenos agüeros para ella. Juan en castellano es el buenazo y el bobo, que a nada pone embarazo y aun sufre todo bondadosamente. Buen agüero, pues, para Celestina (son cornudos). Lena, 4, 2: Los juegos de pasa pasa, que suelen las que tienen algunos Juanes por maridos. Ahí están, que no me dejarán mentir: Juan el tonto, Juan Lanas, Juan de buen alma, Juan Parejo, Juan Zoquete, Juan Paulín, Juan Zane o Zanana, Juan de la Torre, a quien la baba le corre; El tío Juan Díaz, que ni iba ni venía; Juan Flor, que se curaba para estar mejor; El pobre tío Juan, a quien se lo comen a cucharadas; Juan de Espíritus, que andaba a la carnicería por verdolagas; Juan de la Valmuza, que no tiene capa ni caperuza; Juan Topete, que se metía a luchar con siete; El buen Juan, que se contenta con lo que le dan, etcétera, etc. CORR., 526: Es un buen Juan. Ídem, 293: Dos juanes y un Pedro hacen un asno entero. Ídem, 256: Si bien, Juan es; si no, Pedro, como antes. Y las frases hacer el Juan, fingirse y obrar como sencillo; a lo Juan, sencillamente; Casa de Juan, donde entran muchos sin reparo y hacen lo que se les antoja; juanearse, bromearse y burlarse como de Juan Lanas o del bobo (Arag.). (N. del E.)
473
El tropezar era
mal agüero, y al revés, hasta entre los romanos.
El cuervo, tordo y las aves nocturnas y negras eran de mal
agüero. Prometeo dicen que fue el que inventó
los agüeros o auspicios, aunque otros se lo atribuyen
a Cara, rey de Caria. Así del primero dice Esquilo:
«Deslindó las aves derecheras y las siniestras.
» Cuentan
de Demócrito que no sólo entendía todos
los agüeros, sino que conocía ciertas aves, de
cuya sangre, mezclada, nacía una culebra, de la cual,
el que comiese, entendía el idioma de las aves, como
dicen lo entendía Apolonio de Tiana. Pueden verse
en las Vidas de Plutarco infinitos augurios. En las de Demóstenes
y Cicerón cuenta cómo los cuervos, graznando
estruendosamente, se posaron en las antenas de la nave en
que llegaba Cicerón, al aportar a tierra, y se pusieron
a picotear la jarcia, «lo cual todos tuvieron por mal agüero
».
Entrado Cicerón en su quinta, fuéronse los
cuervos a su ventana, y hasta se metió uno dentro,
llegose a la cama y quitó a Cicerón del rostro
el velo con que se había cubierto. Entre tanto venían
en su busca los que le habían de asesinar. El mismo
Plutarco, en sus Quaestiones Romanae (78), trata del por
qué las aves indican felicidad o desgracia, según
se presenten a la derecha o a la izquierda. De esto y de
los agüeros he tratado en el Tesoro de la lengua castellana
(t. A, 138) y fue institución antiquísima.
«Canta, ¡o pájaro!, al salir derecho de casa, para
traernos la dicha y bendiciones
», dice el Rigveda (2, 42).
Y en el Hiranyakeçin (G, I, 17, I, 3): «Vuela en torno
del lugar de izquierda a derecha trayendo la dicha, o búho.
»
El cuervo, como animal profético, aparece con la paloma
como mensajero de Noé para enterarse de si las aguas
del Diluvio, habían bajado. No volvió, de donde
se dice La vuelta del cuervo. Dicen que se abatió
sobre los cadáveres. Esto y su color, que lo hizo
ser emblema del mal y del diablo, fueron las causas de tenerle
por mal agüero. Eliano dice (De animalib., l. I, c.
48): ko/raka o)/rnin fasi\n i(ero\n )Apo/llwnoj kai\ a))ko/louqon, kai\ mantikh=j sumbo/loij a)gaqo/n
[kóraka órnin phasìn hieròn
apóllonos kaì akólouthon, kaì
mantikês symbólois agathón]
. En cambio:
«Cornices et corvi, si exercitui circuinvolitassent, mala
omina credebantur. Alexandri Babylonem subeuntis et Ciceronis
ab Antonii facie fugientis, mors corvorum crocitatione praedicta
traditur.
» (JOAN. POTTERI, Archaeologia graeca, l. 2, c.
15.) Véase el agüero en este ensalmo para el
dolor de cabeza. (L. RUEDA, Armelina, I): «En el nombre sea
de Dios, que no empezca el humo ni el zumo, ni el redrojo
ni el mal ojo, torobisco ni lentisco ni ñublo, que
traiga pedrisco. Los bueyes se apacentaban y los ánsares
cantaban. Por ahí pasó el cuervo prieto por
tu casa, de cabeza rasa, y dijo: no tengas más mal,
que tiene la cabeza en su nidal. Así se aplaque este
dolor, como aquesto fue hallado en banco de tundidor.
» (N. del E.)
474
Del ladrar los perros
como augurio, en Virgilio (Georg., I, al fin): «Obscoenique
canes, importunaeque volucres / signa dabant.
» (N. del E.)
475
Lucrecia,
parece inspirado este nombre, más que por el de las
matronas romanas, «por la reciente lectura del libro de Eneas
Silvio
» (MENÉND. PELAYO, Oríg. Nov., III, XLVII).
(N. del E.)
476
Haldeando. CERV., Viaj. Parn., 7: Haldeando venía y trasudando / el autor de la Pícara Justina. (N. del E.)
477
CORR., 462: Meter aguja y sacar reja. (Cuando se da poco para sacar mucho.) Ídem, 277: Dar aguja para sacar reja. (Antes que el otro queda declarado del todo: dar aguja, por los que dan poco, porque les den mucho.) (N. del E.)
478
Alisa,
«nos trae a la memoria cierta fábula de la ninfa Cardiama,
convertida en fuente por amores del gentil Aliso, que trae
Juan Rodríguez del Padrón en el Triunfo de
las donas
» (MENÉND. PELAYO, Oríg. Nov., III,
XLVII). (N. del E.)
479
Cuchillada. Los demoniógrafos dicen que el diablo imprime una señal de reconocimiento en los que van al aquelarre: una media luna o un cuerno. Se habla de ello en los procesos de la Inquisición. Rojas quiso que su Celestina no careciese de este sello, y tenía un chirlo. (N. del E.)
480
Incógnito, latinismo. (N. del E.)