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Prefacio a «Poesías», de Mihai Eminescu

Zoe Dumitrescu-Buşulenga

En el universo de un poeta extranjero penetramos como en un extraño jardín de formas, colores y perfumes desconocidos, a que nos acercamos piadosamente, pero al mismo tiempo, con gran curiosidad. Lo que te puede conquistar, lo que te ofrece el justo camino hacia el centro mismo de aquel universo, hacia las profundidades de aquel jardín es su música. Más o menos conocida, ella se te ofrece como una guía delicado pero seguro hacia el conocimiento, la reconciliación y hasta el amor. Porque la gran poesía es música, sonoridad misteriosa, sosteniendo el espíritu en su afán contemplativo.

Por eso tiene tanta importancia, al traducir poesía, que se preserve la musicalidad del verso en todo su esplendor originario. Mas, cada idioma alza homenajes a la belleza en su proprio modo, con sus sonidos específicos, difícil a reproducir dentro de otras aglomeraciones fonemáticas. Decimos por eso que la gran poesía es intraducible. Shakespeare por ejemplo, con sus sonetos, Hölderlin, Mallarmé, Rilke y cuantos otros más, ya no logran, cuando traducidos, mantenernos igual de presos en el sortilegio del verbo que lleva el sello de la sacralidad.

Pero todo eso no quiere decir que tenemos que abandonar las traducciones. Siempre en búsqueda sedienta de la belleza, nuestras almas no pueden renunciar a los valores que enorgullecen a todas las naciones del mundo, el conocimiento y la comunicación real las naciones sólo se pueden realizar por la transmisión de estos valores, en un flujo incesante, que mantenga vivo el aprecio recíproco.

Animados por este mismo reto, los rumanos también, aprovechando el aniversario de los 150 años del nacimiento del poeta nacional Mihai Eminescu, patrocinado por la UNESCO, damos a luz a una nueva edición, con la esperanza de que ello sea representativo a los ojos del lector hispánico aficionado a la poesía.

Y nos causa gran placer recordar las palabras pronunciadas en Venecia, el otoño de 1964, por Rafael Alberti y María Teresa de León, al coloquio Eminescu, organizado por la profesora Rosa del Conte, distinguida exégeta de Eminescu (ella misma traductora de Eminescu al italiano) y por la Accademia dei Lincei por su presidente, Angelo Monteverdi, gran arqueólogo, enamorado de Rumania. Los dos poetas españoles se unieron a los homenajes brindados al poeta romántico rumano, confesando que, para traducirlo, han intentado aprender el rumano, por haberse dado cuenta que la inefable expresión poética de Eminescu viene dada por la impresionante musicalidad del idioma rumano, recogida en la armonía inusitada de su verso. Y lo han traducido, no mucho, pero con gran sutileza y belleza. Realmente hermoso. Desafortunadamente, como ocurre con la mayoría de los traductores extranjeros, la traducción carece de rima. Y con Eminescu, gran romántico, cuya obra abarca lírica, prosa, dramaturgia, periodística, la poesía tiene vibraciones musicales, dando voz a todos sus estrados interiores y afinándolo con el mundo exterior reflejado plenamente en su fantástico imaginario. Al acostumbrarse a su creación a tal punto que le puedas captar las pulsaciones musicales, sus versos pueden ser leídos como una partitura musical, descifrando los ritmos, las tonalidades, el «melos», las armonías, las disonancias. Y en cada estructura poética adivinas sea las batallas interiores de un sé dividido, hostil al mundo imperfecto, característico especialmente en el período de la primera juventud, violenta y contestataria, sea la aspiración hacia el Eros como principio reconciliador del cosmos, en los poemas donde espera a la amada ideal en una naturaleza selenita, florecida en perfumes de tilo y acunadas por murmullos de aguas, pronunciada en tonalidades mayores, de los troqueos con alta tonalidad lírica.

Cuando el amor se pierde las tonalidades de los yambos suenan sus tristezas menores mientras el poeta esté llamando, en espléndidos sonetos, a los fantasmas de un pasado perdido, cuyas luces y esperanzas se han apagado. La amada se convierte de un hada a una Dalila, y Thanatos sustituye a Eros.

A pasar de eso, el discurso poético gana una apariencia todavía más armoniosa en sus profundidades, a medida que la infelicidad quiebra al artista pensador que embelleció no sólo el microcosmos con la proyección de su aspiración hacia el amor absoluto. El macrocosmos ha sido para Eminescu un espacio electivo. Cruzado por sus personajes con fabuloso ademán (como en la novela fantástica Pobre Dionysos, o en el poema clave de su creación Hyperion o en los póstumos El cuento del mago en búsqueda de lo absoluto) el paisaje cósmico se desarrolla en los acuerdos de algo que Eminescu llamaba «la dulce música de las esferas». Y no sólo el espacio queda explorado por el poeta en búsqueda de lo absoluto (a los 18 años había traducido ya La Crítica de la Razón Pura de Kant, había ya asimilado la filosofía de la Vedas y el neoplatonicismo) sino también el tiempo, la otra categoría obsesiva de su pensamiento integrador. La mente insaciable volvía al pasado de su patria, hacia las orillas de la historia universal, alcanzando hasta la Creación. En una asombrosa síntesis, el poema Carta I nos presenta una cosmogonía única en la poesía universal, en gamas cargados de júbilo, parejas de las de la Creación de Haydn para que luego en la misma Carta I suene la tristeza de la muerte y del mundo, verdadera apocalipsis, lento lamento fúnebre.

El final de su obra poética es una metamorfosis de los valores de la misma palabra. La sabiduría estoica de Glossa, el secreto diálogo con el sonido del cuerno, símbolo de la muerte, el grito ahogado en la serena perfección de la estrofa sáfica de la Oda en metro ántico, pidiendo por unificación de la escisión interior, presentan la palabra, di-13 gamos, en su desnudez esencial, la del logos.

La aventura de la palabra con Eminescu es la misma aventura existencial de un gran poeta, al que se la ha dado el regalo órfico, el de los electos.

La traducción que presentamos a los lectores españoles pertenece al que fue el gran hispanista Valeriu Giorgiadi, el mismo poeta y enamorado tanto de Eminescu como del idioma español y que ha intentado y, en gran parte, ha logrado dar una exitosa equivalencia. Y queríamos evocar con sus propias palabras su amor y sus esperanzas en cuanto al futuro de la creación de Eminescu:

«Al sentir junto con Mihai que la poesía es auditiva -quizá por eso consideran a Homero ciego- he soñado con recordar en español las palabras que visten el inconfundible sentimiento eminesciano, para siempre grabado en la sojuzgadora dulzura de su verso. Si mis recuerdos no son exactos, perdóname, lector hispánico, pues tu soñado país está sin embargo tan lejos... Quizá soñara mejor con los recuerdos del año 2000. Se cumplirán entonces 150 años desde el nacimiento del gran poeta y una segunda edición, si la suerte me ayuda y tiempo me queda, vendrá para mejorar a esta primera...».


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