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Juan Pérez de Montalbán

Sinopsis de las comedias del primer volumen de Montalbán

Sinopsis de La doncella de labor (edición de Maria Grazia Profeti)

Jornada primera

Dos amigos, don Diego de Vargas y don César, se entretienen examinando unas espadas en casa del primero, ya que don César está involucrado en un desafío; entra con su criada una dama enmascarada, que pide amparo de los celos de un marido violento. Don Diego la deja pasar a un cuarto, entregándole la llave antes de alejarse para averiguar si hay algún peligro. Sabemos inmediatamente después, a través de un coloquio de la dama con su criada Inés, que se trata de la noble y rica doña Isabel de Arellano, recién llegada de Plasencia, que no está casada y que al llegar a Madrid se ha enamorado repentinamente de don Diego, viéndole pasar a caballo. Para averiguar si se trata de un caballero valeroso y noble le ha contado la historia del marido celoso: su caballerosidad la ha conquistado completamente; ahora se trata de procurar que se enamore de ella. La criada Inés le pregunta cómo piensa alejar de sí a don César, que te sirve, obliga y adora.

Don Diego y doña Elvira de Ribera, con el gracioso Monzón, se pasean por el Prado, mención que subraya el ámbito madrileño de la pieza[1], y se confiesan felizmente enamorados y sin tensiones. Doña Elvira subraya que un anterior enamorado se había alejado de ella, pero que ya lo ha olvidado; igualmente don Diego había sido desechado por una dama: el trato y las desgracias amorosas comunes han despertado el nuevo afecto recíproco, y hasta el amor, como confiesa doña Elvira y sucesivamente don Diego. La dama dice que tiene sed, y propone ir a casa del caballero; Monzón, aparte, recuerda a su amo que en casa se halla la dama misteriosa, y don Diego intenta cambiar de planes, volviendo a su casa solo, y afirmando que está preocupado por el duelo de su amigo; la dama finge creerle.

Llegado a su casa, don Diego intenta alejar a la dama que ha hospedado, sin lograrlo. Entra don César, doña Isabel le reconoce y se esconde, diciendo que se trata de un deudo de su celoso marido. Don Diego finge con su amigo que la dama escondida es doña Elvira, pero la misma doña Elvira llega, y los cuatro protagonistas en una serie de aparte explican sus dudas y sospechas.

Inés se dirige a doña Elvira, pensando que es su ama; doña Elvira pide explicaciones a don Diego, que -como sugiere el gracioso- declara que la dama enmascarada es la enamorada de un amigo suyo. Pero doña Isabel decide descubrirse, afirma que está enamorada de don Diego y se marcha. El vertiginoso juego de entradas y salidas, los amores reales o fingidos, proponen así en la primera jornada el entramado futuro de verdades y falsedades.

 

Jornada segunda

Doña Isabel, vestida pobremente, acompañada por el vejete Julio, se presenta en casa de doña Elvira como Dorotea, futura «doncella de labor», determinada a estorbar los amores de doña Elvira con don Diego; la ausencia de su propia casa la justificará diciendo que ha ido a una romería. Su criada Inés, bajo el nombre de Juana, igualmente servirá en una casa cercana como fregona: se establece así un juego vertiginoso de dobles identidades. Las afirmaciones de doña Isabel como falsa doncella, y sus «apartes», tienen evidentes dobles sentidos, para suscitar la risa de los espectadores. La llegada de don Diego y Monzón permite asistir a la actuación directa de doña Isabel como «doncella».

Doña Isabel conoce por Monzón que doña Elvira y don Diego se quieren, y que la dama irá a casa de don Diego para ver pasar a los reyes; da a Julio la llave del retrete que don Diego le entregó la noche anterior: el vejete tiene que decir a Inés que se ponga el mejor vestido de su ama y entre así disfrazada en el retrete.

Don César, hablando con su criado Tristán, hace un resumen de los acontecimientos pasados; Inés, disfrazada de señora, entra con la llave en casa de don Diego; sucesivamente llegan doña Elvira y doña Isabel, bajo la identidad de Dorotea: la primera se fía completamente de la segunda y le hace un resumen de los acontecimientos. Don Diego se entrega a refinadas declaraciones de amor a doña Elvira; pero al abrir el salón aparece Inés, tapada y vestida de dama: el pobre caballero no sabe qué pensar, doña Elvira se marcha indignada, mientras Inés se descubre a Monzón y afirma que está vestida elegantemente porque tiene que ir a un bautizo.

Doña Isabel, siempre como Dorotea, explica en una larga relación que la mujer que ha salido se le ha descubierto como una dama bellísima, elegantísima y rica. Don Diego parece interesado, y como Monzón le explica que la mujer es solo una pobre fregona, el caballero le maltrata.

 

Jornada tercera

El juego de las identidades fingidas prosigue en la tercera jornada, donde Inés, bajo la identidad de Juana, explica a don Diego que ha entrado en su casa vestida de dama porque se lo había pedido una señora elegante y guapa. Don Diego habla con doña Isabel, bajo la identidad de Dorotea, que censura a su señora porque ya no quiere ver al caballero; explica además donde está la casa de la famosa mujer velada, por la cual don Diego parece interesarse.

Llega don César, maravillado de que la criada de doña Elvira, Dorotea, sea tan parecida a doña Isabel; don Diego se burla de él, afirmando que está tan enamorado de su dama que cualquier mujer que ve se le parece (argumentación que Montalbán utiliza también en La toquera vizcaína); subraya que se sabe que doña Isabel está lejos de Madrid. La escena se cierra con ambos caballeros invocando a Amor que resuelva sus dudas. Doña Elvira parece todavía enamorada de don Diego, mientras doña Isabel, siempre como Dorotea, dice a la dama que sabe que don Diego está enamorado de otra: promete que su padre (o sea el vejete Julio) investigará de quién se trate.

Don Diego y Monzón comentan la facilidad con la cual se pueden inventar falsas noticias; doña Elvira y doña Isabel se hablan y la primera dice a la segunda que se parece muchísimo a una criada suya; llegan don Diego y Monzón, y doña Isabel se cubre con un manto, para que el criado no la reconozca; sucesivamente cuenta a doña Elvira que es una rica dama «americana», que don Diego la sedujo y ha tenido tres hijos con él. Cuando doña Elvira se marcha, enojada con el malvado don Diego, el caballero vuelve al escenario, y habla con doña Isabel disfrazada de Dorotea (ya que está presente Monzón). Los protagonistas masculinos llegan así a ser puros fantoches, maniobrados por las damas, y sobre todo por la omnipresente doña Isabel.

La criada Inés entretanto, en un soliloquio a beneficio del público, hace un resumen de estos acontecimientos tan enrevesados; llegan al escenario doña Elvira y su criada Lucía, que han tenido problemas porque han utilizado un coche prestado, contra lo que dispone una premática; aparece otra vez doña Isabel como Dorotea, «doncella de labor», que hace a su «ama» un relato de todos las labores que ha hecho en su ausencia.

Con la llegada de don Diego y don César, y delante de los espectadores, tantos «enredos» tienen que resolverse. Doña Elvira reprocha a don Diego el haber tenido tres hijos con una dama «indiana», dejando asombrado al pobre caballero; después doña Isabel se revela a don Diego y le confiesa su amor; el caballero la acepta como mujer; también doña Elvira se casará con don César, y Monzón con la criadilla Inés.

[1] García de Santo Tomás, 2004.

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