Anticurriculum vitae del autor
Luis Riaza
Curioso lector: en el pecado de tu mentada curiosidad llevas tu penitencia. Porque, seguramente, no vas a encontrar en lo que sigue aquello que suele ponerse en los corricorri vitales al uso; es decir, una fotografía de un señor con gafas y bigote de escritorazo y con cara de haberse leído los quinientos libros que sirven de fondo al «documento gráfico» y, debajo, la información de que si nació en tal o cual sitio (aparte de que, si te dijera, lector curioso, que nací en el 1925, solo serviría para que pensases que ya hace falta cara para, con esa pila de lustros sobre los lomos, pretender estar incluido en las huestes del llamado «teatro joven español») y, más debajo todavía, la pila de títulos de licenciado y doctor; luego, la lista de obras publicadas con una fecha entre paréntesis y, de postre, la traca final de los premios literarios, incluidos los de Cafés y otros círculos similares de la cultura recreativa. En resumidas cuentas, una agitación de las latas que uno lleva atad[as] al rabo para meter el mayor ruido posible y para que tú, curiosísimo lector, tengas un indicio de que merece la pena el leer la obra de la que todos esos datos biográficos no son sino celofán y lacito de moaré tornasolado.
Por eso, impertinente y curioso amigo mío, no te contaré nada de mí (aparte de la ya mentada carga de añazos, y eso por lo que de masoquismo comporta toda confesión) y me limitaré a copiar un trozo de uno de tantos libros que tengo en el fondo del armario de los venenos. Ese trozo se titula precisamente autobiografía y habla de mí, pero también de todos los cochinos malditos de mi maldita estirpe de maldito. ¿A qué más datos para satisfacer tu gorda curiosidad, hermano lector, tú, degustador de corrícolos vitalicios?
Ahí va.
Y AQUÍ FIGURA LA TAL AUTOBIOGRAFÍA